Presentamos en primer lugar conceptualizaciones de los constructos "espiritualidad" y "religiosidad" en tanto dimensión del ser humano y objeto de investigación científica. Luego, se describen los principales modelos de crisis y afrontamiento que incluyen esta dimensión como estrategia de afrontamiento, para concluir con datos y reflexiones acerca de su valor adaptativo frente a la crisis del envejecimiento. La literatura científica considera que existe relación entre estrategias de afrontamiento y adaptación a situaciones críticas. Clínicos e investigadores sugieren que el envejecimiento implica una crisis vital que afecta la adaptación. El uso de recursos espirituales y religiosos constituye una estrategia de afrontamiento frecuentemente utilizada por ancianos, y se asocia al ajuste a situaciones de pérdidas, cambios o enfermedad en la vejez.
Sin embargo, esta estrategia ha sido considerada tradicionalmente como una respuesta pasiva y evitativa, propia de un estilo de afrontamiento pasivo-dependiente y emocional como característico de la vejez. En una muestra de 212 adultas mayores hemos evaluado las situaciones críticas, su apreciación cognitiva y las estrategias de afrontamiento. Los resultados evidencian un predominio de esta estrategia como también de: autodistracción, aceptación, reformulación positiva y afrontamiento activo, tanto activas como pasivas y principalmente cognitivas, contrariando al estereotipo mencionado. Se propone una comprensión alternativa de la estrategia de espiritualidad y religiosidad, enfatizando su papel funcional y efectivo para favorecer la adaptación frente a la crisis del envejecimiento. Estos datos concuerdan con las nuevas perspectivas dialécticas del desarrollo humano que entienden al envejecimiento dentro del curso vital, caracterizado por pérdidas pero también por potencialidades.
Espiritualidad y religiosidad en el envejecimiento: ¿Las estrategias de afrontamiento espiritual-religiosas son positivas o negativas en la vejez?
(Spirituality and religiosity in aging: The spiritual-religious coping strategies are positive or negative in old age?)
Deisy Krzemien; Alicia Monchietti.
Facultad de psicología. Universidad Nacional de Mar del Plata. Argentina
PALABRAS CLAVE: Estrategias de afrontamiento, adaptación, Religiosidad, Espiritualidad, crisis, Envejecimiento, Adultas mayores.
(KEYWORDS: Coping strategies, Adaptation, Religiosity, Spirituality, crisis, Aging, Elderly women. )
Resumen
Presentamos en primer lugar conceptualizaciones de los constructos “espiritualidad” y “religiosidad” en tanto dimensión del ser humano y objeto de investigación científica. Luego, se describen los principales modelos de crisis y afrontamiento que incluyen esta dimensión como estrategia de afrontamiento, para concluir con datos y reflexiones acerca de su valor adaptativo frente a la crisis del envejecimiento. La literatura científica considera que existe relación entre estrategias de afrontamiento y adaptación a situaciones críticas. Clínicos e investigadores sugieren que el envejecimiento implica una crisis vital que afecta la adaptación. El uso de recursos espirituales y religiosos constituye una estrategia de afrontamiento frecuentemente utilizada por ancianos, y se asocia al ajuste a situaciones de pérdidas, cambios o enfermedad en la vejez. Sin embargo, esta estrategia ha sido considerada tradicionalmente como una respuesta pasiva y evitativa, propia de un estilo de afrontamiento pasivo-dependiente y emocional como característico de la vejez. En una muestra de 212 adultas mayores hemos evaluado las situaciones críticas, su apreciación cognitiva y las estrategias de afrontamiento. Los resultados evidencian un predominio de esta estrategia como también de: autodistracción, aceptación, reformulación positiva y afrontamiento activo, tanto activas como pasivas y principalmente cognitivas, contrariando al estereotipo mencionado. Se propone una comprensión alternativa de la estrategia de espiritualidad y religiosidad, enfatizando su papel funcional y efectivo para favorecer la adaptación frente a la crisis del envejecimiento. Estos datos concuerdan con las nuevas perspectivas dialécticas del desarrollo humano que entienden al envejecimiento dentro del curso vital, caracterizado por pérdidas pero también por potencialidades.
