El objetivo fue describir niveles de impacto psicológico y aversión generados por la tecnología digital en sujetos adultos (18-78 años) de Córdoba-Argentina, buscando detectar la incidencia de un trastorno de ansiedad denominado ?tecnofobia? para proponer criterios diagnósticos locales. Suponemos la tecnofobia como un trastorno de ansiedad del tipo fobia específica (F40. 2 (DSM-IV)) o (300. 29 (ICD-10)). Se ha desarrollado un instrumento diagnóstico, en distintas fases, siguiendo los criterios de la International Test Commission. Mediante el modelo alpha de Cronbach se verifica la multidimensionalidad del constructo (a = 0. 67); mediante análisis factorial se determina que los reactivos del instrumento indagan: ansiedad, aversión, autoeficacia, impacto socio-cultural, valoración de experiencias, y actitudes.
Aplicada la versión final de la escala, en una muestra de n=675, en Córdoba-Argentina, los resultados indican que en la población hay un porcentaje de sujetos que pueden ser considerados tecnófobos y la evaluación del impacto sociocultural es alto. Concluimos que la tecnofobia debe evaluarse mediante una técnica diagnóstica específica y local, debido a que el trastorno es multidimensional, y a la importancia que reviste la variable cultural. La escala obtenida es aplicable a nivel clínico-psiquiátrico para diagnóstico de trastorno de ansiedad frente a la tecnología, en sujetos de nivel educativo medio-superior, con dificultades a nivel laboral, vincular, académica o personal ocasionado por aquella. Un modelo multivariado muestra la importancia de variables como la edad, el sexo, y el nivel de conocimientos de informática autoadjudicado.
Tecnofobia: estudio sobre la ansiedad ante y la aversión hacia las herramientas de tecnología digital, en sujetos adultos argentinos.
Leticia Elizabeth Luque.
Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Córdoba. Argentina.
PALABRAS CLAVE: trastorno de ansiedad, fobia específica, tecnofobia, fobia a las computadoras
Resumen
El objetivo fue describir niveles de impacto psicológico y aversión generados por la tecnología digital en sujetos adultos (18-78 años) de Córdoba-Argentina, buscando detectar la incidencia de un trastorno de ansiedad denominado “tecnofobia” para proponer criterios diagnósticos locales. Suponemos la tecnofobia como un trastorno de ansiedad del tipo fobia específica (F40. 2 (DSM-IV)) o (300. 29 (ICD-10)).
Se ha desarrollado un instrumento diagnóstico, en distintas fases, siguiendo los criterios de la International Test Commission. Mediante el modelo alpha de Cronbach se verifica la multidimensionalidad del constructo (a = 0. 67); mediante análisis factorial se determina que los reactivos del instrumento indagan: ansiedad, aversión, autoeficacia, impacto socio-cultural, valoración de experiencias, y actitudes. Aplicada la versión final de la escala, en una muestra de n=675, en Córdoba-Argentina, los resultados indican que en la población hay un porcentaje de sujetos que pueden ser considerados tecnófobos y la evaluación del impacto sociocultural es alto.
Concluimos que la tecnofobia debe evaluarse mediante una técnica diagnóstica específica y local, debido a que el trastorno es multidimensional, y a la importancia que reviste la variable cultural. La escala obtenida es aplicable a nivel clínico-psiquiátrico para diagnóstico de trastorno de ansiedad frente a la tecnología, en sujetos de nivel educativo medio-superior, con dificultades a nivel laboral, vincular, académica o personal ocasionado por aquella. Un modelo multivariado muestra la importancia de variables como la edad, el sexo, y el nivel de conocimientos de informática autoadjudicado.
Introducción
La mayor parte de los aspectos de la vida cotidiana actualmente se ven condicionados por el uso de herramientas que incorporan tecnología digital. Como consecuencia, han aparecido fenómenos psicológicos originados tanto por el exceso como por el rechazo de uso de la tecnología digital y computadoras. Así, en un extremo encontramos la “tecnodependencia” o simbiosis tecnológica, el uso abusivo de Internet o de las computadoras personales, el “desorden de adicción a Internet”. En el otro extremo, encontramos que la tecnología tiende a generar alienación y/o la percepción de incompetencia; aumentan los niveles de estrés y de ansiedad ante las computadoras; y aparecen comportamientos de aversión y rechazo a la tecnología digital en general, denominados “tecnofobia” o fobia a las computadoras, siendo esto objeto de la presente investigación.
Como consecuencia del avance de la tecnología informática, estilos de vida, modalidades comunicativas, configuraciones vinculares, niveles sociales, y la cotidianeidad en definitiva, han ido transformándose. Muchas de las tareas antes consideradas costosas, complejas, y/o imposibles, ahora resultan accesibles en distintos sentidos, por lo cual se diría que la tecnología digital en una herramienta básica al servicio del hombre. Sin embargo, esto tiene al menos un aspecto negativo: el ritmo vertiginoso y cambiante de la tecnología – y por ende, del contexto – requiere de los sujetos un aprendizaje continuo de nuevos códigos; implica una adaptación permanente – acorde con las exigencias del mundo actual – que permita mantenerse “dentro del sistema”. Es en este punto donde pueden aparecer conflictos y trastornos, en tanto muchas personas no pueden responder de manera adecuada a las nuevas demandas del medio, trayendo esto como correlato el aumento de niveles de ansiedad. Rosen y Macguire (78) afirman que, sin importar como se denomine el fenómeno, existe un grupo de personas que experimentan incomodidad y aprehensión – de leve a severa – en relación a las computadoras y otras formas de tecnología digital. Estudios con estudiantes, ejecutivos, enfermeras, profesionales, docente, generan evidencia empírica sobre este fenómeno, y han permitido estimar que aproximadamente de un cuarto a un tercio de la población general pueden ser clasificadas como “tecnofóbicas”o “fóbicos a las computadoras” (51).
