Introducción: La tercera y cuarta edad se caracterizan por una sucesión imparable de pérdidas. Para algunos autores estos duelos en un momento de mayor fragilidad psicológica y social llevan aparejados una mayor dificultad en la elaboración de los mismos (1). Sin embargo, para otros, serían los duelos en jóvenes los que se asocian a mayor intensidad de reacción y mayores dificultades de afrontamiento (2).
Material y Método: Reclutamos 61 pacientes ambulatorios derivados por duelo patológico a Salud Mental. Aplicamos escalas de duelo (Prigerson y TRIG), para ansiedad de Hamilton y depresión de Beck y cuestionario de salud de Golberg y comparamos los resultados en dos grupos. El grupo I eran mayores de 65 años y el grupo II menores de 64 años.
Resultados: El grupo I fue el 26% del total; edad media 70 años y un 87, 5% mujeres. El 50% perdió a su marido. El grupo de mayores puntuó más alto en duelo patológico según escala de Prigerson pero sin diferencias significativas. Sí observamos una reducción de ingresos significativamente mayor (p<0, 01). No encontramos diferencias en otras variables de riesgo. Los más jóvenes puntuaron más alto en ansiedad (p<0, 05), depresión y Goldberg.
Conclusiones: Aunque el grupo I tenía puntuaciones mayores de duelo patológico, el grupo joven estaba más ansioso, más deprimido y con peor salud global.
Bibliografía: 1. Tizón JL. pérdida, pena, duelo. Paydos. 2004. 2. Clayton PJ, Halikas JA, Maurice WL. The depression of widowhood. Brit J Psychiatr. 1972; 120:71-78
Maria Soledad Olmeda García
DUELO EN EL PACIENTE MAYOR
María Soledad Olmeda García
psiquiatra. Unidad de Agudos hospital General Universitario Gregorio Marañón. Madrid. España.
pati. ol@wanadoo. es
RESUMEN
Introducción: La tercera y cuarta edad se caracterizan por una sucesión imparable de pérdidas.
Para algunos autores estos duelos en un momento de mayor fragilidad psicológica y social llevan
aparejados una mayor dificultad en la elaboración de los mismos (1). Sin embargo, para otros, serían
los duelos en jóvenes los que se asocian a mayor intensidad de reacción y mayores dificultades de
afrontamiento (2).
Material y Método: Reclutamos 61 pacientes ambulatorios derivados por duelo patológico a
Salud Mental. Aplicamos escalas de duelo (Prigerson y TRIG), para ansiedad de Hamilton y depresión
de Beck y cuestionario de salud de Golberg y comparamos los resultados en dos grupos. El grupo I
eran mayores de 65 años y el grupo II menores de 64 años.
Resultados: El grupo I fue el 26% del total; edad media 70 años y un 87, 5% mujeres. El 50%
perdió a su marido. El grupo de mayores puntuó más alto en duelo patológico según escala de
Prigerson pero sin diferencias significativas. Sí observamos una reducción de ingresos
significativamente mayor (p<0, 01). No encontramos diferencias en otras variables de riesgo. Los más
jóvenes puntuaron más alto en ansiedad (p<0, 05), depresión y Goldberg.
Conclusiones: Aunque el grupo I tenía puntuaciones mayores de duelo patológico, el grupo
joven estaba más ansioso, más deprimido y con peor salud global.
INTRODUCCIÓN
El duelo, según la definición de Bourgeois (1) es una experiencia natural y normal de la vida,
aunque causa dolor y distorsión del entorno familiar, pero mejora espontáneamente en la mayoría de
los casos, pudiendo conducir al crecimiento personal y a veces, a la creatividad. Para Magdalena Pérez
el duelo es un proceso personal, idiosincrásico, íntimo y unido a nuestro sentido de identidad. Para
cada persona, la pérdida posee un significado especial y tiene unas consecuencias concretas.
Por consenso se considera tercera edad a las personas de 65 años o más y cuarta edad a los
que superan los ochenta años y lo que caracteriza a estas etapas de la vida es una sucesión imparable
de pérdidas (2, 3)
Los 65 años suelen coincidir con la edad de jubilación que, afirma Tizón, supone la pérdida de
rol y estatus de trabajador y sustentador. El día pierde su estructuración, las relaciones sociales
cambian y disminuyen los ingresos económicos. A esto se suma la visión negativa que la sociedad
occidental tiene del anciano, que es visto como improductivo y consumidor de recursos (3).
