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La dependencia sentimental o afectiva.

Autor/autores: María Villa Moral
Fecha Publicación: 01/03/2007
Área temática: Adictivos, Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

Se realiza una descripción clínica y psicométrica de la dependencia sentimental en base a un doble estudio de investigación (cualitativo y cuantitativo) basado en el TDS-100 (test de dependencias sentimentales de Sirvent y Moral, 2006), el inventario de Interdependencia (IDI) (Hirschfield et alls, 1976), EDE (Caldera y Tascón, 2001).

El estudio cualitativo comprendía 5 dobles sesiones de tipo focus-group videorregistradas constituídas por 2 grupos control y 2 grupo dependientes afectivos. A las poblaciones afectas y grupos de comparación no control se les adicionaron los siguientes protocolos: Historia Autobiográfica Integradora. escala Triangular de Sternberg. protocolos Abiertos e Historia Clínica ad hoc. RESULTADOS: ? Respecto a la descripción sindrómica (macrofactorial) el dependiente sentimental tiene el siguiente perfil psicométrico: elevada puntuación en triada dependiente, sentimientos negativos y autoengaño. Puntuación medio-alta en, antecedentes personales y fuerza del ego e identidad. Puntuación medio-baja en acomodación y triada codependiente ? Respecto a la descripción sintomática (factorial) el dependiente sentimental tiene el siguiente perfil psicométrico: elevada puntuación en dependencia pura vs. antidependencia, búsqueda de sensaciones, cráving/ abstinencia. Sentimientos de soledad, vacío emocional, culpabilidad/autodestrucción, inescapabilidad/ recreación de sentimientos negativos. Autoengaño, manipulación, reiteración, mecanismos de negación y no afrontamiento. . Puntuación medio-alta en antecedentes personales. Identidad/ identificación, fuerza del ego: límites débiles y/o rígidos, egoísmo/egocentrismo, control y dominio/ juegos de poder. Puntuación medio-baja en acomodación. orientación rescatadora, sobrecontrol y focalización en el otro.

Palabras clave: dependencia sentimental


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La dependencia sentimental o afectiva.

Carlos Sirvent*; María Villa Moral**.

* psiquiatra. Fundación Instituto Spiral.

** Profesora de psicología social. Universidad de Oviedo

 

Creo que los dependientes afectivos no queremos dejar de serlo. Pretendemos encontrar personas de las que merezca la pena depender, lo que además es muy difícil de conseguir. Algunos, seguramente la mayoría, intentan descubrir esas personas de manera insensata o ciega.
Inconscientemente acaban instalándose, bien en una relación desdichada, bien en una carrera de enamoramientos y desilusiones. He conocido mujeres atraídas por sujetos a los que no podían dejar aunque soportasen maltrato e infelicidad. Otras, como yo, somos capaces de alejarnos pero sufriendo de forma anormal, quizás porque sabemos que pasará mucho tiempo hasta dar con alguien que de verdad te ilusione. Resulta que Pepe es un gilipollas. Pues bien, cuando decidí mandarle a la mierda, sufrí como si él fuera el único y último hombre en la tierra, como si perdieras la oportunidad definitiva de ser feliz. ¿A qué se puede deber tanto sufrimiento por tan poca cosa? ¿Cómo se puede padecer por un espejismo?. ¿Por qué te atormentas pensando que te equivocaste en algo y que por tu culpa él no te quiere?. . . . . ¡Si en lo único que te equivocaste es en no haber querido ver su egoísmo! A la postre me di cuenta de que en realidad no dependía de Pepe, sino de mi propia necesidad o idea acerca de lo que es el amor.

Del diario de Conchi (paciente dependiente sentimental)

Resumen

Se realiza una descripción clínica y psicométrica de la dependencia sentimental en base a un doble estudio de investigación (cualitativo y cuantitativo) basado en el TDS-100 (test de dependencias sentimentales de Sirvent y Moral, 2006), el inventario de Interdependencia (IDI) (Hirschfield et alls, 1976), EDE (Caldera y Tascón, 2001). El estudio cualitativo comprendía 5 dobles sesiones de tipo focus-group videorregistradas constituídas por 2 grupos control y 2 grupo dependientes afectivos. A las poblaciones afectas y grupos de comparación no control se les adicionaron los siguientes protocolos: Historia Autobiográfica Integradora. escala Triangular de Sternberg. protocolos Abiertos e Historia Clínica ad hoc.  

