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Revisión histórica de los modelos integradores en psicoterapia.

Autor/autores: C. Mirapeix
Fecha Publicación: 01/03/2010
Área temática: Tratamientos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

La integración en psicoterapia pretende mirar más allá de los confines de una escuela simple y singular, con la intención de aprender de otras perspectivas. Está caracterizada por una apertura a varias formas de integrar las diversas teorías y técnicas en lugar de adherirse a una teoría determinada y a las técnicas y estrategias asociadas con ella. Hoy en día, el modelo bio-psico-social nos dota de una estructura conceptual que nos permite abordar la complejidad de los problemas que tratamos, tomando en consideración distintos aspectos de los diferentes subsistemas de los que se compone la complejidad del ser humano. La integración consiste en la extrapolación al campo de la psicoterapia de esta manera de pensar dentro del subsistema psicológico, de tal forma que los distintos aspectos de la conducta, la cognición y el afecto implicados en el padecimiento de una enfermedad concreta puedan ser considerados de manera coherente. La historia de los modelos integradores en psicoterapia se presenta en la tabla.

Palabras clave: psicoterapia


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REVISION HISTORICA DE LOS MODELOS INTEGRADORES EN PSICOTERAPIA

Carlos MIRAPEIX, C. (*); Luis de RIVERA (**)

(*)Director del Instituto de Estudios Psicoterapeuticos (Santander). Profesor de Modelos Integradores
en

psicoterapia.

"Master de Salud Mental y Técnicas Psicoterapeúticas".

Universidad

de

Deusto/Fundación OMIE (Bilbao).
(**)Catedrático de psiquiatría. , Director del Título Propio de psicoterapia de la Universidad Autonoma
de Madrid
JLGdeRivera@fjd. es

RESUMEN:

La integración en psicoterapia pretende mirar más allá de los confines de una escuela simple y singular,
con la intención de aprender de otras perspectivas. Está caracterizada por una apertura a varias formas
de integrar las diversas teorías

y técnicas en lugar de adherirse a una teoría determinada y a las

técnicas y estrategias asociadas con ella. Hoy en día, el modelo bio-psico-social nos dota de una
estructura conceptual que nos permite abordar la complejidad de los problemas que tratamos, tomando
en consideración distintos aspectos de los diferentes subsistemas de los que se compone la complejidad
del ser humano. La integración consiste en la extrapolación al campo de la psicoterapia de esta manera
de pensar dentro del subsistema psicológico, de tal forma que los distintos aspectos de la conducta, la
cognición y el afecto implicados en el padecimiento de una enfermedad concreta puedan ser
considerados de manera coherente. La historia de los modelos integradores en psicoterapia se presenta
en la tabla.


1. - INTRODUCCION
En

trabajos

anteriores

(Rivera,

1990, 1991, 1993;

Mirapeix,

1989, 1990, 1991, 1993),

señalábamos el auge de los movimientos integradores en psicoterapia. En el presente trabajo vamos a
realizar una revisión de la evolución histórica de esta orientación psicoterapéutica.
La integración en psicoterapia pretende mirar más allá de los confines de una escuela simple y
singular, con la intención de ver qué es lo que se puede aprender de otras perspectivas. Está, por lo
tanto, caracterizada por una apertura a varias formas de integrar las diversas teorías y técnicas. Sin
embargo, como señala Arkowitz (1992) es más fácil definir qué no es psicoterapia integradora en vez
de qué es lo que es. psicoterapia Integradora no es la adherencia a una escuela particular de
psicoterapia; en la que el terapeuta cree en la teoría que la sustenta, utiliza técnicas y estrategias
asociadas con ella y lleva a cabo investigaciones sobre hipótesis derivadas de su teoría con la intención
de comprobarla.
La psicoterapia integradora es una forma de pensar que intenta ver más allá de los confines de
cada una de las aproximaciones singulares, buscando aprender desde diferentes perspectivas. El
terapeuta integrador puede repetir el ácido comentario de Beitman (1990):
"Aprendí a ser escéptico de las verdades reveladas, especialmente cuando habían sido reveladas a
algún otro y no a mí".

A estas alturas, a muchos de nosotros, se nos han venido abajo todos los

dogmas; un mínimo rigor científico nos obliga a consultar y tomar en consideración las aportaciones
provenientes de escuelas terapéuticas diferentes a las que en principio nos habíamos formado. Hoy en
día, el modelo bio-psico-social de Engel (1977) nos dota casi todos los que trabajamos cotidianamente
en la clínica de una estructura teórica que permite abordar la complejidad de los problemas que
tratamos. Los distintos aspectos de los diferentes subsistemas que componen el ser humano son
tomados en consideración. Con su flexibilidad y complejidad, la extrapolación de este modelo al
subsistema psicológico nos permite integrar los distintos aspectos de la conducta, la cognición y el
afecto implicados en el padecimiento de una enfermedad concreta. Este planteamiento de integración
intrasistema, en el que resulta posible integrar distintos elementos teóricos, objetivos terapéuticos y
estrategias técnicas

de distintos paradigmas psicoterapeuticos, es el que sustenta la concepción y

práctica integradora de la psicoterapia.
Como terapeutas, somos tan culpables de nuestra falta de atención selectiva a contribuciones
potencialmente beneficiosas de otras orientaciones, como lo son nuestros pacientes por su dificultad en
apreciar los cambios que podrían mejorar sus vidas (Goldfried, 1992). Con frecuencia, realizamos
intervenciones terapéuticas dirigidas a modificar el pensamiento dicotómico (maniqueo, polar,
escindido) de nuestros pacientes, intentando hacerles desarrollar una mayor amplitud de juicio,
relativizando sus posiciones, y evitando los polos antagónicos en el análisis de la realidad que se
plantean. De la misma forma, los terapeutas debemos trascender nuestra tendencia a posicionarnos en
concepciones estrechas, polares y dicotómicas de la realidad clínica. Hemos de admitir que las cosas,
habitualmente, son más complejas de lo que nuestro paradigma teórico nos sugiere y asi relativizar
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nuestros juicios, estar abiertos a aportaciones externas a nuestro sistema, aprender de lo que otros
dicen y evitar creer que nuestra teoría encierra

