La aparición o la ausencia de la transferencia negativa es probablemente uno de los mayores retos técnicos durante la psicoterapia, y su deficiente análisis es probablemente una de las causas del fracaso de la misma en numerosas ocasiones. En 1900, tras el caso Dora, Freud descubrió tempranamente los efectos de la transferencia sobre la cura, y en 1907 y 1910 la situó como la llave el proceso psicoterapéutico.
Poco después, en 1912, en uno de los ensayos sobre técnica estableció la diferencia entre una trasferencia «positiva» y una «negativa», aunque también sentó la base para la confusión entre la definición por su contenido y por su dinámica, y lo que fue más grave, con respecto a la transferencia negativa no fue capaz de separarse de la noción inicial de resistencia y, por tanto, solamente pudo ver en ella un obstáculo para la cura analítica. Tuvieron que pasar más de veinte años, y las disputas técnicas de los años veinte y treinta con sus principales discípulos, para que Freud en 1938, en su último e inacabado texto “Esquema del psicoanálisis”, entreviera la importancia capital del análisis de la transferencia negativa.
Psicólogo de la Comunidad de Madrid; Psicoterapeuta; Profesor del Master de Psicoterapia Psicoanalítica (UCM).