Según datos del IMSERSO, el 7% de la población total en 1900 era mayor de 65 años, pero
en 2050 se prevé que el 58% de la población española supere esa edad.
Está recogido en el Instituto Nacional de estadística que en España en 2011 el 10% de la
población estaba constituida por mujeres de 65 años o más. A esto se suma que la esperanza de vida
sigue aumentando en todos los países occidentales, por lo que el número de personas vivas de 70 y
80 años ha crecido de forma significativa y seguirá haciéndolo (2). Este hecho hace que cada vez haya
más personas mayores que estén sufriendo varios duelos graves simultáneamente y entre ellos, la
perdida de la pareja es uno de los más severos (3, 4). En 2009, un 12, 2% de los varones españoles
de más de 65 años estaban viudos y esa cifra se elevaba al 44, 5% de las mujeres de ese grupo de
edad. Pero a partir de los 80 años más del 50% estaban viudas.
Para algunos autores, la unión de duelos múltiples en corto espacio de tiempo, en una etapa
vital de mayor fragilidad psicológica y social va aparejada a una mayor dificultad en la elaboración del
duelo (3). Sin embargo, no todos comparten esta visión. Dicen, estos últimos que las experiencias
de pérdida son parte integral del desarrollo personal y el anciano ha sufrido y superado multitud de
pérdidas diferentes a lo largo de toda su vida. La experiencia favorecería una mayor capacidad de
afrontamiento del nuevo duelo si lo comparamos con la inexperiencia de la persona joven (5).
No sería entonces, la pérdida en sí la que conduciría a una peor elaboración del duelo, sino los
prejuicios y creencias erróneas acerca de las capacidades de la tercera edad unidos a una serie de
restricciones que la sociedad impone al anciano y al modo en que se le permite vivir. Todo junto sí
puede hacer que la pérdida de la pareja sea una experiencia devastadora (5).
No existen demasiados datos sobre el proceso de duelo en la persona mayor. Los estudios
clásicos se hicieron sobre muestras jóvenes y la mayoría sobre mujeres viudas (6).
Sin embargo, los pocos estudios que incluyeron viudos/as mayores de 65 años observaron para
sorpresa de los autores, que los más jóvenes presentaban una mayor intensidad en los síntomas de
duelo y mayor dificultad de superación (6, 7, 8).
Esto no impide que el duelo de la persona mayor, especialmente cuando es por pérdida del
cónyuge, se asocie a una serie de complicaciones para la salud. El riesgo de depresión aumenta por
cuatro en el primer año de perder al cónyuge y la ansiedad afecta al 50%. Aumenta el consumo de
alcohol y un 50% de las viudas consume psicofármacos en los 18 primeros meses tras la pérdida, así
como aumenta el riesgo de mortalidad un 50% en viudos mayores (9).
Objetivo: Determinar si existen diferencias en la expresión del duelo en función de la edad.
MATERIAL Y METODO
Se incluyeron todos los casos que consultaron por síntomas de duelo dentro de los dos primeros
años tras la pérdida por muerte de un familiar de primer grado en una consulta de psiquiatría de un
Centro de Salud Mental del Sureste de Madrid a lo largo de 12 meses. Se excluyeron pacientes con
trastorno mental grave, retraso mental o demencia.
Establecimos un punto de corte de 65 años o más y esos pacientes constituyeron nuestro Grupo
I mientras que los menores de 65 años fueron incluidos en el grupo II.
Se elaboró una entrevista en la que se recogieron datos sociodemográficos del consultante,
parentesco del difunto, apoyos sociales así como una batería de pruebas autoadministrables en las
que se incluyeron: inventario de Beck para depresión (10) ; escala de Hamilton para ansiedad (11);
cuestionario de salud general de Goldberg (G. H. Q. 28 items) con sus escalas A para síntomas
somáticos, B para síntomas de ansiedad, C para medir disfunción social, D para síntomas depresivos
y una escala global (12, 13, 14); Texas Revised Inventory of Grief (TRIG) para medir la intensidad de
reacciones tras la pérdida (15, 16, 17); Inventory of Complicated grief (ICG) para detección de duelo
patológico (4).
