El tema de neurosis de guerra y neurosis sin paz, se formula a partir de una serie de reflexiones sobre los problemas sociales actuales como lo son el egocentrismo cada vez mayor de los individuos y la violencia entre individuos y entre grupos.
Estos problemas se han ido perfilando y agravando en el siglo veinte y nuestra incapacidad de encontrarles solución podría concebirse como resultado de nuestra incapacidad psicológica y sociológica de dar un significado convincente a los límites de la normalidad, diferenciándola de lo que consideramos una conducta patológica o destructiva tanto a nivel individual como colectivo. No poder o no querer definir los límites entre lo normal, lo aceptable y lo patológico, lo que no es de recibo, conlleva la imposibilidad de definir los límites entre lo individual y lo social en el trato interpersonal.
Neurosis de guerra y neurosis sin paz.
Campos, Hanne
Nací en Munich y he residido en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Los últimos casi cuarenta años vivo y trabajo fundamentalmente en Barcelona. Soy psicóloga y tengo formación en psicoanálisis y grupoanálisis, y como maestra y enfermera psiquiátrica. Soy miembro fundador de varios grupos profesionales, entre éstos de Grup d’Anàlisi Barcelona. He colaborado como didacta y supervisora en programas de formación en grupoanálisis en España y Alemania. He ido publicando en varios idiomas. Mi tema es la salud de las personas y de sus grupos. Los últimos veinticinco años he intentado abrir espacios reales y virtuales de diálogo en asociaciones profesionales de las que soy miembro, promoviendo proyectos de reflexión grupal y de autocuestionamiento que aspiran a un feedback constante y mutuo entre una praxis y las correspondientes elaboraciones teóricas. Durante más de cinco años y con la colaboración de otros colegas llevamos una investigación transdisciplinar en el Departamento de sociología de la Universidad de Barcelona sobre “El grupo como espacio social de salud” que es la basis de mi tesis doctoral que espero que algún día no muy lejano tendré ocasión de defender (¡hasta en la academia, por lo visto, priva la guerra!)
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El tema de neurosis de guerra y neurosis sin paz, se formula a partir de una serie de reflexiones sobre los problemas sociales actuales como lo son el egocentrismo cada vez mayor de los individuos y la violencia entre individuos y entre grupos. Estos problemas se han ido perfilando y agravando en el siglo veinte y nuestra incapacidad de encontrarles solución podría concebirse como resultado de nuestra incapacidad psicológica y sociológica de dar un significado convincente a los límites de la normalidad, diferenciándola de lo que consideramos una conducta patológica o destructiva tanto a nivel individual como colectivo. No poder o no querer definir los límites entre lo normal, lo aceptable y lo patológico, lo que no es de recibo, conlleva la imposibilidad de definir los límites entre lo individual y lo social en el trato interpersonal.
Es mi hipótesis que la definición de estos límites no puede pasar exclusivamente por una comprensión intelectual o una elaboración teórica, en última instancia siempre productos de un individuo. Más bien se trata de límites que se definen en el espacio grupal de unas personas determinadas, en un momento histórico determinado en relación a unos objetivos individuales y colectivos específicos, tal como son formulados por los miembros del grupo en cuestión. La tendencia, en el mundo occidental, ha sido creer en la omnipotencia de las ideas y, en consecuencia, creer que las teorías resulten a tal punto convincentes que los cambios se producirían inevitablemente. Durante la primera mitad del siglo veinte se pone en evidencia que las ideas, por muy convincentes que sean, no son suficientes para cambiar nuestro funcionamiento social. Ni la teoría de Marx, ni la de Freud, ni las de sus antecesores o seguidores nos aseguran poder traducirlas en realidades. Es el final de una etapa que nos enfrenta con los límites del individuo humano. O encontramos un sentido de vida como especie o nos destruimos como individuos, esto sí, dueños de nuestra individualidad.
La Primera Guerra Mundial —1914-1918— pone en crisis de manera innegable este individuo humano occidental, en su vertiente megalománica de Völkerindividuen, de pueblo-individuos como Freud les llama, y de globalización del conflicto —no hay nada como una esfera para imaginarizar la completud. Desde el pensamiento individualista del psicoanálisis, durante y después de esta guerra y la que sigue en 1939, se da el nombre de "neurosis de guerra" a un conjunto de síntomas que se manifiestan en un número elevado de soldados cuyas experiencias en el frente les enferma.
Un Symposium sobre el tema, durante el V Congreso Psico-Analítico Internacional en Budapest en septiembre de 1918, cuenta con contribuciones de Ferenczi, Abraham y Simmel. Estos trabajos se publican en 1921 con una introducción de Freud, incluyendo una contribución de Ernest Jones del abril de 1918. La interpretación de un síntoma y un sufrimiento que se manifiestan a nivel colectivo es radicalmente individualista. Tampoco se toma en cuenta que el conflicto se produce a partir de un discurso indiscutible, el militar, impuesto a un número de individuos desde una posición de autoridad igualmente indiscutible que se legitimiza por 'la letra escrita', fijando la posición de las personas implicadas y anulando cualquier posibilidad de intervención subjetiva o interpersonal. A una interdicción internalizada "no debes matar", asumido en su tiempo a través de una identificación con determinadas personas amadas, se opone un mandato externo "mata", en función de un ideal abstracto no accesible al cambio a través del diálogo entre las personas.
