PUBLICIDAD-

Cannabinoides y efectos sobre la conducta.

Autor/autores: Carlos Romera
Fecha Publicación: 01/01/2003
Área temática: Adictivos, Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos .
Tipo de trabajo:  Comunicación

RESUMEN

El sueco Carl Linneo retomó en 1753 el término griego cannabis. Treinta años más tarde Jean Lamarck en su Encyclopedia señaló otra especie, la cannabis indica, y ya en 1924, Janischewsky añadió una tercera, la cannabis ruderalis. Con el paso de los años, las tres especies han ido siendo cruzadas entre sí y en la actualidad hay autores que opinan que pudiera tratarse de una sola especie aunque con numerosas variedades, en función de la climatología, el terreno o las manipulaciones en su cultivo.

Algunos creen que la variedad indica del cáñamo es el mismísimo nepenthes de Homero, capaz de envolver el corazón desdichado en un velo de olvido y bienestar (Font Quer, 1985) La cannabis Sativa es una planta anual de la familia de las cannabáceas, que crece en regiones templadas y tropicales, conociéndose más de 100 especies.

Se utilizan tres tipos de preparaciones de la planta: Bhang, que se obtiene a partir de las hojas y los extremos superiores secos de la planta no cultivada, con bajo contenido en resina; Ganja, a partir de las hojas y los extremos superiores de las plantas cultivadas, con mayor contenido en resina. Estas dos preparaciones son la marihuana.

Una tercera, Charas, es el hachís, preparado a partir de la resina con contenido psicoactivo entre 5 y 10 veces mayor que la marihuana. Planta dioica, siendo la femenina la que tiene mayor concentración de cannabinoides, sobre todo en los brotes florecidos, después en las hojas, pequeñas cantidades en el tronco y raíces, y escasa o nula en las semillas.

Son unos 400 los productos químicos naturales identificados en la planta, provenientes del metabolismo secundario de la cannabis Sativa, variando el número y la cantidad según el clima, la variedad cultivada, el suelo o la forma de cultivo, estando presentes tanto en el cáñamo industrial como en el cannabis resinoso: aceites esenciales, flavonoides, monosacáridos, ácidos grasos, polifenoles, compuestos nitrogenados. Los principios activos de la planta, los cannabinoides, más de sesenta diferentes, son estructuras químicas que derivan de los terpenofenoles, no han conseguido ser aislados en otras especies vegetales o animales (Sallés y otros, 1998). El principal producto psicoactivo del cáñamo fue aislado en 1964, el delta-9-tetrahidrocannabinol.

Palabras clave: cannabinoides


VOLVER AL INDICE

Url corta de esta página: http://psiqu.com/1-2279

Contenido completo: Texto generado a partir de PDf original o archivos en html procedentes de compilaciones, puede contener errores de maquetación/interlineado, y omitir imágenes/tablas.

Cannabinoides y efectos sobre la conducta.

Iñaki Markez*; Mónica Póo**; Carlos Romera***; Cristina Merino****.

* Doctor en neurociencias. Médico psiquiatra en el Servicio Vasco de Salud (Osakidetza)
imarkez@euskalnet. net
** Psicóloga clínica. Master en Drogodependencias ekimen@euskalnet. net
*** Licenciado en Derecho, Master en Criminología. Master en Mediación de Conflictos
craycmo@euskalnet. net
**** Licenciada en Derecho. Master en Criminología y en Drogodependencias
craycmo@euskalnet. net

Contacto: EKIMEN, Investigación sobre Sustancias y Salud mental
Apdo. Correos 276, 48931-Algorta. Bizkaia
94. 467 49 79; E-mail: ekimen@euskalnet. net
Web: www. ekimen. org

[2/2/2003]



El sueco Carl Linneo retomó en 1753 el término griego cannabis. Treinta años más tarde Jean Lamarck en su Encyclopedia señaló otra especie, la cannabis indica, y ya en 1924, Janischewsky añadió una tercera, la cannabis ruderalis. Con el paso de los años, las tres especies han ido siendo cruzadas entre sí y en la actualidad hay autores que opinan que pudiera tratarse de una sola especie aunque con numerosas variedades, en función de la climatología, el terreno o las manipulaciones en su cultivo. Algunos creen que la variedad indica del cáñamo es el mismísimo nepenthes de Homero, capaz de envolver el corazón desdichado en un velo de olvido y bienestar (Font Quer, 1985)

La cannabis Sativa es una planta anual de la familia de las cannabáceas, que crece en regiones templadas y tropicales, conociéndose más de 100 especies. Se utilizan tres tipos de preparaciones de la planta: Bhang, que se obtiene a partir de las hojas y los extremos superiores secos de la planta no cultivada, con bajo contenido en resina; Ganja, a partir de las hojas y los extremos superiores de las plantas cultivadas, con mayor contenido en resina. Estas dos preparaciones son la marihuana. Una tercera, Charas, es el hachís, preparado a partir de la resina con contenido psicoactivo entre 5 y 10 veces mayor que la marihuana. Planta dioica, siendo la femenina la que tiene mayor concentración de cannabinoides, sobre todo en los brotes florecidos, después en las hojas, pequeñas cantidades en el tronco y raíces, y escasa o nula en las semillas.

