En la presente conferencia se analiza la necesidad de optimizar las aptitudes físicas en la persona mayor para una mejora de su calidad de vida. Para ello, partimos de los conceptos de salud y bienestar junto con los pilares que lo sustentan desde un punto de vista biopsicosocial. Así mismo valoramos posibilidades para el desarrollo y mantenimiento de dichas aptitudes, especialmente, orientado a la promoción de la salud. Establecemos los parámetros utilizados por la Organización Mundial de la Salud para complementar los beneficios, tanto físicos como psicológicos, y costes para la persona mayor atendiendo a dos proposiciones relativas a eventos estresantes así como a una base fisiológica. El afrontamiento en la persona mayor queda, finalmente, desglosado y examinado atendiendo a la prevención, mantenimiento y rehabilitación.
RETOS Y METAS PARA EL DESARROLLO Y MANTENIMIENTO DE APTITUDES FÍSICAS
IMPRESCINDIBLES EN LAS PERSONAS MAYORES
Dr. Juan Francisco López Paz
Universidad de Deusto
jlopez@fice. deusto. es
RESUMEN:
En la presente conferencia se analiza la necesidad de optimizar las aptitudes físicas en la persona
mayor para una mejora de su calidad de vida. Para ello, partimos de los conceptos de salud y
bienestar junto con los pilares que lo sustentan desde un punto de vista biopsicosocial. Así mismo
valoramos posibilidades para el desarrollo y mantenimiento de dichas aptitudes, especialmente,
orientado a la promoción de la salud. Establecemos los parámetros utilizados por la Organización
Mundial de la Salud para complementar los beneficios, tanto físicos como psicológicos, y costes para
la persona mayor atendiendo a dos proposiciones relativas a eventos estresantes así como a una
base fisiológica. El afrontamiento en la persona mayor queda, finalmente, desglosado y examinado
atendiendo a la prevención, mantenimiento y rehabilitación.
La aptitud física relativa a la salud designa aquello que, dentro de la aptitud física, está ligado a la
salud del individuo. Cualquier definición de este concepto debe precisar, necesariamente, sobre qué
dimensiones de la aptitud física se basa. El ejercicio corporal impone al organismo esfuerzos
considerables y múltiples; por consiguiente, la aptitud relativa a la salud debería incluir todas las
dimensiones ligadas a aspectos precisos de la salud. Tales dimensiones se corresponden
frecuentemente con las que intervienen en la aptitud física relativa al rendimiento, pero no siempre
son éstas tan necesarias o deseables.
Autores como Rodríguez Marín (1995) proponen aspectos significativos respecto al concepto de
salud como: en primer lugar, la salud no es sólo la ausencia de enfermedad, sino que ha de ser
entendida de una forma más positiva, como un proceso por el cual el hombre desarrolla al máximo
sus capacidades actuales y potenciales, tendiendo a la plenitud de su autorrealización como entidad
personal y como entidad social. En segundo lugar, el concepto de salud como entidad dinámica y
cambiante, cuyo contenido varía en función de las condiciones históricas, culturales y sociales de la
comunidad que lo formula y/o que lo acepta. En tercer lugar, la salud como un derecho de la
persona como tal y como miembro de la comunidad, pero además, una responsabilidad personal que
debe ser fomentada y promocionada por la sociedad y sus instituciones. En consecuencia, hay que
promover igualmente en el individuo la autorresponsabilidad para defender, mantener y mejorar su
salud, fomentando la mayor autonomía posible respecto al sistema sanitario. En cuarto lugar, la
promoción de la salud como tarea interdisciplinar que exige la coordinación de las aportaciones
científico-técnicas de distintos tipos de profesionales. Y, finalmente, la salud como un problema
social y un problema político, cuyo planteamiento y solución pasa, necesariamente, por la
participación activa y solidaria de la comunidad (Karen & Shannon, 2008).
CONCEPTO DINÁMICO
DESARROLLO DE
Y
DERECHO
CAMBIANTE
DE LA
CONCEPTO
PERSONA
DE
PROBLEMA
SALUD
SOCIAL
TAREA
INTERDISCIPLINAR
INTER
Gráfico 1: Matices al concepto de salud (tomado de Rodríguez Marín, 1995).
En definitiva, los profesionales de la salud que se ocupan de la cuestión del ejercicio físico se
enfrentan a un campo de estudio y actuación que puede estructurarse en dos grandes áreas: por un
lado, el estudio de las relaciones entre estilos de vida activos y salud; y, por otro, la intervención
destinada a implantar de forma eficaz las pautas de ejercicio físico adecuadas para cada tipo de
población.
Este estudio e intervención en el ámbito de las relaciones entre actividad física y salud constituye un
campo interdisciplinar, en el que los psicólogos aportan una parte de los conocimientos y técnicas
necesarios juntamente con el resto de profesionales de la salud.
El rendimiento de los posibles efectos beneficiosos producidos por la actividad física regular y/o
ejercicio, tanto desde el punto de vista físico como psicológico, es un hecho cada vez más evidente.
