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Una perspectiva ecosistémica en el maltrato físico al menor.

Autor/autores: Susana Martín Alcudia
Fecha Publicación: 01/03/2005
Área temática: Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

En nuestra comunicación vamos a exponer un tipo de maltrato que es el de la violencia física sobre los niños acaecida en el contexto familiar.

Para la comprensión de la etiología y mantenimiento del maltrato nos basaremos en el modelo ecosistémico, en el cual el entendimiento pero no la justificación de lo que ocurre en el sistema familiar es la clave para la ayuda y la posterior intervención con el menor.

Palabras clave: maltrato físico


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Una perspectiva ecosistémica en el maltrato físico al menor.

Susana Martín Alcudia; Mª Angeles Mairena García de la Torre; Maria Ballesteros García.

Hospital de Móstoles (ÁREA 8).
Madrid

 

En nuestra comunicación vamos a exponer un tipo de maltrato que es el de la violencia física sobre los niños acaecida en el contexto familiar. Para la comprensión de la etiología y mantenimiento del maltrato nos basaremos en el modelo ecosistémico, en el cual el entendimiento pero no la justificación de lo que ocurre en el sistema familiar es la clave para la ayuda y la posterior intervención con el menor.

Introducción al maltrato infantil

Los malos tratos a la infancia son una constante histórica, que en mayor o menor medida se presenta en todos los tiempos, incluso distintas culturas lo promueven. Ejemplos de ello son niños entregados para el sacrificio de los dioses (culturas precolombinas como los aztecas y los sacrificios al dios Tlaloc al que sacrificaban niños, la mayor parte varones que se compraban a los padres más pobres), el infanticidio de las niñas por no ser rentables (China, India), o de niños para regular el crecimiento de un pueblo (israelitas en Egipto), menores eliminados por presentar problemas de salud, deficiencias físicas, psicológicas o según criterios considerados niños débiles (Esparta), el maltrato como forma de educación, el derecho del padre sobre los hijos y sobre la hija del incesto. (1)

La violencia hacia los niños se ha mostrado de formas muy diferentes, siendo el maltrato físico y el infanticidio sólo algunas formas, apareciendo otras como la negligencia, abandono, explotación laboral. . . (1)

En la historia del maltrato infantil son pocos los datos existentes sobre la infancia en general (sobre educación, el rol social, forma de vida, sus derechos) y sobre el maltrato infantil en particular a lo largo de la historia. Las referencias suelen ser en su mayoría secundarias y especulativas ya que no tenía la consideración actual. Los datos que conocemos sobre las referencias históricas, recogen la discriminación y el maltrato sin reconocimiento del niño como objeto de derecho. Según DeMause “ la historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace poco, cuanto más se retrocede en el pasado más expuestos están los niños a la muerte violenta, el abandono, los golpes, el terror y más bajo es el nivel de la puericultura”.

El concepto de infancia como periodo cualitativamente distinto es consecuencia de una evolución progresiva a lo largo de los siglos respecto a los valores acerca de lo que es y debe ser el niño, sus características y necesidades. El conocimiento científico de la infancia, de sus condiciones biológicas y el estudio de las elevadas tasas de mortalidad infantil es una adquisición reciente. El niño hasta hace 3 siglos era considerado como un adulto en miniatura sin necesidades específicas.

La concepción de familia como la entendemos actualmente (lazos familiares, papel de los padres. . . ) es de la 2ª mitad del s. XIX. El ideal establecido proviene de valores burgueses, no siempre aplicable a otros momentos históricos, etnias. . (2)

Tres son los fenómenos claves a la hora de entender la práctica violenta hacia los niños en las sociedades:

1) la creencia de que los niños son propiedad de los padres
2) la práctica del castigo físico como modo disciplinario recomendado
3) la carencia de derechos por parte de los menores (2)

El maltrato solo existe desde que los observadores distinguieron en el marco de sus interacciones un fenómeno que les preocupó, lo nombraron y definieron verbalmente. Fue necesario que ese descubrimiento se transformara en un fenómeno social, es decir, que fuera reconocido en el interior de un contexto de interacción social cada vez más amplio como es la comunidad. (3)

