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La angustia en la mujer con obesidad. Un enfoque psicoanalítico.

Autor/autores: Ana Olivia Caballero Lambert
Fecha Publicación: 01/01/2003
Área temática: Personalidad, Trastornos de la Personalidad .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

El interés por exponer este tema surge de los casos que se presentan diariamente en distintos consultorios nutriológicos, clínicas y hospitales, en los que las pacientes expresan angustia, depresión, desesperación y frustración ante un problema de obesidad que va más allá de un estado físico. Para analizar la relación angustia-obesidad en la mujer, se emplea un abordaje psicoanalítico fundamentado en Freud, Lacan y Safouan.

Inicialmente se identifica el peligro sentido de la mujer con obesidad en cuatro vertientes: a) angustia ante el cambio; b) angustia ante lo que les espera, como las enfermedades concomitantes; c) angustia ante la falta, que la refieren como hambre; y d) angustia ante la posibilidad de su propia incompetencia, es decir, no poder lograr los objetivos marcados en el control de peso. Se explica a la obesidad como un síntoma, que cubre a la mujer ante la falta de constitución simbólica de ser femenino, y que tiene como consecuencia a la angustia. Se relaciona a la angustia con la represión y se exponen y comentan como peligros para la paciente con obesidad, a la presión social, la moda, los medios de comunicación, el personal de salud y a la familia. Finalmente, se señala que el nutriólogo puede evitar o frenar el desarrollo de angustia si identifica el estadio en que la paciente se encuentra al solicitar su apoyo. Se mencionan estos estadios y se hace hincapié en que el tratamiento de la mujer con obesidad debe ser en un marco multidisciplinario.

Palabras clave: Mujer, Nutrición, Obesidad, Psicoanálisis


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La angustia en la mujer con obesidad. Un enfoque psicoanalítico.

(The anguish in the woman with obesity. A psychoanalytical approach. )

Ana Olivia Caballero Lambert.

Departamento de Ciencias Básicas
Universidad Iberoamericana León
León, Guanajuato, México

PALABRAS CLAVE: psicoanálisis, Nutrición, obesidad, Mujer.

(KEYWORDS: Psychoanalysis, Nutrition, Obesity, Woman. )

página 1
 
[3/2/2003]


Resumen

El interés por exponer este tema surge de los casos que se presentan diariamente en distintos consultorios nutriológicos, clínicas y hospitales, en los que las pacientes expresan angustia, depresión, desesperación y frustración ante un problema de obesidad que va más allá de un estado físico.

Para analizar la relación angustia-obesidad en la mujer, se emplea un abordaje psicoanalítico fundamentado en Freud, Lacan y Safouan. Inicialmente se identifica el peligro sentido de la mujer con obesidad en cuatro vertientes: a) angustia ante el cambio; b) angustia ante lo que les espera, como las enfermedades concomitantes; c) angustia ante la falta, que la refieren como hambre; y d) angustia ante la posibilidad de su propia incompetencia, es decir, no poder lograr los objetivos marcados en el control de peso.

Se explica a la obesidad como un síntoma, que cubre a la mujer ante la falta de constitución simbólica de ser femenino, y que tiene como consecuencia a la angustia. Se relaciona a la angustia con la represión y se exponen y comentan como peligros para la paciente con obesidad, a la presión social, la moda, los medios de comunicación, el personal de salud y a la familia.

Finalmente, se señala que el nutriólogo puede evitar o frenar el desarrollo de angustia si identifica el estadio en que la paciente se encuentra al solicitar su apoyo. Se mencionan estos estadios y se hace hincapié en que el tratamiento de la mujer con obesidad debe ser en un marco multidisciplinario.

Abstract

The interest for exposing this subject arises from the multiple cases that are seen every day in different doctor´s and nutritionist´s offices, in which the patients express anguish, depression, despair and frustration before an obesity problem that goes beyond a physical condition.