Introducción
Espiritualidad y Religiosidad
Si bien es creciente la investigación acerca del desarrollo de la dimensión espiritual del ser humano, se ha avanzado poco en el intento de delimitación conceptual de los términos espiritualidad y religiosidad (1, 2), sobre todo si se considera la variabilidad intercultural.
Los estudios de espiritualidad y religión dan cuenta de que se trata de un complejo constructo que incluye una amplia variedad de comportamientos como asistencia a servicios religiosos públicos, oración, meditación, lectura de textos y libros bíblicos, como también actitudes, valores y sentimientos relacionados con creencias espirituales (3).
Estos estudios intentan evaluar y medir este constructo considerando diferentes dimensiones, pero la mayoría de los autores acuerda en que un diseño adecuado de instrumentos acerca de la religiosidad debe incluir tanto los comportamientos religiosos formales e instituidos como aquellos informales, no institucionales. Mindel y Vaughan (4) se refieren a actividades informales como oración personal, fe, guía divina, creencias espirituales e influencia de la religión en la vida cotidiana. Berger (5), por su parte, señala al sistema de creencias religioso como “universo simbólico”, el cual puede dar un sentido espiritual a los eventos de vida y de muerte.
De esta manera, de acuerdo a la literatura cientifica, podemos distinguir tres dimensiones principales de estos constructos:
. Actividad religiosa formal e institucional: pertenencia a un grupo religioso, asistencia a servicios religiosos, participación en actividades religiosas institucionales.
. Actividad religiosa informal: oración personal, lectura, e influencia de la religión en la vida cotidiana.
. orientación o actitud espiritual: fe, confianza en Dios, creencias espirituales o trascendentes.
Cabe citar un estudio canadiense reciente (1), el cual realiza una revisión exhaustiva e integrativa de los términos religiosisdad y espiritualidad en investigaciones entre los años 1991 y 2000, determinando las siguientes dimensiones para el termino espiritualidad: realidad existencial, relación, trascendencia, poder o fuerza espiritual.
La realidad existencial, mencionada por la mayoría de los investigadores, incluye: a) la existencia y experiencia espiritual que trasciende los hechos concretos pero a su vez tiene influencia con la vida diaria, b) el significado y propósito de vida, y c) la esperanza y valoración a la existencia propia. La relación, se refiere a una relación con uno mismo, los otros, la naturaleza y Dios. Las relaciones armoniosas con estos objetos implican conciencia de si, sentido de comunidad, conexión con el medio ambiente, y con el universo. Estos vínculos están relacionados con una estructura de creencias y fe, y abre un camino hacia el comportamiento ético y comunal. La trascendencia se refiere a que lo espiritual trasciende el presente contexto inmediato y existe más allá del tiempo y del espacio. El poder o fuerza alude a una fe o energía creativa y dinámica, a la motivación, la guía, el entusiasmo y la inspiración, orientadas hacia el logro del propósito de vida, el cual excede el propósito o proyecto individual.
Entre las concepciones teóricas principales, usualmente utilizadas en las investigaciones y que subyacen al diseño de técnicas de evaluación, se cuentan los modelos de Frankl (1963), Ellison (1983), Reed (1986), Rogers (1970), Parse (1981), y Newman (1986).
El modelo de Sullivan (6) supone que la espiritualidad impacta positivamente la vida de las personas a través de tres aspectos: 1) la mediación cognitiva, 2) el apoyo social y emocional, 3) la apreciación y significación de las situaciones. Existen resultados de investigaciones que apoyan este modelo (1).
Harris, Thoresen, McCullough y Larson (7) conciben el término espiritualidad como la orientación hacia experiencias existenciales o trascendentales de la vida -como por ejemplo sentido, dirección, propósito, conexión, etc. -, referida a la búsqueda de algo sagrado o más allá de uno mismo. Podemos reconocer en el ser humano la sed y hambre de una relación personal con Dios.