De cara a la mejora de la salud y el bienestar a través de la realización de ejercicio físico, la
investigación multidisciplinar debe seguir aportando datos acerca de los beneficios de la actividad
física respecto a distintos problemas de salud y acerca de cuál es el tipo y cantidad de actividad que,
en el caso del colectivo de personas mayores, debe prescribirse para obtener dichos beneficios
((Ruthing & Chipperfield, 2007; Cairney et al. , 2009).
En el estilo de vida del individuo, especialmente en la sociedad occidental, se inscribe un
componente que suele considerarse uno de los principales factores de riesgo: la falta de ejercicio o
sedentarismo.
Se ha alargado la esperanza de vida, pero ésta se ha acompañado de un patrón de "enfermedad
permanente" que produce ciertas incapacitaciones y riesgos y que, en la mayor parte de los casos,
depende directamente del estilo de vida del individuo.
1. Valoración del desarrollo y mantenimiento de las aptitudes físicas en las personas
mayores.
La psicología de la Salud se preocupa específicamente de estudiar los efectos saludables que
produce esta práctica como: la mejora de la autoestima, la reducción de la ansiedad y el estrés, la
mejora del estado de ánimo, la reducción de síntomas depresivos, . . . Todos estos beneficios
podemos conjugarlos como emocionales (eliminación, evitación o disminución de afectos o
sentimientos negativos, aparición y aumento de sentimientos positivos), cognitivos (fuente de
nuevos aprendizajes, desarrollo de conocimientos y dominio de destrezas) y conductuales
(adquisición y mejora de habilidades, por ejemplo, manuales).
El desarrollo y aplicación de los procedimientos adecuados para el logro, por parte de las personas,
de la adecuada adherencia a dichas prescripciones conductuales, es una responsabilidad que
compete a los psicólogos que, mediante la aplicación del conocimiento acerca de los principios
psicológicos que rigen la adquisición, mantenimiento y modificación del comportamiento, deberán
contribuir a la superación de los problemas de adherencia a las conductas adecuadas.
Las actividades físicas tienen la ventaja de poder practicarse por la mayoría de las personas
mayores, sin discriminación social ni apremios económicos. Permiten alcanzar de la forma más
segura posible los objetivos que debe proponerse la persona mayor, a saber: mantener la
autonomía física, cultivar nuevas relaciones sociales y divertirse en un ambiente recreativo que
engendre a la vez una relajación psíquica y el placer de moverse.
Siendo la falta de actividad física y la falta de comunicación aspectos negativos de nuestra época a
medida que se envejece, la actividad física es fuente de salud, de relajación y de integración social.
En una época en que, en los países muy urbanizados e industrializados, el ocio pasivo prevalece
sobre el ocio activo, en que el número de espectadores supera al de practicantes, es importante
proponer una fórmula que pueda acarrear la adhesión de todos con independencia de la edad y de la
clase social. Se trata de satisfacer las necesidades vitales relacionadas con el mantenimiento de la
condición física de las personas y permitirles, a través de las relaciones con los demás, descubrir la
seguridad física, la salud psíquica y la alegría de vivir (Haynes et al. , 2009).
La actividad física ha llegado ya a todas las edades, y cada día tiene más importancia entre nuestros
mayores, por lo que vamos a intentar desarrollar de forma general qué características deben tener
las actividades físicas con adultos, para que practiquemos actividad física de la forma más segura y
saludable posible.
Podemos señalar que una intervención psicológica eficaz debería incluir la evaluación y
determinación de las siguientes variables relacionadas con la conducta del ejercicio físico, entre
otras, expectativas respecto al ejercicio, creencias y actitudes sobre la práctica física y la propia
competencia, apoyo social, historia de actividad física variables psicológicas relacionadas con la
adherencia y riesgos del ejercicio (sintomatología emocional, nivel de estrés y estilos de
afrontamiento, fuentes de autoeficacia, autoestima y gratificación, locus de control), determinantes
de la inactividad física, preferencias, recursos y dificultades para la realización de ejercicio físico
(Duran et al. , 2008).
Mientras que algunas personas sacan de su nueva situación social el entusiasmo necesario para
encontrar un entretenimiento que satisfaga su interés, otras abandonan sin luchar, convencidas de
que es demasiado tarde ya para intentar descubrir soluciones compensatorias capaces de movilizar
su energía y su voluntad. Esta monotonía que sienten a lo largo del tiempo reduce su universo, las
aísla cada vez más de su círculo inmediato y las lleva inevitablemente a lo que más temían: la
soledad.
Una de las posibles soluciones puede ubicarse en el desarrollo de la propia actividad física. Se trata
de devolver a las personas mayores el gusto por el ejercicio físico, que significa: incitarlas a salir de
su aislamiento; ayudarles a descubrir de nuevo el uso de su cuerpo y hacerles tomar conciencia de
sus posibilidades, aceptando al mismo tiempo sus limitaciones; ayudarles a ser útiles, solicitando su
participación en nuevas actividades de carácter social; mantenerles alertas y disponibles; volverles
menos vulnerables al paso del tiempo y a la enfermedad; mantener o mejorar su autonomía física y
su independencia social: seguir siendo un ciudadano de pleno derecho (Karen & Shannon, 2008;
Rennmark et al. , 2009).