Es un error pues, el detectar maltrato en países pobres del planeta sin hacer esfuerzos necesarios para mejorar las condiciones de vida en las familias. Esto solo sirve para proporcionar buena conciencia a los responsables de las injusticias estructurales, corriendo riesgo de crear como chivos expiatorios a los padres. (3)


Modelo ecosistémico de violencia familiar

Dentro de un modelo ecosistémico se pueden distinguir dos tipos de violencia, la organizada, y la familiar. En ambas encontramos los mismos tres grupos de personas participantes en dicho proceso de violencia: maltratadores, víctimas e instigadores o cómplices “pasivos”.

Pero podemos encontrar diferencias entre ambos tipos de violencia, algo necesariamente a considerar a la hora de intervenir terapéuticamente, serían:

- En las víctimas de violencia organizada éstas pueden tomar la distancia necesaria para reconocerse como víctimas, pueden mantener su identidad, reconociéndose como víctimas pero a medida que el proceso avanza podrá aparecer la dependencia física y psicológica (Ej. síndrome de Estocolmo).

- En las víctimas de violencia familiar, los verdugos son los componentes del sistema familiar. Estas víctimas, por tanto, no pueden tomar esa distancia para considerarse víctimas. (3)

En la violencia familiar, son los niños y las mujeres las víctimas, son los más débiles, con una posición de desventaja en la relación de poder. El abusador usa y manipula esa dependencia afectiva con sus víctimas, no necesita construir esa dependencia para ejercer su poder, ya que esa dependencia ya existe como consecuencia de la afiliación, todo ello camuflado o negado con discursos por parte de los padres como “buena educación”, “ por el cariño que te tengo”, y exigiendo lealtad “ no llores, no es para tanto”. Los niños reciben un doble mensaje (Batenson)(4): “te amamos, te maltratamos, cállate, es normal”. Los terceros implicados no hablan por temor, o por compartir la misma ideología, no quieren saber. . . (médicos, psicólogos. . . )

Por todo ello, en la intervención habrá que facilitar procesos relacionales no violentos, al mismo tiempo rescribir la historia explicativa de lo ocurrido, creando un clima positivo donde se pueda nombrar el horror y el abuso, indicando quién es quién, y su responsabilidad viendo cómo se generó el drama. La víctima podrá así reconocerse como tal, facilitando una vivencia constructiva del odio como alternativa para cerrar un pasado. El abusador se podrá rehabilitar como padre ayudando a asumir su responsabilidad así como de la posibilidad de reparar legal y simbólicamente los daños, ayudando también a la búsqueda de modelos alternativos no violentos. (3)

- EXPLICACIÓN DE LA VIOLENCIA FAMILIAR DESDE EL MODELO

En las situaciones en las que nos encontramos un sufrimiento (el de las víctimas de violencia) no verbalizado y/o socialmente no reconocido, el riesgo de que se exprese a través de comportamientos violentos sobre otras personas es muy alto, creando así el ciclo transgeneracional de la violencia donde padres violentos que fueron niños maltratados sin protección, podrán maltratar a sus hijos haciendo de ellos futuros padres violentos. (3)

Por otra parte niños maltratados y sometidos a la ley del silencio podrán desarrollar actitudes desviadas, promiscuidad, trastornos de conducta, delincuencia, prostitución. . .

Todo ello es fácil que se manifieste sobre todo en situaciones de desprotección donde las situaciones familiares y sobre todo sociales, la vida y los derechos del niño no son respetados por injusticias estructurales (padres como chivo expiatorio de la disfunción social).


- EL apego COMO ASPECTO FUNDAMENTAL EN LA EXPLICACIÓN DEL MALTRATO

En el niño los vínculos de apego se estructuran a partir de 3 componentes: las conductas de apego (sonrisa, gritos, aferrarse), los sentimientos que la acompañan (experiencia afectiva de seguridad, afirmación, angustia), y la representación mental del apego (recuerdos de la relación).