Richards y Bergin (8) entienden la religión como denominacional, externa, cognitiva, conductual, ritual y pública; mientras que lo espiritual sería universal, experiencia interna, afectiva, espontánea y privada. Así, la religión podría ser la manifestación externa de una experiencia espiritual, aunque las personas pueden realizar actividades religiosas sin tener experiencias espirituales, o por el contrario, es posible ser intensamente espiritual y sin embargo no realizar prácticas religiosas públicas.
Comportamiento espiritual y religioso en la vejez
Como los términos espiritualidad o religiosidad son constructos multidimensionales, generalmente se han obtenido diferentes resultados en el análisis de la asociación con afrontamiento y salud según las diversas dimensiones consideradas.
En general, se observa que cuando se considera el término religiosidad sólo como actividad formal e institucional se obtienen asociaciones débiles con variables de salud y bienestar. Cuando este término se operacionaliza como ideología o conjunto de creencias vitales, resulta una asociación más fuerte, pero mucho mayor aun si es definido como práctica privada y devocional (9). Parece que el beneficio más significativo de la religiosidad se halla relacionado a un bienestar espiritual general más que a actividades religiosas específicas, en especial en la última etapa vital.
Numerosos estudios en poblaciones americanas, indias y africanas de personas mayores, reportan el importante papel de la práctica espiritual y/o religiosa (principalmente no formal u organizacional) en el afrontamiento y adaptación a situaciones críticas en la vejez (10-14). Levin y Taylor (15) reportaron que en particular la oración está fuertemente correlacionada con la edad, y que su uso se incrementa a medida que avanza la edad.
Estrategias de afrontamiento y adaptación en la vejez
Entre los principales modelos del estrés y del afrontamiento que incluyen el concepto de espiritualidad y/o religiosidad como estrategia de afrontamiento, podemos citar la teoría del estrés de Selye (1976), la teoría del burn-out de Newman (1986) y la teoría del afrontamiento transaccional de Lazarus y Folkman (1986).
Existe evidencia del importante papel del afrontamiento en el ajuste y bienestar psicológico en la vejez (16-19).
Numerosos estudios sugieren la relación entre el uso de determinadas respuestas de afrontamiento y la adaptación a situaciones críticas (20-23).
En general, la finalidad adaptativa de las estrategias de afrontamiento consiste en:
1) mantener un balance emocional y tolerancia a la frustración
2) preservar una imagen de sí satisfactoria y sentido de competencia personal
3) sostener relaciones sociales de apoyo
4) prepararse para futuras situaciones problemáticas Se sabe que toda crisis supone una perturbación, pero a la vez, posibilita una oportunidad de cambio y desarrollo personal, que mediante el uso de estrategias de afrontamiento apropiadas permitiría alcanzar una adaptación satisfactoria.
Hay acuerdo en que las modalidades activas de afrontamiento (active coping-style) se refieren a esfuerzos para manejar directamente el suceso conflictivo o confrontar la situación, y son usualmente descriptas como exitosas, como por ejemplo las estrategias de afrontamiento reinterpretación positiva, planificación, búsqueda de apoyo emocional, humor, etc. En cambio, las modalidades pasivas o evitativas (passive coping-style) consisten en la ausencia de enfrentamiento o conductas de evasión y negación, son consideradas menos exitosas y desadaptativas. Sería el caso de la descarga emocional, distracción cognitiva, renuncia, consumo de drogas o alcohol, autocrítica, etc. (20-24).
No obstante, Carver y colaboradores (21) consideran las estrategias de afrontamiento según sean funcionales a la situación a afrontar. Loevinger (25) halló que una misma estrategia puede tener diferente significado adaptativo dependiendo del nivel de desarrollo y de la etapa vital en el cual aparece. Más aún, las estrategias de afrontamiento ineficaces en otras etapas de la vida, pueden cobrar un valor adaptativo y resiliente durante el envejecimiento. Afrontamiento espiritual-religioso y su relación con la salud en la vejez
Existe evidencia de que el afrontamiento religioso en comparación con otras formas de afrontamiento resulta especialmente útil en situaciones de pérdidas, tragedias o enfermedad crónica (21, 26-28) y provee recursos para ajustarse a las crisis vitales cuando las personas deben abandonar las fuentes de significación pretéritas y encontrar otras nuevas en la transición a la vejez (3, 27, 29).