RESULTADOS: – Respecto a la descripción sindrómica (macrofactorial) el dependiente sentimental tiene el siguiente perfil psicométrico: elevada puntuación en triada dependiente, sentimientos negativos y autoengaño. Puntuación medio-alta en, antecedentes personales y fuerza del ego e identidad. Puntuación medio-baja en acomodación y triada codependiente – Respecto a la descripción sintomática (factorial) el dependiente sentimental tiene el siguiente perfil psicométrico: elevada puntuación en dependencia pura vs. antidependencia, búsqueda de sensaciones, cráving/ abstinencia. Sentimientos de soledad, vacío emocional, culpabilidad/autodestrucción, inescapabilidad/ recreación de sentimientos negativos. Autoengaño, manipulación, reiteración, mecanismos de negación y no afrontamiento. . Puntuación medio-alta en antecedentes personales. Identidad/ identificación, fuerza del ego: límites débiles y/o rígidos, egoísmo/egocentrismo, control y dominio/ juegos de poder. Puntuación medio-baja en acomodación. orientación rescatadora, sobrecontrol y focalización en el otro



Introducción

Las denominadas dependencias sentimentales (DS) son mal conocidas pero forman parte sustancial de la clínica cotidiana y permanecen en el fondo de numerosos trastornos como elementos nucleares de base que se ignoran o lateralizan precisamente porque los profesionales los desconocen. Cuando cerrramos la primera fase del estudio sobre dependencias sentimentales en 2004, el fenómeno estaba presente en más del 12% de la población general y hasta un 8, 66% lo padecían de forma severa. En aquel estudio se ofreció evaluación libre a la población (mediante la inserción de un único y discreto anuncio) acudiendo centenares de ciudadanos que se identificaban con el problema.  

Este y otro trabajo que presentamos en este mismo Congreso (Sirvent C. , Moral M. V. “Presentación del TDS- 100, test de dependencias sentimentales de Sirvent y Moral”. ) intenta aportar ilustración acerca de un proceso mal conocido, mórbido, frecuente e insidioso.

El elemento sustancial de las dependencias sentimentales, el amor, es una entidad difícil de definir aunque no tanto de cuantificar, sin embargo podemos percatarnos con relativa facilidad de cuando se está enamorado o –por contra- se ha dejado de querer. Los psicopatólogos suelen incluir el amor dentro de la esfera sentimental o describir sus perturbaciones como disturbios afectivos.  

Como ejemplo arquetípico de una descripción más amplia y pragmática, Leopoldo Chiappo1 (2002) asegura que el amor no es meramente un sentimiento, un estado afectivo pasional, ni se reduce exclusivamente a las modalidades eróticas y los impulsos sexuales. El amor es también una estructura de vida, como el desamor. Y como tal es una dimensión fundamental de la existencia humana vinculada a otras dimensiones superiores, apertura, libertad, creación y sentido de la vida, sentido trascendente. De ahí la fuerza integrativa direccional del amor.

El amor es un concepto asociable al romanticismo y al idealismo. Jürg Willi2 (2004) afirma que “en un mundo dividido entre sujeto y objeto, el amor induce al sujeto a abrirse, a dejar su autorreferencia y convierte al objeto en dominante”. Está muy extendida la opinión de que la naturaleza humana, en esencia, está condicionada por el egoísmo y la competitividad. El amor necesitaría una educación ética para que uno estuviera dispuesto a subordinar los intereses propios a los de la persona amada.

Dice Spinoza respecto al amor que “nada de lo que una idea falsa tiene de positivo es destruido por la presencia de lo verdadero en tanto que verdadero” (construcción axial de la realidad). Lo malo y lo bueno no indican nada por sí mismos. El sujeto entiende por bueno lo que nos acerca al modelo de naturaleza que nos proponemos y por malo lo que nos impide reproducir el modelo.