La batería estadística utilizada fue el programa informático SPSS 20 para Windows.
RESULTADOS
Obtuvimos una muestra de 61 pacientes que fueron derivados desde atención Primaria a Salud
Mental por síntomas relacionados con una pérdida por muerte.
De todos ellos, 16 (26, 2%) fueron > o = a 65 años, aunque con posterioridad, 2 rehusaron
completar el estudio, por lo que el grupo I lo formaron 14 casos. Edad media 70, 1 años (rango 6578 años).
En el grupo II inicialmente constituido por 45 casos con edades desde 21 a 63 años, 4 pacientes
abandonaron antes de terminar el estudio.
El 87, 5% del grupo I y el 82, 2% del grupo II fueron mujeres. Tan solo fueron derivados 2
varones >= 65 años (12, 5%) y 8 < 65 años (17, 8%).
La mayoría del grupo I eran mujeres viudas, 62, 5% y un 31, 2% casadas, porcentajes que se
invertían en <65 donde el 11, 1% eran viudas y el 48, 9% casadas (Tabla 1).
tabla 1
ESTADO CIVIL
>= 65 AÑOS
< 65 AÑOS
TOTAL
SOLTERO
1 (6, 2%)
15 (33, 3%)
16 (26, 2%)
CASADO O PAREJA
5 (31, 2%)
22 (48, 9%)
27 (44, 3%)
VIUDO
10 (62, 5%)
5 (11, 1%)
15 (24, 6%)
SEPARADO/DIVORCIADO 0
3 (6, 7%)
3 (4, 9%)
TOTAL
45 (100%)
61 (100%)
16 (100%)
El 42, 9% del grupo I no convivía con otro adulto frente a tan solo el 4, 9% del grupo II.
En el 50%, el fallecimiento del ser querido se acompañó de una reducción significativa de los
ingresos y coincidía con aquellas que se quedaron viudas >=65 años. Este hecho solo fue referido
por el 14, 6% de los <65 años (p=0, 01)
Un 14, 3% de los mayores no se habían sentido apoyados por su entorno, pero la cifra se elevaba
hasta el 26, 8% de los más jóvenes (Tabla 2).
tabla 2
¿SE
HA
SENTIDO
APOYADO POR SUS >=65 AÑOS
< 65 AÑOS
CONOCIDOS?
SI
85, 7% (12 CASOS)
70, 7% (29 CASOS)
NO
14, 3% (2 CASOS)
26, 8% (11 CASOS)
MENOS DE LOS QUE 0
2, 4% (1 CASO)
NECESITABA
TOTAL
100% (14 CASOS)
100% (41 CASOS)
Un 87, 5% de >=65 años se definían como religiosos frente al 75, 6% de los <65 años sin
diferencias significativas.
En relación al tipo de parentesco con el difunto sí hubo diferencias en ambos grupos. Así en los
>=65 años un 50% había perdido a su marido, mientras los < 65 años consultaron sobre todo tras
perder a una figura parental (Tabla 3)
tabla 3
PARENTESCO
>=65 AÑOS
< 65 AÑOS
MARIDO
50%
4, 9%
MUJER
0
4, 9%
PADRE/MADRE
0
51, 2%
HERMANO/A
21, 4%
0
HIJO/A
7, 1%
14, 7%
OTROS
7, 1%
17, 1%
La causa de la pérdida puede verse en la tabla 4.
tabla 4
CAUSA
DE LA
MUERTE
>=65
años
<65
años
ACCIDENTE
ENFERMEDAD
DE
TRAFICO
suicidio ASESINATO TOTAL
11 (78, 6%)
1 (7, 1%)
2 (14, 3%)
0
35 (85, 4%)
5 (12, 2%)
0
1 (2, 4%)
14
(100%)
41
(100%)
En el cuestionario de Hamilton para ansiedad encontramos puntuaciones superiores en los
menores de 65 años con 18, 31 frente a 13, 57 de los >65 años (p<0, 05)
En el cuestionario de Beck para depresión no hubo diferencias significativas aunque los
menores puntuaron un poco por encima con 20, 22 frente a 19, 50 de los >65.
