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Beneficios del ocio en la Vejez: pautas para el desarrollo de programas de ocio terapéuticos.

Fecha Publicación: 01/03/2006
Autor/autores: Silvia Martínez

RESUMEN

Desde hace décadas el ocio es considerado un factor de calidad de vida y un recurso de primera magnitud para estimular el desarrollo personal del sujeto. Además, son muchas las investigaciones que han puesto de relieve las posibilidades preventivas y terapéuticas del disfrute de experiencias de ocio. Los estudios son numerosos, como también lo son los posibles modelos de intervención que pueden servir de referencia a los profesionales de la intervención con mayores.

A lo largo de esta comunicación se intentará conseguir dos objetivos: 1º) contribuir a una mejor comprensión de los beneficios del ocio sobre la salud de las personas mayores y sus cuidadores y 2º) profundizar en los desafíos que plantea a los profesionales de la gerontología el establecimiento de comportamientos de ocio activo por parte de los mayores a partir de los modelos de ocio terapéutico desarrollados por autores como John Dattillo y Norma Stumbo.


Palabras clave: Calidad de vida, Educación, Ocio terapéutico, Personas mayores
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Neurocognitivos, Trastornos neurocognitivos .

Beneficios del ocio en la Vejez: pautas para el desarrollo de programas de ocio terapéuticos.

Silvia Martínez; Imanol Amayra.

Profesores, Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación Universidad de Deusto (España).

PALABRAS CLAVE: Personas mayores, Ocio terapéutico, Calidad de vida, Educación.

Resumen

Desde hace décadas el ocio es considerado un factor de calidad de vida y un recurso de primera magnitud para estimular el desarrollo personal del sujeto. Además, son muchas las investigaciones que han puesto de relieve las posibilidades preventivas y terapéuticas del disfrute de experiencias de ocio. Los estudios son numerosos, como también lo son los posibles modelos de intervención que pueden servir de referencia a los profesionales de la intervención con mayores. A lo largo de esta comunicación se intentará conseguir dos objetivos: 1º) contribuir a una mejor comprensión de los beneficios del ocio sobre la salud de las personas mayores y sus cuidadores y 2º) profundizar en los desafíos que plantea a los profesionales de la gerontología el establecimiento de comportamientos de ocio activo por parte de los mayores a partir de los modelos de ocio terapéutico desarrollados por autores como John Dattillo y Norma Stumbo.


La singularidad del ocio en la edad adulta y la vejez

Caracterización y significación del ocio
El ocio ha sido definido en las últimas décadas como tiempo, actividad, estado mental, o como una dimensión de la vida . Neulinger , al proponer la libertad percibida y la motivación intrínseca como los determinantes principales del ocio, sienta las bases para empezar a hablar de experiencias de ocio, o, lo que es lo mismo, del ocio como vivencia personal y subjetiva. La singularidad de las posibles experiencias de ocio ante el hecho innegable de la diversidad del ser humano (no sólo en el plano de lo interpersonal o las relaciones con los otros, sino también intrapersonal, en relación consigo mismo en diferentes momentos) nos sitúa en el escenario de las complejas y diversas significaciones que el ocio puede tener.

Aunque, como señala Kaplan , los significados que la experiencia de ocio entraña constituye uno de los aspectos más complejos de estudiar, sí es posible encontrar trabajos elaborados al respecto. En concreto, entre los aspectos sobre los que se ha investigado, específicamente referidos al ocio como experiencia y su significación, están las emociones que éste produce, el humor, la sensación de implicación, activación, relax, percepción del tiempo, ideas, creencias, autoconciencia, etc. Los métodos de estudio y aproximación han sido diversos. Historias de vida, roll playing, el popular Método de Muestreo de Experiencias desarrollado por Csikszentmihalyi y sus colaboradores y que posteriormente se ha aplicado unido a entrevistas semiestructuradas son algunos de los recursos más utilizados . Todos tienen en común la aproximación a la subjetividad del individuo, a las “lecturas” de lo que la persona experimenta como ocio y la significación que le confiere. Según recoge Mannell , estos trabajos permiten obtener una serie de rasgos definidores o atributos del ocio y una aproximación general a su significación para las personas, que se pueden estructurar en tres bloques. El primero incluye la concepción del ocio como experiencia asociada a la libertad y a la ausencia de obligación. El segundo atributo se referiría a la percepción del ocio como oportunidad potencial para el desarrollo personal y la autorrealización. El tercer bloque de atributos se refiere al ocio como experiencia asociada a sensaciones o sentimientos de diversión, placer, separación de la rutina, aventura, espontaneidad, . . . y también como una oportunidad para dejar volar la fantasía y la creatividad.  

