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La autolesión como vía de autorregulación emocional en personas con déficit de mentalización

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Autor/autores: Teresa Sánchez Sánchez
Fecha Publicación: 02/05/2018
Área temática: Ansiedad, Trastornos de ansiedad y relacionados con traumas y factores de estrés .
Tipo de trabajo:  Conferencia

Universidad Pontificia de Salamanca. Facultad de Psicología C/ Compañía, nº 5. Salamanca 37002

RESUMEN

Las autolesiones son un fenómeno casi viral que ha merecido una profusa investigación en otros países pero escasa en España. Comenzamos con una descripción detallada y específica de las Autolesiones Deliberadas No Suicidas, discriminándolas de otros cuadros clínicos o manifestaciones corporales que poseen otras intenciones expresivas e ideológicas. A continuación exponemos los tipos y variantes de Conductas Autolesivas (CAL) y pormenorizamos la epidemiología y los significados psíquicos de las mismas. Mostramos las motivaciones y los factores psicológicos que más frecuentemente se refieren en los centros de salud y terapéuticos, observando éstas desde distintas perspectivas teóricas procedentes de modelos hermenéuticos solventes. Avanzamos exponiendo las principales comorbilidades que presentan las autolesiones adolescentes, su yuxtaposición con trastornos clínicos frecuentes en este periodo vital (reacciones al maltrato y al abuso sexual, a experiencias traumáticas, intentos de suicidio, TCA, abuso de sustancias, trastorno Límite, TDAH, estrés…). Sopesamos la perspectiva de la autorregulación emocional, y de la mentalización para comprender una gran parte de los problemas de las Conductas Autolesivas

Palabras clave: Autolesión. Mentalización. Autorregulación


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LA AUTOLESIÓN COMO VÍA DE AUTORREGULACIÓN EMOCIONAL EN PERSONAS CON
DÉFICIT DE MENTALIZACIÓN
Teresa Sánchez Sánchez.
tsanchezsa@upsa. es

Tras recibir múltiples nombres como "epidemia silenciosa" o "suicidio parcial", etc, el Síndrome
de autolesión Deliberada (SAD) ha sido acotado como:
Un acto deliberado y en general recurrente de hacer daño al propio cuerpo, sin la ayuda de
otra persona, de manera lo suficientemente severa como para ocasionar lesiones en los tejidos
corporales y generar hematomas, fracturas, cicatrices o marcas (Luna Montaño, 2012, p. 5).
Abundante bibliografía reciente ha configurado un perfil de rasgos de personalidad que
aumentan la predisposición a realizar autolesiones de diversa gravedad: autoagresión mayor,
estereotípica, compulsiva o impulsiva (Favazza, 1988). Dichos rasgos son: alexitimia, fugas
disociativas, dificultad para la mentalización de los conflictos y desregulación emocional. El
repaso de amplios estudios muestrales efectuado por Frías, Vázquez, et als (2012) nos ayuda
a descubrir el abanico de patologías en las que la conducta autolesiva suele aparecer como uno
más de sus síntomas patognomónicos: trastornos de personalidad (en particular el TLP),
Trastornos del estado de ánimo (sobre todo la Depresión), Trastornos del espectro autista
(sobre todo el autismo clásico), trastornos del control de impulsos, trastornos inducidos por
sustancias, trastornos de la conducta alimentaria, trastornos generales del desarrollo, etc. Sin
embargo, la mayor cantidad de estudios cotejados han analizado la comorbilidad de las
Conductas Autolesivas (CAL) con: trastorno Límite de personalidad, Trastornos Disociativos,
trastorno de conducta Alimentaria, y Trastornos por consumo de sustancias (Villarroel, 2013).
Otra consideración previa resulta imprescindible: el perfil mayoritariamente adolescente
asociado a las CAL hace pensar que éstas sean un modo tentativo de algunos jóvenes para
regular sus estados de ánimo cuando no saben o no pueden reaccionar de un modo equilibrado
y proporcionado a sus tormentas emocionales y conflictos (Kirchner et als, 2011). Nader y
Boehme (2003) presentaron una muy útil clasificación donde las CAL pueden ser:
- Catárticas: autolesiones que tienen por objeto desembarazarse de la tensión mental o del
dolor y conflicto psíquico que no pueden tramitar de otro modo.
- Reintegrativas: autolesiones que devuelven al sujeto a la conciencia de su yo, tras momentos
de anestesia emocional o disociación graves.
- Manipulativas: autolesiones que consiguen atención, cuidados, visibilización o soporte por
parte de personas del entorno, cuando éste es disperso, caótico o abandónico.

