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Aspectos psicopatológicos de los agresores sexuales.

Fecha Publicación: 01/03/2007
Autor/autores: Encar Pardo Fernández

RESUMEN

En el delito de agresión sexual se entremezclan dos tipos de conductas. La conducta agresiva motivada por un sentimiento de ira y que refleja dificultades en el control de los impulsos o en la expresión de los afectos, que se materializa en una violencia impulsiva, y la conducta premeditada y planificada la cual expresa una alto nivel de insatisfacción y no genera sentimientos de culpa, materializándose en violencia instrumental.

El perfil psicopatológico del agresor sexual no existe, ni existe una patología específica que condicione y/o genere este tipo de actos delictivos. Existen rasgos que, dentro de una población, pueden explicar una parte proporcional de su conducta agresiva sexual.


Palabras clave: Agresor sexual, Psicopatología, Rasgos psicopatológicos, Violación
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psiquiatría general .

Aspectos psicopatológicos de los agresores sexuales.

(Sexual aggressors psychopathological aspects. )

Pardo Fernández, Encar1; González Fernández, Jorge2.

1 psicólogo Forense. Instituto de Medicina Legal de La Rioja

2 Especialista en Medicina Legal y Forense. Postgrado en psiquiatría (Universidad de León). Instituto de Medicina Legal de La Rioja.

PALABRAS CLAVE: Agresor sexual, violación, psicopatología, Rasgos psicopatológicos.

(KEYWORDS: Sexual aggressor, Rape, Psychopathology, Psychopathological features. )

Resumen

En el delito de agresión sexual se entremezclan dos tipos de conductas. La conducta agresiva motivada por un sentimiento de ira y que refleja dificultades en el control de los impulsos o en la expresión de los afectos, que se materializa en una violencia impulsiva, y la conducta premeditada y planificada la cual expresa una alto nivel de insatisfacción y no genera sentimientos de culpa, materializándose en violencia instrumental.  

El perfil psicopatológico del agresor sexual no existe, ni existe una patología específica que condicione y/o genere este tipo de actos delictivos. Existen rasgos que, dentro de una población, pueden explicar una parte proporcional de su conducta agresiva sexual.

Abstract

In sexual aggression crimes, two types of behaviours are mixed. Aggressive behaviours caused by a race feeling and presenting difficulties in impulses control or in affections expression that is represented in an impulsive violence and deliberated and planned behaviour which expresses a high level of no satisfaction and doesn’t generate guilty feelings, represented in instrumental violence.

Sexual aggressor psychopathological profile doesn’t exist, neither a specific pathology conditioning and/or generating this kind of criminal acts. Features exist that, in a population, can explain a proportional part of his sexual aggressive behaviour.



Introducción

La violencia siempre ha marcado a las sociedades en las que se desarrolla. Trasgrede las normas de convivencia pacífica y arranca en su camino la estructura de la psique de las personas a las que atiza con su virulencia, marcadas por la misma a lo largo de su desarrollo vital. Cualquier esfuerzo en su erradicación es poco, siendo vital en los casos de violencia sexual ya que destruye la integridad emocional de quien la sufre.  

En el delito de agresión sexual se entremezclan dos tipos de conductas violentas además de la conducta sexual. La conducta agresiva motivada por un sentimiento de ira, que refleja dificultades en el control de los impulsos o en la expresión de los afectos, y que se materializa en una violencia impulsiva, y la conducta premeditada y planificada la cual expresa una alto nivel de insatisfacción y no genera sentimientos de culpa, materializándose en violencia instrumental.


Tipología de agresores sexuales

En relación a la tipología de agresores sexuales es la pregunta más frecuentemente formulada y a su vez la de mayor dificultad de dar respuesta. En la actualidad sería un atrevimiento establecer generalizaciones que permitan establecer tipologías de agresores sexuales. La complejidad del fenómeno así como la diferencia en las variables psicológicas que afloran en el contexto de los agresores sexuales dificultan en gran medida el establecimiento de elementos objetivos que evalúen de forma común este tipo de agresores. En el contexto de la evaluación forense este aspecto se complica ya que las tipificaciones teóricas no permiten una evaluación individualizada del comportamiento en una situación específica.  

No existe una patología específica que genere este tipo de actos delictivos, por lo que podemos afirmar que el perfil psicológico o psicopatológico del agresor sexual no existe. Por este motivo dentro de la violencia sexual debemos profundizar en las motivaciones de este tipo de agresores así como en las variables que favorecen y/o propician la conducta de agresión sexual.