"la verdad" de la conducta humana. Sobre todo

teniendo en cuenta que la busca de verdades que configuren una identidad profesional, proceso
inevitable en el entrenamiento de todo profesional, es una necesidad emocional y no científica (Rivera,
1980). Si los terapeutas cognitivo-conductuales hubiesen aprendido de los terapeutas psicodinámicas
cómo focalizar en el funcionamiento interpersonal de los pacientes, hubiesen mejorado el impacto que
producen en su ajuste social. De manera similar, si los terapeutas psicodinámicos hubiesen adoptado
algunos procedimientos utilizados por los terapeutas cognitivo-conductuales hubiesen podido mejorar
su efectividad a la hora de producir una reducción en los síntomas, (Castonguay, 1990).

En los últimos años venimos encontrando de manera progresiva un acercamiento de distintas
escuelas que tradicionalmente habían estado enfrentadas. Tal es así, que actualmente la concepción
integradora de la psicoterapia es uno de los movimientos con mayor implantación en el mundo de la
psicoterapia. Esta concepción integradora de la teoría y de la práctica es asumida por muchos
psicoterapeutas, de tal forma que un 65% de los terapeutas americanos se describen a sí mismos como
integradores y/o eclécticos (Jensen, 1989)
.
Distintos condicionantes científicos, profesionales y socio-económicos han hecho posible que la
concepción integradora de la psicoterapia tenga un auge creciente en los últimos años (Norcross,
1992). A lo largo de este trabajo iremos pasando revista a algunos de estos motivos.

2. - REVISION HISTORICA
Como venimos comentando, lo característico de los planteamientos integradores es trascender
los enfoques singulares. La historia de la psicoterapia es la historia de campos y paradigmas que se
desarrollan de manera desconectada sin tenerse en cuenta unos a otros, fragmentados además por
escisiones, divergencias, enfrentamientos, rivalidades y descalificaciones. Esto, que ocurre dentro de
todos los diferentes modelos psicoterapeuticos, resulta especialmente significativo en el psicoanálisis,
cuya evolución viene marcada por numerosas escisiones (Fine, 1982).
Pero esto no deja de ser una visión un tanto maniquea. Las cosas, como siempre, son más complejas y
plantearemos que a lo largo de estos casi 100 años, los intentos de integración han sido también una
constante.
De hecho, al propio Freud cabría considerarle como un terapeuta con un espíritu integrador
(Frances, 1987), por su continuada búsqueda de técnicas más resolutivas, la evolución constante de
sus desarrollos teóricos y la multiplicidad de fuentes teóricas de las que bebió. Todo ello hace de él un
paradigma de espíritu integrador, de cómo uno debe de acercarse a la psicoterapia. En cierta forma y
de manera sutil, uno de los pioneros de la integración fue el propio Freud. En su artículo de 1909 sobre
el tratamiento de las neurosis obsesivas, hizo explícita referencia a la importancia de impulsar al
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paciente fóbico a que se enfrente de manera activa al objeto que le produce dicha fobia
(considerándose ésta una primera variante de la desensibilización en vivo), experimentando así mismo
con los límites temporales del setting terapéutico con vistas a promocionar el conflicto en el paciente y
ganar acceso a material inconsciente (Gold, 1993).
En 1992, un libro sobre la historia de la psicoterapia (Freedheim, 1992), dedica un capítulo
entero a la historia de la integración (Arkowitz, 1992), lo que da una idea de la importancia que desde
el punto de vista histórico se le concede a este movimiento. Se considera en él tres líneas
fundamentales: el integracionismo teórico, los factores comunes y el eclecticismo técnico. Esta división
expuesta ya en un trabajo anterior (Mirapeix, 1993) nos servirá como guía en la exposición de esta
revisión. A través de esta división, haremos un recorrido histórico de los distintos intentos que se han
realizado en cada una de estas áreas a lo largo de la historia.