Al comparar las medias en los distintos apartados del cuestionario de salud general
Goldberg > o = 65 años y <65 años no encontramos diferencias significativas aunque todas las
puntuaciones fueron mayores en el grupo más joven: A (3, 21 vs 3, 90 de media), B (3, 86 vs 4, 54) , C
(2, 57 vs 3, 59) o D (1, 93 vs 3). En el Goldberg total nuevamente encontramos medias de 11, 57 en el
grupo I frente a 15 en el grupo II (Tabla 5).
tabla 5
edad
N
Media
HAMILTON
ANSIEDAD
BECK
DEPRESIÓN
>= 65 años
<65 años
>= 65 años
<65 años
14
39
14
41
GOLDBERG
A
>= 65 años
<65 años
14
41
13, 57
18, 31
19, 50
20, 22
3, 21
3, 90
GOLDBERG
B
GOLDBERG
C
GOLDBERG
D
GOLDBERG
TOTAL
>= 65 años
<65 años
>= 65 años
< 65 años
>= 65años
< 65 años
>= 65 años
< 65 años
14
41
14
41
14
41
14
41
Desviación
típ.
6, 465
9, 237
5, 544
11, 477
1, 805
2, 417
3, 86
4, 54
2, 248
2, 367
2, 57
3, 59
1. 93
3, 00
11, 57
15, 02
2, 441
2, 291
2, 336
2, 828
6, 722
8, 472
En el Texas Revised Inventory (TRIG) solo encontramos diferencias p<0, 05 en la pregunta
19 que guarda relación con un síntoma de afrontamiento: "Todavía estoy afectado" con
puntuaciones superiores en el grupo I. Sin embargo, al comparar las respuestas en ambos grupos a
las tres partes del cuestionario: comportamiento inmediato, sentimientos actuales y capacidad de
afrontamiento, no encontramos diferencias significativas entre ambos (Tabla 6).
tabla 6
TRIG
EDAD
N
MEDIA
DESV TIPICA
COMPORTAMIENTO >65 AÑOS
14
22, 64
7, 35
INMEDIATO
<65 AÑOS
41
21, 51
8, 48
SENTIMIENTOS
>65 AÑOS
14
43, 64
7, 24
ACTUALES
<65 AÑOS
41
43, 02
9, 39
AFRONTAMIENTO
>65 AÑOS
14
19, 71
4, 57
<65 AÑOS
41
18, 46
5, 57
escala de Prigerson (punto de corte para duelo patológico >25) con una media de 38, 29 (ds
16, 6) en el grupo I y 33, 61 (ds 17, 4) en el grupo II sin diferencias significativas. Tampoco hubo
diferencias en ambos grupos al analizar las respuestas a cada una de las preguntas por separado
(Tabla 7).
tabla 7
PRIGERSON
TOTAL
EDAD
CASOS
MEDIA
>= 65 AÑOS
< 65 AÑOS
14
41
38, 29
33, 61
DESVIACIÓN
TIPICA
16, 69
17, 41
DISCUSIÓN
Aunque el número de personas vivas de 70 y 80 años o más ha aumentado significativamente
en los últimos años (2) y se espera que sigan aumentando y que muchos autores refieren que los
ancianos por edad, múltiples pérdidas en corto espacio de tiempo, ausencia de apoyo familiar y
disminución de poder económico son un grupo de riesgo para duelo complicado (18), el primer
hallazgo que llamó nuestra atención fue el limitado número de derivaciones a salud mental de
pacientes mayores por problemas de duelo. Tan solo el 26% de la muestra y dentro de estos, no había
ningún paciente mayor de 78 años, lo que puede significar que el duelo en la cuarta edad no es tan
visible como en edades anteriores especialmente en gente joven.
