INTRODUCCIÓN: El malestar producido por la percepción negativa de la imagen corporal establece, probablemente, el principal factor que precede a la decisión de adelgazar, constituyendo el inicio de la mayoría de los trastornos alimentarios. A tal malestar le llamamos insatisfacción corporal, estando vinculado, tradicionalmente, al género femenino.
OBJETIVO: Estudiar si el aumento de psicopatología relacionada con los Trastornos Alimentarios y el género determina una mayor disconformidad corporal.
MÉTODO: La muestra estaba compuesta por 58 estudiantes universitarios; de entre 18 y 27 años ( =20, 36 años; Dt=2, 13), el 74, 15% mujeres. Se realizaron sucesivos análisis de varianza de dos factores de efectos fijos (género y las puntuaciones obtenidas en las subescalas del inventario de Trastornos Alimentarios, EDI); y como variable dependiente las puntuaciones del test de disconformidad corporal, BII.
RESULTADOS: En cuatro de los análisis realizados encontramos diferencias en el segundo factor: impulso al adelgazamiento (Fimpulso(1, 57)=27, 96; pa=, 0001); bulimia (Fbulimia(1, 58)=4, 09; pa=, 048); Insatisfacción corporal (Finsatisfacción(1, 58)=13, 08; pa=, 001); e Inadaptación (Finadaptación(1, 58)=11, 20; pa=, 001). Sin embargo, al analizar la subescala Desconfianza Interpersonal no existieron diferencias en ninguno de los factores, pero sí en la interacción (Fsexo x desconfianza(1, 58)=3, 03; pa=, 04).
CONCLUSIÓN: Los estudiantes universitarios que se encuentran más insatisfechos con su cuerpo, presentan mayor disconformidad corporal, tienen mayor preocupación por la dieta y por el propio peso, mayor comportamiento bulímico y están más inadaptados. Las mujeres independientemente del grado de psicopatología alimentaria, se encuentran más insatisfechas con su cuerpo, mientras que en los varones esta disconformidad está en función de la mayor o menor desconfianza interpersonal.
PSICOPATOLOGÍA ALIMENTARIA: DISCONFORMIDAD CORPORAL Y GÉNERO IMPORTANTE: Algunos textos de esta ficha pueden haber sido generados partir de PDf original, puede sufrir variaciones de maquetación/interlineado, y omitir imágenes/tablas.
Llorca, G. , Cabrejas, B. , Gallego, T. , Fernández-Fernández, R. , Bueno, G. , Diez, M. A.
Facultad de Medicina. Universidad de Salamanca.
gllorca@usal. es
RESUMEN:
INTRODUCCIÓN: El malestar producido por la percepción negativa de la imagen corporal establece,
probablemente, el principal factor que precede a la decisión de adelgazar, constituyendo el inicio de
la mayoría de los trastornos alimentarios. A tal malestar le llamamos insatisfacción corporal, estando
vinculado, tradicionalmente, al género femenino.
OBJETIVO: Estudiar si el aumento de psicopatología relacionada con los Trastornos Alimentarios y el
género determina una mayor disconformidad corporal.
MÉTODO: La muestra estaba compuesta por 58 estudiantes universitarios; de entre 18 y 27 años (
=20, 36 años; Dt=2, 13), el 74, 15% mujeres. Se realizaron sucesivos análisis de varianza de dos
factores de efectos fijos (género y las puntuaciones obtenidas en las subescalas del inventario de
Trastornos Alimentarios, EDI); y como variable dependiente las puntuaciones del test de
disconformidad corporal, BII.
RESULTADOS: En cuatro de los análisis realizados encontramos diferencias en el segundo factor:
impulso al adelgazamiento (Fimpulso(1, 57)=27, 96; pa=, 0001); bulimia (Fbulimia(1, 58)=4, 09;
pa=, 048); Insatisfacción corporal (Finsatisfacción(1, 58)=13, 08; pa=, 001); e Inadaptación
(Finadaptación(1, 58)=11, 20; pa=, 001). Sin embargo, al analizar la subescala Desconfianza
Interpersonal no existieron diferencias en ninguno de los factores, pero sí en la interacción (Fsexo x
desconfianza(1, 58)=3, 03; pa=, 04).