tabla I

HISTORIA DE LOS

MODELOS INTEGRADORES

EN PSICOTERAPIA

PERIODO

FECHA

HECHO SIGNIFICATIVO

PROTOHISTORICO

HASTA 1950

TRABAJO DE DOLLARD Y
MILLER

PREINSTITUCIONAL

HASTA 1983

CREACION SEPI

INSTITUCIONAL

DESPUES DE 1983

PROFUSION DE TRABAJOS

Dividiremos este recorrido histórico en un período protohistórico que llega hasta 1950, momento
en el que aparece un libro capital: "Personalidad y Psicoterapia" de Dollard y Miller. Hay un segundo
período que se extiende de 1950 hasta 1983, momento en que se crea en Estados Unidos la SEPI
(Society for the Exploration of Psychotherapy Integration), llamando a este período, el período preinstitucional. Es a partir de 1983 y especialmente a partir de 1985 -fecha en que se celebra el primer
Congreso de la SEPI en Maryland, USA- cuando entramos de lleno en lo que podemos denominar el
período Institucional, sin lugar a dudas, el más fructífero.
Vamos a recordar los hitos más importantes en cada uno de estos períodos, pasando revista a
los autores y a las aportaciones más fundamentales en cada uno de estos. De hecho, y con la finalidad
de una mayor claridad expositiva, describiremos cómo en estos períodos se ha desarrollado la historia
de los intentos de integración, haciendo referencia a lo que señalábamos antes de integracionismo
teórico, factores comunes y eclecticismo técnico. También consideramos útil incluir una reflexión sobre
el momento histórico de la evolución de la propia psicoterapia, pues sólo ha tomado cuerpo el
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movimiento integrador cuando ha habido la suficiente madurez en las escuelas para tolerar el reto de la
integración. Por otro lado, el contexto socio-histórico de cada uno de los períodos influye sobre la
posibilidad o no de que la concepción integradora tenga eco. De tal forma, que resulta inevitable tener
que plantearse la historia de la psicoterapia simultáneamente a una reflexión contextual de la misma
(Cushman, 1992). Por último y por ser rigurosos presentaremos las diferentes críticas que se realizaron
en los diversos momentos históricos a los intentos de integración en psicoterapia.

2. 1. - PROTOHISTORIA (HASTA 1950)
Antecedentes:
La permanente búsqueda de una mayor efectividad fue una constante en los desarrollos
Freudianos. Su movimiento de la neurología a la hipnosis, de ésta a la evocación de imágenes
traumáticas y de aquí a la libre asociación, es expresivo de la vitalidad de la evolución teórica y técnica
del propio Freud. Pero la necesidad de cohesionar su grupo, de dar solidez a sus desarrollos junto con
ciertos rasgos de su personalidad, le hicieron ser implacable con los desviacionismos.
Pero ya entre sus propios discípulos y amigos personales, se fraguaron las primeras escisiones.
Ferenzi fue uno de los primeros y su deseo de abreviar las terapias y su valor en introducir una mayor
actividad en la técnica fue otro de los hitos integradores, normalmente pasado por alto en las
revisiones históricas consultadas (ARKOWITZ, H 1992; . GOLDFRIED, M 1992; . GARFIELD 1983). Si bien
es cierto que las disensiones e innovaciones que mencionamos se refieren al interior de una de las
escuelas, la psicoanalítica, nos gustaría resaltar que un elemento al que se le ha prestado poca
atención, es a la actitud integradora de los primeros autores psicoanalíticos.

La integración teórica:
El primer texto que intenta ser auténticamente integrador es el de Ischlondski (1930), quien por
primera vez intenta encontrar una síntesis entre la teoría psicoanalítica y los desarrollos conductuales
de la época. En esta tradición, el primer texto publicado en inglés y procedente del campo psicoanalítico
es el de French (1933). En esa época French estaba preocupado con la correspondencia entre los
constructos Paulovianos de inhibición, diferenciación y condicionamiento, y con los conceptos
psicoanalíticos de represión, elección de objeto e insight. Un año más tarde, Kubie (1934), expandió
las ideas de French, llevando sus preocupaciones a considerar la posibilidad de que los fenómenos
como el condicionamiento y la desinhibición jugaban un papel importante entre la relación terapéutica
entre analista y analizado.
Se podría decir, sin temor a equivocarse, que la historia de la integración teórica en
psicoterapia, es la historia del intento de combinar los enfoques psicoanalíticos y conductuales, como
señala Herzberg (1945), no citado posteriormente por Dollard y Miller. En su libro "Psicoterapia Activa"
describe cómo la prescripción sistemática de trabajo para casa podía ser usada en el contexto de una
terapia psicodinámica, llegando a proponer el mismo autor que la utilización de tareas graduales,
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particularmente en aquellos casos de pacientes con conductas evitativas, iba a ser especialmente útil.
Recomendaciones similares, de enfrentamiento a las situaciones fóbicas para los pacientes, vienen
recogidas como intervenciones técnicas realizadas por el propio Freud con "el hombre de los lobos"
(1909), con lo cual podríamos incluso decir que un trabajo integrador entre intervenciones
interpretativas dirigidas a conflictos inconscientes e intervenciones activas promotoras de actitudes de
afrontamiento claramente directivas dentro de la terapia fueron empleadas por el propio Freud, creador
del psicoanálisis.
Situamos la fecha de 1950 como hito de la protohistoria que describimos por hacerlo coincidir
con el trabajo mas influyente publicado por ese año, se trata como hemos mencionado en la
introducción, del libro de Dollard y Miller "Personalidad y Psicoterapia" (1977). El fin último de este libro
es el de combinar la vitalidad del psicoanálisis, el rigor del laboratorio científico natural y los hechos
relacionados con la cultura, expresando ésto, indudablemente, el espíritu integrador que se va a
respirar a lo largo de todo el texto. Desde el prefacio, los autores intentan clarificar que la psicoterapia
debiera de dotarse de unos principios generales, que si estos fuesen razonables y de una extensión
apropiada,

debieran de poder ser aplicados a todos los tipos de terapia. De tal forma que la

comprensión de estos principios debiera de ayudar al estudiante de psicoterapia o a quien
profesionalmente la práctica, a que resulte más fácil el adaptar sus

técnicas

a los problemas

infinitamente variables y complejos de la terapia.
Un ejemplo claro de la visión integradora que plantean Dollard y Miller viene expresada en el
sumario del capitulo 17 sobre "Transferencia: respuestas generalizadas en la situación terapéutica".