Son unos 400 los productos químicos naturales identificados en la planta, provenientes del metabolismo secundario de la cannabis Sativa, variando el número y la cantidad según el clima, la variedad cultivada, el suelo o la forma de cultivo, estando presentes tanto en el cáñamo industrial como en el cannabis resinoso: aceites esenciales, flavonoides, monosacáridos, ácidos grasos, polifenoles, compuestos nitrogenados. Los principios activos de la planta, los cannabinoides, más de sesenta diferentes, son estructuras químicas que derivan de los terpenofenoles, no han conseguido ser aislados en otras especies vegetales o animales (Sallés y otros, 1998). El principal producto psicoactivo del cáñamo fue aislado en 1964, el delta-9-tetrahidrocannabinol.

- El D9THC es el cannabinoide de mayor potencia psicoactiva. Identificado en 1940, no se aisló y caracterizó hasta 1964 por Mechoulan y su equipo. Muy liposoluble, no se disuelve en agua y sí en algunos disolventes orgánicos. Degradable por la luz, calor, humedad y oxígeno atmosférico. Con acción analgésica, antiemética, orexígena, broncodilatadora y de inhibición motora.
- El D8 THC de perfil farmacológico algo menor que el D 9THC y de muy baja concentración psicoactiva, aparece solo en algunas variedades de esta planta, produce intenso efecto antiemético.
- El CBN (cannabinol), con acción psicoativa, aunque reducida respecto a los estímulos discriminativos del THC, participa en la modulación del sistema inmune atribuida a los cannabinoides. Con una décima parte de la actividad euforizante del THC pero de elevada biodisponibilidad, próxima al 45%. Actúa en la modulación del sistema inmunitario, aumento del sueño y como hipotérmico.
- El CBD (cannabidiol), cannabinoide prácticamente sin propiedades psicoactivas y por ello se ha utilizado en el tratamiento a largo plazo de la psicosis (Zuardi y cols, 1995) al no quedar enmascarado por los efectos indeseables del THC. Está relacionado con el sistema inmune, de posible efecto antiinflamatorio. En experimentación animal y a dosis bajas, tiene efecto ansiolítico (Onaivi y cols, 1990) y antiespasmódico con resultados contradictorios en humanos (Zuardi y cols, 1982). Por su acción como anticonvulsivo se han iniciado ensayos clínicos en personas con trastornos epilépticos, distonía y corea de huntington (Cunha y cols, 1980).
- El CBC (Cannabinochreme o cannabinocromeno) de reconocido uso antiinflamatorio.
- El Cannabigerol (CBG), el cannabiciclol (CBL), cannabielsoina (CBE), cannabinodiol (CBND), cannabitriol (CBT), cannabicitrano, cannabiripsol, dehidrocannabifurano, . . . hasta 70 cannabinoides encontrados en cantidades diferentes según la variedad, edad u origen geográfico de la cannabis a estudio


Efectos farmacológicos sobre la conducta

El estudio de los efectos farmacológicos de los derivados del cannabis ha venido presentando una serie de limitaciones (Meana y Ulíbarri, 1999) como son la carencia de ensayos clínicos controlados y aleatorizados, ausencia de estudios epidemiológicos comparativos ni de seguimiento, el desconocimiento del producto activo y de las dianas biológicas sobre las que actúan los cannabinoides, carencia de protocolos de valoración adecuada a cada patología, las grandes diferencias entre la experimentación con animales de laboratorio frente al uso en humanos, diferencias en el control de dosis según utilización de unas u otras presentaciones de cannabis y, por las características farmacocinéticas, la posibilidad de acciones de aparición tardía no observables tras administración aguda.

La literatura científica esta excesivamente apoyada en aspectos descriptivos de algunas series de casos, con muestras reducidas en muchas ocasiones, y así difícilmente pueden obtenerse resultados concluyentes.
Otra limitación considerable es la situación legal de los productos cannábicos cuya dispensación esta expresamente prohibida en las listas de las instituciones internacionales –ONU, por ejemplo- basándose en la ausencia de indicación médica. Consecuencia de todo ello son las trabas para la realización de estudios y la no motivación entre los sectores científicos ante las normativas prohibicionistas.