CONCLUSIÓN: Los estudiantes universitarios que se encuentran más insatisfechos con su cuerpo,
presentan mayor disconformidad corporal, tienen mayor preocupación por la dieta y por el propio
peso, mayor comportamiento bulímico y están más inadaptados. Las mujeres independientemente
del grado de psicopatología alimentaria, se encuentran más insatisfechas con su cuerpo, mientras
que en los varones esta disconformidad está en función de la mayor o menor desconfianza
interpersonal.
Introducción
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y la condición de obesidad son conocidos desde la
antigüedad. Existe la evidencia de antecedentes históricos reconocidos, como Hipócrates, Soranos y
Galeno, que hablan de una anorexia nerviosa entendida como evitación del alimento de origen nervioso
sin causa orgánica encontrada o con peso corporal anormalmente bajo y sostenido (1). Sin embargo, el
primer autor en describir el cuadro clínico de la anorexia nerviosa fue Morton, quien en 1689 refiere la
consunción nerviosa como un síndrome de base histérica o como una forma de trastorno afectivo u
obsesivo (2). Posteriormente, Gull en 1868, en una conferencia-discurso pronunciada en Oxford utiliza la
expresión de anorexia nerviosa considerándola como un estado mental morboso causado por trastornos
del sistema nervioso central y de carácter hereditario (3). Los principales síntomas del trastorno eran la
anorexia, la caquexia, la amenorrea y el estreñimiento, reparando en el paradójico incremento de
actividad física, la hipotermia y la bradicardia. Casi al mismo tiempo, Lassègue publica en 1873 un
manuscrito titulado "de l´anorexie Hystérique", centrándose en los trastornos digestivos que aparecen en
el curso de la histeria (4). Tras estos trabajos pioneros han aparecido otras definiciones, como la
mostrada por Bruch (1973), quien describe a los sujetos que padecen esta afección con tres
características centrales: distorsión en la percepción de la imagen corporal, percepción distorsionada de
los estímulos propioceptivos y un sentimiento general de ineficacia personal (5).
Por otra parte, el término bulimia, descrito como un estado de voracidad patológica que se
manifiesta en la ingestión descontrolada de gran cantidad de comida, lo encontramos de forma aislada
desde hace más de 2000 años, aunque empezó a considerarse un trastorno con entidad propia hace
apenas tres décadas. Durante este período, el principal estudio realizado fue el de russell (1979), que
hizo una descripción completa del cuadro proponiendo el actual término de "bulimia nerviosa" (6).
Tomando como referencia los criterios diagnósticos de los manuales DSM-IV-TR (APA, 2002) y
CIE-10 (OMS, 1992), se clasifican los siguientes trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa
(AN), bulimia nerviosa (BN) y trastorno de la conducta alimentaria no especificado (TCANE) donde se
incluiría el "Trastorno por Atracón", que se halla dentro de los criterios o ejes propuestos para estudios
posteriores (7, 8). Estas patologías se definen por la presencia de un desajuste en los patrones "sanos"
de alimentación, ya sea en intensidad, cantidad, frecuencia, duración o calidad de la ingesta. Implican el
deseo de perder peso, adquiriendo las características de una obsesión, es decir, una continua
preocupación por la comida y la alimentación (9), controlándolo mediante el empleo de conductas
compensatorias como dietas restrictivas, vómito, laxantes, diuréticos, o el ejercicio en exceso, entre
otras.
Además de las alteraciones descritas, los Trastornos de la conducta Alimentaria se acompañan de
una insatisfacción con la imagen corporal. De esta relación se había dado cuenta Bruch quien en 1962
señaló que, lo patognomónico de la anorexia nerviosa no es la gravedad de la malnutrición per se, sino
más bien la distorsión de la imagen corporal asociada a ésta: la ausencia de preocupación por la
inanición, incluso en estados avanzados (10). Previamente, en 1950, Schilder definió la imagen corporal
como "el retrato de nuestro propio cuerpo que formamos en nuestra mente" (11). En palabras de
Maganto Mateo, et al. (2000), "la imagen corporal consiste en la representación mental que tenemos y
hacemos de nuestro cuerpo unida a los sentimientos, actitudes y emociones que atribuimos al mismo"
(p. 10) (10). Así pues, la disconformidad con el propio cuerpo se definiría como el malestar producido por
la percepción de la imagen corporal y por su evaluación estética subjetiva, consecuencia de la
discrepancia entre el cuerpo percibido y el cuerpo ideal. Por tanto, la insatisfacción corporal puede ser
fuente de preocupaciones y angustias que llegan a desembocar en una disminución de la autoestima, la
aceptación personal, etc. , generando dificultades que pueden llegar a distorsionar la percepción del
propio cuerpo y, sin ser consciente, iniciar una serie de estrategias nada saludables, como dejar de
comer o realizar ejercicio excesivo, para alcanzar la imagen corporal soñada, poniendo en grave peligro
la salud física y psicológica (10). De este modo surgen los trastornos de la conducta alimentaria y la
insatisfacción corporal de la que se acompañan, tanto a nivel de la forma, como del peso, presentando en
la mayoría de los casos una distorsión y sobrevaloración de los mismos (12).