Naturalmente, se reactivan los conflictos de las identificaciones primarias y estructuras narcisísticas en cada soldado y, a veces, éste opta antes por ser considerado loco que identificarse con los ideales de una autoridad inhumana, loca. En efecto, estaría por ver quién es el loco en esta situación. En relación a esta situación de conflicto la novela post-Segunda Guerra Mundial de Joseph Heller Catch 22 resulta de lectura obligada.
Durante la Segunda Guerra Mundial el discurso psicoanalítico, por un lado, situó el síntoma del conflicto en el individuo y, por otro, por circunstancias diversas influyó en la manera de pensar de los psiquiatras y médicos militares primero y los civiles después, para que se planteara el problema de los ‘neuróticos de guerra’ en el espacio ‘social’ del grupo.
Efectivamente, en la situación grupal, los profesionales responsables, más allá de la ‘neurosis de guerra’, objetivo explícito de su intervención, se encontraron con todos los otros problemas de la convivencia humana, y los resultados de sus investigaciones grupales, inter alia, resultaron también útiles para reintegrar a los soldados a una sociedad industrial una vez acabada guerra. Pensando en todo el vasto movimiento de comunidades terapéuticas y de terapia de grupo que se desarrolló a partir de la Segunda Guerra Mundial, siempre pienso también que el peligro de que los ‘neuróticos de guerra’ se juntaran para declarar públicamente que la guerra es una locura colectiva debe haber sido muy grande y debe haber amenazado los intereses de muchísima gente. Si no fuera así, ¿por qué un par o tres de generaciones de profesionales —médicos, psiquiatras, psicólogos, sociólogos, asistentes sociales y otros— se dedicarían a terapeutizar problemas que acontecen en un u otro momento de la vida de la mayoría de las personas? Más no s hubiera valido enfocarlos como problemas de convivencia.
No puedo menos que insistir que algún día deberíamos hacer una lectura a fondo de la literatura producida sobre el tema de la neurosis de guerra no solamente en Inglaterra sino también en
España y el resto de Europa.
La cuestión de la psicopatología y la normalidad psicológica implica, como mínimo, dos problemas. El primero es, que no acaba con los 'neuróticos de guerra'. Detrás de éstos vienen las personas con trastornos psicóticos, las que delinquen, las adictas a las drogas y muchas otras a las cuales no sabemos dar o nos negamos a dar una respuesta como especie, reconociendo y asumiendo la parte que toca a cada. El segundo problema es la cuestión de lo patológico y lo normal. La idea de esta dicotomía nos viene de la medicina biológica. La clasificación psicopatológica utilizada por psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas tiene la característica de no tener un límite claro entre lo normal y lo patológico.
La normalidad de la conducta del individuo se decide a veces en función del trastorno que le causa al individuo o a su entorno, a veces en función de la intensidad del síntoma o del contexto en el que se manifiesta. Existe, además, una segunda parte a esta problemática de la normalidad.
Hasta el momento, no nos hemos puesto de acuerdo sobre los referentes de salud psicológica y social en el funcionamiento de los colectivos y grupos sociales.
Aquí tienen su lugar las famosas preguntas de Freud: ¿Cuál es la norma para un neurótico en una sociedad neurótica? o ¿cuáles serían los parámetros y quién tendrá la autoridad para recomendarle una terapia a un grupo que funciona neuróticamente?
El problema que se plantea es complejo. Primero, para pasar de lo patológico a lo normal es imprescindible pasar de lo individual a lo grupal. Lo que se considere una conducta patológica, tanto en lo individual como en lo grupal o social, pasa necesariamente por una asunción colectiva. Por otra parte, no es posible pasar de lo individual a lo social por analogía, es decir utilizando los referentes de la psicopatología individual y transferirlos sin más al ámbito social.
Se trataría de un reduccionismo que, por desgracia, se comete a menudo. Para el paso de lo individual a lo social hacen falta referentes multidisciplinares. Por ejemplo, si relacionáramos los referentes de sujeto y objeto conceptualizados por la lingüística y la filosofía, los referentes de consciente e inconsciente surgidos de la teoría psicoanalítica y los referentes del grupo familiar madre-padre-hijo estudiados por la sociología y la antropología, podríamos entender cómo una determinada coyuntura de estos elementos en el desarrollo de una persona y en cada situación particular le llevará a adoptar una posición mayoritariamente psicótica, neurótica o perversa —o una combinación de éstas.
