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La estructuración psíquica en la infancia temprana: Acerca de la plasticidad psíquica.

Autor/autores: M. Alejandra Cosentino
Fecha Publicación: 01/03/2005
Área temática: Neurocognitivos, Trastornos neurocognitivos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

El presente trabajo tratará de aportar a través de una experiencia clínica cómo la estructuración psíquica en la primera infancia se apoya necesariamente en el desarrollo de las funciones neurobióticas, para que luego pueda organizarse en procesos mentales y relaciones sociales . Para ello se presentará una síntesis del proceso de psicodiagnóstico de un niño de 5 años y 7 meses con trastorno severo del desarrollo y se postulará que la variación del cociente de desarrollo -obtenido a través del cuestionario de maduración Neuropsicológica Infantil- es el efecto de un tratamiento terapéutico basado en intervenciones estructurantes que permitieron relanzar el proceso de estructuración psíquica.

Se parte de la integración bio-psico-socio-cognitiva del humano y de la premisa de que el niño es un siendo en pleno proceso de estructuración. Del mismo modo que la plasticidad neuronal deteterminaría la singularidad de cada sistema nervioso humano, se propondrá la noción de plasticidad psíquica, como aquella característica inherente a los procesos de constitución subjetiva que implica organización, reorganización y cambios destacando la importancia de las intervenciones tempranas. Por último, dado que los procesos psiquicos se hallan directamente implicados en la construcción del conocimiento (aprendizaje) se postula la ineludible importancia de la evaluación psicodiagnóstica de niños que presenten signos de alerta o trastornos severos en la primera infancia advirtiendo que tanto la falta de detección de estas dificultades como la implementación de abordajes que no conciban la importancia de la constitución del aparato psíquico en la infancia podrían conducir a falsas orientaciones o indicaciones.

Palabras clave: estructuración psíquica, infancia


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La estructuración psíquica en la infancia temprana: Acerca de la plasticidad psíquica.

M. Alejandra Cosentino.

Universidad Argentina John F. Kenendy.

 

Resumen

El presente trabajo tratará de aportar a través de una experiencia clínica cómo la estructuración psíquica en la primera infancia se apoya necesariamente en el desarrollo de las funciones neurobióticas, para que luego pueda organizarse en procesos mentales y relaciones sociales . Para ello se presentará una síntesis del proceso de psicodiagnóstico de un niño de 5 años y 7 meses con trastorno severo del desarrollo y se postulará que la variación del cociente de desarrollo -obtenido a través del cuestionario de maduración Neuropsicológica Infantil- es el efecto de un tratamiento terapéutico basado en intervenciones estructurantes que permitieron relanzar el proceso de estructuración psíquica. Se parte de la integración bio-psico-socio-cognitiva del humano y de la premisa de que el niño es un siendo en pleno proceso de estructuración. Del mismo modo que la plasticidad neuronal deteterminaría la singularidad de cada sistema nervioso humano, se propondrá la noción de plasticidad psíquica, como aquella característica inherente a los procesos de constitución subjetiva que implica organización, reorganización y cambios destacando la importancia de las intervenciones tempranas. Por último, dado que los procesos psiquicos se hallan directamente implicados en la construcción del conocimiento (aprendizaje) se postula la ineludible importancia de la evaluación psicodiagnóstica de niños que presenten signos de alerta o trastornos severos en la primera infancia advirtiendo que tanto la falta de detección de estas dificultades como la implementación de abordajes que no conciban la importancia de la constitución del aparato psíquico en la infancia podrían conducir a falsas orientaciones o indicaciones.



Introducción

El trabajo terapéutico con niños tiene la particularidad de enfrentarnos con un sujeto que está haciéndose, con un psiquismo que se va complejizando, con un cuerpo que crece y un ser que cambia. El interjuego entre los requerimientos subjetivos que acompañan al desarrollo, por una lado, y la conformación del aparato psíquico por otro lado; se traduce a partir de logros, fracasos, conquistas, renuncias, dificultades, y hasta detenciones en este movimiento sin pausa que es crecer, que es la vida. Como punto de partida tenemos al hombre como una unidad bio-psico-socio-cognitiva, “en la que su funcionamiento neurobiótico, su estructura psíquica y su organización sociocognitiva se mueven dialécticamente, conformándolo y dándole un sentido y una significación”[ ]

El proceso de estructuración psíquica o constitución psíquica es un trabajo de construcción a través del cual el ser humano se convierte en sujeto singular, único e irrepetible con un aparato psíquico propio que lo determina en su ser.