Los factores socioculturales también tienen un papel central en la aparición y el desarrollo de los
Trastornos de la conducta Alimentaria: la mayor presión social que reciben las mujeres sobre su imagen
hace que las adolescentes y jóvenes sean más vulnerables que los hombres ante este tipo de trastornos.
Así, el mandato de género impone a las mujeres que sean guapas, delgadas, simpáticas y disciplinadas, y
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a los varones que sean deportistas, listos, líderes y competitivos, determinando de este modo los roles
de género y las relaciones entre ellos (13). Con ello, el ratio de prevalencia de los Trastornos de la
conducta Alimentaria establecido es de un hombre por cada nueve mujeres, o lo que es lo mismo, nueve
de cada diez personas que padecen estos trastornos son mujeres (14, 15). Sin embargo, la anorexia
masculina, según algunas investigaciones, puede estar acrecentándose, sobretodo en los grupos
vulnerables, como modelos, bailarines y jinetes (16). También parece observarse un mayor riesgo de
TCA en los varones homosexuales frente a los heterosexuales, constituyendo un tercio de los hombres
que sufren estos trastornos (17).
A pesar de todo, sigue existiendo una mayor probabilidad
de insatisfacción corporal entre la
población femenina (18, 19, 20, 21). De este modo, dado el aumento en la prevalencia que este
trastorno tiene en la sociedad y su posible relación con el género y los factores culturales, enfocados a
las exigencias respecto a ideales de belleza, el objetivo del presente estudio es comprobar los aspectos
relacionados con la insatisfacción corporal y su relación con el género y la conducta alimentaria,
buscando si la pertenencia a uno u otro sexo y la presencia de patología alimentaria presentan relación
con una mayor insatisfacción corporal.
Método
Muestra
La muestra seleccionada fue extraída de población universitaria de entre 1º y 4º curso de distintas
titulaciones, participando 58 personas en el estudio, de los cuales 15 eran hombres y 43 mujeres,
constituyendo el 25, 9 y el 74, 15%, respectivamente, de la muestra. Las edades oscilaban entre 18 y 27
años, siendo el promedio de edad de 20, 36 años, con una desviación típica de 2, 13 años.
Variables e Instrumentos
Se recogieron algunas variables sociodemográficas como la edad actual del paciente, la zona de
residencia (rural-urbana), los estudios realizados, el curso académico, el tipo de educación recibida y el
índice de masa corporal (peso en Kg/altura en metros al cuadrado) (IMC) clasificado en 4 categorías:
normal (18, 50-24, 99), infrapeso (<18, 50), sobrepeso (25) y obeso (30). Los instrumentos utilizados
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fueron:
- Eating Disorders Inventory (22). Uno de los instrumentos más utilizados en la exploración de
actitudes y conductas alimentarias de riesgo, tanto en población clínica como en población abierta. Se
trata de un cuestionario autoaplicado que consta de 64 preguntas tipo Likert con 6 opciones de respuesta
(nunca, casi nunca, algunas veces, bastantes veces, casi siempre y siempre), las cuales miden ocho
subescalas: 1) impulso al adelgazamiento; 2) bulimia; 3) insatisfacción corporal; 4) ineficacia; 5)
perfeccionismo; 6) desconfianza interpersonal; 7) conocimiento enteroceptivo y 8) miedo a la madurez.
Como se puede ver, las 3 primeras subescalas evalúan actitudes y conductas relacionadas con el comer y
la satisfacción con la forma del cuerpo, mientras que las siguientes evalúan características psicológicas
propias de los trastornos alimentarios. La consistencia interna del EDI ha sido objeto de diversos estudios,
tanto en pacientes como en muestras no clínicas, mostrando buenos resultados; alfa de cronbach entre
0. 83 y 0. 93 (23).