Los eventos de vida críticos pueden amenazar los objetos de significación que la persona tenía hasta ese momento –por ejemplo, salud física, seguridad económica, autocontrol, estatus social, relaciones interpersonales próximas, grupo de pertenencia, estabilidad laboral, etc-, y el afrontamiento espirtual-religioso provee recursos para conservar estos objetos de significación personal, o si ya no es posible, sustituirlos y/o adaptarse a los cambios.
También el uso de estrategias de afrontamiento religioso parece ser útil para mitigar la ansiedad, estimular el desarrollo personal y favorecer la integración social, asociándose con beneficios en la salud, los cuales parecen que no se reducen al empleo de otros mecanismos psicológicos (3).
Distintos modelos de estrés y afrontamiento incluyen el concepto de espiritualidad y/o religiosidad como estrategia de afrontamiento, como Selye (1976), Newman (1986), Lazarus y Folkman (1986). Existen numerosos estudios que avalan las hipótesis derivadas de estas teorías acerca de los efectos positivos del uso de recursos espirituales sobre la salud mental (1) y en la intervención psicoterapéutica (2, 7, 8, 26, 29). Se han reportado relaciones significativas entre afrontamiento religioso e indicadores de bienestar psicológico y salud (28).
Asimismo, existe numerosa evidencia en la literatura científica acerca del uso de la oración como una estrategia de afrontamiento (10, 11, 30, 31), como una terapia alternativa y complementaria (32) y como una modalidad de tratamiento terapéutico basado en la dimensión espiritual de la persona por el National Center for Complementary and Alternative Medicine (NCCAM) en adultos mayores.
El estudio de Dunn y Horgas (10) muestra que el afrontamiento religioso es la estrategia más utilizada por una amplia muestra de ancianos de ambos sexos, sin hallar diferencias según estado civil, edad o nivel socioeconómico, y sugieren que en la vejez se considera a la actividad espiritual como una alternativa terapéutica eficaz. También suele asociarse este afrontamiento con el uso de otras estrategias de afrontamiento cognitivo como relajación mental, meditación y humor.
Los trabajos de Koenig y cols. (13) destacan una correlación positiva entre las actitudes y actividades religiosas y el bienestar y salud mental en la vejez. Además, las prácticas y creencias espirituales parecen estar asociadas a la estima personal y la fortaleza del yo, particularmente entre los adultos mayores (33). Las personas que se perciben a si mismas como teniendo una fuerte fe muestran mayor nivel de satisfacción vital (3).
Los estudios de Pargament, Koenig, Tarakeshwar y Hahn (28) mediante un diseño longitudinal en una muestra de pacientes adultos mayores, muestran que el afrontamiento religioso permitió predecir significativamente cambios positivos en el funcionamiento psicológico y en la salud física.
Estos autores discriminan distintos métodos de afrontamiento religioso. Por un lado, habría métodos pasivos, activos e interactivos, y por otro, métodos positivos y negativos. Ambas clasificaciones abarcan estrategias orientadas al problema y orientadas a la emoción, e incluyen las modalidades cognitivo, conductual y emocional. El afrontamiento religioso calificado como positivo incluye estrategias como búsqueda de apoyo espiritual, búsqueda de apoyo congregacional, reinterpretación religiosa de bendición, oración, rendición o aceptación activa, afrontamiento religioso colaborativo, purificación religiosa, perdón y arrepentimiento, búsqueda de la dirección religiosa, conexión o experiencia espiritual, conversión, distracción religiosa. Mientras que las estrategias de afrontamiento religioso negativo se refieren a: reinterpretación religiosa de castigo, apreciación demoníaca, aplazamiento religioso pasivo, auto-dirección religiosa, cuestionamiento espiritual, límites religiosos, duda religiosa, súplica por intercesión directa.
