Las migraciones humanas constituyen uno de los fenómenos sociales de mayor relevancia en el mundo contemporáneo. Las crecientes diferencias de desarrollo entre hemisferios, el aumento de la interdependencia económica global, la revolución de las nuevas tecnologías y de los medios de comunicación, así como la creciente conflictividad mundial contribuyen a este fenómeno de movilidad humana sin precedentes. Por medio de este trabajo se presenta la relación entre inmigración, individuo, familia y entorno desde la perspectiva de los retos y dificultades que tienen que afrontar tanto las personas como familias inmigrantes asentadas en un país ajeno al suyo.
A este enfoque se le añade la visión aportada por el concepto de resiliencia, proceso por el cual las personas que viven una circunstancia crítica, como en este caso la de adaptarse a un nuevo contexto, pueden salir reforzadas de la misma situación de crisis. En este trabajo se realiza un análisis detallado de los factores de resiliencia en el contexto migratorio actual a tres niveles; individual, familiar y social, manteniéndose el mismo esquema para el estudio de los factores de riesgo. Finalmente se propone un posible ciclo Vital de la Familia Inmigrante en función de los principales retos específicos que tiene que enfrentar. A modo de conclusión, se defiende la hipótesis de que la migración familiar, en comparación con la individual, está sometida a mayor número de estresores, de relevante intensidad, durante un periodo más largo de tiempo y de forma más recurrente que para aquellos casos de migraciones individuales.
Resiliencia e inmigración.
Estíbaliz Pereda Sagrero; Roberto Pereira Tercero.
Escuela Vasco Navarra de terapia Familiar
Resumen
Las migraciones humanas constituyen uno de los fenómenos sociales de mayor relevancia en el mundo contemporáneo. Las crecientes diferencias de desarrollo entre hemisferios, el aumento de la interdependencia económica global, la revolución de las nuevas tecnologías y de los medios de comunicación, así como la creciente conflictividad mundial contribuyen a este fenómeno de movilidad humana sin precedentes. Por medio de este trabajo se presenta la relación entre inmigración, individuo, familia y entorno desde la perspectiva de los retos y dificultades que tienen que afrontar tanto las personas como familias inmigrantes asentadas en un país ajeno al suyo. A este enfoque se le añade la visión aportada por el concepto de resiliencia, proceso por el cual las personas que viven una circunstancia crítica, como en este caso la de adaptarse a un nuevo contexto, pueden salir reforzadas de la misma situación de crisis. En este trabajo se realiza un análisis detallado de los factores de resiliencia en el contexto migratorio actual a tres niveles; individual, familiar y social, manteniéndose el mismo esquema para el estudio de los factores de riesgo. Finalmente se propone un posible ciclo Vital de la Familia Inmigrante en función de los principales retos específicos que tiene que enfrentar. A modo de conclusión, se defiende la hipótesis de que la migración familiar, en comparación con la individual, está sometida a mayor número de estresores, de relevante intensidad, durante un periodo más largo de tiempo y de forma más recurrente que para aquellos casos de migraciones individuales.
Introducción
Las migraciones humanas constituyen uno de los fenómenos sociales de mayor relevancia en el mundo contemporáneo. Las crecientes diferencias de desarrollo entre hemisferios, el aumento de la interdependencia económica global, la revolución de las nuevas tecnologías y de los medios de comunicación y transporte, así como la creciente conflictividad mundial contribuyen a este fenómeno de movilidad humana sin precedentes.
En el año 2000, 175 millones de personas vivían en un país que no era el suyo, es decir, el 3% de la población mundial. De éstos, el 60% vive en países desarrollados, de los cuales 56 millones están en Europa. Con estas cifras es evidente que nuestra sociedad ha vivido una transformación en cuanto a su composición y, por lo tanto, de valores sociales y culturales. Esta situación inequívocamente afecta a las personas y las familias con las que trabajamos.
Por ello, con este trabajo se quiere presentar la relación entre inmigración, individuo, familia y entorno desde la perspectiva de los retos y dificultades que tienen que afrontar tanto las personas como las familias inmigrantes que se asientan en un país ajeno al suyo. A este enfoque, se le añade la visión aportada por el concepto de resiliencia, proceso por el cual las personas que viven una situación crítica, como en este caso puede ser la de adaptarse a un nuevo contexto, pueden salir reforzadas de la misma situación de crisis.
Así, en la primera parte se introduce el concepto de migración, sus características, componentes e implicaciones, así como de los estresores a los que las personas migrantes tienen que hacer frente.
En la segunda se desarrolla el concepto de resiliencia y se presenta una breve aproximación a lo que ha supuesto este concepto en la nueva forma de mirar a las familias que han sufrido o padecen crisis significativas.
En tercer lugar se muestra una relación de los factores de resiliencia y riesgo aplicados al contexto migratorio, con una distribución a tres niveles; individual, familiar y social.
Con esta pequeña aportación se espera ofrecer una herramienta para organizar la mirada del terapeuta a la hora de evaluar las posibles crisis sufridas a lo largo de la experiencia de migración.
Migración y estrés asociado a la experiencia de aculturación
Las migraciones han estado presentes a lo largo de toda la historia de la humanidad, si bien las causas, las características y las consecuencias de los desplazamientos han sido muy variadas y han estado acordes a los acontecimientos históricos; nomadismo, resultado de invasiones y conquistas religiosas, cruzadas, colonizaciones, expulsiones colectivas, esclavismo, hasta el fenómeno migratorio internacionalizado actual.
La seña de identidad de las migraciones contemporáneas es su carácter global, afectando cada vez a mayor número de países y religiones y adquiriendo crecientes niveles de complejidad en sus causas y consecuencias. La universalización de las migraciones debe ser entendida no sólo como el incremento de sujetos móviles, o de la creciente incorporación de más países a las redes migratorias, sino también como la diversificación de los tipos migratorios (motivaciones, características de los migrantes y temporalidad de los desplazamientos)(1).