Las investigaciones realizadas en las últimas décadas no llevan a conclusiones sobre posibles efectos negativos ante consumos moderados. Tampoco se puede decir que consumos excesivos prolongados en el tiempo sean inocuos.
Los riesgos vienen determinados por factores propios de la sustancia, como es su composición y la dosificación, o por factores relacionados con su situación sociojurídica. La “sobredosis” es prácticamente imposible pues serían necesarias dosis muy elevadas de THC por vía oral para la intoxicación severa. No hay conocimiento de personas fallecidas por dosis tóxicas de cannabis. En cambio la ilegalidad, la marginalidad en la que se desarrolla el mercado y consumo hacen que las sustancias de “corte”, las adulteraciones, representen un importante peligro real. Si la mezcla se ha realizado con leche condensada, clara de huevo, estiercol, henna u otras arcillas, posiblemente no ocurra nada. Pero si la adulteración es con pesticidas, alquitranes, PCP, pegamentos, etc, el peligro puede ser importante. Un riesgo que quedaría evitado (a falta de regulación del hachís) si la producción para autoconsumo se realizara en plantaciones propias o controladas.

Como señala el Ministerio de Salud holandés, los peligros asociados al consumo de cannabis prácticamente son inexistentes: “La toxicidad física del cannabis es reducida. No se dan casos de muerte por sobredosis ni de dependencia física. Puede producirse dependencia psíquica, pero no puede compararse según su frecuencia y grado, con la dependencia psíquica que va emparejada con el consumo de cocaína, heroína, alcohol y nicotina. El uso de cannabis causa menos agresividad que el consumo de alcohol. El uso de cannabis no constituye necesariamente un escalón hacia el consumo de drogas duras. La cantidad de incidentes causados por una sobredosis aguda asciende a unas decenas por año, su tratamiento es sencillo y en la mayor parte de los casos puede limitarse a conducir al consumidor a un lugar tranquilo y suministrarle un sedante, si fuese necesario”. Solo algunos autores han constatado cambios en la adaptación escolar o describen a algunos consumidores como insatisfechos, desilusionados y con mayor tendencia hacia actividades creativas o aventureras. Y esto en poblaciones urbanas, jóvenes, de elevado nivel de culturización, coincidiendo la existencia de consumo crónicos y siendo polidependientes a diferentes sustancias.

El perfil farmacológico de los cannabinoides consta de: analgesia catalepsia, hipotermia, alteración de la actividad locomotora y refuerzo de la psicoactividad. Pero los efectos derivados de su administración son muy diversos y los efectos farmacológicos de los cannabinoides sobre las personas pueden ser significativos (Tabla3)

 
Tabla 3 Acciones farmacológicas de los derivados del cannabis


Los efectos psicológicos varían según el ambiente, las expectativas y la predisposición individual, siendo en general relajantes y de bienestar si el sujeto inhala solo, y euforizantes si se fuma en grupo (Tennant y cols, 1971). Efectos psicomiméticos, pues el consumo de cannabis induce a sensaciones iniciales de euforia, bienestar y felicidad, seguidas de cierta somnolencia y sedación (Adams y Martín, 1996).

Sensación placentera por estímulo de las zonas de recompensa del cerebro, en los que predomina fundamentalmente los sistemas dopaminérgicos cerebrales (Palomo y otros, 2001), lo cual puede tener un efecto reforzador positivo para continuar el consumo de cannabis.

Los efectos conductuales a dosis bajas son de tipo depresor, que se convierten en excitatorios tras estímulos mínimos. No hay ninguna patología mental directamente asociada al consumo excesivo de cannabis, lo que diferencia a esta sustancia de los psicoestimulantes o el alcohol, cuyo uso repetido y excesivo puede ocasionar síndromes psicóticos (Allebeck, 1993; Williams et el. , 1996), ni precipita la aparición de otras disfunciones mentales como esquizofrenia, depresión bipolar, etc (Roques, 1998).

