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Adicción sexual y trauma temprano.

Autor/autores: María Bernarda Romero
Fecha Publicación: 01/03/2006
Área temática: Adictivos, Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

En el presente artículo se realizará una breve introducción al tema de la Adicción Sexual, se mostrarán diferentes criterios para su evaluación diagnóstica y se expondrán algunas conclusiones de Patrick Carnes, el primero en realizar una investigación exhaustiva del tema sobre la base del estudio de mil adictos sexuales.

También se intentará relacionar la adicción sexual con los traumas tempranos de la infancia y se resaltará la importancia de su conocimiento y su consideración cuando se realiza la evaluación del diagnóstico de adicción sexual sobre la base de la necesidad de proveer seguridad psicológica durante el proceso de evaluación y recuperación del adicto.

Palabras clave: Adicción sexual, Desregulación del afecto, Evaluación diagnóstica, Medio-ambiente clínico seguro, Traumas tempranos, Trauma y miedo


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Adicción sexual y trauma temprano.

María Bernarda Romero.

UNIVERSIDAD JHON F. KENNEDY

 

Una versión previa de este trabajo fue publicado en Revista de Psicotrauma para Iberoamerica, vol. 4, Nº1, Marzo de 2005.

PALABRAS CLAVE: adicción Sexual. Evaluación diagnóstica. Traumas Tempranos. Desregulación del afecto. trauma y miedo. Medio-ambiente clínico seguro.

En el presente artículo se realizará una breve introducción al tema de la adicción Sexual, se mostrarán diferentes criterios para su evaluación diagnóstica y se expondrán algunas conclusiones de Patrick Carnes, el primero en realizar una investigación exhaustiva del tema sobre la base del estudio de mil adictos sexuales. También se intentará relacionar la adicción sexual con los traumas tempranos de la infancia y se resaltará la importancia de su conocimiento y su consideración cuando se realiza la evaluación del diagnóstico de adicción sexual sobre la base de la necesidad de proveer seguridad psicológica durante el proceso de evaluación y recuperación del adicto.

Breve introducción al tema de la adicción sexual

Aunque el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-IV) establece un sistema de referencia para los diagnósticos así como para el intercambio de información de manera sistematizada, pareciera ser que aún este sistema de codificación no reconoce la existencia de la adicción sexual/compulsión como una categoría diagnóstica separada. Una concepción más amplia, no restringida sólo al uso de alcohol y drogas, podría ser revisada y transformarse una alternativa tal vez más aceptada.  

De todos modos, dicho Manual reconoce la adicción al juego de azar o juego patológico, la cual presenta criterios muy parecidos al de la adicción sexual.

También se puede observar que el DSM-IV no la incluye en Desordenes sexuales especificados como tampoco en los no especificados, ni en parafilias o parafilias no especificadas. Sí lo hace con trastornos por aversión al sexo, aunque la adicción sexual comparte con éstos varios criterios, considerando que cerca del 72% de los adictos sexuales evidencian síntomas de aversión sexual, ó como se lo llama algunas veces, anorexia sexual -aversión al deseo-. (Carnes 1997, 1998, 2001, 2002:14).

Algo similar sucede con los desórdenes en las comidas donde los pacientes pasan de estar fuera de control a periodos de control extremo: “patrón de una borrachera a un patrón de purga”. Además no es inusual ver este tipo de “borrachera simultánea con purgas” en un paciente adicto sexual que no tiene control fuera del matrimonio y que, dentro de este, no tiene sexo con su pareja o esposa/o. (Carnes, 2002:14).

Si bien en la actualidad el DSM-IV no reconoce la adicción sexual como un desorden, algunos especialistas como Coleman, Anthony y D. T. & Hollander observaron en la clínica que la actividad sexual actúa como un modo de enaltecer o alterar el estado de ánimo. Este modo de alteración del comportamiento inducido está documentado y muestra una fuerte asociación con otros procesos de adicciones tales como el juego y la comida (Schneider y Irons, 1997)

La teoría fue presentada por Coleman quien atribuyó el desarrollo del “comportamiento sexual compulsivo” a dos dinámicas: una que predispone a un individuo al uso compulsivo de sustancias o comportamientos con el sentido de aliviar el dolor emocional, y la segunda que lleva al individuo con esa predisposición a seleccionar cierto tipo de comportamientos sexuales como sus preferidos para aliviar el dolor.  