En cualquier caso, a pesar de que la práctica de las actividades físicas no puede pretender hacer
retroceder los límites del envejecimiento ineluctable con la edad, por lo menos debería lograr
instalar a la persona mayor en su nueva situación social con más comodidad y bienestar,
preservando lo que es esencial en la vida: la libertad de obrar.
2. Retos significativos para las personas mayores
Las personas mayores constituyen, hoy en día, una categoría social que ya no se puede ignorar,
aunque su condición les vaya situando al margen de la población activa.
El discurso social sobre la salud es el mensaje que llega cotidianamente a este colectivo, entre otros,
a través de los mecanismos de comunicación (mass-media, familiares, amigos, . . . ) y que se nutre
no sólo del saber científico sobre la salud sino también de otros ámbitos que, a su vez, generan
otros saberes sobre la salud que no se fundamentan, de forma directa, en la metodología científica
(medicinas alternativas, movimientos religiosos, contraculturales, etc. ).
La visión puramente psicológica se debe fundamentar en el análisis del estilo de vida, atendiendo a
dos aspectos: en primer lugar, el aspecto interactivo como aquellas manera propia y particular de
un individuo de comportarse ante determinadas situaciones del medio ambiente respecto a su salud.
Esto puede dar lugar a conductas saludables como la práctica física (ejercicio, deporte) o conductas
no saludables (sedentarismo); y, en segundo lugar, el aspecto disposicional como repertorio de
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habilidades y capacidades, respecto a su salud, que una persona va adquiriendo a lo largo de su
vida, y que puede llevar a efecto a lo largo de su vida. (Bowling, 2008 ; Haynes et al. , 2009)
ANÁLISIS DEL ESTILO DE VIDA
ASPECTO
VISIÓN PSICOLÓGICA
INTERACTIVO
ASPECTO
DISPOSICIONAL
Gráfico 2: Visión puramente psicológica sobre el estilo de vida del mayor.
La conjunción de efectos de los aspectos interactivo y disposicional es lo que da lugar a un producto,
es decir, al comportamiento del individuo, que será saludable o no según los casos. En el ámbito de
la actividad física, un programa de ejercicio puede ser saludable para determinados ancianos, pero
no para otros (Cairney et al. , 2009).
En consecuencia, el objetivo que se pretende es, por un lado, promocionar la práctica de la actividad
física y deportiva como fuente de bienestar; por otro lado, mejorar la calidad de vida en una
población que, en principio, tiende a ser sedentaria y, finalmente, concienciar a las personas y
sociedad en general, para que participen activamente en conseguir un cambio de sus estilos de vida,
logrando que éstos no sean un riesgo para su salud.
2. 1. orientación positiva para la funcionalidad
Existe actualmente un vasto cuerpo de conocimientos, experiencia y evidencia científica que
muestra que en la realización de actividad física moderada y regular proporciona ganancias físicas,
psicológicas y sociales de gran relevancia, pudiendo contribuir, significativamente, al bienestar
general de las personas de todas las edades.
Más concretamente, la revisión de la literatura científica acerca de las relaciones entre la actividad
física y la salud (Bouchard, Shephard y Stephens, 1993; Malina, 1994; Biddle, 1995; World Health
Organization, 1995) permite extraer las siguientes conclusiones:
La actividad física aumenta la longevidad y protege, en gran medida, contra el desarrollo de las
principales enfermedades crónicas no infecciosas, tales como la enfermedad coronaria, la
hipertensión, los accidentes cardiovasculares, ciertos tipos de diabetes, la osteoporosis y el cáncer
de colon. Además, aunque son menos los estudios que lo avalan, se ha sugerido también que la
inactividad física incrementa el riesgo de cáncer de próstata, de cáncer de pulmón, de cáncer de
mama y de depresión clínica. Finalmente, la presencia de niveles apropiados de actividad física ha
mostrado su contribución beneficiosa a la rehabilitación de pacientes con enfermedades
cardiovasculares y otras enfermedades crónicas (Unstattd et al. , 2008; Rennmark et al. , 2009).
Por otra parte, además de los beneficios señalados, respecto a la prevención y rehabilitación de
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enfermedades, una actividad física adecuada es necesaria, a todas las edades, para el
mantenimiento de la capacidad óptima de esfuerzo físico y de movimiento diario sin que se produzca
un exceso de fatiga o malestar, para la regulación del peso corporal y la evitación del sobrepeso y la
obesidad, así como para el mantenimiento óptimo de las defensas del organismo contra las
infecciones y para la realización de un amplio rango de procesos orgánicos, tales como el
metabolismo de las grasas y los carbohidratos. Finalmente, existe evidencia que muestra el valor de
la actividad física habitual en la prevención y alivio de discapacidades, comunes entre las personas
mayores, relacionadas con la limitación de la movilidad y la pérdida de independencia.
