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Interés terapéutico del cannabis.

Autor/autores: Carlos Romera
Fecha Publicación: 01/01/2003
Área temática: Adictivos, Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos .
Tipo de trabajo:  Comunicación

RESUMEN

Los usos sanitarios o simplemente terapéuticos de los productos cannábicos son tema de debate en no pocos foros médicos. Desde la oncología, psiquiatría, anestesia o la medicina interna. La Asociación Médica Británica defiende las propiedades terapéuticas y solicita la despenalización del uso del cannabis. La Cámara de Médicos de Berlín entiende que se trata de ? uno de los remedios médicos mejor estudiados y carente de potencial adictivo?. Las Asociaciones médicas de California y Arizona y la Asociación Americana de Salud Pública fueron las promotoras de los referendums que desde noviembre de 1996 permiten que en dichos Estados pueda utilizarse cannabicos para usos terapéuticos.

El Instituto de Investigaciones Epidemiológicas y de Farmacodependencias de Francia señala que ?los usuarios de marihuana presentan pocos problemas sociales, laborales, legales o de salud?. La Sociedad Internacional para la Investigación de los Cannabinoides con sede en Escocia, viene ahondando en el interés del uso sanitario y social. También en Italia tras su referendum, en Holanda, Israel, Suiza, Alemania, etc, las investigaciones y opiniones sobre la utilidad de los cannábicos se vienen prodigando.

En congresos o en revistas especializados se exponen muchos estudios y también muchos tópicos sobre el interés terapéutico del cannabis. Jerone Kassirer (1997) en New England Jornal of Medicine se mostraba tajante en cuanto a la importancia de prescribir marihuana apoyándose en más de 75 estudios publicados desde 1975 y que hacen referencia a los beneficios de estas sustancias.

El descubrimiento de un receptor cannábico periférico (Munro et al. , 1993) ofrece nuevas y buenas perspectivas del uso de cannábicos en medicina en un futuro no lejano (Nutt, 1996). En distintas épocas el cannabis ha sido recomendado como estimulante del apetito, relajante muscular, antiemético, analgésico, hipnótico, anticonvulsionante, antimigrañoso, etc. (Salazar, 1997).

El problema es que toda la amplia experiencia del uso con fines terapéuticos se ha intentado ocultar ante la aparición de otras alternativas farmacéuticas o la variabilidad de las preparaciones. Demostrada la menor adictividad y menor problemática de abuso que muchos de los fármacos que se utilizan habitualmente como analgésicos, relajantes musculares o hipnóticos, está siendo reivindicado por pacientes y consumidores para su uso médico (Tonks, 1994; Zinn, 1994). Cáncer, glaucoma, SIDA, artritis ó esclerosis múltiple son las patologías más frecuentes de quienes utilizan derivados cannábicos por prescripción médica. . Es frecuente comprobar que los moralismos y creencias que a veces se aducen para justificar el rechazo están alejados y por encima de la utilidad terapéutica de la sustancia (Abrahamov et al. , 1995; Schwartz y Beveridge, 1994).

La cuestión es que si hasta la prohibición de la marihuana, los cannábicos han sido aplicados como alimento, fibra y medicamentos, en el presente y en un futuro cercano sea posible retomar los usos positivos de estas plantas. Con el prohibicionismo el usuario, no sólo la sustancia, se ha convertido en ilegal, marginal, sospechoso y por tanto perseguible o vigilable. Ya va siendo necesario experimentar y demostrar que el uso normalizado no ha de representar problema social o individual alguno. Hoy los fumadores de marihuana y hachís conforman una importante minoría y ya no puede negarse su existencia social.

Palabras clave: marihuana, ilegalidad, cannabis, uso terapéutico


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Interés terapéutico del cannabis.

Iñaki Markez; Mónica Póo; Cristina Merino; Carlos Romera.