Dentro del esclarecimiento de las características de cada uno de los distintos agresores sexuales sí es posible el establecimiento de una tipología para su mayor comprensión, por lo que estableceremos una tipología basada en el empleo de conductas impulsivas, la base de la violencia impulsiva, o bien conductas premeditadas y planificadas que están en la base de la violencia instrumental. Los agresores sexuales en el contexto familiar y a menores, en los que subyacen unas motivaciones distintas, así como los que se subrogan a la consecución de un fin, serán detallados aparte. También se aportan características generales de las agresiones sexuales de menores, así como las que se producen bajo el predominio de rasgos psicopatológicos.


Agresión sexual instrumental

Se suele originar hacia una víctima desconocida, generando el efecto sorpresa en la misma. La elección de la víctima es fortuita, la premeditación se halla en el contexto específico para ejecutar la agresión, situaciones en las que la posibilidad de ser descubierto sea mínima (nocturnidad, lugares solitarios, espacios de difícil huida…) (1).

La primera agresión con éxito se convierte en un impulso irresistible de dominio, de poder, por lo que se convierte en un fuerte refuerzo positivo para la comisión de las siguientes agresiones. La sensación de poder viene determinada por la humillación y atemorización de la víctima, lo que genera un elevado nivel de violencia verbal, que se materializa en amenazas, insultos humillantes, así como violencia física, reteniéndola con fuerza e intimidación, a través de la exhibición de armas en muchas ocasiones.

En esta tipología de agresores sexuales lo importante es el componente agresivo de la acción y no el comportamiento sexual asociado a ella, motivo que hace que la reincidencia sea elevada en estos casos.

Dentro de esta tipología los de mayor peligrosidad son los agresores sexuales en los que coexiste un trastorno antisocial de personalidad, lo que denominamos psicópatas, ya que la violencia que ejercen durante la agresión es desmedida, siendo ésta totalmente instrumental, por lo que pueden llegar a un ensañamiento brutal con la víctima.

Tras la primera detención y cumplimiento de condena, si reinciden -tal y como hemos mencionado anteriormente en esta tipología el nivel de reincidencia es elevado- suelen cometer el asesinato con la motivación de eliminar al testigo, ya que con el cumplimiento de una condena previa han aprendido que el testimonio de la víctima reporta consecuencias muy negativas.


Agresión sexual impulsiva

Dentro de esta tipología se encuentran dos variedades que mantienen un comportamiento impulsivo en la base de la agresión sexual.  

En primer lugar la agresión sexual como objeto de deseo, en la cual los sujetos fantasean, dentro de su contexto cotidiano, con alguna conocida (vecina, compañera trabajo, barrio, . . ) hasta que dan el salto a la agresión sexual, ya que conocen que si no es así, mediante el asalto, la intimidación, abuso de autoridad, coacción, no hubiesen tenido acceso a la víctima (2). La víctima es conocida por el agresor sexual y durante un cierto tiempo ha sido el componente principal de sus fantasías sexuales.  

En este tipo de agresores sexuales no suele coexistir ningún tipo de patología sexual, pero sí mantienen una vivencia de la sexualidad centrada en la fantasía que, unida en muchos casos al consumo de pornografía, puede facilitar la comisión de la conducta agresiva sexual. En estos casos el nivel de reincidencia es menor tras una primera detención y cumplimiento de sentencia.  

En segundo lugar la agresión sexual con causa de justificación, la cual se produce en un contexto de inicio de una relación, generalmente en zonas de ocio, donde se inicia un juego de conquista interpersonal, por lo que se establece la confianza de la víctima. Dentro del juego de seducción se producen distorsiones cognitivas por parte del agresor, ya que inicia un lenguaje indirecto y ambiguo, dando por sentado que la mujer lo entiende, lo acepta, no llegando a plantearse la posibilidad de que la víctima ponga límites a su demanda sexual. La motivación se centra en una hostilidad latente hacia la figura femenina, realizan un análisis equivocado de la situación y los estímulos presentes son codificados como provocadores y licitadores de la relación sexual (3).

A pesar de que la relación se inicia en sitios públicos, donde la víctima está protegida por el entorno y puede mostrar libremente su negativa, buscan excusas que propicien un contexto a solas, para iniciar su demanda sexual de manera brusca, por lo que la víctima se ve sorprendida por la actitud repentina de él y es en este contexto de sorpresa y de miedo donde queda anulada la capacidad de reacción de la víctima.  

