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Conocimiento de HIV/SIDA y conductas de riesgo.

Autor/autores: Alicia E. Risueño
Fecha Publicación: 01/03/2005
Área temática: Psiquiatría general .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

La investigación que hemos realizado, de características descriptivas y transversales, indagó sobre la pertinencia de la información recibida por los estudiantes a través de diversos medios, el conocimiento con el que cuentan respecto HIV/SIDA y las conductas de riesgo, así como la autopercepción que tienen de las mismas. Para ello se realizó un relevamiento de datos a través de una encuesta mayormente estructurada, autoadministrada, a la que los estudiantes respondieron en forma anónima y voluntaria.

Los estudiantes universitarios encuestados nos muestran con sus respuestas que, indenpendientemente de haber recibido información, no han podido componer la síntesis entre lo percibido y lo valorado, de modo que surja un sistema conceptual que organice un estilo personal de pensar y pensarse que les permita acciones tendientes al cuidado de sí y de los otros. Por ello se propone que la temática HIV/SIDA sea considerada por el Estado como prioridad en la Educación Superior. Independientemente de que las currículas contemplen el abordaje desde los contenidos conceptuales, los mismos deben transformarse en procesos vivenciales que atraviesen la experiencia autoeducativa y se ubiquen en el centro de la misma.

Palabras clave: HIV, SIDA


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Conocimiento de HIV/SIDA y conductas de riesgo.

Eduardo Mas Colombo*, Alicia E. Risueño**; Iris M. Motta***.

Universidad Argentina John F. Kennedy- Departamento de Biopsicología - Gabinete de Investigación y Vinculación Tecnológica.

* Dr. en psicología. Decano y Prof. Titular UK

**Dra. en psicología. Prof. Titular UK

*** Prof y Lic en Psicopedagogia. Prof. Adjunta UK.

 

Resumen

La investigación que hemos realizado, de características descriptivas y transversales, indagó sobre la pertinencia de la información recibida por los estudiantes a través de diversos medios, el conocimiento con el que cuentan respecto HIV/SIDA y las conductas de riesgo, así como la autopercepción que tienen de las mismas.

Para ello se realizó un relevamiento de datos a través de una encuesta mayormente estructurada, autoadministrada, a la que los estudiantes respondieron en forma anónima y voluntaria.

Los estudiantes universitarios encuestados nos muestran con sus respuestas que, indenpendientemente de haber recibido información, no han podido componer la síntesis entre lo percibido y lo valorado, de modo que surja un sistema conceptual que organice un estilo personal de pensar y pensarse que les permita acciones tendientes al cuidado de sí y de los otros.

Por ello se propone que la temática HIV/SIDA sea considerada por el Estado como prioridad en la Educación Superior. Independientemente de que las currículas contemplen el abordaje desde los contenidos conceptuales, los mismos deben transformarse en procesos vivenciales que atraviesen la experiencia autoeducativa y se ubiquen en el centro de la misma.



Introducción

En el presente trabajo abordaremos una de las problemáticas que ha preocupado y ocupado al mundo en las dos últimas décadas del siglo XX y sin tregua ya se ha instalado en el nuevo siglo: el SIDA.

Si bien se han desarrollado acciones muy fructíferas en el campo de las investigaciones básicas aumentando los ensayos clínicos, los estudios epidemiológicos y las acciones preventivas, aún no se ha podido detener ni el contagio ni la enfermedad.

La Organización Mundial de la Salud [1] en su último informe publicado, resume el estado de la epidemia a diciembre de 2003. Se estima que en 2003, el VIH infectó a otros 4, 8 millones de personas. Esa cifra es superior a la de cualquier año precedente. En la actualidad, unos 37, 8 millones de personas están viviendo con el VIH, que en 2003 se cobró la vida de 2, 9 millones de personas y acumuló un total de más de 20 millones de defunciones desde que en 1981 se identificaron los primeros casos de SIDA.

Estamos ante un problema acuciante cuyas dimensiones y repercusiones exceden el ámbito biomédico y abarca la esfera iuspolítica y el plano socio-económico. Ya no podemos desconocer que el SIDA se ha convertido en la pandemia de las últimas décadas del siglo XX y parece haberse instalado como tal en el nuevo siglo [2].

“En la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas de septiembre de 2000, 43 jefes de Estado y de Gobierno…… se refirieron al SIDA como uno de los problemas más urgentes a escala mundial” [3, p12]. El nuevo impulso político tuvo culminación en junio de 2001, durante el período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando sus miembros aprobaron la “Declaración de compromiso sobre VIH/SIDA” [2, p13]
En dicha reunión, los Estados Miembros se comprometían, entre otros puntos relevantes, a asegurar para el 2003 la reducción de la prevalencia del HIV en los jóvenes de ambos sexos de 15 a 24 años y para el 2005 a implementar una amplia gama de programas de prevención, basados en el establecimiento y fortalecimiento de infraestructuras de recursos humanos, que incluyan actividades de información, educación y comunicación, con el objeto de reducir las conductas de riesgo y promover una conducta sexual responsable [2]. Siguiendo estos lineamientos, el lema de la XIV Conferencia Internacional de SIDA Barcelona 2002 fue "Conocimiento y compromiso para la acción".

Sin embargo, en tal oportunidad Donald Bundy, coordinador del programa “Educación y Sida” del Banco Mundial, afirmó que “la Conferencia Internacional del SIDA no ha prestado suficiente importancia al sector de la educación, que está (sólo) representado en una única sesión paralela. En general, el SIDA se considera como un problema de la sanidad pública, cuando debería reconocerse que la educación puede utilizarse para prevenir la propagación del SIDA, y esto puede llevar a una seguridad económica, un fortalecimiento de la capacidad de proporcionar estímulo a mujeres y niñas y al desarrollo. Por ahora, "la vacuna de la educación es la única vacuna que tenemos” [4].

Según el nuevo informe del Banco “Educación y VIH/Sida: una ventana a la esperanza”, los países necesitan urgentemente fortalecer sus sistemas educativos. Pero estos sistemas educativos abarcan tanto la formación en los niveles inicial, primario, secundario y terciario, como la formación de personal de investigación básica y clínica, de especialistas en ciencias sociales, de personal de atención de la salud y de técnicos [5].