A lo largo del trabajo terapeútico aparecen emociones muy intensas, las cuales
son dirigidas al terapeuta y sentidas por el paciente como reales. Estas
aparecen debido a que las condiciones permisivas de la terapia debilitan la
inhibición y represión y por consiguiente hacen incrementar su intensidad
relativa.

Dichas

tendencias

se

generalizan

más

intensamente

hacia

el

terapeuta que las demás, debido precisamente a que las respuestas de
evitación hacia él son menos intensas. Dichas respuestas son muy a menudo
las que por haber sido inhibidas durante un largo tiempo, nunca han recibido
la adecuada identificación o reconocimiento. Al reconocer dichas emociones,
precisamente cuando están ocurriendo, el terapeuta hace posible que se
introduzcan en el razonamiento del paciente y que entren a formar parte de su
actividad planificadora. A menudo dichas respuestas bloquean el proceso
terapéutico; al identificarlas y demostrar que son respuestas generalizadas, el
terapeuta moviliza sus motivaciones a ser razonable y sano, ayudándole por
consiguiente a volver a su tarea terapéutica de autoconocimiento. La
generalización de las respuestas emocionales es no sólo útil sino también
inevitable; es algo que ocurre normalmente en la situación terapéutica y no
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debe ser por consiguiente considerada como negativa.

La influencia del trabajo de Dollard y Miller ha sido más bien indirecta, sirviendo como recuerdo
de la posibilidad de las potencialidades de la integración. Durante mucho tiempo el pensamiento
integrador no era parte del entorno cultural y menos en la época de los 50. Ahora, la psicoterapia
integradora que está más establecida como campo teórico y práctico, permitirá redescubrir el trabajo
de Dollard y Miller haciendo que ocupe el lugar que le corresponde.

Los factores comunes:
Mientras que la integración teórica enfatiza en la integración de las diferencias, la orientación de
los factores comunes busca la abstracción de semejanzas a través de las diferentes terapias. Uno de
los primeros artículos que analizó los factores comunes es el de Rosenzweig (1939). El autor comienza
su artículo mencionando que ya por aquel entonces, la mayor parte de

los psicoterapeutas,

presentaban en sus escritos casos en los que sus terapias habían sido efectivas. La mayor parte de los
terapeutas cuando hacen esta afirmación, suponen o dejan entrever en la misma, que el hecho de
haber conseguido éxito en el caso que se presenta, implica aunque no lo diga que su ideología, teoría y
técnica de la terapia se ha

probado como verdad y las otras como falsas. A juicio del propio

Rosenzweig, detrás de los métodos psicoterapeúticos utilizados y de la fundamentación teórica que
conscientemente los sustenta, hay inevitablemente ciertos factores comunes que no se reconocen
habitualmente en las situaciones terapéuticas, factores que en muchas ocasiones son más importantes
que aquellos que intencionalmente han sido empleados. Continúa el autor diciendo que sería concebible
y argumentable que el psicoanálisis, por ejemplo, cuando sea exitoso no lo sea sólo por la presunta
verdad de las doctrinas psicoanalíticas del desarrollo genético, sino que pudiera ser que el analista en la
práctica de su método casi sin quererlo, permita que el paciente realice un recondicionamiento de
ciertos patrones sociales inadecuados en términos de la situación presente

en que se encuentra el

paciente, fenómeno éste pues que se explicaría mejor con las teorías de Paulov que con las del propio
Freud.
Plantea el autor que la efectividad de los sistemas psicoterapeúticos se debe más a los factores
comunes compartidos entre ellos, que a la explicación teórica que cada uno de los sistemas da. El autor
sugiere varios factores comunes: 1. -

La personalidad del terapeuta es un factor investigado por

muchos autores y que indudablemente se reconoce como un elemento crucial en el éxito de las
terapias, de tal forma que al no haber ninguna terapia que tenga el monopolio

de los buenos

terapeutas éste sería otro factor común potencial presente en muchas terapias, de tal forma que esto
hiciese ser exitosas a diferentes terapias. 2. - Cierto recondicionamiento social se produce en cualquier
tipo de psicoterapia independientemente de su fundamentación teórica. El rol curativo que representa
el terapeuta, viene derivado del poder curativo del cual es investido, actuando como elemento
terapéutico a través de la fe, la esperanza y el deseo de curación que el paciente lleva a la consulta. El
terapeuta a modo de chaman o hechicero va a curar. Como vemos pues, el rol social de terapeuta
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tiene mucha influencia en el proceso de cambio, en la medida que es capaz de funcionar inspirando
esperanza en los pacientes. 3. - Las interpretaciones

son de ayuda en la medida que proveen

alternativas y probablemente formas más plausibles de entender un problema particular. De tal forma
que el autor menciona que no es tan importante lo que el terapeuta diga en cuanto al contenido de sus
interpretaciones o al substrato teórico que lo soporta sino que realmente, lo importante es la
consistencia formal que la doctrina empleada tiene. De esta forma, el paciente recibe del terapeuta un
esquema consistente que le permite hacerse cargo del proceso de organización de su personalidad.
Siendo éste un elemento común a distintas psicoterapias en la medida que pueden proveer de una
base sistemática para la reintegración de la personalidad. En cierto modo, lo que menciona Rosenzweig
sería la base sobre la que posteriormente Frank elabora el concepto del mito teórico explicativo de la
patología del sujeto, como uno de los elementos fundamentales de los factores comunes que actúan
como curativos dentro de cualquier tipo de psicoterapia. 4. - A pesar de que distintas orientaciones
teóricas focalizan en diferentes aspectos del funcionamiento humano, cada una de ellas