Los autores hallaron, en personas mayores que afrontan el padecimiento de enfermedades crónicas, que el afrontamiento religioso positivo ha correlacionado con un mejor estado de salud física y psicológica; mientras el negativo ha correlacionado con bajos niveles de salud. En particular, en un reporte de 1996 del Princeton Religious Research Center (34) la oración es considerada la práctica espiritual de mayor universalidad y una fuente vital de fortalecimiento personal o empowerment (14). Las investigaciones de Ai y cols. (35) y las de Koenig y cols. (36) señalan que la oración -como práctica privada regular-se asocia significativamente al descenso de sintomatología depresiva y estrés. En otro estudio, estos autores examinaron el rol de distintas prácticas religiosas privadas en adultos mayores después de haber pasado por una intervención quirúrgica, hallando que los pacientes que utilizaron la oración como estrategia religiosa principal, presentaron mejor bienestar psicológico y niveles significativamente menores de estrés y depresión que aquellos que no la usaron.
En síntesis, la espiritualidad y la religión constituyen una estrategia de afrontamiento frecuentemente utilizada en la vejez, y la mayoría de los autores concuerdan en que se halla ligada -más que a actividades religiosas formales- a creencias espirituales y actitudes que dan sentido y significación a la vida.
Métodos
Esta investigación se realizó mediante un diseño transversal con metodología descriptiva.
Participantes
Se conformó una muestra no probabilística de 212 mujeres adultas mayores entre 60 y 95 años de edad de la ciudad de Mar del Plata, Argentina. La media de edad es de 71, 75 años (DS= 6. 85). La mayoría de los participantes eran amas de casa (97. 2%), jubiladas (78. 3%), con estudios primarios (73. 1%), viudas (52. 4%) o casadas (35. 8%). Las características descriptivas de la muestra aparecen en la tabla 1.
La muestra fue seleccionada intencionalmente de distintas instituciones dedicadas a la tercera edad: el 50% de la muestra se integra por participantes procedentes del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (PAMI); un 14. 2 % corresponde al Programa Universitario de Adultos Mayores (PUAM), y otro tanto al Servicio de atención Primaria a la Tercera Edad del hospital Privado de Comunidad de Mar del Plata (SATE); el 9. 4 % proviene de salas de espera de diferentes instituciones y/o consultorios de salud, el 7. 1% corresponde a Centros de Jubilados, el 3. 3% a la Asociación Cristiana Femenina, y casi un 2% fueron entrevistados en su hogar particular. Se incluyeron participantes exentos de sintomatología neurológica, invalidez cognitiva y/o inmovilidad física, y se excluyeron personas institucionalizadas.
Tabla 1. Características de la muestra de adultas mayores (N = 212)
Instrumentos
Se aplicaron los siguientes instrumentos para la recolección de datos:
1. cuestionario de datos socio-ocupacionales y educativos.
2. entrevista estructurada para indagar las situaciones críticas del envejecimiento femenino. Se les solicitó a las participantes que reportaran la situación más crítica relativa al envejecer que habían afrontado en los últimos 2 años.
3. escala de apreciación cognitiva, derivada del cognitive-appraisal model of coping de Lazarus y Folkman (22), el cual indaga evaluación primaria y secundaria. Para examinar la evaluación primaria, se les solicitó a los participantes que describieran el significado o valoración de la situación crítica en términos de amenaza, desafío, pérdida, beneficio o natural de la vida. Se añadieron otras categorías de análisis obtenidas en estudios previos (16, 36) además de amenaza y desafío, utilizadas por Lazarus y Folkman. Se les permitió dar una sola opción de respuesta. Para la evaluación secundaria, se indagó el grado de control de la situación percibido por las participantes en una escala ordinal (escasamente, medianamente o casi totalmente controlable) y se les preguntó si creían que ellos podían hacer algo o cambiar la situación, con un formato de respuesta si/no (16).