De acuerdo con la teoría de Coleman, la base de dicha predisposición podría estar constituida por algunas disfunciones de la intimidad en la familia de origen del individuo, tales como abusos o negligencias en la niñez. En respuesta a este trauma el niño desarrolla un sentido de vergüenza, percibiéndose a sí mismo como la causa de ese abuso o negligencia y, como resultado de esto, se siente desvalorizado e inadecuado. La vergüenza y la baja estima interfieren en sus relaciones interpersonales surgiendo relaciones íntimas disfuncionales o inexistentes. Al vivirlo en soledad disminuye aún más, en consecuencia, su propia estima.  

Coleman identificó estos hechos y sentimientos como el origen de la predisposición compulsiva, diciendo:
“Todos estos hechos y sentimientos causan dolor psicológico al cliente y para aliviarlo, el cliente comienza a buscar un agente con cualidades analgésicas. Para algunos, ese agente es el alcohol. Para otros podría ser las drogas, ciertos comportamientos sexuales, comidas particulares, patrones de trabajo, juego, etc. Todos parecen causar cambios físicos y psicológicos, que alivian el dolor y brindan alivio temporario” (Coleman 1986: 9; 1987:196-97)

La hipótesis de Coleman se asienta en que la dinámica específica que lleva al individuo a manifestar un comportamiento sexual compulsivo es un antecedente de ciertas actitudes restrictivas y conservadoras relacionadas con la sexualidad. Coleman mencionó el abuso sexual como una de las formas de abuso o negligencia en la niñez que contribuye a la predisposición general para depender compulsivamente de una sustancia externa o comportamiento con el sentido de aliviar el dolor emocional. Pero no identificó el abuso sexual como un factor determinante en la selección del comportamiento sexual con el sentido específico de aliviar el dolor.


También podríamos agregar que algunos especialistas observaron en los patrones de adicción sexual una similitud con los de alcoholismo y adicción a la droga como así también con los de los jugadores compulsivos.

Estos patrones son:

1. Una pérdida de control, exhibida en un persistente deseo o en esfuerzos no exitosos para controlarse o detener el comportamiento,  

2. Una continuación del comportamiento a pesar de consecuencias adversas tales como arrestos, matrimonios rotos, problemas financieros, etc. ,

3. Y una obsesión o preocupación por seguir manteniendo su comportamiento adictivo aún a sabiendas del daño que representa para sí mismo y para otros.

“Cuando la problemática del comportamiento sexual llena estos tres criterios, puede llegar a considerarse la probable existencia de un proceso de adicción sexual” (Carnes y Schneider, 2000)

En un estudio realizado durante los años 1991, 1996 y 1998 se observó que las adicciones sexuales y las adicciones a sustancias tienden a coexistir. La siguiente tabla resume lo observado por Carnes y Schneider y está basada en adictos sexuales en proceso de recuperación habiéndose realizado en forma anónima.  

Carnes investigó a 289 adictos en 1991. Estos se encontraban dentro del programa de recuperación de los 12 pasos al igual que los 75 investigados por Schneider en 1996 y los 82 adictos dentro de terapias directas, analizados también por Schneider en 1998. De todas ellas surge lo siguiente:

 


Tabla 1


Las tres investigaciones realizadas produjeron similares descubrimientos: una gran mayoría de adictos al sexo dio cuenta de, al menos, una o más adicciones coexistentes. A similares conclusiones arribaron otros investigadores como Coleman (1987), Wastson (1989) y Irons & Schneider (1994).

Otra observación que puede hacerse es que, si bien hay una tendencia que ve esta problemática sólo como masculina, en la actualidad, por cada tres adictos masculinos aproximadamente hay uno femenino y la proporción entre de hombres y mujeres podría llegar a ser idéntica para las proporciones de géneros encontradas en el juego compulsivo y el alcoholismo, de acuerdo a lo observado por Carnes (1991) y Schneider (2001).  