Un aspecto importante, al que tal vez la investigación hasta el momento no ha atendido tan intensamente, es el referido al impacto que, sobre las experiencias de ocio de cada individuo, tienen variables psicosociales como podrían ser, en el caso de las personas mayores, la responsabilidad del cuidado de miembros de la familia, la dificultad para “desconectar” de estímulos o responsabilidades personales, el ajuste a la dependencia asociada a una enfermedad, etc. que dificultan el disfrute del ocio. El conocimiento y observación de las diferentes circunstancias que afectan la significación y calidad del ocio de la persona es especialmente necesario, no sólo para quienes se esfuerzan por mejorar su propio ocio, sino también para los agentes que desarrollan iniciativas de índole socioeducativa y cultural para la comunidad.

Un primer paso en la comprensión de estas circunstancias lo constituyen los trabajos desarrollados por Havighurst en 1957 y 1961 que han constituido un esfuerzo decisivo por identificar las diversas significaciones del ocio. Havighurst y su equipo no sólo se aventuraron sobre el porqué una persona elige un tipo de práctica de ocio u otra o si los parámetros de elección varían mucho de unos grupos a otros en función de determinadas variables sociales, sino que también ahondaron en la incidencia del ocio de la persona en relación con aspectos como la familia, el estilo de vida, su desarrollo psíquico, su salud, . . . Las escalas que desarrollaron Havighurst y su equipo a lo largo de complejos estudios revelaron tres factores que inciden en la orientación al ocio de las personas adultas: el relax, la integración social (social engagement) y la auto expresión (self-expression).  

En esta misma dirección Freysinger realizó un estudio con hombres y mujeres adultos con objeto de profundizar sobre la significación que se atribuía al ocio en esta fase vital. El trabajo aborda esta significación del ocio haciendo un esfuerzo especial por considerar la singularidad del hombre y la mujer adulta sin olvidar que se hallan en un momento concreto de un proceso más amplio de cambio permanente y considerando además el lugar que ocupan variables sociales, culturales e históricas en la construcción del significado que atribuyen al ocio. El hecho de incluir entrevistas en profundidad a los 60 hombres y mujeres que constituyen la muestra permite observar en los diferentes testimonios, la relación natural que existe entre su percepción sobre el ocio y estos factores. Esta relación se observa en los resultados del estudio. Según los hallazgos de Freysinger, el ocio es entendido por las personas adultas como un cambio, entendiendo por cambio separación, desconexión, variedad o diferencia. Cambio tanto en el terreno de la actividad como en el de las emociones o sentimientos, el entorno e incluso cambio con respecto a uno mismo. Es entendido además como algo que se elige libremente. El cambio unido a la libertad de elección favorece que se produzcan sensaciones de relax, diversión y rejuvenecimiento. Eso sí, esas sensaciones llegan a producirse sólo en la medida en que la persona es capaz de desvincularse de presiones y responsabilidades, de desconectar, tal y como especialmente pusieron de relieve un importante número de las mujeres entrevistadas .  

Como se puede observar, estas caracterizaciones del ocio coinciden fundamentalmente con las que sintetiza Mannell . No obstante, Freysinger resalta otros resultados de su investigación. El ocio, según deduce de ella, comporta también otras dos grandes significaciones que coinciden con los hallazgos de Havighurst : la de afiliación o encuentro, y la que ha dado en denominarse como autonomía o momento para uno mismo.


El ocio como momento para uno mismo
Además de oportunidad para el encuentro, el ocio también significa separación. Separación de las obligaciones cotidianas (que para la persona mayor pueden conllevar la vida familiar y comunitaria en forma de actividades concretas relacionadas con la atención a la pareja, el cuidado de los nietos, la atención a familiares enfermos, los posibles compromisos sociales, etc), para dirigirse hacia espacios de encuentro con uno mismo, espacios de reflexión, disfrute, aprendizaje, autoexpresión, creatividad, . . . . . soledad.  