Es condición “sine qua non” de este proceso la relación al otro, otro materno y paterno cuyas funciones serán de vital importancia para la transformación del recién nacido o cachorro humano en un sujeto psíquico. Asimismo, es necesario no sólo un sistema nervioso que responda a los estímulos que vengan del medio sino también una función materna que sostenga un vínculo, y que permita que el niño se desarrolle.

Ya Bruner sostenía, apoyado indudablemente en los invaluables aportes de la teoría Vigotskyana sobre el desarrollo mental que “la principal herramienta que tiene el bebé para lograr sus fines es otro ser humano familiar”[ ]

En la obra de referencia el autor plantea que la interacción social podría ser una función de la inmadurez que caracteriza a la especie humana en tanto desamparo y desvalimiento durante los primeros años de vida lo que lo lleva a postular algunas “facultades originales” del niño. Entre estas facultades se encuentra aquella que describe gran parte de la actividad del niño durante el primer año y medio de vida como extraordinariamente social y comunicativa.

Desembocamos nuevamente en la importancia del vínculo del niño con el otro, con la madre.

No podemos olvidar los valiosos aportes a una teoría de la constitución psíquica que elaboró R. Spitz[ ] acerca del primer año de vida del niño, quien clínicamente demostró cómo el crecimiento y el desarrollo tanto somático como psicológico de la personalidad del infante dependen esencialmente del intercambio emocional entre las madres y sus criaturas llegando a considerar las consecuencias psicopatológicas que ocasionan las perturbaciones en esos intercambios.

La mayoría de los enfoques sobre los primeros tiempos de la vida del infante acentúan la díada madre-niño, sin embargo, considero como ineludible y fundamental el aporte de la función paterna al proceso de estructuración subjetiva en tanto organiza y regula dicho proceso. Toda existencia humana implica necesariamente que el hombre está inmerso en un universo simbólico que lo condiciona. Este orden simbólico se basa en el lenguaje y las relaciones socio-familiares. Lo simbólico organiza relaciones, el lenguaje. “La función paterna asegura la transmisión del conocimiento y la estructuración psíquica en un interjuego dialéctico. ”[ ]

El presente trabajo tratará de aportar a través de una experiencia clínica cómo la estructuración psíquica en la primera infancia se apoya necesariamente en el desarrollo de las funciones neurobióticas, en la organización de procesos mentales y en las relaciones sociales de modo interdependiente e integral.

Para ello se presentará una síntesis del proceso de psicodiagnóstico de un niño de 5 años y 8 meses con diagnóstico de trastorno severo del desarrollo y se postulará que la variación del cociente de desarrollo -obtenido a través de la administración del cuestionario de maduración Neuropsicológica Infantil[ ]- ha sido el efecto de un tratamiento terapéutico basado en intervenciones estructurantes que permitieron relanzar el proceso de constitución psíquica. La síntesis del proceso de psicodiagnóstico en este niño fue hecha sobre la base de la conceptualización de un psiquismo infantil que se está construyendo y cuyo enfoque permitió acotar un cuadro posible para explicar y comprender el padecimiento de este niño y direccionar un tratamiento apoyado en intervenciones estructurantes[ ] .


Relación entre plasticidad neuronal y plasticidad psíquica

Para comprender el proceso de estructuración psíquica es necesario desarrollar tanto la noción de intervenciones estructurantes como la de plasticidad psíquica, con la pretensión de que quede demostrado todo lo solidarias que son las nociones de plasticidad neuronal y plasticidad psíquica. Ambas capacidades se despliegan al mismo tiempo a partir de un organizador principal que funciona como bisagra: la estructuración psíquica.