- Test de Disconformidad Corporal (24). Determina aquellas regiones corporales con las que los
participantes de la muestra están más disconformes y que les gustaría modificar, es decir, valora la
"topografía" de la disconformidad corporal. La prueba presenta una silueta humana (figuras 1 y 2), tanto
en una vista anterior como posterior, y cada participante debe señalar aquellas regiones corporales con
las cuáles se encuentra incómodo por no ajustarse a su ideal. Con esto, se detectan aquellos individuos
que se muestran insatisfechos con su cuerpo y, por ello, tienen más riesgo de sufrir un trastorno de la
conducta Alimentaria.
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Fig. 1. - Regiones corporales femeninas (Vaz y cols. , 1999).
Fig. 2. - Regiones corporales masculinas (Vaz y cols. , 1999).
Procedimiento
El primer paso para la selección de la muestra fue la determinación del acceso a distintas
facultades con el objetivo de administrar las distintas pruebas a completar. A continuación, y tras explicar
el dossier con los diferentes instrumentos se invitó a los alumnos a participar en el estudio de forma
totalmente voluntaria y anónima, durante una hora de clase concedida por los profesores para realizar la
investigación.
Las pruebas estadísticas empleadas fueron sucesivos análisis de varianza de dos factores de
efectos fijos, donde los factores fueron el género y las puntuaciones obtenidas en las subescalas del
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Eating Disorders Inventory (22), categorizadas en función del percentil 50 en mayor y menor
psicopatología alimentaria; y como variable dependiente se introdujeron las puntuaciones globales
obtenidas en el Test de Disconformidad Corporal (24), calculados mediante el paquete estadístico
Statistics Package for Social Sciences (SPSS) V. 15.
Resultados
Entre las variables evaluadas, se observó que un 62, 1% de la muestra procedía de ámbito urbano,
el 91, 3% pertenecía a 1º y 4º curso, y el 51, 7% recibió una educación democrática, seguido de la
educación permisiva (29, 3%). Dentro de las variables corporales (figura 3), se comprobó que el Índice de
Masa Corporal (IMC) de la muestra presentaba una media de 22, 79 (desviación típica de 3, 72),
encontrando que el 71, 4% tenía un IMC dentro del rango de la normalidad, con lo que la muestra estaba
muy equilibrada a nivel nutricional.
Fig. 3. - Distribución de la variable Índice de masa corporal (IMC)
La siguiente tabla (Tabla 1) muestra una descripción cuantitativa de la media, mediana y
desviación típica obtenidas en cada una de las subescalas del Eating Disorders Inventory (22),
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destacando que la mayor puntuación corresponde al miedo a la madurez, seguida de la insatisfacción
corporal, mientras que el valor más bajo corresponde a la bulimia.
tabla 1. Descriptivos de las subescalas del EDI (Garner, Olmsted y Polivy, 1983)
Subescalas del EDI
Mediana
Media
Dt
impulso al
adelgazamiento
18
19, 25
6, 65
Bulimia
14
14, 6
3, 42
Insatisfacción
corporal
25
26, 29
10, 73
Inadaptación.
21
22, 07
6, 95
Perfeccionismo
20
20, 27
4, 23
Desconfianza
interpersonal
20
18, 72
5, 78
Conocimiento
enteroceptivo
23
24, 14
5, 52
miedo a la madurez
28
28, 4
4, 53
A partir del perfil elaborado (figura 4) con los datos correspondientes a la mediana de las distintas
subescalas y teniendo en cuenta el rango de los valores en cada una de ellas, en términos generales, la
muestra manifiesta elevadas puntuaciones en el EDI (22), resaltando la subescala miedo a la madurez,
centrada en medir la tendencia a refugiarse en la seguridad de la infancia, por ser aquella que muestra el
máximo valor. Esto pudiera ser debido a que se trata de una muestra universitaria.
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Mediana
40
35
30
25
20
15
10
5
0
Imp
ulso
Bul
imia
ad e
lgaz
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Insa
Inad
Per
Des
Con
Mie
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adu
ient
za in
n
rez
mo
n co
o en
terp
rpo
t
ero
erso
ral
cep
nal
tivo
Fig. 4. - Perfil de las subescalas del EDI
Este mismo resultado sería acorde a lo encontrado por Toro (2004), según el cual las personas
que padecen un TCA, a través de su extrema delgadez, parece como si quisieran mostrar una apariencia
inmadura y así poder evitar muchas de las experiencias asociadas a la madurez y el desarrollo físico (25).