El ocio es entendido en este sentido como un momento para uno mismo, como un espacio y un tiempo en el que existe la posibilidad de que afloren los propios deseos, inquietudes y forma de ser. Hablar de ocio para uno mismo no quiere decir necesariamente hablar de ocio en soledad (aunque esto sea una posibilidad) sino de aquel ocio que, sola o en compañía, permite a la persona liberarse de la esclavitud de la rutina y la obligación. Esta separación se consigue en muchas ocasiones en el encuentro con otros, a través del ocio compartido.


El ocio como encuentro
Hablar de ocio como afiliación es entenderlo como oportunidad de encuentro de uno mismo, con los otros, con la comunidad. Este encuentro se produce fundamentalmente en el ámbito familiar y en las relaciones que se producen con los amigos y conocidos y permite al ser humano, a su ser social, compartir el placer del amor, la amistad, el servicio, etc.

Según los estudios desarrollados por Csikszentmihalyi en torno a la calidad de las experiencias cotidianas, se puede afirmar que, en general, todas las personas, incluidas las personas mayores en general, puntúan más positivamente las experiencias y dicen sentirse más felices cuando se encuentran con amigos. En esta capacidad de disfrute del ocio y encuentro con los otros resulta decisivo el proceso de socialización del individuo. La socialización se produce en el marco de una realidad social y cultural que rodea a la persona a lo largo de su vida y, caracterizada por unos determinados valores, hábitos, expectativas, . . . . va a influir decisivamente en la elección de actividades de ocio de la persona y en su percepción de las mismas como intrínsecamente motivantes . Si partimos del hecho de que la socialización es un proceso que tiene lugar a lo largo de toda la vida y no sólo en la infancia, se entiende la importancia del encuentro con otros no sólo para el disfrute de un ocio compartido sino por la potencialidad de los otros en la proyección hacia nuevas formas de ocio.  

En definitiva, a la luz de este epígrafe se puede concluir que el ocio, lejos de ser algo secundario o intrascendente para la persona, es o puede llegar a ser una experiencia llena de significaciones. Significación diversa según el sentido que se atribuye al ocio y que varía según las circunstancias vitales que confluyen en un momento dado sobre el sujeto, pero que nos permite, al menos, concluir sobre la complejidad implícita al ocio.


Ocio y desarrollo personal
En relación con las ventajas que reporta el disfrute del ocio y desde una comprensión del desarrollo humano desde la perspectiva de ciclo vital (que refuerza la complejidad del ser humano y la multidimensionalidad e interrelación de elementos o aspectos vitales), parece elemental concluir que la vivencia del ocio va a incidir sobre otros aspectos del desarrollo a la vez que éstos lo hacen sobre el ocio.

Kleiber recoge esta doble interrelación entre ocio y crecimiento personal refiriéndose el ocio como experiencia generadora de desarrollo personal y como resultado de procesos de desarrollo. Según este autor es posible también afirmar que el ocio incide en el desarrollo personal por ser un mecanismo de ajuste ante situaciones vitales difíciles, tal y como se ha comentado en el apartado anterior.


El ocio como resultado de los procesos de desarrollo
El ocio es el resultado de los procesos de cambio y desarrollo que experimenta la persona en los diferentes momentos vitales. Surge a raíz de los acontecimientos y circunstancias que jalonan la vida del sujeto. Acontecimientos y circunstancias como la maternidad, el acceso a unos determinados estudios o la jubilación, que pueden implicar una serie de nuevos roles, posibilidades o limitaciones que pueden afectar el ocio del sujeto por lo que se refiere al tipo de actividad, tiempo disponible, recursos, significación, preferencias, etc.  

Además de dar lugar a posibles cambios, el ocio puede contribuir a que los diversos sucesos que se producen a lo largo de la vida de la persona tanto previsibles como imprevistos (jubilación, nido vacío, enfermedad, etc. ) sean más tolerables .


Los beneficios del ocio en la vejez

Según Driver, Brown y Peterson el beneficio que resulta de la práctica del ocio se refiere a un cambio que es visto como algo ventajoso; a la mejora de una situación o la consecución de logros a nivel personal, del grupo o sociedad. Cada vez son más numerosos los estudios que analizan el impacto de las prácticas de ocio sobre la calidad de vida de las personas mayores. Algunos de estos trabajos se refieren a las ventajas que la vivencia del ocio reporta a personas mayores que sufren alguna circunstancia o patología concreta como es el caso de la demencia y las enfermedades que cursan con dolor crónico, mientras que otros estudian el impacto de actividades específicas de ocio como pueden ser el voluntariado social o la práctica de actividad física y deportiva.