La multidimensionalidad de este fenómeno en lo que respecta a sus implicaciones sociales ha despertado el interés de muchos estudiosos desde distintas disciplinas: historia, antropología, geografía, sociología y la psicología. Concretamente, en el caso español, las personas inmigradas en las últimas décadas constituyen un verdadero objeto de estudio.
Pero antes de seguir profundizando en el objetivo de este trabajo, es necesario definir y acotar ese objeto de estudio. Son muchas las definiciones que se han hecho de las migraciones, por ejemplo, para la UNESCO son aquellos desplazamientos de población de una delimitación geográfica a otra por un estado de tiempo considerable o indefinido. Una definición claramente ambigua, puesto que no determina cuál es la delimitación geográfica ni temporal para que un movimiento sea considerado migración (1). Según recoge Paéz(2), el emigrante es aquella persona que sale de su país con el proyecto de residir en el extranjero durante un periodo superior a un año, después de haber residido en el país emisor durante un periodo superior a un año. Esta definición tampoco sería válida al no incluir a aquellas personas inmigradas internas, es decir, dentro de un mismo país, quienes según esta definición, no entrarían dentro de la categoría de inmigrante. Si la tomamos como válida, estudiantes extranjeros becados han de ser considerados inmigrantes y, sin embargo, no son concebidos como tales, ni sufren las repercusiones sociales inherentes a la categoría de “inmigrante”.
Esta indefinición del término dista mucho de ser trivial ya que abre la puerta a estereotipos, prejuicios y a una dualización de las personas inmigrantes según sea su lugar de origen, de tal manera que aquellas personas procedentes de países desarrollados son “extranjeras” mientras que si proceden de países empobrecidos son “inmigrantes”, con la respectiva carga valorativa asociada a cada término (1).
Así, tomaremos como válida la definición de la Organización Internacional de las Migraciones como el movimiento de una persona o grupo de personas de una unidad geográfica hacia otra a través de una frontera administrativa o política, con la intención de establecerse de manera indefinida o temporal en un lugar distinto a su origen.
Cuando hablamos de migraciones nos estamos refiriendo, entonces, a un proceso complejo que abarca diferentes subprocesos y afecta a diferentes sujetos y colectivos humanos, configurando así un amplio campo de análisis social.
Como vemos en el esquema anterior, la migración implica tres subprocesos diferentes: la emigración, la inmigración y el retorno y, a su vez, se ven implicados tres sujetos: la sociedad de origen, la de destino y las propias personas migrantes. Cada una de estas etapas y sujetos (individuales o colectivos) tienen una serie de repercusiones sobre la convivencia social y que se extienden a lo más hondo de la vida individual y colectiva.
A continuación se presenta la diversidad de estas repercusiones en función de los sujetos implicados según cuatro dimensiones esenciales: demográfica, económica, social, identitaria y cultural.
A lo largo del desarrollo de este trabajo la atención se centrará concretamente en la última columna del siguiente cuadro, la experiencia vivida por las personas migrantes, pero siempre manteniendo una mirada amplia, la de la perspectiva ecológica, lo cual nos obligará a atender a lo sucedido tanto en el país de acogida, como en el de destino, como a la experiencia del propio inmigrante, así como a las relaciones que se establecen sistémicamente entre sí, todas ellas necesarias para la comprensión del proceso migratorio y de los factores de resiliencia que se presentan más adelante.
Sin perder de vista la influencia directa que tienen las consecuencias de la migración tanto en el país emisor como en el receptor y sobre la experiencia individual de migrar, es necesario hacer referencia al importante esfuerzo de adaptación al nuevo entorno que tienen que llevar a cabo tanto las personas como las familias migrantes . Este proceso se ha sido denominado resocialización, el cual implica la adaptación de las personas migrantes a nuevas formas de producción o de vida cotidiana e incluso de complegización de su identidad.
Prácticamente todo lo que rodea a la persona que emigra cambia, desde aspectos tan básicos como la alimentación o las relaciones personales y familiares, hasta el clima, la lengua, el estatus, la cultura… se puede decir que alrededor de la persona que emigra, pocas cosas son ya como antes (4).
Y es que, pocas situaciones hay más estresantes que el proceso de abandonar el lugar de uno y adaptarse a un entorno totalmente nuevo. La persona que abandona su cultura de origen se va a ver rodeada por normas, valores y costumbres que, al menos en parte, no reconoce como propias y a las que va a intentar adaptarse en un nuevo contexto ajeno.
Si atendemos a la propia definición de cultura (2), la vemos como un conjunto de conductas y conocimiento implícito, no declarativo, sobre las expectativas, escenarios y conductas adecuadas para actuar en una sociedad. Las reglas de conducta y las categorías cognitivas rara vez están explicitadas, por lo que las personas inmigrantes deben aprender esas reglas procedimentalmente.
Este gran esfuerzo de aprendizaje, no va a ser el único reto al que se tienen que enfrentar las personas migrantes. La separación de los seres queridos en el país de origen, los riesgos vividos durante el viaje, las malas condiciones de acogida, la precariedad laboral, deficitarias condiciones de vivienda y hacinamiento y, sobre todo, la situación de privación social y aislamiento, junto a la desigualdad de derechos y discriminación social van a suponer para la persona una situación de alto nivel de estrés(5) e incluso de indefensión.
Ni que decir tiene que en aquellos casos en los que la salida del país se da de forma no voluntaria (cabe discutir sobre la voluntariedad de las migraciones por necesidades económicas) y con vivencia de situaciones de extrema dureza (guerras, violaciones, situaciones de violencia, etc. ) como en el caso de las personas refugiadas, la vivencia de estrés es aún mayor e incluso traumática.
