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Reflexiones a partir de la práctica clínica con adultos mayores.

Autor/autores: Sebastián Méndez Errico
Fecha Publicación: 01/03/2007
Área temática: Neurocognitivos, Trastornos neurocognitivos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Me propongo en este trabajo, a partir de lo que ha sido la práctica clínica en el servicio de psicología de la vejez (programa psicosocial de prevención de los trastornos de memoria), intentar reflexionar sobre la misma articulándolo con distintos referentes teóricos que sean pertinentes para el caso. Este trabajo consta de una primera parte en la que trato el tema de la vejez desde una perspectiva general y apuntando a lo que son los últimos aportes en el tratamiento de la temática.

Posteriormente , en el siguiente capítulo, abordo la deconstrucción de instituidos. Luego realizo un análisis del proceso grupal en lo que fueron los talleres de estimulacion de la memoria. A continuación, efectúo una crítica hacia el dispositivo de intervención clínico del Servicio de psicología de la Vejez. Por último se realiza un análisis de la implicación.

Palabras clave: Clínica, Deconstrucción, Dispositivo, Grupal, Vejez


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Reflexiones a partir de la práctica clínica con adultos mayores.

Sebastián Méndez Errico.

Universidad de la Republica Oriental del Uruguay.

PALABRAS CLAVE: Vejez, Clínica, Deconstrucción, Grupal, Dispositivo.

Resumen

Me propongo en este trabajo, a partir de lo que ha sido la práctica clínica en el servicio de psicología de la vejez (programa psicosocial de prevención de los trastornos de memoria), intentar reflexionar sobre la misma articulándolo con distintos referentes teóricos que sean pertinentes para el caso. Este trabajo consta de una primera parte en la que trato el tema de la vejez desde una perspectiva general y apuntando a lo que son los últimos aportes en el tratamiento de la temática. Posteriormente , en el siguiente capítulo, abordo la deconstrucción de instituidos. Luego realizo un análisis del proceso grupal en lo que fueron los talleres de estimulacion de la memoria. A continuación, efectúo una crítica hacia el dispositivo de intervención clínico del Servicio de psicología de la Vejez. Por último se realiza un análisis de la implicación.



Introducción

Me propongo en este trabajo, a partir de lo que ha sido la práctica clínica en el servicio de psicología de la vejez (programa psicosocial de prevención de los trastornos de memoria), intentar reflexionar sobre la misma articulándolo con distintos referentes teóricos que sean pertinentes para el caso.

Abordaré esta tarea en base a cuatro niveles o ejes temáticos de reflexión. Para empezar, en forma general me voy a referir a la temática de la vejez pensando y trayendo a colación aquellos aportes de distintos investigadores del medio que han profundizado en la problemática que rodea este campo y a su vez han contribuido a enfocar e intervenir desde lo clínico con nuevas miradas.

En lo que tiene que ver con el análisis propiamente dicho desplegaré una deconstrucción de aquellos instituidos que emergieron durante las entrevistas individuales y en el desarrollo de los distintos talleres grupales. Para esto utilizaré un marco teórico desde la psicología Social del Río de la Plata, con una mirada pichoniana y con Alicia Fernández quien toma autores como Foucault, Derrida y Guattari. Así también tendremos un enfoque psicoanalítico a la hora de ver más allá, o lo que subyace a lo manifiesto.

Cuando digo que realizaré un análisis me refiero a una deconstrucción desde lo explícito a lo implícito, desde los emergentes instituidos, naturalizados y cristalizados que hacen carne en las personas y grupos que pasaron por el servicio de psicología de la Vejez hacia su problematización y posterior transformación praxis mediante, con todas las dificultades que conlleva este proceso. Este proceso de aprendizaje, sería un aprender a pensar que lleve hacia una adaptación activa a la realidad. Esto daría sentido a la tarea terapéutica que se intenta llevar a cabo en el servicio de psicología de la Vejez, en el Programa Psicosocial de prevención de los Trastornos de memoria, mediante los diagnósticos situacionales que se efectúan a los pacientes en entrevistas individuales en una primera instancia, luego la integración en un proceso grupal en la modalidad de talleres llamados de “estimulación de la memoria” (que implica temporalmente las tres cuartas partes del proceso total) y finalmente una tercera etapa de retest para evaluar la mejoría o no de la persona consultante.

Asimismo, me gustaría abordar el tema de lo grupal, en lo que respecta a la dinámica grupal y el proceso de aprendizaje que se despliega en el taller de estimulación de la memoria, dentro de esto, los distintos momentos del grupo, la comunicación intragrupal, roles, personajes y guiones que se despliegan a lo largo del proceso, características de la circulación de la ansiedad grupal, plasticidad y movilidad de los roles y personajes (líderes, chivos emisarios, etc. ), así como también el grado de heterogeneidad grupal, en cuanto a sus integrantes, temáticas emergentes y formas de trabajar con el grupo. Para esta temática tendré como referente teórico a Pichón Riviere y Bauleo.  

Otro nivel de análisis tiene que ver con el cuestionamiento del dispositivo de intervención del servicio de psicología de la Vejez. Esto implica enmarcarlo en el contexto de los servicios de salud del Uruguay y además abordar la metodología de trabajo del Programa Psicosocial de prevención de los Trastornos de memoria en el Servicio de psicología de la Vejez. En este sentido analizar críticamente este dispositivo de intervención, intentando visualizar fortalezas y debilidades. Para esto tomaré una mirada desde Deleuze, en lo que tiene que ver con pensar desde los dispositivos de control, máquinas deseantes productoras de subjetividad, capturadoras de flujos y de líneas de fuga y la configuración del campo estriado partir del campo liso.

El siguiente eje temático del trabajo apunta al análisis de la implicación. Esto abarca una mirada de la relación de quien escribe (pasante del servicio) con la práctica clínica, el nivel institucional y los múltiples atravesamientos entre los distintos niveles. Tomo a Lourau para la articulación teórica en este punto.