Como ya se ha avanzado, se puede afirmar que las actividades de ocio cobran una especial relevancia para el colectivo de personas mayores ya que, cuando la actividad inherente al trabajo o la maternidad (nido vacío) desaparecen o se reducen, queda mucho más tiempo libre y las actividades con las que éste se llena son las encargadas de proporcionar al sujeto nuevas referencias y significaciones. Según Kelly y Steinkamp algunas de las motivaciones para el ocio en la tercera edad, que ayudan a la persona a hacer frente a los cambios que se produce en esta fase de la vida son: la interacción social, la autoexpresión, la percepción de competencia, llenar el tiempo y evitar el aburrimiento.  

Pero además, el disfrute del ocio en la vejez está directamente relacionado con la percepción de felicidad, la implicación en los procesos vitales y el ajuste a las circunstancias vitales . En relación con este último aspecto Hutchinson, Loy, Kleiber y Dattilo se refieren en un reciente trabajo a la potencialidad del ocio como recurso para hacer frente a las situaciones derivadas de la vivencia de enfermedades crónicas. En concreto estos autores hallaron que el ocio permitía a personas con enfermedades crónicas una percepción de autocapacidad y expresión de la propia valía. El ocio se convierte así, según estos autores, en un contexto en el que las personas se aceptan por lo que son, trascendiendo su enfermedad o discapacidad. En relación con esta potencial función del ocio como recurso para el afrontamiento de situaciones estresantes deben ser resaltados los trabajos de Iwasaki y Mannell . Estos autores son los responsables del desarrollo de dos escalas que brindan a los estudiosos del tema nuevos recursos para la investigación; se trata de la Leisure Coping Belief Scale (que incluye dos dimensiones referidas a la autonomía en el ocio y las amistades de ocio), y la Leisure Coping Strategy Scale (que incluye tres dimensiones: leisure companionship, leisure palliative, leisure mood enhancement).  

Se ha estudiado también que las personas mayores que disfrutan con cierta continuidad de experiencias de ocio que revisten cierto grado de complejidad, son personas más alerta desde un punto de vista intelectual y más implicadas socialmente y con su entorno . Esta continuidad es uno de los atributos que conduce a Stebbins (2005) a hablar de un ocio serio y de un ocio basado en proyectos, que se caracterizan por requerir cierto esfuerzo y planificación (frente a un ocio casual, puntual y en absoluto organizado). Precisamente Dupuis y Smale hallaron evidencias que permiten asociar las prácticas de ocio en personas mayores (y especialmente aquellas que requieren un posicionamiento más activo por parte del sujeto) con un mayor bienestar psicológico y menores índices de depresión.  

El valor del ocio como medio para paliar los posibles efectos adversos de algunas patologías sigue siendo objeto de numerosos estudios. Son interesantes algunos hallazgos como los que obtuvieron Sveen, Thommessen, Bautz-Holter, Wyller y Laake con sujetos que habían sufrido un accidente cerebro vascular, dolencia que afecta a un importante número de ancianos. Los autores estudiaron el bienestar subjetivo de los componentes de una muestra de adultos mayores a través de una versión adaptada del cuestionario General de Salud (General Health Questionnaire GHQ) y su relación con el nivel de competencia mostrado para el desarrollo de actividades instrumentales de la vida diaria sirviéndose para esta última variable de la escala de Actividades de la Vida diaria Nottingham (Nottingham Extended ADL Scale). Esta herramienta permite la medición de actividades instrumentales relacionadas con la movilidad (caminar fuera de casa, subir escaleras, entrar y salir del coche, cruzar calles, etc), cocinar (hacerse la propia comida, llevar una bebida caliente de una habitación a otra, lavar, etc), la realización de otras tareas domésticas (manejar dinero, lavar prendas de ropa pequeñas, hacer compras, etc. ), y la realización de actividades de ocio (leer libros o periódicos, utilizar el teléfono, escribir cartas, salir con amigos, cuidar el jardín, etc. ). El análisis de datos permitió concluir que la realización de actividades instrumentales de ocio era el principal predictor de bienestar subjetivo y estaba relacionado con el grado de satisfacción general de los pacientes con su vida. Estos hallazgos confirmaban las conclusiones obtenidas por Clarke et al. que enfatizaban la importancia de que los pacientes que sobreviven a un accidente cerebro vascular pudieran volver a realizar las actividades que más valoraban en su hogar o en la comunidad.  