En lo relativo a las pasiones y el concepto de amor Lacan afirma que “amar es querer ser amado. El amor da sentido a la vida. El odio surge ahí donde la vida pierde su sentido”.  

Desde una perspectiva filosófico-hermenéutica, Andrés Ortiz-Osés3 (2003) dice que “si el alma es la implicación del ser, el amor es el ser de la implicación: aquello por lo que la realidad es real y por lo que el ser es el “motor móvil” que mueve al mundo. El amor realiza la apertura del alma al otro y su acogimiento, la relación ad extra, la comunicación de lo incomunicado. Amo ergo consum, amo luego coexisto”.

En su trabajo “amor – odio en la histeria” (C. Gallano4, 2002) alude al paradigma de realización del ser por el amor “gracias al otro”. El histérico no busca la satisfacción del otro ni satisfacerse con él. , sino que apunta a un otro que sabe la verdad del valor de su ser. Sus demandas: “eres lo que me falta”, “sin ti no soy nada”, esconden que ese otro del amor es ficticio, como proyección de la verdad del ser del sujeto en el otro. La demanda amorosa histérica se torna tiranía, empleando carencias y debilidades para hacer girar en su torno al otro, para hacerlo a su medida. El mensaje es “tú no eres nada sino lo que yo soy” (fusión del uno con el ser de él). El histérico en el fondo ignora al otro en lo que es en su alteridad, en su diferencia. El odio histérico surge cuando el sujeto descubre y comprueba que el otro ignora el ser de él/ella. donde el otro no sabe lo que ella espera que sepa, y así supone que no quiere saber nada de él; el instante de odio viene cuando supone que el otro sabe la verdad de lo que el sujeto vale en su ser. La aversión y el rechazo se deriva de ser el otro ajeno a lo que se había proyectado en el y no es: de golpe el sujeto experimenta que su ser no está alojado en el otro. El instante de odio es un instante de lucidez donde el sujeto descubre que se engaña con su amor, amando a otro imaginario; es un “te odio porque te he amado en vano”, o “te odio porque no puedo amarte en lo que eres”.

Sigue C. Galiano afirmando que el neurótico obsesivo, a diferencia del histérico, no busca amar sino ser amado; quiere ser amado porque “sin más el otro desfallece” (amor oblativo), suponiendo “colmar al otro con su yo” Es amor posesivo y ciego. El obsesivo no ama a las mujeres, sino a la figura de otro imaginado que él puede colmar como apoyo a su narcisismo. A las mujeres las desea como objeto de goce sexual. En tanto que el histérico se imagina excluido y abandonado por el otro, el obsesivo está movido por el ansia de poder y por un sadismo destructor.


El teórico del amor, Robert J. Sternberg5 6 7 ha evolucionado en sus hipótesis del amor desde una perspectiva descriptiva a otra interpretativa. A principios de los 80 aludía a la teoría psicométrica8 del amor como un conglomerado de emociones, pensamientos y motivaciones diferentes en las que no se explicaba por qué nos enamoramos de unos sujetos y no de otros. A finales de los 80 expuso su teoría triangular como la combinación de tres elementos: intimidad, pasión, compromiso9, aunque seguía sin explicar por qué nos enamoramos de determinadas personas). Finalmente en su obra “El amor es como una historia” desarrolla la idea de que tendemos a enamorarnos de aquellas personas que representan un papel complementario en nuestras vidas7.  

Por cuestiones meramente prácticas vamos a considerar tres niveles categoriales basados en la naturaleza psico(pato)lógica de la dependencia sentimental, considerada tal como “un comportamiento desadaptativo contingente a una interrelación afectivodependiente” (Sirvent8 2004). Para la adicción al amor emplearemos la descripción de Stanton Peele9 (1975) “aquella adicción en la que la ingesta de una droga es reemplazada por una relación romántica o de pareja. En ella, la persona se dirige hacia el otro con la intención de llenar un vacío en el que la relación pronto pasa a ser el centro de su vida. Cuando la exposición constante a dicha relación se hace necesaria entonces se ha caído en la trampa de la adicción El casi siempre presente peligro de la retirada crea el casi siempre presente deseo irresistible por la relación”.