puede ser

efectiva porque hay efectos sinérgicos de un área a otra. De tal forma que los sucesos psicológicos son
tan complejos y multifacéticos, que por su propia naturaleza resulta comprensible que haya
formulaciones alternativas con considerable justificación

para cada una de las teorizaciones

psicoterapeúticas. En este sentido y bajo estas circunstancias, cualquier interpretación que se dé a la
conducta de un individuo, podría resultar parcialmente apta por llevar dentro de si cierta cantidad de
verdad. Posteriormente el trabajo de Alexander (1946), incorporando su

elaboración teórica de la

experiencia emocional correctora, es también considerado como una de las propuestas de factores
comunes más importantes.
A parte de los detalles técnicos y del sustrato teórico de los mismos, cuyo conjunto define cada
método específico de psicoterapia, ciertas cualidades son necesarias para que el psicoterapeuta pueda
aplicar provechosamente sus conocimientos y obtener resultados positivos, sea cual sea el método que
aplique. Rivera (1982) resume en 6 las cualidades comunes que debe de reunir todo psicoterapeuta:
1. - empatía objetiva
2. - Aceptación dinámica del paciente
3. - Capacidad para tolerar la angustia.
4. - Libertad de la consciencia.
5. - ausencia de gratificación a ausencias del paciente.
6. - Motivación basada una satisfacción de pulsiones creativas.

No hacemos mención en este período al eclecticismo técnico, pues éste no hace su presencia
hasta bien entrados los años 70 como tendremos ocasión de ver posteriormente.

Dificultades y críticas a la integración:
No es de extrañar que en esta época los intentos de aproximación sean tímidos. Las dos
escuelas fundamentales de la época, conductismo y psicoanálisis, estaban en sus albores. La terapia
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conductual emergió floreciente durante los 20 años posteriores a la publicación del trabajo de Dollar y
Miller. Durante este período fue cuando los terapeutas conductuales ofrecieron definiciones sobre sus
respectivas aproximaciones, enfatizando sus diferencias con respecto a la teoría y la técnica
psicoanalítica. El tono estridente utilizado por muchos de los artículos publicados en aquella época,
contribuyó sin duda al antagonismo entre los dos enfoques predominantes: el psicoanalítico y
conductual.
Otro factor que contribuyó al escaso

interés de los terapeutas conductuales durante este

período en integración en psicoterapia, fue que la terapia conductual era especialmente no cognitiva e
incluso anticognitiva. Esto hizo que las potenciales uniones entre la aproximación psicoanalítica y
conductual fuesen especialmente difíciles, por ser ésta una teoría altamente cognitiva.
Y no es raro que cada una por su lado estuviese inmersa en sus propios desarrollos. Desde un
punto de vista sociohistórico, la época no era un momento precisamente propicio para los
acercamientos; Europa durante este período pasó dos Guerras Mundiales, el ambiente de crispación
social que esto suponía, la división escindida entre visiones dicotómicas del mundo, el enfrentamiento
ideológico entre bandos, las dificultades de compartir y colaborar distintas Instituciones y Países,
creaban un entorno cultural, social e histórico en el que

cualquier tipo de entendimiento resultaba

especialmente difícil.

2. 2. - PERIODO PRE-INSTITUCIONAL (1950-1983)
Como hemos señalado en la tabla incluida anteriormente, este período viene delimitado por un
lado por el trabajo de Dollard y Miller (1950) y en el otro extremo por la creación de la Society for the
Exploration of Psychotherapy Integration, "SEPI" en 1983.
En este período, como mencionamos anteriormente, la influencia del trabajo de Dollard y Miller fue
relativa y la evolución del movimiento integrador durante estas tres décadas es relativamente torpe
durante las dos décadas iniciales. Durante las décadas de los 50 y 60 hay, como decimos, cierto
estancamiento produciéndose un auténtico incremento de publicaciones a partir de los años 70. Iremos
analizando todo esto detalladamente.

La integración teórica:
Durante los primeros años de estas décadas, los terapeutas conductuales estaban envueltos
activamente en definir y expandir la terapia de conducta. En este momento aún no era el tiempo
adecuado para que los terapeutas conductuales considerasen las posibilidades de integración de su
enfoque.
Sin embargo, desde la parte psicoanalítica, menciona Alexander (1963) que ningún médico que
trate a pacientes con el mismo método terapéutico aprendido hace 50 años será considerado como un
médico que haga una terapia actualizada, sino que se le considerará que realiza un tratamiento
obsoleto. Como contraste a ésto y durante el mismo período, el tratamiento psicoanalítico standar se
mantuvo

prácticamente sin modificación desde sus inicios a principios de siglo, y es que durante
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mucho tiempo se consideró que el ser un reformador en el tratamiento psicoanalítico no fue un rol
popular. Una de las aportaciones fundamentales que en el artículo del año 1963 realizaba Alexander,
consistía en la crítica que realizó, refiriéndose a que el entendimiento del pasado