Otro aspecto que últimamente está recibiendo gran atención por parte de los investigadores en el ámbito de la gerontología, y relacionado con el ocio, es el de la reserva cognitiva. La reserva cognitiva es la habilidad del cerebro para tolerar mejor los efectos de la demencia, y puede ser producto de la habilidad innata del sujeto o del impacto de las experiencias vividas como pueden ser la educación recibida, el trabajo desarrollado o las prácticas de ocio. De manera general, se entiende la reserva cognitiva como el efecto protector que ejercen esas experiencias vividas por el sujeto, y su efecto se está estudiando no sólo en el caso de la demencia tipo Alzheimer sino también en la demencia vascular, la enfermedad de Parkinson, el alcoholismo, el SIDA e incluso el deterioro cognitivo vinculado al envejecimiento normal .  

Por lo que se refiere al ocio, son numerosos los estudios que hallan relaciones significativas entre el uso del tiempo libre y la incidencia de demencia, coincidiendo en que el ocio cumple una función protectora frente a ésta . En concreto Scarmeas, Levy, Tang, Manly y Stern , hallaron que la implicación en actividades de ocio reducía en cierta medida el riesgo de incidencia de demencia incluso en sujetos en los que se daban otros problemas de salud, cerebrovasculares o depresión.  

Algunas investigaciones se han centrado en estudiar las características de las actividades de ocio y su relación con un mayor o menor efecto protector frente a la demencia. Aunque la mayor parte de estos trabajos evidencian que las actividades de ocio que implican un mayor desafío cognitivo al sujeto son las que parecen estar relacionadas con una mayor reserva cognitiva con la que afrontar los síntomas de la enfermedad, también se ha hallado que son positivas las actividades de tipo físico o social . En este sentido Fritsch, Smyth, Debanne, Petot y Friedland también hallaron que, aunque las actividades que implicaban intercambio de ideas o encuentro con otros eran positivas en la conformación de una reserva cognitiva, son las actividades que implican una actividad cognitiva de búsqueda de nuevos estímulos las que estaban significativamente asociadas a una menor incidencia de Alzheimer. En relación con este hallazgo, también existen evidencias que relacionan una práctica de ocio sedentaria y popular entre los mayores, como es ver la televisión, con un mayor riesgo de desarrollo de esta patología.

Ocio terapéutico: pautas para el desarrollo de la intervención

Los efectos beneficiosos del ocio sobre el desarrollo personal, la prevención de patologías y, llegado el caso, la mejora de la calidad de vida, en caso de enfermedad, justifican nuestra preocupación porque las personas mayores lleguen a desarrollar los recursos necesarios para disfrutar de experiencias de ocio variadas y saludables.

Esto parece ser posible tanto en sujetos sanos como en aquellos que padecen alguna dolencia, en cuyo caso será necesaria la puesta en práctica de un programa de ocio terapéutico. La National Therapeutic Recreation Journal de Estados Unidos y su revista Therapeutic Recreation Journal son el foro en el que desde hace décadas diversos autores han estudiado y debatido este tema. A continuación se presenta uno de los primeros modelos de intervención desarrollados, el de Peterson y Gunn . Desde su creación se han elaborado nuevos modelos y, a pesar de que no parece existir un consenso generalizado sobre la intervención en este ámbito, son una buena fuente de información sobre el tema para aquellos profesionales interesados por los efectos beneficiosos del disfrute del ocio y su potencial efectos rehabilitador.