Se parte de la integración bio-psico-socio-cognitiva del ser humano y de la premisa de que el niño es un ser en pleno proceso de estructuración. Del mismo modo que la plasticidad neuronal deteterminaría la singularidad de cada sistema nervioso humano, se propone la noción de plasticidad psíquica, como aquella característica inherente a los procesos de constitución subjetiva que implica organización, reorganización y cambios destacando la importancia de las intervenciones tempranas. El término plasticidad cerebral o neuronal expresa la capacidad adaptativa del sistema nervioso para minimizar los efectos de las lesiones a través de modificar su propia organización estructural y funcional. [ ]

Siguiendo esta definición postulo la plasticidad psíquica como la capacidad adaptativa del aparato psíquico para minimizar los efectos de las dificultades tempranas de la constitución subjetiva a través de modificar su propia organización. En el marco del proceso de estructuración subjetiva el término “daño psíquico” se referiría a todas aquellas dificultades, alteraciones o desviaciones a la que quede expuesto dicho proceso provocando una detención en el desarrollo y la consecuente perturbación en el despliegue de la personalidad del infante.

En este sentido, podemos hallar en la bibliografía referida al tema de la plasticidad neuronal el término trauma (al sistema nervioso central) tan querido al campo psicológico. Inclusive la Organización Mundial de la Salud (1982) en su definición del término neuroplasticidad alude a la capacidad de regeneración celular del sistema nervioso después de estar sujeto a influencias patológicas ambientales o del desarrollo, incluyendo traumatismos y enfermedades permitiendo así una respuesta adaptativa a la demanda funcional.

Aunque la mayoría de los fenómenos de plasticidad han sido estudiados ante una lesión o daño del sistema nervioso, ésta también se refiere a la capacidad de maduración y estructuración que posee el sistema nervioso central en su desarrollo normal.

Del mismo modo que se admite la posibilidad de que existan varios tipos de plasticidad neuronal teniendo en cuenta factores fundamentales como la edad de los pacientes, la patología y los sistemas afectados podríamos considerar que la plasticidad psíquica variaría en función de la edad cronológica y el tipo de estructuración psicológica (neurosis – psicosis, por ejemplo) Si bien no puede realizarse una correspondencia tan especializada como la que tiene lugar desde la neurología, podríamos hablar de:

 


Tabla 1


Queda por desarrollar en un trabajo posterior las modalidades y características específicas que toma la plasticidad en cada etapa.

Por ejemplo, en el adulto definido como un sujeto con aparato psíquico, recursos e historia ya constituidos; la plasticidad psíquica podría referirse a la modificación u reorganización de su posición subjetiva a partir de la resignificación de su historia (establecimiento de nuevas huellas mnémicas, retranscripción de los recorridos mnésicos ya existentes, llenado de lagunas mnésicas biográficas, etc).

Por otra parte, también quedaría por situar que el grado de incidencia de la plasticidad psíquica depende de muchos factores, aunque a manera de simple enumeración se podrían listar:

- Edad

- tipo de vínculo con el otro

- Presencia o ausencia de signos de alerta psíquico

- Limitaciones de orden biótico (genéticas, metabólicas, endocrinas, enfermedades, etc. )

R. Spitz ya había postulado un concepto similar al de plasticidad psíquica en su libro El primer año de vida. Allí, podemos ver que el capítulo VI se titula “La plasticidad de la psique infantil” donde plantea su concepción acerca de que el primer año de vida es el período más plástico del desarrollo humano y considera que la maduración inicial del bebé es una de las causas de la plasticidad de la psique infantil.

Términos como etapas, consecuencias específicas y fases o períodos críticos aparecen regularmente en los abordajes de la temática de la plasticidad. Para Spitz el desequilibrio entre el desarrollo, y la maduración es favorecido grandemente por la plasticidad de la psique infantil. Recordemos que para el autor la noción de desarrollo se refiere al resultado de los intercambios entre el organismo, de una parte, y el medio interno y externo, de la otra; y la noción de maduración implica el despliegue de las funciones de la especie, innatas en las etapas posteriores de la vida.

Ahora, es de suma importancia señalar cuál es el organizador fundamental de proceso de subjetivación en torno al cual tienen lugar los fenómenos de plasticidad, entre otros. Para ello revisemos algunas acepciones del término organizador.

Para las Ciencias Sociales el concepto alude a un aspecto, hecho o conjunto de hechos que operan como un polo de atracción y provocan la ordenación de relaciones y acciones dentro de una pauta en la que adquieren sentido.

( ) La embriología, habla del organizador como de un coordinador para un eje determinado del desarrollo, es como un centro que irradia su influencia y, en ese sentido, establece un antes y un después de la aparición del organizador.