El estrés resultante de estas situaciones mencionadas puede provocar daños a largo plazo que se manifiestan habitualmente bajo la forma de trastorno de estrés postraumático (repetición traumática de sueños, recuerdos y/o imágenes de situaciones vividas que desencadenan angustia y hasta crisis de pánico, palpitaciones, sudoración excesiva, fobias, congelación del pensamiento) o, en la misma línea, lo que ha acotado como síndrome de estrés Crónico Múltiple o síndrome de Ulises (6).
El dolor traumático y el estrés intenso y duradero es lo que Barudy (7) y su equipo han llamado “procesos traumáticos” o “la carrera traumática de las familias”. En el contexto de las familias migrantes podemos hablar de procesos traumáticos cada vez que uno o la totalidad de sus miembros es confrontado a un conjunto de sucesos exógenos dolorosos y estresantes. Estos sucesos, producidos generalmente por otros seres humanos, agotan los recursos naturales que esas personas y esa familia poseen para controlar el estrés. Además, por su contenido, repetición y duración, agotan los procesos de la persona o la familia para aplacar y elaborar el dolor.
Las causas de la fragilización de estas familias se dan en diferentes planos (7):
• Impacto de los sucesos estresantes y/o traumáticos para el cuerpo y el psiquismo de cada uno de los miembros de la familia. En el caso de los adultos la angustia y el desbordamiento puede afectar a sus funciones parentales. En los niños puede dañar sus recursos para desarrollarse y seguir creciendo
• Impacto de la ruptura de los lazos familiares, comunitarios y sociales, y la pérdida de apoyos que permiten calmar el dolor, elaborar el sufrimiento y dar un sentido a la experiencia
• El desafío y la necesidad de sobrevivir en un contexto desconocido y, muchas veces, hostil por la desconfianza, el rechazo, el racismo y la precariedad social y jurídica.
Además de los estresores ya mencionados, es necesario hacer referencia a una serie de características de los mismos propias del contexto migratorio que va a contribuir a que la sensación de ausencia de control sea aún mayor. Estas características son las siguientes:
- Multiplicidad: No es lo mismo padecer uno que muchos estresores. Como se ha señalado anteriormente, las personas inmigrantes tienen que hacer frente a muchas situaciones estresantes a la vez: soledad, fracaso, falta de trabajo, irregularidad documental, discriminación, etc.
- Cronicidad: Las repercusiones para el psiquismo no son las mismas si vivimos una situación de estrés durante unos días o unas semanas que padecerlas durante meses e incluso años. El estrés es acumulativo. Muchas personas inmigrantes tardan incluso años en estabilizar su situación en el país de destino.
- Intensidad y relevancia de los estresores: en este contexto estamos haciendo referencia a estresores límite, como la carencia total de recursos económicos, falta de necesidades básicas cubiertas, soledad afectiva, situaciones de incomunicación y hasta vivencias de terror, de gran intensidad y relevancia emocional.
Por todo lo anterior, es importante tener en cuenta que la sobrecarga y, sobre todo, la falta de apoyo de estas personas y familias, les coloca en una situación muy vulnerable. Es preciso que nos deshagamos de la etiqueta de “personas o familias problemáticas” que, muchas veces, a los profesionales se nos aparece automáticamente al enfrentarnos a situaciones muy complejas. Las personas migrantes tienen que afrontar diversos problemas que, en ocasiones, escapan a su control y son generalmente causados por factores externos.
En algunos casos de personas inmigradas la situación de inmigración va unida a la de serias dificultades económicas y pobreza (paradójico porque el motivo principal de migrar fue económico). Cuando esta situación se da, la crisis puede ser la única constante en su vida, enfrentada a la precarización, inestabilidad o falta de empleo, mala calidad de la vivienda, deficiencias alimentarias, etc. Si ya de por sí las personas empobrecidas son objeto de marginación social, cuando se une la discriminación por cuestión del color o etnia, el sufrimiento se duplica. Los desafíos a los que tienen que enfrentarse las familias inmigrantes son aún mayores debido a las diferencias culturales e idiomáticas (8).
Pero no caigamos en el pesimismo, a pesar de que el panorama presentado pueda parecer desalentador y lleno de dificultades, la migración es un proyecto de vida lleno de retos y posibilidades. Por ello, es necesario introducir en este momento el concepto de resiliencia y piedra angular de este trabajo. La resiliencia hace referencia al proceso por el cual las personas son capaces de soportar crisis y adversidades, recobrarse de ellas y, lo más valioso de todo, salir fortalecidas y con una experiencia de crecimiento personal.
Es preciso hacer mención del concepto chino de crisis, el cual se expresa mediante dos ideogramas que se combinan como opuestos y se atraen buscando una síntesis superior. En efecto, crisis en chino es riesgo y oportunidad. O cabría también introducir el siguiente capítulo con las palabras de Eleanor Roosvelt, el futuro es de quienes creen en la belleza de sus sueños.
El concepto de resiliencia
El vocablo resiliencia tiene su origen en el término latín resilio, que significa “volver atrás”, “volver de un salto”, “volver al estado inicial”, “rebotar” y fue originariamente usado para referirse a la cualidad de elasticidad y plasticidad de una sustancia (9). La resiliencia ha sido definida también como la habilidad de rebotar o volver al estado inicial después de haber sido estirado o presionado o la habilidad de recuperar la fuerza y el espíritu. En definitiva, es un concepto tomado de la física, donde la resiliencia es la elasticidad de un material, su tendencia a oponerse a la rotura por un choque. En castellano ha sido traducido del inglés como “entereza” o “fortaleza emocional”.
Este concepto es aplicado por primera vez al campo socio-psicológico en 1982 a través de una publicación de Werner y Smith “Vulnerables pero invencibles: un estudio longitudinal de niños resilientes”. Emmy Werner, creadora del concepto de resiliencia humana, lo acuñó por vez primera para estudiar longitudinalmente lo ocurrido con un grupo de 700 niños y jóvenes, durante un periodo de más de 30 años, en la isla de Kauai. En este estudio la autora trató de delimitar qué factores habían favorecido una evolución positiva de estos niños y así empezaron a definirse los factores de resiliencia.