Se trata entonces de un segmento de potenciales adictos al que se le ha dirigido poca atención a pesar de la lucha de las mujeres contra esta enfermedad de acuerdo a lo manifestado por Ferree (2001) y a pesar de lo expresado en los escritos preventivos de Charlotte Kasl (1989) y otros escritos aún más recientes de Carol Ross (1996, 2000), Jennifer Schneider (2000b) y Schneider & Schneider (1991). En la actualidad se desconoce la cantidad de mujeres adictas sexuales debido a que éstas han estado largamente ignoradas. Por otra parte resulta difícil dimensionar con exactitud “la adicción sexual” en mujeres que ejercen la prostitución debido a que la enfermedad se encuentra solapada en la misma profesión que ejercen.

Al no tener en cuenta estas consideraciones, los centros de tratamiento que ignoran el diagnóstico de adicción sexual podrían, sin intención, contribuir a una recaída o reforzar factores de adicción a la droga y el alcohol al no ubicar el eje en una adicción sexual coexistente o tal vez como base del problema.

Esto puede ser debido a que muchas personas no advierten en su totalidad el impacto que dicha adicción tiene en sus vidas hasta que empiezan a tener problemas conyugales, laborales, con la justicia, etc.

Muchas veces, las defensas tales como la negación no les permiten tener noción de la totalidad de sus patrones mal adaptados. Estas personas viven reactivamente y operan con un pensamiento automático, raramente en conocimiento de cuál es el motivo de sus comportamientos. Y como tienden a compartimentar sus pensamientos, en verdad podrían no reconocer completamente la problemática de sus comportamientos. (Carnes 2002). Esta compartimentación disociada podría ser debido a que presentan fenómenos disociativos leves o graves.  

De acuerdo a lo expresado por Steven N Gold y Robert Seifer, son varias las observaciones que sugieren firmemente la presencia de factores disociativos, tales como falta de conciencia sobre los aspectos destacados de los patrones de conducta de adicción/compulsividad sexual aun cuando las conductas son repetidas, pobres recuerdos de los incidentes aunque recientes, conciencia borrosa durante las actividades de la adicción y sensación de que la conducta esta sucediendo automáticamente sin que medie control conciente. (Gold & Seifer, 2004: 26-27).

Sin una integración básica, el adicto experimenta como una identidad disociada, se siente como un impostor debido a sus experiencias de contradicción que lo lleva a producir conductas e impulsos a la acción en forma separada/fragmentada. Esta fragmentación podría explicar por qué algunos individuos ven o encuentran en niños de 6 a 10 años características sexuales adultas por ej. : “actitudes de seducción”. (Schwartz & Southern 2002).  

Epstein (1997:5) sugiere que el resultado de esta fragmentación es la creación metafórica de “agujeros negros que absorben el miedo y crean posturas defensivas en el contacto con el otro”. A su vez este mecanismo de disociación nos permite observar la anomalía en la cual “buenas personas hacen malas cosas”. Esta explicación de los patrones desviados de sexualidad podría coincidir con repetidos casos de temprana negligencia, abuso, falta de relaciones tempranas, desregulación afectiva, etc. (Marshall & Barbaree 1989; Carnes: 1983, 1991; Schwartz, 1996).


Otro punto a considerar es que debería hacerse un diagnóstico diferencial con los desordenes de personalidad borderline porque ambas patologías podrían coexistir debido a que la adicción sexual reúne también algunos criterios para el diagnóstico de trastorno límite de la personalidad, borderline ó fronteriza como por ejemplo: impulsividad potencialmente dañina para sí mismo, inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de ánimo o sentimientos crónicos de vacío, comportamientos autodestructivos, tales como abuso de sustancias, desórdenes de comidas, promiscuidad sexual, automutilación y otros comportamientos altamente peligrosos y de riesgo. Pudiendo encontrarse en dicha población fronteriza:

a. adictas sexuales/compulsivas

b. adictas sexuales/borderline compulsivas

c. borderline que llevan a la práctica un acting out sexual, pero que no son sexualmente adictas/compulsivas.


Herramientas para una evaluación diagnostica

Siguiendo el criterio de Patrick Carnes se ha desarrollado un cuestionario que puede servir para determinar el diagnóstico de adicción sexual. Esta herramienta, llamada Sexual adicción Screening Test ó SAST “Test de Detección de adicción Sexual”, fue confeccionada por Carnes en 1989 en conjunto con hospitales, programas de tratamientos clínicos privados y comunidades de adictos.