El uso precoz de cannabis en la adolescencia es asociable a un comportamiento “no normativo” (McGree, 2000) con posibles desviaciones que comparten características con enfermedades de la mente, siendo más frecuente que en situaciones de trastorno mental haya consumos de cannabis y no a la inversa. No siendo importantes las alteraciones de la conducta, se ha observado una alteración de la memoria inmediata, interrupción de la continuidad del discurso, lenguaje monótono a pesar de la locuacidad. Los estudios realizados en personas a nivel cerebral por tomografía computerizada descartan de modo definitivo la posibilidad de atrofia cerebral por consumo crónico de cannabis (Co et al, 1977; Kuenhnle et als, 1997). Años más tarde, en 1982, la Academia Nacional de Ciencias de EE. UU. publicó “Marijuana and Health” desmontando las tesis de Robert Heath por utilizar muestras insuficientes (cuatro monos), elevadas dosificaciones, falsa identificación de la estructura normal del cerebro de mono como dañada, con proyección desproporcionada de resultados de escasa relevancia.

Sí existe, como antes se ha indicado, un déficit en la memoria reciente, no influyendo en lo almacenado previamente. En la esfera cognitiva también se ha observado cierto déficit de la atención mantenida, integración de la información y en la percepción del tiempo como consecuencia de la fragmentación del pensamiento producida. ello puede repercutir en la realización de tareas que exigen cierto nivel de coordinación psicomotriz (Adams y Martín, 1996; Hall y Solowj, 1998). Esto ocurre por ejemplo al conducir vehículos pero, a diferencia de lo que ocurre al conducir bajo efecto del alcohol, estos conductores se concentran más y conducen más lentamente al sobreestimar su grado de alteración. El influjo de la marihuana en la capacidad de conducción de un vehículo depende directamente de la dosis consumida. Una dosis elevada (3000 mg de THC por kilo de masa corporal) provoca trastornos similares a los observados en una concentración de alcohol en sangre de 0, 5 mg/ml.

Se han descrito ocasionales reacciones anormales en forma de crisis de ansiedad o accesos depresivos de breve duración (Millman y cols, 1997). Están descritas reacciones agudas de angustia que pueden llegar al pánico, delirio tóxico, episodios de manía o estados paranoides agudos (Moreau de Tours, 1845; Mathers y Ghodse, 1991).

La intoxicación cannábica pudiera presentar reacciones adversas como un estado de ansiedad aguda para lo cual se requiere el mantenimiento de dosis no habituales. Se ha escrito y hablado mucho de las “psicosis cannábicas”, episodios confusionales breves, muy infrecuentes y cuya presentación nunca tiene la suficiente entidad que justifique el diagnóstico de psicosis como entidad clínica (Miller, 1995; McGuire, 1995; Thomas, 1992) que no se relacione con adulteraciones (Gold, 1991), con psicopatología preestablecida (Kristensen, 1994), o con las dosis administradas de diferentes sustancias (Ghodse, 1989). Sí hay mayor acuerdo en el influjo del abuso de cannabis como factor premorbido en las recaídas de pacientes esquizofrénicos (Linszen, Dingemans y Lenior, 1994; Martínez, Calcedo y Varo, 1994), por ser factor estresante o por ser causa de abandono del tratamiento específico.

Más investigado y constatado en el uso cotidiano es su efecto sedante, con acción relajante frente a situaciones estresantes y ansiógenas. Esto junto a su efecto desinhibidor son la principal razón de su uso lúdico. Los efectos antidepresivos, frente a la fatiga crónica y como analgésico de amplio espectro hacen que sea una sustancia de interés médico para enfermos con migraña y cancerosos.

La cuestión es que no se ha determinado la relación causal entre el uso de cannabis y la comorbilidad psiquiátrica (Troisi et al, 1998), aunque el consumo de cannabis puede modificar el curso de la enfermedad mental ya establecida (Thomas, 1993) pudiendo ser el desencadenante de determinados síntomas clínicos.

La acción sobre otras partes del organismo también sigue en estudio. Sobre el aparato respiratorio, el sistema cardiovascular, la actividad locomotora y la conducta alimentaria. Acción sobre el aparato digestivo, la sexualidad, sobre el ojo, acción anticonvulsivante y antiepiléptica, cierto efecto antiinflamatorio, etc. En el sistema inmune suprimen los resultados celulares y humorales in vivo e in vitro. En el sistema endocrino producen estimulación de la liberación de ACTH y de corticosteroides; reducen los niveles plasmáticos de T3 y T4. No obstante no entraremos en su relato por ser propio de otras profesionales especializados en esos campos.

Estos efectos y otras muchas vías de investigación en curso no son aún concluyentes en las personas usuarias de cannabis. Hay que desechar temores a la acción farmacológica y al avance científico. Y temer los prejuicios morales y la ignorancia.


Comentarios/ Valoraciones de los usuarios



¡Se el primero en comentar!

La información proporcionada en el sitio web no remplaza si no que complementa la relación entre el profesional de salud y su paciente o visitante y en caso de duda debe consultar con su profesional de salud de referencia.