No nos son novedosas las conclusiones a las que arriban los Organismos Internacionales. Hace muchos años que venimos observando, a través de las asignaturas que son de nuestro dominio, la deficiencia informativa y formativa que sobre HIV/SIDA tienen nuestros estudiantes. ello nos muestra la urgente necesidad de implementar acciones concretas. Es así como desde 1994 hemos instrumentado actividades con diferentes modalidades (seminarios, jornadas, talleres, etc. ) para abordar esta preocupante temática. Sin embargo, también notamos que las mismas requieren de una sistematización más ajustada, tanto por la velocidad con la que suceden los cambios en el status epidémico, como por la situación concreta de aquellos a los que van dirigidas las acciones que realizamos.

Consideramos que el ámbito universitario es un lugar de privilegio para aportar opciones en pro del mejoramiento de la tarea preventiva. Como integrantes de una unidad académica nos sentimos comprometidos a participar del establecimiento y fortalecimiento de infraestructuras de recursos humanos y de servicios sanitarios y sociales [10] ya que la labor universitaria lleva de suyo tres funciones: la investigación, la docencia y el servicio a la comunidad [6].

Es por ello que iniciamos este camino escudriñando en el fenómeno humano desde ópticas integrativistas y totalizadoras. Si bien el análisis requerirá de profundizaciones en algunos hitos, no serán para priorizar unos sobre otros, ya que un solo aspecto del hombre que se manifieste anómalo conllevará que el resto también sienta el cimbronazo, ya que función, estructura y sistema son sólo modo, tono y forma de la unicidad humana.
Este fenómeno que nos ocupa se aloja en el marco educativo, ya que no le es ajeno. La temática educativa está en lo profundo de la socialización del hombre. Se constituye en pieza clave de toda organización societaria y uno de los pilares sostenedores de unidad comunitaria.

Es por ello que ponemos el énfasis en los procesos autoeducativos, con claros fines preventivos. Así como el niño debe aprender a amar su cuerpo, a cuidarlo y desarrollarlo, para luego como adolescente centrar su atención en su proyecto vivencial en la búsqueda del sentido existenciario, el joven y el adulto, quienes constituyen nuestra población a investigar, deberán enfatizar su conocimiento en búsqueda de ideales sociales que no dejen de lado el cuerpo, ni olviden el sentido [7].


Creemos importante resaltar que nadie puede luchar contra algo que desconoce, como tampoco puede promover prevención desde su acción profesional futura, si no puede prevenir para sí, hoy.

Estamos de acuerdo con autores que profesan la necesidad de ahondar en investigaciones que profundicen el análisis de las conductas humanas [8, 9] y especialmente en las conductas de riesgo. No por nada muchos autores llaman al SIDA la “enfermedad comportamental” [10, 11]. El mismo Jonathan Mann, quien fuera director del programa SIDA de la OMS hasta 1990, dijo: “El comportamiento humano es más complejo que cualquier virus” [12, p115].

Por eso, en consenso con los requerimientos de la Comunidad Internacional, en nuestro rol de tutores de los futuros recursos humanos y en el marco del modelo educativo de nuestra Universidad, es nuestra responsabilidad fijar las metas que permitan a los estudiantes de las Escuelas de Salud y Educación realizarse en la consumación de las acciones para el logro de los resultados necesarios que contribuyan a la construcción de la salud en el concierto de la comunidad científica, política y económica nacional e internacional.

Esto se ve reflejado en lo que señalan algunas investigaciones en países de Iberoamérica y EE. UU. Dichos estudios marcan que, a pesar de la enorme cantidad de campañas de difusión hay un elevado porcentaje de desconocimiento acerca de la temática HIV/SIDA en los estudiantes universitarios, con un alto nivel de falta de autopercepción respecto de las conductas de riesgo y su consecuente aumento de la posibilidad de contagio [13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30].


Objetivos

En nuestro país, de acuerdo a la Ley 23. 798, las acciones preventivas excluyen el nivel universitario. De los proyectos presentados en las convocatorias (1998-2003) realizadas por el Programa Nacional/LUSIDA y por los proyectos de investigación en el marco de la Universidad Nacional de Buenos Aires y de las ONG, se infiere la no existencia en nuestro país de programas preventivos e investigaciones en dicho ámbito [31, 32, 33, 34, 35, 36, 37].

En tanto investigadores nos planteamos siempre interrogantes. En el tema que nos ocupa, los mismos fueron: ¿Cuál es el estado actual de información y conocimiento sobre HIV/SIDA que tienen los estudiantes universitarios? ¿Cómo se perciben con relación a la posibilidad de contraer el virus y/o enfermar? ¿Cómo se relaciona lo anterior con la percepción de conductas de riesgo y conductas de prevención en ellos y en los demás?

Es por ello que nos propusimos:

1. Determinar la información pertinente al HIV/SIDA que tienen los estudiantes de las Escuelas de Salud y Educación de la U. A. J. F. K.

2. Obtener antecedentes acerca de las conductas de riesgo respecto de HIV/SIDA de los mismos.

3. Determinar la autopercepción de conductas de riesgo en dicha población.


Material y método

Se efectuó un estudio descriptivo y transversal para el que hemos elaborado una encuesta autoadministrada, anónima y voluntaria, compuesta por 43 ítem. El procesamiento de los datos se llevó a cabo con el SPSS 7. 0. A partir de allí la forma metodológica de análisis es de naturaleza descriptiva en términos fenomenológicos.

Se administraron 570 encuestas en las Escuelas de psicología, Psicopedagogía, Farmacia, Bioquímica y Odontología de los tres turnos y en todas las sedes en donde se cursan estas carreras, entre 2º y 5º/6º año; de las cuales 83, 51% resultaron válidas (476 encuestas). La población se conformó con el 73, 3% de mujeres y el 26, 7% de varones.


Resultados

Según el Ministerio de Salud de la Nación, el 75, 92% de los casos notificados de HIV/SIDA se encuentra en el grupo etáreo comprendido entre los 20 y los 44 años (Ministerio de Salud de la República Argentina, 2003, p 9). El 90, 2% de nuestra muestra se encuentra en dicho intervalo, lo cual la constituye en una población cuyo estudio es relevante, más allá de las razones citadas precedentemente, por caer dentro de la que se ha demostrado como más vulnerable a nivel general.