Será la manera de insertarse en un mundo simbólico y utilizar el lenguaje que determina el estilo particular de cada persona en la relación interpersonal, una de cuyas variantes es la relación sexual aunque no la única ni tampoco siempre la más importante. Comento esto porque siendo el posicionamiento de la persona en la relación sexual a veces la más evidente, ésta tiende a conllevar en ocasiones a un enjuiciamiento de las personas en cuestión. Creo que es importante recordar que, como se trata de una relación entre personas concretas, en general cabe la posibilidad de que uno acepte o no la posición que se le asigne y que uno se desplazca o se sustraiga a la relación.
Sin embargo, me parece mucho más importante tener presente que toda la vida social y cultural de los seres humanos proviene de una sublimación de impulsos, sobre todo de impulsos sexuales. Todas las creaciones socioculturales y relaciones interpersonales llevan la marca de los impulsos de los que proceden. En el funcionamiento social e institucional, donde las relaciones tienden a ser más impersonales o facilmente se despersonalizan, el no tomar en cuenta el estilo de cada cual puede llevar y de hecho a menudo lleva de manera más o menos inconsciente a manipulaciones de unos por otros. Cada posicionamiento produce, inevitablemente, efectos constructivos y efectos destructivos —de pérdida, de separación, de violación, de anulación, inter alia— para el individuo y para sus grupos de convivencia. Decidir cuál es el funcionamiento más constructivo en función de un fin determinado y cómo manejar los efectos destructivos, por el hecho de invariablemente implicar a varias personas, debería ser una decisión colectiva. El hecho de que cualquier posición subjetiva conlleve efectos destructivos, hace que tanto la solución neurótica como la psicótica o perversa significan, en última instancia, un funcionamiento sin paz o, al menos, una paz por la que hay que luchar una y otra vez y conjuntamente.
Junto a la dificultad de articular lo individual con lo social y diferenciar lo patológico de lo normal, durante la primera mitad del siglo veinte, tomamos conciencia de que existía una dificultad aún mayor en el abordaje de los problemas imperantes que es, cómo pasar de la teoría a la práctica.
1923-1933, los diez años de vida del Institut für Sozialforschung de Frankfurt, mejor conocido por la escuela de Frankfurt, significativamente enmarcan el período de un desesperado intento de aunar las ideas con la realidad en función de mejorar la convivencia y de evitar la guerra y los enfrentamientos violentos cada vez más frecuentes entre diferentes grupos sociales. El principio de la crisis psicológica y social definitiva del antiguo mundo lo marca la gran depresión de 1929, el final la subida de Hitler al poder en 1933, es decir el triunfo del nazismo, amalgama por excelencia de narcisismo individual y colectivo. En retrospectiva, parece que durante este período los intelectuales de las ciencias humanas emplearon todos los medios a su alcance para comprender los fenómenos de represión y alienación que abocaban a la sociedad a una cada vez mayor destructividad. En relación al presente tema cabe destacar que, fundamentalmente, en aquel momento histórico se cristalizaron tres intentos de entender la globalidad de la experiencia humana en la búsqueda de respuestas a los acuciantes problemas de la época: la Izquierda Freudiana, el Institut für Sozialforschung de Frankfurt (Instituto de Investigación Social) y el Psychoanalytische Institut de Frankfurt.
1. Izquierda Freudiana es el nombre que se dio a posteriori a intelectuales freudianos y marxistas que en aquellos años hicieron una serie de propuestas políticas e investigaciones sociales basadas en una o ambas de estas teorías.
Se cuentan entre sus filas personalidades tan diferentes como podrían serlo Wilhelm Reich, Geza Roheim y Herbert Marcus, éste último a su vez miembro tardío de la escuela de Frankfurt.
De estos tres autores tratados en profundidad por Robinson, por mucho que se esforzaran en articular las ideas freudianas con las marxistas o, en el caso de Roheim, con las ideas sociales surgidas de la antropología, ninguno logró salirse de un pensamiento centrado en el individuo. Lo social implícito en sus aportaciones no deja de ser un efecto de lo que le sucede al individuo y no un fenómeno que requiere unos marcos de referencia propios para ser pensado y entendido. Asimismo, en cuanto a la pulsión de muerte o de destrucción, los tres se mantienen en un tipo de hipótesis que relaciona a ésta con la represión de las pulsiones sexuales, es decir su frustración, y los antecedentes pre-edípicos de éstos. Reich preconiza la eliminación completa de la represión sexual como fin de toda terapia, argumentando que la sublimación necesaria para la cultura provenía de las pulsiones pregenitales y no de las genitales. Marcuse, de su parte, adopta la concepción hidráulica o económica de la energía psíquica, argumentando una interacción cuantitativa entre las energías libidinales y destructivas en la evolución de la civilización, afirmando que solamente el amor puede frenar la hostilidad de los hombres hacia sus semejantes. A pesar de los nuevos términos como plus-represión (restricciones cuantitativas sobre la sexualidad que resultan de la dominación política y económica); principio de ejecución (performance, que implica no solo una represión innecesaria de la sexualidad per se, sino la de los impulsos secundarios o parciales); resexualización del cuerpo; y desublimación represiva (la que ha puesto la sexualidad al servicio del orden establecido), las propuestas de Marcuse en cuanto a la represión y la cuestión de la pulsión de muerte resultan teóricamente inconclusas.