Las investigaciones de Spitz lo llevaron a postular la existencia de períodos críticos durante los cuales se integran corrientes de desarrollo y procesos de maduración reestructurando el sistema psíquico en un nivel de complejidad superior.

Un “organizador” de la psique es el resultado del proceso de integración. Según este autor, el establecimiento de un organizador en el nivel apropiado indica la posibilidad de proseguir el desarrollo en la dirección del organizador siguiente.

Quisiera ahora postular que el organizador fundamental del proceso de subjetivación es el otro, se encarna en el otro semejante, regularmente la madre, el padre o cualquier otro ser humano que se avenga a una relación particularmente significativa para el infante. “El sujeto humano deseante se constituye en torno a un centro que es el otro en tanto le brinda su unidad. ”[ ]

Ya el célebre médico vienés Sigmund Freud había postulado que la mediación del otro (Nebenmensch)[ ] es indispensable para asegurar una identidad de percepción o renovar la experiencia de satisfacción; porque este otro le atribuye al grito proferido por el bebé un efecto estructurante al convertirlo en demanda, es decir, pasa a tener significado por ejemplo: mi bebé tiene hambre, tiene sueño, está cansado me pide dormir.

Y si bien cuando de aprendizaje se trata lo biótico es el punto de partida (Risueño A. 1995) y sin él es imposible comenzar a hablar de algún tipo de comportamiento; el desarrollo, la maduración y el aprendizaje inclusive; solo se dan en la medida que hay otro que lo instale y lo habilite (al niño) en este mundo, y que le permita dicho desarrollo [ ].


La importancia de la intervención temprana

Dado que los procesos psicológicos se hallan directamente implicados en la construcción del conocimiento (aprendizaje) se postula la ineludible importancia de la evaluación psicodiagnóstica de niños que presenten signos de alerta o trastornos severos en la primera infancia advirtiendo que tanto la falta de detección de estas dificultades como la implementación de abordajes que no conciban la importancia de la constitución del aparato psíquico en la infancia podrían conducir a falsas orientaciones o indicaciones.

Sabemos que las teorías que el investigador sostiene determinan su forma del ver el mundo, la realidad se observa desde allí y queda recortado aquello que en algún sentido ya fue representado en la mente del científico. Del mismo modo el marco teórico del profesional psicólogo determina aquello que se observará, siendo esta mirada clínica de alta significación en el proceso de psicodiagnóstico.

Podríamos dividir la tarea de diagnosticar en dos polos diferentes: un polo estaría representado por los diagnósticos descriptivos que parten de la presentación fenomenológica, lo que aparece, lo que se ve, captan lo que se da en la superficie; toman todos estos datos, y buscan transformarlos en signos y obtener alguna correlación con descripciones de cuadros gnosográficos haciendo una equivalencia entre lo observado y lo válidamente caracterizado dentro de la psicopatología. No hallaríamos aquí una apreciación dinámica de los síntomas, no habría una consideración histórica y/o biográfica, y por sobre todo se concluiría con un diagnóstico que obra como respuesta, cierre, resultado. El otro polo estaría animado por una postura que privilegia, además de lo observable, lo manifiesto y todos los datos posibles, una apreciación dinámica y profunda del padecimiento del niño buscando delinear la estructura que subyace a dicha presentación. Un enfoque así sostendría que la motivación fundamental hay que buscarla en el entrecruzamiento de diferentes discursos (de los padres, del niño o niña, de la escuela, de la genealogía, de otros especialistas que hayan observado al niño), sumado a una apreciación clínica abierta que considere la diversidad y transitoriedad de los cuadros psicopatológicos en la infancia.

Es en este sentido que un diagnóstico hecho basándose en una u otra orientación tendrá consecuencias realmente diferentes en lo que se refiere al tratamiento psicoterapéutico.


Presentación del caso

A continuación expondré sucintamente el psicodiagnóstico de un niño de cinco años ocho meses, en adelante L, diagnóstico que fue elaborado teniendo en cuenta un enfoque estructural y una concepción del psiquismo infantil en vías de constitución.