A pesar de que en la actualidad la resiliencia aparece como una palabra cada vez más presente en nuestro vocabulario, tampoco existe un claro consenso en su definición. No procede en este momento realizar un recorrido histórico por las distintas definiciones, ya que aportan pequeñas diferencias según el ámbito y el momento en el que hayan sido formuladas. Sin embargo, cabe mencionar la definición de Rutter (10), como el conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos, que posibilitan tener una vida “sana” en un medio insano, procesos que se realizan a través del tiempo, produciendo afortunadas combinaciones entre los atributos del niño y su ambiente familiar, social y cultural.
En este sentido, la resiliencia, aunque requiriendo de una respuesta individual, no es una característica personal ya que está condicionada tanto por factores individuales como ambientales, emergiendo de una gran heterogeneidad de influencias ecológicas que conspiran para producir una reacción excepcional frente a una importante amenaza. (9)
Así, la resiliencia ha pasado de ser algo absoluto y global a algo relativo (que depende del equilibrio dinámico entre factores personales, familiares y sociales, así como de los momentos del ciclo vital) y, a su vez, también específico (generalmente circunscrito a determinadas áreas de adaptación psicológica).
Por medio del concepto de resiliencia se ha contribuido, además, a la idea de progreso y fortalecimiento a pesar de la exposición a la adversidad, de tal manera que implica una progresión evolutiva, van surgiendo nuevas vulnerabilidades y nuevo apoyos conforme cambian las circunstancias vitales.
En este sentido, se puede decir que las investigaciones sobre resiliencia aportan un cambio de paradigma en el estudio del funcionamiento de las personas, desplazando el interés por las disfunciones e introduciendo el estudio de las competencias, las fortalezas y el modo de enfrentamiento de la adversidad.
Ser resiliente no implica salir ileso de una batalla, no consiste en atravesar una crisis sin ser “tocado” afectivamente. La resiliencia implica la conjunción de sentimiento y coraje para elaborar satisfactoriamente las dificultades tanto en el plano individual como interpersonal.
Barudy basa su último trabajo con familias en el exilio también en el concepto de resiliencia, tomando la definición de Cyrulnik (7) como la capacidad de mantener un proceso de crecimiento y desarrollo suficientemente sano y normal a pesar de las condiciones de vida adversas. Se trata de un proceso complejo, un resultado, el efecto de una interacción entre el individuo y su entorno. El aspecto clave de esta relación es, al parecer, la capacidad de estar con el otro: no se es resiliente frente a todo o frente a cualquier cosa y, en todo caso no se resiliente solo, sin estar en relación. Así pues, la resiliencia tiene que ver con el apego.
El primer autor establece una diferencia entre resistencia y resiliencia. La resistencia alude sin más a las experiencias combativas que lleva a cabo un sujeto o grupo para hacer frente a las adversidades (la misma idea que el concepto de “coping”, “hacer frente a las dificultades”), mientras que resiliencia añade a la acción un resultado positivo como fruto de esa resistencia: mantener la capacidad de seguir desarrollándose sanamente. Así, Barudy al hablar de familias exiliadas muchas veces hará mención a la resistencia resiliente.
Dentro de nuestro ámbito de la familia, Walsh (8) aplica la resiliencia a un enfoque familiar, entendiendo la resiliencia familiar como los procesos interaccionales esenciales que permiten a las familias soportar y salir airosas de los desafíos vitales disociadores. De esta forma, el modo en el que la familia enfrente y maneje el estrés, se organice con eficacia y siga adelante con su vida, influirá en la adaptación inmediata y mediata de todos sus integrantes, así como en la supervivencia y bienestar de la unidad familiar misma. En todo este proceso la familia es concebida como una unidad funcional.
Por lo tanto, desde el enfoque sistémico, trabajar con la resiliencia significa ocuparse de las interacciones familiares que atenúan los efectos directos de los sucesos estresantes. Si la familia fracasa en el esfuerzo de aplacar el estrés, las tensiones se complican y aumenta la probabilidad de vivir tensiones futuras, si por el contrario sus esfuerzos son positivos, se reducirá el estrés y aumentará su capacidad de restaurar el bienestar familiar en el futuro.
Es necesario apuntar que la resiliencia no es una característica puntual de un momento dado, no se es resiliente en una circunstancia concreta y aislada, sino que la resiliencia abarca muchos procesos de interacción a lo largo del tiempo, en palabras de Walsh, las familias (y las personas) crean su propia competencia y confianza en sí mismas en una sucesión de pequeñas victorias.
Si bien este enfoque optimista y posibilista aportado por el concepto de resiliencia ha contado con una buena acogida en el ámbito social y psicológico, hay que aceptar que cuenta con ciertas limitaciones.
Diferentes investigaciones ecológicas sugieren que los factores de riesgo son más potentes que los factores de protección. En aquellos contextos en los que los niveles de riesgo son muy altos, los factores protectores o no existen o son muy débiles. Es por esta razón, que se hace necesario trabajar con mucha precaución en las intervenciones basadas exclusivamente en las fortalezas, factores de protección y resiliencia (9). Parece razonable que este enfoque resulte de mayor utilidad en aquellos contextos de conflicto moderado donde los factores de riesgo no son tan potentes ni suponen una amenaza capaz de cambiar el curso de la vida.
En este mismo sentido, Tomkiewitz (10) añade que la resiliencia tiene sus límites que variarán de acuerdo a una serie de características de la agresión que haya que soportar, que son las siguientes:
- La cantidad de agresión: Si la presión es masiva y duradera, es difícil que la persona pueda soportarlo.