Esto puede ser debido a la dificultad de identificar el sufrimiento en el anciano, ya que como
apuntan diversos autores, el paciente mayor tiene mayor tendencia a somatizar las respuestas
emocionales manteniendo el sufrimiento psicológico a niveles poco llamativos. Sin embargo, el duelo
en este grupo de edad sí se relaciona inequívocamente con mayor mortalidad por eventos cardiacos,
aumenta los índices de suicidio, las tasas de depresión, de ansiedad, de abuso de alcohol y de ingesta
de psicofármacos. El duelo conyugal supone hasta un 12% de pérdida de esperanza de vida y
disminuye la proporción de años saludables de vida residual (19).
Aunque la experiencia de pérdida en cada momento del ciclo vital tiene características propias,
cada situación tiene su carga dramática y en cada caso hay variables diferentes que pueden complicar
la elaboración del duelo (5). Lo cierto es que en la última etapa de la vida, las pérdidas son más
constantes y así las características del duelo en la tercera edad es que son duelos múltiples donde se
incluyen pérdidas de seres queridos, de la salud física y mental, del trabajo, de los ingresos
económicos, de los ideales y proyectos, de la autonomía, del entorno físico y social etc. Y de entre
todas las pérdidas, la de la pareja suele descompensar a un nivel muy profundo al superviviente que
puede tener dificultad en rehacer su identidad (3). Para Bowlby no solo se pierde en muchas ocasiones
al cuidador principal sino a la persona en la que confiar y hacia la que se vuelve uno en busca de
ayuda en caso de dificultades (6). La viudez reciente se considera un factor de primer orden en la
clasificación de anciano frágil (9).
Pero además, dada la mayor vida media de la mujer, existe una feminización de la ancianidad y
por eso no es de extrañar que casi todos los estudios de duelo tengan como protagonistas a mujeres
viudas. Este hecho hemos podido constatarlo en nuestros resultados donde tan solo se derivó a 2
varones > 65 años. Sin embargo, también encontramos una gran superioridad de las derivaciones de
mujeres jóvenes respecto a los varones y esto sí podría tener relación con diferentes formas de
expresión de la pérdida en función del género.
En el estudio clásico de Harvard sobre viudos/as se observó que los viudos gastaban mucha
energía intentando controlar sus sentimientos y no comprendían por qué su energía y eficacia en el
trabajo se hubiera reducido tanto y aunque ellos eran más realistas en aceptar la muerte de su pareja
y por ello mostraban menos irritabilidad se sentían inicialmente más culpables que ellas. Sin embargo,
ellas tardaban mucho más en superar la culpa que ellos.
Los varones vivían el duelo como sensación de haber perdido algo de sí mismos. Ellas se sentían
más abandonadas (6).
La viudedad en el anciano/a requiere importantes ajustes. 35% de viudos/as están deprimidos
presentan muchas quejas sintomáticas que mejoran hacia el tercer año, pero en los primeros meses
hay más ingresos psiquiátricos y suicidios (20).
En un trabajo en Inglaterra sobre un registro de fallecimientos se reclutaron a las viudas >60 y
viudos >65 años y los entrevistaron en su casa entre 4 a 7 meses tras el fallecimiento del cónyuge.
La autora observó que los ancianos presentaban un declinar de la salud física y mental y que la muerte
de la pareja era un motivo de fuerte estrés. Sin embargo se encontraban confusos, deprimidos o
inhibidos y no pedían ayuda aunque la necesitasen (21).
Pero además, nuestros ancianos han sido educados en las creencias de que los problemas se
deben guardar para uno mismo porque mostrar las emociones es signo de debilidad y ello les puede
llevar a no compartir los sentimientos y a evitar las lágrimas y por añadido, a no buscar ningún tipo
de ayuda en la experiencia de duelo y sobre todo, cuando se trata de varones.
Casi todos los autores observan un mayor número de consultas de mujeres, 4-5 mujeres por
cada varón (Parkes) aunque hay quien afirma que esto se debe a errores de diseño o restricción de
los criterios sintomáticos pues si bien, las mujeres manifiestan mayor distrés en el primer año con un
nivel posterior de ajuste similar a los varones, en estos se observaba mayor riesgo de mortalidad y
mayores problemas de recuperación a los 2 y 4 años (6, 22).
Algunos autores refieren que la pérdida de la pareja aumenta en las mujeres 7 veces el riesgo
de padecer patología psiquiátrica y 4 veces más en varones. En nuestro grupo I un 50% consultó por
pérdida de la pareja y un 12, 5% más, estaban viudas previamente. Sin embargo, no tuvimos ningún
varón que consultara al perder la esposa.