Resumiento la evidencia actual, la Organización Mundial de la Salud (World Health Organization,
2000) cita, entre los principales beneficios fisiológicos y psicológicos de la actividad física regular y
moderada, los siguientes:
Un primer bloque relativo a la reducción del riesgo de muerte prematura, de muerte por enfermedad
cardíaca o la reducción del riesgo (> 50%) de desarrollo de enfermedad cardíaca, de diabetes (tipo
II), de cáncer de colon y de dolor de espalda.
Un segundo bloque relativo, además, a la contribución a la prevención / reducción de la
hipertensión, al control del peso, a la reducción del estrés, ansiedad y los sentimientos de depresión
y soledad, a la contribución al control del peso, al desarrollo y mantenimiento saludable de los
huesos, músculos y articulaciones, a la reducción de la osteoporosis, a la reducción del
debilitamiento general en las personas mayores y a la disminución del riesgo de caídas, al aumento
de la capacidad funcional y de vida independiente, a la promoción del bienestar psicológico, a la
minimización de las consecuencias de diversas discapacidades y, en algunos casos, al afrontamiento
del dolor, contribución al control de otras conductas de riesgo, . . .
Es cierto que, tal como señalan Willis y Campbell (1992), el ejercicio produce unos efectos
psicológicos positivos para el individuo, pero no es menos cierto que, en muchas ocasiones, los
mass-media han exagerado tanto el número de efectos psicológicos como la magnitud de los
mismos.
Dos grandes hipótesis han enmarcado la investigación de los últimos treinta años: por un lado, la
hipótesis de la distracción referida a la distracción de eventos estresantes, más que la propia
actividad, lo que explica la mejora de sensaciones relacionadas con el ejercicio físico. El ejercicio
físico parece reducir la ansiedad al provocar una interrupción del estrés. Esta reducción dura más
después de haber realizado ejercicio que después de haber descansado simplemente. Y, por otro
lado, la hipótesis de las endorfinas que parte de una explicación de base fisiológica sobre las
ventajas derivadas del ejercicio físico. Ya sabemos que el cerebro, la hipófisis y otros tejidos
producen diversas endorfinas que pueden reducir la sensación de dolor y producir un estado de
euforia. Parece probable que la mejora en el bienestar que sigue al ejercicio físico se deba a una
combinación de mecanismos psicológicos y fisiológicos (Ruthing & Chipperfield, 2007; Duran et al. ,
2008).
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PRINCIPALES HIPÓTESIS DE INVESTIGACIÓN
(ACTIVIDAD FÍSICA)
·
HIPÓTESIS DE LA DISTRACCIÓN (EVENTOS
ESTRESANTES)
CONCLUSIONES
-
-
-
No son concluyentes los resultados relativos a la
ansiedad cuando se refiere a los efectos del
ejercicio a largo plazo.
El ejercicio parece favorecer una mejor
adaptación biológica al estrés (amortiguador del
estrés).
Se avala la utilidad del ejercicio (actividad física)
Gráfico 3: Conclusiones relevantes en el campo de la investigación sobre actividad física.
Y, por tanto, podemos constatar que, por un lado, respecto a la ansiedad, los estudios se han
centrado, en general, en poblaciones no clínicas; es decir, en individuos que no tenían un
diagnóstico psiquiátrico, aún cuando algunos informes clínicos han señalado efectos positivos del
ejercicio en la reducción de síntomas de pacientes que padecían fobias o crisis de angustia (Byrne y
Byrne, 1993; Taylor, Sallis y Needle, 1985). En general, las investigaciones señalan disminuciones a
corto plazo en el estado de ansiedad como fruto de la práctica del ejercicio (Biddle y Mutrie, 1991;
Morgan y O´Connor, 1988; Wankel y Berger, 1990, Willis y Campbell, 1992). No hay resultados
claros en lo que se refiere a los efectos del ejercicio a largo plazo (Biddle y Mutrie, 1991, Taylor,
Sallis y Needle, 1985). Por otro lado, respecto al estrés, el impacto que puede producir el ejercicio
va a depender del concepto de estrés que manejemos. En líneas generales, podemos entender, a
nivel psicológico, como un conjunto de sentimientos de incomodidad, preocupación, inquietud,
tensión y falta de bienestar, aun cuando tiene otros efectos de tipo fisiológico. En general, los
estudios indican que el ejercicio ayuda al individuo a afrontar mejor el estrés gracias a una
adecuada predisposición biológica producida por la adquisición de una forma física; es decir, el
ejercicio favorecería una mejor adaptación biológica al estrés que permitiría al individuo una mayor
resistencia a los agentes nocivos (Holmes, 1993; Willis y Campbell, 1992). Así pues, la protección
frente al estrés biológico sería una vía que, indirectamente, daría lugar a una mejor reactividad
biológica que ayudaría a enfrentar los resultados psicológicos y psicosociales de ese estrés (Stein y
Boutcher, 1992). Es decir, el ejercicio actúa como un "amortiguador" del estrés. En todo caso, se
han barajado también hipótesis que señalan que el ejercicio pone en funcionamiento recursos
psicológicos del individuo para afrontar el estrés (Long, 1993). Y, en tercer lugar, respecto a la
depresión, los resultados no son totalmente claros en algunos aspectos (Sime, 1984). Se avala la
utilidad del ejercicio como elemento terapéutico en el tratamiento de depresiones leves o
moderadas, pero no está aún clara su eficacia en el caso del tratamiento de la depresión mayor o,
en general, en la prevención de trastornos depresivos (Plante y Rodin, 1990; Gleser y Mendelberg,
1990). En todo caso, los autores coinciden en señalar que el uso del ejercicio contra la depresión
arroja un balance positivo en la relación costes-beneficios y, a la vez, tiene la ventaja de no producir
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efectos secundarios (Holmes, 1993).