Con estos cuatro ejes pienso abordar estas “reflexiones” que surgen de la práctica clínica desde diversos puntos, cada uno de ellos aportará a una mirada integral global.


La vejez

Cuando comenté a una compañera estudiante que iba a cursar la pasantía en el servicio de psicología de la Vejez, su primera respuesta fue “Puàj!!”, acto seguido expresó: “qué asco!”. Esta reacción de la compañera de quien esperemos, su primer paciente no sea un viejo, no es más que la expresión individual de un miembro de la sociedad. Una sociedad que le da un lugar de desecho a los viejos, un rechazo generalizado a lo que en algún momento todos seremos. Esto enmarcado en una sociedad que construye en su imaginario colectivo, mediante los principales productores de subjetividad, un culto a la juventud, a la productividad y a “lo bello”. Claro que “lo bello” se enmarca en ciertos parámetros que no son justamente los atributos que tiene el “ser viejo”.

El miedo a la muerte se puede asociar a este rechazo a la vejez, pero esto, ¿no es también una construcción?. Se puede ser joven y morir, podemos vivir muertos o mejor dicho ser “muertos vivientes”; porqué el ser viejo se asocia a la muerte?, tal vez porque se lo asocia a la etapa de la jubilación y por tanto a la falta de “productividad” que esto conlleva en una sociedad capitalista como la que vivimos? A quién no le han dicho alguna vez como algo negativo: “sos un viejo!”, “sos un amargado”, hasta como un insulto. También han jugado el rol de chivos emisarios en esta sociedad, quién no escuchó alguna vez: “la culpa la tienen los viejos, hay que matarlos a todos”. Estos son sólo algunos ejemplos de los innumerables que podríamos exponer para demostrar el lugar que ocupan estos seres humanos en esta sociedad, el “fondo de la bolsa”, un desprecio generalizado, ser viejo “es horrible”, así se vive por todos, incluidos los “pobres viejos”.

Graciela Zarebski en un artículo de la revista Tiempo (Zarebski, 2005), cita a Santiago Kovadloff que dice que: “En la vejez ajena se detestan las acechanzas de la propia. Ella es el espejo imperdonable en que nuestro sueño narcicista de eternidad se desvanece. Por eso suele ponerse más empeño en rehuìr esa experiencia descorazonadora, que en replantearla, comprendiendo su sentido esencial”.

El aumento de la longevidad de años ha configurado “la vejez”, un nuevo campo de problemáticas se ha construido para su abordaje ya que “la vejez”, a su vez, ha desencadenado múltiples subjetividades, formas de ver, hacer, sentir y pensar así como de procesos de “enfermar”. Aquí es cuando desde la ciencia y los distintos ámbitos de la salud se intenta abordar a este “ser humano viejo”. En el ciclo de la vida se nace, se vive y se muere, de esto parece no haber ninguna duda, al menos materialmente demostrable. Pero ¿cómo se vive?, ¿es todo esto tan lineal?.  

El hecho concreto, es que tenemos viejos, muchos, y que nosotros lo seremos tal vez en algún momento y que hoy en día podemos asociar la vejez a una etapa de la vida en la que se puede llegar a ser muy feliz en el sentido de ser una persona autónoma, con proyectos, con deseos y sana física y mentalmente (caso ideal), o ser como en muchos de los casos un “enfermo”: problemas somáticos, mentales y cognitivos. Caso concreto y extremo son las “Demencias” como el estado de deterioro global que puede sufrir una persona. Pero lo que, como psicólogos tenemos que abordar, como la especialidad que nos concierne, si bien como todo problema complejo se necesita un abordaje integral, hablo de la subjetividad. Còmo las formas de ver, pensar, sentir y hacer construyen un “viejo” y aquí juegan un rol importante los productores de subjetividad, los grandes medios de comunicación, las instituciones como por ejemplo la ciencia; que hacen a una sociedad actual plenamente capitalista. Qué sujetos produce esta sociedad y qué enfermedades se despliegan como correlato de ésta.  
Pienso en este punto con esta lógica y no la enfermedad como un proceso intrínseco de un individuo.

Los abordajes en salud y la ciencia en general (en su gran mayoría), plenamente funcionales al mercado capitalista han entablado lógicas y verdades en cuanto a formas de investigar ciertas problemáticas (enfermedades por ejemplo), así como de abordarlas.

Tenemos aquí, dos puntos, por un lado, el “ser viejo” con la subjetividad que conlleva esta cualidad, y por otro lado los dispositivos que intentan abordar las problemáticas que se despliegan a partir de cierta/s cualidad/es configuradas.

En este punto, me gustaría articular aportes que algunos investigadores y profesionales (llamémoslos “contrahegemónicos”) han desplegado para el abordaje de distintas problemáticas que conciernen no sólo a la vejez (más allá que se den en cierta edad), sino al ser humano en general. Me refiero a ellos como “contrahegemónicos” en el sentido que tienen una linea de trabajo que intenta integrar los distintos enfoques y miradas, siendo esta mirada global y contextualizadora; contraponiéndose a una linea “dura” y hegemónica que básicamente es positivista, biologicista, que concibe al ser humano y sus problemáticas como intrínsecas y propias de él y que a su vez piensa desde una intervención sesgada solamente hacia esos procesos intrínsecos que derivan en síntomas patológicos; fundamentalmente hablo de la lógica farmacológica como modelo de intervención y tratamiento. Este paradigma positivista, excluye otras perspectivas de abordaje de las problemáticas, no apunta a la interdisciplinariedad. Se comete el error de asimilar procesos biológicos a procesos psicosociales, así como extrapola la noción de cuerpo a organismo y la noción de psiquismo al sistema nervioso central; todos ellos errores conceptuales1.  