1) INFORMACIÓN PERTINENTE AL HIV/SIDA QUE POSEEN LOS ESTUDIANTES DE LAS ESCUELAS DE SALUD Y EDUCACIÓN

a) Información general sobre HIV/SIDA

Al principio de la encuesta se interroga acerca de la información que los estudiantes creen tener sobre HIV/SIDA, como está demostrado en el Gráfico 1.

 


Gráfico 1


Si bien el 94, 3% responde que la causa del SIDA es un virus y el 83% conoce el significado de la sigla SIDA, el 71% desconoce el significado de la sigla HIV, lo que los lleva a desconocer a su vez que existen diferencias entre ambas etapas del proceso HIV/SIDA.

 


Gráfico 2

 

Este desconocimiento se suma a la creencia de que las personas portadoras de HIV pueden ser reconocidas por la apariencia (70, 4 %). Esto podría incrementar el riesgo al contagio ya que esperan encontrar a un portador con claros signos que evidencien la presencia del virus. Confunden el virus con la enfermedad.

A partir de estos datos cobra nuevo sentido el rango de respuestas de la pregunta: “¿Conoce alguna persona portadora de HIV?”. Cabe la posibilidad de que el 52, 95% que asegura no conocer ningún portador, en realidad, conozca a uno o más portadores ya que los mismos no pueden distinguirse por su apariencia. El 21, 82% de ellos afirma no conocer a ninguno por creer que se pueden reconocer por la apariencia. El 28, 6% no sabe que un HIV+ asintomático contagia. Si comparte conductas de riesgo con ellos, el riesgo puede aumentar por prejuzgar la seronegatividad.
Esto se refuerza con la creencia que un solo contacto sexual con una persona que es portadora no es suficiente para contraer el virus (23, 3%); debemos destacar que si bien esto es poco frecuente, es posible [38].

El 5, 25% sabe que existe diferencia entre HIV y SIDA pero considera que todos los portadores contraerán la enfermedad. Esto hace inferir que a pesar de tener información respecto de la diferencia encuentran el SIDA como consecuencia inevitable del HIV. Sólo el 39, 49% cree que hay diferencias y que no todos los portadores contraerán SIDA. El 7, 77% reconoce no saber si hay diferencia ni si todos los portadores contraerán SIDA.

El 9, 66% dice no saber si hay diferencia entre HIV y SIDA, pero arriesga respuesta en la pregunta sobre si todos los portadores enfermarán; sobre la base del reconocimiento de la falta de información sobre la diferencia, cabe pensar que la respuesta a la segunda pregunta se basa en una inferencia infundada.

Se concluye que el 60, 51% desconoce los hechos concretos referidos a ambas preguntas. De ello podemos inferir que el tener información errónea o no saber acerca de la diferencia los coloca en estado de vulnerabilidad debido a que sólo si observasen signos visibles en sí mismos o en otros tendrían en cuenta la posibilidad del contagio o de haberse contagiado.

Resulta de interés que si bien el 88, 1% reconocen el preservativo como una medida de prevención, el 27, 9% piensa que se debe desenrollar antes de colocarlo o desconoce cómo hacerlo, de los cuales el 82, 7% dice usarlo siempre, casi siempre o a veces aún con una pareja estable. El 54, 2% cree que debe colocarse en el momento de la penetración, desconociendo el hecho de que los fluidos previos a la eyaculación, contagian. De este porcentaje, el 87, 2% dicen usar preservativos siempre, casi siempre o a veces. Del mismo modo, el 31, 3% está desconociendo el poder de contagio de los fluidos pre-eyaculatorio al decir que no hay riesgo o que no sabe si lo hay con el uso de juguetes sexuales y pensando que el coitus interruptus evita el contagio (25%, incluyendo los que no saben o no contestan) .

El 57, 48% de la muestra masculina desconoce el uso adecuado del preservativo. El 45, 82% de la población femenina encuestada dice usarlo siempre, casi siempre o a veces y sabe cómo utilizarlos.

Estos datos reflejan, además del desconocimiento, el riesgo en el cual se encuentran justamente por considerar que tienen sexo seguro al utilizar preservativo. Por otro lado, existe un 18, 27% que utiliza el preservativo sólo con fines anticonceptivos.

Si se compara el porcentaje de encuestados que dicen saber que el preservativo se utiliza para evitar embarazos y/o prevenir contagios (69, 53%) con el porcentaje de encuestados que dicen usarlo siempre con una pareja estable (43, 7%), encontramos una diferencia del 25, 83%. Nos podemos preguntar a partir de esto si, como diversos autores señalan [26, 39, 40, 41, 42], se debe a que cuando se trata de una pareja que subjetivamente se considera estable el riesgo se ve menospreciado. Es importante lo aportado por diversos autores [43] respecto de lo que debería llamarse pareja estable por contraposición a lo que habitualmente refieren las personas que consideran estable a las parejas hacia las que sienten lazos afectivos más o menos fuertes. El infectólogo Sergio Maulen señala que muchas personas se contagian porque al estar en pareja dejan de cuidarse, aún sin haberse testeado. Dice: “Tienen la fantasía de que el amor protege” [44]. Nuestra inferencia se ve reforzada por los resultados de un estudio realizado en la ciudad de Buenos Aires [45], en el cual se encontró que la distancia afectiva con la pareja sexual está inversamente relacionada con la protección. Cuanto mayor cercanía, menor protección. Por otro lado, en nuestra muestra, el 48, 7% considera que el uso de preservativo crea una barrera emocional entre los amantes.

Siguiendo con esta línea de razonamiento, hay un 9% de encuestados que sostienen que proponer el uso de preservativos hace que el otro sospeche o que se sugiera que uno sospecha del otro.


La diferencia entre el porcentaje de encuestados que tiene información respecto de la utilidad del preservativo para la prevención de contagio y el porcentaje que realmente lo usa con ese propósito indicaría que omnipotentemente el hombre ha privilegiado en estos años su ser pensante, desvalorizando otros aspectos de sí mismo que son ineludibles para constituirse en humano, venerando ideologías y suponiendo que sólo con la razón y la técnica se puede controlar todo; pero lo cierto es “que el VIH no se transmite por las cogniciones sino por los comportamientos” [17].