Del mismo modo, la insatisfacción corporal es uno de los criterios básicos tanto de la AN como de la BN
(7, 8). De hecho, la insatisfacción con la propia figura constituye uno de los factores de riesgo más
apoyados para el inicio de una dieta y el posterior desarrollo de un trastorno de la alimentación (26),
aumentando su riesgo por tres (27).
Al analizar la insatisfacción corporal (figura 5) medida a través del Test de Disconformidad
Corporal (24), se observa que prácticamente dos tercios de la muestra (65, 5) están insatisfechos con su
cuerpo, encontrándose una mediana de 2 y una Dt de 1, 57, por lo que la tendencia general de la muestra
desea modificar dos partes de su figura.
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Fig. 5. - Porcentaje de número de zonas corporales que generan insatisfacción (Vaz y cols. , 1999)
La tabla 2 muestra los resultados del análisis de varianza realizado:
tabla 2. : Sexo x psicopatología (EDI) y disconformidad corporal
Primer factor
Segundo factor
Interacción
F sexo (1, 57) = 0, 51; pa = , 48
F impulso (1, 57) = 27, 96; pa = , 0001**
F sexo x
impulso (1, 57)
= 0, 37; pa = , 55
F sexo (1, 58) = 0, 015; pa = , 9
F bulimia (1, 58) = 4, 095; pa = , 048**
F sexo x
bulimia (1, 58)
= 0, 14; pa = , 7
F sexo (1, 58) = 1, 32; pa = , 26
F insatisfacción (1, 58) = 13, 08; pa = , 001**
F sexo x
insatisfacción (1, 58)
F sexo (1, 58) = 0, 37; pa = , 54
F inadaptación (1, 58) = 11, 20; pa = , 001**
F sexo x
inadaptación (1, 58)
F sexo (1, 58) = 1, 10; pa = , 30
F perfeccionismo (1, 58) = 1, 80; pa = , 18
F sexo x
perfeccionismo (1, 58)
F sexo (1, 58) = 1, 46; pa = , 23
F desconfianza (1, 58) = 1, 54; pa = , 22
F sexo x
desconfianza(1, 58)
F sexo (1, 58) = 0, 24; pa = , 63
F c. enteroceptivo (1, 58) = 2, 20; pa = , 14
F sexo x
c. enteroceptivo (1, 58)
= 0, 35; pa = , 55
F sexo (1, 58) = 0, 19; pa = , 66
F miedo madurez
F sexo x
miedo madurez (1, 58)
= 0, 21; pa =, 65
(1, 58)
= 2, 89; pa = , 09
= 0, 034; pa = , 85
= 1, 09; pa = , 3
= 0, 21; pa = , 65
= 3, 03; pa = , 04**
A partir de los datos encontrados se puede observar que cuatro subescalas presentan diferencias
significativas en el segundo factor, concretamente en impulso al adelgazamiento, bulimia, Insatisfacción
con el propio cuerpo e Inadaptación; ni el primer factor (sexo), ni la interacción entre ambas variables
resultaron significativas. Así, a modo de resumen, los participantes que evidencian mayor impulso al
adelgazamiento, bulimia e inadaptación muestran un número más elevado de zonas de su cuerpo con las
que están en desacuerdo, independientemente del género (figura 6).