Los padres de L consultan por una serie de comportamientos de su hijo que les preocupa: en el área de la conducta social-grupal, donde comentan problemas de exclusividad en el comportamiento de Ezequiel, conductas para llamar la atención, reacciones de baja tolerancia a la frustración (tipo berrinche), en el área personal: no acata las consignas, se autoagrede, ideas o preocupaciones obsesivas (por ejemplo: la lluvia, el viento, los árboles). Existían, además, trastornos del sueño del tipo sueño interrumpido y ritualización del acto de dormir y maniobras trabajosas referidas a la alimentación. En la entrevista los padres aportan información referida al examinado en otras especialidades, a saber: pediatría, psicopedagogía, fonoaudiología, neurología y genética médica.

En líneas generales el enfoque diagnóstico de las distintas especialidades puede resumirse en un cuadro de retraso madurativo con las siguientes características: microcefalia, trastornos del lenguaje, dificultades en la motricidad fina, comportamiento regresivo y aniñado y dificultades de interacción El examinado se presenta callado, poco expresivo, retraído. Su lenguaje articulado es difícil de entender tanto por las dificultades fonológicas como por el uso de palabras cuya significación sólo él sabe. Su actitud dentro del consultorio fue ambivalente y desorganizada. Su atención es captada primeramente por objetos inanimados (artefactos de gas, agujeros del caño de gas etc. ). Comenta juegos solitarios que realiza “sin sentido” aparente o con un sentido motivado solo por él y para él.

Las fuerzas climáticas (viento y lluvia, a veces granizo) constituyen el polo significativo de sus juegos y de su vida diaria. El despliegue dramático del juego gira siempre en torno a la presencia de la lluvia y el viento. La ambivalencia y labilidad afectiva se hizo notoria en la actividad lúdica. Por otro lado, desde el área del pensamiento se observa que el examinado tiene sus ideas pero no las puede comunicar, bien porque no encuentra la palabra adecuada o porque pierde el hilo principal de lo que estaba pensando.

-Hora de Juego Diagnóstica: A través de la hora de juego diagnóstica se observó un funcionamiento yoico deficitario y estereotipado. En el despliegue lúdico siempre hay un guión: “ayúdenme”. El peligro o amenaza son las fuerzas de la naturaleza (lluvia, viento, granizo) y nada hay para detener el desastre que causan.

Probablemente su propia organización anímica esté en peligro ya sea porque no puede organizarse o porque puede perder su precario equilibrio. Impresiona con dificultades para animar y humanizar los personajes. Cuando habla aparecen pausas y a veces se queda perplejo pensando. Se observan también comportamientos motores de tipo autista, desánimo y desinterés (antes de entrar al consultorio), pasividad y falta de iniciativa.

-Test de la familia: El análisis del Test de la familia señala distorsión en la dinámica familiar. Las figuras maternas se duplican (tal vez alguien más además de la madre cumpla la función materna). Su autorretrato es extremadamente pobre (sólo una pequeña cabeza con un palito o hilo como cuerpo y sin extremidades). La falta de unificación corporal (imagen corporal y por ende yoica) de sí mismo se traspasa también a la falta de unidad familiar, pues incluye dentro de su familia a un médico, la tía, y la nona (éstas últimas dos no graficadas sino verbalizadas).

-Diagnóstico y sugerencias terapéuticas: Tendiendo en cuenta la edad cronológica, la historia de vida del examinado, la anamnesis y la etapa de la vida emocional que está transitando aprecio atinado situar la evaluación psicológica desde el punto de vista de una desorganización de la personalidad, con un funcionamiento subjetivo precario y alteraciones de la interacción social, anomalías de la comunicación y la presencia de comportamientos, intereses y actividades estereotipados. Según el DSM IV estaríamos frente a un trastorno Generalizado del desarrollo no especificado.


A fin de aprovechar el carácter evolutivo de la constitución infantil se apostó a que una repuesta positiva al tratamiento psicoterapéutico favorezca la constitución psíquico-anímica del examinado en el sentido de una organización basada en lo neurobiótico, lo psíquico y lo sociocognitivo.

Hasta aquí he reseñado una breve síntesis del proceso de psicodiagnóstico aplicado al niño. Habitualmente frente a trastornos severos en la estructuración subjetiva trato de armar las coordenadas de la posición subjetiva de ese niño, esto es determinar qué lugar ocupa ese niño en el otro parental, familiar y genealógico. Citando a B. Janin: (. . . ) “podemos hablar de una transmisión que se da a través de las generaciones, que hace que lo no tramitado de lo antepasados retorne desde el niño”[ ].

