PUBLICIDAD-

Sintomatología autista. Una mirada integrativa.

Autor/autores: Nélida B. Guerra
Fecha Publicación: 01/03/2008
Área temática: Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

La propuesta de una mirada integrativa surge como consecuencia del análisis de las diferentes líneas teóricas que intentan explicar las alteraciones del trastorno autista y sus posibles causas, desde una mirada unidireccional, planteando de esta manera, una controversia entre lo biótico y lo psíquico que impide ver con claridad la totalidad de la problemática. Por lo tanto, nosotros destacamos que las deficiencias y las alteraciones que presentan estos niños son el resultado de un largo proceso, en el que se encuentran imbricados tanto aspectos bióticos, como psíquicos que a su vez son indisolubles de la organización sociocognitiva. De esta manera, la investigación debió orientarse necesariamente en un sentido transdisciplinario, abordando la signosintomatología autista desde la neuropsicología Dinámica, ya que toma lo humano como un fenómeno único e irrepetible.

Es así, que para poder comprender las alteraciones que estos niños presentan, describimos el desarrollo de los procesos gnosopraxicos desde de la temprana infancia hasta el desarrollo pre-verbal. Se analiza cómo desde los procesos sensoperceptivos y motores se van desarrollando y desencadenando los progresos en las adquisiciones cognitivas, afectivas, volitivas y por ende, el acceso a la simbolización. Procesos que en el autismo se encuentran alterados, marcando de este modo sus características signosintomatológicas, y como consecuencia la incapacidad de lograr la construcción de la conciencia de sí mismo.

Palabras clave: autismo


VOLVER AL INDICE

Url corta de esta página: http://psiqu.com/1-3940

Contenido completo: Texto generado a partir de PDf original o archivos en html procedentes de compilaciones, puede contener errores de maquetación/interlineado, y omitir imágenes/tablas.

Sintomatología autista. Una mirada integrativa.

Nélida B. Guerra.

Universidad Argentina John F. Kennedy. escuela de psicología 
Trabajo de graduación para la Lic. en Psicología

Resumen

La propuesta de una mirada integrativa surge como consecuencia del análisis de las diferentes líneas teóricas que intentan explicar las alteraciones del trastorno autista y sus posibles causas, desde una mirada unidireccional, planteando de esta manera, una controversia entre lo biótico y lo psíquico que impide ver con claridad la totalidad de la problemática. Por lo tanto, nosotros destacamos que las deficiencias y las alteraciones que presentan estos niños son el resultado de un largo proceso, en el que se encuentran imbricados tanto aspectos bióticos, como psíquicos que a su vez son indisolubles de la organización sociocognitiva. De esta manera, la investigación debió orientarse necesariamente en un sentido transdisciplinario, abordando la signosintomatología autista desde la neuropsicología Dinámica, ya que toma lo humano como un fenómeno único e irrepetible. Es así, que para poder comprender las alteraciones que estos niños presentan, describimos el desarrollo de los procesos gnosopraxicos desde de la temprana infancia hasta el desarrollo pre-verbal. Se analiza cómo desde los procesos sensoperceptivos y motores se van desarrollando y desencadenando los progresos en las adquisiciones cognitivas, afectivas, volitivas y por ende, el acceso a la simbolización. Procesos que en el autismo se encuentran alterados, marcando de este modo sus características signosintomatológicas, y como consecuencia la incapacidad de lograr la construcción de la conciencia de sí mismo.



Introducción

Para abordar la signosintomatología del trastorno autista, tuvimos en cuenta la descripción de Kanner L. (1943), quien aisló por primera vez el autismo como una entidad nosológica.

Con respecto a las causas de la disfunción que observaba, Kanner se inclinó por pensar la sintomatología como una alteración del contacto socio-afectivo de causas psicológicas, y en función de lo que postulaba, durante las dos décadas posteriores, la mayor parte de las investigaciones identificaron al autismo con trastornos emocionales, enfoque que desarrolló principalmente el psicoanálisis, considerando el cuadro dentro de las psicosis.  

A partir de los años 60 se abrieron nuevas líneas de investigación y una década más tarde nuevos métodos de estudio, permitieron comprender estas disfunciones como trastornos del desarrollo de ciertas capacidades infantiles.