Hasta ahora, el concepto de bienestar (well-being) producido por el ejercicio ha aparecido de forma
implícita en muchas de las cuestiones analizadas. En individuos "sanos", es decir, que no realicen el
ejercicio por prescripción médica o como una estrategia contra el estrés, el bienestar puede ser la
razón que les induzca a iniciar y mantener un programa de ejercicio, ya que lo experimentarán de
manera más palpable que la reducción de riesgos cardiovasculares. De hecho, el bienestar, el
"sentirse bien", es una de las razones dadas por los defensores del ejercicio (Gavin, 1992). Claro
que el bienestar también puede entenderse como la sensación que conlleva el liberarse de los
problemas como el estrés o la ansiedad (Marti, 1991) o como la mejoría global en algunos aspectos
como el autoconcepto, la autoestima o la imagen corporal.
Respecto a los efectos del ejercicio sobre el bienestar o la depresión en individuos de la Tercera
Edad, los resultados no son consistentes, aunque no permiten descartar la posibilidad de que,
efectivamente, el ejercicio tenga resultados beneficiosos sobre dichos aspectos (Willis y Campbell,
1992; Karen & Shannon, 2008).
Podemos hablar, en definitiva, de un efecto de bienestar del ejercicio en los individuos en dos
sentidos: a) el producido de forma indirecta al paliar estados de estrés, ansiedad o depresión, lo que
coincidiría con el enfoque general de los cuestionarios que intentan evaluar el bienestar (McDowell y
Newell, 1987), y en el que podría también incluirse la disminución de síntomas físicos como dolores
de cabeza, trastornos gastrointestinales, etc. ; y, b) el producido de forma directa, al generar una
sensación de satisfacción, ocasionalmente acompañada de una cierta euforia, que hace que el
individuo se sienta a gusto cuando mantiene pautas regulares de ejercicio, y que incluso podría
deberse a un efecto placebo (Desharnais, Jobin, Coté y cols. , 1993).
En todo caso, parece que el ejercicio (y su consecuencia, la forma física) se asocian con estabilidad
emocional, autoestima, extroversión y bajos niveles de neuroticismo (Davis y Fox, 1993) incluso en
niños, y es aún objeto de controversia si el ejercicio reduce la reactividad emocional de los
individuos con personalidad tipo A, y si influye en el "locus de control" (constructo que señala si el
individuo se autoatribuye (locus interno) o no (locus externo), el control de los determinantes de su
conducta). Por otra parte, McDonald Y Hodgdon (1991) señalan que el ejercicio produce mejoras en
el autoconcepto.
La mayoría de los estudios han sido no experimentales, lo cual deja abiertas las conclusiones
obtenidas.
2. 2. Costes derivados de la implementación responsable
A la vez que podemos contemplar importantes y destacados beneficios para la persona madura,
debemos atender a los posibles riesgos que la realización de actividad física comporta y que no
deben, en absoluto, ser considerados en menor medida que los beneficios.
Dichos riesgos se derivan de dos fuentes potenciales: por un lado, la que surge del propio marco en
el que se desarrolla el ejercicio y, por otro, de lo que podríamos llamar el "mal uso" (uso inadecuado
y abuso) del ejercicio.
En lo que se refiere al marco de actuación, hay que constatar la falta de precauciones respecto al
uso de los objetos o elementos imprescindibles para el ejercicio (por ejemplo, vestimenta,
protectores).
El individuo debería poseer dos tipos de capacidades (que deberían adquirirse ya en la niñez a
través de las clases / sesiones de Educación Física): por una parte, las relaciones con el
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conocimiento general de cómo hacer un calentamiento y de cuáles son los tipos de ejercicio más
indicados, desde el punto de vista fisiológico, para cada tipo de individuo, y, por otra parte, las
relacionadas con la aplicación de ese conocimiento a su caso particular; es decir, el individuo debe
saber reconocer cuándo ha hecho bien un calentamiento, siendo capaz de interpretar sus
sensaciones físicas, o cuándo su organismo ha alcanzado los límites de la fatiga y el ejercicio debe
disminuir o detenerse (Bowling, 2008; Rennmark et al. , 2009).