Es por ello que informar y conocer sobre el SIDA no basta, aunque estos son postulados básicos de cualquier acción preventiva, sobre todo si nos referimos a prevención primaria. Ésta se vale de la educación, pero no hay educación en tanto y en cuanto no hagamos de ella un saber, nuestro saber, en tanto no nos pertenezca, en tanto no se encarne en existencia temporalizada, en tanto no sea autoeducación. [11]. La razón no es suficiente si no consideramos el para qué, el sentido de nuestra existencia, el valor de elegir y no consideremos que el cuerpo no es eterno.

b) La sexualidad como medio de transmisión

Dada la complejidad de las conductas sexuales, nos parece importante analizar lo que se conoce respecto del riesgo de contagio que comportan distintos tipos de prácticas sexuales. El 27, 9% de los encuestados no consideran el sexo oral como una práctica de riesgo. Si bien el mismo es de menor riesgo que el anal o el vaginal sin protección, el riesgo no es nulo y lo que las estadísticas vienen mostrando es que a pesar del bajo riesgo que implica se está convirtiendo en un modo de contagio cada vez más usual. Esto es así debido a que está aumentando su práctica simultáneamente a la disminución de las prácticas que son consideradas popularmente como más riesgosas [46, 47]. Este dato estadístico coincide casi totalmente con las respuestas erróneas a si el sexo oral sin protección es una vía de contagio; este dato se convierte en significativo si se considera que estarán teniendo contacto sexual oral sin protección suponiendo que ello no conlleva riesgo de contagio.

Se sabe además que el riesgo de contagio es 20 veces mayor para el penetrado que para el que penetra [48] por las posibles lesiones que se produzcan en el coito y por la permanencia del fluido en la cavidad; este es un dato que desconoce el 26, 8% de nuestros encuestados. Habría que preguntarse si esto no corresponde a ciertos prejuicios sobre el sexo anal que derivan tanto de la concepción judeocristiana que caracteriza nuestro pensamiento como de la posible asociación de este tipo de práctica a la homosexualidad. Por otro lado, también tendríamos que preguntarnos si no se debe a que en la muestra el 73, 3% está representado por mujeres.

c) Acerca de los posibles contagios por situaciones cotidianas

En promedio 24, 1% manifiesta desconocimiento acerca de situaciones cotidianas que pueden provocar o evitar contagio. Podríamos preguntarnos cuál es la razón por la cual si el 89, 5% sabe que compartir la bombilla del mate no contagia, sólo el 75, 8% responde correctamente acerca de la saliva como vía de contagio.

Idéntico razonamiento podríamos hacer respecto del desconocimiento del uso de la lavandina para matar el virus (55, 9%) y el conocimiento de que el agua de las piletas de natación no contagia (1, 5%). Si se desconoce el efecto desinfectante de la lavandina respecto del virus, ¿cómo es posible que consideren que el agua de las piletas es segura? Suponemos que han obtenido la información de que el agua de las piletas no contagia sin preguntarse los fundamentos de la misma.

Lo mismo sucede cuando se considera si la orina y el compartir sanitarios contagia. Si es mayor el porcentaje de personas que considera que compartir el sanitario no contagia (79%) que el que sabe que la orina no contagia (71, 2%), hay una cierto número de encuestados que ha aceptado dogmáticamente la información referida a compartir el sanitario.

Nos resulta significativa la falta de actitud crítica respecto de la información, llevándonos esto a suponer que la que poseen es inconsistente. Si esto sucediera en otras áreas de información respecto de HIV/SIDA, esa inconsistencia podría hacerlos caer en conductas de riesgo por desconocimiento.

Lo preocupante de la falta de actitud crítica es que nuestra muestra se encuentra en el marco de la educación universitaria y en particular en carreras consideradas de riesgo porque su ejercicio “pudiera comprometer el interés público poniendo en riesgo de modo directo la salud, la seguridad, los derechos, los bienes o la formación de los habitantes” (Ley Nro. 24. 521, 1995).


El 26, 3% afirma que los mosquitos contagian o desconoce si lo pueden hacer. Los organismos internacionales señalan que esto se debe a que la gente asocia el contagio con insectos que pican y se alimentan de sangre. Sin embargo, estos insectos no inyectan ni su propia sangre ni la del animal o persona picado previamente por lo que no pueden transmitir el virus.

El 36, 6% responde no saber si las mascotas pueden contagiar el HIV; el 6, 1% afirma que sí. Desconocemos las razones por las cuales es tan alto este dato pero nos mueve a reflexionar; considerando que probablemente muchos de ellos tengan mascotas, cuántas conductas realmente riesgosas pueden estar teniendo sin preguntarse sobre ellas.

d) Información sobre transmisión vertical

De particular importancia resultan los datos obtenidos respecto del conocimiento del contagio por vía vertical. Existen evidencias de que la transmisión de madre a hijo puede darse en varios momentos: durante la gestación, intraparto y durante la lactancia [49, 50, 51], siendo el riesgo de que un bebé se contagie el virus durante estos períodos de alrededor del 35% si la madre no recibe ningún tratamiento, o reducirse hasta el 2% si la madre recibió los cuidados adecuados. Los avances en diagnóstico y tratamiento han hecho que la incidencia de secuelas y muerte en niños haya disminuido notablemente [52]. Pero esto aún no ha erradicado la transmisión vertical.

En la muestra que estudiamos, a pesar de que el 89% de la población sabe acerca de la posibilidad de que un niño nazca con HIV, el 22, 7% no sabe si la leche materna contagia; el 22, 5% responde que no contagia. Obsérvese que casi la mitad de la muestra no tiene información adecuada sobre este tópico.

El 53, 4% de la población encuestada no sabe, no responde o responde incorrectamente acerca de la conveniencia de amamantar a un bebé siendo portadora de HIV.

El 40, 72 % de las mujeres en edad fértil desconoce su serología, lo que presupone una falta total de conciencia de riesgo. En este caso y tratándose de mujeres en edad de procrear, aumentan el riesgo de transmitir el virus a sus hijos en el caso de quedar embarazadas. Lo que agrava la situación es que en nuestro país la ley considera la realización del análisis como una decisión voluntaria, por lo tanto, que las mujeres accedan a realizárselo depende en la mayoría de los casos de la orientación que pueda brindar el equipo de salud que la asiste.