El modelo de ocio terapéutico de Peterson y Gunn (1984)
El modelo desarrollado por Peterson y Gunn es uno de los modelos de ocio terapéutico más populares y utilizados desde su definición en 1984. Conocido como “Modelo de habilidad de ocio” supuso para los profesionales de la época una clara orientación hacia un modelo de servicios más centrado en el “ocio” que en lo “médico” o “terapéutico”. Según sus autores el modelo de habilidad de ocio fue elaborado desde la convicción de que el resultado final del proceso de ocio terapéutico debía ser una mejora en el funcionamiento independiente y satisfactorio del ocio de los pacientes o, lo que es lo mismo, en su “estilo de vida de ocio” . Este funcionamiento independiente y satisfactorio implicará que la persona posee las suficientes destrezas, conocimiento y actitudes para participar con éxito de las experiencias de ocio que forman parte de su vida cotidiana.

Peterson y Gunn entienden que su modelo de intervención es necesario por dos razones fundamentales. La primera es que todas las personas necesitan, desean y se merecen disfrutar del ocio. La segunda es que muchas personas experimentan obstáculos que dificultan la vivencia del ocio, siendo estas barreras más frecuentes, severas y duraderas en las personas que padecen alguna discapacidad o enfermedad. Precisamente estas mayores dificultades que viven las personas enfermas o con discapacidades son las que justifican la existencia de especialistas en ocio terapéutico que les ayuden a eliminar, reducir o compensar las barreras que dificultan su disfrute del ocio.

Los tres ejes de la intervención desde este modelo son los siguientes: la provisión de servicios de tratamiento, la educación para el ocio y la participación en ocio.

La provisión de servicios de tratamiento se basa en los déficits del paciente por lo que se refiere a cuatro áreas de funcionamiento relacionadas con el ocio: el área física, el área mental, el área emocional y afectiva y el área social . El objetivo de esta provisión de servicios de tratamiento es ayudar a la persona a mejorar las limitaciones funcionales que, a modo de barreras, están reduciendo su capacidad para aprender y participar. En esta etapa el sujeto suele mostrar una conducta limitada, dependiente y extrínsecamente reforzada y la intervención debe ser controlada por el especialista.

Los servicios de educación del ocio persiguen que el sujeto adquiera actitudes favorables hacia el ocio en general o prácticas específicas, y también que adquiera conocimientos y destrezas sin las cuales no es posible la implicación en prácticas de ocio. En esta fase de adquisición de destrezas, la conducta del sujeto ha avanzado hacia cierto nivel de independencia, autorregulación y motivación intrínseca y la intervención es una responsabilidad compartida entre especialista y cliente. Stumbo y Peterson indican que la educación del ocio consta de cuatro elementos: 

(a) La toma de conciencia respecto al ocio, que se refiere a la apreciación cognitiva del ocio y supone, entre otras cosas, que el sujeto adquiera ciertos conocimientos sobre el ocio, conciencia personal con relación al ocio, actitudes ante el ocio y destrezas relacionadas con la toma de decisiones sobre su ocio.  

(b) El desarrollo de destrezas de interacción social, que incluyen las destrezas de interacción dual, en grupo pequeño y gran grupo.

(c) aprendizaje de destrezas para el ocio, lo que supone el aprendizaje de habilidades concretas necesarias para diferentes actividades. Es interesante que el sujeto aprenda destrezas variadas que amplíen su campo de elección.

(d) Conocimiento sobre recursos de ocio personales, familiares y del hogar, comunitarios, estatales y nacionales.

La participación en ocio, el último eje de la intervención, es la fase más evolucionada del proceso terapéutico y aquella en la que el sujeto tiene mayores recursos de autonomía y elección. La conducta es completamente autorregulada e intrínsecamente motivada. Básicamente es la etapa en la que el paciente pone en práctica las nuevas destrezas adquiridas.

Peterson y Gunn ofrecen en su obra muchos ejemplos sobre posibles aplicaciones de su programa de habilidad de ocio. Puede servirnos para ilustrarlo uno de ellos referido a personas que acuden a la consulta médica porque sufren depresión, por ser una patología con gran incidencia en la población mayor. El especialista, partiendo de las características de una persona con depresión diseñará y pondrá en marcha un programa de ocio terapéutico que ayude a los pacientes a desarrollar intereses de ocio satisfactorios. El programa puede incluir el entrenamiento de la capacidad de tomar decisiones y la puesta en marcha de un programa de actividad física que permita trabajar la pérdida de energía y la percepción de fatiga habituales en la depresión. Los programas de educación del ocio pueden centrarse en varios aspectos como son la identificación por parte del sujeto de las barreras que le impiden disfrutar del ocio, aprender nuevas habilidades sociales como la iniciación de contactos o la asertividad, aprender habilidades para realizar actividades de ocio que incluyan movimiento físico, etc. Por supuesto, dado que el programa persigue como objetivo principal que cada persona, con su singularidad, sea competente para acceder a experiencias de ocio, los programas deben adaptarse a la particularidad de cada persona.