Y, en lo que respecta al mal uso, se pueden destacar aquellos aspectos que no dependen
directamente del medio ambiente u objetos, sino de cómo el individuo lleva a cabo globalmente esa
actividad. Si pensamos en el uso inadecuado podemos reseñar, por ejemplo, casos como la ausencia
de un calentamiento previo. Y, en el caso de abuso, se puede contemplar, por ejemplo, la "adición al
ejercicio" de tal forma que su supresión podría conllevar intranquilidad, irritación, desasosiego.
El fenómeno de la "adicción al ejercicio" consistente en que, después de llevar un tiempo
practicando la actividad física, el individuo experimenta unos efectos agradables (bienestar,
disminución del estrés, etc. ), que determinan el mantenimiento de esas pautas de actividad física. .
Sin embargo, aparece posteriormente un fenómeno de tolerancia: tiende a aumentar su esfuerzo
para conseguir las mismas sensaciones placenteras. Al mismo tiempo, parece ser que el individuo
llega a experimentar otro fenómeno curioso: el denominado "euforia del corredor" (por ejemplo, en
el footing) y consiste en una elevada sensación de bienestar y euforia que aparece bruscamente
durante la carrera, . . . y en la que el sujeto tiene la sensación de haber traspasado las barreras del
tiempo y del espacio (Pierce, Daleng y McGowan, 1993; Ruthing & Chipperfield, 2007).
A falta de los conocimientos y habilidades necesarias, el individuo debe procurar obtener un
asesoramiento adecuado a través del personal cualificado correspondiente. Hay que considerar la
importancia del ejercicio físico a una edad en que las facultades tienden a declinar y necesitan del
mantenimiento de la función para conservar activos todos los sistemas que rigen el organismo:
sistema nervioso, sistema muscular, sistema óseo-articular, etc.
Si alguna persona piensa que a su edad no puede empezar a practicar algún deporte y/o actividad
física, está muy equivocada; ya que la edad no tiene por qué establecer fronteras al modo de vivir.
La práctica de la actividad física no tiene edades, lo que sí tiene edades es el tipo de prácticas que
se realiza. Es necesario realizar actividades físicas y deportivas adaptadas a cada edad, según las
propias necesidades, posibilidades, concebidas a medida de la persona, pensadas no sólo en función
de la cantidad de actividad que se realiza, sino en el por qué y en el cómo (Yang et al. , 2008;
Haynes et al. , 2009).
3. Afrontamiento cotidiano de la actividad física
Los cánones que marcan, actualmente, las normas de conducta social se van acercando cada vez
más a llevar una vida sana, teniendo en cuenta la actividad física como un elemento más en la
forma de vivir, en los hábitos diarios. La práctica deportiva va adquiriendo cada vez más
importancia. En los últimos años, se está hablando de la actividad física para las personas mayores
como un fenómeno natural.
Cuando una persona mayor se apunta a un grupo de actividad para realizar gimnasia, se va dando
cuenta de los beneficios que su práctica le aporta: su cuerpo va cambiando, están más ágiles, van
descubriendo sensaciones y formas de movimiento totalmente desconocidas. Se sienten a gusto con
su cuerpo y lo aceptan tal y como es. También mejoran sus relaciones con el entorno, la actividad
física les ayuda a superar la soledad, las depresiones, etc. Todos estos aspectos repercuten en su
bienestar, y, de esta manera, no son tan necesarios los fármacos que debían tomar (insomnio,
cansancio, depresión, . . . ) (Duran et al. , 2008).
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Otro aspecto importante que hay que tener en cuenta en las personas mayores es el tiempo libre del
que disponen. Al aumentar su tiempo libre, deben aumentar sus actividades de ocio. Por ello, se
recomienda llenar este tiempo libre con actividades beneficiosas y saludables. Si bien en la edad
adulta no se dispone del tiempo necesario para realizar actividades físicas y deportivas. Sí es
recomendable que, llegada la jubilación, se reestructure el tiempo y se ocupen las horas con
diversas actividades, entre ellas la actividad física.
Nuestro cuerpo es el instrumento que nos permite desplazarnos, relacionarnos, expresarnos e
intervenir en el ambiente que nos rodea. Es necesario, pues, dedicarle un tiempo, cuidarlo siempre.
A cualquier edad hay que realizar actividad física pues es importante cuidar tanto el cuerpo como la
mente. Abogamos por una educación permanente, a lo largo de toda la vida y adaptada a cada
momento.