4. cuestionario Brief-COPE (38), versión situacional abreviada en español, el cual responde teóricamente al modelo de afrontamiento de Lazarus y Folkman (22) y al modelo de autorregulación de Carver et al. (21). La estructura factorial del cuestionario es consistente a su versión original completa (21). La versión abreviada consta de 28 ítems que se agrupan por pares en 14 estrategias reunidas en tres escalas según análisis factorial: 1) afrontamiento enfocado al problema: afrontamiento activo, búsqueda de apoyo instrumental, reinterpretación positiva, planificación, aceptación, renuncia, humor; 2) afrontamiento enfocado a la emoción: apoyo emocional, descarga emocional; 3) afrontamiento evitativo: autodistracción, religión, negación, uso de sustancias; y, una última escala autocrítica. El Brief-Cope posee propiedades psicométricas satisfactorias: todas las escalas demostraron buenos índices de consistencia interna (Coeficiente alfa de cronbach entre . 60 y . 90, y . 50 sólo en una escala), validez concurrente y confiabiliadad test-retest y cuenta con amplia validación en numerosos estudios. El afrontamiento es evaluado en relación a las estrategias que los participantes usan para responder a una situación en una escala ordinal de cuatro puntos (desde escasamente frecuente a muy frecuente).
Puntualmente, los participantes fueron entrenados en evaluar la frecuencia en que usaron cada estrategia descripta por los ítems del cuestionario frente a la situación crítica que reportaron.
Procedimiento
Se aplicaron los instrumentos a los participantes que expresaron su consentimiento de participación, en una entrevista individual de una sesión de 35 minutos. Los instrumentos han sido adaptados en la población anciana femenina de nuestro contexto en estudios previos (37, 39). Se realizó un análisis cuantitativo de los datos a través de técnicas estadísticas descriptivas e inferenciales mediante el paquete estadístico SPSS. La interpretación de los datos integró aportes de la psicología Cognitiva, psicología del Desarrollo y gerontología.
Resultados
• Situaciones críticas y Apreciación cognitiva
Las situaciones críticas relativas al envejecimiento reportadas por las participantes se refirieron a: enfermedad física (19. 34%), viudez (13. 20%), soledad (11. 79%), muerte de seres queridos (11. 32%), preocupación por bienestar familiar (8. 49%), cuidar a familiar enfermo (8. 02%), temor a la invalidez y/o dependencia y/o enfermedad crónica (8. 02%), deterioro físico y estético (7. 07%), muerte de los padres (3. 30%), relaciones interpersonales conflictivas (2. 83%), dificultad socioeconómica (1. 89%), jubilación (1. 89%), temor a la muerte (1. 41%), enfermedad mental o pérdida de habilidades cognitivas (0. 95%) y, por ultimo, discriminación social (0. 47%).
En cuanto a la apreciación cognitiva o significado atribuido a la situación crítica, para la mayoría de las adultas mayores de la muestra, ésta representó una pérdida (43. 39%), un porcentaje importante la describió como un hecho natural de la vida (26. 41%), para el 14. 62% fue percibida como desafío, casi el 10% la apreció como una amenaza (9. 43%), sólo para el 5. 66% representó un castigo, siendo insignificante la consideración como beneficio (0. 47%). Dichas situaciones fueron percibidas como escasamente controlables y no susceptibles de cambio por casi la totalidad de la muestra (93. 7%).
• Estrategias de afrontamiento
En la tabla 2 se presenta el análisis estadístico de la frecuencia de uso de las estrategias de afrontamiento utilizadas por la muestra evidenció que las estrategias predominantes son autodistracción, aceptación, reformulación positiva, religión, afrontamiento activo. La estrategia de afrontamiento religioso aparece como una de las más frecuentemente utilizadas. Luego, le siguen en orden decreciente: descarga emocional, apoyo emocional, planificación, autocrítica y apoyo instrumental. Por último, las menos frecuentes corresponden a humor, renuncia, negación y uso de sustancias.