Aunque en la literatura se refieren en diversas publicaciones a la resiliencia de la mujer mayor
tras la muerte de la pareja, los dos primeros años son una época de mayor riesgo para su salud y
para el bienestar social y económico (23).
Según Holmes y Rahe, en la escala de acontecimientos vitales estresantes, la muerte de la pareja
supone uno de los más graves y precisa de importantes recursos adaptativos, aunque no es la pérdida
en sí sino la percepción de la propia incapacidad de afrontar las demandas en diferentes áreas de la
vida, así como la ausencia de soporte social para hacerles frente lo que puede provocar la enfermedad
(20).
Hay pocos estudios sobre predictores de duelo complicado y
consenso y no como resultado de un estudio prospectivo (19).
Las causas de la muerte también han sido relacionadas con peor evolución del duelo
especialmente en casos de muerte súbita o inesperada aunque no todos los autores han confirmado
este hecho (15, 33). Sin embargo, las muertes en las que intervienen factores humanos o catástrofes
con muertes múltiples son más difíciles de superar y entre ellas las muertes por suicidio u homicidio
(6, 24, 25, 26, 27, 28).
Nosotros encontramos que, la mayoría de las muertes se sucedieron por enfermedad común
pero en nuestro grupo I, un caso se produjo por accidente de tráfico y 2 casos por suicidio lo que
suponen un 21, 4% del total. Uno de los suicidios fue vivido por una mujer que requirió un
internamiento psiquiátrico breve preventivo, ya que se trató de una madre que vio arrojarse a su hijo
por la terraza y posteriormente lo atendió hasta la llegada de la ambulancia. Posteriormente presentó
una afectación emocional intensa medida por la escala TRIG y puntuó muy alto en duelo patológico.
El otro caso fue el de un varón tras el suicidio de un hermano, que presentó puntaciones elevadas en
las escalas de ansiedad y depresión pero no en las de duelo. Aunque fueron dos casos muy puntuales,
el hecho de que se tratara de un varón y una mujer que puntuaron de forma tan distinta en las escalas
apoyaría lo dicho anteriormente acerca de las diferencias en la expresión emocional en función del
género, lo que hace pensar que las medidas de duelo en el varón pueden no ser adecuadas con las
escalas habituales.
Los factores sociales pueden influir en la progresión adecuada o no del duelo. La soledad
favorecería los síntomas depresivos (6) o un peor ajuste posterior (22). Tener hijos dependientes es
negativo para algunos (22) pero podría tener ventajas que equilibrarían las desventajas según otros
(6, 29).
Aunque se supone que el apoyo social podría ser un factor protector (16) está lejos de haber
sido demostrado concluyentemente (30). Mientras las teorías del estrés afirman que un buen soporte
social cercano es básico para atemperar las consecuencias de una pérdida, las teorías del apego
plantean que es incapaz de evitar los síntomas por pérdida de una figura significativa y esto es
apoyado por diferentes autores (31, 32).
En nuestro grupo de mayores, el 42, 9% vivían solas, un porcentaje muy importante si lo
comparamos con el mismo hecho en el grupo más joven. Weis diferenciaba entre la soledad del
aislamiento social y la del aislamiento emocional. Mientras la primera mejora con grupos de apoyo,
la segunda solo puede aliviarse participando en una relación de mutuo compromiso, sin la cual no se
logra un sentimiento de seguridad. Esta soledad no desaparece con el tiempo.
Aunque es evidente que es más dramática la soledad emocional, el hecho sobre todo en etapas
iniciales del duelo, en las que la persona mayor no comparte su vida con otro adulto, supone en
muchos casos un empeoramiento de los autocuidados y a la larga un perjuicio para la salud mental
y física.
Sin embargo, otro hecho subjetivo muy importante es, no solo la presencia de adultos en el
entorno del deudo sino la calidad de esa relación y la percepción que tenga el doliente de la misma.
Así nos encontramos con la sorpresa de que había un mayor porcentaje de jóvenes que no se habían
sentido convenientemente apoyados por sus entornos. No obstante, un 14, 3% de ancianos tampoco
y es en ese grupo en el que tenemos que centrar nuestra atención porque probablemente estén en
mayor riesgo de complicaciones.