Si bien es real el aumento de la productividad laboral gracias a las computadoras y las otras tecnologías electrónicas, también es cierto que han generado trastornos, clasificados como tecnofobias (7). Que las computadoras se hayan convertido en parte de la vida cotidiana no ha llevado a la disminución o extinción de la ansiedad ocasionada por las computadoras, si no, por el contrario, a un aumento (12, 47, 75, 81). Elder (et al, [66]) afirma que la presencia de personas con fobia a y ansiedad ante las computadoras en los lugares de trabajo pueden ocasionar serios problemas de desempeño, la disminución de motivación y de calidad del trabajo, el incremento de errores, ausentismos, conflictos personales y disturbios. Hay estudios que señalan las limitaciones de la vida cotidiana personal y laboral de los sujetos que sufren algún trastorno de ansiedad provocado por las computadoras (12, 75). Bradley y russell (18) reportaron que el 10% de las personas padecen síntomas físicos propios de ansiedad ante las computadoras, y que entre el 20% y el 30% de las personas experimentan disconformidad mientras usan las computadoras.
Podrían indicarse muchos resultados similares; si bien los porcentajes varían en las distintas investigaciones, se señala que los problemas y trastornos mencionados surgen cuando el grado de ansiedad resulta tan elevado que interfiere en el desenvolvimiento habitual de los sujetos. Si esto ocurre, estamos frente a un “trastorno de ansiedad” según el DSM-IV (1) o un “trastorno de ansiedad fóbica” según el CIE-10 (69).
Trastornos de Ansiedad
La ansiedad es una sensación o percepción general que tiene muchas causas; las emociones asociadas con ansiedad incluyen (per)turbación, desencanto y miedo; los sentimientos más comunes o específicamente asociados con ansiedad son irritación, frustración y desorientación.
Los trastornos de ansiedad son habituales en la sociedad actual y se presentan en distintas manifestaciones. El DSM-IV (1) describe bajo esta denominación, diferentes trastornos, tales como: trastornos de angustia sin o con agorafobia, fobia específica, fobia social, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de ansiedad generalizada y trastorno de ansiedad no especificado. En todos estos trastornos pueden aparecer crisis de angustia y agorafobia.
Dada las características generales del trastorno que se analiza en esta investigación, nos circunscribiremos a las fobias exclusivamente. Se define fobia como el miedo persistente e irracional a un objeto, actividad o situación específica que provoca en el sujeto la necesidad imperiosa de evitar dicho objeto, actividad o situación, a los cuales se denomina estímulos fóbicos o fobógenos. Los indicadores fundamentales que se deben tener en cuenta al momento de evaluar la existencia de fobias, son:
a) existencia de miedo desproporcionado en relación con el carácter amenazante de la situación; b) no existe una explicación lógica del fenómeno (carácter irracional), y la persona es consciente de esta irracionalidad; c) miedo, ansiedad y disgusto sobrepasan el posible control voluntario de la situación (no hay control); d) el miedo conduce a la evitación de la situación temida; e) como consecuencia, se producen malestar o sufrimiento, escape, aprehensión e incomodidad.
Entre los trastornos de ansiedad se encuentran las “fobias específicas” y “fobias sociales”. No existiendo una clasificación nosológica establecida para el trastorno de ansiedad que generan las computadoras y la tecnología digital en general, consideraremos ambos tipos de fobia, a fin de evaluar si el trastorno analizado pertenece a uno de ambos grupos, o bien puede ser considerado una forma mixta.
Cuando la causa o el origen del miedo es un objeto identificado (por ejemplo las computadoras o cualquier objeto que incorpore tecnología digital como un cajero automático o un horno de microondas) estamos en presencia de una fobia específica (F40. 2). Cuando el miedo surge por la ansiedad que genera una situación determinada, en la cual el sujeto queda expuesto ante la mirada de los demás (por ej. utilizar una computadora en el trabajo), estaríamos hablando de fobia social (F40. 1).
En ambos casos el individuo experimenta un temor marcado, persistente y excesivo o irracional cuando se encuentra en presencia de objetos o situaciones sociales específicos, o bien cuando se anticipa su aparición. En adultos hay reconocimiento de que el temor es excesivo o irracional en relación al posible peligro de daño. En presencia del estímulo fóbico aparece de forma inmediata una respuesta de ansiedad; el nivel de ansiedad o temor suele variar en función del grado de proximidad al estímulo fóbico y del grado en que la huida se ve limitada. El diagnóstico será correcto sólo si la evitación, miedo o ansiedad de anticipación interfiere con las actividades cotidianas del individuo, con sus relaciones laborales o sociales, o si la existencia de esta fobia provoca un malestar evidente.
Las cifras de prevalencia de las fobias específicas publicadas en la literatura pueden variar según los umbrales empleados para determinar el malestar o deterioro general a que dan lugar y el tipo de fobias estudiadas. En la población general la tasa de prevalencia anual se sitúa alrededor del 9%, mientras que la prevalencia global oscila entre el 10 y el 11, 3%. En cuanto a la fobia social, entre los pacientes con trastorno de ansiedad en régimen ambulatorio, un 10-20 % presentan igualmente algún tipo de fobia social, si bien estas cifras varían ampliamente de unos estudios a otros. La prevalencia global para la fobia social oscila entre el 3 y el 13%.
Los tratamientos que han demostrado una mayor eficacia en el tratamiento específico de ambos tipos de fobias son los basados en técnicas de modificación de conducta o procedimientos cognitivo-conductuales.