La teoría ontogenética de la cultura formulada por Roheim, tal como apunta Robinson, implica un desplazamiento en el acento, de la historia de la especie a la del individuo. Influenciado en grado máximo por la teoría psicoanalítica, el autor llega a afirmar de que las diferencias culturales son producto de traumas infantiles del individuo. En cada cultura el niño experimenta una crisis característica. Dicha crisis produce la estructura de la personalidad adulta característica de la cultura y las instituciones económicas, políticas y religiosas de la sociedad que se basan, a su vez, en esa estructura de la personalidad. Interesante es la hipótesis de Roheim de que el asesinato primitivo señala el final de la periodicidad sexual del hombre. El primer acto de represión condujo a una internalización de la distinción entre celo (período dedicado a la libido) y anulación del celo (período dedicado al yo). De hecho Roheim postula que la civilización se origina en el complejo de Edipo, se alimenta de él y se desarrolla a partir de las emociones ambivalentes características del ordenamiento familiar dictado por la prolongada infancia del hombre. La civilización, afirmaba, es represión y es una neurosis y las neurosis individuales son ‘una supercultura, una exageración de lo que es específicamente humano’. La función del psicoanálisis, según Roheim, es diagnosticar esa neurosis. Admitía, eso sí, el pesimismo de Freud en cuanto a las posibilidades de la terapia cultural. Como último punto de estos comentarios que, desgraciadamente, no pueden hacer justicia al pensamiento de este antropólogo ilustre, cabe añadir que en el fondo de sus elaboraciones está la convicción de que lo primitivo es lo sano.
2. El Institut für Sozialforschung, mejor conocido como escuela de Frankfurt, fue en palabras de Jay , el que dio el ‘paso atrevido y poco convencional de introducir el psicoanálisis en su teoría Crítica’. Ya en el momento de su inauguración y como afiliado de la Universidad de Frankfurt en 1923, el Instituto anunció el plan de enriquecer su perspectiva teórica con investigaciones empíricas, plan que dio sus frutos en los Estudios sobre Autoridad y Familia.
La relación entre teoría y práctica sería lo que mejor resume la preocupación central de la escuela de Frankfurt. La base teórica elaborada por la escuela es la denominada teoría Crítica. En resumen, la crítica se dirige, en primer lugar, al individualismo que había ido demasiado lejos en su énfasis sobre la subjetividad y la interioridad, minimizando la importancia de la acción en el mundo histórico. En segundo lugar, se dirige al idealismo heredado de la filosofía de siglos anteriores, defendiendo frente a él la importancia de la ‘mediación’ (Vermittlung) para una teoría correcta de la sociedad y una interacción constante de lo particular y lo universal, el método dialéctico en última instancia. En tercer lugar, la crítica se dirige —valga la redundancia— a la exagerada crítica del racionalismo burgués que al final parece estar rechazando la razón en sí misma. La teoría Crítica reinstaura la razón como un ‘tribunal crítico’ sobre el cual asentaba sus bases. En palabras de Jay, “la irracionalidad de la sociedad actual era constantemente desafiada por la posibilidad ‘negativa’ de una alternativa verdaderamente racional. "
Aunque aquí no tenemos la oportunidad de entrar en los supuestos y desarrollos filosóficos de la escuela de Frankfurt, recomiendo encarecidamente la lectura de "Los límites de la razón" de Javier Hernández-Pacheco que trata de manera sucinta y profunda esta transformación del ideal de racionalidad tal como se refleja en la obra de Horkheimer, Adorno y otros.
Lo que aquí más nos interesa son las dos cuestiones centrales de la investigación empírica de la Escuela: Estudios sobre la Autoridad y la Familia.
Según Horkheimer, la familia en crisis produce las actitudes que predisponen a los hombres a una sumisión ciega.
Autoridad y Familia, en su opinión, merecen un serio estudio a causa del rol fundamental de la familia al mediar entre la subestructura material y la superestructura ideológica. Es importante recordar el fondo ideológico de la escuela sobre el particular. Para Hegel, la familia había sido la institución ética central sobre la cual se basaba, en última instancia, la comunidad. La realidad de la familia burguesa, argüía Marx, consistía en su naturaleza de mercancía; la de la familia proletaria en su disolución a través de la explotación exterior. El enfoque del propio Instituto, según Jay, oscilaba entre estas dos perspectivas, aunque tendía cada vez más hacia el pesimismo de Marx.