Por tanto, cabe preguntarse ¿ bajo que referencias potenciamos, en definitiva, la actividad física ? La
incidencia y las repercusiones que tiene la actividad física en el organismo, tanto a nivel físico como
psíquico, son muchas y determinantes. Debe intentarse mantener el máximo de tiempo posible la
autonomía física y mental, conservar la salud y las condiciones físicas y psíquicas. Para ello, será
necesario adquirir unos hábitos de conducta, una forma de vivir que se relacione con la salud; entre
estos hábitos están: hábitos alimentarios, tanto en calidad como en cantidad, realizar actividades
gratificantes: actividad física, paseos, cine, espectáculos, etc. , hábitos en el dormir. Se trata de
mejorar la calidad de vida. Y, la calidad de vida de cada época viene definida por los valores que
cada grupo social atribuye a la forma de vivir. La sociedad está en constante evolución, por lo que
las variables que definen la calidad de vida de cada época también evolucionan. Éstas dependen de
lo que se defina como calidad de vida, es decir, de los valores culturales de la comunidad en
cuestión (Rennmark et al. , 2009).
Actualmente, se le están atribuyendo una serie de valores al deporte y a la actividad física que
afectan a todos los grupos sociales: niños, adolescentes, adultos y mayores. Se le ofrece a cada uno
de ellos la posibilidad de practicar algún deporte y/o actividad física. Lo que determina la práctica,
más que el tipo de actividad, es el elemento motivador que mueve a la persona a realizar una u otra
actividad física. Mientras que en la infancia, lo que se busca es el aprendizaje y la recreación, en la
adolescencia, es el perfeccionamiento y la competición, para el adulto el objetivo es el
mantenimiento y la recreación, y en las personas mayores se busca un objetivo más utilitario,
basado en la prevención, mantenimiento, rehabilitación y recreación.
Diversos son los motivos que mueven a las personas mayores a practicar actividad física. Lo
importante es que encuentren un interés personal y tomen conciencia de la necesidad del ejercicio
físico. Siendo así, estarán motivados y realizarán la actividad de forma periódica. Sólo la motivación
ayudará a no abandonar la actividad, ya que toda conducta humana que requiera de un esfuerzo y
que se realice con asiduidad, y no por obligación, necesita ser motivada (Bowling, 2008; Yang et al. ,
2008).
Hay diversos aspectos que inciden en una mejora de la calidad de vida a través de una práctica
deportiva o de actividades físicas continuadas. Si bien, a nivel fisiológico y biológico, está
comprobado que hay una mejora de los órganos internos y de las capacidades físicas, la práctica
deportiva influye también en diversos aspectos como son: ocupación del tiempo libre, creación de
unas obligaciones a realizar a lo largo del día, integración en un grupo social, etc. Estás son las
razones que mueven y motivan a las personas de edad avanzada a realizar actividad física; además,
los beneficios que su práctica aporta son inmediatos.
Los estudios realizados sobre la práctica de la actividad física para las personas mayores han dejado
de manifiesto los efectos positivos de una actividad motora regular y continua. Estas mejoras se
reflejan no sólo en la capacidad de resistencia al ejercicio y, por lo tanto, al esfuerzo, determinada
por el entrenamiento físico, como en las capacidades intelectuales, con una viveza intelectual y un
estado de distensión psíquica superior a la media verificada en los mayores.
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RETOS Y METAS PARA EL DESARROLLO Y MANTENIMIENTO DE APTITUDES FÍSICAS
IMPRESCINDIBLES EN LAS PERSONAS MAYORES
El ámbito de la actividad física para las personas mayores se centra en tres destacados apartados
que definimos en estos términos: prevención, mantenimiento y rehabilitación.
En el apartado de prevención podemos considerar, sin duda, que la actividad física ayuda a prevenir
posibles problemas y deficiencias tanto físicas como psíquicas, siempre y cuando se realice
periódicamente y adaptada a las posibilidades de cada persona. Este objetivo debería ir ligado
siempre a una actividad física permanente, o sea, desde la infancia hasta la senectud. Es necesario
realizar actividades adaptadas y que tengan en cuenta los factores de riesgo y los cambios que se
producen en el proceso del envejecimiento.
Una actividad física adaptada y compensatoria puede ayudar a retrasar y/o disminuir una serie de
alteraciones y de cambios anatómicos-funcionales, producto del envejecimiento. Con la actividad
física no vamos a anular el envejecimiento, sino a prevenir posibles problemas que se producen en
esta etapa.
Un eficaz argumento preventivo ha de poder influir a priori sobre estas modificaciones, reduciendo o
eliminando los factores de riesgo entre los cuales la reducción progresiva del movimiento no tiene
un papel secundario.
Será conveniente también tener en cuenta que no todas las personas envejecen por un igual; que
las alteraciones no afectan de la misma manera ni con la misma intensidad a todas las personas. Por
ello, la actividad física preventiva deberá ser siempre personalizada y pensada en función de las
capacidades, características y disponibilidad de cada persona.
La actividad física, junto a unos hábitos higiénicos y alimentarios, ayuda a adquirir, mantener o
incrementar la salud, entendiendo el concepto de salud según la Organización Mundial de la Salud
(OMS) como el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no la simple ausencia de
enfermedades o males. Por medio de la actividad física buscamos salud, hacemos sanidad
preventiva.