El modelo mental del niño sobre el apego está basado en sus experiencias vividas. Las percibidas como negativas, incoherentes o inconsistentes traerán deficiencias graves a la hora de establecer lazos afectivos sanos; otras veces esas experiencias, aun siendo malas, no se representan según lo vivido (por la distorsión de la representación con la negación de la vivencia angustiante e idealización de la misma).

Otra forma de fallo en la representación es la fijación sobre una experiencia todopoderosa de la relación con la madre, está prisionero de las figuras de apego y no puede evolucionar su representación, y presentan graves perturbaciones a nivel de la diferenciación de su yo. (5)
La capacidad simbólica del ser humano hace que el apego de los padres hacia sus hijos, comience a construirse desde antes de la existencia del niño como realidad. Hay niños que ya desde el vientre padecen influencias destructivas por factores ambientales como la pobreza, consumo de drogas, agresiones de la violencia conyugal.

El proceso de apego es circular, de la madre al bebé y viceversa. Un niño maltratado por sus padres puede desarrollar lazos de apego hacia ellos, no tiene que ser necesariamente adecuada la figura para que el niño tenga apego. El apego significa supervivencia, se aferra al adulto independientemente de que sea adecuado o no. (6)
Podemos encontrar tres tipos de apego (7): seguro, inseguro ansioso o ambivalente, inseguro huidizo o rechazante. En las familias maltratadoras, donde se golpea y rechazan psicológicamente a sus hijos, aparecen los rasgos huidizos o rechazantes, muestran agresividad hacia la madre, y ante invitaciones de ésta, la evitan. En las que presentan negligencia o abandono, presentan el apego inseguro ansioso-ambivalente (hasta los 12 meses, porque luego evolucionan hacia el apego seguro, mientras otros van hacia la evitación).

El abandono es lo que provoca las más graves consecuencias para los niños tanto a nivel afectivo como intelectual. Es menos dramático para un niño ser golpeado que la indiferencia y el abandono. (3)

- SITUACIONES DONDE EXISTE riesgo DE MALTRATO EN EL NIÑO

En general son dos las situaciones en las que existe riesgo de cosificación y de maltrato al niño:

1) El maltrato como expresión de una crisis en el ciclo vital de una familia: nacimiento, enfermedad, muerte. . . Es momento de crisis y la familia busca el equilibrio, y como explicación, hay un fallo de los mecanismos naturales para controlar el estrés familiar. El terapeuta sería una ayuda para lograrlo (estructura disipativa). (8)(9)

2) El maltrato como experiencia organizadora de la fenomenología familiar ( las familias transgeneracionalmente perturbadas): aquí el maltrato es un modo de vida, son familias donde los adultos tienen tendencia a repetir crónicamente comportamientos abusivos y violentos sobre sus hijos, y quienes a su vez podrán transformarse en padres abusivos. (10)
Dentro de la práctica clínica se han podido distinguir 4 niveles de experiencias entorno a las cuales se organizan las interacciones abusivas y el sistema de creencias que las justifican o mitifican:

1º/ Carencias relacionadas con la función maternal (afecto).

Las interacciones, el comportamiento y el discurso de uno de los padres “abusadores” o de ambos, llevan a postular que son adultos que crecieron en un medio familiar y social pobre en recursos maternales, están hambrientos de amor y de necesidad de ser confirmados por los terapeutas. Como padres esperan que sus hijos colmen total o parcialmente estas carencias del pasado. Aquí surge el peligro de “cosificación”: niño como objeto de reparación.

Algunos de estos adultos carenciados desean evitar que los niños vivan lo que ellos vivieron y librarles de los sufrimientos y carencias que conocieron en sus infancias. Pero otros esperan que sus hijos les brinden los cuidados, el amor, el respeto, la aprobación y la disponibilidad que no pudieron tener en sus infancias.

El hecho que algunos padres quieran borrar su tragedia a través de la felicidad de sus hijos, puede explicar que a veces los malos tratos no se repitan con la misma intensidad y dramatismo; pero esto no evita el peligro de que el adulto pueda usurpar el proyecto existencial de su hijo para intentar realizarse a través de él; aquí aparecerán graves trastornos en el proceso de diferenciación e individuación psicológica del niño.