Otro factor, mucho más objetivo, es el relacionado con los ingresos económicos. En algunos
estudios, se ha observado claramente, que la reducción importante de los ingresos aumenta las
puntuaciones de duelo complicado en forma significativa (p<0, 05) así como los sentimientos actuales
(p=0, 001) (6). El 50% de nuestras viudas presentaban una reducción significativa de sus ingresos en
forma muy superior a la sufrida por el grupo joven (p=0, 01). A la soledad marcada en este grupo de
edad, le uniríamos la penuria económica como factores posiblemente agravantes del proceso normal
del duelo.
La feminización de la ancianidad y el gran porcentaje de mujeres mayores que viven solas con
patologías crónicas y polifarmacia o conductas de riesgo hace preciso modificar los sistemas sanitarios
que las atienden y otros servicios comunitarios que atiendan sus necesidades (23).
La influencia de las creencias religiosas no está clara. Bowlby decía que no existía una relación
unívoca entre el credo religioso en viudas/os y la resolución del duelo (6) aunque sí se acepta que
determinadas prácticas culturales pueden impedir una correcta evolución del mismo (24, 33) pero para
otros autores, la ausencia de creencias religiosas favorecería una peor evolución (20). En nuestra
muestra no hubo diferencias significativas entre ambos grupos entre aquellos que decían ser religiosos
aunque nos sorprendieron los porcentajes tan elevados en ambos. Una cosa es declararse católicos y
otra es el modo en el que estas personas sintieron haberse sentido apoyadas por la Iglesia o como
sus creencias pudieran influir en el duelo. En un trabajo previo observamos que los que manifestaban
profundas creencias religiosas presentaban menores puntuaciones en el comportamiento tras la
muerte medidos por el Texas Revised Inventory pero puntuaban más en sentimientos actuales, lo que
se interpretó como que las creencias pudieran atemperar el efecto inicial de la pérdida pero no
modifican el distrés posterior (34).
Entre las escalas y cuestionarios utilizados en este estudio empleamos el cuestionario GHQ de
Goldberg por tratarse de un instrumento autoadministrable que se emplea para identificar casos
psiquiátricos en población general y práctica médica general (35). Empleamos la versión castellana
de 28 items (12, 13, 14). Los autores aconsejan un punto de corte de 6/7 por su alta sensibilidad con
baja proporción de falsos negativos.
Aunque no observamos diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos, los dos
superaban por mucho ese punto de corte (11, 5 en grupo I y 15 en el grupo II) lo que no era de
extrañar puesto que se trataba de población derivada a salud mental. Sí llamaba la atención que el
grupo más joven se sentía más enfermo que el grupo de mayores.
El inventario de depresión de Beck (BDI) es una escala de autoinforme que mide la depresión
desde el punto de vista del paciente, lo que nos pareció más interesante que valorarla desde el punto
de vista del entrevistador. Existe una versión española (10, 36). Los autores plantean unos puntos de
corte para población española considerando "depresión moderada" entre 16 y 23 puntos. Nuestros
pacientes en ambos grupos se encontraron dentro de este rango aunque nuevamente los jóvenes
puntuaron más que los ancianos sin diferencias significativas.
La escala de Hamilton es la medida de ansiedad más conocida y utilizada. Es una escala aplicada
por el observador que evalúa los síntomas cognitivos y somáticos de la ansiedad. Se considera que
existe ansiedad en puntuaciones superiores a 5 (11). Nuestros pacientes de ambos grupos
presentaban niveles elevados de ansiedad aunque sobre todo en el grupo más joven (p<0, 05).
El Texas Revised Inventory of Grief (TRIG) es un cuestionario de duelo desarrollado por
Faschingbauer, De Vaul y Zisook en 1981 (15) que permite evaluar la intensidad de las reacciones
tras la pérdida de un ser querido. Tras varias versiones, el definitivo consta de 25 items que hemos
aplicado a nuestros pacientes.
En la versión americana diferencian un grupo de preguntas relacionadas con "el comportamiento
en el momento inmediato tras la muerte" y otras relacionadas con "sentimientos actuales de duelo".