Con respecto a la modalidad de afrontamiento, según la clasificación de Carver et. al. (21), el afrontamiento orientado al problema predominó por sobre el afrontamiento hacia la emoción, mientras que el afrontamiento evitativo (donde figura la religión) fue el de menor frecuencia.
Tabla 2. Medias y desviaciones estándar de la frecuencia de uso de las estrategias y estilos de afrontamiento obtenidas en el cuestionario Brief-Cope
Discusión
En general, los estudios del afrontamiento en adultos mayores han subrayado el predominio de estrategias pasivas y evitativas, orientadas a la emoción (40, 41).
Así, desde una perspectiva tradicional, se destaca un estilo de afrontamiento pasivo-dependiente, intrapersonal y emocional como característico de la vejez. Las personas a medida que envejecen retornarían al uso de estrategias pasivas, inmaduras, evitativas y menos efectivas frente a los cambios relativos a experiencias de pérdidas. Coincidentemente, Folkman et. al. (40) supone que las situaciones estresantes en la vejez son relativas a los cambios relacionados a la edad y a problemas de salud y son apreciadas como de escaso control, promoviendo el uso de estrategias de afrontamiento más pasivas, intrapersonales y focalizadas en la emoción.
No obstante, enfoques más recientes del desarrollo humano, Life-Span Theory (42-44) sostienen que, en general, los adultos mayores desarrollan una habilidad mayor que otros grupos de edad para integrar procesos cognitivos y emocionales. En el modelo de Brandtstädter y cols. (43) la flexibilidad adaptativa en el afrontamiento permite mitigar los efectos adversos y el impacto emocional negativo de los eventos de vida críticos de la vejez, de pérdidas propias del desarrollo o del decaimiento en los recursos propios. Estos autores mostraron que las personas de edad utilizan estrategias de afrontamiento que representan un “modo acomodativo de afrontamiento” (accommodative mode of coping), contribuyendo a una actitud mas positiva hacia el envejecimiento y mas orientada a calificar a la vejez con significados positivos.
Existe evidencia de que los adultos mayores tienden a utilizar más frecuentemente estrategias de afrontamiento cognitivas y emocionales más que conductuales, tales como la religión, la oración, la distracción mental (44-46). En particular, el afrontamiento religioso hace referencia a la búsqueda de apoyo espiritual mediante la depositación de la esperanza en creencias de consolación y se lo califica como una estrategia cognitiva, y muchas veces como formas meramente pasivas, evitativas, defensivas o de desentendimiento frente a un problema (21, 22).
Sin embargo, mediante análisis factoriales se han identificado una variedad de estrategias de afrontamiento religioso que contradicen este estereotipo (28). Por lo general, el afrontamiento religioso aparece acompañado del uso de otras estrategias también consideradas cognitivas como la aceptación y la reinterpretación positiva de la situación. En este sentido, el uso de la religión como estrategia de afrontamiento parece ser un factor de amortiguación de las consecuencias negativas de las situaciones problemáticas de la vida.
Como muestran las investigaciones de Dunn y Horgas (10), el predominio del afrontamiento religioso en los adultos mayores, en general, se halla asociado al uso de otras estrategias positivas (por ejemplo, estilo de afrontamiento optimista y autoconfianza). Chovan y Chovan (16) hallaron un predominio del modo de afrontamiento intrapsíquico (aceptación y acostumbramiento) y un escaso uso de estrategias de acción directa. Recientemente, Ardelt (47), en sus estudios sobre sabiduría y afrontamiento en la vejez, ha hallado que adultos mayores que obtuvieron el mayor nivel en la evaluación de sabiduría, tendían a preferir las estrategias: distanciamiento mental, reinterpretación positiva, aceptación y aplicación de las lecciones de vida, las cuales les permitía adaptarse exitosamente a los sucesos críticos y vicisitudes de la vida.