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4, 5
4
3, 5
3
2, 5
2
1, 5
1
0, 5
0
-0, 5
Disconformidad corporal
Disconformidad corporal
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Menor
4
3, 5
3
2, 5
2
1, 5
1
0, 5
0
-0, 5
Mayor
Menor
Disconformidad corporal
Disconformidad corporal
4
3, 5
3
2, 5
2
1, 5
1
0, 5
0
-0, 5
Menor
Mayor
bulimia (EDI)
impulso al adelgazamiento (EDI)
4
3, 5
3
2, 5
2
1, 5
1
0, 5
0
-0, 5
Menor
Mayor
Mayor
Inadaptación (EDI)
Insatisfacción corporal (EDI)
Disconformidad corporal
Fig. 6. - Sexo x subescalas EDI y disconformidad corporal
2
1, 5
Hombre
1
Mujer
0, 5
0
Menor
Mayor
Desconfianza
Fig. 7. - Sexo x Desconfianza y disconformidad corporal
Sin embargo cuando uno de los factores es la Desconfianza interpersonal, no se encuentran
diferencias en ninguno de los factores (F
sexo (1, 58)
=1, 46; pa = , 23); (F
desconfianza (1, 58)
= 1, 54; pa = , 22)
pero si en la interacción (F sexo x desconfianza (1, 58) = 3, 03; pa = , 04) (figura 7). Este resultado indica como las
mujeres, independientemente de la psicopatología, puntúan muy alto en la disconformidad con su
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cuerpo; por el contrario, en los varones estas puntuaciones están en función de la mayor o menor
desconfianza interpersonal.
El resto de los análisis realizados con las subescalas de Perfeccionismo, Conocimiento
enteroceptivo y miedo a la madurez no ofrecieron diferencias significativas (Tabla 2).
Discusión
La imagen corporal descrita como la "visión desde dentro" de nuestra apariencia física (28), es
establecida a partir de informaciones sensoriales, principalmente visuales, táctiles y cenestésicas a lo
largo del tiempo, pudiendo ser evocada y asociada a respuestas emocionales fruto de su evaluación
estética. Así pues, la imagen corporal es el cuerpo, la silueta, la apariencia física, que una persona
experimenta tener en cada momento de su desarrollo (25, 27, 29).
Ante la discrepancia entre el cuerpo percibido y el cuerpo ideal, surge la insatisfacción corporal,
generando malestar y estableciendo probablemente el principal factor que precede a la decisión de
adelgazar, lo cual constituye el inicio de la mayor parte de los TCA (25). De este modo, y acorde a la
literatura, la disconformidad con el propio cuerpo es mayor entre aquellas personas que presentan más
sintomatología psíquica, así pues, la insatisfacción corporal en los pacientes con TCA es prácticamente
universal, incluyéndose entre los criterios diagnósticos tanto de AN como de BN (7, 8). Asimismo, se ha
constatado que, aún controlando el cuerpo, la insatisfacción corporal es uno de los más potentes
predictores de alteraciones alimentarias (30). Por tanto, un alto grado de insatisfacción corporal es una
de las características clínicas cruciales en los trastornos de la conducta alimentaria, y también ha sido
consistentemente identificado como la clave en los patrones subclínicos de alimentación desadaptada,
además de estar relacionado con el mantenimiento o empeoramiento de la propia patología (31, 32). De
este modo, cuando la mayoría de los adolescentes no consiguen la imagen deseada el resultado es la
insatisfacción corporal, y pueden aparecer los desórdenes en la alimentación (33).
Todo ello lleva a pensar que la influencia ejercida por la presión social sobre el ideal de delgadez,
su interiorización (34) y la creencia de un exceso de peso, aumentan el riesgo de padecer insatisfacción
corporal y, por tanto, de desarrollar un TCA, principalmente en los adolescentes (35, 36). Habitualmente
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la familia, los amigos, o bien las revistas, los periódicos, la televisión, el cine, etc. , utilizan
representaciones de figuras delgadas, inculcando que la delgadez es la norma deseada y efectiva, lo cual
aumenta el riesgo de insatisfacción corporal, tanto en hombres, mujeres, anoréxicas y bulímicas (37, 38,
39, 40, 41, 42, 43, 44). Asimismo se ha encontrado que las jóvenes más atractivas presentaban mayor
preocupación por el peso, lo que unido a la frecuente valoración social positiva de tal atractivo contribuye
a una mayor fijación por la apariencia física, reforzando actitudes y conductas dirigidas al mantenimiento
y potenciación del atractivo físico (45).