La doctora y psicoanalista Graciela Zarebski señala que “nuestro desafío era y sigue siendo, entender en los condicionantes subjetivos, familiares, es decir del microcontexto, que inciden en distintos modos de envejecer”. Luego indica una serie de factores que dice “permitieron un cambio de paradigma gerontológico y psicogerontológico”; entre estos: “avances en las ciencias médicas, cambios culturales y sociales, surgimiento y desarrollo de nuevas disciplinas de la subjetividad”. (Zarebski, G. , 2005)


Resalta la importancia del trabajo en prevención y promoción de salud desde edades tempranas trabajando el envejecimiento. También el abordaje desde la complejidad de los elementos que configuran el envejecimiento y van a “condicionar los vínculos o el aislamiento, los efectos psicosomáticos, la realización personal o el estancamiento”.  

Le resta importancia a la resolución edípica como determinante de un envejecer sano y remarca “el peso del inconciente escindido vinculado a mecanismos de desmentida, destinados a sostener un narcisismo nirvánico”, (Zarebski, G. , 2005); es decir, una autoafirmación yoica, un sentido de la autoestima, de la fortaleza identitaria. En esta linea de pensamiento señala como elementos a tener en cuenta para la determinación de la patología en la vejez el predominio de mecanismos rígidos, la estereotipia y la no elaboración de duelos. A su vez son buen indicadores de salud los cambios y la transformación personal y del ambiente.

Recomienda el mantenerse activo como “neutralizador” de sucesos traumáticos. También para prevenir el deterioro, la importancia de las redes consigo mismo (redes neuronales y plasticidad cerebral) y con el entorno (vínculos). La resiliencia como aquello que permite enfrentar las dificultades, las pérdidas, etc. La importancia de poder relatar, narrar, tener a quién, la participación comunitaria y contar con diferentes apoyos.

Zarebski plantea además una cuestión filosófica, qué sentido tiene la vida, más allá de nuestra funcionalidad a un sistema social dado, quiénes somos; y habla de calidad de vida. De un cambio de paradigma en el sentido del avance y logros de las ciencias más allá de las estadísticas que digan que el promedio de vida aumentó como indicador de avance o progreso sino que apunte a la calidad de vida. ¿Qué queremos?, ¿mayor longevidad con Alzheimer o una vejez sana? Y señala en este sentido el interjuego entre eros y Tánatos, y agrega quien escribe: pulsión de vida o muerte (de Freud), o las fuerzas revolucionarias o reactivas (de Nietsche).

Otra interesante mirada en esta linea es la del biólogo argentino Luis María Sánchez, quien mediante una investigación logró una interesante integración entre varias dimensiones, lo psicológico, lo social y lo neuro - biológico. Sostiene la hipótesis de que “la personalidad de relación social y comunicación muy limitada, pérdidas personales significativas e incapacidad de afrontar las mismas se encadenan en dirección al auto bloqueo percetivo e instala el proceso denominado Alzheimer”. (Sánchez, L. M. , 2005).

Sus conclusiones son las siguientes: “se abduce entonces que esta constricción aguda en lo relacional y comunicacional, sumado a la incapacidad de afrontamiento de las pérdidas personales, es el escenario de crisis en que se produce una desmotivación esencial para seguir viviendo, decisión que la persona afectada instrumenta mediante el bloqueo perceptivo, una modalidad de introversión social aguda, lo que desencadenará la anulación o aversión del reforzamiento natural de las redes neuronales, con la consiguiente desintegración progresiva de las funciones cerebrales. Estos son los lineamientos generales de la teoría psico – socio – neurobiológica sobre el origen del proceso de alzheimerización”.

Esta interesante articulación para abordar una temática tan importante como la enfermedad de Alzheimer fue presentada en el Congreso de Demencias realizado en 2005 en Montevideo, al cual asistí y pude comprobar observando las reacciones que generó dicha presentación en neurólogos y profesionales de la salud, lo lejos que estamos de asumir posturas como las de Sánchez y trabajar en esta linea. Me recordó cuando leí las primeras conferencias de Freud en las que por fines del siglo XIX, principios del XX, él relataba las reacciones de sus colegas neurólogos ante sus novedosas y revolucionarias teorías, las que tildaban de disparatadas locuras y se le reían en la cara.

Asimismo, el enfoque del psicólogo Robert Perez, en la linea de la investigación de las Demencias, también plantea un cambio de paradigma en el abordaje de estas patologías. “Desde una perspectiva que intenta aproximarse a la complejidad de las mismas”. Plantea “una estrategia integral de abordaje. . . ”. Señala las principales lineas hegemónicas de investigación con sus potencialidades y sus limitaciones en cuanto a no abordar las demencias desde la interdisciplinariedad. “Se plantea entonces la necesidad de incluir en los estudios la complejidad del fenómeno, así como el suficiente rigor científico que habilite una actitud antidogmática y no soberbia respecto a sus hallazgos”. (Perez, R. , 2005). Su perspectiva es la “Multidimensional” que integra (a grandes rasgos), en su abordaje: lo somático, en cuanto a los componentes del sistema nervioso central; lo cognitivo en lo que tiene que ver con las funciones de alta integración cortical; la dimensión psicoafectiva y lo socio – familiar.


Deconstrucción de instituidos

En este capítulo voy a analizar los instituidos que se presentaron en los consultantes a lo largo del proceso clínico en el programa psicosocial de prevención de los trastornos de memoria. Instituidos que circulan en el imaginario social “haciendo carne” en los individuos que forman parte de él.

Como tarea que tenemos los psicólogos de analizar, criticar, deconstruir estos instituidos que se manifiestan en forma de verdades, clichés, naturalizaciones diversas que configuran una realidad que no es dada sino construida. Esto a su vez, determina una subjetividad, es decir, una forma de ver, de hacer, de pensar y sentir en el mundo.  

Entonces, como tarea terapéutica, este enfoque deconstructivo busca concientizar, promover la mirada crítica y por tanto promover salud, en el sentido pichoniano de adaptación activa a la realidad.

Esto se intentó realizar durante el proceso de intervención de la pasantía y en este trabajo, se transmitirá, en forma concisa y detallada, algunos de estos emergentes que a continuación analizaremos.