For analysing the relationship between anguish and obesity, this work is based in Freud, Lacan and Safouan. To begin with, there is a proposal that relates anguish to the danger felt in four ways: a) change; b) the future, as chronic sickness appear; c) the lack of, referred as hunger; d) their own incapability for achieving the goals set for losing weight.

This document explains obesity as a symptom that hides women from their lack of the symbolic constitution of their being feminine, with anguish as a consequence. There is an exposition of the relationship between anguish and repression, and the danger of social pressure, fashion, media, and other factors, for the obese patient.

Finally, the nutritionist can avoid the progress of this anguish if he/she identifies the stage in which the patient is when she asks for help. These stages are mentioned, and there is also a comment about the need of a multidisciplinary team for the treatment of the obese woman.

 



El interés de escribir sobre este tema surge del gran número de casos que se presentan diariamente en distintos consultorios nutriológicos, clínicas y hospitales, en los que las pacientes expresan invariablemente su angustia, depresión, desesperación y frustración ante un problema de obesidad que va más allá de un estado físico, y que en ocasiones ha perdurado por toda su vida.

En ningún momento se pretende que el nutriólogo desvíe su práctica; sin embargo, es fundamental que tenga una visión integral de los casos, y que trabaje multidisciplinariamente. El profesional de la nutrición no trabaja fríamente con resultados de peso o masa grasa, lo hace con afectos, emociones, sensibilidades y conductas.

Clínicamente, la obesidad se define como una enfermedad caracterizada por el exceso de tejido adiposo en el organismo1. Este exceso de grasa se determina según la edad, el sexo, la complexión física y el peso. Es decir, lo importante en el control de este padecimiento no es el peso como tal, es el porcentaje de masa grasa en el individuo y, por lo tanto, el exceso en kilogramos de grasa. Esta una enfermedad crónica, de etiología multifactorial, compleja tanto para quien la tiene, como para quien la trata.

La obesidad es el padecimiento que más se atiende en los consultorios de asesoría nutriológica. Se estima que en nuestro país, alrededor del 25% de la población presenta exceso de peso. Según la Encuesta Nacional de Nutrición realizada en 19992, la prevalencia de sobrepeso y obesidad en los menores de 5 años fue de 5. 4%, mientras que fue de 52. 5% en las mujeres en edad fértil.

Estos datos no son alentadores, ya que esta patología se relaciona con muchas otras, como lo son la diabetes mellitus tipo 2, las dislipidemias, la hipertensión arterial y algunas neoplasias1. Por supuesto que esto implica un alto costo financiero y social, mismo que se entreteje con la generación de ingresos multimillonarios en la explosiva industria del control de peso.

Así, el paciente con obesidad se sitúa entre los esfuerzos y las exigencias del equipo de salud por mejorar su peso, y un mar de soluciones rápidas, sin esfuerzo, mágicas y muy costosas en términos económicos, físicos y psicológicos. Desafortunadamente, en muchos casos, el sujeto opta por la vía “fácil”, en la que finalmente, termina angustiado, confundido, deprimido, derrotado y con la sensación de haber sido utilizado.

En este trabajo se ha determinado tratar el tema de la mujer con obesidad porque el mayor porcentaje de pacientes que solicitan apoyo para control de peso pertenecen a este sexo. Todas estas mujeres han vivido los efectos de la presión social, la información de los medios de comunicación y la ideología familiar sobre su autoimagen corporal y su autoconcepción femenina. Se han visto orilladas a una lucha contra su composición corporal, su genética y sus hábitos. Para la paciente con obesidad esto no es sencillo, y comúnmente lo expresan a través de la angustia: “Me angustia no obtener resultados con las dietas”, “Me angustia pensar en que voy a sufrir hambre”, “Me angustia que los hombres no me hagan caso por gorda”. Sin embargo, este afecto también es empleado dentro de un círculo, con lo que es frecuente escuchar: “Como de angustia”, “Si me entran los nervios, como más”.

Por lo tanto, la obesidad no puede ser atendida simplemente en un marco de calorías y kilogramos. Para esto, la aproximación psicoanalítica resulta muy enriquecedora.