debe de estar

subordinado siempre a los problemas del presente. La terapia no debe de considerarse pues, como una
investigación genética pura. El énfasis inicial que el propio Freud prestó a la reconstrucción de la
historia pasada, fue el resultado del interés que por aquella época tenía en la investigación. En primer
lugar él debía conocer la naturaleza del trastorno para el que pretendía alguna cura. El interés en la
historia pasada, a expensas del presente, es un residuo de ese período histórico, en el que la
investigación de la dinámica de la personalidad era una necesidad y un pre-requisito para desarrollar
un método terapéutico racional y racionalizado. En el artículo cita a Sandor Radon quien comentaba
que vencer las represiones y ser así capaz de recuperar el pasado es una cosa, y aprender de ello y ser
capaz de actuar consecuentemente con el nuevo conocimiento es otra.
Todo esto llevó a que durante mucho tiempo el interés en profundizar en la historia del sujeto,
se llegó a convertir en una meta en si misma, incluso en la meta del tratamiento. Cuando realmente el
pasado debe estar subordinado a la totalidad de la presente vida del sujeto y servir de esta forma como
base para el desarrollo de comportamientos más adaptativos en el futuro, por parte del paciente.
Indudablemente, esta crítica realizada por Alexander, sirve para establecer un primer nexo de unión
entre la búsqueda en el pasado y la repercusión que trabajo psicoterapeútico debe de buscar en la vida
actual del sujeto, promoviendo conductas más adaptativas que le permitan vivir y relacionarse con
menos sufrimiento que el que el paciente trae a la consulta.

Esta síntesis, que permite el

planteamiento de Alexander entre la búsqueda en la biografía del sujeto para promover una mayor
adaptación al entorno, es la base que sustenta la posibilidad de trabajar con dos orientaciones
simultáneas; una dirigida a la elaboración del conflicto y otra a la resolución del síntoma favorecedor de
una mayor capacidad adaptativa del sujeto.
Por otro lado, escribió el propio Alexander, que mucho de lo que sucede en psicoterapia puede
ser entendido mejor en términos de la teoría del aprendizaje, de esta forma el proceso terapéutico se
podría describir de manera adecuado en términos de la teoría del aprendizaje. Tal y como señala el
autor, el problema específico de la terapia consiste en encontrar una relación interpersonal adecuada
entre el terapeuta y el paciente. Inicialmente cuando el paciente acude a consulta, esta relación esta
distorsionada porque el paciente aplica a la misma sentimientos y patrones de respuesta conductual
que fueron aprendidas y formadas a lo largo de la historia pasada del paciente y que no se aplican de
manera adecuada a la situación terapéutica actual o a la vida real del paciente. Durante el tratamiento,
el paciente desaprende los antiguos patrones de comportamiento y aprende patrones nuevos. Este
proceso complejo de reaprendizaje sigue los mismos principios que los

procesos más simples de

reaprendizaje estudiados por los psicólogos experimentales. En psicoterapia pues, el refuerzo consistiría
en una relación interpersonal más armoniosa, menos conflictiva, a la que el paciente llega a través de
conseguir una buena relación con el terapeuta y posteriormente con su entorno y eventualmente con
su propio yo ideal, menciona Alexander. Volvemos a ver como del planteamiento que realiza Alexander
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se deriva una reconceptualización en términos cognitivo conductuales de la relación trasnferencial, lo
que a nuestro juicio vuelve a resultar otro pilar importante en la síntesis teórica de los dos modelos
clásicos.
Termina diciendo el autor, que la teoría del aprendizaje aparece en el momento presente como
un entramado teórico más satisfactorio a la hora de evaluar los datos observacionales y establecer a
partir de ellos generalizaciones más validas. Tal y como observamos continuamente a lo largo de la
historia de la ciencia y en determinadas fases de la mismas, producciones teóricas de diferentes e
independientes aproximaciones a un problema, terminan integrándose la una con la otra.
Otros autores psicoanalíticos importantes de la época, como (38), fue uno de los primeros que
apostaron por la utilización de técnicas de terapia conductual, particularmente para problemas que
habían sido inducidos por experiencias traumáticas. Durante toda la historia de la integración en
psicoterapia, los terapeutas de orientación psicoanalítica han estado más dispuestos a la utilización de
técnicas provenientes de campos diferentes al suyo, cosa que durante el tiempo de desarrollo de la
terapia conductual, como señalábamos antes, no ha sido así

por parte de los terapeutas de esta

orientación que, a nuestro juicio, estaban encerrados inicialmente en actitudes mucho más rígidas y
dogmáticas, derivadas todas ellas de la

asunción de un modelo científico que escotomizaba y

rigidificaba su enfoque.
Durante esta época uno de los mayores defensores de la integración fue

(4), quien

argumentaba que un sistema integrador que trabajase simultáneamente con técnicas dirigidas al
insight y a la acción, cabría esperar de él que fuese más efectivo para un mayor rango de problemas,
que uno que enfatizase sólo en una de estas aproximaciones mencionadas anteriormente.
A lo largo de la década de los 70, se observó un interés creciente en la integración de los
enfoques conductuales y psicoanalíticos. En 1970, los artículos de Birk, y Brinkley - Birk, presentan
algunas ilustraciones clínicas demostrando cómo las terapias