El paciente es concebido y nace en medio del duelo por el abuelo paterno, a tal punto que los padres de L comentan mientras se quejan, que deberían haberlo tenido antes. L es el primer nieto de la familia que es ofrecido a un abuelo muerto porque no nació antes. Además, este niño cargará con la falta de realización de la maternidad en la tía paterna, ese doble de mamá que, además, se posesiona como tal dirigiendo a estos padres retrasados en cuanto a satisfacer el deseo de ese padre muerto.

Recordemos la importancia primordial de la madre quien hablándole, es decir, a través del lenguaje permite en el hijo la relación con él mismo y con el mundo, la creación de sentido humano, el narcisismo fundamental y las imágenes corporales, entre otras operaciones fundantes del sujeto humano.

Las primeras entrevistas mostraban un niño apagado, vacío, que esperaba sin esperar, pues parecía fuera del tiempo.

Durante las entrevistas y a partir del juego que L desplegaba, mi apreciación diagnóstica oscilaba entre un cuadro de autismo o de funcionamiento autista a una psicosis.

Sin embargo, habitualmente no cierro diagnósticos etiquetando a pequeños que se juegan un destino escolar, psiquiátrico o neurológico y prefiero apostar siempre a la plasticidad psíquica, noción que extrapolo del concepto de plasticidad neuronal al campo de la psicología.

Si bien L presentaba algunos indicadores de alerta psíquico desde el primer año de vida, a saber:

- escasa a nula interacción con los padres

- conexión extravagante y estereotipada con el mundo circundante (solo a través de los fenómenos climáticos y los árboles)

- desánimo, tristeza

- contracto tipo “robot”

- ausencia de juegos dramáticos

- lenguaje confuso

- actos estereotipados;

la ausencia de otros indicadores, su escolaridad y las posibilidades de trabajar terapéuticamente con estos padres, hicieron que evaluara el diagnóstico desde el punto de vista de una desorganización general de la personalidad y que apueste a una dirección del tratamiento que motorice la estructuración. “Ser el disparador de un armado: de la represión primaria de la diferenciación intersistémica, del registro y la expresión de afectos, de la ligazón como freno a la pura descarga pulsional, estableciendo redes de pensamiento, de la puesta en juego de filtros para el exceso pulsional (de sí mismo y de los otros)”. [ ]

Detallaré a continuación algunos movimientos estructurantes que posibilitaron la constitución del sujeto psíquico, y el remolque necesario interdependiente entre la organización subjetiva y lo neurobiótico.


-La organización subjetiva: EL primer tiempo del tratamiento insistía la misma frase, el mismo juego, y la pobreza de palabras. “Auxilio, ayúdenme; estoy atorado, ayúdenme”, decía L mientras tomaba cualquier juguete y los hacía funcionar como humanos. Frente a esta repetición de lo mismo se fueron incluyendo diferencias, variaciones, a través de preguntas (¿quién está en peligro, por qué, cómo lo podemos ayudar?, aportando comentarios calmantes (“No te preocupes, allá vamos a salvarte”), proponiendo una secuencia posible (armamos una pileta, un caminito que une al amenazado con su posibilidad de rescate). L empezó a animarse, en su doble aspecto; proponía ideas propias y el alma (ánima) había vuelto a su cuerpo.

Al principio cada vez que algo se organizaba venía la tormenta y los truenos y todo lo desorganizaba. Los padres ya agotados y desorientados, se preguntaba y me preguntaban (como a todos los especialistas anteriores) cómo podía ser que su hijo se pasara horas, años, interesado sólo por el viento, la lluvia y el movimiento que esto ocasionaba en lo árboles mientras L involuntariamente juntaba sus dedos en pinza, para medir y coincidir con el movimiento de los árboles.

Si bien el agente materno, como señala S. Bleichmar, en su libro En los orígenes del sujeto psíquico abre las vías de la humanización produciendo de la cría humana un ser cultural y no un ser natural constituido; L se coordinaba con el movimiento de las plantas y de las nubes, del viento y de la lluvia (la naturaleza). La varita mágica (del sentido humano) si bien tal vez lo había tocado, no había surtido efecto; Tres tipos de intervenciones estructurantes se agregaron a aquel incipiente despunte para mostrarnos que el motor de la estructuración subjetiva se puso en marcha .