Otro momento crítico se produce cuando el nacimiento de los niños y su presencia real rompe las expectativas reparadoras de los padres, y éste no se corresponde en nada al niño imaginado: cuando el niño llora porque tiene hambre, o frío sencillamente, estos padres vuelven a sentir una enorme frustración que puede expresarse por gestos violentos como golpes, sacudidas. . . (11)

2º/ Carencias relacionadas con la función paternal (normas).

Son personas (el maltratador) que han sido socializadas en sistemas familiares o institucionales donde los adultos no les ofrecieron cuando eran niños suficientes interacciones socializantes.

En estos casos los adultos tendrían que haber desempeñado el papel simbólico del padre, y no fueron capaces de garantizar una conducta estructurante en cuanto al control del comportamiento de los niños y a la interiorización de las leyes y normas. Estos padres crecieron con la inseguridad y el desconocimiento de sus propios límites y los de los otros, por ello les resulta difícil educar y poner limites a sus hijos mostrando indecisión, rigidez, debilidad y/o autoritarismo).

Los problemas que constituyen la causa de profundas deficiencias en lo que concierne a la transmisión e integración de un modelo de autoridad parental y de las leyes que rigen las relaciones sociales y familiares serían: la autoridad que se ejercía era abusiva versus, ausencia de función paternal por falta de competencias personales o por acontecimientos que los mantuvieron alejados de los hijos.

Dentro de estas familias coexisten los comportamientos negligentes con los violentos, aquí el niño podrá soportar pasivamente la violencia, pero más tarde experimentará un sentimiento de injusticia que hará crecer el sentimiento de cólera y venganza contra sus padres, a los que no lo podrá dirigir (mostrando inhibición, fracaso escolar: que es vivido como una provocación por los padres), y lo hará contra sus iguales y sus futuros hijos.

En definitiva, el niño no es el objeto real de la violencia, sino el medio a través del cual los padres ajustan sus cuentas con sus propios padres. (12)

3º/ Trastornos relacionados con la organización jerárquica de la familia.

En los sistemas familiares productores de maltrato infantil existen importantes trastornos de la organización jerárquica, ya sea porque los límites de la jerarquía no están claramente definidos o porque aunque lo estén en teoría, no se respetan en la práctica.

En el primer caso, el niño se ve confrontado con un contexto confuso, donde resulta difícil distinguir los roles de aquellos que deberían cuidarlo; esta confusión puede obligar al niño a asumir la tarea de cuidar y proteger a sus padres.

En el segundo caso, existe una incongruencia entre la organización establecida y la que funciona en la práctica. Esto puede llevar a un juego de coaliciones entre unos miembros de la familia y otros. (13)

4º/ Trastornos de los intercambios entre familia y entorno.

La supervivencia de su familia depende también de las posibilidades de regular la apertura y el cierre de las fronteras con su entorno.

En las familias donde se dan malos tratos esta frontera simbólica es disfuncional pudiendo ser abierto-caótico, versus cerrado-rígido.

Las abiertas y caóticas, los niños no reciben los cuidados necesarios de seguridad, corriendo el riesgo de abusos en el interior o exterior. Aquí se da fundamentalmente la negligencia.

Las cerradas y rígidas, encierran a los niños en un mundo rígido y totalitario, estando privados de la posibilidad de enriquecerse con las aportaciones del exterior. Aquí se da fundamentalmente los malos tratos físicos, psicológicos y el abuso sexual. (3)


La violencia física sobre los niños

Los niños aprenden a usar la palabra para manejar sus emociones desencadenadas por las interacciones; al mismo tiempo estos intercambios incitan al niño a comprender y aprender el sentido de los gestos y de las palabras que componen el ritual. Integrarse en estos rituales le permite a su vez participar en la dinámica familiar destinada a regir las emociones y darle sentido al mundo que percibe.