J. L. Sangrador10, 1998 describe la dependencia sentimental como una necesidad patológica del otro y se explicaría por la inmadurez afectiva del individuo añadida a su satisfacción egocéntrica.


2. clasificación de las dependencias relacionales. (Sirvent 2004)

Las clasificaciones internacionales (CIE y DSM) no han tenido en cuenta estos trastornos que en su versión más severa pueden llegar a afectar nada menos que a un 8, 66 % de la población (Sirvent, Moral, Blanco y Palacios, 2004)11. Respecto a la naturaleza de estos fenómenos, estimo conciernen a tres niveles vinculares: neurótico, caracteropático e incluso psicótico (ver más adelante).  

De añadidura, los DS suelen ignorar el problema o tener una vaga o errónea conciencia del mismo, atribuyéndolo a causas exógenas o centrándose en el síntoma emergente (por ejemplo depresión secundaria a frustración amorosa). El técnico, a su vez, puede desconocer (a raíz adictiva del trastorno y focaliza su atención bien en la reacción del sujeto (depresión), bien en la frustración sentimental (estado de) y no en ese núcleo adictivo del sujeto que propiciará sucesivos conflictos o evolucionará hacia —por ejemplo— un trastorno obsesivo. Nos referimos siempre al caso de una dependencia sentimental filiada como tal.

Se pueden contemplar dede diversas (y todas ellas válidas) perspectivas sociológica, psicopatológica, semiótico-descriptiva, incluso antropológica y literaria. A los efectos que interesan vamos a proponer tres niveles categoriales basados en la naturaleza psico(pato)lógica de la misma (v. figura1).  

Puede objetarse, con razón, que reducir este fenómeno a lo categorial es renunciar a la valoración dimensional del mismo. En efecto, todos tenemos un “quantum” de dependencia emocional, y ésta perfectamente podría localizarse en un eje que considerase en un extremo la dependencia más absoluta y en el otro la antidependencia (o contradependencia).

 


Figura 1: “eje interdependiente”


Proponemos distinguir los siguientes tipos de dependencias relacionales según sea su génesis etiopatogénica.

- Un primer grupo adaptativo, reactivo, o si se prefiere, neurótico, lo constituirían las dependencias sentimentales propiamente dichas, consistentes en la respuesta anormal de un sujeto básicamente normal (Ver cuadro 1). La adicción al amor es un rasgo, una actitud estable que conduce al sujeto a establecer una propuesta tal de relación que le hace repetir con sucesivas parejas comportamientos similares. La dependencia afectiva o emocional es un estado, un trastorno desadaptativo que solo se produce con el sujeto del que se depende y en consecuencia es mucho más recortado que el anterior, aunque no por ello menos grave. Las dependencias atípicas no tienen una naturaleza vincular tan definida como las anteriores. Pueden derivarse de la infancia (apego ansioso), o de un proceso mórbido primario (sociotropia), incluso llegan a tener una naturaleza desorganizada cuando sobreviene en personalidades inmaduras o propensas

- El segundo grupo lo establecerían sujetos con un trastorno de la personalidad que agrupamos dentro de las denominadas coadicciones, las cuales tienen una raíz caracteropática, bien porque provengan de la etapa infantil o adolescente (codependencias) o porque devengan de un aprendizaje sociopático adulto prolongado (bidependencia y codependencia). Son características de la codependencia: la falta de identidad propia, perdiendo la conexión entre lo que siente, necesita y desea, con autonegligencia e inversión de enorme energía en mantener la imagen o el status porque su autoestima es baja. Es un proceso propio de familias disfuncionales (mayormente de alcohólicos y adictos (coincidiendo con John Bradshaw). Se describe la bidependencia como una doble dependencia propia de sujetos adictos que desarrollan una adicción sentimental que se sobreañade y consiste en un hábito relacional acomodaticio con un comportamiento controlado por el primariamente adictivo que es fruto de un aprendizaje sociopático intenso y por lo común prolongado.