* Doctor en neurociencias. Médico psiquiatra en el Servicio Vasco de Salud (Osakidetza)
imarkez@euskalnet. net
** Psicóloga clínica. Master en Drogodependencias ekimen@euskalnet. net
*** Licenciada en Derecho. Master en Criminología y en Drogodependencias
craycmo@euskalnet. net
**** Licenciado en Derecho, Master en Criminología. Master en Mediación de Conflictos
craycmo@euskalnet. net

Contacto: EKIMEN, Investigación sobre Sustancias y Salud mental
Apdo. Correos 276, 48931-Algorta. Bizkaia
94. 467 49 79; E-mail: ekimen@euskalnet. net
Web: www. ekimen. org

[2/2/2003]



Los usos sanitarios o simplemente terapéuticos de los productos cannábicos son tema de debate en no pocos foros médicos. Desde la oncología, psiquiatría, anestesia o la medicina interna. La Asociación Médica Británica defiende las propiedades terapéuticas y solicita la despenalización del uso del cannabis. La Cámara de Médicos de Berlín entiende que se trata de “ uno de los remedios médicos mejor estudiados y carente de potencial adictivo”. Las Asociaciones médicas de California y Arizona y la Asociación Americana de Salud Pública fueron las promotoras de los referendums que desde noviembre de 1996 permiten que en dichos Estados pueda utilizarse cannabicos para usos terapéuticos. El Instituto de Investigaciones Epidemiológicas y de Farmacodependencias de Francia señala que “los usuarios de marihuana presentan pocos problemas sociales, laborales, legales o de salud”. La Sociedad Internacional para la Investigación de los Cannabinoides con sede en Escocia, viene ahondando en el interés del uso sanitario y social. También en Italia tras su referendum, en Holanda, Israel, Suiza, Alemania, etc, las investigaciones y opiniones sobre la utilidad de los cannábicos se vienen prodigando.

En congresos o en revistas especializados se exponen muchos estudios y también muchos tópicos sobre el interés terapéutico del cannabis. Jerone Kassirer (1997) en New England Jornal of Medicine se mostraba tajante en cuanto a la importancia de prescribir marihuana apoyándose en más de 75 estudios publicados desde 1975 y que hacen referencia a los beneficios de estas sustancias. El descubrimiento de un receptor cannábico periférico (Munro et al. , 1993) ofrece nuevas y buenas perspectivas del uso de cannábicos en medicina en un futuro no lejano (Nutt, 1996). En distintas épocas el cannabis ha sido recomendado como estimulante del apetito, relajante muscular, antiemético, analgésico, hipnótico, anticonvulsionante, antimigrañoso, etc. (Salazar, 1997). El problema es que toda la amplia experiencia del uso con fines terapéuticos se ha intentado ocultar ante la aparición de otras alternativas farmacéuticas o la variabilidad de las preparaciones.

Demostrada la menor adictividad y menor problemática de abuso que muchos de los fármacos que se utilizan habitualmente como analgésicos, relajantes musculares o hipnóticos, está siendo reivindicado por pacientes y consumidores para su uso médico (Tonks, 1994; Zinn, 1994). Cáncer, glaucoma, SIDA, artritis ó esclerosis múltiple son las patologías más frecuentes de quienes utilizan derivados cannábicos por prescripción médica. . Es frecuente comprobar que los moralismos y creencias que a veces se aducen para justificar el rechazo están alejados y por encima de la utilidad terapéutica de la sustancia (Abrahamov et al. , 1995; Schwartz y Beveridge, 1994).

La cuestión es que si hasta la prohibición de la marihuana, los cannábicos han sido aplicados como alimento, fibra y medicamentos, en el presente y en un futuro cercano sea posible retomar los usos positivos de estas plantas. Con el prohibicionismo el usuario, no sólo la sustancia, se ha convertido en ilegal, marginal, sospechoso y por tanto perseguible o vigilable. Ya va siendo necesario experimentar y demostrar que el uso normalizado no ha de representar problema social o individual alguno. Hoy los fumadores de marihuana y hachís conforman una importante minoría y ya no puede negarse su existencia social.


Criterios sobre el uso terapéutico

El debate científico sobre el uso de la marihuana, o de los cannabicos por extensión, como medicina se halla en torno a tres criterios tal y como señala Ortiz Lobo (1998):

1. - Mantener la prohibición de marihuana como sustancia terapéutica.

Se basa en argumentos históricos, antropológicos, culturales y médicos. La marihuana, conocida y usada desde hace 5000 años no fue considerada como medicina según los criterios de la medicina científica actual. En un contexto sanitario contra el consumo de alcohol y tabaco sería un contrasentido plantear el consumo de marihuana, aunque fuera con pretendidos fines terapéuticos (Bennetts, 1995). La investigación farmacológica se debe orientar a conseguir compuestos químicos con efectos específicos en situaciones patológicas específicas, con posología controlada y estable, como ocurre con la farmacopea industrial, condiciones que no se dan con la inhalación de marihuana.