Cuando fallan los rituales humanos encargados de manejar la agresividad en el interior de la familia, el resultado es la violencia y el maltrato físico. Si lo que falla son los rituales que regulan la atracción sexual entre los adultos y los niños ligados por la experiencia de apego, encontramos el abuso sexual. Cuando la palabra es usada sistemáticamente para manipular y/o destruir el mundo de los niños, sería maltrato psicológico.

En el caso del abandono y la negligencia, habría un fallo total o parcial de la existencia de los lazos de apego. (3)
La agresividad corresponde a una mezcla de emociones, comportamientos y palabras presentes en una familia con la finalidad de producir la energía necesaria para reaccionar, subsistir y mantener una jerarquía entre sus miembros. La posibilidad que tenemos de intercambio comunicacional y afectivo nos ayudan a que una familia no “mate a sus hijos” (rituales); siendo la finalidad del ritual controlar la agresividad de las personas implicadas en una relación, a fin de evitar la emergencia de la violencia destructiva entre ellos. Estos rituales mantienen los vínculos afectivos y la sincronización de sus miembros, evitando el desbordamiento. El ritual también permite la organización de la atribución de roles en la familia.

Hay situaciones donde no hay un apego sano, y donde los rituales no cumplen su función de control de la agresividad, produciéndose emociones intensas, no controladas, que conducen a una explosión de comportamientos y palabras que destruyen. La existencia de relaciones de poder asimétricas hace que esta fuerza agresiva incontrolada se dirija casi siempre del más fuerte al más débil. Este desbordamiento da lugar a la violencia agresiva: (3)

La violencia agresiva puede ser de dos tipos:

A) Cuando una familia se enfrenta a amenazas vitales y hay un desbordamiento agotándose los rituales normales destinados al control. Aquí la violencia es el resultado de la ruptura de un equilibrio en la familia por la invasión de estímulo estresantes. En el trabajo terapéutico habrá que detectar los elementos contextuales responsables de la crisis. Otras veces no es necesario un único estímulo potente, sino sería resultado de una sobrecarga de estímulos estresantes.

B) Familias que como consecuencia de trastornos del apego, los rituales fallan o se agotan rápidamente. Aquí la violencia puede aparecer en un contexto relacional caracterizado por una gran distancia afectiva (que impide la ritualización de la agresividad, no sienten empatía hacia sus hijos, su sufrimiento lo ven ajeno, ej. torturadores), o por una gran proximidad ( los golpean porque no tienen un lenguaje adecuado para hablarles, creen ser los propietarios de sus hijos).

Por otro lado estaría la violencia ideológica: cuando cada vez que los miembros de un sistema humano creen que su forma de ver y comprender el mundo a través de sus creencias son verdades absolutas que hay que defender a cualquier precio, incluso destruyendo a otros seres humanos, estamos ante la violencia ideológica que es resultado de creencias destructoras que impiden la utilización adecuada de estos rituales.
Obligan a adoptar las ideologías que la justifican, negando la posibilidad de reconocerse como víctimas de maltrato y señalar al maltratador. Aquí los golpes son gestos necesarios para la educación, la madre que golpea puede prohibirle llorar.

 

Es un proceso de lavado de cerebro donde se manipula la dependencia del niño imponiendo una serie de valores que vanalizan los gestos maltratantes. (3)

- LAS EXPERIENCIAS VITALES DE LOS PADRES VIOLENTOS

Aparecen distintos tipos de experiencias traumáticas sufridas por estos padres en su infancia: (3)

1) Un primer grupo, corresponden a situaciones de abandono, separación y frustraciones precoces como producto de los trastornos del apego. Es un padre, antiguo niño desapegado, que se repliega de manera egocéntrica sin acceso a los rituales comunicacionales que le hubieran permitido apegarse a sus hijos. Tienen dificultades para apegarse y ser apegado. La ausencia de una seguridad de base le conduce a un desarrollo fragilizado, donde la violencia podría resultar de esa fragilidad.

2) Un segundo grupo, son aquellos padres que ellos mismos fueron víctimas de violencia durante su infancia. No todos los niños maltratados se convierten en malos padres. Hay una transmisión generacional, no una repetición. Las experiencias no pasan de una generación a otra como una fotocopia, ya que las experiencias personales de cada uno pueden introducir variaciones en la continuidad del fenómeno ( elección de pareja, la procreación, la lealtad a la familia de origen).