El SAST provee un perfil de respuestas que ayuda a profesionales a discriminar entre comportamientos adictivos y no adictivos. Para completar este test se les pide a los pacientes que contesten 25 preguntas poniendo un sí o un no en la columna correspondiente. Es bastante fácil de administrar y evaluar. Las variaciones del SAST fueron especialmente desarrolladas para mujeres y hombres homosexuales. Las tres versiones de SAST están disponibles en el sitio Web WWW. sexhelp. com


TEST DE DETECCIÓN DE ADICCIÓN SEXUAL

1. ¿Fue abusado de niño o adolescente?
2. ¿Se suscribió o compró regularmente revistas sexualmente explícitas como “Playboy” o “Penthouse”?
3. ¿Siente que su comportamiento sexual no es normal?
4. ¿Se siente a menudo preocupado por sus pensamientos sexuales?
5. ¿Tuvieron sus padres problemas con su propio comportamiento sexual?
6. ¿Alguna vez su esposo/a, parejas u otras personas íntimas se preocuparon o se quejaron por su comportamiento sexual?
7. ¿Tiene problemas para detener su comportamiento sexual cuando considera que es inapropiado?
8. ¿Alguna vez se siente mal por su comportamiento sexual?
9. ¿Alguna vez su comportamiento sexual le ha creado problemas a Ud. o su familia?
10. ¿Alguna vez buscó ayuda por comportamientos sexuales que no le gustaron?
11. ¿Alguna vez le preocupó que alguien pudiese descubrir su comportamiento sexual?
12. ¿Hirió emocionalmente a alguien a causa de su comportamiento sexual?
13. ¿Están algunas de sus actividades sexuales en contra de la ley?
14. ¿Se ha hecho promesas a Ud. mismo de abandonar algún aspecto de su comportamiento sexual?
15. ¿Hizo esfuerzos por eliminar algún tipo de actividad sexual y fracasó?
16. ¿Esconde algo de su comportamiento sexual a otros?
17. ¿Intentó detener algún comportamiento sexual?
18. ¿Alguna vez se sintió degradado por su comportamiento sexual?
19. ¿Ha sido el sexo un escape de sus problemas?
20. ¿Se siente deprimido después de tener relaciones sexuales?
21. ¿Ha sentido la necesidad de discontinuar una cierta forma de actividad sexual?
22. ¿Ha interferido su actividad sexual con su vida familiar?
23. ¿Ha tenido encuentros sexuales con menores?
24. ¿Se siente controlado por su deseo sexual?
25. ¿Pensó alguna vez que su deseo sexual es más fuerte que Ud. Mismo?


El escalón siguiente en la evolución de las herramientas de evaluación de adicción sexual es el inventario de la Dependencia Sexual –SDI-. (Carnes, 1989). Éste es un dispositivo de evaluación mucho más amplio y comprensivo diseñado para ayudar a investigadores en el concepto de que la adicción sexual puede ser dividida en distintas categorías. (Delmonico, Bubenzer and West 1998) 

El SDI consiste en 6 secciones que no sólo evalúan la presencia de comportamientos específicos, sino que además se ocupan de la historia sexual del adicto y de la evolución de sus desórdenes. El SDI ha sido editado y ampliado dentro de “Sexual Dependency Inventory-Revised” (SDI-R) (Carnes y Delmonico 1996) y está disponible para profesionales en 1-800-MEADOWS.


INDICADORES COLATERALES A CONSIDERAR

Estos pueden ser útiles para ayudar a una primera impresión diagnóstica. Se deberán encontrar un mínimo de seis criterios entre los siguientes:

1. Que el paciente tiene severas consecuencias a causa de su comportamiento sexual
2. Que el paciente se encuentra con el criterio de depresión y aparece relacionado con su actuación sexual
3. Que el paciente se encuentra con el criterio de depresión y aparece relacionado con aversión sexual
4. Que el paciente reporta historias de abuso sexual
5. Que el paciente reporta historias de abuso físico
6. Que el paciente reporta abuso emocional
7. Que el paciente describe su vida sexual en términos de automedicación-intoxicación, tensión o aliviadora de dolor, como píldoras para dormir.
8. Que el paciente reporta persistente persecución de alto riesgo o comportamiento de auto destrucción (Ej. : Exposición a enfermedades de transmisión sexual).
9. Que el paciente reporta que la excitación sexual es extremadamente alta por el riesgo que corre o por su comportamiento autodestructivo comparado con aquel producido por el comportamiento sexual seguro.
10. Que el paciente reúne criterios de diagnóstico de otras adicciones.
11. Que el paciente presenta comportamiento sexual concordante con otras adicciones- juego, desordenes de comida, abuso de sustancias, alcoholismo, mal uso de su tiempo – hasta el punto que el efecto deseado no es logrado sin actividad sexual u otra adicción presente.
12. Que el paciente tiene una historia de decepciones y frustraciones acerca de su comportamiento sexual
13. Que el paciente reporta que otros miembros de la familia son adictos.
14. Que el paciente expresa extrema repugnancia hacia su persona debido a su comportamiento sexual
15. Que el paciente tiene pocas relaciones íntimas que no son sexuales
16. Que el paciente tiene una historia de crisis por problemas sexuales
17. Que el paciente experimenta anhedonia en la forma de placer disminuido en su experiencia sexual actual.  
18. Que el paciente está en crisis actualmente por problemas sexuales
19. Que el paciente viene de una familia rígida y/o autoritaria
20. Que el paciente viene de una familia no comprometida, con falta de límites o disfuncional


Siguiendo con el eje de las consideraciones a tener en cuenta, podríamos también decir que la adicción sexual ha sido conceptualizada por Schwartz & Masters (1994) como un desorden en la intimidad sexual manifestada con un ciclo compulsivo de preocupación, ritualización y desesperación (Carnes 1983) que incapacita al individuo para una relación íntima adecuada, donde el origen del desorden podría haberse desarrollado en los vínculos tempranos con los cuidadores primarios (Schwartz, 1996; Carnes, 1983, 1991).

A partir de sus estudios clínicos, Carnes observó que el 72% de los adictos estuvo expuesto en su infancia al abuso físico, el 97% al abuso emocional y el 81% al abuso sexual. (Carnes & Adams, 2002:126)

Debido a esta razón, el desarrollo de la adicción sexual y la compulsividad han sido discutidas en relación al trastorno por estrés Postraumático (TEPT) en particular por muchos autores como Carnes (1991), Robinson (1999) y Sealy (1999) ya que no sería improbable que los adictos sexuales, sufran además de desordenes del humor, trastornos de ansiedad y trastornos de la personalidad.  

Los Adictos sexuales podrían experimentar síntomas relacionados con el TEPT, tales como hiperactivación, reexperimentación del evento traumático y evitación persistente de estímulos asociados al trauma temprano. Por este motivo, a veces, a los adictos se les dificulta permanecer comprometidos en el tratamiento de esta enfermedad.  

En la actualidad algunas corrientes consideran a la adicción sexual como un desorden dentro del TEPT complejo debido a que el origen del mismo podría rastrearse en traumas tempranos, de acuerdo a lo observado por Schwartz (1996) y Carnes (1983, 1991). Como consecuencia de esto se produce en el individuo alteración en la regulación del afecto, sexualidad compulsiva, alteraciones en la conciencia, episodios disociativos, alteración en la autopercepción, culpa, vergüenza y autoculpabilización. También alteraciones en la percepción del perpetrador, como aceptación o racionalización del sistema del creencias; alteración con relación a los otros, como aislamiento, fallas repetidas en la autoprotección y alteración en el sistema del sentido, como sentido de desesperanza y desesperación. (Herman 1992)

Debe considerarse la posibilidad de que no todos los adictos sexuales presenten estos rasgos de PSTD como así también que no todos hayan sufrido abusos en la infancia.

Adicción sexual, trauma temprano y desregulación de los afectos

Siguiendo el criterio de que el desencadenante de la adicción sexual podría llegar a ser el establecimiento de vínculos inadecuados tempranos podríamos llegar a considerar una significativa posibilidad de un alto porcentaje de diferentes traumas tanto físicos y emocionales como sexuales en la historia de vida de los pacientes adictos sexuales.