- La calidad de la agresión: según produzca mayor o menor grado de afección vital
- Imprevisibilidad o previsibilidad de la situación traumática: es decir, sincrónica o asincrónica, según sea previsible de acuerdo al orden lógico de la vida o a ciclo vital
Murray y Parkes, (10) distinguen también los sucesos más peligrosos para la integridad psíquica:
- Los que requieren una revisión de la percepción del mundo
- Son duraderos en sus efectos
- Sobrevienen bruscamente, sin tiempo para la preparación
Teniendo en cuenta estas seis características de los acontecimientos estresantes que dificultarían el proceso resiliente y, recordando las peculiaridades del estrés producido por la experiencia migratoria anteriormente mencionadas, podemos concluir lo siguiente:
El proceso migratorio se caracteriza por la presencia de múltiples estresores al mismo tiempo, que la convertirían en una experiencia estresante de alta intensidad en cuanto a cantidad de la agresión.
Respecto a la cualidad de la agresión se puede decir que tiene un alto nivel de afección vital relativa a la intensidad y relevancia de los estresores, falta de cobertura de necesidades básicas, alto nivel de riesgo durante el viaje, soledad afectiva, incomunicación, falta de perspectivas futuras, etc.
En relación al grado de previsión, podemos distinguir que las migraciones que han sido bien planificadas y cuyos proyectos han sido bien elaborados, llevarán asociado un grado menor de estrés que aquellas mal planificadas o que surgen de forma repentina. Por esta misma razón, el hecho de tener que abandonar el lugar de origen de forma inesperada, involuntaria o precipitada como en el caso de las personas refugiadas, supondría un grado de mayor agresión psíquica.
La migración supone una transformación del mundo de uno, del micromundo en el que elaboramos el sistema de creencias y la escala de valores y, por tanto, cambia la concepción que el individuo tiene de ese mundo inicial, puesto que ése, ya no es el mismo.
Respecto a la duración, los estresores que se van a ir presentando a lo largo de la experiencia migratoria van a estar vigentes a lo largo de mucho tiempo, incluso años, y es posible que algunos, como el desarraigo y la añoranza, no desaparezcan nunca.
Por todo ello, podemos concluir que la experiencia migratoria es en sí misma un acontecimiento altamente estresante y de gran afección personal, que afecta al individuo en todas las esferas de su ser y que por tanto, al menos en un proceso inicial, le coloca en una situación altamente frágil pero que, contando con sus recursos individuales, su historia personal y los apoyos del entorno, tiene la posibilidad de, en un camino no carente de dificultades, hacer de esa misma experiencia una de las más enriquecedoras e inolvidables de su vida.
Para terminar, como posibles terapeutas de estas personas y familias, si trabajamos desde este enfoque de las posibilidades y las capacidades, hemos de tener cuidado de no culpar o de determinar el fracaso de aquellas personas que sucumben a la adversidad por carecer de los apoyos necesarios, en especial cuando las situaciones a las que se enfrentan son tan avasalladoras que escapan a su control.
Factores de Resiliencia y factores de riesgo en el contexto migratorio actual
A la hora de trabajar con personas o familias migrantes es preciso adoptar una perspectiva ecológica, ya que tiene en cuenta los numerosos ámbitos que obran sobre el riesgo y la resiliencia durante el periodo de vida de las personas. Así, la familia, el grupo de pares, la escuela o el puesto de trabajo, como los sistemas sociales más amplios, entre otros, pueden considerarse una sucesión de contextos de competencia social insertos unos en otros (8). Cabe destacar que por las peculiaridades del contexto migratorio, algunos de esos sistemas sociales van a constituir, dependiendo de las situaciones y tiempos, bien un factor de peligro o de apoyo.
Antes de continuar con la relación de estos factores, apliquemos la perspectiva ecológica a la definición de los mismos, para lo cual es necesaria una reflexión previa.
Tal y como indica Walsh (8), durante el S. XX y lo acontecido ya en el XXI, la estructura de las sociedades de todo el mundo se halla en transformación, los profundos cataclismos sociales y económicos que se han producido en las últimas décadas, muchos de ellos resultado del proceso globalizador, han hecho que el mundo, y por tanto sus familias, cambien a ritmo acelerado.
Esta autora destaca cuatro tendencias que sitúan a las familias en este contexto sociohistórico:
- Diversidad de las formas de familia
- Cambio de roles de género
- Diversidad cultural y disparidad socioeconómica
- Variedad y expansión del ciclo vital de la familia
Así pues, las familias actuales y futuras se están caracterizando y se caracterizarán por la creciente diversidad de su estructura, género, orientación sexual, clase social, patrones del ciclo vital y, por supuesto, cultura.
La psicología como disciplina, así como el conocimiento que de ella se ha desprendido, ha constituido en sí misma una subcultura dentro de una cultura más amplia, la de la civilización occidental, blanca y de clase media. Frente a esta variedad de realidades familiares que se nos están ya presentando y por las transformaciones sociales venideras, hemos de tomar consciencia de que los funcionamientos que hemos estudiado como normales y válidos sólo representan una estrecha banda del amplio espectro de realidades.
Hemos de tener mucho cuidado de no patologizar a aquellas familias que poseen valores culturales diferentes, que simplemente reaccionan de forma distinta al estrés o que han creado sus propias estrategias para adaptarse a la situación que les ha tocado vivir. Los procesos beneficiosos para un funcionamiento eficaz pueden variar según los distintos contextos socioculturales.
Tengamos en cuenta que la migración supone una ruptura radical del contexto ecológico de sus protagonistas así como profundas vivencias de desarraigo. Hay que tener cuidado de no etiquetar de patológicas las angustias provocadas por las etapas de transición y adaptación, y mucho menos, acercarnos a estas familias con un único modelo de salud y enfermedad tildado de connotaciones etnocéntricas.