Contradictoriamente, el sobrepeso y la obesidad están alcanzando en la actualidad magnitudes
epidémicas, incluso en países en vías de desarrollo (46), situándose entre los principales problemas de
salud pública del siglo XXI (47). Este hecho que contrasta con la delgadez como norma deseada y
efectiva, no es un factor de buen pronóstico; de hecho, en una investigación realizada por Unikel y
colaboradores (2002) y corroborada por Lora-Cortez y Saucedo-Molina (2006), se observó que los
adolescentes con sobrepeso y obesidad son los que muestran mayor porcentaje de conductas
alimentarias de riesgo (48, 49). De este modo, las mujeres con peso más bajo o normal que desean ser
más delgadas porque están insatisfechas con su imagen corporal, llevan a cabo más conductas
restrictivas, frente a las que se perciben con sobrepeso u obesidad que mantienen más conductas
compulsivas y compensatorias. Estos comportamientos deberían ser cuidadosamente considerados en la
clínica, ya que parece que estas mujeres no son conscientes de que la manera en que comen las
mantiene en un círculo vicioso, íntimamente relacionado con los trastornos alimentarios y que, tarde o
temprano, repercutirá no solo en su IMC, sino en su salud en general (49).
Estos datos revisten gran importancia, ya que actualmente más del 13% de los varones y cerca del
16% de las mujeres en edades comprendidas entre 25 y 60 años presentan obesidad, y el 38% presenta
sobrepeso (50), e incluso, las investigaciones observan una tendencia al aumento (51), coincidiendo con
nuestros resultados, ya que el 25% de los universitarios se encuentra dentro de este rango.
Así pues, la alta prevalencia de bajo peso y desnutrición o, en el lado opuesto, de sobrepeso y
obesidad, tienden a ir a la alza principalmente entre los adolescentes, lo que indudablemente es un
riesgo para presentar trastornos de la conducta alimentaria en una etapa posterior (52).
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Los expertos afirman que existe una relación entre la adopción de modelos corporales "perfectos"
y el desarrollo de problemas alimentarios en la adolescencia (53), de hecho, la AN en nuestro país, como
en otros de nuestro entorno socioeconómico, está alcanzando proporciones epidémicas entre mujeres de
12 a 25 años (54), es más, diversos estudios han puesto en evidencia que la preocupación por el peso y
la insatisfacción corporal es ya frecuente en niños y preadolescentes (55, 56). Parece ser que la
maduración temprana en los chicos es generalmente una ventaja, ya que la forma de su cuerpo se ajusta
al ideal sociocultural y a una mayor capacidad atlética (57). De hecho, según diversos estudios (57, 58)
el desarrollo puberal tardío en varones parece implicar un mayor riesgo de insatisfacción corporal, de
tener comportamientos alimentarios alterados y de realizar ejercicio con el objetivo de que sus cuerpos
concuerden con el ideal sociocultural. Sin embargo, ocurre lo contrario con las mujeres adolescentes,
quienes con una maduración tardía tendrán más posibilidades de tener un cuerpo conforme al ideal
sociocultural (59), confirmando la idea de Toro (2004), quien observó en estos pacientes la tendencia a
mostrar una apariencia inmadura y así poder evitar muchas de las experiencias asociadas a la madurez y
el desarrollo físico (25).
La elevación en el perfil de la subescala del miedo a la madurez se entiende como la estrategia de
refugiarse en la seguridad de su infancia (22). Crisp (1965; 1980) argumentó que la psicopatología
principal de los pacientes con AN o BN es el temor a las experiencias emocionales, el erotismo y la
sexualidad relacionadas con la adolescencia y el ingreso a la vida adulta (60, 61). De acuerdo con dicho
autor, el ayuno se convierte en un medio para evitar el crecimiento y la madurez psicobiológica, lo cual
proporcionaría un alivio momentáneo frente a la confusión de la adolescencia y los conflictos
intrapsíquicos (60, 61). Incluso muchos pacientes afirmaron en su estudio sentirse más jóvenes cuando
experimentan pérdidas de peso extremas (62).
Del mismo modo, existe otro factor que suele asociarse con los TCA: la inadaptación, definida
como el sentimiento de inseguridad y falta de control sobre la propia vida, y como consecuencia una
afectación de la autoestima del sujeto (22). Esta última parece, además, mantener una relación inversa
con la disconformidad corporal, de modo que a mayor disconformidad, el sujeto presenta una menor
autoestima (63). Asimismo, la baja autoestima es la característica psicológica fundamental de los
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pacientes con trastorno de la conducta alimentaria, que les lleva a depender excesivamente de la
aprobación del entorno (64). Es más, el autoconcepto físico puede ser un buen predictor del bienestar
personal, especialmente durante la juventud y adolescencia, (65), destacando que son las mujeres las
que presentan percepciones inferiores en todas las dimensiones del autoconcepto.
