La necesidad de delimitar histeria y psicosis surge cuando el concepto de histeria es ampliado para abarcar, además de las crisis histéricas y fenómenos corporales, rasgos de personalidad y fenómenos alucinatorios y delirantes. En este caso fueron denominadas ?locuras histéricas?. Mientras Bleuler la consideró parte del grupo de las esquizofrenias, numerosos clínicos objetaron esa inclusión señalando que el carácter disociativo de la histeria difería esencialmente de la Spaltung bleuleriana. Se mencionarán en este sentido los aportes de Janet, que investigó el estado mental de los histéricos delimitando los factores que determinaban los estados de desdoblamiento de la personalidad característicos de esos sujetos; de Freud, quien utilizó el término ?psicosis histérica? para casos ricos en fenómenos alucinatorios, delirios oniroides y estados hipnoides, que también abordó este tema en la neurosis demoníaca del pintor Haitzmann y la Gradiva de Jensen y, finalmente, en las distinciones sobre la alucinación en la esquizofrenia, el sueño y la amentia.
Por último, se hará una referencia a la desaparición de la histeria en los sistemas diagnósticos originados en la psiquiatría anglosajona (DSM IV, CIE 10) y a las contribuciones sobre este tema derivadas de la obra de Lacan. La histeria es una categoría clínica milenaria: contamos con descripciones de síntomas que muestran que ya los egipcios la reconocían. Desde la cultura griega ha conservado su nombre, el cual, como es sabido, proviene de útero, De allí que durante mucho tiempo fue considerada propia de las mujeres. Recién en el siglo XVII, al iniciarse el desarrollo de la anatomía y la investigación del sistema nervioso, se trasladó su localización desde el útero al cerebro. Por primera vez, entonces, se la reconoció como una enfermedad que podía afectar a ambos sexos, pariente de la epilepsia. Pero esta concepción neurológica era tan discordante con la ideas psiquiátricas de la época que fue ignorada por varios siglos. Cuando Freud, a su regreso de su estada en París para estudiar con Charcot, publicó su artículo sobre un caso de histeria masculina, fue recibido con desdén por su colegas vieneses. El hecho de que se haya conservado tanto tiempo la idea de una enfermedad de mujeres constituye, sin embargo, un indicio de que la psiquiatría reconocía connotaciones sexuales en sus síntomas.
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