MODELOS EXPLICATIVOS
Diversos modelos han intentado explicar los beneficios que reportan las autolesiones y que son
causa de que se mantengan y perpetúen con la resistencia propia de muchas conductas
adictivas.
1) Para el modelo tetrafactorial de Nock y Prinstein (2004) las CAL cumplen cuatro tipos no
excluyentes de funciones: intrapersonal positivo (= excitación, salida de la apatía),
intrapersonal negativo (= alivio y regulación de emociones negativas como la frustración o la
ira), interpersonal positivo (= apoyo y cuidados del entorno) e interpersonal negativo
(evitación de responsabilidades y compromisos).
2) En el modelo interpretativo de Taboada (2007), quienes recurren a las autolesiones utilizan
su cuerpo como el escenario de sus dramatizaciones. Por tanto, las CAL cumplirían una función
básicamente expresiva, paralingüística: el cuerpo es un lienzo sobre el que se perfilarían los
sentimientos que no hallan cauce a través de la palabra.
. . . es un lenguaje somático que utiliza el cuerpo en vez de palabras y sentimientos (. . . ), es un
intento de manejar sentimientos caóticos como la ira, el odio, el sufrimiento emocional intenso
y decirle a los otros que lo han decepcionado, abandonado o abusado de él. . . no hay que verlo
como búsqueda de atención o deseo de manipulación (Taboada, 2007, pp. 3-4).
3) Para el modelo de Pietrocola (2012) el acto autolesivo posee una cualidad que podríamos
llamar talismán: gracias a ella, el sujeto puede percibir que recupera el control sobre
situaciones interactivas que le hacen sentir impotente, o adquiere una creencia de dominio
sobre su cuerpo y mente. Podría decirse que, a través de las autolesiones, se reorganiza y se
estabiliza. De entre todas las modalidades de CAL posibles, cada una de ellas ligadas
preferentemente a diversos trastornos, las CAL impulsivas son las que se utilizan como recurso
autocalmante aprendido con resultados autorreguladores para las emociones negativas.
En esta dirección, 4) el modelo de Klonsky (2007) sugiere que la autolesión habría devenido
desde tempranas fases de la vida una estrategia para gestionar el estrés personal, escolar y
familiar. Por doquier afloran evidencias de la relación entre ambientes abusivos, disfuncionales
y ultraexigentes con la aparición y desarrollo de las CAL. Pero la misma variable que está
presente en éstas, lo está en el TLP. No es, pues, de extrañar que entre el 70 y el 80% de
pacientes que cumplen criterios de TLP presenten CAL, como ya hallaron Mendoza & Pellicer
(2002) y corroboraron más tarde Cuevas Yust y López Pérez-Díaz (2012). Ha de resaltarse la
vinculación entre el bullying (y otras modalidades de violencia entre pares) y la emergencia de
conductas autolesivas en niños y adolescentes, como ha puesto de relieve Villalobos Parra
(2013), tanto como la conexión entre abusos físicos o sexuales y la aparición de ideaciones
suicidas o conductas autolesivas o autopunitivas (Sánchez Sánchez, 2017).
5) Desde el modelo de la Psicosomática de Instituto de Psicosomática de París (IPSO)
(Smadja, 1993; 1995), la autolisis manifiesta un destino inacabado del masoquismo que
resulta autocalmante, como en otros casos lo es la exposición a riesgos extremos o a estímulos
pavorosos (Szweic, 1995). Llamativamente, a menudo jóvenes con TLP alejan el riesgo de
consumación suicida mediante la ejecución de autolesiones, ya que el daño físico de los cortes
o quemaduras (entre otras fórmulas) sirve para desplazar hacia el cuerpo y concretar en la
herida física, un dolor interno y emocional mucho más difuso e inmanejable. El cuerpo revela
el daño, la sangre fluye, y al hacerlo, parecen sentir que mentalmente se reorganizan y llegan
a adaptarse a su realidad, a menudo incluso a soportar lo insoportable.
6) En el modelo de Pérez Zabalza, corroborando, profundizando y matizando lo anterior,
(2016) se atribuyen diversas funciones a las CAL:
a) Regulación de afectos negativos;
b) Autocastigo;
c) Señalar angustia;
d) Antidisociación; e) Antisuicidio; f) Autocuidado;
g) Poner a prueba la dureza y resistencia del yo;
h) Búsqueda de autonomía;
i) Marcar límites interpersonales;
j) Búsqueda de sensaciones.
Como puede apreciarse, las funciones a) y e) inciden en la autorregulación y el freno contra
fórmulas más graves y definitivas. En un lenguaje psicodinámico podría incluso postularse que
las CAL sirven como parapeto contra las excitaciones psíquicas que podrían amenazar con
disolver el yo o conducir a depresiones de alto riesgo o a somatizaciones letales. En
perspectiva de la escuela del IPSO parisina, cabría decir que son una barrera paraexcitatoria
que impide el descenso del Yo hacia el foso de la locura (Sánchez, 2009), o de la muerte, sea
en forma de desorganización somática o de suicidio.

