En la clínica actual es bastante común encontrarse con síntomas como compulsiones, impulsividad o dificultades en el control de los impulsos. Es por ello que se hace fundamental hacer un diagnóstico diferencial de estas tres condiciones para así orientar el tratamiento de forma correcta. Aunque la clínica puede parecer similar, son normalmente la finalidad de la conducta, y los pensamientos y sentimientos asociados, los que nos van a permitir diferenciar entre ellos. En esta revisión bibliográfica se plantea como objetivo establecer los límites entre estas tres condiciones a través de aquello que les diferencia, al mismo tiempo que se trata de recabar aquellos aspectos en los que se parecen, puesto que será esto lo que nos determine a la hora de tomar decisiones en lo que se refiere a diagnóstico y tratamiento.
Del mismo modo, se pretende clarificar en qué trastornos se da cada una de ellas, ya sea como criterio central del mismo, o como rasgo asociado a éste. Las conclusiones obtenidas en esta revisión, se centran en remarcar la importancia de hacer un buen diagnóstico diferencial que oriente la línea de tratamiento. Sin embargo, se torna una tarea difícil en aquellos casos en los que los síntomas van entrelazados o en aquellos en los que el diagnóstico principal ensombrece otras manifestaciones.
Hospital Universitario de Móstoles
COMPULSIONES, impulsividad Y CONTROL DE LOS IMPULSOS. REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA
Belén Sainz de la Maza Cantero, Rubén Martín Aragón, Natalia Rodríguez Criado, Rocío
Villameriel Carrión, Blanca Sánchez Sánchez, Paloma Muñoz-Calero Franco
hospital Universitario de Móstoles
smcbelen@gmail. com
Palabra1. Palabra2.
Word1. Word2
RESUMEN
En la clínica actual es bastante común encontrarse con síntomas como compulsiones,
impulsividad o dificultades en el control de los impulsos. Es por ello que se hace fundamental
hacer un diagnóstico diferencial de estas tres condiciones para así orientar el tratamiento de
forma correcta.
Aunque la clínica puede parecer similar, son normalmente la finalidad de la conducta, y los
pensamientos y sentimientos asociados, los que nos van a permitir diferenciar entre ellos.
En esta revisión bibliográfica se plantea como objetivo establecer los límites entre estas tres
condiciones a través de aquello que les diferencia, al mismo tiempo que se trata de recabar
aquellos aspectos en los que se parecen, puesto que será esto lo que nos determine a la hora
de tomar decisiones en lo que se refiere a diagnóstico y tratamiento. Del mismo modo, se
pretende clarificar en qué trastornos se da cada una de ellas, ya sea como criterio central del
mismo, o como rasgo asociado a éste.
Las conclusiones obtenidas en esta revisión, se centran en remarcar la importancia de hacer un
buen diagnóstico diferencial que oriente la línea de tratamiento. Sin embargo, se torna una tarea
difícil en aquellos casos en los que los síntomas van entrelazados o en aquellos en los que el
diagnóstico principal ensombrece otras manifestaciones.
ABSTRACT
Patients in real clinical practice often exhibit features of compulsivity, impulsivity and lack of
impulse control. Differentiating these symptoms is important because it carries therapeutic
implications.
Although disorders characterized by impulsivity, compulsivity or lack of impulse control might
share clinical features, there are some clues that may help in distinguishing them, such as the
achievement goals or the emotions associated to the behaviour.
We performed a literature review to better define the differences and similarities between these
three conditions and to examine the implications for diagnostic and treatment strategies. We
also aimed to identify those disorders that are mainly characterized by each of these symptoms.
INTRODUCCIÓN
La diferenciación de los términos compulsión-impulsión (o impulsividad en su término más
genérico) supone un reto importante a la hora de poder orientar el tratamiento, ya que los
mecanismos que rigen una y otra conducta son en su mayoría diferentes, así como las
consecuencias de las mismas.