Muchas feministas han percibido a Freud como un enemigo3. Sin embargo, según Sayers (1982), “…si realmente se analiza la teoría freudiana con relación al desarrollo de las diferencias sexuales psicológicas, se encuentra que él no se suscribió a una explicación biológicamente determinista de la psicología femenina. En lugar de esto, consideró al desarrollo de la personalidad característica femenina (o masculina) como el efecto de la manera en que la (el) niña(o), construye su biología. ”a

 

 

Freud provee una teoría de sexualidad en la que la femineidad se conceptualiza como un término negativo, pero en la cual la masculinidad y la femineidad están problematizadas. No son las consecuencias naturales e ineludibles de la diferencia sexual genital, sino el logro precario e imperfecto de un proceso de desarrollo psicosexual basado en una interpretación del cuerpo, no en el cuerpo por sí mismo. 3 En esta teoría, se conceptualiza a la mujer como ausencia o falta, aspecto que será retomado más adelante, en torno a la relación angustia-obesidad.

Por otro lado, Lacan enfatiza que la femineidad no es una categoría natural. Es una posición simbólica. La mujer se encuentra como objeto y sujeto dentro de lo Simbólico, lo que, según el autor, no es aceptable para el género. También es una postura fundamentalmente conflictiva, porque “mujer” no puede existir sin una exclusión, explicada en torno a la ausencia de falo. 3

El panorama psicológico de la mujer no es sencillo. Sin embargo, según Mitchell: “El psicoanálisis no es una recomendación para una sociedad patriarcal, sino el análisis de una. ”b. Así, puede ser útil en el entendimiento de la identidad femenina, y por lo tanto de la obesidad en la mujer.

Ya que se planteó cierto antecedente sobre la obesidad, la mujer y el psicoanálisis, conviene definir “angustia”.

En “Inhibición, síntoma y Angustia”4, Freud hace un análisis de este afecto, a través del cual distingue como características un carácter displacentero específico, acciones de descarga y las percepciones de éstas. Define a la angustia como una reacción frente a un estado de peligro, que en lo sucesivo se reproducirá regularmente cuando un estado semejante vuelva a presentarse. Freud propone dos posibilidades de emergencia de la angustia: una situación nueva de peligro y otra para señalarlo y prevenirlo. Más adelante, menciona que la angustia es un afecto que solamente puede ser registrado por el yo, pero que también puede surgir de lo reprimido en el ello. Expone la existencia principalmente de dos angustias: la de separación del objeto añorado y la de castración. Precisamente en el caso de la mujer, hace la puntualización de que “más que de la ausencia o de la pérdida real del objeto, se trata de la pérdida de amor de parte del objeto”c.

Entonces, ¿cuál es la relación entre la angustia y la obesidad? Tal vez habría que iniciar por identificar cuál es el peligro sentido. Las pacientes constantemente refieren angustia ante el cambio, frente a enfermedades concomitantes, también temen a pasar hambre y a no poder lograr los objetivos marcados en el control de peso.

En el primer caso se encuentran las pacientes que saben que tienen un problema, pero que no permiten un avance en su tratamiento; ellas se expresan de la siguiente manera: “Yo sé que estoy mal, pero no puedo dejar el pan”, “Por favor, no me quite la Coca (cola), sin refresco me muero de nervios”, “Es que si bajo de peso me voy a ver horrible”.

Existe un modelo de atención a la obesidad llamado “Etapas de Cambio”5. Dicho modelo sitúa al paciente en uno de cinco estadios, según su disposición para modificar su estado. El primero es la precontemplación, en el que el sujeto niega tener un problema o no ha pensado mucho sobre un cambio. El segundo, la contemplación, en donde el individuo piensa en cambiar en el futuro; el tercero es la determinación: el paciente está haciendo planes para cambiar; en el siguiente, la acción, se implementan planes específicos. Finalmente, en el quinto, el mantenimiento, se busca una continuación de acciones deseables.

Las pacientes que presentan angustia al cambio se encuentran en las primeras dos etapas.