La imagen de fumar marihuana, aunque de fines medicinales se trate, en nuestra cultura está asociada a la imagen de uso de drogas ilícitas, pudiendo interpretarse que su consumo es bueno, con el peligro de que sea una puerta de entrada a formas más serias de adicción (Kanof, 1997). Sería incorrecto permitir que los médicos pudieran prescribir marihuana, o por la presión a la que pudieran verse sometidos desde ambientes relacionados con el tráfico ilegal de drogas y por el riesgo de que el propio médico se viera inmerso en situaciones incompatibles con la ética médica (Tabú, 1997). Desde el punto de vista de los efectos adversos, la marihuana tiene compuestos cancerígenos, al igual que el tabaco.

2. -Permitir el uso como sustancia terapéutica sólo en cuidados paliativos.

Una parte importante de la praxis médica es de tipo paliativo en situaciones irreversibles para el paciente, y la administración de marihuana en esos casos puede actuar como sedante benigno y seguro, atenuando el sufrimiento, cuando no hay esperanza de cura. Si además produce cierta euforia y favorecemos la compasión por el sufrimiento ha de resultar legítima esta conducta médica (Kassirer, 1997). Hoy muchos oncólogos sugieren a sus pacientes fumar marihuana para aliviar las nauseas inducidas por la quimioterapia y contribuir indirectamente a mejorar su estado emocional y paliar el sufrimiento por su enfermedad terminal, pero sin un marco legal. Los sistemas jurídicos debieran actuar con compasión, simpatía y comprensión máxime si se trata de miles de personas que acceden al cannabis como recurso para aliviar sus síntomas.

3. -Permitir su uso médico en todas las enfermedades que respondan a sus efectos terapéuticos.

La marihuana puede considerarse una medicina segura, porque produce pocos efectos adversos sobre las funciones fisiológicas y no se han registrado casos de muerte por sobredosis. Es menos adictiva que muchos medicamentos de uso médico y prescripción legal y cotidiana como ocurre con los hipnóticos, analgésicos, miorrelajantes, etc. Aunque fumar cannabis pueda ocasionar efectos nocivos en el aparato respiratorio, como ocurre con el tabaco, la cantidad que se necesita fumar con fines medicinales es mucho menor, estando prácticamente exenta de peligrosidad.
La evidencia científica de los efectos terapéuticos del cannabis expresada a través de los resultados de numerosas investigaciones, han sido ocultados por legislaciones y también por problemas burocráticos y financieros, restringiendo el uso de los cannabinoides a la exclusiva indicación como antieméticos en la quimioterapia anticancerosa (Warden, 1998). Son escasos los estudios clínicos controlados con marihuana según los estándares de la FDA, aunque existen muchos datos sobre sus efectos, dada la exhaustiva investigación llevada a cabo demostrando los efectos nocivos. Esos datos aportan conocimientos sobre la marihuana mayores que los obtenidos en los ensayos clínicos para fármacos de prescripción. En cuanto a los efectos secundarios, valorando el riesgo/ beneficio, el beneficio de la marihuana es mayor que el de otros muchos productos farmacéuticos que poseen un margen terapéutico muy estrecho con graves riesgos de sobredosificación (Grinspoon y Bakalar, 1995).

La prescripción médica controlada de la marihuana no tiene por qué caer en el abuso, aunque éste depende de su disponibilidad incontrolada en la calle, y no cuando se utiliza por indicación médica. El debate sobre la prohibición o la legalización del cannabis se ha llegado a simplificar en exceso, polarizando la opinión entre quienes consideran que se trata de una sustancia segura, hasta los que creen que es una droga peligrosa, negando su poder medicinal e impidiendo las investigaciones para demostrarlo (Hall, 1997). Por otro lado, resulta difícil acumular mayor evidencia científica de sus propiedades terapéuticas ya que la legislación actual pone muchos obstáculos a la investigación. Por ello, resulta imposible un planteamiento racional del uso médico del cannabis, pues el debate se deriva con frecuencia hacia el consumo recreativo como droga de abuso, impidiendo una adecuada educación sanitaria. No se puede decir que el cannabis sea una medicina o una droga de abuso. Puede ser las dos cosas, siendo importante diferenciar el debate de la prescripción médica del debate del uso recreativo. Si esto se logra, el cannabis podrá ocupar un lugar en la farmacopea actual como lo ocupan la codeína, las benzodiacepinas o los nuevos antidepresivos (Ortiz Lobo, 1998).