Mas allá de la importancia que inviste para la prevención la información que la población en general posee, la severidad de los datos que nosotros hallamos radica en la característica esencial de nuestra muestra: todos son futuros profesionales de la salud. Sobre ellos recaerá la tarea de orientar y acompañar para la prevención.

e) Conocimiento acerca de procedimientos biomédicos que pueden producir contagio

El 92, 9% contesta correctamente acerca de la transfusión de sangre como posible vía de transmisión. Implicando esto el conocimiento del contagio por contacto directo con sangre infectada, ¿cómo se puede comprender que el 39, 2% desconozca la posibilidad de contagio a partir de un tratamiento de diálisis, que el 33, 9% por agujas de acupuntura y que el 52, 5% por transplante de órganos?. Teniendo en cuenta que todos los estudiantes encuestados corresponden a escuelas en cuya currícula tienen conceptos de anatomía, biopsicología y fisiología, parecería que no pueden transferir dichos conocimientos a problemáticas de salud específicas.

Nos resulta significativo que sean los estudiantes de odontología los que presentan un porcentaje mayor de desconocimiento acerca de la bajísima posibilidad de contagio a través de la saliva (18, 8% vs. 11, 55% en promedio de las otras escuelas). Otro dato significativo en este segmento de la población es que el 14, 47% desconoce que el tratamiento odontológico es una vía posible de contagio.

2) ANTECEDENTES ACERCA DE LAS CONDUCTAS DE riesgo RESPECTO DE HIV/SIDA

Cuando se habla de riesgo, se alude a toda aquella conducta o situación específica que real o potencialmente conduzca al deterioro actual o futuro de la salud biopsicosocial del humano [53, 54, 55, 56, 57].

Hay dos características de las conductas de riesgo que contribuyen a la propagación del virus:

a) las conductas de riesgo van seguidas de forma inmediata por una consecuencia placentera intrínseca siendo las consecuencias nocivas derivadas de las mismas sólo probables [45]; además aparecen a largo plazo e inclusive, en algunos casos, la persona ni siquiera percibe aún las consecuencias derivadas de conductas de riesgo realizadas con anterioridad.

b) Es por ello que no existen señales previas de advertencia respecto del peligro de la conducta a llevarse a cabo. De esta manera, la posibilidad de valorar negativamente dicha conducta se relativiza. De modo tal que, no se logra posponer el logro de una gratificación inmediata por la anticipación del logro de gratificaciones mayores a largo plazo. El SIDA no aparece en cualquier época histórica. Del mismo modo en que cada persona se enferma como ha vivido, la humanidad sufre esta pandemia (coincidente con la globalización) en el momento histórico en que se prioriza la inmediatez [58] y la libertad con tintes individualistas.


Tanto las conductas de riesgo como las conductas preventivas se apoyan en una realidad perceptible y concreta cargada de facticidad; y en tanto conductas humanas encuentran en el siendo su posibilidad y su sentido, lo que le da expresión personal. Tanto una como la otra son la manifestación singular de una historia vital que se construye con otros y encuentran en lo comunitario y social su tono y forma [59].

No podríamos decir, entonces, que las conductas de riesgo son de determinados grupos, como tampoco que las preventivas son propiedad de otros. Así como la salud y la enfermedad no son absolutos, tampoco son absolutos los riesgos y las prevenciones. Nada en sí mismo es riesgoso como nada en sí mismo es preventivo; nadie es ajeno al riesgo como nadie es ajeno a la prevención. Requieren que la comunidad toda y el hombre en particular estén atentos a su construcción [60].

Por un lado se encuentran las conductas específicas que conllevan riesgo de contagio del virus y por otro, todos aquellos factores que podrían aumentar o bien las posibilidades de que ellas ocurran o bien la vulnerabilidad al mismo.

Del análisis de los datos obtenidos respecto de la ocurrencia de conductas de riesgo en nuestra muestra, resaltamos la gravedad que representa la manifestación de una sola de ellas. Independientemente de que los resultados numéricos obtenidos no parezcan epidemiológicamente relevantes, una sola conducta de riesgo puede convertirse en el cien por cien de probabilidad de contagio para esa persona o aumentar geométricamente la transmisión, aunque ello no sea lo habitual. [17]

Es importante recalcar que si bien las primeras investigaciones versaban sobre la frecuencia de prácticas sexuales de riesgo y/o uso de drogas peligrosas o sobre profesionales de la salud que se identificaban como homo o bisexuales o usuarios de drogas [14], aún hoy hay cierta tendencia a poner el énfasis sólo en la conducta sexual y en el uso de drogas como las conductas que potencialmente conllevan riesgo. Esto olvida o hace olvidar que existen otras situaciones peligrosas como por ejemplo, la del personal sanitario que puede verse expuesto a accidentes laborales si no se siguen adecuadamente las normas de bioseguridad, como analizaremos más adelante.

El 77, 10% de nuestra muestra reconoce consumir alcohol a veces o frecuentemente. De ellos los porcentajes que han tenido sexo bajo su influencia se muestran en el siguiente Gráfico 3.

 


Gráfico 3


Teniendo en cuenta que la atención de emergencias derivadas de accidentes vinculados al consumo de alcohol y drogas entre 1995 y 2003, según un estudio financiado por la OEA, se duplicó, que la demanda de ayuda al Programa de Asistencia e Investigación de las Adicciones del Consejo Nacional de Niñez, adolescencia y Familia aumentó un 20% el año pasado con respecto al 2002, que la demanda general de atención en el Cenareso aumentó 50% en los últimos dos años y que en los centros y hospitales públicos de la provincia de Buenos Aires se duplicó la cantidad de personas atendidas entre el año 2002 y el 2003, nos resulta llamativo que sólo el 6, 09% del total de la muestra haya consumido drogas alguna vez [61]. Quizás esto se deba al discurso social moralizante que claramente condena el uso de drogas. Nótese que no sucede lo mismo con el alcohol que, siendo igual de peligroso, es aceptado socialmente y puede decirse acerca de su consumo.

Consideramos el consumo de alcohol y droga porque implican la tendencia a la acción impulsiva debido a que afectan el normal funcionamiento de los mecanismos inhibitorios del S. N. C. y que a su vez repercuten en el sistema inmunológico. Weinstein señala que existen ciertos circuitos de riesgo y que el que ha ingresado a uno de ellos va adicionando vulnerabilidades de distinto origen [55]. Diversos autores consideran el consumo de alcohol como predictor de ingestión de drogas ilícitas y actividades de sexo no protegido [62, 63].