 

 

El modelo sugiere que se planteen metas a corto plazo y que se aliente a la paciente a ir cumpliendo cada una, poco a poco. Este acercamiento parece no ser suficiente. Por supuesto que no se trata simplemente de dejar el pan o el refresco, sino de lo que ellos significan. Éstos representan el objeto añorado. No son el objeto en sí, son su representación. Al indagar con la paciente el significado del pan o del refresco, generalmente los asocian con una figura materna: la madre, la abuela, una tía. Entonces, se podría pensar que la paciente está desplazando el temor a la pérdida del amor del objeto, hacia un alimento determinado.

El tema de la angustia a bajar de peso podría interpretarse de dos maneras. Una de ellas podría seguir el camino señalado en el párrafo anterior. Algunas mujeres internalizan la figura de la madre como obesa; por lo tanto, al perder esa obesidad, se está perdiendo a la figura materna misma.

Sin embargo, hay otra posibilidad de acercamiento. La obesidad es la expresión de un síntoma. Moustapha Safouan cita a Freud en su definición de síntoma: “El síntoma es señal y sustituto de una satisfacción pulsional que no se realizó: es el resultado del proceso represivo”d. También indica que la angustia no está vinculada a la pérdida de un objeto, si no a la “insatisfacción” resultante del “crecimiento de la tensión de la necesidad, frente a la cual el niño es impotente” e. ¿Cuál es la satisfacción pulsional no realizada? ¿En dónde está la impotencia de la paciente con obesidad?

Moustapha Safouan6 menciona que el síntoma es lo que oculta al sujeto. De aquí se puede inferir que la obesidad es el mecanismo por el cual la mujer oculta sus pulsiones, su energía libidinal, sus deseos. Es muy frecuente escuchar comentarios como: “no me creo merecedora de un hombre con … características”, “pues mi marido es así, pero lo disculpo, ¡mire que tener que cargar con alguien como yo!”, “la verdad, es que tengo que estar consciente de que estando tan gorda no puedo pedir más (refiriéndose al hombre)”. Estas “sentencias” no son más que una salida de la representación de la agencia representante de la pulsión, tornadas en lo contrario, escudadas en el desarrollo de la obesidad como síntoma.

 

 

La lectura de Lacan6 puede aportar mayor esclarecimiento. Para él, el “otro”, sujeto a, se constituye en tres vertientes, en la intersección de lo real, de lo imaginario y de lo simbólico. De ahí, el síntoma es la falta de un simbólico para atar lo real y lo imaginario. “Mientras ese simbólico no llega, el síntoma gana tiempo, establece un ´compromiso´ para que el sujeto, aunque sufriendo, consiga soportar su vida. Pero ese compromiso cuesta caro. ¿Cuál es su precio? La angustia. ”f

Esta angustia se plantea en términos de aproximación a la castración, es decir, la angustia de que el falo no ofrezca la significación de la diferencia. Para Lacan3, el falo significa el momento de la división en la cual se constituye la subjetividad. Significa el efecto del significante del lenguaje o del orden simbólico en crear la subjetividad. El falo identifica positivamente a la masculinidad, y, como se mencionó anteriormente, a la femineidad como una falta o ausencia, en el registro imaginario.

Entonces, la obesidad estaría cubriendo el sufrimiento de la mujer, generado por ese saber inconsciente de la falta de falo que no ha podido ser elaborado a nivel simbólico, y que trae como consecuencia a la angustia.

En estos términos, lo dicho por las pacientes no es el peligro real. Es sólo una expresión de la falta de constitución simbólica de su ser mujer. Por otro lado, esto no es sencillo. Aunque en la histérica, Lacan mismo plantea la dificultad de la mujer para instituirse como una7. Se requiere de la imagen del otro sexo como base de identificación, pero en los casos en los que “no hay material simbólico, hay obstáculo para la realización de la identificación esencial para la realización de la sexualidad del sujeto”g.