Desde esta mirada puede confundirse, tal vez, por un lado, la actitud epistémica de abordar una problemática y por otro la modalidad terapéutica que se materializa en la práctica clínica. Creo que son aspectos indisociables de un mismo proceso, por ende, la práctica clínica conlleva esta actitud epistémica.  

Lo que sí analizaremos en otra parte de este trabajo (siguiente capítulo) es lo que tiene que ver con el análisis de los universales (concepto que desarrollaremos oportunamente) en el sentido que Pichón Riviere le da, en cuanto a la elucidación desde lo manifiesto a lo implícito que emerge por medio del portavoz en una dinámica grupal, lo que él ejemplifica con el esquema del cono invertido.

Como marco teórico para enfocar esta tarea deconstructiva tomo como eje el capítulo VIII: “Notas para la constitución de un campo de problemas de la subjetividad”, de Ana María Fernández, del libro: “Instituciones Estalladas”.

Esta autora explicita notablemente, en una compilación de autores y desarrollos propios, lo que quiero exponer en este punto del trabajo:

“Para que aquello que se universalizó pueda articularse es necesario realizar, a mi criterio, por lo menos dos operaciones en estrecha interrelación:

a) una elucidación crítica de las nociones universalizadas, es decir des - esencializar.

b) Trabajar una dimensión socio – histórica en la noción de subjetividad.

Para el trabajo de des – esencialización han sido y son importantes instrumentos conceptuales las nociones de elucidación crítica (Castoriadis), deconstrucción (Derrida) y análisis genealógico (Foucault). ” 2

¿A qué nos referimos cuando decimos que haremos una deconstrucción de los instituidos que emergieron manifiestamente en el proceso clínico?

Fernández, cita a Derrida para desarrollar este concepto: “Deconstruir es desmontar, problematizar la relación inmediata y natural del pensamiento (logos) unido a la verdad y el sentido. Supone una rigurosa problematización de los supuestos hegemónicos que legitiman la búsqueda y garantía del origen como fundamento último de la razón patriarcal. ” ; “El modo deconstructivo provisto por Derrida, articula la inversión y el desplazamiento de las oposiciones binarias, de manera tal de hacer visible la interdependencia de términos aparentemente dicotómicos y cómo su significado se relaciona con una historia genealógica y particular y construidos para propósitos particulares en contextos particulares. Hace visible que las oposiciones no son naturales sino construidas. Es en tal sentido, lectura entre líneas de lo no – dicho en lo dicho, intenta seguir los efectos sutiles y poderosos de la diferencia en acción, dentro de la ilusión de una oposición binaria. ”3 

En este campo epistémico, que pienso, debe ser actitud permanente del psicólogo en sus prácticas, Fernández, en este mismo libro, se refiere al análisis genealógico de Foucault como otra herramienta que “ permite encontrar los puentes entre las narrativas teóricas y los dispositivos histórico – sociales – políticos – subjetivos que sostienen. En tal sentido indaga sobre las condiciones de posibilidad, los principios de ordenamiento, las formas de enunciabilidad y los regímenes de verdad de sus producciones teóricas”. 4 

Resume, más adelante que: “. . . lo que hoy día está en cuestión es la existencia de un mecanismo universal de estructuración del sujeto”5.  

Una frase de Castoriadis, evocado por Fernández en este mismo libro nos habla de la elucidación, tarea que pretendimos llevar adelante en la pasantía y en el presente trabajo: “Elucidar es el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que piensan”6

¿Para qué pensar de esta forma en la implementación de determinado dispositivo de intervención en la práctica clínica? 

Pienso, en este punto, que promover esta actitud crítica en este ámbito, es promover salud. Las resistencias al cambio, los miedos, hacen que las personas se sujeten a “verdades”, “instituidos” que más que otorgar alivio y seguridad generan rigidez y estereotipia, caracteres mismos de la patología. El comenzar por el cuestionamiento moviliza y a esto me refiero en un proceso terapéutico. Es un constante cuestionarse a sí mismo, a la propia tarea que se despliega por parte del analista, enmarcarla en su contexto, problematizarla y tener la misma actitud para con quien se interviene: señalando, interpretando, cuestionando y promoviendo acción transformadora.


A continuación despliego el material clínico y su análisis propiamente dicho.

Aquí comenzaré a desplegar el análisis de lo que fueron expresiones verbales y no verbales de las personas que participaron como denominados pacientes durante el proceso clínico del Programa Psicosocial de prevención de los Trastornos de memoria. Guardo para el siguiente capítulo lo que es un análisis de este punto enmarcado en la dinámica grupal. En este capítulo planteo emergentes surgidos en los talleres de estimulación de la memoria así como también instituidos que emergieron en las entrevistas individuales previas al inicio de los talleres.

Desprendemos del discurso de diversos denominados pacientes las siguientes frases:

- “ A esta edad . . . ”; “ . . . los años se me vienen encima, ya tengo 67”.

Al preguntar sobre proyecto de vida se contesta: 

- “a esta altura . . . lo que venga me adapto”. - “Después de los 60 hay cantidad de cosas que están vedadas”.

Pregunto acerca de cuánta gente visita a la casa:

- “No muchas porque eso se ha perdido, cada uno está en lo suyo, me tiene muy harta la estupidez humana. Para salir a buscar problemas me quedo en casa”.

Algo que se repite en varias entrevistas:

- “Trato de molestar lo menos posible”; o “Trato de molestar lo menos posible a los que me van a cuidar a mí”.

Pregunto cómo definiría su actual etapa vital:

- “Tiene que ser una etapa de aceptación de cosas que no puedo hacer. Quiero planear las cosas, trato de hacer cosas. Al tener que aceptar cosas que no puedo hacer es negativo pero es positivo porque para mi edad estoy bien”.

Analizando estas frases podemos visualizar varias cosas. En primer lugar una especie de carga, de mochila pesada sobre los hombros. Da sensación de impotencia, de no poder, de aceptación, de pasividad, retraimiento. La edad como justificante de la impotencia “los años se me vienen encima”, como si fuera una enorme montaña que se abalanza sobre su humanidad.