- Por fin, el tercer grupo de incluye sujetos cuya dependencia está estrechamente condicionada por sus circunstancias vitales. Así, las dependencias situacionales son aquellas connotadas no solo por factores psicológicos individuales y reactivos o ambientales, sino por una situación que — por si misma — facilita sustancialmente el desarrollo de dependencia relacional Sería el caso, por ejemplo, de una situación familiar con vínculos rígidos favorecedores de roles subordinados y actitudes inculpadoras y proteccionistas sin margen de maniobra que abocan a la aparición de personalidades dependientes.

 


Cuadro 1: clasificación de las dependencias relacionales (Sirvent4 2004)

Clínica de las dependencias sentimentales

Toda dependencia sentimental supone un comportamiento desadaptativo contingente a una interrelación afectivodependiente. A grandes rasgos estos trastornos tienen cuatro componentes generales que denominamos, a efectos prácticos, adictofílicas, vinculares, cognitivo-afectivos y problemas emergentes. Todos ellos se recogen en el cuadro 2

 


Cuadro 2: Componentes psicopatológicasde las dependencias sentimentales (Sirvent, 2004)


Las dependencias sentimentales presentan una rica y variada sintomatología. Un estudio clínico de Sirvent y Moral12 (2007) enuncia detalladamente los elementos y trastornos que constituyen estos cuadros.  

En un rápido repaso a los factores clínicos de las dependencias sentimentales encontraríamos los siguientes:

Se define la dependencia como una necesidad imperiosa e ineludible del otro de forma similar a la de un adicto por la droga, subordinándose y experimentando síndrome de abstinencia psicológica en su ausencia, otorgando completa prioridad a estar con el otro sobre cualquier otra persona o actividad. Avidez y preocupación permanente por estar a su lado, sintiéndose consumido cuando no es así. El factor dependencia viene definido por otros subfactores, de los cuales la abstinencia sería un sufrimiento devastador con síntomas deprivativos: ansiedad, insomnio, depresión, pensamiento obsesivo y/o paranoide, etc. . La búsqueda de sensaciones se manifiesta por una imperiosa necesidad de estímulos y experiencias nuevas con el fin de alcanzar un nivel óptimo de excitación. Por fin el craving es un deseo intenso, anhelo del otro y/o de las sensaciones que se experimentaban a su lado. La antidependencia (o contradependencia) es un síntoma de signo opuesto consistente evitación reluctante del compromiso actitud aparentemente generalmente reactiva que suele esconder otra pro-dependiente.

El siguiente factor clínico, la acomodación sería una adaptación simbiótica y pasiva en la que se mantiene una cómoda subordinación, siendo el otro quien conduce la relación. (No confundir con lo real con lo aparente).

Entendemos como autoengaño la incapacidad para darse cuenta de los efectos adversos de la relación, y, si lo advierte y se queja de ello, no adopta soluciones o pretenden que estas vengan desde fuera. Ver lo que existe y rechazar lo que significa. El factor autoengaño viene definido por otros subfactores como la manipulación emocional: intentar modificar los auténticos sentimientos del interlocutor, a veces en provecho propio. La reiteración es reincidir en el mismo error, volver a cometer los mismos fallos con sucesivas personas no aprendiendo de los errores. Por último, los mecanismos de negación y no afrontamiento (y en general la negación) son el rechazo, reprobación o no reconocimiento de hechos evidentes o situaciones reales, cerrando el paso a la percepción de cosas que no acepta. La APA califica la negación (denial) como un mecanismo de defensa que actúa inconscientemente, utilizado para resolver un conflicto emocional y aliviar la ansiedad rechazando los pensamientos, sentimientos, deseos, necesidades o factores de la realidad externa que son conscientemente intolerables.