En cuanto a las compulsiones, estas se encuentran recogidas en el trastorno obsesivocompulsivo (TOC). Dentro de los criterios aportados para el diagnóstico de TOC en el DSM-5, lo
que resulta de interés para la presente revisión es la definición que se aporta de las
compulsiones. Es importante señalar que éstas no forman un diagnóstico aparte, y solo son
recogidas dentro de este trastorno, sin que sea necesaria su presencia para el diagnóstico del
mismo (1).
A. Obsesiones o compulsiones:
Las obsesiones se definen por: [. . . ]
Las compulsiones se definen por:
1. Conductas repetitivas (lavar menos, orden, comprobación) o acciones mentales (rezar,
contar, repetir palabras en silencio) que la persona se siente impulsada a realizar en
respuesta a una obsesión, o de acuerdo con reglas que deben aplicarse rígidamente.
2. Están dirigidas a neutralizar o reducir el malestar, o algún acontecimiento o situación
temida; sin embargo, no están conectadas de forma realista con lo que están destinadas a
prevenir o a neutralizar, o son claramente excesivas.
B. Las obsesiones o compulsiones requieren mucho tiempo (p. e. ocupan más de una hora
diaria) o causan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral u otras áreas
importantes del funcionamiento.
C. Los síntomas obsesivo-compulsivos no se pueden atribuir a los efectos fisiológicos de una
sustancia (p. e. una droga, un medicamento) o a otra afección médica.
D. La alteración no se explica mejor por los síntomas de otro trastorno mental [. . . ]
(1)
Los cambios producidos por el DSM-5 con respecto a la edición anterior en lo que respecta a la
definición que se aporta de las compulsiones no hay ninguna modificación, aunque un hecho
importante es que ya no se pide que haya habido insight en algún momento. (2) No ocurre lo
mismo con la localización del trastorno dentro de los capítulos, ya que pasa de estar recogido
en los trastornos de ansiedad a formar un capítulo aparte (Trastornos obsesivo-compulsivos y
relacionados). Lo novedoso de este nuevo capítulo es que, además, incluye la Tricotilomanía (en
DSM-5 "Trastorno por arrancamiento de pelo"), cambiando así por completo la definición de la
misma. Además, añade dos trastornos más; el trastorno por excoriación (en la línea de la
tricotilomanía) y el trastorno por acumulación. (1)
La impulsividad como tal, no queda recogida como diagnóstico en ningún manual, aunque son
muchos los trastornos de los que forma parte como criterio. (3) Un caso concreto en el que la
impulsividad sea la característica principal, son los Trastornos del control de los impulsos (TCI),
ahora llamados Trastornos disruptivos, del control de los impulsos y del conducta. (1) En este
capítulo se recogían el trastorno Explosivo Intermitente, la cleptomanía, la piromanía, el Juego
Patológico, y la Tricotilomanía. (2) (4) La impulsividad que caracteriza a estos trastornos se
mostraría en conductas específicas (tales como robar, arrancarse cabellos, etc), (5) siendo esta
su característica principal, y no tendría tanto peso la impulsividad general (más tendente al
rasgo) en la definición de estos.
Sin embargo, en lo que respecta a estos trastornos, la quinta edición del DSM hace una
conceptualzación bien diferente. En primer lugar, como ya se ha comentado, la Tricotilomanía
pasa a otro capítulo, y lo hace también el juego patológico, pasando a formar parte de los
Trastornos por adicciones (1), ya que en este último caso, no hay un consenso claro sobre si su
componente sería más impulsivo, compulsivo o adictivo. (5) Se incluyen además, el trastorno
disocial, antisocial y el negativista desafiante, dando menos peso a la característica de este
grupo de una mayor impulsividad-estado.