Si bien la vejez implica pérdidas y adaptarse de alguna forma a esto, la aceptación sana no implica pasividad sino poder elaborar esas pérdidas e intentar buscar nuevas metas realizables.  

“Trato de molestar poco”, aquí noto fragilidad narcicística, un yo débil, una autoestima en menos. ¿Porqué? Tal vez por falta de poder diversificar los vínculos, de buscar pares con problemáticas similares con quien poder narrar historias, anécdotas, problemas actuales y proyecciones futuras. También esta “autodevaluación” del viejo es espejo de lo que la sociedad le devuelve, lo que circula en el imaginario social y se materializa en la vida cotidiana.

La falta de metas y proyectos, parece que ser viejo paraliza, inmoviliza y se “acepta”, es una forma de morir, de vivir muerto. Podría metaforizar que estos sujetos viejos ya “no sirven”, “no producen” y por tanto son desechos humanos. La sociedad de consumo capitalista se sirve de individuos funcionales a sus intereses, un viejo sólo puede consumir en el mejor de los casos o ser una carga para el estado, siempre pensando en lógicas mercantiles que son las que campean por estas épocas.

Se desprende de estas frases naturalizaciones de lo que es tener cierta edad “después de los 60 . . . ”. Los 60 marcan un límite, un pico donde comienza la “bajada”. Si bien las limitaciones somáticas pueden ser válidas para ciertas discapacidades adquiridas, hay una subjetividad, un “plus”, que determina formas de pensar, sentir y comportarse.

Al comenzar los primeros talleres grupales (hablamos de un grupo compuesto por personas de nivel educativo terciario), de estimulación de la memoria, una de las integrantes manifestó: “esto no es psicoterapia”.

Esto se produjo en un contexto en que los distintos participantes se encontraban presentándose y contando algo de sus historias de vida y en algunos casos afloró la angustia. La reacción de este integrante la podemos interpretar de varias formas. Podemos dilucidar lo que circula en el imaginario social acerca de lo que implica “la psicoterapia”, un taller ¿no es acaso terapéutico?; ¿no se asiste con el fin de lograr una mejoría en este caso de la memoria?. Vemos en esta expresión emergente la disociación entre lo que puede ser la afectividad y lo que son las funciones cognitivas. Dualismos extrapolados desde el paradigma positivista hacia los ámbitos sociales y que “encarnan” en individuos que lo reproducen. También puede desprenderse la creencia popular de que al psicólogo van los locos con la consiguiente herida narcicista que puede generar el sentir que se está yendo a “psicoterapia”.

Cuando planteamos al grupo que pensaran en torno a qué implicaba para ellos la memoria surgieron distintos temas que la relacionaban a lo biológico, al diagnóstico, la psicoterapia y las técnicas de estimulación. Más o menos esta fue el orden de aparición de las asociaciones en relación a la memoria. En este punto, primero aparece lo biológico, como determinante primero, como causa intrínseca a cualquier individuo que padece un problema, como un trastorno de memoria. Luego aparece la necesidad de un “Diagnóstico” y un “tratamiento” que implica “psicoterapia” y “técnicas de estimulación” como solución. Todo una lógica preestablecida que subyace tras la discusión grupal, lógica que responde a un modelo médico hegemónico. Los “pacientes” se saben muy bien la letra de este “tango”, siendo un tanto esquizoanalítico tenemos todo desplegado un campo extremadamente rizomático, cuadriculado como un mapa. Desde aquí tenemos una visión que también es extrapolada desde el positivismo, que concibe al individuo poco más que como una máquina que por algún corto circuito se ha dañado y por tanto se necesita saber qué tiene para luego “arreglarlo” de alguna forma. Visión totalmente funcional a un sistema social opresor que necesita este tipo de subjetividad superficial para perpetuarse. Ni qué hablar que funcional a la industria farmacológica y por tanto al Mercado ya que si hay una solución “mágica” para “arreglar” mi problema estaré salvado. Más adelante veremos frases que emergieron en este sentido, fundamentalmente en la gran demanda de “técnicas salvadoras para recuperar la memoria”.

Con esto no quiero decir que no haya que diagnosticar, ni que no haya que tener en cuenta los procesos biológicos, sino que quiero exponer lo que surgió de antemano en una discusión grupal en la que la consigna era pensar lo que implicaba la memoria. También el contexto jugó a favor de estas apreciaciones ya que la influencia de ser un grupo al que concurren personas que dicen tener trastornos de memoria tuvo su importancia. Lo significativo de esto es que la gran mayoría de personas de este grupo, por no decir todos, presentaban quejas subjetivas de memoria. Es decir, no presentaron en las pruebas que se les realizó en la etapa previa de diagnóstico situacional, alteraciones cognitivas significativas, ni trastorno orgánico alguno. Afloró pues la necesidad de explicarse en algo biológico su padecer subjetivo de problemas de memoria.

En un ejercicio en el cual se les consignó formar una historia con palabras que se les daba sin conexión entre ellas pudimos ver como resultado generalizado un tinte nostálgico en todas las historias. Un pasado añorado, un presente triste: “el pobre hombre triste”; “veranos quedaron atrás”; “pasado atormentaba”; “futuro incierto”; “lento pasar de los días”; “quizás inútil búsqueda de la felicidad”; “perdiendo memoria”; “viendo niños y jóvenes disfruta”; “ve viejos tristes”; “la casa ya no es la misma, hay un cartel de `se vende´”. “Los padres le comentaron que no había que rechazar a los viejos porque era el futuro de todos”. “Animal viejo y triste añora su pasado”. “Rechazo a los viejos”.

Vemos aquí, además de tristeza y nostalgia, sentimientos de rechazo, frustración, impotencia, la contraposición entre jóvenes alegres y viejos tristes. La identificación con un “animal viejo y triste”, que “añora su pasado”. La “pérdida de memoria”, como si fuera una batería que se va gastando o en una lógica cuantificable.  