El factor clínico denominado sentimientos negativos está referido a afectos y emociones dolorosas que acompañan el día a día del dependiente sentimental. De ellos el primer subfactor, la intolerancia a la soledad es un sentimiento que suele asociarse a otros de desamparo y tristeza. El aislamiento puede ser buscado o involuntario También puede experimentarse miedo o intolerancia a la soledad aunque esta sea temporal o pasajera. El diccionario de la RAE define la soledad como “Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo”. Es la sensación de que algo falta y provoca ansiedad por una ausencia. (M. A. Mondelli)1.  

Uno de los sentimientos negativos más invocados es el denominado vacío emocional o pérdida de la motivación y el interés por lo que ocurre, también la sensación de no tener nada dentro quizá provocado por sufrir frustraciones de forma continua. Es un trastorno en la vivencia del yo donde el propio cuerpo o también los propios pensamientos, sentimientos, etc. se sienten como extraños (alienación-despersonalización). Para Jaime Lutenberg es el sentimiento de vacío que corresponde a una vivencia de oquedad interior, de no tener nada adentro. El vacío de la existencia se relaciona con crisis emocionales desencadenadas por sufrir frustraciones en forma continua y se debe, sobre todo, a la falta de afecto y de relaciones sociales enriquecedoras. Asimismo, llama la atención el hecho de que el paciente con este problema experimenta habitualmente estados de angustia, es decir, "momentos de alteración, tensión o ansiedad sin que haya algo que los provoque; la persona siente que le preocupa todo, pero a la vez nada en específico. Ha perdido la motivación y el interés por lo que ocurre, y ello hace que crea que vivir es lo peor que le puede pasar; cabe suponer que cuando dicha situación se prolonga y es muy intensa, llega a desencadenar el suicidio". Otro sentimiento negativo habitual es la culpa que puede ser intrapunitiva (culparse uno de lo ocurrido) o extrapunitiva (culpar los demás de lo ocurrido, incluso de nuestros males). Diccionario RAE: (en psicología): “acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado”. Los sentimientos de autodestrucción aluden a la vivencia autodestructiva asociada a la relación, creencia de uno se va destruyendo a sí mismo progresivamente (¿a causa de la relación?). Una consecuencia inmediata de lo anterior es el aislarse en la relación con los demás. Se puede llegar en casos extremos a preferir no estar vivo. La inescapabilidad emocional es sentirse atrapado/a en la relación y sin visos de poder superar el problema. Finalmente la recreación de sentimientos negativos se refiere a pensamientos repetitivos de tinte afectivo negativo: tristeza, culpa, ansiedad, angustia y sentimientos análogos que generan insatisfacción. Paradójicamente el sujeto parece recrearse en ellos (complacerse en la desdicha, gozar de algo que hace sufrir e incluso resulta perjudicial).


A este propósito definimos el factor identidad y fuerza del yo mediante la dualidad autonomía/necesidad perentoria del otro. El dependiente sentimental tiene la arraigada sensación de necesitar al otro/a o a los demás para sentirse completo/a, fundiendo y disolviendo su yo en el yo ajeno de manera que según se va identificando con el otro/a va disipándose la identidad propia hasta quedar en un estado de desvalimiento personal. En la formación de la identidad hay, con más exactitud, identificaciones y desidentificaciones. Es necesario que lo uno vaya con lo otro; el conocimiento funciona con un sí y un no; el resultado es una identidad. El diccionario de psiquiatría Masson define identidad: como integridad, memoria y conciencia del propio yo. El diccionario de psicología Dorsch define identidad como unidad e invariabilidad, en su ser, de una misma realidad (cosa, individuo, concepto, etc. ).  