Por otra parte, Gruber et al. (2001) observaron cómo mujeres que siguen dietas restrictivas
suelen estar más insatisfechas con su cuerpo, lo cual parece ser debido a que tienen percepciones más
distorsionadas, sobredimensionando su propia figura (66). Incluso se ha comprobado que existe una
relación entre la adopción de modelos corporales "perfectos" y el desarrollo de problemas alimentarios en
la adolescencia (53). Así pues, el impulso al adelgazamiento, definido como la excesiva preocupación por
la dieta y el propio peso (22), es una característica fundamental en el diagnóstico de los trastornos de la
conducta alimentaria.
La bulimia, entendida como el comportamiento tendente al atracón y la purga (67) con el fin de
no ganar peso, está presente tanto en la población clínica, como en la general, existiendo una clara
asociación entre
la presencia de actitudes y conductas problemáticas hacia la comida, como son las
dietas restrictivas, la falta de control sobre los alimentos y la presencia de atracones; y la existencia de
insatisfacción corporal (68). De este modo, y bajo los patrones sociales impuestos sobre la delgadez, es
la percepción, real o no, de sobrepeso una de las causas más frecuentes en la aparición de trastornos
alimentarios, llevando como consecuencia el seguimiento de dietas (69), o bien el uso de purgas,
ejercicio excesivo, etc.
El perfeccionismo y el conocimiento enteroceptivo, a partir de los resultados del presente estudio,
no se asocian con la insatisfacción corporal, sin embargo diversas investigaciones no avalan esta idea. La
valoración social positiva hacia el atractivo físico contribuye a una mayor fijación hacia dicha apariencia;
si, además, las personas con patología alimentaria presentan entre sus características de personalidad el
perfeccionismo, tratarán de adaptarse en mayor medida a esta imagen social ideal (70), preocupándose
más por el peso y por los diferentes comportamientos a realizar para ajustarse a este ideal (71). De este
modo, las mujeres con baja autoestima son más susceptibles a la interacción entre perfeccionismo y el
sobrepeso percibido. De hecho, en un estudio realizado por Vohs et al. (2001) se halló que el desarrollo
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de sintomatología bulímica en un período de 5 semanas fue predicho por la interacción del
perfeccionismo, la insatisfacción corporal, y la autoestima (72). Es más, los distintos componentes del
perfeccionismo parecen asociarse inversamente al grado de satisfacción corporal (73), encontrando que
mientras que el perfeccionismo autoorientado es mayor en las mujeres, aquel orientado hacia los demás
es más elevado en los hombres (74), lo que podría indicar una mayor preocupación por la propia figura
en el caso de las mujeres.
Finalmente, la interacción encontrada entre el género y la subescala de desconfianza interpersonal
del EDI, nos permite afirmar que las mujeres independientemente de la psicopatología, presentan una
mayor insatisfacción corporal. Tradicionalmente, las preocupaciones por el peso y la forma corporal se
han asociado con el género femenino, encontrando además una mayor insatisfacción corporal en ellas,
sobretodo con respecto al estómago, las caderas, los muslos y las nalgas (75, 76), destacando Ogden y
Taylor (2000) la preferencia por un pecho voluminoso frente al resto del cuerpo (77). Además, estas
diferencias de género están presentes ya en chicas prepúberes, de 12 a 13 años (78, 79, 80), incluso de
9 años (81). No obstante, no todos los autores están de acuerdo; por ejemplo, Barr Taylor observó como
en niñas de 12 años la elevada confianza en sí mismas se relacionaba significativa e inversamente con la
preocupación por el cuerpo (82).
A pesar de la controversia y aunque la satisfacción corporal de los hombres es mayor que la de las
mujeres, un porcentaje menor del sexo masculino también están insatisfechos (83). Así algunos hombres
también se someten a dietas, son conscientes de las normas culturales del atractivo masculino, se
preocupan por su aspecto físico, la fuerza de su tronco y su condición física, y manifiestan un volumen
preferido diferente del percibido (84, 85).
En suma, los resultados del presente estudio, indican que la presencia de disconformidad corporal
unida a determinadas conductas alimentarias, en especial en las mujeres, deben alertar a los clínicos
sobre la posible aparición de un trastorno de la conducta alimentaria, cara a realizar un diagnóstico y
tratamiento precoz de estas patologías que auguren un mejor pronóstico.
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