En esta tipología de agresores encontramos en la base de su personalidad, una alta inseguridad en su atractivo sexual, incapaces de plantear sus demandas con el sexo opuesto de forma clara y directa ante un temor, en muchos casos irracional, a una negativa que serían incapaces de aceptar y asimilar (4). Sus distorsiones cognitivas se asientan sobre el rol masculino, considerando la manifestación sexual como algo propio del varón por lo que se identifican con las conquistas consumadas, hecho que hace que la negativa no entre, a nivel cognitivo, dentro de las posibilidades existentes en las relaciones interpersonales. Considera los impulsos sexuales de los hombres como inaplazables.  

Estos sujetos suelen tener un desarrollo socializador precario, con muchas carencias afectivas, con escasas habilidades sociales, así como una baja capacidad de control en situaciones de interacción con el sexo femenino. Motivo que hace que ante una situación de este tipo, sin premeditación y sin altos niveles de agresividad lleguen a cometer la agresión sexual. La reincidencia en estos casos se limita a que vuelvan a presentarse las mismas condiciones y el contexto descrito anteriormente.  

En estos casos ha crecido la demanda de periciales forenses. En este tipo de agresiones sexuales impulsivas suele ir aparejado el consumo de sustancias tóxicas, especialmente el consumo de alcohol, lo que permite una mayor desinhibición en la conducta del agresor y una mayor culpabilización en la víctima ante las instancias judiciales. El agresor niega la existencia del delito en base al consentimiento de la víctima. Esto hace que este tipo de víctimas sean muy vulnerables dentro del contexto judicial y se cuestione la veracidad de su testimonio.


Agresión sexual dentro del ámbito familiar

En este tipo de agresiones sexuales debemos distinguir claramente, tanto por la vulnerabilidad de la víctima como por las consecuencias que conlleva, si la agresión va dirigida a una víctima adulta o a una víctima menor.  

La agresión sexual entre cónyuges tiene una trayectoria silenciosa dentro de nuestra sociedad. En los últimos años está resurgiendo como una forma de violencia doméstica, pero todavía en muchos casos de denuncia de violencia de género no se apela a las agresiones sexuales sufridas durante la convivencia con la pareja. En muchos casos todavía predomina la ideología de “mujer consentidora” en el rol femenino que se le asigna durante la convivencia con el hombre.  

Dentro de la tipología de maltratadores domésticos, los que mayor riesgos conllevan de violencia sexual, corresponde a un hombre inestable emocionalmente, extrovertido, poco responsable con sus obligaciones de pareja, con altibajos en su estado de ánimo y tendencia a experimentar ansiedad que se libera al llegar a casa, es entonces cuando puede comportarse explosivamente y con maltrato físico y/o sexual. No existe reconocimiento de la agresión sexual pues la víctima es su mujer.  

En estos casos puede coexistir el consumo de alcohol, como bebedor excesivo regular, con problemas para mantener el trabajo, por el hábito de consumo y a la extensión de éste a lo largo del día. Con determinada edad puede detectarse un cierto grado de deterioro alcohólico con bajo control de los instintos (exigencias sexuales) y conductas explosivas sin ningún estímulo. Los problemas sexuales del agresor o incapacidad de éste para mantener la relación sexual son atribuidos erróneamente a la víctima, con lo cual, ante la incapacidad de mantener una relación sexual completa, desata unos elevados niveles de ira contra ella.

La agresión sexual a menores se suele dar dentro del contexto familiar y cercano del menor, aunque no siempre; puede darse en el entorno conocido de la víctima menor (víctimas de un pedófilo), siendo menos habitual que se dé en forma de asalto en la vía pública. Y por último está infravalorado y se mantiene en las tinieblas del ambiente familiar, el abuso sexual que se produce contra los menores cuando el agresor es de sexo femenino; en caso de su descubrimiento la agresora queda justificada y respaldada por la incredulidad que muestra el entorno y el sistema judicial ante el testimonio de la víctima.

Las familias en las cuales uno de sus miembros abusa sexualmente de un menor suelen estar caracterizadas por su aislamiento social, siendo la familia la única fuente de refuerzo y apoyo emocional. Son rígidas, cerradas, con escasos contactos sociales, y muestran, en su mayoría, una significativa soledad emocional y social (5).

El rasgo de personalidad base de un agresor que abusa de un menor en su contexto familiar, suele estar en graves dificultades de relación afectiva y sexual con los adultos, concretamente pueda existir una relación patológica con el cónyuge, por lo que recurren a los menores sobre los que pueden actuar mediante el mecanismo de superioridad. Las deficiencias en su personalidad se detectan por la inmadurez que presentan, a nivel afectivo y sexual, por lo que emergen deficiencias en su comportamiento sexual. La familia se convierte en un lugar para desarrollar el abuso sexual con una alta tasa de secretismo, dado el contexto en el que tiene lugar y las vinculaciones de apego que se establecen con los menores (6).