La posible utilidad terapéutica es sin duda el nudo gordiano de la polémica. Como señala Barturen (1998), la controversia del papel del cannabis en terapéutica tiene su origen en dos puntos: a)La información sobre la peligrosidad para la salud está sesgada por la posible peligrosidad social de la liberación de su uso y por la consideración en la mayoría de las legislaciones como droga de abuso. b)El hecho de que el posible papel de los derivados del cannabis tenga que ver con patologías o síntomas para los que ya existe un importante arsenal terapéutico, en ocasiones de elevada eficacia.

Pudiera parecer que, por disponer de fármacos eficaces en el tratamiento de las náuseas, vómitos, presión intraocular, ó dolor crónico, la introducción de nuevos fármacos exigiría demostrar la superior eficacia frente a los primeros. Exigencia no impuesta para la inmensa mayoría de los productos farmacéuticos. Además, disponer de productos alternativos, con diferentes mecanismos de acción y distinta relación de costes siempre puede ser de interés frente al fracaso terapéutico o como simple consideración médica más beneficiosa.


Algunos de los usos terapéuticos o potenciales de los derivados cannábicos ya fueron contrastados en el siglo XIX, incluso aparecen referidos hace milenios, pero fueron abandonados como medicamentos en la segunda mitad del recién finalizado siglo XX producto de la prohibición. A pesar de la limitada investigación animal, las referencias históricas o de las vivencias de los consumidores afectados por ciertas dolencias, los resultados provenientes de los ensayos clínicos con THC, y las referencias aisladas de algunos casos clínicos, hoy puede afirmarse que existe un bagaje de información suficiente para orientar ciertas posibilidades de utilidad terapéutica.


Cannabis como fármaco antiemético

Las náuseas y los vómitos son los efectos secundarios más frecuentes del tratamiento citotóxico, alcanzando al 80% de los casos. Hasta ahora el tratamiento más eficaz para controlar los vómitos postquimioterapia es la asociación de antagonistas serotoninérgicos con dexametasona. Pero este tratamiento tiene efectos secundarios en un tercio de los casos (estreñimiento y cefalea), no controlando los vómitos anticipatorios ni los diferidos. Y además es caro, mucho más costoso que si se consumiera marihuana o derivados cannabicos.

En Oncología, el cannabis podría ser de gran utilidad por su efecto antiemético para paliar las reacciones adversas (nauseas, vómitos) de la terapia antitumoral con antineoplásicos. Aunque esté comercializado en EE. UU. el dronabinol, muchos autores señalan la importante diferencia de acción terapéutica, y no es casual que en una encuesta realizada en 1994 por la Asociación Americana de Oncología, el 44% de los oncólogos admitieron haber sugerido a algunos pacientes el consumo de cannabis para evitar los vómitos postquimioterapia ya que entendían que era más eficaz que el dronabinol (Doblin y Kleiman 1995). El interés del cannabis como antiemético está ya demostrado. Queda pendiente demostrarlo en casos de fracaso terapéutico con otros tratamientos habituales, lo cual requiere estudios sobre el control de los vómitos anticipatorios o diferidos.


Cannabis como fármaco antiglaucoma

El cannabis reduce la presión intraocular en un 25-45% a los 30 minutos de ser fumado y con efecto prolongado durante 4-6 horas con independencia de la dosis. La experimentación administrando por vía endovenosa el THC, ha confirmado la eficacia del cannabis y derivados que, con dosis bajas, son escasos efectos en la esfera psicológica y buenos reductores de la presión intraocular.

En presentación tópica (colirio) ofrecen interesantes resultados ya que actúan exclusivamente sobre los receptores específicos CB1 en la cámara anterior del globo ocular, evitando efectos psicoactivos indeseables. Aun se requiere de estudios que evalúen la persistencia del efecto hipotensor y la tolerancia a largo plazo en estos tratamientos del glaucoma.