Los manuales de diagnóstico señalan que es preciso diferenciar ambos trastornos entre sí. Si bien la mayor parte de la literatura señala que la tecnofobia sería una fobia específica, recientemente Thorpe y Brosnan (95) sugirieron que si bien la ansiedad ante las computadoras alcanza niveles clínicos, los sujetos que padecen este trastorno presentan cogniciones distintas a las que tiene un aracnofóbico, y que las mismas se asemejan más a las que poseen los fóbicos sociales. Es por esto que, no teniendo certeza sobre cuál es la categoría de inclusión del trastorno que se analiza en la presente investigación, consideramos que es preciso determinar cuáles son sus síntomas característicos y variables relacionadas, que nos permita determinar qué tipo de trastorno de ansiedad es la tecnofobia.
Ahora bien, para discutir al respecto es necesario que en primer lugar se caracterice el trastorno en cuestión. Cuando los estímulos fobógenos o fóbicos provienen de la tecnología digital o de las computadoras específicamente, y los indicadores señalados para las fobias se presentan en contingencia con situaciones o actividades referidas a aquellas, se producen comportamientos de aversión y rechazo a las herramientas de tecnología digital, lo que denominaremos “fobia a las computadoras” o tecnofobia.
Fobia a las computadoras
En 1981, Jay fue el primer investigador en utilizar el término “fobia a las computadoras”, definiéndolo a partir de tres dimensiones: resistencia a hablar sobre computadoras o pensar en éstas, miedo o ansiedad hacia las computadoras, y pensamientos hostiles o agresivos sobre las computadoras. Estas dimensiones tienden a reunir los diferentes aspectos presentes en relación con las reacciones negativas hacia las mismas. Sin embargo, ya en 1963, R. Lee, había dado origen al estudio de este trastorno, al describir entre los empleados de la IBM un factor actitudinal de las personas que, por un lado, estaba centrado en una opinión positiva de la computadora, mientras que otro se enfocaba en una opinión negativa hacia las mismas (4).
Desde entonces, numerosos artículos y estudios empíricos han examinado un fenómeno conocido diversamente como fobia a las computadoras, ciberfobia, aversión a las computadoras, ansiedad hacia las computadoras, miedo ante las computadoras, tecnoestrés, tecnofobia, computer-stress, entre otros. En mayor o menor grado, en todos los casos se hace referencia a las reacciones negativas ocasionadas por la tecnología o computadoras. Así, miedo y ansiedad serían síntomas característicos de un trastorno más amplio; a su vez, fobia a las computadoras y ciberfobia son maneras diferentes de denominar el mismo fenómeno, siendo – a nuestro entender – menos generador de confusión la primera denominación. En cuanto a tecnoestrés y computer-stress, como hacen referencia a un estado general de malestar, preferimos no utilizarlos en pro de una denominación más precisa. En cuanto a fobia a las computadoras y tecnofobia, creemos que es difícil diferenciarlas, en tanto se encuentran totalmente interrelacionados, a tal punto que posiblemente puedan ser señaladas como causas del tecnoestrés, o modos particulares de éste, o como consideraremos aquí, son un mismo constructo. Finalmente, suponemos a la aversión a computadoras el resultado negativo provocado por experiencias negativas con estas. En consecuencia, utilizaremos la denominación “fobia a las computadoras” o “tecnofobia” como sinónimos, refiriéndonos a la ansiedad ante, y los consecuentes comportamientos de aversión y rechazo a las computadoras y a las herramientas de tecnología digital.
Siendo la ansiedad el síntoma básico del trastorno, hemos prestado especial atención a los estudios que se centraron en la ansiedad frente a las computadoras. Chua (28) ha realizado un meta-análisis de los estudios sobre la ansiedad frente a las computadoras llevados a cabo en la década del 90’, llegando a varias conclusiones, de las cuales destacamos que la ansiedad provocada por las computadoras es “percibida de diferentes maneras por personas de diferentes países”, y que este trastorno de ansiedad “existe aun cuando las computadoras y las herramientas de tecnología digital se han popularizado”, coincidiendo con lo señalado por otros autores (47, 81, 95). Esta ansiedad se manifiesta de muchas formas; los usuarios están temerosos de que puedan dañar la computadora o bien destruir información vital en ellas; se sienten torpes, temen parecer estúpidos, ven a las computadoras con algunas características humanas y su velocidad de procesamiento hacen que sientan que las máquinas son más inteligentes que ellos; se sienten abrumados por los avances de la tecnología, no sintiéndose además capaces de aprender a utilizarlas .
Muchos autores han intentado establecer un perfil del sujeto tecnófobo (44, 48, 80, 81, 83). Sin embargo, este objetivo no se ha logrado; variables como edad, sexo, raza, nivel educativo, entre otras, han sido estudiadas con resultados dispares. También se ha intentado establecer posibles asociaciones con otras fobias y trastornos de ansiedad.
Siendo las computadoras “máquinas de cálculo”, en distintas investigaciones se consideró que el trastorno de ansiedad ante las computadoras no era más que una extensión de la fobia a las matemáticas o al cálculo. Desai y Richards (35), realizaron un meta-análisis de investigaciones que muestran la asociación de la fobia a las computadoras con otras ansiedades. Señalan, por un lado, una correlación significativa entre la fobia a las computadoras y la ansiedad ante las matemáticas; por otro lado, una identificación entre ambas, lo que implica que quienes padecen de fobia a las matemáticas, también padecen de fobia a las computadoras. Otros estudios señalan que la ansiedad ante las computadoras tiene correlato o es de naturaleza similar a la ansiedad que producen los exámenes.
En sentido inverso, estudios como el meta-análisis de Rosen y Maguire (78), sobre 79 estudios empíricos, muestran que fobia a las computadoras es algo más que una mera versión moderna y tecnológica de la ansiedad hacia las matemáticas o la ansiedad hacia los exámenes; solo existirían solapamientos.