Lo anterior fue analizado a partir de la angustia por bajar de peso de las pacientes, pero lo mismo se puede explicarse con relación al temor al hambre y a las enfermedades concomitantes. La angustia ante el poder o no lograr el apego a un programa para control de peso, puede explicarse en parte por lo anterior; sin embargo, existen muchos otros factores que inciden en ella, algunos de los cuales se plantearán más adelante.

Por otro lado, la obesidad tiene ganancias secundarias. El exceso de peso puede ser un motivo para no trabajar, para requerir un acompañante permanente, para ser atendida continuamente. También puede considerarse como formación reactiva, ya que oculta un deseo de gustar a otros, y como síntoma, oculta al sujeto, es huida al deseo.

No basta con saber de dónde surge la relación angustia – mujer – obesidad. También es necesario identificar los factores que generan esa angustia en la paciente. Aquéllos que se le presentan al yo como peligros, o los que remueven algo en el ello que activa una señal de peligro para el yo4.

Safouan6 menciona que lo que causa temor es lo que pone en movimiento a una imagen que interroga el deseo propio. Se teme a la imagen interior, con la cual no se ha conseguido integrar. Así, la paciente con obesidad se encuentra en un medio lleno de factores externos que constantemente amenazan con exponerla ante sí misma, dejando al descubierto lo doloroso, lo difícil.

Esto se refuerza con el hallazgo de Freud8 sobre la angustia y la represión. Él menciona que no es la represión lo que genera angustia, sino totalmente al revés. Así, la angustia ante el peligro externo pone en movimiento los mecanismos de represión y la posterior justificación racionalizada del estado de obesidad. ¿De dónde provienen los peligros para la paciente con obesidad? La presión social, la moda, los medios de comunicación, el personal de salud y la familia son los componentes del medio que generan amenaza y, por lo tanto, angustia.

Con un punto de vista diferente al tratado hasta el momento, Feinholz9 presenta la opinión de Orbach, psicoanalista, feminista. Según esta última, para el feminismo la gordura representa un intento por romper con los estereotipos sexuales.

 

El sobrepeso, para ella, “implica protección, sexo, límites, maternidad y rabia; es una respuesta a la inequidad de los sexos”h. La autora considera que mucho de la experiencia de la mujer y de su identidad dependen de cómo ella y los demás la miran. Feinholz plantea que la
mujer se convierte en un juez externo de su cuerpo, mismo que no le pertenece y que está destinado a ser candidato para los hombres. Si esto no es doloroso …, habría que revisar la definición de dolor.

Aún la visión feminista de Orbach puede ser analizada. “Protección, límites”, son términos que recuerdan la necesidad de guardar, de no traspasar, de no dejar ver. “Inequidad” apunta a la definición de la mujer, distinta del hombre, la que es cuando no-piensa, es decir, cuando no piensa, es.

Sin embargo, esto es una realidad social y cultural. La sociedad creó la moda, y ésta ha favorecido el desarrollo de las industrias del maquillaje, el vestido y del control de peso. Como plantea Lipovetsky, estamos en la era de la felicidad de masas, en la que se busca: “Conservar la forma, luchar contra las arrugas, velar por una alimentación sana, broncearse, mantenerse delgado, relajarse…”i. ¿No es esto amenazante?

Los medios de comunicación refuerzan el ataque a la mujer. En el número de primavera de 1993 de la revista Eating Disorders, Journal of Treatment and Prevention, se concluía: “Podría ser que la presión por adelgazar generada por los medios sea la mayor influencia en la ocurrencia de desórdenes alimentarios en mujeres y hombres vulnerables. ”j La mayoría de los anuncios y productos se dirigen a mujeres.