Cannabis como estimulante del apetito

Se acepta que hasta un 30% de los pacientes con Sida presentan el “Síndrome de consunción” caracterizado por adelgazamiento progresivo llegando a estados de caquexia asociado a estados de anorexia con aumentos del catabolismo aun no bien establecidos. En estos pacientes con caquexia en casos de Sida se esta utilizando los cannabicos (Abrams y cols, 2000) con buena tolerancia
La capacidad del cannabis para estimular el apetito, o cuando menos a aumentar la sensación de apetito, es algo ampliamente conocido desde la lejana medicina tradicional hindú. El consumo de marihuana es una frecuente referencia por su efecto beneficioso en la ingesta de alimentos. Pero no existen estudios controlados, solamente opiniones del uso de marihuana y resultados favorables del uso de dronabinol en ensayos controlados a doble ciego (Beal y cols, 1995).


Cannabis como antiespástico

Hasta el presente no se conoce tratamiento curativo de la esclerosis múltiple, orientándose el enfoque terapéutico hacia los aspectos sintomáticos.

Son muchas las referencias de pacientes que aseguran la mejoría de sus dolores por espasticidad tras la inhalación de cannabis consumido como automedicación para control de los espasmos. El laboratorio farmacéutico Glaxo Wellcome esta enfocando la investigación hacia el uso de cannabis en el dolor provocado por espasticidad neurológica. Los pocos estudios controlados confirman el carácter antiespasmódico del cannabis. Y el estudio de este efecto antiespástico sería de interés en otras enfermedades: lesiones espinales, ciertos accidentes cerebrovasculares, . . . que cursan con alteración de la vía piramidal y espasmos secundarios. O los recientes estudios en personas con enfermedad de Parkinson (Lastres-Becker y otros, 2001) mediante la actuación sobre los receptores cerebrales CB1.


Cannabis como analgésico

Analgésico (migraña, espasmos musculares, dolor neuropático) interaccionando con el sistema opioide endógeno con mejoría sintomática en cifras superiores al 80% con el uso de cannábicos(Russo, 1998; Russo, 2001). Desde hace varias décadas los estudios con personas han sido contradictorios. Milstein y cols (1975) observaron el aumento en la tolerancia al dolor inducido experimentalmente: Noyes y cols (1976) hallaron cambios significativos en el dolor de pacientes cancerosos tras administrar delta-9-THC comparado con placebo.

Los cannabinoides endógenos producen analgesia mediante la modulación de la actividad de la médula ventromedial (Meng et al, 1998). Recientemente se han efectuado ensayos clínicos preliminares mediante spray que libera el principio activo bajo la lengua aliviando las dolencias de la mayoría de los 23 pacientes (Klerreich, 2001) que padecían esclerosis múltiple, dolor crónico por lesiones severas y daños en la médula espinal. Investigaciones en curso en el Imperial College of London por el equipo de Andrew Rice refieren a los cannabinoide como idóneos para tratar dolores causados por lesiones medulares. Con la lesión se pierden los receptores opiáceos pero se mantienen los receptores cannabinoides con lo cual podrían obtenerse posibles fármacos que actúen sobre la médula espinal sin afectar al cerebro por carecer de psicoactividad.


Otras utilidades

Antidepresivo, antihipertensivo, anticonvulsionante, son posibles efectos beneficiosos ya conocidos. La no existencia de estudios controlados y la presencia de un número importante de fármacos eficaces, poco tóxicos y baratos con esos efectos limitan aun más la investigación con cannabis y derivados.


Investigación y productos farmacéuticos comercializados

Ya se ha señalado anteriormente el uso de derivados del cannabis para tratar diferentes enfermedades. También en el recien pasado siglo han podido conocerse algunos derivados sintéticos. En la década de los años 40 se utilizó SINTEXIL, un tetrahidrocannabinol sintético para el tratamiento de psicosis depresivas. Solo fue realizado un estudio controlado del producto siendo uno de sus resultados que esta sustancia no era más efectiva que un placebo. También Thompson y Proctor (1953) consiguieron apartar gradualmente a pacientes adictos a narcóticos, barbitúricos y alcohol sin síntomas de supresión y lo lograron mediante PYRAHEXIL, otro tetrahidrocannabinol (Grinspoon, 1969).