Tal y como se ha referido anteriormente, la impulsividad constituye un criterio en varios
trastornos, algunos de ellos foco de nuestra revisión. En el caso del trastorno por déficit de
atención con hiperactividad (TDAH), el DSM apunta dos criterios específicos de impulsividad:
h. Con frecuencia le es difícil esperar su turno (por ejemplo, mientras espera una cola).
i. Con frecuencia interrumpe o se inmiscuye con otros (por ejemplo, se mete en las
conversaciones, juegos o actividades; puede empezar a utilizar las cosas de otras personas sin
esperar o recibir permiso; en adolescentes y adultos, puede inmiscuirse o adelantarse a lo que
hacen los otros). (1).
Parece complicado llegar a confundir este diagnóstico con un trastorno del control de los
impulsos o un acto compulsivo, y aunque no es la característica esencial del trastorno, y
normalmente no es la más notable, (1) (5) buena parte de las personas que son diagnosticadas
de TDAH tienen este componente y suelen tener trastornos comórbidos caracterizados por dicha
impulsividad, como puede ser el consumo de tóxicos (5) (6). En el caso de la población infantil,
esto no comporta un problema tan alarmante, puesto que el TDAH suele haber sido valorado en
primera instancia. Sin embargo, en la población adulta en la que ya se han podido desarrollar
estos trastornos comórbidos, el tratamiento podría orientarse hacia la sustancia adictiva en
particular, obviando que hay una patología de base que la explica mediante ese mecanismo en
común con la adicción a sustancias; la impulsividad (7).
En lo que respecta a la impulsividad en el trastorno límite de la personalidad (TLP), el DSM
apunta como definición general del trastorno:
Un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la
efectividad, y una notable impulsividad, que comienzan al principio de la edad adulta y se dan
en diversos contextos, como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1. esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginado. [. . . ].
2. un patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas caracterizado por la alternancia
entre los extremos de idealización y devaluación.
3. alteración de la identidad: autoimagen o sentido de sí mismo [. . . ].
4. impulsividad en al menos dos áreas, que es potencialmente dañina para sí mismo (p. ej. ,
gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria, atracones de comida). Nota: No
incluir los comportamientos suicidas o de automutilación que se recogen en el Criterio 5.
5. comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes, o comportamiento de
automutilación.
[. . . ] (1)
En este caso, la impulsividad juega un papel central. Resulta especialmente importante en este
caso hacer un buen diagnóstico diferencial, y valorar cada uno de los criterios en profundidad,
ya que muchos de ellos se encuentran entrelazados, y muchos de ellos se verán empeorados o
influidos por otros. ello lo apuntan claramente L. Forti y M. A. Forti (8) cuando relacionan la
impulsividad con las conductas autolíticas. Es por ello que se hace esencial valorar la
impulsividad en estos casos, y su relación con otros criterios.
De esto se deriva la importancia de estudiar la relación entre la impulsividad y los intentos
autolíticos o la autólisis en sí (5) (8), los cuales no solo están presentes en este trastorno tan
caracterizado por la impulsividad, sino que se encuentran presentes en mayor medida en otras
clínicas como el episodio maníaco o el episodio depresivo mayor (3) (5).
Así, podemos ver que tanto las compulsiones como las impulsiones constituyen un campo
complejo, puesto que la impulsividad forma parte de varias patologías, y ambas dos se pueden
dar tanto en población clínica como no clínica (5).
Saber discernir cuándo la impulsividad es estado o rasgo (3), cuándo es más correctamente una
impulsión (una conducta concreta) o más bien se trata de compulsiones, es importante por
varios motivos:
Para una correcta orientación de tratamiento: detectar cuándo una conducta es impulsiva, y
saber diferenciarla de una conducta compulsiva, nos conducirá a tratamientos totalmente
diferentes.
Para evitar la iatrogenia y la cronificación de los pacientes, tanto en el sentido de no psicologizar
o psiquiatrizar conductas que pueden estar dentro de un rango de "normalidad", como en el
sentido de una mala detección o discernimento de cada uno de los trastornos y el peso que la
impulsividad (o las compulsiones) tienen dentro de él.