En otra dinámica de reflexión y discusión grupal en la que había que pensar en torno a ciertas frases que indicaban afirmaciones prejuiciosas como por ejemplo `Los humanos con el paso del tiempo se van desgastando´. La primera reacción fue confirmar esta afirmación, “estamos de acuerdo, orgánicamente los humanos se van desgastando”, “la vida está programada biológicamente para 120 años”.  

`Cuanto más edad se tiene hay menos memoria´, - “Es cierto”.

Tras algunos señalamientos por parte de la coordinación aparecieron respuestas un tanto mas alentadoras como “con la edad el vocabulario se incrementa”, “la experiencia de vida enriquece”; en cuanto a la primera frase: “si se la toma a rajatabla es así pero tiene su vuelta de hoja”.

Otra vez podemos ver instituidas varias cosas como la naturalización de que lo orgánico es el origen del desarrollo de la vida y la enfermedad. La idea de que estamos programados para vivir tanto tiempo, esto quizás sacado de algún medio que difunde todo el tema de la genética, porque ahora todo se reduce al genoma humano.  

Bastó sólo un señalamiento de alguien que representa en el grupo el lugar de poder – saber (coordinador) para que sea repensada la problemática. Vemos cómo el lugar institucional que se ocupa ejerce y ocasiona efectos por lo que más que nunca pude experimentar la gran responsabilidad ética que implica ocupar un lugar con estas características, además del lugar que ocuparé cuando efectivamente sea psicólogo.

Al ir transcurriendo los talleres, varios integrantes expresan la necesidad de que “les demos” más técnicas para “detener el olvido”, además de expresar que el taller “no era lo que esperaban”.  

Aquí se expresa la necesidad de las “soluciones mágicas”, del tipo “Compre Ya la pastillita mágica y verá los resultados en 48 horas”. Los viejos forman parte de esta sociedad que fomenta esta necesidad de solucionar rápido, de no pensar, de una industria farmacológica muy poderosa que impone con la complicidad de la ciencia y los profesionales que la sustentan una modalidad en este sentido. No solamente en el ámbito de la salud, la velocidad alcanza todos los ámbitos, la mediatez, revolución tecnológica mediante, produce sus efectos. Todo es “light”, “soft” y rápido, “no podés perder el tren”, esta subjetividad atraviesa a todos y los viejos quieren soluciones ya. La actitud pasiva también atraviesa, “que me den”, no te muevas de tu sillón si te damos todo en bandeja, el moverse (física y mentalmente) puede doler y a nadie le gusta sufrir, para eso tenemos el ejemplo de Jesús Cristo que ya sufrió bastante por todos nosotros los “Cristianos”.

Esto un poco en broma es bastante serio pero no quiero irme de tema, quieren “detener el olvido”, cuando lo importante sería construir memoria, con acción, generando futuro. La memoria se ve aquí presa de un final inamovible, la demencia se agita como un fantasma al acecho, hay un miedo por parte de los viejos a dementizarse, la inquietud pasa por un vacío que se siente al no saber qué cosa dentro de mí puede ocasionar una enfermedad tan terrorífica como el Alzheimer. Entonces la persona puede estar pensando: `tengo tantas cosas en la cabeza y tanta ansiedad que ya ni presto atención a lo que hago y ¿qué sucede?, me olvido, uy lo que me está pasando! Ya no recuerdo que dejé la caldera calentándose y la ropa colgada toda la noche en la terraza! No será que me estoy dementizando?, me estoy volviendo chocha!´

Pasa entonces por reflexionar que más allá de las limitaciones biológicas los humanos podemos producir cultura, tenemos lenguaje, podemos comunicarnos y tener conciencia de ello, podemos pensar y que esto nos diferencia de los animales. Entonces detener el olvido, ¿detener la muerte?; pues entonces a construir vida. Aquí es cuando a partir de señalamientos diversos y cuestionamientos en el grupo acerca de estos instituidos que vemos cristalizados en mayor o menor medida en las personas es que podemos empezar a movilizar y a pensar en el “Proyecto de vida” en la vejez, en el deseo, en la construcción de memoria y de vida.

Volviendo al tema del poder, el cual opera en todas partes, es omnipresente, al decir de Foucault, y como estamos dilucidando, produce ciertas visibilidades e invisibilidades. Tratamos en esta deconstrucción de dar luz a estas “oscuridades” que aparecen en estos instituidos que estamos viendo.

En una discusión grupal surge el tema de las plantas de celulosa, ya que estábamos tratando las noticias de la semana. Tomo la siguiente frase que un integrante formula acerca de la conveniencia o no de estas plantas: “son de última tecnología, lo dijo Tabaré, lo que es toda una garantía ya que es médico y oncólogo”. Más allá del `debate´ que hoy tenemos en torno a este tema, lo llamativo aquí es lo poderoso que es el lugar del médico como “garantía”. Sólo este lugar institucional, con lo devaluada que está la clase política, produce un efecto cuasi anestésico en las personas ya que es sabido la escasa y superficial información que existe en la opinión pública sobre este tema a pesar del incesante tratamiento del mismo.

Con el cuerpo también pudimos ver los instituidos en la vejez. En una dinámica en la que trabajamos con el cuerpo transitamos mediante la expresión corporal distintas etapas de la vida. La consigna era: `ahora compórtense como un niño, luego imaginen y actúen como jóvenes, luego como adultos y finalmente como viejos´. Quedé asombrado de la metamorfosis que observé de estas personas en tan poco tiempo. Pude comprobar la subjetividad que representa ser niño, joven y viejo. Esa tarde soñamos a revivir esas etapas de la vida, tal vez deberíamos haber empezado por la vejez para que terminen tan eufóricos y enérgicos como cuando “fueron niños o jóvenes” por unos segundos. La forma de sentirse, pensarse y actuar como niños, jóvenes y viejos, generaba una expresión corporal determinada, esta subjetividad, sin duda es muy importante a la hora de cumplir un rol en esta sociedad, más allá de procesos somáticos, que me inclino a pensar son fuertemente determinados por esa subjetividad que a la vez es producida por las distintas “fábricas” que componen una sociedad, una cultura en un momento histórico. Este paradigma positivista del que ya hablamos, producto del dualismo individuo – sociedad y otros dualismos como psico – socio – bio, se extrapola desde las ciencias a los procesos psicosociales por ejemplo lo que produce cierta subjetividad y cuerpos; instituye determinados cuerpos, conductas, etc.