Las situaciones citadas anteriormente (alcohol y droga) no incrementan sólo el riesgo de contagiarse uno mismo, sino que aumentan también las probabilidades de involucrar a otros, accidental y/o intencionalmente. Así lo demuestra el hecho que el 42, 7% de quienes dicen consumir alcohol a veces o frecuentemente reconocen haber hecho daño alguna vez accidental o intencionalmente a terceros; lo mismo sucede con el 13, 8% que declara consumir drogas a veces.

 

Es de destacar que la situación de quienes declaran mantener sexo bajo el consumo de alcohol o drogas es doblemente seria, pues además de implicar riesgo in situ, altera persistentemente la autopercepción de riesgo de tal modo que aún sin estar bajo los efectos tóxicos continúan considerando en gran medida no tener alta probabilidad de contagio, tal como se muestra en las Tablas 1 y 2

 


Tabla 1



Tabla 2

Las falencias a nivel informativo, que hemos analizado en apartados precedentes, constituyen la base de conductas de riesgo. En tal rango entran por ejemplo, la falta de conocimientos del uso del preservativo, las vías de contagio, etc. Un ejemplo de una creencia errónea respecto de la posibilidad de contagio nos la brinda los datos que señalan que el 12, 8% de la muestra cree que todos los Métodos Anticonceptivos sirven para prevenir el HIV/SIDA.

Un caso particular de falla en la información aparece en el 37, 8% de los encuestados que considera que no hay forma efectiva de prevenir el SIDA. Esto nos hace surgir la pregunta ¿cuáles son las conductas preventivas que toman a partir de esta idea errada?

El 16, 8% de la muestra es conciente de no ser capaz de pensar siempre con claridad cuando está sexualmente excitado. El 73, 65% de ellos dice utilizar el preservativo como método de prevención del contagio. ¿Es posible que puedan llevar a cabo una prevención eficaz bajo esas condiciones? Por otro lado, quienes dicen pensar claramente en esa circunstancia, ¿realmente pueden hacerlo o creen poder?

Estas conductas de riesgo ponen en evidencia la necesidad de analizar la autopercepción que los encuestados poseen acerca de las mismas.

3) AUTOPERCEPCIÓN DE CONDUCTAS DE RIESGO

Sólo el 11, 6% (Tabla 3) de los encuestados que se realizó el análisis lo hizo por motivos referidos a la conciencia de su situación de riesgo. Tal cifra podría elevarse, aunque no podemos precisar cuánto, debido a la cantidad de encuestados que aducen otras razones sin especificarlas. En tanto que el resto parecería haberse visto obligado a realizarlo. En la medida que la población encuestada considere que es nada (18, 6%) o poco probable (70, 1%) su posibilidad de contagiarse el virus, la tasa de realización espontánea no será mucho mayor a los datos actuales.



Tabla 3

Respecto de cómo se vivencia el SIDA, se destaca que en todos los ítem (interfiere en la vida afectiva, interfiere en la vida social, interfiere en la vida laboral) los encuestados sienten que afecta más la vida de los demás que la propia. Sin embargo, en los ítems sobre si representa una amenaza para su vida e interfiere en la vida sexual, se observan mayores porcentajes respecto de sí mismos que de los demás. Esto puede relacionarse con que el 48, 7% considera que el uso de preservativo crea una barrera emocional entre los amantes, por lo tanto tener que usarlo ¿es lo que sienten como interferencia en la vida sexual?. Habría que pensar si vivir el SIDA como una amenaza es lo que hace que de los datos obtenidos no se deduzca conductas de riesgos por promiscuidad más que en casos aislados


Respecto de cómo se vivencia el SIDA, se destaca que en todos los ítem (interfiere en la vida afectiva, interfiere en la vida social, interfiere en la vida laboral) los encuestados sienten que afecta más la vida de los demás que la propia. Sin embargo, en los ítems sobre si representa una amenaza para su vida e interfiere en la vida sexual, se observan mayores porcentajes respecto de sí mismos que de los demás. Esto puede relacionarse con que el 48, 7% considera que el uso de preservativo crea una barrera emocional entre los amantes, por lo tanto tener que usarlo ¿es lo que sienten como interferencia en la vida sexual?. Habría que pensar si vivir el SIDA como una amenaza es lo que hace que de los datos obtenidos no se deduzca conductas de riesgos por promiscuidad más que en casos aislados

Respecto de la autopercepción de conocimiento diremos que se preguntó por ella al inicio y al final de la encuesta. La tabla 4 y el Gráfico 4 muestra cómo en el transcurso de la realización de la misma fue modificándose la percepción del propio conocimiento sobre el tema. Esto nos permite inferir que la encuesta es un instrumento eficaz para la toma de conciencia acerca del conocimiento con el que se cuenta.

 


Tabla 4



Gráfico 4

A modo de discusión

Luego de analizar los datos empíricos recogidos podemos comenzar a enunciar algunas conclusiones: “La gran cantidad de información, por sí sola, puede ser un elemento que ayude a la toma de distancia personal del problema. A veces, creerse informado interfiere en la decisión de tener conductas preventivas en tanto la información ofrece una falsa sensación de seguridad…. Si bien la información es el punto de partida del proceso preventivo, debe ser considerada necesaria y pertinente por aquel que la recibe y para ello debe estar motivado para recibirla. También es cierto que la información para ser aprehendida debe ser significativa lógicamente, condición con la que se cumple desde el modelo biomédico. Pero esto, según los registros estadísticos no ha bastado para detener el avance del contagio. Debemos preguntarnos entonces, qué es lo que media entre una información lógicamente emitida y la aparición o no de un comportamiento preventivo. Podríamos decir que debe ser también, potencialmente significativa desde lo psíquico. …” [64].

Si bien el 42, 64% de la muestra reconoce sus deficiencias en el tema y su cambio en la autopercepción de conocimiento, a nuestro entender esto no es suficiente para la prevención ya que la presencia de conductas de riesgo (aunque de baja frecuencia), incrementan la posibilidad de contagio. No debemos olvidar que una sola exposición al virus puede producir contagio dependiendo de las condiciones biopsicosociales de la persona. Por otro lado, debemos recordar que el trabajo se ha realizado sobre futuros agentes de salud y educación; si los que deben cuidar desconocen los riesgos a los que están expuestos y exponen, se multiplican las posibilidades de expansión del virus.