orientadas hacia el insight pueden

favorecer el cambio conductual y cómo los cambios conductuales por su parte pueden facilitar a su vez
cambios cognitivos. Resulta altamente significativo que ya en el volumen número uno, el mismo año de
la inauguración de la revista " Behavior Therapy" se publique en la página 522 un artículo de Birk que
se titula " Behavior therapy. Integration with Dynamic Psychiatry" . Indudablemente ésto ponía de
manifiesto cómo dentro del propio movimiento conductual comenzaba a tener cierto eco y a
desarrollarse intereses específicos por la integración de estos dos enfoques. De tal forma, que Birk
señala en su trabajo que resulta útil y posible combinar la amplitud de miras de la psicoterapia
dinámica con las técnicas operativas de la modificación de conducta. Las técnicas conductuales pueden
ser utilizadas en el contexto de la terapia interpersonal para eliminar o reducir síntomas recalcitrantes
o para intentar mejorar su eficacia. Las técnicas conductuales, así mismo, son también útiles para
forzar al terapeuta a estrechar su pensamiento, acerca de los mecanismos de formación de síntomas
en el paciente. Finalmente, la viabilidad de la utilización de estas técnicas capaces de eliminar síntomas
pueden servir para actuar como catalizadores en el psicoterapia, bien para abrir al paciente a nuevas
experiencias, o bien para clarificar las resistencias que pudieran de otra forma mantenerse encubiertas.
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Termina diciendo el autor (40) que la noción de que la psicoterapia dinámica y la terapia conductual
son incompatibles (probablemente esta sustentada en el hecho de que muy poca gente esta bien
entrenada en ambas técnicas). Ambos artículos fueron importantes a la hora de ilustrar la posibilidad
clínica de la integración de las técnicas conductuales y psicoanáliticas. Autores tan puramente
psicoanalíticos como (41), aunque de forma un tanto cuidadosa, sugiere la utilización de las técnicas
conductuales en los tratamientos analíticos y el focalizar al mismo tiempo las interpretaciones sobre las
percepciones que el paciente tiene, así como sobre el tipo de impacto que producen estas técnicas
conductuales en la relación transferencial.
Por otro lado, estaban sucediendo un número importante de cambios dentro de la teoría y la
técnica psicoanalítica, que a su vez estaban facilitando el proceso de integración con la terapia
conductual. La teoría de las relaciones objetales y la psicología del yo, hicieron que el psicoanálisis
estuviese más psicologizado (Guntrip, 1972), de tal forma que estos desarrollos dentro del propio
campo psicoanalítico permitieron, a su vez, que éste pudiera acercarse

a los desarrollos cognitivos

dentro del campo conductual, favoreciéndose el proceso de síntesis e integración teórica, confirmado
por las elaboraciones de muchos autores en esta época (Ryle, 1978, 1982; Wachtel, 1977). Por otro
lado dentro de los desarrollos que se incluyen dentro del campo psicoanalítico, éstos prestaron atención
entre otras cosas a:la selección de objetivos y la focalización terapéutica (Malan, 1976); una mayor
atención a los efectos de los conflictos actuales en la vida de los pacientes (47); una mayor atención a
los esfuerzos adaptativos de la gente para resolver estos sucesos ambientales conflictivos (Blank,
1976; Langs, 1976); así como un mayor énfasis en la responsabilidad del paciente hacia sus
sentimientos y acciones (Appelbaum, 1982).
Durante este período hay un artículo importante que estimula la búsqueda de síntesis entre las
escuelas (Feather, 1972) quien menciona que en medicina,

(podemos hacer la extrapolación a la

psicoterapia), a mayor número y variedad de tratamientos planteados para un trastorno singular y
específico mayor es la posibilidad de que este trastorno no fuera bien entendido o que ninguno de los
tratamientos sea realmente efectivo. Desde el punto de vista
imperfecto de la etiología y la ausencia

de los autores nuestro conocimiento

de una auténtica y fiable terapéutica para los trastornos

emocionales, serviría para que esta variedad de puntos de vista pudiera suponer una atmósfera sana
para el avance y entendimiento de la psicopatología. Desafortunadamente, durante la época en que
el artículo era escrito. Los propios autores no era así, y lo que si observaban era una tendencia en cada
escuela a que las terapias cristalizaran prematuramente y se comenzase a enfatizar los aspectos
teóricos y técnicos de cada una de ellas, remarcando las diferencias con las otras que presumiblemente
hacían una escuela terapéutica superior a las demás o un método
Haciendo

o una teoría superior al otro.

esto que se pasasen por alto las semejanzas y que se dificultasen las aproximaciones

teóricas y técnicas entre los diferentes métodos terapéuticos. Los autores citan a Marmor quien en un
alarde de intento de síntesis comenta "la translaboración es una forma de condicionamiento operante
en el que la aprobación abierta o encubierta del terapeuta o su desaprobación, actúa sutilmente como
refuerzo o castigo".
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En un artículo del mismo año, Feather (1972) describe con detalle cómo utilizan una técnica,
en la que

a través

de la realización de un ejercicio

de fantasía dirigida para

la selección de los

conflictos subyacentes y escenas temidas a las conductas fóbicas o a los componentes obsesivos o
compulsivos que tienen lugar en el paciente, es utilizado para realizar una terapia sintética de
elementos conductuales y psicoanalíticos, señalando los autores que los casos de depresión favorable
en los casos descritos sugieren que cuando la psicoterapia conductual es aplicada a los conflictos
centrales subyacentes a los síntomas que presenta el paciente, la generalización de los efectos
terapéuticos ocurre con mayor facilidad. Los propios autores mencionados anteriormente, recogen en la
bibliografía de su artículo muchos artículos de Ferenzi señalándole a éste como uno de los iniciadores
de una mayor actividad en la terapia psicoanalítica. A nuestro juicio, el papel de Ferenzi como espíritu
integrador y modificador

de la terapia psicoanalítica en pos de una mayor efectividad, brevedad,

utilizando estrategias más activas en tratamiento psicoanalítico, no ha sido reconocido adecuadamente
en la historia realizada hasta la fecha de la integración en psicoterapia.
Posteriormente uno de los trabajos más importantes, el de Birk (1974), es una ampliación de su
posición en su primer intento de síntesis en el año 1970. En el artículo de 1974, el planteamiento
sintético que realizan los autores sobre las posibilidades de la combinación del psicoanálisis y la terapia
conductual, a nuestro juicio son, tan altamente

clarificadoras que merece la pena reseñarlas con

detenimiento.