Para poder captar la importancia del tema es necesario referirnos primero a las investigaciones precursores de aquellos Estudios:
"Mucho antes de la emigración forzada (en 1933), (el Instituto) ya había volcado su atención sobre los problemas de la autoridad. La teoría Crítica se desarrolló parcialmente como respuesta al fracaso del marxismo tradicional para explicar la renuencia del proletariado a desempeñar su rol histórico. Una de las razones primarias del temprano interés de Horkheimer por el psicoanálisis había consistido en la ayuda que éste podría brindar para explicar el 'cemento' psicológico de la sociedad. Por consiguiente, cuando tomó las riendas del Instituto en 1930, una de las primeras tareas que anunció fue un estudio empírico de la mentalidad de los trabajadores en la República de Weimar. "
"Aunque en realidad nunca fuera concluido satisfactoriamente, éste fue el primer esfuerzo real para aplicar la teoría Crítica a un problema concreto, empíricamente verificable. Erich Fromm fue el director del proyecto. . . (en años posteriores otros colaboraron para completar el estudio). . . Se distribuyeron aproximadamente tres mil cuestionarios entre los trabajadores, pidiéndoles sus opiniones sobre temas como la educación de los niños, la racionalización de la industria, la posibilidad de evitar una nueva guerra y la ubicación del poder real en el Estado. Adolf Levenstein había sido el primero en usar un cuestionario interpretativo en 1912, pero la formación psicoanalítica de Fromm le permitió desarrollar una caracterología más elaborada en los tipos freudianos modificados que había estudiado en la Zeitschrift. "
"Quizá la innovación clave del estudio fue la forma en que el cuestionario mismo se llevó a cabo. Las respuestas fueron transcritas al pie de la letra por los entrevistadores y luego analizadas en la forma en que un psicoanalista escucha las asociaciones de un paciente. Ciertas palabras claves o pautas de expresión recurrentes fueron interpretadas como llaves de acceso a la realidad psicológica oculta bajo el contenido manifiesto de las respuestas. Esta técnica, podría señalarse de pasada, fue muy distinta a la empleada en el proyecto en colaboración del Instituto sobre The Authoritarian Personality. . . "
"En general, las entrevistas descubrieron una amplia discrepancia entre las creencias declaradas y los rasgos de personalidad. Aproximadamente un diez por ciento de los setecientos que respondieron exhibieron lo que se llamaba un carácter "autoritario", un síndrome de personalidad en cuyo estudio el Instituto iba a gastar parte considerable de su tiempo y energías.
Otro quince por ciento expresó un compromiso psicológico con objetivos antiautoritarios, y se estimó probable que vivieran de acuerdo con la retórica revolucionaria de la izquierda, si las circunstancias así lo demandaban. La gran mayoría, sin embargo, era altamente ambivalente. Como resultado, el Instituto concluyó que la clase obrera alemana opondría mucha menos resistencia a una toma del poder por parte de la derecha de lo que su ideología militante daba a entender. "
Aunque el Instituto nunca publicó realmente este primer estudio empírico, algunos de los hallazgos del proyecto fueron elaborados en estudios posteriores sobre autoritarismo, y el cuestionario que se había desarrollado se incorporó al siguiente proyecto importante del Instituto, los Estudios sobre la autoridad y la familia. No podemos aquí entrar en los supuestos teóricos del Instituto sobre el problema de la autoridad y referimos a los interesados a la obra de Jay. Pasamos a incluir alguna información sobre los Estudios pertinente a la presente discusión:
"Los Estudios fueron el producto de cinco años de trabajo llevado a cabo por todo el equipo del Instituto, con la excepción de Grossmann y Adorno, que no se integró hasta después de que éste hubiera sido completado. Como ya dijimos, fue el primer fruto real del plan de investigaciones empíricas anunciado ya en la inauguración. Los Estudios reconocían la influencia de un precursor americano, Middletown, de Robert Lynd, publicado en 1929. Horkheimer editó la primera parte, consistente en ensayos teóricos; Fromm la segunda, consagrada a estudios empíricos, y Lowenthal, la tercera, compuesta por investigaciones independientes de diversos problemas vinculados. Venían a continuación varios ensayos bibliográficos exhaustivos y resúmenes en inglés y francés. Apropiadamente, a la vista de la adhesión del Instituto a la primacía de la teoría, la sección inicial de los Estudios fue ocupada por tres largos ensayos especulativos de Horkheimer, Fromm y Marcuse. "
Eventualmente, Horkheimer en el capítulo sobre La Familia y El Autoritarismo que se publica en colaboración con Adorno en 1936, resume el marco teórico, la metodología y los resultados de los Estudios. Cito de su introducción teórica las siguientes ideas que me parecen importantes para la discusión:
"Cuando hablamos de las grandes revoluciones que han dado origen a la era moderna, tanto en el viejo como en el nuevo mundo, pensamos más en el individuo que en la familia. . . El símbolo del pasado eran las formas jerárquicas; el futuro, en cambio, el del individuo unido a sus iguales. Estos acontecimientos históricos constituyeron sin duda un paso adelante en la atomización de la sociedad pero no afectaron, ni mucho menos, a todas las formas de limitación social del individuo. . . "