Las memorias transgeneracionales integran ciertas características de los individuos que coevolucionan juntos, es una transmisión a los descendientes por medio de los aprendizajes. La violencia también puede nacer de la destrucción de la memoria, o por una falla en la transmisión de los rituales moduladores.
Por todo ello es posible otras fuentes de socialización que deben jugar un rol fundamental (familia extensa y tejido social), introduciendo nuevas formas de relación no violentas.

3) Un tercer grupo, son aquellos sujetos que un tenido una socialización violenta y abusiva, en sus procesos educativos aprendieron que la violencia es una respuesta eficaz para poner fin rápidamente a un conflicto o situación amenazadora, considerada como un escape de tensión. (14)

En este tercer grupo, son padres que se relacionan a través de golpes o castigos resultado de la socialización de su infancia. Habría 3 tipos de creencias:

1º/ creencias de que los golpes forman parte de un sistema de creencias de tipo altruista: “quien bien te quiere te hará llorar”, golpean a sus hijos como parte de sus proyectos educativos, maltratan con una justificación para su comportamiento estando totalmente convencidos de que es la única y mejor manera de amar y educar a los hijos, aplican el mito al derecho de la corrección.

2º/ creencias de que los golpes son usados como instrumento para defenderse de la amenaza: aquí el niño es vivido como una amenaza, los padres se perciben como víctimas ya que el niño es una amenaza para su integridad, atribuyéndole intenciones maléficas. Este sentimiento se puede transferir a otros miembros del entorno. Estos padres crecieron siendo designados por los adultos como pequeños monstruos de los que había que desconfiar.

3º/ creencias de que los golpes forman parte de un derecho a la venganza: el niño sería el objeto de venganza, y es golpeado como objeto simbólico que les permite vengarse del dolor vivido en su infancia. Estos padres maltratados, exigen que sus hijos les den un amor incondicional y reparador de todo sufrimiento que soportaron cuando niños (ya que ellos les dan todo de manera reparadora). Como ninguno satisface esta expectativa los padres castigaran a sus hijos. Estos niños reciben los golpes sin reaccionar, adaptándose a la situación, sintiéndose culpable. (3)

- LA identidad DEL PADRE VIOLENTO

Las experiencias que lo marcaron no fueron simples incidentes, sino que son realidades crónicas e intensas que organizaron sus vidas. Lo que caracteriza la vivencia subjetiva de estos padres es una imagen narcisista todopoderosa que descansa en unas bases afectivas muy frágiles que se sostienen con creencias absolutas y radicales (tienen el derecho de invadir y domesticar a sus hijos par reafirmar su imagen todopoderosa) tras las cuales esconden un gran miedo a ser abandonado, agredido o destruido. Si perciben el ataque del profesional pueden ver amenaza y responden contraatacando, siendo negativo para el niño ya que acrecentarán la violencia sobre él.
Terapéuticamente será necesario que se identifiquen con la victima que vive en ellos, así como con sus propias víctimas permitiendo un posible cambio. (3)


- LA PAREJA DEL MALTRATADOR: EL rol DEL TERCERO

No agrede directamente pero participa pasivamente en la violencia. Está implicado en una relación de pareja caracterizada por una fusión profunda de las funciones intelectuales y emotivas, con una angustia crónica de separación y una necesidad de dependencia que son consecuencia de una identidad frágil. (15)

Esta dificultad parte de su experiencia relacional con su familia de origen, dando como resultado que este sujeto viva emocionalmente “pegado” a sus padres, compensando la angustia de la indiferenciación a través de mecanismos de negación de sí mismo y de aislamiento social.

Tienen unas capacidades éticas perturbadas por el proceso de dependencia hacia su cónyuge. El objetivo fundamental de su existencia es obtener a cualquier precio el amor y el reconocimiento de su pareja, no disponiendo de suficiente energía para construir proyectos personales y ocuparse adecuadamente de sus hijos. Cuanto menos sea el nivel de diferenciación de los cónyuges, más riesgo para la fusión en la pareja. Uno jugará el rol activo, y el otro adoptará el pasivo. Esto trae los problemas en el momento de la cohabitación.