J. Edgerton2 describe la fuerza del ego como la capacidad de ejecutar sus funciones, para mediar entre el mundo externo, la identidad, y el superego eficaz y eficientemente a fin de que la energía restante se aproveche para la creatividad y otras actividades integrales. Entre las funciones específicas que pueden ser valoradas para la determinación de fuerza del ego están el juicio, la realidad experimentada, el control de impulsos, las funciones defensivas, los procesos del pensamiento, y las relaciones objetales. Observando las líneas de demarcación entre el ego y el mundo exterior (límite externo del ego) y el mundo interno, incluyendo el inconsciente reprimido, la identidad y en gran medida el superego (límite interno del yo), no es infrecuente observar en los interdependientes una personalidad egoísta/ egocentrista, o interesadamente altruista, siendo ésta una de las sutilezas de este proceso, ya que la apariencia a veces confunde, siendo precisa una exploración refinada y profunda para apreciar la disociación que evidencia el trasfondo egoísta del dependiente emocional (este aspecto lo consideramos clave por importante e inadvertible). Decimos que un sujeto tiene límites de personalidad débiles si son endebles, no guardando la intimidad o abriéndose fácilmente a los demás. O límites de personalidad rígidos según rígidos, guardando en exceso la intimidad o costándole demasiado abrirse a los demás. En lo relativo a los tres egos: Egoísmo/ egotismo/ egocentrismo, el egocéntrico lo valora todo atendiendo a la importancia que tiene para su yo, lo demás no importa. El egotismo es la tendencia a hablar de sí mismo. El egoísmo es quererlo todo para uno. Son frecuentes los juegos de poder (atacar o ser cruel con la pareja, o competir por el poder en la relación) y la lucha por el control y dominio dentro de la relación.

Los antecedentes personales más frecuentes son: abuso y/o maltrato psicológico, ambiente continuadamente hostil, separación paterna, infancia o adolescencia desdichadas, acontecimientos traumáticos que influyan en su devenir psicológico.

El factor triada codependiente (pseudoaltruísmo, sobrecontrol y focalización en el otro) no solo es propia de sujetos coadictos, sino que tipifica a todos los dependientes sentimentales. El primer subfactor, orientación rescatadora, sobreprotección con pseudoaltruismo y abnegación aluden a la necesidad de ayudar a los demás y/o en especial al otro incluso intentando resolver sus problemas sin que nadie se lo requiera y/o sin pedir nada a cambio. La orientación rescatadora y la sobreprotección son dos inmejorables descriptores de la codependencia, tanto que la conjugación de ambos serviría para definirla. La orientación rescatadora del DS tiene un trasfondo egoísta explicado en el epígrafe anterior. El DS rescata y se entrega al otro no por el otro en sí, ni por filantropía, sino para tenerlo y quizá moldearlo a conveniencia propia. La misma naturaleza tiene la sobreprotección, firmemente conectada con el siguiente epígrafe, sobrecontrol. . El hecho de que el altruismo y el masoquismo a menudo coexistan y se mezclen hace que el proceso se convierta en un reto. Una complicación adicional al tratar de comprender cualquier acto altruista es que el término, en sí mismo, es usado por distintas disciplinas de diversa manera.

El altruismo estriba en procurar el bien ajeno sin esperar nada a cambio: el altruismo se opone al egoísmo. El pseudoaltruismo sería sentir la necesidad de ayudar a los demás y/o en especial al otro/a pretendiendo resolver sus problemas sin que nadie se lo pida y/o sin pedir nada a cambio; incluso al margen de su voluntad. En sentido patológico interés exagerado hacia el otro o los demás.

La abnegación sería el sacrificio o renuncia voluntaria de una persona a pasiones, deseos o intereses en favor del prójimo: la abnegación de la misionera es encomiable.

La sobreprotección etimológicamente significa “cuidado que va más allá de lo razonable”. Como ya hemos visto se suele sobreproteger cuando existe culpa y ansiedad. B. J. Seelig y L. S. Rosof3 afirman que altruismo incluye comportamientos humanos complejos que tienen importancia intrapsíquica, interpersonal y sociobiológica Siendo el comportamiento humano complejo y multideterminado, a menudo es difícil de categorizar.  

El sobrecontrol describe aquellas conductas que tienen el propósito de ejercer una influencia impositiva directa y constante sobre las emociones, decisiones y comportamientos de la persona con quien se tiene un vínculo significativo (H. Hammer)4 

La focalización en el otro/ autodescuido consiste en centrar en el otro/a toda la atención personal, incluso descuidando las propias necesidades. Dicho descuido se extiende a metas, preocupaciones, intereses e incluso al autocuidado.