Agresión sexual a menores (pedofilia/paidofilia)

La pedofilia o paidofilia se encuentra clasificada dentro de los trastornos sexuales y de la identidad sexual como una parafilia. En estos casos se requiere de una preferencia sexual por los niños y púberes, de 13 años o menos, el sujeto debe tener al menos 16 años y que medie entre la víctima y el agresor al menos cinco años de diferencia. El individuo tiene fantasías sexuales recurrentes y altamente excitantes, impulsos sexuales o comportamientos que implican actividad sexual con menores prepúberes (menores de 13 años). La atracción sexual se da por los varones, las mujeres o por ambos sexos (7).  

Cuando se materializa en la realidad se produce el abuso sexual como delito tipificado. Se especifica si la relación se limita exclusivamente al incesto.  

Dentro de esta tipología a nivel clínico distinguimos dos formas, los de tipo exclusivo, en los cuales solo existe atracción por los menores, y el de tipo no exclusivo en los que las relaciones sexuales se extienden a los adultos y no solo a menores. Ambos tienen características comunes, perteneciendo al mismo grupo patológico pero que se materializan en dos formas distintas, según predomine la conducta premeditada o la conducta impulsiva.

En el primero de los casos, el pedófilo de tipo exclusivo, solo ha mantenido relaciones sexuales con menores, siendo este tipo de víctimas la única fuente de placer sexual. Los actos que llevan a cabo son premeditados y persistentes y quedan protegidos en la psique del agresor por las distorsiones cognitivas, especialmente la justificación y la proyección, que les permite no sentir sentimientos de culpa o malestar por la comisión del abuso.

En el segundo de los casos, el pedófilo de tipo no exclusivo, mantiene relaciones sexuales con los adultos pero generalmente se acompañan de fantasías pedofílicas. El inicio de la relación con menores suele estar asociado a una situación de estrés y vulnerabilidad emocional. En estos casos suele aparecer una fuerte disociación cognitiva con los hechos, ya que los percibe como conductas anómalas, llegando a mostrar fuertes sentimientos de vergüenza y culpa. Este hecho motiva que la comisión de los abusos se lleve a cabo de forma episódica e impulsiva.  

Un aspecto importante a destacar es que la paidofilia solo está presente en un 30-40% de los casos de abuso sexual a menores. En el resto de casos no media la existencia de este trastorno sexual.


Agresión sexual en adolescentes

Los delitos contra la libertad sexual realizados por menores, salvo excepciones, suelen cometerse en el medio donde el menor desarrolla su vida (colegio, barrio, discotecas, …), motivo que hace que las víctimas en muchos casos sean también menores de su propio entorno (8).  

Si bien en casos de agresiones sexuales de adultos, es un delito que se suele cometer en solitario, podemos denominarlos delitos de soledad, no es infrecuente que en las agresiones sexuales de menores éstas pueden llegar a producirse en grupo, con todo lo que ello conlleva hacia la víctima, ya que la agresión de uno se contagia de forma que, cuanto mayor capacidad de agresividad se es capaz de exhibir, mayor refuerzo se obtiene para la comisión posterior de nuevas conductas agresivas.

El consumo de alcohol y otro tipo de drogas, en algunas ocasiones, está asociado en la comisión de los hechos de agresión sexual en los adolescentes.  

Su característica es la pertenencia a grupos sociales carenciales, desde el punto de vista de la familia. Han crecido con carencias afectivas importantes, baja escolarización, observación de situaciones de violencia, humillaciones, falta de respecto, vejaciones hacia la mujer, etc. (2). En este aspecto las últimas investigaciones arrojan resultados contradictorios ya que ha crecido el número de agresores menores que estaban insertados en una estructura familiar y social normalizada. Es un campo de relevante interés en los últimos años y todavía son necesarias futuras investigaciones que analicen en profundidad las variables psicológicas que median en jóvenes agresores sexuales.


Agresión sexual con rasgos psicopatológicos

El agresor sexual no suele padecer trastorno mental, y cuando se aprecia a veces solo existen rasgos que no alcanzan la entidad suficiente para elevarlos a la categoría de trastorno, y por lo tanto atenuar la responsabilidad penal, y en otros casos no existe nexo de causalidad entre la comisión del delito con el trastorno mental que se padece.  