Los vínculos destructivos de la niñez temprana afectan la habilidad de los mismos para regular los afectos, la capacidad de funcionar en una relación íntima saludable y están directamente relacionados con las expectativas de las creencias acerca de uno mismo y de otros. Estos esquemas han sido creados en la niñez temprana y se mantienen constantes a lo largo de toda la vida. Uno de los factores más relevantes a considerar es poder ver cuáles son los patrones vinculantes, debido a que éstos adquieren importancia cuando el individuo no puede sostener las emociones dolorosas y se encuentra en situaciones límites o adversas.

En caso de situaciones estresantes o que generan ansiedad el niño, ahora adulto, no está capacitado para tolerarlas y se resiste o evita ser aliviado utilizando el sexo como un aliviador de esas sensaciones. (Carnes 1991)

El conjunto de condiciones e interacciones que distorsionan el desarrollo del afecto y lo llevan a estrategias mal adaptadas para la autorregulación del mismo podrían llegar a ser las siguientes: 

1) Los cuidadores responden inadecuadamente, erráticamente e inapropiadamente a las experiencias tempranas de los niños.

2) Los cuidadores responden en dos extremos, como por ejemplo, sobre responder o no responder a un estrés emocional.

3) Insensibilidad, falta de respuesta o reacciones punitivas después de que los niños comunican sus sentimientos y pensamientos o preferencias

4) Fuerte énfasis en las emociones, especialmente en las negativas.

5) Las experiencias dolorosas emocionales son vividas en forma trivial y son atribuidas a las imperfecciones del niño.

6) El sistema familiar es restrictivo y, a veces, se desentiende de las demandas de su entorno.

7) La familia discrimina en forma arbitraria

8) El castigo es utilizado para controlar comportamientos, desde la critica sexual y física o el abuso emocional

9) Mostrar las inhibiciones o las desinhibiciones en forma extrema.

Estos factores podrían llegar a ser los instrumentos de los clínicos para entender la falla de los vínculos y la desregulación del afecto. Saber esto contribuye a conocer más las causas de las emociones dolorosas, las creencias fuertemente sostenidas y la forma en que se ha reaccionado frente a ellas.

Goodman (1998) describe a la adicción como un sistema de autorregulación que consiste en tres funciones primarias:

1. La función de la regulación del afecto se da al sentirse sobrepasado por estados afectivos intensos o fuertes, como uso de autoalivio y como balance frente a la situación que lo sobrepasa.

2. Funciones del cuidado propio que le sirven como nutrición y protección.

3. Funciones de autogobernarse, tener creencias y valores que levantan su autoestima.

Judith Herman (1992) observó que un chico abusado posee un desarrollo afectivo mal adaptado con respecto a los mecanismos reguladores del yo: “Un chico abusado descubre que puede producir a través de alternativas temporales un cambio en su estado afectivo, incluyendo crisis autónomas en forma voluntaria o una excitación de una autonomía extrema, como purgas o vómitos o teniendo comportamiento sexual compulsivo o exponiéndose a riesgo de drogas siendo este un vehículo que le permite regular su estado interno”.

Steven Gold y Robert Seifer consideran, independientemente de si los abusos fueron cometidos por familiares o no, que los entornos familiares a menudo se caracterizan por bajos niveles de cohesión, altos niveles de conflicto y, en general, parentalidad ineficaz o incoherente (Gold 2000). Dichos factores interfieren con el desarrollo del apego seguro e impiden la adquisición y el dominio de los conocimientos y habilidades necesarias para el funcionamiento cotidiano adecuado fomentando la adquisición de estrategias de afrontamiento contraproducentes –por ejemplo, abuso de sustancias, agresividad contra los demás y daños autoinflingidos- originados en el modelo parental. “Debido a esto podría también considerarse no solo las dificultades derivadas de un abuso infantil sino también al contexto familiar y social en que fueron criados”. (Gold & Seifer, 2004: 28-29).