A través del tratamiento, a la tormenta le siguió el sol y la sombra que proyectan los objetos. El símbolo estaba naciendo, no somos transparentes ni sólo somos objetos que son movidos por fuerzas extrañas o superiores a uno, somos seres que tenemos consistencia y bordes, preanuncio de un cuerpo que puede unificarse. Es una intervención que estructura a partir del caos, sosteniendo el juego o creándolo a partir de la estereotipia de la lluvia. Un segundo tipo de intervención fue el de la discriminación adentro-afuera, introducción de lo espacial.

Con frecuencia L decía en cualquier momento del juego una frase así “sucio arriba”, frase que se fue trabajando como “sucio afuera”, “lindo adentro”. Empezar a ordenar alguna ligazón entre lo displacentero o rechazado afuera y lo agradable adentro operó en el sentido de un lanzamiento del desarrollo libidinal, de la diferenciación intersistémica del aparato psíquico.

La tercera intervención la constituye aquella que apunto al armado de una envoltura hecha de palabras, de tonos de voz y ritmos; posibilitando ligazones. L solía con mucha frecuencia emitir sonidos raros, que irrumpían en cualquier momento el juego pero que tenían un valor ligado a la hostilidad y una función disgregativa.

Se decidió tomar estas interrupciones como algo a descifrar entonces el ruido se transforma en algo, en algo del cuerpo a través de la modalidad interrogativa, preguntando por quién fue el que hizo ese eructo, o quién tenía esa tos. Paulatinamente pero en muy poco tiempo todo el abanico de ruidos sin sentido que emanaban de una boca que no era la suya fueron desapareciendo.


-Lo neurobiótico: El niño presentaba desde el punto de vista de la maduración neuropsicológica un déficit que imprimía una desorganización yoica manifestándose en un cuadro polimorfo que potenciaba la inmadurez debido a la detención en la organización subjetiva. Luego de un año de tratamiento se efectuaron los principales retests hallándose indicadores de respuesta terapéutica positiva, organización yoica, remisión de la polimorfidad del cuadro y progreso en la maduración neuropsicológica de algunas áreas.

Se administró la evaluación neuropsicológica CUMANIN. Esta prueba permite conocer el grado de desarrollo madurativo alcanzado por un niño en forma global y en cada una de las áreas exploradas. Los resultados obtenidos por el examinado se muestran en dos tablas por separado.

En la tabla 1 hallarán los resultados correspondientes a la administración del re-test del CUMANIN un año después de la primera administración correspondiente a la batería de la evaluación psicodiagnóstica que podrán observar en la tabla 2.

 


Tabla 1



Tabla 2


En la administración del Test en el año 2003 el examinado obtuvo un resultado que lo ubicaba con un desarrollo global similar a la media de los niños entre 3 años y medio y 4años, luego de un año de tratamiento el paciente obtiene un resultado que lo ubica con un desarrollo global similar a la media de los niños entre 5 años y medio y 6 resultado que se obtiene a partir del re-test. (Ver siguiente cuadro)

 


Puntuación del examinado en el CUMANIN por edad y fecha de toma


La repuesta positiva al tratamiento psicoterapéutico favoreció a partir de la maduración neurobiótica la constitución psíquico-anímica del examinado posibilitando el desarrollo mental (socio-cognitivo).

Dado los logros alcanzados, actualmente se acordó una interrupción transitoria del tratamiento para una reorientación de los puntos remanentes ligados a las áreas que aún permanecen con poca variación y que requieren un tratamiento específico neuropsicológico.

Desde el punto de vista socio-cognitivo el paciente completó el pre-escolar correspondiente al Nivel Inicial, cursó un primer año de escuela General Básica (EGB) en escuela normal y promovió a 2° año. Además, hubo remisión casi total de las características desorganizadas de funcionamiento yoico (ruidos guturales, estereotipia lúdica, verbal y de gestos motores, etc. ).