En el libro de los psicoanalistas argentinos Crispo, Figueroa y Guelar10, anorexia y bulimia, lo que hay que saber, se advierte que los medios juegan un papel importante en la agresión hacia la mujer obesa, ya que a la esbelta le prometen una vida sofisticada, de gran aceptación y éxito. En dicho libro se presentan datos alarmantes: alguna revista femenina vende siete mil números más si señala la palabra dieta en la portada, y en los últimos diez años ha incrementado el número de artículos relacionados con las dietas en un 70%. ¿Cómo se relaciona esto con la paciente obesa? Seguramente la presión por la delgadez está removiendo contenidos del ideal del yo que disparan la angustia en la paciente, y la respuesta es buscar “soluciones?” al problema físico.

Sin embargo, la presión social trasciende sobre la exigencia de una figura esbelta. El Dr. George Bray, de la Universidad del Sur de California, considera que la obesidad acarrea un estigma social. Toma como ejemplo un estudio realizado en niños y adultos (que incluían personal de salud), en el que se pedía que se ordenaran, de acuerdo al agrado que generara la imagen, 6 fotografías de personas con diferentes discapacidades y la de una persona sana pero obesa. Las fotografías eran de gente de la edad que correspondía al grupo en estudio. En el caso de los niños, invariablemente el obeso quedó al último. En los adultos, quedó entre el cuarto y sexto lugar. 11

En la consulta de la paciente con obesidad, principalmente en el caso de niñas escolares y adolescentes, se encuentra frecuentemente depresión y angustia por el rechazo de la gente: “Mi mamá pone más atención a mi hermanita flaquita…”, “La maestra le hace más caso a los niños delgados que a mí. ”, “Cuando jugamos basquet en el recreo, yo soy la última a la que escogen. ”, “Ya no quiero ir a la escuela porque me dicen cosas feas…”, y “Mi marido me compara constantemente con mi hermana, ¡claro, está delgada!”, “Escogieron al ´palo de escoba´ para el puesto y ¡me hicieron a un lado!”.

En la génesis de la obesidad, no se puede negar el papel de la familia. Los hábitos, las costumbres, tradiciones e ideologías del padre y de la madre se conjugan para integrar los nuevos referentes y regir la dinámica de la nueva familia. Al niño se le enseña a comer, desafortunadamente no en todos los casos los padres tienen la información adecuada para hacerlo.


Culturalmente, se acepta que no se alimente de la misma manera al niño que a la niña9. A la mujer se le otorga un papel secundario en la alimentación, se le sacrifica en calidad, cantidad y atención.

A los consultorios de asesoría nutricia llegan niñas obesas muy agresivas o deprimidas, como resultado de la conducta familiar en torno a los alimentos y al peso. Generalmente la madre las compara con los hermanos, que son delgados, ordenados y limpios. La madre que se encuentra obsesionada con el control de su peso emite juicios muy fuertes con relación a su imagen corporal, aunque esté delgada: “…¡soy una vaca!, nada me queda bien, me voy a poner a dieta…” o “¡que asco me doy!, ¡estoy gordísima!”. ¿Qué pensará o sentirá la hija? Tal vez algo así como: “si ella que está delgada no se quiere, a mí que estoy gorda seguro me odia”.

El consultor debe actuar con gran delicadeza frente a estas situaciones. Referir a la familia a terapia es muy útil y necesario. La forma de abordar las relaciones familiares relacionadas con los alimentos y la imagen debe ser muy sutil, de otra manera, los padres se sentirán agredidos y culpados por el estado de la niña (que lo mismo podría ser del niño) y suspenderán la asesoría y la posibilidad de que esa pequeña se libere de tan fuertes presiones.

También las mujeres obesas son muy agredidas verbal, psicológica o sexualmente por sus parejas. Desde comentarios como: “Pues ya no te me antojas, … más vale carne nueva y pegadita al hueso. ”, hasta “¡Mira nada más qué buena está esa mujer! … pero a mí me gustas cómo estas mi vida. ”. Algunos maridos simplemente se alejan sexualmente, otros abusan.

En estos casos también se debe ser muy cauto. Si una paciente refiere que desea un régimen de control de peso porque su esposo la agrede verbal y psicológicamente por su obesidad e incluso la ha amenazado con un cuchillo de cocina en las peleas de pareja, hay que guardar la calma. Definitivamente, el nutriólogo no debe saltar del asiento y pedirle que se divorcie de inmediato. Se debe orientar bien a la persona y referirla a la instancia más adecuada.