En la década de los años 70 se renovó el estudio de la historia medicinal del cannabis por equipos de prestigio internacional. Mikuriya (1973) recopiló las principales obras médicas sobre el cáñamo en Marihuana: Medical Papers, 1839-1972; En 1965, Mechoulam aisló el THC identificándolo como el principal ingrediente psicoactivo con eficacia terapéutica demostrable. En 1971, el propio Departamento de Salud y Bienestar Social de EE. UU. reconocía que “es posible que, en el futuro el cannabis o sus análogos sintéticos demuestren que son valiosos agentes terapéuticos”; Desde los laboratorios farmacéuticos Pfizer estudiaron los análogos del THC obteniendo analgésicos sintéticos muy potentes pero con efecto adverso importante en su psicoactividad. En 1975, el National Institute of Drug Abuse (NIDA) apuntaba que probablemente, en el plazo de una década, el cannabis, sus extractos y análogos retornarían convertidos en una de las más importantes medicinas a escala mundial (Conrad, 1998); Cohen publicó un año más tarde una revisión de los protocolos y terapias que incluían el cannabis en numerosas aplicaciones terapéuticas. Pero a finales de la década de los años 70, con maniobras políticas, de nuevo la propaganda sustituyó a la ciencia, los permisos y concesiones de investigaciones relacionadas con la marihuana sistemáticamente desvirtuadas o rechazadas, con riesgo para los médicos que recetaran marihuana de terminar en los tribunales de justicia.

A pesar de prohibiciones y dificultades administrativas, así como que los costes de los estudios suelen correr, en gran medida, a cargo de las empresas farmacéuticas, se han ido realizando investigaciones sobre los posibles efectos terapéuticos tal y como se ha señalado anteriormente. Otras grandes firmas farmacéuticas como Merk, Organon, Glaxo Wellcome, Rhôtne-Poulenc, Lilly y otras menores como Cambridge Laboratoire, Yissum, etc. , han investigado e investigan sobre los principios activos del cáñamo y derivados sintéticos y semisintéticos.

La industria farmacéutica ha continuado activa, a pesar de importantes reticencias puesto que trabajan con una planta, que no se puede patentar, y para los estudios se requieren elevadas inversiones, superiores a 200 millones de dólares, cantidades necesarias para estudios que alcancen la aprobación oficial de un fármaco (Grinspoon, 2000). De ahí que las opiniones y muchos trabajos de investigación esten apoyadas en los testimonios de pacientes y usuarios. El laboratorio Ely Lilly ha producido un THC sintético comercializado con el nombre genérico de Dronabinol y posteriormente como “Marinol”. La potente G W Pharmaceuticals (actualmente Glaxo Smith Kline) ha anunciado los resultados preliminares de un estudio experimental con cannabis administrado en forma de spray sublingual, donde los pacientes con esclerosis múltiple han mejorado en el 77% de los casos (Reuters, 10-9-01). Dicha presentación evitaría los problemas y riesgos del fumar la planta y las dificultades de control de dosis. Esta empresa ha anunciado que el spray estará disponible en el mercado a principios del año 2004. GW también mantiene un concierto con la compañía holandesa Hortapharm a quien ha comprado patentes y licencias de diversas variedades medicinales de cannabis.

La investigación tras continuar con los efectos neurológicos de la resina cannabica (Mechoulam et al, 1987) y ya más recientemente con la identificación de receptores cerebrales específicos de los cannabinoides y la identificación de la anandamida, un cannabinoide producido por nuestro propio organismo que fija el compuesto al tejido cerebral superficial (Devane y cols, 1992). Se ha producido toda una revolución en los conocimientos sobre los efectos fisiológicos del cannabis al constatar que en el propio organismo existe una sustancia con efectos cannabinoides, específica y que actúa sobre receptores específicos.

Hoy conocemos que diversas sustancias derivadas de los opiáceos (morfina, metadona, heroína, . . . ) o de los cannábicos (hachís, marihuana, . . . ) actúan a nivel cerebral mediante la estimulación de receptores específicos e intervienen en los mecanismos generadores de las adicciones. Los principios activos del cannabis -los cannabinoides - actúan sobre el sistema nervioso central a través de los receptores cerebrales, actualmente descritos dos subtipos (CB1 y CB2) que curiosamente tienen una estructura molecular muy parecida a los receptores de los opiáceos e igualmente producen efectos neurobiológicos sobre las neuronas dopaminérgicas: efectos sobre la psicomotricidad, sobre la memoria, sobre los fenómenos cognitivos en general, efectos sobre las emociones, sobre la percepción del dolor y efectos neuroendocrinos.