Es importante tomar en cuenta la implicancia de los disciplinamientos a partir de las distintas instituciones que lo conforman y cuyo producto final son, entre otros, las personas. Lo mencionaron ya los integrantes de la antipsiquiatría (Laing, Cooper, etc. ), el poder e influencia que tiene por ejemplo la asignación de un diagnóstico. Los encasillamientos, las etiquetas, pueden ser útiles para la comprensión de un fenómeno, para el acercamiento a su estudio, el tema es los efectos que produce en las personas que caen bajo esas denominaciones.  

Es tal vez, la necesidad de controlar el mar de caos en el que nos encontramos cuando queremos conocernos, hablo de los humanos.

Los viejos que dramatizaban ser niños corrieron, saltaron, imitaron a Superman, jugaron a la rayuela; los dolores y las quejas somáticas no fueron un impedimento.

Luego se “convirtieron” en jóvenes adolescentes y exclamaban: “que no me miren”, se tapaban, “me decían piropos”.

Al pasar a ser adultos ya la cosa cambió, se veían más preocupados, apurados, cargando cosas.
Al representar el “hoy” hubo un “afloje”, sienten “falta de energía”, “pérdida”, “complicada”, “trayecto”, “recuerdos”, “abuela”.

Otro dice ser “un árbol que se fue cayendo y que ahora está medio pelado”, siente “frustración”. Sobrevinieron luego las siguientes muestras de nostalgia y resistencias que se expresaron con la emergencia de nuevos instituidos:
“uno nace con la vocación de ser madre”, naturalización del rol que al género le compete para esta sociedad.
“no sentí nada, la vida que tuve es la que me correspondió, lo que me tocó vivir”. Aparece esa noción como de vida pre – establecida y “lo dado” como natural, “lo que me tocó”, no hay opción.

Aparecen una y otra vez muestras de mayor apertura en algunos casos y de resistencias en otros: una integrante hablando y cuestionándose en torno a su actividad laboral manifiesta: “me siento menos enérgica, en una burbuja que si la pinchás no hay nada”, “uno se cuestiona y salen otras cosas”, “renovás” (acota otra integrante del grupo). “Esto tendría que ser un anticipo y que luego venga la vida”, es como si se planteara que se está dando cuenta demasiado tarde de algunas cosas, ¿de hallarle sentido a la vida?

Otra integrante plantea el “vivir al día” y el ¿proyecto de vida?. Otra plantea “entregar las riendas a Dios”, “tener el control de todo no se puede”; “voy a aflojar porque soy una acelerada, difícil manejar mi cuerpo”. Todo esto surgió de trabajar con el cuerpo en uno de los últimos talleres.

Además surgió lo siguiente que pautaron cierta elaboración o intento de hacerlo en el sentido de pensar en las pérdidas, en lo que ya no se puede hacer, en lo que están sintiendo en esta etapa de la vida. También junto con esto se reforzaron las resistencias, las racionalizaciones y negaciones emergieron a más no poder y con ellas los instituidos.

“Ahora pasé al otro extremo, como que me desenchufé de la máquina eléctrica”, “estás en un proceso preoperatorio”, le acota una integrante intentando explicar los “síntomas maníaco – depresivos” de su compañera, recordándole que en unos días la operarían.
Otra integrante expresa: “volví a pensar en cosas que nunca había vuelto a pensar, recuerdos, no nostalgia, ni tristeza”.

“Sentí los sesenta, siempre tuve presente la gráfica de los sesenta . . . se terminó una cantidad de cosas que podías hacer, es otra etapa distinta. Una meseta y de ahí para abajo. Cuestión de asumirse, hay cosas que ya no, ya estás de otra forma, es como una pérdida. Que te quede, como decía mi padre, vivir de regalo. No te podés subir al árbol, las alturas, asumir que a partir de ahora hay que cuidarse. Las energías, mi cuerpo no da más para trabajar, no quiero más compromiso”.

Luego aparecen comentarios sobre “la forma de ser del uruguayo”, como “triste, gris, amargo”. Con esto la resistencia emerge ya con toda su fuerza como opositora a todo cambio, “el uruguayo es así” y punto; y como expresión de ésta, emergen al final de la discusión de este rico taller, anécdotas de intentos de robo que sufrieron integrantes del grupo en las “peligrosas calles”. Esto, no es más que una metáfora, o simbolismo de la ansiedad que circulaba en el grupo y los miedos que generaba el cambio, sólo pensar en él ya que se podía sufrir el “ser robado” o perder esa “seguridad” lograda que otorga la situación en su estado actual de cosas.
Más de lo que fue el proceso grupal lo vemos en el siguiente capítulo.


El proceso grupal

Utilizo a Pichón Riviére y a Armando Bauleo para la lectura del proceso grupal.

Pichón, sostiene que “El análisis sistemático de las situaciones grupales nos ha posibilitado registrar un conjunto de procesos relacionados entre sí, que nos permiten, por su reiteración, considerarlos como fenómenos universales de todo grupo en su estructura y dinámica”7.
En este sentido, creo oportuno utilizar la teoría pichoniana con el fin de articular lo acontecido en el propio proceso grupal de los talleres de memoria. Pichón argumenta que la tarea del terapeuta en cuanto al análisis que conlleva todo proceso en un grupo implica hacer explícito lo implícito. Para esto utiliza la metáfora del cono invertido: esquemática pero clara.  

“En este cono vemos una base, un vértice y la espiral dialéctica.

En la base: se ubican los contenidos emergentes, manifiestos, o “explícitos”.