Resulta interesante, de cara a proporcionar pautas para la intervención, una breve reflexión sobre algunos de los conceptos que subyacen al desarrollo de este modelo de intervención propuesto por Peterson y Gunn , que recogen Stumbo y Peterson , como son el de indefensión aprendida (frente a competencia o autodeterminación), motivación intrínseca y locus de control interno.

Seligman se refirió al concepto de indefensión aprendida para describir la percepción del sujeto de que los acontecimientos que suceden o pueden suceder en su vida, escapan a su control, con lo que deja de intentar producir cambios en su vida. Cuando la persona mayor recibe de manera repetida el mensaje de que es demasiado mayor para hace ciertas cosas o que debe participar en una actividad “de cierta manera” dejará de querer realizar dicha actividad al constatar que las normas sobre su comportamiento le vienen “impuestas” por otros, no por él mismo. Por ello la indefensión aprendida se convierte en una barrera a la libre participación y disfrute del ocio eliminando en la persona la sensación de competencia y autodeterminación . Las consecuencias de esta percepción en el ocio son dramáticas por cuanto, según afirma Iso-Ahola la indefensión aprendida puede generalizarse de un aspecto concreto a un sentimiento generalizado de incompetencia y de ausencia de control sobre la propia vida. La función del terapeuta incluye por supuesto, modificar estas percepciones en la dirección de que el sujeto aumente el sentido de causación personal y percepción de control, de sentido de elección y alternativas personales, favoreciendo una mayor motivación intrínseca y logrando la vivencia de “experiencias óptimas” .  

Como indican Stumbo y Peterson todas las personas están intrínsecamente motivadas para aquellas conductas que les permiten experimentar una sensación de competencia y autodeterminación. Este concepto está directamente relacionado con el de locus de control. Cuando la persona posee un locus de control interno tiende a pensar que ella es responsable de sus decisiones y de las consecuencias de la misma, incluido lo referente a sus comportamientos de ocio. Es importante que el sujeto posea un locus de control interno para sentirse responsable de las propias conductas y motivado para seguir buscando opciones motivadoras que le reporten un feed-back de competencia.


Algunos hallazgos sobre las aplicaciones terapéuticas del ocio 
Más allá de su potencialidad para prevenir situaciones no deseadas sobre la salud y el bienestar en general, el ocio puede cumplir una función terapéutica o rehabilitadora que contribuya a mejorar la calidad de vida de la persona cuando se produce una ausencia de las condiciones deseables de salud física y psíquica. Entendemos el “ocio terapéutico” como un proceso en el que se utilizan las experiencias de ocio para producir un cambio en la conducta de aquellos individuos con problemas o necesidades especiales .  

Esta función terapéutica del ocio ha sido puesta de relieve por numerosos estudios a lo largo de las dos últimas décadas y en la actualidad siguen desarrollándose investigaciones que intentan aportar nuevos elementos clarificadores. Muchos de estos trabajos se centran en las rehabilitación de los trastornos que sufre con mayor frecuencia el colectivo de personas ancianas, entre los cuales se hallan los accidentes cerebrovasculares de diferente gravedad. Estos trastornos constituyen una de las fuentes más importantes de discapacidad en las personas mayores de 65 años y afectan de manera considerable la calidad de vida de los pacientes que sobreviven dado que todos los ámbitos de desarrollo de la persona (familia, ocio, actividades de la vida diaria) se ven afectados.  