Así, la presente revisión tendría como objetivo dilucidar qué aspectos en común tienen cada una
de las problemáticas comentadas, así como aquellos aspectos que las diferencian. Del mismo
modo, trata de mostrar la complejidad que estos rasgos, estados, conductas. . . , tienen dentro de
un trastorno.
MÉTODO
En la presente revisión, se ha hecho uso de numerosos artículos y manuales para la elaboración
de la misma. Las fuentes bibliográficas han sido obtenidas a través de:
Búsqueda en bases de datos (Clinicalkey y Pubmed) utilizando palabras clave: impulsividad,
compulsiones, TOC, Trastornos del Control de los Impulsos, TCA+impulsividad, Trastorno
Bipolar+Impulsividad, TDAH.
Búsqueda en internet a través de "google académico", con la mayoría de las palabras clave
antes descritas.
Fuentes bibliográficas directas (libros).
Mediante la lectura de las búsquedas, se han seleccionado aquellas que resultaron de interés,
haciendo una segunda lectura que permitiera seleccionar los datos más interesantes.
RESULTADOS
En primer lugar, respecto a la conceptualización de las compulsiones, encontraríamos una
discrepancia clara entre la APA y la OMS en sus respectivos manuales, ya que el primero apunta
a que las compulsiones se darían en respuesta a una obsesión (o de acuerdo a reglas), (1)
mientras que el segundo no plantea esta conexión. (9) Por otro lado, discrepan en la distinción
de las obsesiones y las compulsiones, puesto que la CIE-10 apunta a una distinción cognición
(obsesión) conducta (compulsión), (9) y el DSM apunta a una distinción por la funcionalidad
del síntoma (ansiógena la obsesión, y ansiolítica la compulsión). (1)
La mayoría de los autores coinciden en que las conductas compulsivas (p. e. cheking) o los
rituales mentales (p. e conteo) están destinados a aminorar temporalmente la ansiedad
producida por las obsesiones, (1) (5) (10) (11) y que son egodistónicos (5) (10). Esto tiene
importancia a la hora de diferenciar las compulsiones de un acto de descontrol de impulsos, ya
que el sentimiento cuando se va a realizar la conducta es igual en ambos casos (ansiedad,
egodisforia, egodistonía), pero el acto en sí produciría placer en los trastornos del control de los
impulsos, y sería, como ya hemos señalado, egodistónico en el caso del TOC. (4) (5) (10).
Existe una conexión importante asimismo con la tricotilomanía. Son varias las publicaciones que
apuntan la importancia de un buen diagnóstico diferencial, o que lo presentan como patologías
relacionadas. (1) (2) (4) (10) (12) Esta relación queda recogida, como se ha apuntado
previamente, en la quinta edición del DSM, donde pasa a formar parte del capítulo de "Trastorno
obsesivo-compulsivo y relacionados".
De este modo, se cambia por completo la
conceptualización del trastorno, eliminando aquellos criterios que lo describían como un
trastorno del control de los impulsos.
En cuanto a los trastornos del control de los impulsos (TCI), grupo heterogéneo de trastornos,
Belloch apunta que "la característica principal la pérdida de control sobre la propia conducta,
teniendo en común los siguientes aspectos:
1. Fracaso en resistir el impulso, deseo o tentación de llevar a cabo algún acto que es dañino
para el propio individuo o para los demás. Puede existir o no una resistencia consciente a
este impulso. El acto puede ser premeditado o planificado o no.
2. sensación creciente de tensión o de activación (arousal) antes de llevar a cabo el acto.