El trauma y el miedo

Desde principios de la década de los ochenta, se han realizado extraordinarios progresos en la comprensión de los trastornos de estrés postraumático. Los especialistas en trauma psicológico y adicciones encontraron terrenos comunes en la naturaleza de estos problemas. Comprender el papel del miedo en los extremos sexuales ayuda a comprender qué deben sufrir los pacientes para reivindicar su sexualidad. Haciendo un sumario de los descubrimientos claves, Carnes (1997), consideró los siguientes: 

1. Los supervivientes de un trauma tienden a procesar la información de manera polar, yendo de un extremo al otro. Esto produce una alteración a nivel neurobiológico que hace que los sobrevivientes reaccionen excesivamente al estrés y a la amenaza. Ellos van de un extremo a otro para evitar mayores traumas. Pueden quedarse inmovilizados en un extremo, como hace un animal para evitar que lo descubran (respuesta de inmovilización o estupor) o, por el contrario, pueden incurrir en actividad extrema para hacer frente a lo que esta sucediendo (respuesta de hiperactivación). Es decir tienen dificultades para encontrar una actitud intermedia.

2. El trauma es un factor poderoso en la génesis de las adicciones y las compulsiones. En la actualidad existen muchos datos que evidencian que los traumas son un factor de la privación. La privación nace de dos convicciones: 1) la persona que se priva no cree ser digna o merecedora de placer o comodidad y 2) la persona que se priva se siente menos ansiosa y más segura en estado de privación. Los especialistas en traumas describen esto como “abstinencia traumática”. De manera similar, las adicciones, sirven a menudo como una solución mal adaptada en relación a los traumas. La adicción puede tomar la forma de excitación sexual y de placer intenso como un antídoto al dolor, como un esfuerzo para adormecer la ansiedad o como un escape de la realidad. A veces los supervivientes repiten el trauma de alguna forma para lograr las mismas reacciones neuroquímicas que tuvieron durante el suceso original. Cuando esto ocurre, esta adicción al trauma es lo que los clínicos llaman “compulsión de repetición”.

3. El trauma no se origina en un suceso específico. Vivir en una familia rígida o desunida puede ser traumático para un niño. Estar cerca de un alcohólico o de un adicto de cualquier tipo puede ser traumático. El abandono puede tener un profundo impacto. Cualquier situación que indique una vergüenza extrema podría ser traumática y desencadenante de una adicción sexual.

4. El miedo puede tener un profundo impacto en el desarrollo sexual. El terror puede detener totalmente el desarrollo sexual en el mismo punto en el que se experimentó. El miedo extremo también puede servir como una escalera al sexo, especialmente si el sobreviviente experimentó placer y miedo al mismo tiempo, formándose un modelo mental en el cual el adulto busca el sexo peligroso.  

También podría considerarse lo mencionado por Steven Gold y Robert Seifer en el sentido de que “el trauma del abuso sexual infantil desorganiza las capacidades adaptativas existentes, pero un entorno familiar ineficaz evita directamente que ellas puedan ser adquiridas”. Por esta razón un tratamiento enfocado hacia el trauma puede restaurar esas habilidades debilitadas por el abuso pero, obviamente, no puede instalar capacidades que jamás se dominaron adecuadamente” (Gold & Seifer, 2004:29)


Consideraciones clinicas

Por todo lo expuesto es importante tener en consideración, cuando se hace la evaluación del diagnostico de adicción sexual, la necesidad de proveer seguridad psicológica durante el proceso de evaluación.  

Cuando los pacientes que han experimentado abuso sexual en la niñez, ya sea que hayan reaccionado intensamente o que nunca hayan experimentado completamente las emociones relacionadas a hechos traumáticos de su pasado, se enfrentan con esas situaciones, las mismas pueden convertirse en disparadores y por lo tanto provocar flashbacks o episodios disociativos durante la evaluación. Las descripciones de recuerdos traumáticos y sentimientos pueden estar acompañadas por reacciones fuertemente emocionales, tales como angustia ante el clínico, bloqueo de memoria o la urgencia de irse, entre otros.

Cuando se realizan las evaluaciones es fundamental que el paciente se encuentre en un medio ambiente físicamente seguro para no enfrentar un estrés adicional que actúe como un disparador adicional.