Ambos se necesitan mutuamente y no están dispuestos a separarse, pero entrarán procesos de distancia emocional mediante disputas conyugales, enfermedad psicosomática de un componente, o la proyección de los problemas sobre los hijos. En la pareja hay una complementariedad rígida (pasivo-activo; simétricos), que deriva a la aparición de un niño chivo expiatorio que permite la regulación de la agresividad y la permanencia de la pareja.

El “dominante” permite sentir seguro al pasivo que vive con la ilusión de protección, sin saber que en el fondo el primero es un niño miedoso que quiere que lo protejan, no pudiendo por tanto, responder a la demanda.

El “pasivo”, personaje aparentemente inofensivo pero desconfiado y reivindicador, acepta mal los límites de su pareja probablemente por los sentimientos de lealtad a sus propios padres.

En las peleas entre ellos, sirven para tomar la distancia que necesitan, pero rápido se reconcilian por esta necesidad de fusión y de dependencia.

La mujer de un hombre violento por la dependencia a su marido es incapaz de proteger a sus hijos, es más importante conservar su amor. Son mujeres que han vivido carencias crónicas y/o rupturas relacionales repetidas, se relacionan con hombres inaccesibles que tratan cambiar con amor, están sometidas a un modelo patriarcal les es difícil salir del rol de víctima, y tienen el estereotipo de que la vida familiar es la única fuente de bienestar. Negarán todo lo que ocurre o lo justificarán por salvar a sus parejas. (3)

El marido de una mujer violenta, es ella la que lleva los pantalones, donde su madre agredía a sus hijos siendo el padre el testigo pasivo y ausente. Poseen carencias afectivas que pueden llevar a sexualizar la relación con sus hijas, e igualmente intentan mantener el amor de sus esposas. Otros padres no protectores se identifican con la violencia de sus esposas y a veces son instigadores.

- CONSECUENCIAS DEL MALTRATO FÍSICO

El contenido del maltrato físico se da en un contexto de terror y desprotección latente, con un clima de extrema inseguridad e indefensión por las reacciones imprevisibles del padre violento. Otro componente es la impotencia, todo intento de huir de la injusticia de los golpes queda bloqueado por la culpabilidad, la dependencia y la indiferencia. El dolor es otro componente del que no tienen un recuerdo claro (no se quejan) ya que el terror y el miedo ocupan todo el espacio. Otra alteración es la de su vivencia de la imagen corporal, sienten un cuerpo que no controlan.

Las consecuencias son al nivel físico y psicológico, donde lo más traumático es que son humanos, tanto el torturador como la víctima. Como secuelas psicológicas:

1) Trastornos de la identidad: mala imagen, cree ser la causa del nerviosismo de sus padres, cree ser malo y peligroso, y para defenderse suelen desarrollar la idea de todopoderosos y fuertes.

2) autoestima pobre: igual que los carenciados, son tímidos y miedosos, tratan de llamar la atención del entorno.

3) ansiedad, angustia, depresión: suele expresarse con trastornos del comportamiento, problemas de concentración, fracaso escolar. El mundo adulto lo perciben como desprotector e inseguro. (3)

Como mecanismos de adaptación que presentan para sobrevivir:

A) Idealizan a sus padres, reprimiendo facetas y asumiendo la responsabilidad de los golpes. El creer que es malo es menos angustiante que ver que tiene padres capaces de destruirle.

B) Mostrarse como un niño extremadamente obediente, pasivo, casi transparente.

C) Adoptar el personaje de niño malo, justificando así los golpes. (3)


Conclusiones

La manera de educar a los hijos no es fácil, y como todos sabemos la tentación para el adulto de pegar sustituyendo al diálogo es grande, mucho mayor si existe tradición que se transmite de generación en generación, donde la “manera dura” es la mejor forma de controlar al hijo, ya que una buena corrección nunca ha hecho mal a nadie, o el “ así no habría delincuentes”.