"Pero el nacimiento de la civilización moderna emancipó a la familia burguesa más que al individuo per se y con ello llevó en su interior desde el primer momento, una profunda contradicción. La familia siguió siendo esencialmente una institución feudal basada en el principio de la "sangre", es decir una institución totalmente irracional; en cambio la sociedad industrial (aunque contiene muchos elementos irracionales en su misma esencia) proclama el reino de la racionalidad, el dominio exclusivo del principio del cálculo y del intercambio libre sin más condiciones que las exigencias de la oferta y la demanda. . . Cuando se completó la separación entre el Estado y la sociedad, entre la vida política y la privada, siguió subsistiendo en el hogar la dependencia personal directa. . . "
"El poder del padre sobre los miembros de la familia, del taller o de la hacienda siempre se había basado en la necesidad social, de la forma de dependencia directa. . . La participación futura del hijo en la propiedad del padre ha sido un motivo tan poderoso para la obediencia como la amenaza de desheredación. . . Lo mismo puede decirse, salvando las diferencias, de la situación de las hijas. En tiempos de guerra o de preparativos bélicos, la industria ofrece millones de empleos a las mujeres calificadas o no; con ello, el trabajo fuera del hogar se convierte en una actividad respetable para ellas y la ruptura con la familia pierde sus características terroríficas. . . La autoridad en el hogar adquiere, así, un aspecto irracional.
Pese a tan importantes cambios, las ideas morales y religiosas, las imágenes espirituales que provienen de la estructura de la familia patriarcal siguen constituyendo el núcleo básico de nuestra cultura. El respeto por la ley y el orden en el Estado parece inseparablemente ligado al respeto de los niños por los mayores. . . (pero) ejemplos nos han enseñado que la apariencia de las tradiciones familiares sólidas puede ser totalmente engañosa. . . Cuanto más terreno pierde la familia como unidad económica esencial en la civilización occidental, más importancia atribuye la sociedad a sus formas convencionales. . . El matrimonio. . . es cada día más una relación práctica. . . El hombre está solo en la sociedad de masas. Su nombre —que antes le vinculaba a un lugar, a un pasado, a un destino— se ha convertido en una simple marca de identificación, en una simple etiqueta; su individualidad no es más que una serie de características. . . [El] ‘yo’ es el sujeto abstracto del interés egoísta, proclamado por el pensamiento económico y filosófico del siglo XIX. . .
El papel desempañado hoy por la sombra de la familia o, mejor dicho, por la familia como ideología que pierde su base económica y emocional, se ha puesto claramente de relieve con la investigación empírica. . . "
"En cuanto a la metodología Horkheimer comenta: "Combinando diversos tipos de cuestionarios, de entrevistas intensivas y de técnicas de proyección, el estudio ha intentado establecer sistemáticamente una interconexión entre determinados rasgos y actitudes del carácter y las opiniones políticas y económicas que pueden considerarse potencialmente fascistas, como los prejuicios raciales, la exaltación del grupo-nosotros, el nacionalismo agresivo, y el menosprecio velado por las instituciones democráticas. Dicho estudio ha intentado poner de relieve qué pautas de autoritarismo predominan hoy en grandes sectores de las clases medias actuales.
Los resultados demuestran que la ideología de los individuos que se pueden considerar altamente sensibles a la propaganda fascista, preconiza la identificación rígida, acrítica, con la familia; y son individuos totalmente sometidos a la autoridad familiar durante la primera infancia. Al mismo tiempo se comprueba la adulteración básica de la familia, en la medida en que los individuos de mentalidad fascista no sienten, en el fondo, ninguna vinculación auténtica con los padres, a quienes aceptan de modo convencional y externo. Esta configuración de la sumisión y de la frialdad es lo que mayormente define el potencial fascista de nuestra época. "
Antes de pasar a comentar el tercer movimiento que iba conformando aquel intento de visión global de la experiencia humana desde una inter y transdisciplinariedad y una integración efectiva de las ideas en la realidad, cabe subrayar los problemas principales de la crisis psicológica y social grave que llegó a su punto álgido entre 1929 y 1933 antes de abocar en la represión más absoluta: se entroniza el individuo y se rompe el tejido social de la familia, hasta aquel momento responsable de la inserción de la persona en las instituciones, organizaciones y grupos sociales. Esta ruptura conlleva la ruptura del lazo entre la autoridad paterna y las autoridades sociales, lazo que, hasta entonces, proveía a los jóvenes con identificaciones transitorias y transicionales hasta poder establecer su propia identidad en relación a los primeros modelos. La última problemática de esta crisis y no por ello la menos importante es la división de las disciplinas en compartimentos y discursos estancos que obstaculizan la visión de conjunto imprescindible para encontrar soluciones adecuadas frente a la complejidad de la problemática humana actual. Cabe recordar que el esfuerzo interdisciplinar de la escuela de Frankfurt era posible a través de la financiación completamente privada de sus proyectos que permitía una independencia tanto de la universidad y su disciplina como del funcionamiento capitalista de la sociedad. El tercer movimiento que vamos a comentar seguidamente, tuvo su desarrollo dentro de una línea adaptativa del individuo a la sociedad pero nunca encontró financiación para la realización de las ideas más revolucionarias y más adecuadas a aportar soluciones para un cambio no solamente individual pero también, y sobre todo, social.