Así como el consumo crónico de heroína lleva a la dependencia cuya manifestación más clara es el síndrome de abstinencia cuando la persona no recibe la dosis necesaria, en el caso de suprimir el uso crónico de hachís no se produce ese síndrome debido a que los cannabinoides poseen una larga vida media en el organismo, recurriendo a las “reservas” existentes.

Hay quienes plantean el interés de abordar nuevas estrategias frente a las adicciones, alejándose de aquellas inoperantes divisiones de drogas duras y blandas, legales o no, cuando no aceptables socialmente como el café, tabaco y alcohol o perseguibles como es el caso de la heroína. Fármacos que actúan sobre los sistemas de neurotransmisión, que utilizan glutamatos, óxido nítrico y cannabinoides, habiéndose comprobado que son eficaces en animales. Se ha constatado que hay fármacos que siendo válidos para el tratamiento frente a la adicción a una droga, también lo son frente a otra con la cual aparentemente nada tiene que ver. Por ejemplo, la naltrexona es un antagonista de la heroína que se está utilizando, con buenos resultados, para reducir o suprimir la apetencia por las bebidas alcohólicas en consumidores excesivos y crónicos. O el poco conocido antagonista del cannabis llamado SR 141716A que es capaz de bloquear la ingesta de alcohol y de heroína al actuar el antagonista del receptor CB1 (Navarro et al, 1997 Tal como lo han demostrado recientes experiencias en estos últimos años (Hollister, 2000; Labigalini et al, 1999).

Es posible modular el sistema endocannabinoide también mediante agonistas de los CB2, como el JWH133, sintético que algunos investigadores prefieren utilizar en vez de agonistas de los CB1 debido a su mayor eficacia. Los agonistas de los receptores periféricos CB2 producen analgesia frente a estímulos térmicos y pueden ser un buen tratamiento frente al dolor sin temer efectos mediados por los receptores centrales CB1. El cannabis funciona como un agonista serotoninérgico, logrando reducir la impulsividad, los síntomas de abstinencia y los mecanismos de hambre hace disminuir los daños y riesgos asociados a la droga de adicción (alcohol, cocaína, crack, heroína) favoreciendo el abandono de su uso en numerosos casos.

 


Las líneas de investigación para la mejora del conocimiento de los mecanismos de acción y los efectos de estas sustancias siguen diversificándose. Estudios de otros cannabinoides distintos al THC; estudios con cannabinoides sintéticos, con mecanismos de acción modificables en función de su uso en diversas patologías (Núñez Domínguez, 2001); usos combinados con otras sustancias a fin de incrementar los efectos perseguidos o reducir los efectos indeseables; estudios de sustancias que actúen en los procesos del sistema cannabinoideo (agonistas o antagonistas, bloqueantes de algunos mecanismos) con reducción de efectos secundarios; estudios de nuevas vías de administración diferentes a la vía pulmonar; estudios clínicos en función del estado inmune, el estado psicológico, enfermedades interrecurrentes, etc, ; estudios comparativos con terapéuticas ya existentes para valorar la idoneidad de unos y otros; y, sin duda, otros muchos aspectos hasta el presente débilmente estudiados.

Ya en la década de los años 90, resulta incuestionable la eficacia médica del THC , como también lo es la mayor eficacia de la planta natural frente a los productos ya comercializados. Actualmente son escasos los cannabinoides que pueden prescribirse: el THC (dronabinol) que se halla comercializado con el nombre “Marinol” y otro análogo sintético del THC, el “Nabilone” son los más conocidos.

“MARINOL”

Aprobado en 1985 en EE. UU. como tratamiento para las nauseas y en 1992 como estimulante del apetito y antiemético pacientes con cáncer o sida, si bien los médicos también lo prescriben para otras indicaciones tales como la depresión o la espasticidad muscular. Fabricado por Roxane Laboratories y por la Unimed Pharmaceuticals Inc. , integrada en la multinacional Solvay. Actualmente es accesible en EE. UU, Inglaterra y Andorra con receta médica, no recomendándose su uso infantil por los escasos estudios desarrollados.