Con el paso del tiempo fueron produciéndose cambios esenciales en las ideas acerca de la naturaleza de los trastornos autistas y sobre esas premisas se construyeron diferentes hipótesis.

A la luz de las nuevas investigaciones que parecieran surgir es que se sustituyeron, las madres inadecuadas por estructuras límbicas inadecuadas, la ausencia del protagonismo paterno por disfunciones del lóbulo temporal medial y así surgieron nuevas teorías en oposición a las anteriores.

A su vez, el cognitivismo explicaba las alteraciones en referencia a la teoría de la mente o mentalización (capacidad de pensar sobre los estados mentales de uno mismo y de los demás), teniendo en cuenta estados subjetivos con una base orgánica.

Pero no podemos agotar la explicación del autismo recurriendo a una mirada unidireccional (por ejemplo, sólo psicoanalítica, sólo neurocognitiva, ni excluyentemente orgánica), ya que la perspectiva es mucho más compleja. El hombre, como un siendo humano en el mundo es una unidad biopsicoaxiosocial, y su constitución no es estática, es dinámica, cambiante. Es el resultado del potencial genético, influenciado por factores familiares y ambientales, anteriores y presentes.

Este concepto “dinámico” implica considerar una dialéctica en la que se involucra lo biótico, lo psíquico y lo social.

Esto nos conduce al desafío de poder analizar la signosintomatología autista desde una mirada integradora y holística. De esta manera para poder comprender las alteraciones que estos niños presentan, tuvimos que acercarnos al análisis de la temprana infancia y al desarrollo pre-verbal; describiendo cómo desde los procesos sensoperceptivos y motores se van desarrollando los progresos en las adquisiciones cognitivas, afectivas, volitivas y el acceso a la simbolización. Procesos que en el autismo se encuentran alterados, marcando de ese modo sus características que se relacionan con déficit perceptuales, tanto visuales como auditivos, y con la incapacidad de lograr la integridad de la conciencia de sí mismo.


Desarrollo

ALTERACIONES SENSOPERCEPTIVAS

Los niños autistas presentan anormalidades significativas en respuesta a una variedad de estímulos sensoriales y que estas anormalidades se deben más a déficit perceptuales que a sensoriales primarios. [1]

Estos déficit se relacionan con la percepción visual (disgnosias visivas en general y prosopagnosia, en particular) y con la percepción auditiva (disgnosia auditiva verbal), pudiendo además dar respuestas atípicas relacionadas con el olfato y el gusto.

Desde la visión de la neuropsicología Dinámica es fundamental considerar las modalidades perceptivas con las que el niño opera, ya que “Independientemente de que exista una lesión o una disfunción, cada uno de nosotros tiene una forma particular de acercarse al conocimiento del mundo, que dependerá en principio y como fundamento funcional, de sus posibilidades sensoperceptivas. ” [2]

La percepción y el aprendizaje guardan una estrecha relación, ya que el mundo que nos rodea es accesible a nosotros a través de la actividad perceptiva.

El hombre evoluciona y se desarrolla apoyándose en los estímulos que recibe, estableciendo por lo tanto un proceso de aprendizaje que lo lleva al conocimiento de sí mismo y a su diferenciación de los otros [3].

Por lo tanto la actividad perceptiva es el cauce de comunicación y diálogo entre la persona y su entorno.

La percepción es el proceso mediante el cual se reflejan íntegramente los objetos, fenómenos y acontecimientos en forma de imágenes concretas e inmediatas.

Es un proceso psicocognitivo que se alcanza durante la ontogénesis, como resultado de la maduración y adaptación a las condiciones de vida de determinadas formaciones anatomofisiológicas del sistema nervioso. De aquí se deriva, en primer lugar, que no esté presente desde el nacimiento y en segundo lugar, su dependencia sociohistórica, pues surge y se desarrolla en el proceso de apreciación de la cultura, la cual le imprime su sello. [4]

Para comprender mejor este proceso, veremos cómo se va desarrollando la percepción en el humano.  