3. Experiencia de placer en el momento de consumar el acto. Este acto es egodistónico en
tanto que es consonante con el deseo consciente inmediato del individuo. Inmediatamente
después del acto puede haber o no sentimientos de pena, culpa o autorreproche. " (5)
Algunos de los trastornos aquí incluidos, como el juego patológico, son conceptualizados de
manera simultánea como una conducta adictiva (1) (4) (5), impulsiva (2) o compulsiva (5). En
este último caso, la diferencia fundamental estaría en que para los obsesivos, la conducta sería
egodistónica, al menos al principio del trastorno, mientras que para los jugadores patológicos es
egosintónica. (5)
Se podría señalar dentro de este grupo el trastorno explosivo intermitente como un caso más
diferenciado. En este sentido, tiene importantes conexiones con algunos Trastornos de
personalidad como el antisocial o el límite, (4) caracterizados ambos por una notable
impulsividad (1) (5). En esta línea, la quinta edición del DSM, configura los TCI de una manera
más amplia, introduciendo el trastorno disocial y el trastorno antisocial de la personalidad,
pudiéndose codificar este último en los Trastornos disruptivos, del control de los impulsos y del
conducta, o en los Trastornos de la personalidad. (2) De este modo, se da una gran importancia
a la impulsividad que caracteriza a estos trastornos y que más arriba hemos comentado.
En lo que respecta a la impulsividad como tal, la definición más habitualmente aportada es la de
Moeller "Predisposición hacia reacciones rápidas no planificadas a estímulos internos o externos,
sin previsión de las consecuencias negativas de esa conducta para el propio individuo o para los
demás" como exponen Sierra et al. (3). ello podría derivarse de una inadecuada evaluación de
las consecuencias de una conducta inmediata. (7)
En este sentido, habría autores que defienden que la impulsividad se mostraría en tareas de
decisión, donde se concluye que una de las razones que llevan a actuar impulsivamente sería
una mala evaluación del tiempo. (7) Por otro lado, existen autores que defienden que la gente
impulsiva tendría una compulsión por la gratificación inmediata, (14) entrelazando aún más los
conceptos de compulsión e impulsividad y estrechando las líneas entre diferentes patologías.
La impulsividad puede encontrarse en numerosos trastornos, (3) pero si hay uno destacable,
éste es el trastorno límite de la personalidad (TLP), ya que constituye la definición del trastorno.
(1) (2) (5) (8) Esta impulsividad se ve muy relacionada con los intentos autolíticos y las
autolesiones. Dos criterios diagnósticos del DSM predicen las autolesiones no autolíticas (ALNA),
y son las alteraciones de identidad y las relaciones interpersonales inestables. (8)
Se ha encontrado que la impulsividad correlaciona con autolesiones, (8) intentos de suicidio
(más número de intentos) y suicidio consumado. (5) (8) (15) Otros autores no encuentran la
relación de la impulsividad con el suicidio consumado, aunque aceptan que al aumentar el
número de intentos, puede aumentar la probabilidad de que se lleve a cabo el suicidio. (8) Cabría
señalar, que aunque se comente el suicidio a colación del TLP, es en los trastornos bipolares uno
de los trastornos donde más se encuentra la autolisis. (5) (15)
En cuanto al trastorno afectivo bipolar (TAB), los manuales diagnósticos no establecen la
impulsividad como un criterio, aunque sí podría deducirse de los criterios que se aportan en el
DSM para el episodio maníaco. Sin embargo, la impulsividad se encuentra tanto en episodios
maníacos como depresivos (debido al riesgo autolítico que comportan), teniendo en este sentido
una componente de impulsividad-estado, aunque también la encontraremos como rasgo. Esta
última tendría el mismo peso en el TAB interepisódico que la que encontramos en el abuso de
sustancias. (3)
En lo que se refiere a los subtipos de TAB (I y II), se encuentra un mayor componente impulsivo
en el tipo II, (3) lo cual puede ser explicado porque, aparte de la impulsividad- rasgo, tendrían
la impulsividad-estado de la fase depresiva y de la fase hipomaníaca. Por otro lado, se ha
encontrado que los trastornos del control de los impulsos y los bipolares compartirían la
búsqueda de riesgo y la búsqueda de sensaciones, (3) reforzando aún más sus características
en común.