Es importante señalar que, más allá de ser un instrumento estadístico, la encuesta se ha convertido en un instrumento de autopercepción, primer peldaño a la autoeducación [11]. Como se muestra en la tabla 4, los estudiantes modifican su autopercepción de conocimiento a medida que van realizando la encuesta; la misma encuesta les brinda información sobre aspectos de sí mismos y de la enfermedad que no les eran conocidos.

Se observa que a medida que aumenta el riesgo general aumenta el sexual. A pesar de que el aumento de información aumenta la autopercepción, ambas cosas no disminuyen necesariamente el riesgo, tanto a nivel general como a nivel sexual. Que alrededor del 50% presente conductas de riesgo y/o fallas en el conocimiento o la información es sumamente alarmante, ya que si un solo estudiante presenta estas falencias significa el aumento de probabilidad de contagio y propagación del virus. Los resultados también nos permiten inferir que los estudiantes de psicología y Psicopedagogia han podido reflexionar más acerca de sus limitaciones en el conocimiento e información que poseían. Dejamos abierta la discusión para nuevas investigaciones acerca de dichos datos: a) es una cuestión de género, ya que la mayoría son mujeres, b) es una cuestión de disciplina que lleva a una mayor reflexión sobre los hechos y conductas, c) es una cuestión de personalidad y elección de carrera que por ende se combina con un estilo de pensamiento. Dada la relevancia de los datos obtenidos sobre conocimiento y conductas de riesgo, nos parece oportuno implementar la encuesta utilizada para esta investigación en otras Universidades de gestión pública y privada.

Podemos concluir que "La realidad es en primera instancia realidad concreta en tanto se basa en lo perceptivo" [12, p30]; pero esta percepción nunca es algo neutro pues conlleva valoraciones que la confirman o no [11], es decir, que es una percepción dotada de sentido que da una particular forma de pensar la realidad y por lo tanto de actuar sobre ella [65].

El hombre es el único animal capaz de reflexionar sobre su propia existencia. Pero esa reflexión tampoco se hace de modo aislado del entorno en el cual se desenvuelve, ni haciendo caso omiso de los acontecimientos históricos que hacen a lo particular de su existencia ni al hecho insoslayable de la finitud de la misma.

Es así como, los estudiantes universitarios encuestados nos muestran con sus respuestas que, independientemente de haber recibido información, no han podido componer la síntesis entre lo percibido y lo valorado, de modo que surja un sistema conceptual que organice un estilo personal de pensar y pensarse que les permita acciones tendientes al cuidado de sí y de los otros [66].

La temática referida los enfrenta a ir-siendo-actores de su existencia y responsables de sus elecciones. A pesar de que todos sabemos que tánatos gana pues la finitud es nuestra última posibilidad y que en ella se plasma nuestro ser, el objetivo debería ser que la misma no acontezca en momentos precoces dejando truncos desarrollos vitales en nuestros niños y oscureciendo proyectos existenciales en nuestros jóvenes, o simplemente facilitando racionalizaciones patológicas en el adulto.

 

A modo de discusión

Luego de analizar los datos empíricos recogidos podemos comenzar a enunciar algunas conclusiones: “La gran cantidad de información, por sí sola, puede ser un elemento que ayude a la toma de distancia personal del problema. A veces, creerse informado interfiere en la decisión de tener conductas preventivas en tanto la información ofrece una falsa sensación de seguridad…. Si bien la información es el punto de partida del proceso preventivo, debe ser considerada necesaria y pertinente por aquel que la recibe y para ello debe estar motivado para recibirla. También es cierto que la información para ser aprehendida debe ser significativa lógicamente, condición con la que se cumple desde el modelo biomédico. Pero esto, según los registros estadísticos no ha bastado para detener el avance del contagio. Debemos preguntarnos entonces, qué es lo que media entre una información lógicamente emitida y la aparición o no de un comportamiento preventivo. Podríamos decir que debe ser también, potencialmente significativa desde lo psíquico. …” [64].

Si bien el 42, 64% de la muestra reconoce sus deficiencias en el tema y su cambio en la autopercepción de conocimiento, a nuestro entender esto no es suficiente para la prevención ya que la presencia de conductas de riesgo (aunque de baja frecuencia), incrementan la posibilidad de contagio. No debemos olvidar que una sola exposición al virus puede producir contagio dependiendo de las condiciones biopsicosociales de la persona. Por otro lado, debemos recordar que el trabajo se ha realizado sobre futuros agentes de salud y educación; si los que deben cuidar desconocen los riesgos a los que están expuestos y exponen, se multiplican las posibilidades de expansión del virus.

Es importante señalar que, más allá de ser un instrumento estadístico, la encuesta se ha convertido en un instrumento de autopercepción, primer peldaño a la autoeducación [11]. Como se muestra en la tabla 4, los estudiantes modifican su autopercepción de conocimiento a medida que van realizando la encuesta; la misma encuesta les brinda información sobre aspectos de sí mismos y de la enfermedad que no les eran conocidos.

Se observa que a medida que aumenta el riesgo general aumenta el sexual. A pesar de que el aumento de información aumenta la autopercepción, ambas cosas no disminuyen necesariamente el riesgo, tanto a nivel general como a nivel sexual. Que alrededor del 50% presente conductas de riesgo y/o fallas en el conocimiento o la información es sumamente alarmante, ya que si un solo estudiante presenta estas falencias significa el aumento de probabilidad de contagio y propagación del virus.
Los resultados también nos permiten inferir que los estudiantes de psicología y Psicopedagogia han podido reflexionar más acerca de sus limitaciones en el conocimiento e información que poseían. Dejamos abierta la discusión para nuevas investigaciones acerca de dichos datos: a) es una cuestión de género, ya que la mayoría son mujeres, b) es una cuestión de disciplina que lleva a una mayor reflexión sobre los hechos y conductas, c) es una cuestión de personalidad y elección de carrera que por ende se combina con un estilo de pensamiento.
Dada la relevancia de los datos obtenidos sobre conocimiento y conductas de riesgo, nos parece oportuno implementar la encuesta utilizada para esta investigación en otras Universidades de gestión pública y privada.