En concordancia, nuestros estudios anteriores, pertenecientes al CONICET1 y al grupo de Investigación Temas de psicología del Desarrollo de la UNMDP2, -utilizando diseños transversales con metodología descriptiva y correlacional, en distintas muestras de mujeres mayores de la ciudad de Mar del Plata-, confirman los hallazgos citados (39, 48). Uno de estos estudios (37), evidenció un predominio de la frecuencia de uso de estrategias tanto activas como pasivas -según la consideración en la literatura teórica-, en su mayoría de carácter cognitivo. Entre las más utilizadas se halla la estrategia religión como también la autodistracción, la aceptación, la reformulación positiva, y el afrontamiento activo.
Si bien existe acuerdo en que las respuestas pasivas y de evitación, -como suele calificarse tradicionalmente a la estrategia religiosa-, a menudo impiden el afrontamiento adaptativo, Carver et al. (21) sostiene que es importante conocer el rol que tales estrategias tienen en la efectividad del afrontamiento.
Al considerar los cambios y pérdidas relativas al envejecimiento como eventos críticos, éstos no se refieren a situaciones particulares o tareas a resolver que pueden ser controladas o modificadas, y frente a las cuales pueda apelarse al uso de estrategias de confrontación de la situación, sino más bien, se trata de eventos de vida propios del paso del tiempo que debieran ser aceptados e integrados al curso de la vida. Estos eventos críticos no fueron apreciados por las muestras estudiadas como situaciones susceptibles de ser controlados, cambiados o resueltos con acciones directas de confrontación, el hecho de ocupar la mente con pensamientos de esperanza o en actividades religiosas distractoras, no representa necesariamente una “evitación” o “escape” de la situación crítica. A la vez, resulta casi inexistente el uso de las estrategias de abandono o renuncia, lo cual permite inferir que, en el caso de las mujeres ancianas estudiadas, no intentan desentenderse o eludir las dificultades, sino más bien, utilizan otro tipo de estrategias más eficaces. Es posible considerar que frente a la crisis del envejecimiento, las estrategias de espiritualidad y religión pueden tener un papel funcional para favorecer la adaptación a la realidad.
La crisis del envejecimiento, por su naturaleza, requiere más de acomodación, acostumbramiento y ajuste a los cambios que de un afrontamiento activo de resolución de un problema específico. El afrontamiento no debería confundirse con el dominio sobre el entorno. En este sentido, muchas fuentes de crisis no pueden dominarse y, en tales condiciones, el afrontamiento eficaz debería incluir estrategias que permitan al individuo la tolerancia y la aceptación. De esta manera, es necesario considerar las estrategias de afrontamiento, más que por su carácter per se, en función de su papel efectivo en la adaptación vital.
Resumiendo, los datos de los estudios citados destacan que el modo de afrontamiento activo, directo y confrontativo parece ser el menos frecuente en la vejez, y la numerosa evidencia del frecuente uso de la estrategia de afrontamiento espiritual y religioso permite inferir que el uso de diversas estrategias de afrontamiento es sensible a los cambios propios del momento de desarrollo, señalando un uso preferente del estilo de afrontamiento trascendental y espiritual en la vejez. De todas maneras, se requiere continuar con la investigación en el sentido de esta hipótesis.
Por otro lado, existen estudios longitudinales que mostraron que las estrategias de afrontamiento llegan a ser más efectivas, menos distorsionantes de la realidad e incluso creativas a medida que avanza la edad; más aún, investigadores revelaron que los adultos mayores utilizan menos estrategias inmaduras como descarga emocional, escape a través de la fantasía, y afrontan dificultades con mejor nivel de adaptación que grupos más jóvenes de edad (49).
La concepción del afrontamiento como un proceso complejo que no depende de la edad cronológica -y no implica sólo adaptarse a las situaciones críticas negativas-, sino más bien es un proceso de creatividad y desarrollo de habilidades, se articula con la perspectiva dialéctica del desarrollo humano (Life-span Theory) que entiende al envejecimiento como un momento del curso de vida caracterizado por riesgos y pérdidas pero también por potencialidades posibles de ser actualizadas.
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Notas
1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Ministerio de Educación de la República Argentina
2 Secretaría de Investigación. Facultad de psicología. Universidad Nacional de Mar del Plata.
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