Dentro de las variables sociodemográficas, la edad es la variable más estudiada, seguida por género (sexo); los supuestos estudiados indicarían que las mujeres son más ansiosas que los varones y los adultos jóvenes menos ansiosos que los mayores; pero los resultados no son convergentes entre los distintos estudios. Lo mismo ocurre con variables tales como experiencia inicial, raza, nivel educativo, ingresos, ocupación, la habilidad digital, la posesión de computadora personal, tener conexión a Internet en el hogar, número de cursos de informática realizados, tipos de cursos, entre otras (2, 19, 23, 33, 36, 45, 58, 60, 73, 81, 96, 102).
Se han indagado además variables de naturaleza psicológica y social.
Se ha advertido sobre el desconocimiento de variables subjetivas en el estudio de este trastorno; se destaca que existe una resistencia hacia la tecnología que se manifiesta como “ansiedad existencial a las computadoras”, considerado como un factor que afecta el proceso de enseñanza–aprendizaje cuando este está mediado por tecnología digital (99, 100).
También se ha indagado la relación entre los rasgos de personalidad individual y la tecnofobia, mostrando que las diferencias de rasgos individuales afectan los niveles de ansiedad (21).
Ahora bien, la idea en los primeros estudios fue que la fobia a las computadoras era un problema de “aprendizajes”: los adultos y adultos mayores serían más ansiosos frente a las computadoras que los jóvenes porque no aprendieron a utilizarlas a tempranas edades del desarrollo; esto permitió suponer que el fenómeno desaparecería con la popularización de la misma. Sin embargo, tal como ya lo señalamos, sujetos tecnofóbicos existen (e incluso va en aumento el número) aun cuando las computadoras y las herramientas de tecnología digital se han popularizado. Esto ha llevado a analizar la importancia de los aprendizajes y la experiencia con computadoras, como variables significativas en relación al trastorno de ansiedad ocasionado por aquellas.
Al respecto, los estudios de Rosen y Weil (81) muestran cómo la interacción forzada con computadoras y/o tecnología digital más que disminuir la ansiedad, la refuerza negativamente, a diferencia de lo señalado por Gilroy y Desai (45). Broos (19) encuentra que el tiempo de uso de computadoras disminuye la ansiedad, pero este decremento por experiencia se ha comprobado solo en la muestra de varones. Son interesantes otros resultados al respecto (10, 93).
Se sugiere que es necesario considerar las experiencias subjetivas con computadoras (88); se considera que es preciso analizar cuestiones como las áreas en las cuales a los sujetos les gusta usar computadoras (86); se señala que es la conjunción de muchos factores referidos a la experiencia los que pueden contribuir a la explicación y predicción de la tecnofobia (2). Varios autores sugieren que debe atenderse a la calidad de las experiencias iniciales que los sujetos tienen frente a las computadoras, y no exclusivamente al hecho de tener o no experiencia en el uso de computadoras (33, 47, 81, 89). Además, existiría otra variable de incidencia en la calidad de las experiencias y los aprendizajes: la actitud del instructor (2, 47, 66).
Sin embargo, la tecnofobia no debe ser entendida como una función directa de una experiencia (inicial) negativa. Tal como señala McInerney (65) posiblemente sea una función compleja de las experiencias iniciales, la actitud hacia las computadoras, la percepción de autoeficacia y las expectativas de logro asociadas con la interacción con computadoras. En distintos estudios se plantea que la mayoría de las investigaciones empíricas acerca de la influencia del entrenamiento mediante cursos de informática sobre la habilidad para usar las computadoras de manera efectiva, han pasado por alto la percepción que cada sujeto tiene respecto a su desempeño en el uso de las mismas, desconociendo así la influencia de la autoeficacia (es la confianza en su habilidad para controlar los pensamientos, sentimientos y acciones, y sobre los resultados que esto produce) (3, 56, 62, 73).
Distintos autores han estudiado, de distintas maneras y con distintas muestras y condiciones, la autoeficacia en relación a la tecnofobia, encontrando en todos los casos correlaciones altamente significativas (9, 20, 62, 98). Esto significaría que la tecnofobia estaría asociada con baja autoeficacia y otros problemas que interfieren en la habilidad percibida para enfrentar el miedo o eventos ansiógenos; evitar objetos temidos puede tener más relación con las evaluaciones de autoeficacia que con ser controlado o afectado por estímulos temibles.
Teniendo en cuenta esto último, consideramos que si la fobia a las computadoras se trata de una fobia específica, el sujeto evitará el objeto de su temor (computadora) para no experimentar sensaciones desagradables, evitando correlativamente todo contacto con tecnología digital. A la vez, si se trata de una fobia social, evitará aquellas situaciones interpersonales en las que se sienta evaluado y/u observado por otros en relación al uso de dicha tecnología; es decir, el sujeto se sentiría incómodo o ansioso en ámbitos laborales, académicos o públicos cuando tiene que utilizar herramientas de tecnología digital, porque se autopercibe como incapaz o disminuido frente a los demás en sus destrezas técnicas.
Por otro lado, las creencias de autoeficacia no son el único tipo de creencias en los sujetos; es necesario analizar el sistema de creencias y cogniciones generales de los mismos. Consideramos que la actitud general de la población hacia la tecnología digital y hacia las computadoras en particular podría tener una enorme incidencia en la aparición y sostenimiento del trastorno analizado. La actitud de los usuarios puede influenciar sobre el uso de computadoras, particularmente la intención de hacerlo o evitarlo, también en los niveles de experiencia y su calidad, puede afectar la motivación individual y la performance general, el consumo de tecnología, entre otras variables (67, 74, 75, 89, 96).