Podemos concluir que "La realidad es en primera instancia realidad concreta en tanto se basa en lo perceptivo" [12, p30]; pero esta percepción nunca es algo neutro pues conlleva valoraciones que la confirman o no [11], es decir, que es una percepción dotada de sentido que da una particular forma de pensar la realidad y por lo tanto de actuar sobre ella [65].

El hombre es el único animal capaz de reflexionar sobre su propia existencia. Pero esa reflexión tampoco se hace de modo aislado del entorno en el cual se desenvuelve, ni haciendo caso omiso de los acontecimientos históricos que hacen a lo particular de su existencia ni al hecho insoslayable de la finitud de la misma.

Es así como, los estudiantes universitarios encuestados nos muestran con sus respuestas que, independientemente de haber recibido información, no han podido componer la síntesis entre lo percibido y lo valorado, de modo que surja un sistema conceptual que organice un estilo personal de pensar y pensarse que les permita acciones tendientes al cuidado de sí y de los otros [66].

La temática referida los enfrenta a ir-siendo-actores de su existencia y responsables de sus elecciones. A pesar de que todos sabemos que tánatos gana pues la finitud es nuestra última posibilidad y que en ella se plasma nuestro ser, el objetivo debería ser que la misma no acontezca en momentos precoces dejando truncos desarrollos vitales en nuestros niños y oscureciendo proyectos existenciales en nuestros jóvenes, o simplemente facilitando racionalizaciones patológicas en el adulto.


Las conductas de riesgo a las que se exponen parecen ser la negación de esa finitud, como manifestación de una onmipotencia característica de la adolescencia, cuando su cercano futuro como profesionales de la salud les impone dejar de serlo.

Las fallas en la autopercepción de riesgo son la consecuencia de una lábil conciencia de mismidad y por ende de la negación de la finitud. Esto les impide interperlarse e interpelar la realidad. La ausencia de espíritu critico los aleja del cuidado y lo impulsa a conductas de riesgo para consigo y para con los otros, incluso depositando en los otros el cuidado de sí mismos.

Si bien la información es el punto de partida de un proceso preventivo, es también punto de partida de un proceso constructivo de AUTOEDUCACION [11] el cual “…es una viviente autoiniciativa y quienes sostengan otra cosa . . . tratarán de informar, de establecer comunicaciones, pero no lograrán la formación. . . . que sólo consigue la automotivación y las libres elecciones de criterios, educidos por propias autodeterminaciones responsables” [11 p91]. Hablar de autoeducación, automotivación y libres elecciones de criterios es hablar de conducta humana. Esto implica, desde nuestra visión integral del hombre, hablar del sentido existenciario y de la significación social de la conducta. Al referirnos al humano no podemos omitir lo valorativo.

Los hechos perceptibles que la información describe cobran sentido en la conducta y se formalizan en el conocimiento. Como lo valorativo atiende a fines siempre cambiantes, aunque respetando la unicidad biopsicosocial del yo, el pensamiento se torna flexible y por tanto ajustado a cada situación vital. Si el conjunto de valoraciones convertidas en ideal se rigidiza, se convierte en ideología y el pensamiento se vicia de prejuicios y se ve impedido de mensurar el obrar en la existencia concreta [67].

Como tutores es nuestra responsabilidad fijar las metas que permitan a los estudiantes realizarse en la consumación de las acciones para el logro de los resultados necesarios que contribuyan a la construcción de la salud en el concierto de la comunidad científica, política y económica, nacional e internacional.
Por ello proponemos que la temática HIV/SIDA sea considerada por el Estado como prioridad en la Educación Superior. Independientemente de que las currículas contemplen el abordaje desde los contenidos conceptuales, los mismos deben transformarse en procesos vivenciales que atraviesen la experiencia autoeducativa y se ubiquen en el centro de la misma.

La comunidad educativa en el nivel superior tiene la responsabilidad hacia la sociedad de ser formadores y propiciadores del bienestar biopsicosocial, por ello nos parece oportuno concluir este trabajo con el espíritu que nos legara M. Herrera Figueroa “Educar es influir sobre el otro para que éste autoconduzca su accionar hacia objetivos sanos. . . . a cargo del educador está la fijación de metas pero del educando depende el conseguirlas de modo que su esfuerzo resulta indelegable” [11, p 26]


Referencias bibliográficas

1 . - OMS/ONUSIDA. Informe sobre la epidemia mundial de SIDA. 2004

2 . - Risueño, A. (1998 septiembre) Visión integral del hombre en un mundo con SIDA. En Mas Colombo, E. presidente V seminario Interuniversitario y II Jornada Interdisciplinaria de ETS y SIDA. Universidad Kennedy. Buenos Aires, Argentina.

3 . -The United Nations (UNAIDS) "Report on the Global HIV/AIDS Epidemic, 2002" Disponible en: www. unaids. org/barcelona/presskit/ report. html

4 . - Bundy, D. (2002, 9 julio). Educación y VIH. Conferencia de Prensa dada en la XIV Conferencia Internacional de SIDA Barcelona 2002. Disponible en: www. aids2002. com/newarticle. asp

5 . - ONU (2001, 25-27 Junio) Proyecto de Declaración de Compromiso de VIH/SIDA “Crisis mundial, Acción mundial". Disponible en: www. aids. gov. br/coopex/declarationcommitment. pdf

6 . - Herrera Figueroa, M. (1981). Universidad y Educación Triversitaria. Buenos Aires, Argentina: Ed. Plus Ultra

7 . - Mas Colombo, E. y col. (1999). Clínica Psicofisiopatológica. Buenos Aires, Argentina: Erre Eme edit. 21-25

8 . - Kelly, J. A. , Murphy, D. A. , Sikkena, k. J. y Kalichman, S. C. (1993) Psychological intervention to prevent HIV infection are urgently hended: New priorities for behavioral research in the second decade of AIDS. American Psychologist, 42(10), 1023-1034.

9 . - Aggleton, P. (1998) Sexualidad, comportamiento sexual y cambio de comportamiento. Revista DESIDAMOS Año VI Número 1, 5-8. Buenos Aires, Argentina: FEIM

10 . - Gardner, R. , Blackburn, R. , Upadhyay, U. (1999) El comportamie







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