Lo que mayoritariamente se asocia a la agresión sexual son los trastornos de personalidad, no quedando con ello excluidas otras entidades diagnósticas, siendo las de mayor frecuencia las que a continuación se detallan (2): 

a) Trastornos de Personalidad:

a. 1) trastorno antisocial de personalidad: es el trastorno de personalidad que con mayor frecuencia aparece en los agresores sexuales, o al menos tienen rasgos marcados de esta categoría. Actúan de forma preferente en el asalto callejero, y junto con el delito contra la libertad sexual suelen cometer otro tipo de ilícitos como el robo.  

a. 2) trastorno de personalidad esquizoide: son personas solitarias, retraídas con escasa expresividad, padecen déficits en las relaciones interpersonales y de habilidades sociales. Son agresores que aprovechan la oportunidad que se les presenta, o bien recurren a menores por resultarles de más fácil acceso que los adultos. a. 3) trastorno de personalidad límite: el patrón base de conducta está marcado por una alta inestabilidad emocional, con dificultades en las relaciones interpersonales, marcada impulsividad, y frente consumo de tóxicos que pueden derivar en una agresión sexual. La víctima suele ser conocida, novias esporádicas, o una exnovia con la que quieren reiniciar la relación.  

a. 4) trastorno sádico de la personalidad: este tipo de agresores utilizan la forma de violencia para conseguir lo que desean. En la agresión se desea infligir daño, miedo, horror, humillar… pudiendo culminar en la relación sexual o no, ya que en muchos casos se liberan de las tensiones surgidas de sus conflictos personales con el entorno social, especialmente con la mujer.


Conclusiones

La violencia sexual conlleva dos tipos de agresiones, la violenta y la sexual, lo que dificulta en mayor medida determinar las causas que llevan a ella, siendo prioritario determinar en el agresor el aspecto motivacional que subyace, si es la conducta agresiva o bien es la conducta sexual.

Hoy por hoy sería un atrevimiento establecer el perfil psicológico o psicopatológico de un agresor sexual, ya que las causas son multifactoriales (9), por lo que delimitar las que conllevan un riesgo de violencia sexual sería difícil. Dentro del contexto forense las tipologías teóricas pierden fuerza ya que nuestra evaluación debe ceñirse a un sujeto concreto en un contexto delimitado y acotado (el momento de los hechos).  

A pesar de que la conducta de agresión sexual es grave, en la mayoría de los casos los sujetos que la llevan a cabo no sufren rasgos psicopatológicos, por lo que no se les pueden incluir de forma genérica como sujetos que padecen trastornos mentales. En el contexto jurídico, se requiere una exploración forense exhaustiva, ya que la existencia de un trastorno conlleva repercusiones legales.

Las consecuencias para las víctimas de agresiones sexuales son impactantes, muchas de ellas sufren el trastorno por estrés postraumático (TEP), un cuadro clínico que se convierte en un proceso dinámico, cambiante en el tiempo, y que presenta una gran variabilidad en su curso, por lo que se ha sugerido que en realidad se trata más de un síndrome postraumático, que una verdadera entidad nosológica (10). ello refleja las consecuencias devastadoras para muchas de las víctimas, que se prolongan durante mucho tiempo.


Bibliografía

1. - Roig, E; Galiana Carmona, S y De Marianas Ribary, H. Estudio sobre las agresiones sexuales. Servicio de Publicaciones, Biblioteca del Decanato de los Juzgados de Madrid. Madrid, 1996

2. - Carrasco Gómez, J. J; Maza Martín, J. M. Manual de psiquiatría Legal y Forense. 2ª Edición. Madrid: La Ley; 2003

3. - Mezquita Vázquez, B. “Manual de psicología Forense”. Madrid: Editorial Síntesis; 2005

4. - Gómez Hermoso, M. R. “La libertad condicional: peritación psicológica de los agresores sexuales”. En Papeles del psicólogo, 1999, Junio; 73. [citado 27 Dic 2006] Disponible en URL: www. cop. es/papeles/vernumero. asp?:d=830

5. - Nogueral, V. “Agresiones sexuales”. Madrid: Editorial Síntesis; 2005.

6. - Cantón, J. y Cortés, M. R. “Guía para la evaluación del abuso sexual infantil”. Madrid: Pirámide; 2000

7. - Manual diagnóstico y estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR). Barcelona: Masson; 2002

8. - Ornosa Fernández, R. “Especial problemática en el orden jurisdiccional de menores”. Centro de estudios jurídicos de la Administración de justicia: Madrid; 1999.

9. -Marshall, W. L. “Agresores sexuales”. Barcelona: Ariel; 2001

10. - González J. “Trastorno por estrés Postraumático. Una visión global”. Interpsiquis 2006. [citado 27 Dic 2006] Disponible en URL: www. psiquiatria. com/articulos/estres/24354


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