Muchos de estos adultos hacen de estas ideas un modelo para relacionarse, además cualquier padre puede ser un padre violento si se encuentra en una situación de desbordamiento de su agresividad natural, y/o existe además un trastorno en su control.

Por ello si entendemos el porqué de esta violencia (que no significa que lo compartamos, todo lo contrario), dejando de lado la tentación de enjuiciar y condenar a estos padres maltratadores (ya que como profesionales de la salud que somos, Psicólogos Clínicos, Pediatras, Enfermería. . . , no es nuestro cometido, sino el de los profesionales de la justicia), podremos ayudar a éstos niños y a sus familias a crear nuevos vínculos de relación donde no participe la violencia. La intervención terapéutica y las medidas de protección se tendrán que dar en un contexto de comunicación donde se señale que la víctima es él (niño) pero por eso no perderá a su familia ya que ellos también necesitarán ayuda (salvo en casos excepcionales donde no podrá permanecer más con su familia de origen).

Con todo ello quiero expresar que difícilmente podamos ayudar integralmente a un niño sino entendemos y ayudamos a los padres (salvo en aquellas situaciones que esto sea completamente imposible), porque al fin al cabo para este niño “son sus padres”. Y aquí entra nuestra formación como profesionales, donde los sentimientos (como el asco, la repulsión, el odio hacia el maltratador) de seres humanos que somos, median nuestra intervención siendo algo que afectará negativamente a nuestra actuación y por tanto al niño, con la tentanción de convertirnos en jueces y verdugos de estas familias.


Bibliografía

(1) Diaz Huertas, JA, Casado Flores, J; García E, Ruiz MA. atención al maltrato infantil desde el ámbito sanitario. Consejería de Salud y Servicios Sociales. 1988.

(2) Diaz Huertas, JA, Casado Flores, J. Niños maltratados. Ed. Díaz de Santos, S. A. Madrid. 1997.

(3) Barudy, J. El dolor invisible en la infancia. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1998.

(4) Batenson, G. esquizofrenia y doble vínculo. Ed. Lohlé. Buenos Aires. 1977.

(5) Barudy, J, Huybrecht, B, Draguet, JM. “Prevention de la maltraitance:une approche ecologique” en Service Social dans le monde, Revue internationnal de service social, nº 1-2, Belgica, 1991.

(6) Cyrulnik, B, . Sous le signe du lien. Paris, Hachette. 1989.

(7) Ainsworth, MDS. “Attachemments Beyond Infancy”, American Psichologist, nº44, 1989, pag. 709-716.

(8) Cohen, F; y Lazarus, R. Coping with stress of illnes. Stone. 1982.

(9) Meichenbaun, D; y Turk, D. Stress, entrentamiento y enfermedad: una perspectiva cognitiv-conductual. Ed. Toray. Barcelona. 1987.

(10) Seltzer, W. J y Seltzer, M. R. “Le matériel, le mythique et le magique: une approche culturelle de la thérapie familiale”, en Dialogue: recherches cliniques et sociologiques sur le couple el la famille, 1986, 1º trimestre, pag. 62-76.

(11) Barudy, J. “La mise á jour de l´inceste et de l´abus sexuel: crise pour la famille, crise pour l´intervenant”, en Cahiers critiques de thérapie famille et de pratique de réseaux, nº 10. Bruselas. 1989.

(12) Barudy y Charlier, D. “Le décodage de l´urgence dans les situations de maltraitance d´enfants”, en Le Travail de la crise á l´épreuve de l´urgence. Bruselas. Confédération Francophone des Ligues de Santé Mentale, 1987.

(13) Masson, O. “Mauvais traitements envers les enfants el thérapies familiales”, en Thér. Famil. Ginebra, 2, 4, 1981, pág. 269-286.

(14) Steinmetz, J. K. “The use of force for resolving conflict” en Family coordination, vol. 26, nº 1, 1977.

(15) Bowen, M. “La différenciation de soi dans sa propre famille, un texte de base”, en Thérapie Familiale. Ginebra, 1994, vol. 15, 1 nº2, pag. 99-148.

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