AUTORREGULACIÓN EMOCIONAL Y MECANISMOS AUTOCALMANTES
Muchas patologías descritas en los tratados nosológicos al uso (DSM V, CIE 10) presentan
entre sus criterios descriptores la inestabilidad emocional o el procesamiento cognitivo de las
emociones defectuoso. Esto equivale a decir que el fracaso o el déficit en la gestión emocional
en el decurso de la vida son algo universal, frecuente y común. Nadie podrá asegurar que no
haya perdido, siquiera sea momentánea o esporádicamente, la gerencia emocional de su vida
o no haya sufrido disforias, distimias o trastornos en la homeostasis emocional y en su relación
con el medio. Pero rara vez esas disrupciones abruptas del mundo emocional interno
desembocan en conductas autolesivas, aunque no excluye que lo hagan en conductas
autodestructivas de otra índole (abuso de alcohol u otras drogas, episodios agresivos,
descontroles verbales, decisiones perjudiciales para su adaptación laboral o interpersonal, etc.
Por eso, lo específicamente reseñable de las CAL es que evidencien ser el recurso paradójico
que ciertas personas, sobre todo adolescentes (Casas Dorado, 2016), por lo general con
inestabilidad emocional y alexitímicas, utilizan toda vez que ven alterarse su homeostasis
psicocorporal. . Algo así como: "me corto, luego existo" o "porque existo, y para que se note, y
porque soy dueño de mi yo corporal, me corto". Lectura ésta que ratifican Rodríguez et als: "el
paciente logra recuperar la conciencia de su propia existencia o constatar su propio dolor con
algún grado de alivio" (2007, p. 249).
El síntoma autoagresivo parece surgir como una salida de emergencia para buscar alivio de
emociones negativas, contenidos internos displacenteros, abrumadores o intolerables de los
cuales hay que deshacerse rápidamente. (Rodríguez et als, 2007, p. 246). "Adicionalmente, el
acto de cortarse se convierte en la prueba fehaciente del sufrimiento interno que ahora puede
verse, tocarse, sentirse claramente en forma de dolor físico, un dolor que parece aliviar el
dolor emocional. (Ibid, p. 247).
No obstante, creemos legítimo hablar del círculo vicioso de la autolesión pues el efecto lenitivo,
de descarga (alivio o drenaje) o de restauración de equilibrio dentro-fuera (o yo-otros) es
efímero. Cuando se disipa, cuando se olvida o desvanece el alivio ocasionado por la autolesión
ante la emergencia de un nuevo conflicto, abandono, fallo en la organización de la autoestima,
etc. ,

el malestar (disociación, vacío, soledad, ansiedad, conflictos, indelimitación, interpersonal, etc) regresa una y otra vez. El aumento de la tensión vuelve a desregular el precario equilibrio logrado con los cortes. Podría hablarse, por tanto, de craving autolesivo. Es
un tópico recurrente el que contrapone suicidio y autolesión afirmando que "el suicidio es una
solución permanente a un problema temporal, mientras que la automutilación es una solución
temporal a un problema permanente" (Muñoz Algar, 2016).