3. El Instituto Psicoanalítico de Frankfurt se inauguró en febrero de 1929. Fue Max Horkheimer del Institut für Sozialforschung quien persuadió al psicoanalista Dr. Karl Landauer a formarlo. Este Instituto se convirtió en la primera organización declaradamente freudiana en vincularse, aunque fuera indirectamente, a una universidad alemana. Se le llamaba el "instituto huésped" ya que tenía su sede en el edificio del Institut für Sozialforschung. Freud mismo escribió dos cartas a Horkheimer para expresar su gratitud. Conjuntamente con Landauer, fueron miembros permanentes Heinrich Meng, Frieda Fromm-Reichmann y Erich Fromm, quien resultó ser la figura más importante. Fue a través de la obra de éste como el Instituto intentó al principio reconciliar a Freud y Marx.
Los miembros del Instituto Psicoanalítico de Frankfurt y otras personalidades del círculo freudiano dieron conferencias introductorias con el fin de que gente de todas las disciplinas se pudieran informar sobre el desarrollo histórico del psicoanálisis y el significado de las enseñanzas de Freud para el hombre moderno. En cuanto a la aplicación del psicoanálisis a otros ámbitos, se hace énfasis en la pedagogía psicoanalítica.
Particularmente Meng estaba convencido de que el ámbito de frontera entre Medicina y Pedagogía se estaba ampliando constantemente, forzando a médicos y pedagogos a un trabajo en común.
Aunque el Instituto Psicoanalítico de Frankfurt se dedicaba fundamentalmente a la enseñanza y la difusión de los aportes del psicoanálisis entre maestros, médicos y otros profesionales, contaba con una Clínica Psicoanalítica cuyo primer director fue S. H. Foulkes. Aparte de que éste se había formado con los psiquiatras más reconocidos de la época y contaba con formación psicoanalítica realizado en Viena a finales de los años veinte, Foulkes había trabajado con Kurt Goldstein, que a su vez había recibido la influencia de los psicólogos de la Gestalt, particularmente Ademar Gelb. Goldstein fue neurobiólogo con una amplia formación en psiquiatría, lingüística, filosofía y literatura, pero su interés central fue la persona humana. Su constante colaboración con psicólogos, maestros y profesionales de otras disciplinas le llevaron a una actitud realmente interdisciplinaria y a menudo expresaba su convicción de que los filósofos se estaban volviendo biólogos y los biólogos empezaban a pensar en términos filosóficos. Su punto de vista holístico lo hizo público en su obra de renombre internacional "El Organismo" (1934).
La idea de que cualquier cambio en una parte de un ser vivo tiene sus efectos en el resto del organismo, se extendía asimismo a los hechos socioculturales del hombre. Así que Foulkes, en su reseña sobre Goldstein en 1936, comenta "en qué medida tan importante nuevas maneras de pensar se basan más en las circunstancias del momento. . . que en ideas y observaciones surgidas de las mentes individuales". Esta actitud básica de contemplar los hechos individuales sobre el fondo de lo que pasa en el organismo como un todo, en la sociedad como un todo, es la base ideológica sobre la cual se edifica la colaboración entre psicoanalistas y sociólogos y a partir de la que se intenta establecer la relación entre teoría y práctica. Cada teoría conlleva una ideología y una concepción del ser humano. Aquella actitud multiteórica introdujo la posibilidad de una epistemología interdisciplinar. Por ejemplo la idea de red del sistema nervioso eventualmente llevó a concebir las relaciones interpersonales en términos de redes y puntos nodales, conceptos foulkesianos por excelencia.