Como correlato aparece la aversión a las computadoras, que puede definirse como un sentimiento general de evitación de uso de computadoras basado en las emociones, actitudes, y niveles de motivación del individuo. Si la ansiedad ante las computadoras se combina con poca confianza, baja motivación, y/o actitud negativa, los individuos se esfuerzan por evitar las interacciones con computadoras. La evitación o aversión ha sido estudiada en distintas investigaciones (15, 57, 61, 64), a partir de las cuales puede afirmarse que el vínculo entre las actitudes negativas y los altos niveles de ansiedad sería el núcleo central de los comportamientos de aversión y rechazo de las computadoras; a su vez esto sería atravesado por variables como la calidad de las experiencias, los rasgos de personalidad y la percepción de autoeficacia.
Por último, reconociendo la multidimensionalidad del trastorno, consideramos que hay un factor de máxima relevancia que debe integrarse al estudio. La tecnofobia es un estado de ansiedad cuyos efectos solo pueden disminuirse conociendo todas las ramas de las múltiples dimensiones que incluye, usando distintos métodos, pero estos métodos deben ser diferentes país a país porque la ansiedad ante las computadoras es sufrida de diferentes maneras por las personas de los diferentes países (28); es lógico suponer entonces que los instrumentos de diagnóstico no tienen los mismos niveles de confianza y validez en distintos países, porque el constructo analizado se comporta de manera diferente en función del contexto cultural.
Weil y Rosen (97) adaptaron un instrumento para realizar un estudio en diez países, para mostrar que la fobia a las computadoras no existía solo en la población norteamericana, y encontraron que se presentaba de diferentes maneras, lo que llevó a los autores a repetir el estudio, con mayor cantidad de países. En un periodo de dos años (1992-1994), se recolectaron datos para 3392 estudiantes del primer año de la universidad, de 38 universidades de 23 países, analizando los niveles de sofisticación tecnológica y niveles de tecnofobia. La investigación sugiere que hay culturas que valoran la tecnología, integran la misma fácilmente en el sistema de educación formal, y promocionan la utilización de tecnologías. En contraste, en otros países falta una clara identificación política o cultural con la tecnología, hay poca o ninguna exposición educacional a la tecnología, y esto lleva al miedo, la confusión, y al sentimiento de aislamiento en relación a la tecnología.
Foulger (43) ha propuesto un modelo teórico que explicaría las diferencias entre países y regiones, en base a aspectos sociales-legales, prioridades económicas, infraestructura básica y de acceso a la internet, lenguaje-literatura, y recursos informáticos. Estudios japoneses señalan que factores lingüísticos y afectivos, más que factores sociales y económicos, determinan que tantos japoneses se sientan incómodos en el uso de computadoras, y particularmente, de Internet; en Japón esta ansiedad es común, particularmente en los adultos, en quienes además hay actitudes negativas hacia las nuevas tecnologías digitales (55). Park (73) ha estudiado el mismo fenómeno en Korea; su investigación señala que hay prácticas sociales que, relacionadas con género, edad, ocupación, región geográfica, raza, acceso a redes, recursos económicos y poder político, determinan las diferencias respecto a estimular o evitar el uso de la tecnología.
Esto nos permitiría afirmar que el contexto sociocultural entra en juego en la función multidimensional que se presenta como causa y soporte de dicho trastorno. Consideramos que el impacto de esta variable obstaculiza el establecimiento de criterios diagnósticos generalizables a toda población debido a que los instrumentos que se utilizan para ello no son válidos para todas las culturas. A su vez, la definición de criterios diagnósticos “locales” hará posible la búsqueda de acciones terapéuticas específicas y efectivas.
Por todo lo señalado, el objetivo general de la investigación ha sido describir los factores que condicionan el uso de las herramientas digitales en sujetos adultos con nivel educativo medio-superior, en Córdoba-Argentina, a fin de elaborar criterios diagnósticos locales que permitan la detección y prevención del trastorno en estudio.
Materiales y métodos
En primer lugar se efectuó una revisión teórica sobre la temática en estudio, incluyendo publicaciones específicas tales como Cyberpsychology and Behavior y Computers in Human Behavior, a fin conocer los factores con posible incidencia en el trastorno estudiado reportados en la literatura científica.
Para llevar a cabo la recolección de datos, se aplica la versión actual del instrumento desarrollado por la autora de este proyecto, a nivel local, denominado “Escala argentina para diagnóstico de tecnofobia” (EADT), elaborado en base a instrumentos propuestos para otros contextos. Los distintos autores reportan para sus escalas coeficientes de confiabilidad que muestran la multidimensionalidad del constructo analizado.
Efectuamos en primer instancia, “la aplicación” y “la adaptación” de las escalas originalmente seleccionadas. Debido a los resultados poco consistentes, se decide la elaboración de un instrumento local (“assembly”), con reactivos que incluyen factores determinantes de la tecnofobia, redactados según el vocabulario y realidad social de nuestra población, suponiendo que se ha producido un sesgo de constructo (40). Se incluyen ítems referidos a ansiedad, conocimientos, autoeficacia, aspectos existenciales, experiencias, uso de nuevos desarrollos tecnológicos, impacto social y laboral, tendencias de acción. Incluye variables descriptoras tales como sexo, edad, nivel académico alcanzado, auto-calificación de conocimiento informático, uso de Internet, horas de uso diario de computadora, posesión de una computadora en el hogar, y ocupación. Se indagó la consistencia interna aplicando la escala a una muestra accidental de n=295 sujetos; se determinó el alfa de cronbach, con un valor de 0. 67 para la escala total, confirmando la multidimensionalidad del constructo, con valores que van de 0. 94 para el factor ansiedad a 0. 69 para el factor impacto social. Un estudio aun en ejecución permitirá determinar la validez predictiva de la escala, en relación al aprovechamiento de tecnologías digitales educativas, y deserción en educación a distancia.