En este sentido, resulta útil recurrir al concepto de nicho ecológico de Falicov (11) quien defiende una concepción ecológica y multidimensional, tanto a nivel individual como familiar, donde se combinan y superponen rasgos provenientes de muchos contextos culturales, basados en las distintas variables que influyen en la vida, como la etnicidad, la religión, la clase social, la estructura familiar, los roles de género, etc. Desde este enfoque cada familia tiene territorios comunes con los de otras familias, así como diferencias. Una evaluación holística e inclusiva de todos estos contextos nos ayudará a comprender los verdaderos recursos y limitaciones de cada cual.
Contextos culturales a parte, no existe un modelo inherentemente saludable o disfuncional. Cada familia desarrolla su propia estructura y patrones relacionales, dependiendo de su funcionalidad, de la adecuación a los desafíos que cada familia tiene que enfrentar en relación con los contextos evolutivos y sociales en los que está inmersa (8). El proceso de resiliencia no es la forma que adopta la familia, sino los procesos que en ella se dan.
A continuación, se presentan aquellos factores de resiliencia y factores de riesgo identificados en el contexto específico de la migración.
Los factores de protección (o lo que en este caso hemos llamado factores de resiliencia), son aquellas variables que operan para mitigar el riesgo. Se consideran fuerzas internas y externas que contribuyen a que la persona o la familia resista o aminore los efectos del riesgo, por tanto, reducen la posibilidad de disfunción y problemas en estas circunstancias. Al igual que los factores de riesgo, los factores protectores involucran también variables genéticas, disposiciones personales, factores psicológicos, situacionales y sociales.
Por el contrario, los factores de riesgo, son aquellas características (como hemos mencionado, innatas, adquiridas, individuales, familiares o sociales) que incrementan la posibilidad de sufrimiento, disfunciones o desajustes.
Para la clasificación de estos factores se distinguirán tres niveles, individual, familiar y social, teniendo en cuenta que son sumativos y combinables entre sí, incrementándose las situaciones de protección o riesgo según corresponda a cada circunstancia.
Descripción de los Factores de resiliencia en el contexto de la migración
Nivel individual
Edad
Parece evidente que las personas jóvenes cuentan con mayor capacidad de adaptación a las nuevas situaciones. Sin embargo, también se ha postulado que aquellas personas de edad más temprana, en proceso de desarrollar su identidad cultural, podrían estar mas fuertemente influenciadas por el choque cultural.
Lo que sí que es cierto es que las personas jóvenes tienen mayores oportunidades de acceso y adaptabilidad al mercado laboral, situación que favorece la adaptación al nuevo entorno y permite mayor estabilidad.
Género
Tampoco existe un acuerdo claro en relación al género. Estudios con emigrantes griegos han mostrado que los hombres son menos afectados por la aculturación al emigrar que las mujeres.
Por el contrario, para Walsh (8) las mujeres, en todos los niveles de edad, superan la adversidad en mayor número que los varones. Podría explicarse por una socialización basada en el género, en el que a las niñas se les enseña a ser más afables y sociables (por lo tanto más abiertas a apoyarse en el entorno), mientras que a los varones se les enseña a ser duros y confiar sólo en sí mismos (factor de riesgo para superar la adversidad).
Conocimiento de la lengua del país de destino
El conocimiento de la comunicación verbal como no verbal juega un papel crucial en la relación intercultural. El desenvolvimiento en la lengua del país de destino es un factor crucial para vencer el aislamiento y favorecer las relaciones sociales, estas últimas claves en el proceso de resiliencia.
Capacidad de expresión artística y creatividad
En relación con el factor anterior, la expresión artística y la creatividad pueden constituir una forma alternativa de expresión ante las dificultades comunicativas, bien por desconocimiento del idioma, por el aislamiento social o dificultades en la comunicación por diferencias culturales.
Identidad étnica positiva
La etnicidad es un concepto vago y difuso sobre el que el consenso es bajo. Se define la identidad étnica como una versión no biologizada de la identidad racial. La identidad étnica es una actitud personal, positiva y de apego a un grupo con el que la persona cree que comparte características socioculturales y lingüísticas (2).
Se ha demostrado que las personas que tienen una valoración positiva de su identidad étnica manejan menores niveles de estrés en el proceso de adaptación.
Otros estudios han demostrado que la estancia en un país extranjero disminuye la identidad étnica de las personas inmigradas, aún dentro de la misma generación. Esta identidad declina de la primera a la segunda generación de inmigrantes, aunque el declive es menor en la tercera generación, incluso se ha llegado a hablar de revitalización étnica de terceras generaciones.
Esto podría explicar también las dificultades de adaptación de las segundas generaciones tanto en origen como en destino, al no saber con cuál de las comunidades identificarse, es decir, no tener una identidad étnica definida. Muchos lo verbalizan de esta manera: es que no soy ni de aquí ni de allá.
Experiencia anterior de migración, capacidad de aprender de antiguas experiencias
A nivel general, ante una situación de crisis es útil retrotraerse a las experiencias que la persona haya tenido en el pasado en el afrontamiento de la adversidad y, así, poder extraer enfoques beneficiosos y perjudiciales.
En este sentido, las personas que han migrado con anterioridad cuentan ya en su haber con estrategias de afrontamiento que les pueden ser útiles en el nuevo contexto de migración.
Expectativas realistas
Muchas personas inician su experiencia migratoria con escasa información sobre el país de destino y con unas expectativas muy poco adaptadas a la realidad. En la medida en la que la persona cuente con información realista sobre lo que significa migrar, las condiciones y posibilidades de los inmigrantes en el país de destino el desajuste a su llegada será menor.
Humor
Estudios médicos recientes documentan que el humor puede estimular nuestro espíritu y nuestro sistema inmunológico favoreciendo así la curación y la recuperación de una enfermedad grave.
También ayuda a enfrentar situaciones difíciles, a reducir las tensiones y a aceptar las propias limitaciones. El humor puede resultar especialmente útil ante aspectos incongruentes de una situación angustiante, incoherencias, situaciones extravagantes o ilógicas (8).