El centro de atención de Foulkes fue la comunicación entre las personas y la posibilidad de cambio promovida por la superación de la incomunicación. El estaba plenamente consciente del abismo existente entre la creación de una idea y el mundo en el que se había creado, el abismo entre teoría y práctica. Con su metodología grupal, el grupoanálisis, al restablecer las articulaciones perdidas y recuperar los eslabones perdidos, pretendía rearraigar las ideas en las personas y los grupos. Foulkes mantenía que el lenguaje de los síntomas neuróticos era tan sintomático como los trastornos psicóticos o los lenguajes cerrados de la ciencia. Creía que debamos restablecer el sentido común en su significado más radical. Es importante recordar la introducción de Foulkes a su proyecto más precioso —el Ford Project: "Una nueva visión: La neurosis como síndrome multipersonal", para cuya realización nunca pudo generar los medios económicos necesarios— en las siguientes palabras: "Primero quisiera decir que cuando aquí hablo de neurosis, lo hago en el sentido más amplio de la palabra. Incluyo aquí no solamente la neurosis sino también las muchas condiciones de la psicosis, condiciones somáticas, accidentes, situaciones vitales desgraciadas, problemas con la ley, etc. , en resumen, todos los trastornos relacionados con la persona. Un tratamiento apropiado tiene que tomar en cuenta la red del trastorno. Una tal red incluye miembros de familia, colegas del trabajo, amigos, amantes, etc. " Foulkes apunta aquí a grupos e instituciones que son muy diferentes a los que habitualmente creamos para tratar trastornos ya sean estos físicos, de dependencia a la droga, criminalidad u otros.
Quisiera concluir la presentación de la temática neurosis de Guerra neurosis sin Paz, proponiendo la hipótesis de que para el paso de lo patológico a lo normal y de lo individual a lo social no solamente necesitamos unos referentes multidisciplinares sino necesitamos asimismo una metodología grupal, que relaciona entre sí en una secuencia de realimentación continua la investigación, la asistencia y la docencia.
Anexo
1 Cuarta de un ciclo de diez conferencias sobre psicoanálisis y Sociología organizado por el Departamento de Sociología de la Universidad de Barcelona durante el año académico 1997-98, dirigido por el Prof. Dr. Juan Campos Avillar y con la colaboración del catedrático Jesús M. de Miguel y de los miembros de Grup d’Anàlisi Barcelona. Modificado para el III Congreso Virtual de psiquiatría.
2 Ferenczi, S (Budapest), K. Abraham (Berlín), E. Simmel (Berlín) and E. Jones, "Psycho-Analysis and the War Neuroses", Introduction by Prof. Sigm. Freud (Vienna), The International Psycho-Analytical Library 2, London-Vienna-New York: The International Psycho-Analytical Press, 1921.
3 Como ejemplo, cito los puntos más sobresalientes de estos trabajos que, sobre todo, hacen referencia a la estructura narcisística de la persona. Freud en su introducción dice que "[l]as neurosis de guerra. . . deben considerarse unas neurosis traumáticas. . . promovidas por un conflicto Yoico. . . El conflicto se desarrolla entre el antiguo Yo de tiempos de paz y el nuevo Yo-de-guerra del soldado y se vuelve agudo en el momento que el Yo-de-paz se enfrenta con el peligro de ser matado debido a las empresas arriesgadas de su doble, parásito, recién formado. . . El viejo Yo se protege del peligro con una huida a la neurosis traumática. . . La Armada Nacional fue un terreno abonado para la aparición de la neurosis de guerra; no hubiera podido ocurrir en soldados profesionales o mercenarios". Freud continua diciendo: "Sólo proponiendo y haciendo uso de la idea de un 'hambre sexual narcisístico (libido)', es decir una masa de energía sexual que se agrega al Yo y se satisface de este modo como en otro caso sólo se satisface con un objeto, sólo así es posible extender la teoría del hambre sexual (libido) a las neurosis narcisísticas, y este desarrollo totalmente legítimo del concepto de sexualidad promete hacer para estas neurosis más severas y para las psicosis todo aquello lo que uno puede esperar de una teoría que progresa empíricamente y tentativamente. Las neurosis traumáticas de tiempos de paz también cabrán en este grupo cuando las investigaciones referente a la correlación entre shock (conmoción), ansiedad y hambre sexual narcicístico (libido) tengan éxito. " Ferenczi, por su parte, insiste que las "neurosis de guerra, según el psicoanálisis, pertenecen al grupo de neurosis en que no solamente se ve afectado la sexualidad genital, como en la histeria, sino también su precursor, el así llamado narcisismo, amor propio, tal como en la dementia praecox y la paranoia. "
4 Heller, Joseph (1962), Catch 22, Corgi Book edition 1977. First published by Jonathan Cape Ltd. , Great Britain, 1962.
5 Véase A. Vallejo Nágera, La locura y la guerra. psicopatología de la Guerra Española; J. J. López Ibor neurosis de Guerra (Psicología de Guerra); y obras de Emili Mira y López, y otros.
6 Robinson, Paul A. (1977 [1969]) La Izquierda Freudiana. Los aportes de Reich, Roheim y Marcuse. Barcelona: Granica 1977. Publicado primero por Harper and Row, New York con el título de The freudian left.
7 Jay, Martin (1984 [1974]) La imaginación dialéctica. Una historia de la escuela de Frankfurt. Madrid: Taurus.
8 Hernández-Pacheco, Javier (1992) Los Límites De La Razón. Estudios de filosofía alemana contemporánea, Madrid: Tecnos.
9 Horkheimer, Max (1970) “La Familia y el Autoritarismo”, en Fromm, Horkheimer, Parsons, La Familia. Península
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