Spitz R. [5] expone que el lactante, al nacer, es incapaz de conservarse vivo por sus propios medios; por lo tanto, todo aquello de lo que carece debe ser compensado por su madre, estableciéndose de ese modo una relación complementaria, una díada, que será el inicio y evolución de las relaciones sociales.

Al respecto dice el autor “Entre las peculiaridades de esta relación se cuenta la de que, ante nuestros ojos, un estado de desconexión social, un lazo puramente biológico, se va transformando, paso a paso, en lo que ha de ser finalmente la primera relación social del individuo (una transición de lo fisiológico a lo psicológico y social)” (p22) [5]

El niño, en el transcurso del primer año, pasará por una etapa de simbiosis psicológica con la madre, desde la cual gradualmente podrá ir desarrollando las interrelaciones sociales. Este primer momento de indiferenciación Spitz lo llamará etapa pre-objetal (o sin objeto) y abarca el período comprendido desde el nacimiento hasta la finalización del segundo mes.

Por lo tanto, para el neonato, el medio circundante consiste, por decirlo así, en una sola persona, la madre o quien la sustituye. Pero incluso este humano único no es percibido por el recién nacido como una entidad distinta a él, sino que es simplemente parte de la totalidad de sus necesidades y de su satisfacción. Pero esta situación se irá modificando durante el primer año de vida.

El aparato receptor del recién nacido se halla escudado del mundo exterior mediante una barrera contra los estímulos extraordinariamente grande. De esta manera, durante las primeras semanas de vida queda protegido de la percepción de los estímulos del medio ambiente. Durante este periodo toda percepción marcha a través de los sistemas interoceptivo y propioceptivo y las respuestas del infante se producen según la percepción de las necesidades comunicadas por estos sistemas.

Por consiguiente, los estímulos que provienen del exterior sólo son percibidos cuando su nivel de intensidad excede el del umbral de la barrera contra estímulos. Entonces irrumpen a través de dicha barrera rompiendo el sosiego del neonato, que reacciona con violencia y desagrado.

La transformación del orden cuantitativo en cualitativo, es decir el pasaje de neuronas y cantidades al plano de los afectos es la consecuencia de varios procesos. En primera instancia, existe una pantalla protectora. Esta se ubica frente a los estímulos externos, impidiendo que los mismos perturben el sistema neuronal. De esta manera, lo de afuera se constituye como “indiferente” permitiendo que la atención se dirija hacia la periferia interior. [6]

En segunda instancia, es el contexto y el vínculo primario madre-hijo el que desarrollará la transformación de cantidad en cualidad. En ella se lleva a cabo la constitución del sentimiento de sí, consecuencia del nacimiento del afecto.

La presencia de un interlocutor empático, que pueda percibir las proyecciones cuantitativas del bebé, darles un soporte cualitativo y que esté en condiciones de hacer una devolución invertida de las mismas (reverie), se torna imprescindible para la creación respecto de la propia existencia.

Una disminución del orden cuantitativo también es necesaria para la constitución de la serie de cualidades sensibles (percepción segundo contenido de la conciencia). Esta disminución no se produce por descarga, sino por complejización. El aparato psíquico intenta un dominio sobre lo traumático, es decir, sobre los incrementos excitatorios, a través de ligaduras. [6].

Lo cuantitativo es motor a lo largo de la vida; la transformación en lo cualitativo se constituye en un esfuerzo de trabajo para el aparato psíquico. La necesidad de ligaduras psíquicas se asemeja a la tarea ineludible del aparato neuronal de crear continuamente nuevas intersinapsis que permitan una mayor comunicación. La ausencia de la barrera anti-estímulos, para las excitaciones endógenas, tiene un carácter ineludible, son traumáticas. La inundación de estímulos en el aparato le plantea una tarea fundamental y previa al placer: ligar psíquicamente estas cantidades.

Desde el nacimiento, tal como Freud lo plantea en “Inhibición síntoma y angustia” (1926) la vida es trauma ya que desde su primer asomo al mundo el niño deberá hacer un trabajo de dominio permanente sobre las cantidades hipertróficas que lo asedian y debido a su total indefensión es allí donde la función materna adquiere su auténtica dimensión. Ella es matriz de transformaciones, tanto en el ámbito biótico como psíquico y sociocognitivo.