En el caso del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), la impulsividad se
puede manifestar como la tendencia a actuar sin pensar en las consecuencias a largo plazo o en
forma de intromisión social (interrumpir en las conversaciones o juegos), mientras que la
hiperactividad se manifiesta como inquietud, exceso de actividad motora, golpeteos con manos
y pies o hablar demasiado. (13) Debido a esta impulsividad, es más frecuente encontrar
conductas de riesgo (como pueden ser el consumo de tóxicos y actividad sexual precoz), y una
mayor tendencia a sufrir lesiones, en este caso influido también por la hiperactividad. (6)
Sin embargo, la importancia de la impulsividad en el diagnóstico del TDAH debe ser tenida en
cuenta con cuidado, puesto que no todos los síntomas tienen el mismo peso sobre el trastorno.
(16) Es más, en el manual DSM no existe la posibilidad de diagnosticar un subtipo "impulsivo",
ya que comparte categoría con la hiperactividad. (1) (2) No ocurre lo mismo con la CIE-10,
puesto que tiene 4 criterios diferenciados para la impulsividad dentro del TDAH. (9)
Por último, se revisan los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), donde la impulsividad es
bastante habitual. Algunos autores apuntan que sería la impulsividad y la falta de control de los
impulsos lo que diferenciaría a una persona con bulimia nerviosa de una persona con anorexia
nerviosa. (17) Sería la falta de control sobre la comida lo que caracterizaría a los atracones, y
de hecho constituye un criterio diagnóstico de éstos en los principales manuales. (1) (2) (5) (17)
Esta falta de control se ha visto normalmente relacionada con la restricción previa y las
emociones negativas, que son lo que desencadenaría este estado impulsivo. (5) (17)
Aunque la impulsividad y el déficit en la toma de decisiones no resultan importantes en el
diagnóstico, se ha demostrado que son responsables del desarrollo y mantenimiento del
problema. (17) La importancia de la impulsividad en este trastorno quedaría reflejada, además,
por su alta comorbilidad con el trastorno límite de personalidad (5) (18) y con los trastornos del
control de los impulsos. (5)
Todo lo expuesto, tiene importancia a la hora de elegir un tratamiento adecuado, puesto que
son opciones muy diferentes las que se toman dependiendo del diagnóstico. Así, se encuentra
que el tratamiento psicológico de elección en el TOC es la exposición a las obsesiones,
previniendo la realización de la compulsión. (19) Aunque existen nuevas perspectivas (p. e.
Mindfullness), (20) todas ellas necesitan de la exposición con prevención de respuesta para
generar resultados.
En lo que se refiere a los TCI, no existe un mismo tratamiento para todos los trastornos, y el
tratamiento dependerá más del trastorno concreto. Sí hay más estudios acerca del Juego
Patológico, pero como hemos dicho antes, el tratamiento dependerá más de la concepción que
se haga del trastorno, incluso en lo concerniente a la medicación. (19 (20)
El trabajo en el TLP reviste de gran dificultad, puesto que no hay ninguna terapia psicológica
bien establecida. El tratamiento más validado (terapia conductual dialéctica de Linehan) tiene
como objetivo el tratamiento de la impulsividad, intentando reducir las conductas suicidas e
intentado aumentar las habilidades de conciencia sobre los propios sentimientos y conducta, y
aumentando la tolerancia a la frustración. (19)
En la impulsividad dentro del TDAH han demostrado ser eficaces las técnicas cognitivas como
las autoinstruciones, (19) que harían consciente el proceso de pensamiento. Otros autores,
apuntan como eficaces los programas de entrenamiento para padres como método de moldear
la conducta de los niños. (20) Se encuentran además, estudios que indican la importancia de las
tareas Go-No Go para el diagnóstico y tratamiento de estos pacientes, (21) e incluso para la
impulsividad dentro de la bulimia nerviosa. (17)
Por último, el tratamiento en el componente impulsivo de la bulimia nerviosa, se orientaría a