Sin embargo, se concluye en orientar a una exploración neuropsicológica más profunda al tener en cuenta la variación poco significativa del desempeño del paciente en las escalas que constituyen el desarrollo no verbal (Psicomotricidad, Estructuración espacial, Visopercepción, memoria icónica y Ritmo). La mayoría de estas escalas se relacionan con las áreas asociativas de la corteza parieto-témporo-occipital y la de ritmo en particular agrega el lóbulo temporal derecho.


Conclusiones

Esta comunicación ha intentado presentar la importancia de la estructuración psíquica en la infancia y para ello ha ofrecido algunos ejemplos de intervenciones tempranas que condujeron a pensar y confirmar que la estructuración psíquica en la infancia es una proceso que se va construyendo y complejizando y que como toda construcción requiere basamentos o cimientos sobre los cuales edificarse. Estos son: el desarrollo de las funciones neurobióticas, la organización de procesos mentales y las relaciones sociales. Todos ellos actúan de modo interdependiente apoyados en un organizador nodal: la función del otro.

El desarrollo y funcionamiento normal de psiquismo requiere de la concurrencia de todos ellos. Las desviaciones, alteraciones y dificultades en este nivel primordial pueden traducirse en trastornos y cuadros o perturbaciones severas de la infancia; y probablemente estén destinados a dejar su impronta en la estructura y funcionamiento psíquico posterior.

Por ello, se acentuó la importancia de la prevención. La falta de detección de estas dificultades o bien la implementación de abordajes que no conciban la importancia de la constitución del aparato psíquico en la infancia nos alertan para evitar, por ejemplo: cambios de tipo de escolaridad, medicación psiquiátrica o neurológica, estudios médicos masivos o invasivos, redoblamiento del cuadro, etc.

“Es frecuente que un niño que viene precedido por un diagnóstico de patología grave, como psicosis, debilidad mental, trastorno profundo del desarrollo, etc. tenga una excelente evolución, a partir de la puesta en cuestionamiento del diagnóstico. Retomo aquí las sabias palabras de Pierre Marie “sólo se diagnostica lo que se sabe”. Aún así, este trabajo es una aproximación, incompleta en muchos aspectos. Posteriores investigación modificarán, y ampliarán las ideas centrales aquí expuestas.

Sin embargo, la consideración de efectuar un diagnóstico basándose en la estructura y no solamente lo meramente fenoménico, la convicción de que el psiquismo infantil se estructura a partir de un trabajo de construcción, la apuesta a un trabajo sostenido en intervenciones que motoricen la estructuración cuando ésta se halla seriamente comprometida y el aprovechamiento de la plasticidad psíquica basada en la neuronal nos conduce a la idea de que la trialidad conformada por lo biológico, los psíquico y lo social es un punto de partida posible en el abordaje terapéutico de niños cuya psiquismo se está formando.


Referencias bibliográficas

1 Risueño, A. E. Neuropsicopatología, Buenos Aires. Palas Atenea Ediciones. 1998

2 Bruner, J. S. El habla del niño, Buenos. Aires. Paidos Editorial. 1983. 3° reimpresión, 1995. pp. 27- 29

3 Spitz, R. El primer año de vida. México. Fondo de Cultura Económica Ed. 1986, 10° Reimpresión

4 El aprendizaje como proceso biopsicoaxiosociocognitivo. Revista AACIP, 1:1, Agosto 2000

5 Portellano Perez, J A, Mateos Mateos R. , Martinez Arias R, Tapia Pavón A, Granados García-Tenorio M° J. cuestionario de maduración neuropsicológica infantil (CUMANIN) España. TEA Ediciones, 2000.

6 Janin, B. Revista Actualidad Psicológica. Noviembre 2001.

7 Aguilar Rebolledo, F. Plasticidad Cerebral, parte 1. Rev. Med IMSS; 41 (1):55-64

8 Fernández, L. M. Instituciones Educativas. Buenos Aires. Paidos Editorial. 1994

9 Lacan, J. Seminario III Las psicosis. Buenos Aires. Paidos Editorial, 1988

10 Freud, S. Obras Completas. Vol. III. p. 909. Trad. López Ballesteros. Madrid. Ed. Biblioteca Nueva, 1968.

11 Risueño A. ob. cit. p. 119

12 Janín, B. op. cit. p. 2

13 Janín, B. op. cit. p. 4





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