La versión actual de la escala consta de 67 reactivos; formato de escala actitudinal tipo Lickert, donde 1 corresponde a “totalmente de acuerdo” y 5 a “totalmente en desacuerdo”. Los ítems 26 y 43 son utilizados para indagar la coherencia en las respuestas del sujeto; el item 39 ha sido incluido para indagar o verificar si el trastorno es una fobia específica. La versión actual incluye las subescalas de ansiedad, Aversión (comportamientos o intención de rechazo, huida o evitación), Autoeficacia, percepción del Impacto Social, Valoración de experiencias y Actitudes.
Para la presente investigación se aplicó el instrumento antes descripto a una muestra de 825 sujetos, de la ciudad de Córdoba; el muestreo ha sido accidental y los criterios de inclusión fueron: a) edad: 18 a 79 años; b) ambos sexos incluidos proporcionalmente, c) alumnos universitarios de grado, postgrado y de cursos de extensión, de instituciones educativas superiores, públicas y privadas. Se han descartado los instrumentos en que los sujetos no consignaron 3 o más de los datos sociodemográficos, o con respuestas nulas en más del 5% de los ítems. En función de esto, la muestra final es de n = 675.
Se efectuaron procedimientos estadísticos correspondientes al supuesto de que la muestra no se distribuye de manera normal.
Resultados
En la muestra estudiada, el 60. 4% de los sujetos es de sexo femenino. Las edades varían de 18 a 79 años, con una media de 28. 18 años.
El 63% de los sujetos solo estudia; dentro del grupo restante hay docentes, administrativos, comerciantes, profesionales, artistas, religiosos, y personas con actividades de servicio o sin tareas remuneradas. El 73. 6% cursa estudios de grado, mientras que 11. 1% realiza estudios de postgrado; el resto participó en el 2005 de cursos de extensión universitaria. El 77. 5% cursa sus estudios en la Universidad Nacional de Córdoba y el resto, en alguna de las instituciones universitarias privadas de la misma ciudad.
Las carreras cursadas se han agrupado por áreas de formación; las Ciencias Sociales representa un 21. 8%; Educación, un 5%; Ciencias de la Salud, un 16. 6%; Ciencias Jurídicas, un 11. 7%, e igual porcentaje Informática y tecnologías; 7. 3% estudia arquitectura o carreras afines; el 8. 7%, Ciencias Contables y Exactas. Ciencias Naturales y Agropecuarias está representado por el 6. 8% de la muestra, mientras que el 10. 4% restante agrupa Letras y los idiomas extranjeros.
En cuanto a la autoevaluación del nivel de conocimientos de informática, el 49. 5% indica que sus conocimientos son buenos; el 25. 3% señala que sus conocimientos son muy buenos-excelentes, mientras que el 25. 2% afirma que estos son regulares o malos. El 75. 9% de los sujetos indica que posee computadora en su casa. El 42. 1% utiliza la computadora entre 2 y 4 horas diarias para trabajar o estudiar, mientras que el 34. 1% señala que no la usa o que lo hace menos de una hora por día. El 69. 6% no usa computadoras o las usa menos de una hora diaria para entretenimientos. Si bien el 91. 9% afirma usar Internet, solo el 8. 6% permanece conectado a Internet más de 5 horas diarias; la mayoría afirma que se conecta menos de una hora diaria (52. 7%) o no lo hace (3%). El servicio de correo electrónico es utilizado por el 91. 3% y el Chat, por el 68. 9%.
Reacciones generales frente a la tecnología
Mediante gráficos se muestra el comportamiento de cada uno de los factores evaluados con la EADT.
A menor puntaje le corresponde mayor nivel de ansiedad (Fig. 1); si bien los niveles de ansiedad son bajos en un 58. 7% de la muestra, existe un 12. 1% que presenta niveles altos, esperables para un trastorno fóbico.
Fig. 1: Ansiedad
A menor puntaje le corresponde mayor nivel de aversión (Fig. 2); el 8% alcanza niveles altos de aversión que pueden ser considerados indicadores de trastorno fóbico (los sujetos acuerdan con afirmaciones del tipo “mejor hacer las cosas con las manos que con computadoras”).
Fig. 2: Aversión
Solo el 7. 3% evalúa que ha sido bajo el impacto de las tecnologías digitales a nivel sociocultural en nuestro país, de manera que la mayor parte acuerda con afirmaciones como “las computadoras están quitando empleo a las personas”. En este caso, puntajes bajos indican valoración alta del impacto de la tecnología sobre la sociedad (Fig. 3).
Fig. 3: Impacto sociocultural
En sentido contrario, solo el 3. 3% de los sujetos valora como negativas sus propias experiencias con computadoras; en este caso, bajos puntajes indican valoración positiva de las experiencias personales y las consecuencias de las mismas (Fig. 4).
Fig. 4: Valoración de experiencia
En relación a las actitudes, bajos puntajes indican actitudes positivas (Fig. 5).
Fig. 5: Factores actitudinales
Aunque apenas el 36% de la muestra tiene actitudes positivas, solo el 2% muestra actitudes extremadamente negativas hacia las computadoras.
El 53% de los sujetos de la muestra poseen altos niveles de autoeficacia referidas al uso de las computadoras y las nuevas tecnologías; un 6. 2% presenta niveles muy bajos (creencias negativas sobre sus capacidades de uso). Aquí puntaje bajo indica nivel alto de autoeficacia hacia la tecnología (Fig. 6).
Fig. 6: Autoeficacia
Correlaciones
Los factores que integran la EADT han sido correlacionados con distintas variables sociodemográficas .
El estadístico de correlación Spearman-Brown ha sido calculado para la variable edad, y en ninguno de los casos se han encontrado relaciones significativas con los factores de la tecnofobia (tabla 1). En cuanto a ocupación y estudios en curso se calcularon los coeficientes χ 2, no siendo posible descartar la hipótesis nula en cada caso (tabla 2).