El dronabinol, D9 THC, extraído de la planta de cannabis sativa, la marihuana, fue reclasificado en las listas de estupefacientes de la ONU pasando de la Lista I a la II al considerar la FDA que esta sustancia no es peligrosa y no tiene potencial de abuso. Por lo que es posible su uso por los enfermos, eliminándose las dificultades burocráticas que tenían los médicos para su prescripción. Actualmente, se conocen más de 300 estudios relevantes realizados con animales, que abordan, tratamientos del glaucoma, efectos de la quimioterapia en el cáncer, estímulo del apetito o espasticidad de médula espinal.

Se expende en cápsulas gelatinosas de 2, 5 mgr. , 5 mgr y 10 mgr. Es difícil de dosificar ya que se absorbe muy lentamente y los niveles séricos van incrementando lentamente con el consiguiente retraso en el inicio de los efectos. Se eliminan por las heces y orina los productos biotransformados. Contraindicado en personas con hipersensibilidad a los cannabinoides o el aceite de sésamo, debiendo utilizarse con precaución en personas con trastornos cardiacos o con trastornos psiquiátricos como la manía, depresión o esquizofrenia porque puede exacerbar estas enfermedades, alcanzando al 3% de las personas estudiadas. En intoxicaciones por sobredosis puede aparecer euforia, alteración de la percepción del tiempo, sequedad bucal, taquicardia, alteración del humor, despersonalización, letargia, disminución de la coordinación motriz o problemas de memoria. La dosis letal intravenosa se estima en 30 mg/Kg de peso (www. noml. org/medical/marinol. html)

Si analizamos comparativamente el coste entre “Marinol” y la planta observamos que una cápsula de “Marinol” de 2, 5 mgr. tiene un precio aproximado de 3 €. , lo cual significa un gasto de 6 a 20 € diarias, lo que representaría un coste notorio en el sistema público de salud. Un gramo de marihuana en un mercado normalizado tendría un precio de 3 a 5 €, de lo cual el 60% serían impuestos especiales para el estado.

“NABILONE”/ “CESAMET”

El gobierno británico ha autorizado la instalación de una fábrica de marihuana, la realización de pruebas de laboratorio y el cultivo de cannabis para la investigación médica a través de Glaxo Wellcome Pharmaceuticals (hoy GSK). El “Nabilone” es un análogo sintético del THC, producido por el laboratorio ingles Celltech Pharma, comercializado en el Reino Unido, Francia, Canadá y Suiza para tratamiento antiemético en la quimioterapia frente al cáncer, utilizándose también para mejorar el apetito y estando en estudio su uso en el tratamiento del glaucoma, esclerosis múltiple, lesiones de la médula espinal, dolor y algunos síntomas del sida, y buscando las preparaciones médicas convenientes. Mientras tanto, muchos médicos españoles aun siguen a la espera de su aceptación en el registro farmacéutico español.

Como efectos secundarios indeseables puede ocasionar mareos, sonnolencia, confusión o sequedad bucal. Potencia los efectos del alcohol y otros depresores del sistema nervioso central como los tranquilizantes, relajantes musculares y antihistamínicos por lo que debe evitarse la toma conjunta. No debe ser tomado caso de alergia a la marihuana o al “Nabilone”. Tampoco si hay clínica o diagnósticos de esquizofrenia, estados maníacos o depresivos. En el embarazo de deberá consultar y decidir si las ventajas justifican el riesgo fetal aunque esta sea remoto.

“CANNADOR”

Producido por el laboratorio holandés Weleda que debe importar la materia prima de Estados Unidos bajo estricto control aduanero. Pastillas de extracto de cannabis para prescripción a personas con cáncer, sida o esclerosis múltiple y evitar algunos afectos secundarios a la toma de medicación específica para su enfermedad. Las cápsulas de “Cannador” contienen los dos cannabinoides más abundantes: el delta-9-THC y el cannabidiol (CBD).

“CANNASOL”

West y Lockart lo han comercializado en Jamaica y distribuida en diversos países, y es una preparación tópica de cannabis sativa, en forma de colirio, capaz de controlar el glaucoma con similar eficacia a los betabloqueantes (Gutierrez y Gutierrez, 1995).

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