Como se puede apreciar, desde un enfoque u otro, la amplitud del tema hace que los profesionales de la salud deban tener un conocimiento suficientemente amplio para abarcar todas las áreas que involucra este trastorno. Son importantes los conocimientos en especialidades sexuales, debido a que la variante de adicción sexual puede abarcar varios desordenes de este tipo, parafilias o parafilias no especificadas. También varios niveles de adicción tales como 

Nivel 1: Aquellos que son mejor tolerados socialmente, como la masturbación compulsiva, relaciones sexuales, tanto heterosexuales como homosexuales, anónimas en forma compulsiva o no, pornografía, prostitución.  

Nivel 2: Aquellos suficientemente riesgosos como para garantizar severas sanciones legales tales como exhibicionismo, voyeurismo, llamadas telefónica indecentes y vandalismo sexual (consiste en rápidas e inapropiadas caricias que pueden ser denominadas “pequeñas violaciones”).  

Nivel 3: Abuso sexual infantil e incesto, violación y violencia sexual 

Algo importante a considerar en este último nivel es que Patrick Carnes hace hincapié en el crecimiento de la adicción sexual durante los últimos diez años sin que hayan aparecido tratamientos específicos sobre el tema y que aún hoy, pocos reciben tratamientos para sus necesidades, debiéndose considerar, que las fallas en los mismos agudizan aún más la adicción. Esto es especialmente notorio en los tratamientos con los delincuentes sexuales. Ciertamente hay que considerar que no todos los delincuentes sexuales son adictos ni todos los adictos sexuales son delincuentes , sin embargo, dada la proporción de delincuentes sexuales podríamos especular preguntándonos por qué los tratamientos para esta población no incluyen modelos de adicción con otras modalidades terapéuticas. Estadísticas recientes nos dicen que en el 44, 3 % de los delincuentes sexuales, en tratamientos personales, se incluyen en el ciclo adictivo propio de los adictos sexuales. (Earle & Earle, 1995)
Otros conocimientos que debería tener en cuenta el clínico para tratar a estos pacientes, son los diferentes tratamientos relacionados con el trauma psicológico, conocer con amplitud los criterios de adicción en general ya sea a sustancias o a otros tipos de adicciones y un manejo clínico integral que involucre a todo el sistema familiar del adicto, debido a que la patología del adicto sexual podría llegar a surgir efectivamente de su disfunción familiar primaria y trasladarse hacia todos sus miembros familiares actuales (esposas/os, parejas, hijos).


Conclusión

Solo pocas décadas atrás el comportamiento sexual compulsivo fue visto primariamente como una cuestión de valores y carácter. No existía la conceptualizacion de adicción sexual o compulsión como un trastorno. El sexo no había emergido como un área legítima de cuestionamiento científico a pesar de los esfuerzos de pioneros arriesgados. El campo de la adicción estaba aún enfocado en el alcoholismo y no se había integrado la droga-dependencia como un componente viable para la mayor parte de los programas de tratamientos. Sugerir que el sexo podría ser parte del proceso de adicción estaba, por lejos, mas allá de los paradigmas profesionales. Aún mucho más lejos estaba cómo tratar el problema.  

Hoy en día hay un crecimiento del cuerpo de literatura médica que documenta la existencia del comportamiento sexual compulsivo afirmando que podría tener todas las características de un trastorno de adicción. Hay también un coordinado esfuerzo que involucra a la psiquiatría, la psicología, la medicina de adicciones, la medicina de traumas, la sexología y a aquellos servicios que proveen a la justicia criminal.

El crecimiento en la conceptualizacion ha ido clarificando el entendimiento de más programas sociales, incluyendo abuso de niños, ofensas sexuales, prostitución, sexo anónimo y otros desordenes sexuales.

Durante las dos últimas décadas un grupo de clínicos ha descubierto formas para ayudar a personas que sufren este desorden pero, aún así, hoy en día nos encontramos en los albores de una acabada comprensión de la dimensión de la enfermedad en cuestión.

La intención del presente trabajo fue hacer una breve introducción al conocimiento de la adicción sexual, como así también considerar la importancia de una correcta evaluación diagnostica en el conocimiento de traumas tempranos y de la importancia de una buena relación basada en la confianza hacia el terapeuta, para que muchas personas que sufren de este desorden puedan empezar a salir de la sombra en que se encuentran.


Bibliografía

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3. Carnes, Patrick J. “Out of the Shadows, understanding Sexual Addiction”, Minneapolis by CompCare Publishers, 1983.

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