ALTERACIONES EN LA PERCEPCIÓN DEL DOLOR
Desde un modelo interpretativo neurobiológico, los pacientes autolíticos tienen un umbral del
dolor muy alto por lo que no refieren sentir dolor cuando se dañan, apareciendo solo más tarde
y tenue. Las bases neuronales de tal contingencia pueden encontrarse tanto en la excesiva
activación de la corteza prefrontal como en la inhibición del procesamiento amigdalar del dolor
(Schmahl, 2014). El hipofuncionamiento del eje del estrés, por lo que estas personas producen
menos cortisol de lo habitual. Por ende, se aprecia una disfunción del sistema opioide, y
alteraciones en el sistema dopaminérgico y serotoninérgico (Mendoza y Pellicer, 2002). De este
modo, la autolesión facilitaría la producción y liberación en el organismo de opiáceos
endógenos de los que son deficitarios: betaendorfinas y metaencefalinas y lograría despertar la
percepción de dolor, aletargada o anestesiada como consecuencia del bloqueo emocional. El
efecto tranquilizador o levemente euforizante de las endorfinas reduce las sensaciones
desagradables previas. Por ello, los pacientes estarán más relajados, al menos hasta que
emerjan la culpa o la vergüenza (Llull Carmona et al, 2017), razón por la cual cabe también
considerar las CAL como adicciones al dolor (Zubiri, 2010).
La experiencia descrita por S. Doctors (2007) a lo largo de 35 años de trabajo con
adolescentes que se autocortan nos lleva a inferir que cuando se sienten inundados por
sensaciones de violencia emocional (procedente del exterior o del interior del propio recuerdo o
procesamiento mental), o en riesgo de fractura mental ante circunstancias muy adversas,
acuden a su `mejor amigo' (el corte, la cuchilla). Esta perturbadora vía les ayuda a salir de
sensaciones de vacío intolerable o de anestesia e irrealidad y a recobrar la sensación de estar
vivos y de ser reales.

CONCLUSIONES
El conjunto de paradojas que se constatan en las autolesiones pueden resumirse en las
siguientes, con las que sintetizo esta comunicación:
· Es una actividad que `despierta' mediante el dolor un psiquismo yerto.
· Es una conducta que, atacando al cuerpo, aspira a la recuperación de la homeostasis.
· Es una destrucción que busca afianzar la autonomía y construir límites identitarios.
· Es una herida que tiene un efecto antihundimiento.
· Es un autodaño físico capaz de reparar el daño emocional.
· Es un trauma (corte, fractura, herida) que cumple una función traumatolítica.
· Es un paralenguaje alexitímico que trata de comunicar la desesperación y la ira o decepción
contra el entorno cercano del que, al mismo tiempo, reclama apoyo.
· Es un refugio defensivo y anti-objetos que ayuda, momentáneamente al menos, a sobrevivir.
La limitación de espacio y tiempo de esta comunicación, me permiten solo esbozar que existe
abundante evidencia científica para confirmar en las personas que refieren CAL dos nuevas
variables: fallos en el apego primario -generalmente desorganizado o inseguro ansioso(Fonagy, 2000; Fonagy y Lorenzini, 2014) y dificultades notables en el desarrollo de
mecanismos de mentalización suficientes y eficaces (Bateman y Fonagy, 2016). La carencia de
`espejamiento

materno' (Winnicott), de una parte, y la recurrencia a fórmulas prementalizadoras (equivalencia psíquica, disociativas o `como si', y, sobre todo, el modo
teleológico de evacuación de tensión emocional) se asocian al funcionamiento psíquico de los asiduos a la autolisis (Lanza Castelli, 2013a y 2013b). No pueden distraernos ni lo escandalos de la sangre o las heridas ni los otros daños corporales autolesivos. No se trata solo de
conductas disfuncionales. Para un psicoterapeuta no deberían pasar desapercibidas, pese a la alarma que generan las heridas autoinfligidas, que hay un colapso ­tanto en el procesamiento, como en la gestión, la expresión y la comunicación relacional- del funcionamiento mental que
ha de desanudarse para minimizar la recurrencia de CAL u otros riesgos más graves (suicidio, somatizaciones) de los que las CAL sirven como desaguadero, impidiendo la explosión de los diques de contención de la presa.

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