Eso sí, no hemos de perder de vista que el humor está condicionado culturalmente y muchas personas inmigrantes pueden no sentirse comprendidas en su expresión del humor, situación que puede inhibir más su espontaneidad.
Creatividad para la producción de alternativas y elección de diferentes opciones
Ante una situación difícil, la capacidad de contemplar muchas y muy diversas posibilidades en relación a la resolución del problema ayuda a encontrar (o por lo menos visualizar) soluciones posibles y, por tanto, supondrá un manejo de la ansiedad menor y ayudará a la mejor resolución de la situación crítica.
Está claro que esta capacidad de reacción diferirá en función de las características de la situación problemática. En el contexto de la inmigración, nos encontraremos con situaciones en las que la persona habrá de producir diferentes alternativas para salir de una situación complicada, como puede ser la búsqueda de vivienda o trabajo, pero habrá otras circunstancias donde la situación supere con creces la capacidad de creatividad de la persona, como por ejemplo, la apertura de un expediente de expulsión ante una detención policial por estar en situación documental irregular.
Optimismo y proactividad
Diferentes investigaciones han comprobado que personas con un comportamiento funcional reconocen que el éxito de sus emprendimientos depende en parte de situaciones que ellas no pueden controlar, sin embargo, comparten la convicción de que con objetivos, iniciativa y perseverancia pueden mejorar su situación y la de los demás.
Un enfoque positivo es muy importante para la resiliencia. La perseverancia, el coraje, el aliento, la esperanza, el optimismo y el dominio activo son fundamentales a la hora de reunir la fuerza necesaria para soportar la adversidad y recuperarse de ella. Las personas resilientes ven la crisis como un desafío. Lo afrontan de forma activa, con las energías puestas en controlar el reto y salen fortalecidas gracias a ello (8).
A este respecto, el papel del proyecto migratorio es fundamental, puesto que aglutina todas aquellas motivaciones, deseos, expectativas, sueños e ilusiones que han llevado a la persona a abandonar su casa y partir hacia un terreno desconocido. Este mismo proyecto es el que va a animar, dar fuerza y coraje para que la persona se enfrente a aquellas adversidades que encuentre en el camino de la migración.
Las relaciones de sostén y de aliento por parte de familiares y amigos son fundamentales a la hora de mantenerse tenaz frente a una situación. Durante la experiencia migratoria y, sobre todo al inicio, la persona tendrá que sacar fuerzas y la esperanza por sí sola ya que la ausencia de su entorno más próximo no le va a poder sustentar.
En el caso de las mujeres migrantes que han dejado a sus hijos en el país de origen, la capacidad de salir adelante bajo cualquier circunstancia la sacan de la esperanza de poder traerlos en un futuro próximo.
Si bien las personas inmigrantes vienen con altas dosis de optimismo y motivación, para no perder esa capacidad es necesario contar con algunas experiencias de éxito, sobre todo vinculadas con las conductas de uno. Cuando la persona siente que sus acciones son fútiles y que nada de lo que haga va a cambiar su destino, deja de tener iniciativa y se vuelve desesperanzada. Este es un riesgo real de la migración ya que muchas de las situaciones a las que se van a enfrentar las personas inmigrantes no dependen de sus acciones y van a suponer fracaso tras fracaso; imposibilidad de encontrar un empleo por irregularidad documental, irregularidad por no contar con oferta de empleo, imposibilidad de alquilar un alojamiento por falta de nómina y por condición de inmigrante, son algunos ejemplos.
Ante estas situaciones críticas que parecen no tener fin, las personas resilientes toman la iniciativa de los acontecimientos problemáticos, aceptan lo que no pueden modificar e intentan controlar y dominar lo que está a su alcance.
En relación con esta idea, las personas que salen triunfantes de estas situaciones saben que no pueden controlar el resultado pero sí el proceso de los hechos. No es raro que entre personas inmigradas encontremos gente muy consciente de las dificultades, que saben las posibilidades realistas de cada acción pero que deciden controlar el proceso hacia su bienestar. Por ello, apuntarse a clases para el aprendizaje de la lengua, cursos de formación profesional que facilitarán su acceso al mercado laboral, participación en redes sociales y diferentes recursos de la ciudad le facilitarán en el futuro las posibilidades de regularización documental por arraigo social, puerta de entrada para una situación de mayor estabilidad.
Apego seguro
En el campo del desarrollo infantil, el apego se refiere a un vínculo específico y especial que se forma entre madre-infante o cuidador primario-infante. El vínculo de apego tiene varios elementos claves:
1) Es una relación emocional perdurable con una persona en específico.
2) Dicha relación produce seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer.
3) La pérdida o la amenaza de pérdida de la persona, evoca una intensa ansiedad.
Las investigaciones de la conducta infantil entienden como apego la relación madre-infante, describiendo que esta relación ofrece el andamiaje funcional para todas las relaciones subsecuentes que el niño desarrollará en su vida.
Una relación sólida y saludable con la madre o cuidador primario, se asocia con una alta probabilidad de crear relaciones saludables con otros, mientras que un apego pobre parece estar asociado con problemas emocionales y conductuales a lo largo de la vida.
Las formas de apego se desarrollan en forma temprana y poseen alta probabilidad de mantenerse durante toda la vida. En base al modo en que las personas responden en relación a su figura de apego cuando están ansiosos se han definido tres patrones más importantes de apego y las condiciones familiares que los promueven, existiendo el estilo seguro, el ansioso-ambivalente y el evasivo.
Los niños con estilos de apego seguro, son capaces de usar a sus cuidadores como una base de seguridad cuando están angustiados. Ellos tienen cuidadores que son sensibles a sus necesidades, por eso, tienen confianza en que sus figuras de apego estarán disponibles, que responderán y les ayudarán en la adversidad.
En el dominio interpersonal, las personas con apego seguro tienden a ser más cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio intrapersonal, tienden a ser más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismos.