Tabla 1: Correlaciones entre Edad y factores de tecnofobia.
Tabla 2: Asociaciones entre variables sociodemográficas y factores de tecnofobia.
En cambio, la búsqueda de asociaciones en relación a las variables sexo, poseer una computadora, uso diario de computadoras para trabajar o estudiar, y nivel de conocimientos de informática, los valores de χ 2 nos permiten suponer que tienen asociación con los distintos factores analizados, salvo en impacto sociocultural. Sin embargo, al analizar la fuerza las asociaciones, encontramos que los valores son débiles para el factor valoración de experiencias, y medios o moderados para el resto, con valores levemente más altos en la variable “nivel de conocimientos” (tabla 3).
Tabla 3: Fuerza de las asociaciones entre vbles. sociodemográficas y factores tecnofobia.
En función de estos resultados se efectuó un análisis multivariado. El modelo lineal multivariado incluyó las variables sexo, nivel de conocimientos, poseer una computadora, uso diario de computadoras, y edad, considerando como variable dependiente el constructo teórico tecnofobia a partir de los 6 factores que lo definen. La prueba de efectos intersujetos muestra que la variable nivel de conocimientos es el indicador más fuerte de los factores de tecnofobia; sexo tendría incidencia en los distintos factores salvo para el impacto sociocultural, a inversa que la variable poseer una computadora. El uso diario de computadoras para trabajar o estudiar no sería relevante en relación a la valoración de las experiencias y el impacto sociocultural, mientras que la edad no sería relevante en relación a los niveles de ansiedad y la autoeficacia (tabla 4).
Tabla 4: Contrastes multivariados(a)
Discusión
La incorporación y progresivo incremento de tecnologías digitales y computadoras en la vida laboral y académica ha dado origen a trastornos de ansiedad, que denominamos genéricamente tecnofobia. Contra las previsiones iniciales, que las computadoras se hayan convertido en parte de la vida cotidiana no ha llevado a la disminución o extinción de la ansiedad, si no por el contrario, a un aumento. Distintos estudios documentan las limitaciones de la vida cotidiana personal, académica y laboral de los sujetos que sufren que estos trastornos; cuando el grado de ansiedad resulta tan elevado que interfiere en el desenvolvimiento habitual de los sujetos, nos encontramos frente a un “trastorno de ansiedad fóbica” (69).
En base a esto y a investigaciones empíricas reportadas en la literatura científica afirmamos, en primer lugar, que la tecnofobia existe, que es un trastorno de ansiedad, que su determinación es multifactorial, y que requiere de diagnostico específico según el contexto sociocultural.
El inicio del tratamiento de una fobia requiere una valoración diagnóstica precisa, así como un conocimiento exhaustivo de los factores implicados en el origen y desarrollo del problema: antecedentes, factores desencadenantes, factores predisposicionales, factores de mantenimiento, soluciones posibles, etc. La meta de la presente investigación ha sido generar un instrumento que contribuya al diagnóstico efectivo de la tecnofobia.
Siguiendo los criterios diagnósticos internacionales, señalamos que la EADT se aplicará cuando el sujeto vea limitada su vida personal, relacional, académica y/o laboral a raiz de la ansiedad generada por las computadoras y tecnologías digitales. Estas serán consideradas el objeto fóbico, frente al cual se producen reacciones físicas propias de los trastornos de ansiedad, donde el miedo es irracional y deproporcionado para el riesgo real, y hay conciencia de esta situación.
La EADT permite detectar si existen niveles de ansiedad que puedan ser limitantes del desempeño del sujeto . Un índice inferior a 28 en la escala “Ansiedad” es considerado un monto elevado de ansiedad (a). Sin embargo, la ansiedad por sí sola no indica que el sujeto es un tecnófobo sino solo que hay un trastorno de ansiedad.
Supondremos tecnofobia si altos niveles de ansiedad van acompañados de un índice moderado-bajo de autoeficacia (b) (índice superior a 42), y/o por actitudes negativas (c) (índice superior a 23).
Si además de los criterios a, b y c, el sujeto presenta moderados-altos niveles (índice inferior a 32) de aversión, será preciso establecer factores determinantes tanto del surgimiento como del mantenimiento de los comportamientos de rechazo y huida que acompañan los estados de ansiedad, con la finalidad de reducir y revertir lentamente los mismos. En este caso, se sugiere evaluar principalmente rasgos de personalidad e historia personal-ocupacional previa. En el primer caso, sujetos en los que predominan los rasgos de introversión, por ejemplo, rechazarán el uso de computadoras si están en situaciones donde se sienten evaludos u observados, pero esto no ocurirrá en otras circunstancias.
Por otro lado, suponemos que es fundamental la historia ocupacional previa. En Córdoba-Argentina, una gran masa poblacional se ha visto y se ve afectada por situaciones como el despido de operarios de empresas como las automotrices, por ejemplo, a raíz de la automatización o mejora tecnológica de la mayor parte de sus procesos de producción, o por la incorporación compulsiva de tecnología y computadoras en los ámbitos educativos sin la preparación adecuada de los usuarios.
Esto explicaría, al menos en nuestro contexto, porqué hay sujetos con aversión, pero también permitiría explicar porqué un porcentaje tan elevado de argentinos no valora positivamente el impacto de la tecnología en la sociedad aun cuando no se hayan visto directamente perjudicados.
En función de los resultados, afirmamos que la percepción del impacto social generado por las tecnologías y computadoras no sería indicador de tecnofobia; sin embargo, puede ser evaluado como el factor desencadenante de la misma cuando se presentan los criterios a, b y c, y van acompañados de aversión y/o valoración negativa de experiencias y sus consecuencias.