El personal de salud también tiene un papel en el desarrollo de angustia de la mujer con obesidad. La paciente solicita algún tipo de atención, y antes que obtener una solución a su problema, escucha: “Usted está muy pasada de peso. ”, “Necesita bajar algunos kilogramos para facilitar su recuperación. ”, “Con ese peso, si sigue aumentando, seguramente va a ser cesárea. ”, “La quiero con dos kilos menos para la próxima semana. ” ¿Qué es esto? Agresión pura.

Definitivamente esta no es la forma adecuada de guiar a una paciente para que mejore su peso. Solamente se logra que se dispare la angustia, se active el sentimiento inconsciente de culpa y entren en juego la represión y los mecanismos de defensa. Por supuesto, también se genera depresión.

La paciente “transfiere” y deposita muchas cosas en el personal de salud. Por su parte, este personal, inconscientemente “contratransfiere” lo suyo a la paciente. Así, lo que aplica al analista debería ser para todos los que tratan personas. Existen algunas corrientes que piden al “consultor” abstenerse de realizar una contratransferencia; hay otras que consideran que es útil12. Sin embargo, se puede proponer que, independientemente del área de atención (medicina, nutrición, odontología), el profesional se sometiera a análisis para evitar que sus propios procesos inconscientes se viertan en la paciente de forma negativa y contraproducente.

El nutriólogo puede evitar o frenar el desarrollo de angustia si identifica el estadio en que la paciente se encuentra al solicitar su apoyo: ella puede presentarse ante el nutriólogo en diferentes estadios: a) con la fantasía de deseo de una pérdida de peso rápida, sin esfuerzo y sin compromiso; b) con una gran frustración por haberlo intentado todo sin lograr resultados que perduren; c) con una gran carga de agresividad, negación de su estado y depresión; d) con un conflicto psíquico entre la aceptación de la necesidad de actuar a favor de un estilo de vida sano y la negativa de abandonar los hábitos inadecuados; e) habiendo elaborado su situación, y con la consciencia clara de requerir una asesoría y terapia nutriológica profesional.


Cada una de estas fases requiere un acercamiento distinto para la solución del problema. El nutriólogo debe estar consciente de que el trabajo con los pacientes debe ser multidisciplinario, ya que el problema de la obesidad no es solamente físico.

Para terminar, las implicaciones psicológica y social son tan fuertes que el tratamiento nutriológico no tiene éxito si no se evalúan y atienden oportunamente los anteriores. Si la elucidación que se realizó en el trabajo es correcta, la relación angustia-obesidad-mujer puede ser interpretada de forma que se facilite el tratamiento de la paciente.


Bibliografía

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Notas

a. MALSON HELEN. The thin woman. Feminism, post-structuralism and the social psychology of anorexia nervosa. Routledge Eds. London, 1998, pg. 12.

b Idem. pg 13.

c FREUD SIGMUND. inhibición, síntoma y Angustia. Amorrortu Editores. Pg. 135.

d SAFOUAN MOUSTAPHA. Angustia, síntoma, inhibición. Seminario. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1988, pg 22

e Idem

f SAFOUAN MOUSTAPHA. Angustia, síntoma, inhibición. Seminario. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1988, pg 30.

g LACAN JACQUES. El seminario 3. Las psicosis. Ed. Paidós. Argentina 1991.

h DAFNA FEINHOLZ. “Trastornos de la alimentación. Un problema de mujeres. Responsabilidad social”. En: La Alimentación en la primera infancia sus efectos en el desarrollo. P y V. México, 1998, pg. 416.

i LIPOVETSKY G. El crepúsculo del deber. Ed. Anagrama. Barcelona, 1994, pg. 55. (Colección Argumentos).

j COSTIN C. The eating disorder sourcebook. Lowell House. 2nd. Edition. Los Ángeles, 1999, pgs 54.

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