La ruptura de contexto, los cambios en la estructura familiar o los contextos de violencia organizada son factores perturbadores del apego. En la inmigración tiene lugar una ruptura total del contexto, en la que los códigos y las referencias cambian no permitiéndonos dar un sentido a la vida que nos rodea y, en particular a las interacciones sociales, por lo que la situación se vuelve incodificable. La ruptura de contexto de forma violenta, como en el caso del exilio, puede ser brutal implicando una pérdida total de referencias, con graves consecuencias tanto para adultos como para niños y sus respectivos apegos (7).
Capacidad de crear vínculos sanos
La capacidad para crear vínculos sanos tras una experiencia crítica o traumática se ha relacionado directamente con las posibilidades de ser resiliente. La habilidad de relacionarse con otras personas así como de pedir ayuda y relacionarse con un equipo de profesionales, favorecerá que las personas que han pasado por una mala experiencia puedan superarla. En el contexto de la migración, la participación de personas en terapias de grupo y el establecimiento de vínculos afectivos con otras, es a lo que se ha venido a llamar “retribalización”.
Modelos de rol
Poder contar con ejemplos positivos de otras personas nos ayuda a trascender las limitaciones de nuestras situaciones, conformar un modelo de resiliencia y nos inspiran para tener fuerza y esperanza (8).
Así, es muy valioso el papel de la mediación intercultural y algunas asociaciones de inmigrantes con mayor trayectoria de asentamiento en el país de destino. Estas figuras pueden explicar algunas situaciones que resultan incomprensibles para las personas inmigrantes, mediar en el caso de conflicto (ya que son conocedores de ambas culturas), así como contar ejemplos de resolución de conflictos o estrategias de afrontamiento de casos similares.
Reconciliación con el pasado
La resiliencia y el crecimiento requieren que la persona se reconcilie con su pasado e incorpore esa comprensión significativa a su vida actual, sus esperanzas y sueños futuros. Como observó Mary Catherine Bateson: Construir una vida implica reimaginar el futuro y reinterpretar el pasado continuamente a fin de dar sentido al presente (8).
Se suele decir que no se puede entender el presente sin conocer el pasado. Utilizando este símil, cabría decir que no se puede entender la experiencia migratoria y lo acontecido en el país de destino si perdemos de vista lo vivido en el país de origen, así como todo lo que se ha dejado allí, porque todo ello da sentido a la decisión de migrar, al desarraigo vivido e influye directamente en la experiencia de la migración.
Dotar de significado a la experiencia. Proyecto migratorio dentro de la historia personal
El modo en el que una persona comprende una situación crítica y la dota de significado es crucial para la resiliencia. Dotar de sentido a una situación delicada hace que sea más fácil sobrellevarla. También puede resultar transformadora, al dar una visión y una nueva finalidad a la propia vida.
Algunos se pueden preguntar qué empuja a una persona a jugarse la vida en un cayuco desde el sur de Senegal hasta las costas de Canarias y sobre todo, cómo integra la persona esa vivencia traumática en su experiencia e historia de vida. En el contexto familiar de emigración de muchos de los países emisores de población, está escrito en la historia familiar que al menos uno de los hijos va a emigrar a Europa. Estas personas han crecido sabiendo que ese es su destino, abandonar su lugar de origen para ayudar a la manutención de la familia. Podríamos decir que esas expectativas dan sentido a su proyecto migratorio y éste coherencia a su vida, y a las situaciones que le va a tocar vivir. Estas personas conocen de antemano a lo que se exponen, saben que es parte de su historia y que es el desafío que les ha tocado vivir.
Estrechamente ligado con lo anterior y la capacidad resiliente está el concepto del sentido de coherencia, elaborado por Aaron Antonovsky. Se define como una orientación global que ve la vida como algo manejable, razonable y significativo. Implica confianza en la capacidad de esclarecer la naturaleza de los problemas, de manera que estos parezcan ordenados, previsibles y explicables. Los problemas son considerados como desafíos. Se relaciona con bienestar físico, salud mental y calidad de vida e influye más que muchos rasgos de personalidad individual como el temperamento o la inteligencia.
El sentido de coherencia pone su atención en la significación de lo vivido, incluyendo sentimientos existenciales de integración social y finalidad de la vida, en contraste con un sentido de alienación, falta de rumbo o estancamiento.
Buena relación con la familia de origen y mantenimiento de contacto
Mantener una buena relación con las personas que han quedado en el país de origen va a reducir sensiblemente los sentimientos de culpa que puede sentir una persona que ha dejado su contexto. Además, frente a la falta de apoyo social en el país de destino, los familiares pueden realizar esas tareas de aliento y contención emocional.
Es importante tener en cuenta quién contiene a los que se han quedado, puesto que ellos también han de elaborar su propio duelo por la pérdida.
Mantener el contacto con el lugar de origen mediante correo electrónico, cartas, videos o fotografías es de vital importancia para mantener el sentido de continuidad de la historia personal.
Una comunicación habitual, sana y veraz es fundamental para no crear falsas ilusiones en las personas que han quedado en el país de origen.
Por otra parte, tanto la comunicación realista como habitual es uno de los factores principales que van a proteger el vínculo entre las madres que han migrado solas y han dejado a sus hijos en el país de origen y facilitando así el posterior proceso de reagrupación familiar.
Rituales
Por las características de ambigüedad, transitoriedad e inconclusividad de las pérdidas a elaborar por la migración, la experiencia de vivir en otro país como transición de vida está totalmente vacía de rituales señaladores o de ritos de pasaje (13).
La realización de rituales tiene un valor altamente terapéutico ya que, además de marcar transiciones, van a añadir un sentido de identidad, pertenencia y continuidad a la persona con vivencia de desarraigo.
Estrategia de integración bicultural
Las personas que eligen por un proceso de integración bicultural, es decir, que m
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