En los sujetos donde la valoración de las experiencias con computadoras sea negativa (índice superior a 35), debe analizarse cuidadosamente la manera en que se reeducará al sujeto en su interacción con las computadoras, intentando revertir las experiencias negativas mediante nuevas experiencias positivas. Su aparición combinada con los criterios a, b y c, será indicador del origen del trastorno y orientador en el tratamiento; sin embargo, este índice por sí solo no es relevante para determinar tecnofobia.
Si bien no hay asociaciones directas entre las variables demográficas analizadas y la tecnofobia, confirmando lo señalado por muchos autores, es preciso atender a los resultados del análisis multivariado, ya que estos contribuyen al análisis del trastorno al menos en nuestro contexto.
El “nivel de conocimientos” es autoadjudicado por el sujeto, de manera que es lógico que esté altamente relacionado con los factores de tecnofobia, ya que se basa en la percepción y autoevaluación que el sujeto hace de su interacción con las computadoras. Un sujeto con bajos niveles de autoeficacia o con actitudes negativas (especialmente en el aspecto cognitivo) valorará como regular o malo su nivel de conocimientos, aun cuando esto no sea real. Esto a su vez puede generar un proceso de feed-back negativo, que termine desencadenando comportamientos de aversión y rechazo.
“Poseer una computadora en el hogar” no equivale a utilizarla; esto podría explicar porqué esta variable solo tiene incidencia sobre la evaluación del impacto social. A la vez, la cantidad de horas de uso no incide en esta evaluación, ni en la valoración que los sujetos hacen de sus experiencias con computadoras. Esto muestra que aumentar el número de horas frente a las computadoras no es relevante en la valoración experiencial, sino que esta se relaciona más con la calidad de las experiencias.
Las mujeres de todas las edades se presentan como más ansiosas, tal como se señala para otros trastornos de ansiedad fóbica, estando en este caso reforzados por los bajos niveles de la autoeficacia percibida. A su vez, en la muestra estudiada, la aversión es más alta en el grupo de mujeres de 25 a 34 años, lo que podría estar relacionado con la presión de la competencia laboral y la necesidad de formación específica de alto nivel.
Si bien la edad no es determinante de los niveles de ansiedad y autoeficacia, los sujetos más jóvenes tienen actitudes más positivas, valoran más positivamente sus experiencias con computadoras, y tienen menos aversión, que los sujetos de mayor edad, lo que podría tener relación con el tiempo y tipo de uso de las nuevas tecnologías, así como con la historia laboral de los mayores.
Por último, consideramos preciso señalar que la tecnofobia debe ser diagnosticada y tratada como una fobia específica, y no como una fobia social. Siguiendo las pautas internacionales de diagnóstico de salud mental, consideramos que parte del mismo deberá incluir una valoración de síntomas de fobia social, de manera que sea descartada en primer lugar.
Basándonos en la literatura revisada, incluimos en la EADT un reactivo especial que reza “prefiero usar computadoras cuando hay alguien cerca que puede ayudarme a resolver cualquier problema que se presente” (ítem 39). Un sujeto que sufre una fobia específica en relación a las tecnologías buscará activamente que otra persona lo ayude o realice la tarea por él cuando debe interactuar forzosamente o enfrentarse a una computadora; en cambio, un sujeto con fobia social evitará ser evaluado u observado por otras personas, tanto cuando está frente a una computadora como en cualquier otra situación social que valore como “peligrosa”, de manera que no responderá afirmativamente a este ítem.
Sin embargo, no debe realizarse un tratamiento lineal de la información, ya que sujetos con ciertos rasgos de personalidad o con experiencias personales muy negativas también podrían evitar situaciones en las cuales se sientan observados y/o evaluados, de forma que responderían negativamente a este ítem Es por esto que consideramos que, en primer lugar debe atenderse a la información que provee este reactivo, y relacionarlo con otros indicadores; luego, un diagnóstico preciso incluirá una batería diagnóstica que permita excluir otros trastornos de ansiedad, particularmente fobia social; descartada esta última con un instrumento específico, y en caso de suponer que existe tecnofobia, se valorarán aspectos de personalidad, historia ocupacional y personal previa, circunstancias actuales, trastornos previos, entre otras.
Distinta es la situación si el sujeto presenta un trastorno de ansiedad generalizado. Un sujeto que sufra un trastorno de ansiedad general presentará excesiva preocupación (expectación aprensiva), por un lapso superior a los seis meses, y la misma será ocasionada por una amplia gama de situaciones y acontecimientos, incluidas aquellas en que las computadoras están presentes. Este trastorno puede coexistir con una fobia específica, lo que implica que diagnosticar en un sentido no implica descartar otros trastornos de ansiedad e inclusive pueden coexistir algún trastorno del estado de ánimo. El profesional que diagnostica evaluará la importancia de tratar el trastorno generalizado y también otros trastornos concomitantes, como la tecnofobia, en caso de encontrar la aparición de los criterios a, b y c.
Insistimos en que todo el conocimiento general provisto por la EADT y las valoraciones realizadas no será válido si no se posee un conocimiento suficiente del paciente y sus circunstancias: grado de deterioro de la salud y el bienestar, incapacitación e interferencias en planes de acción o estatus significativos para la persona, recursos personales, atribución de capacidad y eficacia, rasgos destacados de la personalidad y del sistema de valores, estado emocional general, etc. En función de todo esto, deberá formularse un esquema explicativo que identifique las variables más relevantes del caso, las relaciones críticas entre ellas, y el proceso que han ido siguiendo a lo largo del tiempo. Sobre esto se establecerán objetivos evaluables y los medios necesarios para su cumplimiento, siempre acordes a la demanda formulada por el paciente.
La intervención terapéutica deberá conj
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