En el vértice: las situaciones básicas o universales “implícitas”.

La espiral grafica el movimiento dialéctico de indagación y esclarecimiento que va de lo explícito a lo implícito, con el objeto de explicitarlo”.

A partir entonces de los emergentes que se manifiestan es que intentamos indagar los “universales” que actúan en forma latente. Estos universales serían por un lado:

“a)Los miedos básicos: 1) miedo a la pérdida de la estructura ya lograda y 2) miedo al ataque en la nueva situación a estructurar.

b)La `situación terapéutica negativa´ frente a la situación de cambio configurada por: 1) miedo al cambio;  

2) resistencia al cambio.

c) Un sentimiento básico de inseguridad (la fórmula es `más vale pájaro en mano que cien volando´).

d) Los procesos de aprendizaje y comunicación:
Ambos aspectos forman una unidad y son interdependientes. La comunicación es el riel del aprendizaje.

e) Las fantasías básicas: 1) de enfermedad; 2) de tratamiento y 3) de curación. ”8 

Apunto en el análisis grupal a articular junto con el enfoque de Bauleo, los puntos anteriores enumerados por Pichón así como algunos de los puntos que él marca como fundamentales a los efectos de la “tarea correctora” que debe manejar el terapeuta. De este “ECRO” (esquema conceptual referencial operativo), tomo:

- El concepto de portavoz, no como lo plantea Pichón en este artículo (enfermo como portavoz de la enfermedad grupal), sino como el emergente de una situación grupal, de una ansiedad grupal que se manifiesta en uno de sus integrantes.

- Por otro lado tomo en cuenta el análisis de los roles asumidos y adjudicados en la dinámica grupal, así como su rotatividad o rigidez.

- También analizo las ideologías o prejuicios, tarea que fundamentalmente realicé en el capítulo anterior.
- Lo no dicho en el grupo.  

- “Las fantasías de omnipotencia e impotencia que fácilmente se proyectan en el terapeuta como una forma de impotentizarlo y paralizarlo. (el terapeuta es el ser que lo resuelve todo o el ser impotente que nada puede hacer). ”9

En este sentido, los miedos básicos los pudimos ver a lo largo del proceso grupal emergiendo como resistencias en variadas formas. La rotatividad de los roles creo que en el taller de memoria, fue un grupo en el que los roles circularon en forma bastante plástica si bien hubo ciertos integrantes sobre los que recayó mayormente el liderazgo, pero no hubo rigidez y por tanto fue un funcionamiento saludable en este sentido. En cuanto a las fantasías de omnipotencia e impotencia proyectadas en el coordinador, es algo que se pudo visualizar claramente en expresiones como: “queremos más técnicas para la memoria”; “que los coordinadores opinen más, necesitamos su opinión”; “el coordinador es muy serio y seguro de sí mismo”; “el taller no era lo que esperaba, estoy peor”.

Pero quiero que lo que acabo de exponer de Pichón, sea la antesala introductoria para entrar de lleno al análisis del proceso grupal, con la articulación del material clínico correspondiente. Esto me parece más claro y pertinente realizarlo con la apoyatura teórica de Bauleo.

Es importante destacar la tarea terapéutica en el marco de los talleres de memoria pensándolo también como un aprendizaje grupal y los momentos por los que transitó el grupo.

La tarea sobre la que giraba el despliegue de los talleres se enmarcaba en la estimulación de la memoria. Esto implicó el objetivo en permanente construcción (si bien tuvimos una guía referente a seguir), de una tarea integradora, reflexiva, acerca de los procesos cognitivos que esta función de alta integración cortical implica así como los procesos afectivos que conlleva. Esto, con un marco en el que se despliegan en este espacio grupal distintos acontecimientos y fenómenos.  

Según Bauleo10, en el aprendizaje grupal tenemos tres elementos a tomar en cuenta. Por un lado, la información que trasmitimos quienes cumplimos la tarea de coordinación grupal y además la que surge en el grupo mediante aportes de sus integrantes. Pero fundamentalmente la que trasmite quien coordina. Como coordinador, tuve este papel (junto con mi compañera), recuerdo sesiones en las que específicamente tratamos el tema de la memoria y dimos una especie de “clase”, para intentar trasmitir y enmarcar en un contexto teórico las distintas técnicas y dinámicas que desarrollamos. Esto fue prácticamente a lo largo de todo el proceso en un intento de clarificar permanentemente la tarea. Esta trasmisión intentamos realizarla de la forma más global e integradora posible. Hablamos del enfoque desde la psicología cognitiva con los instrumentales de inteligencia entre los que se incluía la memoria, dimos ciertas nociones desde la neuropsicología y tratamos de darle una visión psicosocial integrando también lo afectivo de alguna forma.

Por otro lado, Bauleo, indica como importante lo emocional, como otro elemento que juega en lo que implica un cambio en el proceso de aprender. Lo afectivo subyacía siempre a lo largo de todos los talleres y tomaba distintas formas de acuerdo a las ansiedades reinantes de acuerdo al momento que el grupo transitaba.

En este sentido, Bauleo señala el interjuego permanente entre la información y la afectividad que se moviliza frente a determinado material que le es aportado al sujeto; “. . . pero a su vez también ella interviene en la búsqueda de nuevo material para lograr satisfacción (epistemofilia), aunque a veces se frustra en esa búsqueda”. 11

Como tercer elemento está la producción, lo que se va produciendo, construyendo en ese proceso de aprendizaje y lo que se obtiene al final del mismo.

Lo que tiene que ver con la información, intentamos trasmitirla promoviendo la participación activa de los integrantes del taller, promoviendo la reflexión permanente y concientizando acerca del porqué y para qué de las técnicas que utilizábamos para “estimular” la memoria. En esta linea Bauleo aclara: “. . . el aprendizaje como producción que significa que del juego de educador – educando, con implicancia en ambos de información y afectividad, aparecen nuevos elementos como producto de ese interjuego”.

“. . . Cuando hablamos de producción esta

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