Una de las razones fundamentales

por las que el psicoanálisis y la terapia

conductual tienen claramente definidas una serie de diferencias aparentes en
su modo operante, tiene que ver con que la metas de ambas terapias son
distintas. Es decir, un psicoanálisis exitoso viene marcado por la maximización
de la autopercepción del self, que es capaz de "dar sentido a" experiencias
profundas psicológicas que han sido accesibles a través de la interpretación
consciente. La terapia conductual por otro lado, primariamente centra sus
objetivos en la modificación de las conductas, de acuerdo con los estandars
determinados social y externamente, a través de la manipulación de las
contingencias ambientales. Ambas son terapias consistentemente orientadas,
en el sentido de que ambas intentan conseguir objetivos acordes con su
superestructura teórica, de tal

forma que

estos fenómenos constituyen

categorías que no necesitan ser coextensivas; la meta y los resultados
terapéuticos se mantienen esencialmente separados.
El psicoanálisis tendría pues como objeto de su trabajo psicoterapeutico
llevar los datos internos al nivel consciente, intentando conseguir una
armonía que viene mediada a través de la lógica y de la autoconsistencia de
los sucesos mentales; la terapia conductual por otro lado tendría como
finalidad

llevar

al

individuo,

(que

manifiesta

fenómenos

y

conductas
-13-

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externamente observables) a una mayor armonía en el entorno físico y social,
de tal forma que las consecuencias de sus actos estén en armonía con ese
entorno, manteniendo de forma deliberada la idiosincrasia de sus acciones.
El modelo que proponen los autores, busca combinar los aspectos
internos y externos de la actividad; mirando a la autopercepción como un
potenciador del cambio conductual, y prestando atención a una evaluación
cada vez más realista de los refuerzos y castigos del ambiente social-natural,
como motivo para continuar la autorealización basada en el insigth. Es decir,
tanto el insigth, como los sistemas de feedback externo pueden ser utilizados
conjuntamente, para exponer, clarificar y cambiar los patrones individuales de
reacción y los patrones individuales perceptivos, cuando éstos han probado su
ineficacia. Uno de esa forma, encuentra la forma de maximizar la adecuación,
entre el individuo, su autoevaluación, y la percepción de la realidad externa, y
la respuesta a esa realidad y su actual posición existencial. A juicio de los
autores el psicoanálisis y la terapia conductual no deben de representar por
más tiempo dos sistemas de creencia en guerra o dos tradiciones clínicas
separadas, sino que como técnicas, ambas pueden ser usadas para reforzar
las debilidades en la cadena terapéutica de la una o de la otra.

Uno de los trabajos mas significativos de este período es el de Wachtel (1977), discípulo de Dollard y
Miller (el propio Dollard fue uno de sus primeros supervisores en psicoterapia). Wachtel argumenta que
el psicoanálisis freudiano ortodoxo y las terapias conductuales radicales son probablemente muy
incompatibles, de tal forma que la integración entre ambas es bastante difícil. En contraste, el mismo
Wachtel persigue una integración que incorpore a la terapia conductual aspectos de los desarrollos
psicoanalíticos relacionados con los enfoques interpersonales (los de E. Erikson, Horney y Sullivan) que
enfatizaban el contexto interpersonal del individuo y favorecían una mayor actividad por parte del
terapeuta, en comparación con otras escuelas psicoanalíticas.
Es clásico el planteamiento de Wachtel en el

que las intervenciones conductuales activas

pueden servir como una fuente para nuevos insight; así como los insight pueden ser promotores de
cambios en la conducta; tienen sus antecedentes en algunos de los trabajos ya mencionados. La
concepción de la psicodinamia cíclica de Wacthel está recogida brillantemente en un texto publicado, en
castellano, en 1988.
En esta década Helen Singer (1974), presenta un modelo de psicoterapia sexual, que es una
combinación de técnicas conductuales y psicodinámicas. Desde el punto de vista de la terapia familiar,
Gurman (1978) examinó las posibles convergencias entre la terapia conductual, la psicoanalítica y la
teoría de sistemas.
A finales de la década de los 70, es cuando aparecen por primera vez los primeros trabajos de
Anthony Ryle en Inglaterra, intentando establecer nexo de unión entre la psicología y las psicoterapias
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cognitivas y el psicoanálisis, buscando un lenguaje común de la psicoterapia a través de la
reformulación en términos cognitivos de la teoría de las relaciones objetales de Fairbain. Estas
aportaciones iniciales de Ryle, a la síntesis de los modelos cognitivos y psicoanalíticos, no ha sido
recogida con la importancia que a nuestro juicio tiene en la literatura americana de integración en
psicoterapia.

Los factores comunes:
Durante este periodo, Rogers, indirectamente, contribuyó a la orientación de los factores
comunes proponiendo que la terapia era efectiva, no tanto por la utilización de técnicas específicas sino
porque permitía un tipo particular de
dirección,

relación humana en la cual el cambio podía ocurrir. En esta

Truax (1971) hace hincapié en la relación cálida y empática y en la influencia

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