En la versión francesa diferencian un tercer factor que llaman "incapacidad para afrontar el duelo" que
añadiría un factor pronóstico (16). Existe una versión para población española (17).
No encontramos diferencias entre ambos grupos ni en el comportamiento inmediato tras la
pérdida ni en los síntomas actuales ni existieron diferencias en la capacidad de afrontarla aunque las
medias fueron ligeramente superiores en el grupo de mayores. Al comparar las preguntas de forma
individual tampoco encontramos diferencias significativas salvo para la pregunta 19 (p<0, 05) donde
los ancianos seguían sintiéndose muy afectados en el momento de la evaluación por la desaparición
del ser querido en sus vidas.
El Inventory of Complicated Grief (ICG) es una escala de 19 items desarrollada por Prigerson
que intentaba discriminar entre duelo normal o complicado. En nuestro caso es interesante porque la
escala se desarrolló sobre una población de 97 viudas mayores de 60 años con un tiempo de duelo de
2, 8 años (4). La escala estaba formada por dos tipos de componentes, unos derivados del distrés de
separación y otros de distrés traumático que afectaría a un 20% de los casos estudiados por estos
autores (37).
Establecieron un punto de corte >25 por considerar que aquellos que puntuaban por encima
tenían un mayor empeoramiento general, físico y mental, mayor número de dolores corporales,
síntomas depresivos y peor funcionamiento social (4).
Este punto de corte fue ampliamente superado por nuestra muestra en ambos grupos y
especialmente en el grupo de mayor edad que tuvieron de media 38, 2, lo que no arroja dudas sobre
el duelo complicado que sufrían.
En un trabajo reciente, se comenta que un 30% de los duelos en el paciente mayor presentan
alguna complicación como depresión mayor (15%), trastorno por estrés postraumático o duelo
complicado (10%-20%) (38) y entre estas complicaciones, el aumento de mortalidad ha sido
estudiado por muchos autores (39). En un seguimiento en Reino Unido de 26646 viudos/as >60 años,
observaron un aumento de mortalidad con un pico en el día 90 y otro hacia la fecha de aniversario sin
diferencias entre varones y mujeres ni en > o < 75 años. La buena salud previa y el buen nivel
socioeconómico previo no eran factores de protección. Concluyen que el duelo en sí aumenta la
mortalidad aunque los mecanismos por los que la aumenta y los factores protectores se desconocen
(40).
En resumen, nuestra muestra de mayores estuvo constituida por mujeres de entre 65 y 78 años
que estaban viudas en su mayor parte, siendo en un 50% la pérdida del marido el motivo del duelo
actual y de las cuales un porcentaje nada desdeñable del 43% vivían solas aunque la mayoría se
sentían apoyadas por su entorno. Aunque era de esperar, todas aquellas que quedaron viudas vieron
reducirse de forma muy significativa sus ingresos económicos, hecho este claramente diferente al
observado en duelos de gente más joven. Presentaban intensas reacciones de duelo y puntuaciones
elevadas de duelos complicados ligeramente superiores al grupo joven. También se encontraban
deprimidos, ansiosos y con mala salud general aunque en este caso, menos que los jóvenes quienes
claramente decían sentirse menos apoyados socialmente y presentaban elevados síntomas de
ansiedad.
CONCLUSIONES
1. Se derivaron muy pocos casos a Salud Mental de pacientes de la tercera edad por evoluciones
complicadas de duelo y ninguno de la cuarta edad.
2. Apenas consultaron varones por síntomas relacionados con el duelo.
3. No encontramos diferencias significativas en las escalas específicas de duelo (TRIG e ICG) entre
nuestros pacientes jóvenes y mayores aunque presentaban mayor intensidad de duelo los últimos.
4. Ambos grupos presentaban síntomas de depresión moderada, elevada puntuación en ansiedad y
peor salud general pero sobre todo el grupo más joven con diferencias significativas en ansiedad.
5. Son necesarios más estudios sobre el proceso de duelo en el paciente mayor haciendo hincapié
en los factores protectores y de riesgo en ese grupo de edad y muy especialmente en los varones
de los que apenas tenemos datos
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