Emergencia del proceso de dependencia sentimental (V. cuadro 3)

El dependiente sentimental (DS) puede mantener un equilibrio inestable hasta que la situación relacional dentro de la pareja presenta un conflicto. En realidad incluso en las parejas más democráticas, más igualitarias, hay un cierto grado de asimetría o –lo que es igual- de predominio de poder de uno de los miembros. Ese predominio de poder no lo marca quien toma las decisiones ni quien hace más demostraciones afectivas, sino que se pone a prueba cuando surge una situación conflictiva.

Si tomamos como referencia el caso de Conchi (ver sobre introducción) observamos que ella siempre acaba cediendo aunque tenga razón por miedo a perder definitivamente a la pareja. Con ello alimenta el fortalecimiento del ego del otro y además la necesidad de elaborar mecanismos de negación (tan peculiares del DS) para justificar ese comportamiento subordinado. Acaba de descubrir su dependencia (el vacío emocional, el síndrome de abstinencia en ausencia de otro, la insoportabilidad de la ausencia, etc. ).

Con la misma fuerza que se instaura la dependencia, emerge la negación defensiva de la misma. El DS se dará una y mil razones para justificar su comportamiento pero no aceptará el trasfondo de la situación (tan gráficamente descrito por Conchi (ver texto introductorio). Secundariamente surge la culpa por razones varias: por no ser fuerte para plantarse, por caer una y otra vez en comportamientos pro-dependientes, por ver menguado su autoconcepto…. Como siempre la culpa tiene dos vectores: el autoinculpatorio o autopunitivo, y el extrapunitivo o exculpatorio: las culpas las tienen otros (o el otro); en este último caso se acrecienta todavía más la sensación de impotencia y ambivalencia al verse atrapado en una relación donde el culpable es la persona de la que se depende. (V. cuadro 3).

Todo culmina en un síndrome de abandono afectivo: el DS quiere pero no es correspondido en ese cariño desmedido. Y aunque sea querido siempre habrá algún contencioso que le haga sentirse insatisfecho y abandonado afectivamente. Al final todo aboca a una encrucijada decisiva en la que la alternativa es una resolución decidida, poniendo las cartas boca arriba y sacudiéndose esa nociva dependencia mediante un reequilibrio relacional. El peor camino es perpetuar el comportamiento desadaptativo, o –lo que es igual- instaurar la definitiva dependencia afectiva con el dramático correlato sintomático descrito en epígrafe anterior12.

 


Cuadro 3: Emergencia del proceso de dependencia sentimental (Sirvent, 2004)


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28. Bowly, J. , “La separación”. Paidós Ibérica. Barcelona, 1989.

29. Lazarus R. y Lazarus B. “Pasión y Razón”. Oxford University Press. 1994.


Notas

1 Dicho autor afirma que -como sentimiento- la soledad tiene dos variables: una soledad permanente, que guarda relación con rasgos de la personalidad, forjados en las tempranas relaciones de apego; y otra soledad situacional que tiene relación con quienes sí tienen capacidad para la experiencia de intimidad, pero se encuentran situacionalmente sin esa experiencia por el fin de un vínculo. En la adolescencia tardía y la juventud, puede ser fruto del aprendizaje de la experiencia socializadora y de la interacción de los primeros vínculos amorosos estables, que aún no encuentran su cauce. En la mediana edad, el fracaso matrimonial suele ser la mayor fuente de sentimientos de soledad, seguido por el reencuentro con la pareja luego de la partida de los hijos.  

2 Edgerton, Jane E. 1994. American Psychiatric Glossary, 7th Edition. Washington, DC: American Psychiatric Press

3 Beth J. Seelig, Lisa S. Rosof: “Normal and pathological altruism” Publicado originalmente en Journal of the American Psychoanalytic Association, Vol. 49, No. 3, p. 933-959 (2001) 

4 Hughes-Hammer, & cols, 1998, CODAT (Co-dependecy Assessment Tool).

 





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