En el apartado de mantenimiento nos orientamos al hecho de que las personas mayores puedan
realizar actividad física con el objetivo de mantener, en la medida en que sea posible, sus
capacidades físicas y psíquicas en condiciones óptimas. La actividad física tanto con objetivo
preventivo como de mantenimiento deberá ser dirigida, controlada y adaptada a las posibilidades de
cada persona y a sus características (Yang et al. , 2008).
No se trata de rejuvener, sino de envejecer de la mejor manera posible, en las mejores condiciones,
menteniendo al día tanto el cuerpo como la mente, sin caer en el abandono, evolucionando tal como
evoluciona la sociedad más joven, sin perder el ritmo (Haynes et al. , 2009). Si una persona mayor
se encierra en sí misma y no recurre a las posibilidades que la sociedad le ofrece, progresivamente
se irá delimitando su campo de acción, sus capacidades disminuirán, tendrá más facilidad para
desmoralizarse y deprimirse; su cuerpo se irá volviendo cada vez más pesado y menos ágil, le
costará cada vez más mantener su mente despierta y atenta a todo lo que sucede a su alrededor.
Sin embargo, si una persona mayor realiza fuera de su hogar actividades físicas y sociales que le
permitan mantener joven su cuerpo y su espíritu, será una persona capaz de adaptarse a nuevas
situaciones y a nuevos cambios sociales. Esta persona, a pesar de que no puede detener el proceso
de envejecimiento, sí puede vivir esta fase de la vida en armonía y en equilibrio.
En definitiva, la práctica de actividad física puede ayudar a mantener, entre otras, la forma, las
cualidades y las capacidades físicas en óptimas condiciones, la autonomía física y psíquica, y la
capacidad de funcionar sin ayuda de otra/s personas, la memoria, la capacidad de atención y
retención, la movilidad del aparato locomotor: huesos, músculos, ligamentos y tendones, las
funciones orgánicas en óptimas condiciones, la alegría de vivir, planificar, programar, a mantener las
capacidades intelectuales y ayudar a envejecer en unas óptimas condiciones físicas y psíquicas,
evitando en lo posible tomar medicamentos adicionales.
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RETOS Y METAS PARA EL DESARROLLO Y MANTENIMIENTO DE APTITUDES FÍSICAS
IMPRESCINDIBLES EN LAS PERSONAS MAYORES
En el apartado de rehabilitación abordamos el concepto terapéutico porque, generalmente, va unido
a una terapia continua de movimiento dosificada y adaptada adecuadamente en la rehabilitación
preventiva y en la posrehabilitación de enfermedades cardiacas, circulatorias, óseoarticulares, etc.
El ejercicio y la actividad con un objetivo terapéutico queda en manos de especialistas como
médicos, fisioterapeutas y profesores de educación física; y ellos conjuntamente serán los
responsables de elaborar los programas de actividad física específicos para cada persona. Teniendo
en cuenta para ello aspectos como constitución física, tipo de dolencia, disponibilidad, grado de
movilidad y autonomía, respuestas del organismo ante cualquier ejercicio, etc.
Una actividad física adecuada y controlada oportunamente, además de no comportar ningún riesgo
significativo, puede tener un claro valor terapéutico, como nos lo confirman los resultados de los
tratamientos rehabilitadores en presencia de patologías osteoarticulares, neurológicas y
cardiovasculares en particular (Unstattd et al. , 2008; Cairney et al. , 2009).
El objetivo último de la rehabilitación considerada como un proceso integral es la obtención, en caso
de existencia de un grave proceso patológico invalidante, o el mantenimiento, en los casos de
involución y con independencia de la edad cronológica de un estado general de salud que permita al
individuo realizar una serie de actividades indispensables para llevar una vida más cómoda.
En definitiva, los aspectos del envejecimiento que se pueden rehabilitar mediante un adecuado
ejercicio físico son: la recuperación tras un estado de fatiga, tras una enfermedad, después de una
época de inactividad, después de una lesión y/o de un accidente, así como la autonomía física y
psíquica, y diversos problemas cardiovasculares, circulatorios, asmáticos, reumáticos, musculares,
articulares, etc. (Haynes et al. , 2009).
Aunque actualmente las redes de apoyo no favorecen la realización de actividades para llenar el
tiempo libre, cuando se pregunta a las personas mayores, éstas indican que se sienten motivadas
por realizarlas. Suelen ser las barreras físicas, culturales, educativas y sociales en general, las que
disminuyen la participación de las personas mayores (Bigby, 1992).
Cada persona crea su propio repertorio de actividades de ocio en función de la competencia
percibida y del confort psicológico que le reportan. La competencia percibida depende de la propia
valoración que la persona hace sobre su nivel de ejecución al compararse con otros miembros de su
misma edad y generación. El confort psicológico se desarrolla en relación a las propias normas
internas y personales.
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IMPRESCINDIBLES EN LAS PERSONAS MAYORES
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