Tal y como se señalaba en el primer punto de este escrito, Katz ponía en evidencia que disfrutar de experiencias de ocio en la vejez contribuye a aumentar la percepción de felicidad del sujeto y favorece además, el ajuste a circunstancias vitales estresantes como es la vivencia de una repentina limitación de la propia autonomía y la discapacidad más o menos severa. Por este motivo, el ocio es una variable estudiada en numerosos trabajos. Uno de ellos, al que nos hemos referido anteriormente, es el realizado por Sveen, Thommessen, Baltus-Holter, Wyller y Laake , para quienes, a la luz de los resultados obtenidos en su investigación, el ocio debería ser considerado como un elemento fundamental de los programas de intervención dirigidos a pacientes que han sufrido un accidente cerebro vascular. Estos autores coinciden con Parker, Gladman y Drummond , quienes proponen que, dado que esta patología genera secuelas en ámbitos tan especialmente asociados a la percepción de satisfacción vital como son el mantenimiento de relaciones sociales y las prácticas de ocio, es necesario poner en marcha programas de rehabilitación que se sirvan del ocio e incluyan entre sus objetivos principales, ayudar al sujeto a encontrar vías para su disfrute. En este sentido Nour, Desrosiers, Gauthier y Carbonneau insisten en la necesidad de que se desarrollen programas de educación para el ocio que sirvan de guía al anciano para el desarrollo de ciertas habilidad y actitudes hacia el ocio. Estos autores sugieren que se deben poner en marcha programas educativos de ocio adaptados a la persona que ha sufrido un accidente cerebrovascular en su propio hogar. Se basan en los resultados de un estudio de Drummond y Walker sobre la eficacia de este tipo de programas. En concreto, los sujetos de la muestra utilizada en esta investigación fueron asignados aleatoriamente a tres grupos: un primer grupo experimental que participó en un programa de educación para el ocio; un segundo grupo experimental que fue destinatario de un programa de terapia ocupacional convencional (centrada en la práctica de actividades de vida diaria); y un tercer grupo que no fue objeto de ningún programa de rehabilitación. Los resultados mostraron que los sujetos que habían sido destinatarios del programa de educación para el ocio se percibían a si mismos significativamente más móviles y activos en relación con su ocio y con más energía que los sujetos de los otros dos grupos. Sin embargo el nivel de depresión de los sujetos de este grupo experimental no era estadísticamente diferente del de los otros grupos.  

Otro de los usos habituales del ocio con finalidad terapéutica es el relacionado con el afrontamiento del dolor. El dolor es una experiencia subjetiva que si no se trata puede contribuir a que se desarrollen problemáticas asociadas como la depresión, el aumento de peso, las alteraciones del sueño, una disminución de la socialización y una reducción de la movilidad de la persona . El dolor es un problema clínico entre las personas mayores que, por sus características, puede resultar complejo de diagnosticar y tratar. Una de las primeras y más elementales funciones que puede cumplir la práctica de una actividad de ocio en estas personas es la distracción. Cuando el sujeto se involucra en una actividad placentera, entretenida, su dolor, aunque siga siendo evidente para ella, no es el foco principal de atención . Horgas alude a una investigación en la que se comparan los efectos del uso alternativo de terapias farmacológicas y no farmacológicas en el tratamiento del dolor de personas mayores con demencia. En dicho estudio se concluye que los síntomas dolorosos mejoraron en un 83. 5% de los sujetos que recibieron medicación analgésica y en un 37% de aquellos que fueron destinatarios de una terapia alternativa de tipo físico y/o cognitivo-comportamental (capaz de modificar las percepciones de la persona y ofrecerle pautas de afrontamiento individual). A pesar de lo revelador de estos datos, parecen seguir siendo necesarios más estudios al respecto .

En lo que si parece existir cierto consenso es en la importancia de que las actividades de ocio que persiguen un fin terapéutico en los ancianos con dolor crónico deben ser actividades significativas para el sujeto, que distraigan su atención, que le ofrezcan apoyo social y que refuercen su percepción de autoeficacia .  

Otra de las aplicaciones terapéuticas del ocio en personas con demencia está relacionada con los posibles comportamientos de deambular, gritar o agredir físicamente. En relación con este aspecto, la investigación de Kolanowski, Buettner, Costa y Litaker analizó la eficacia de las actividades de ocio terapéutico en conseguir minimizar dichas conductas disruptivas. A pesar de las limitaciones del estudio, derivadas fundamentalmente de la reducida muestra utilizada en el mismo, los autores introducen una consideración importante que puede ofrecer un criterio para la elección de las actividades de ocio. El criterio es el siguiente: las actividades deben ajustarse al sujeto en un doble sentido, el nivel de habilidad requerido para su realización y los intereses y personalidad del sujeto. Sólo así se conseguirá una continuidad en la actividad que permita la consecución de los objetivos perseguidos.


Referencias

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