reducir la restricción alimentaria, (19) puesto que es esta que aumenta el ansia por comer y
desencadena la impulsividad. (17)
CONCLUSIONES
Son muchas las conexiones existentes entre la impulsividad como un rasgo, los trastornos del
control de los impulsos (hoy, Trastornos disruptivos, del control de los impulsos y del conducta)
y las compulsiones características de las compulsiones, comenzando porque hay autores que
definen la impulsividad como la compulsión a responder. (14) Parece bastante evidente que se
tratan de conductas que se escapan al control del individuo, aunque las causas son bien
diferentes. Podríamos afirmar que en las compulsiones esta falta de control se daría en respuesta
a la ansiedad creada por una obsesión en la mayoría de los casos (aunque también pueden
ocurrir como medio de prevenirla), y la conducta (o el pensamiento compulsivo) es percibida por
el paciente como algo ajeno a él (egodistónico). No ocurriría lo mismo con los trastornos del
control de los impulsos, en los que la conducta realizada es egosintónica, aunque la tensión
previa que la genera sí sería vivida como algo que provoca malestar, desencadenando
"inevitablemente" la conducta. (5)
Sin embargo, la nueva definición que se hace en los últimos manuales diagnósticos de estos
trastornos, no solo concibe estos trastornos caracterizados por una impulsividad-estado que se
refleja en una conducta concreta, sino que añade otros trastornos que están mejor definidos por
la impulsividad-rasgo (p. e. trastorno disocial) como ocurre con el trastorno explosivointermitente. (1)
En cuanto a la impulsividad en general, podemos decir que hay numerosas definiciones que no
quedan reflejadas en la definición de los trastornos, aunque es un criterio diagnóstico en muchos
de ellos. Dentro del trastorno límite de la personalidad, esta impulsividad genera un
agravamiento de otros síntomas (p. e. las relaciones sociales inestables) y, en muchas ocasiones,
lleva a las autolesiones y a los intentos autolíticos. En este trastorno en concreto, la interrelación
de los síntomas es especialmente importante y los límites entre criterios se desdibujan.
En el trastorno bipolar, no encontramos criterios que marquen exactamente la existencia de
impulsividad, aunque si está bastante claro que es una característica típica de los estados
maníacos. Sin embargo, es importante valorarla también dentro de los estados depresivos,
puesto que se relaciona con el suicidio en estos pacientes. (3)
En el TDAH es de sobra conocida la existencia de la impulsividad y, aunque no se le de
importancia en el diagnóstico en el DSM, puesto que comparte categoría con la hiperactividad,
otros manuales diagnósticos como la CIE-10 establecen un subtipo únicamente impulsivo. (9)
Además tiene mucha importancia en la comorbilidad con otros trastornos, con lo que deberá ser
valorado con detenimiento. (6)
Por último, los artículos revisados sobre los trastornos de la conducta alimentaria arrojan un
dato muy importante: la impulsividad correlaciona con los atracones y los vómitos. (17) Aunque
esté bastante clara la relación en este sentido, tiene gran trascendencia valorar el sentido
contrario, es decir, valorar la existencia de impulsividad en pacientes restrictivas, para prestar
atención a la posibilidad de que existan atracones y vómitos en un futuro, considerándolo en
este sentido como un factor de riesgo a valorar.
Toda esta revisión tiene el propósito de poder evaluar y diferenciar correctamente entre las
conductas compulsivas y la impulsividad. ello es importante puesto que el tratamiento de ambos
va a ser muy diferente, y no generará resultados si nos orientamos de manera incorrecta por
una mala definición del problema. Cabe tener en cuenta, que ni las conductas compulsivas ni la
impulsividad son patológicas en sí mismas, aunque suelen crear sufrimiento y malestar en los
pacientes, lo cual hace más importante si cabe la tarea de hacer un diagnóstico diferencial de
ambas y un tratamiento adecuado.
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Fecha Publicación: 20/05/2024