Como conclusión, podemos decir que el recién nacido no puede regular una gran parte de los múltiples estímulos que recibe y su madre debe comportarse como regulador para que aquel alcance la homeostasis.


Por lo tanto, regresando a Spitz, podemos afirmar que la percepción, en el sentido en que perciben los adultos, no se halla presente desde el principio, ha de adquirirse, ha de aprenderse y para ello es necesario que se produzca una adecuada maduración del Sistema nervioso Central y el establecimiento progresivo de relaciones de objeto, es decir, de relaciones psicosociales.

Podríamos preguntarnos cómo se va dando este proceso. Durante las primeras semanas de vida la precursora de la percepción es la cavidad oral, que sirve de puente primigenio entre la recepción interna y la percepción externa.

Al nacer y en las semanas siguientes, el amamantamiento garantiza la supervivencia y podemos decir que es la única acción dirigida, integrada, aún cuando no sea una acción volitiva; es por ello que la vinculación entre el acto de mamar y la primera situación para aprender la percepción visual es de suma importancia. Cuando el infante mama el pecho, siente el pezón en la boca, en tanto que al mismo tiempo ve el rostro materno.

Debemos destacar la importancia de los reflejos orales, que posibilitan la alimentación; ellos constituyen en su conjunto una compleja sinergia en la que se incluyen el reflejo de búsqueda, succión y deglución [7]. Los reflejos comparten con el resto del proceso evolutivo, las características dinámicas de la maduración infantil, ya que a medida que se produce la maduración del sistema nervioso, los estímulos que provocaban estos reflejos irán desencadenando respuestas menos automáticas, relacionándose su ejercitación con la actividad psicomotriz voluntaria. Si bien no podemos estudiarlos por separado ya que constituyen un todo armónico nos ocuparemos del reflejo de búsqueda y del de ojos de muñeca japonesa para poder continuar con la relación mencionada entre el acto de mamar y la percepción visual.

“El reflejo de búsqueda consiste en la orientación selectiva de los labios y la cabeza hacia el sitio donde se aplica una suave estimulación peribucal” [7] (p 40); forma parte de los reflejos superficiales en respuesta a estímulos aplicados sobre receptores de la piel o mucosas. Está presente desde el nacimiento y la práctica de este reflejo a través de la alimentación (en forma conjunta con el de succión y deglución), le permite al infante utilizar su boca no sólo para alimentarse, ya que paulatinamente podrá ir emitiendo sonidos con los que primero se entretiene y más adelante utilizará como medio de comunicación. A través de las reacciones circulares primarias se va pasando de lo reflejo a lo preconciente y el comienzo de su ejercitación como acto voluntario se relaciona con su paulatina desaparición (alrededor de los 2 meses de vida).

En el reflejo de ojos de muñeca japonesa las pupilas ocupan el centro de las aberturas palpebrales y si rotamos la cabeza del lactante, los globos oculares no acompañan esta rotación y parecen desplazarse en sentido opuesto; “las pupilas quedan descentradas con respecto a las aberturas de los párpados, persisten así por breves instantes y luego, lentamente, recuperan su ubicación habitual” [7](p 35). Está presente desde el nacimiento y se va atenuando a partir del décimo día de vida para dar paso al reflejo de fijación ocular que marcará, durante el primer mes, el término de la etapa motriz en el desarrollo de la visión, para dar paso a la etapa sensorial. De esta manera, podemos observar que cuando el recién nacido toma el pecho, observa en línea recta (desde las primeras horas de vida) el rostro de su madre; es el estímulo más próximo y reiterado que se presenta durante el período en que permanece despierto en las primeras semanas de vida.

Además durante el intervalo entre la pérdida y la recuperación del contacto (cuando el infante pierde el pezón y lo recobra), la percepción del rostro de la madre se mantiene inalterable. [5] En el transcurso de estas experiencias repetidas, la percepción visual resulta más segura, más constante, siendo la modalidad perceptiva guiadora en el hombre (volveremos a este concepto más adelante).

El cambio de la percepción a distancia no reemplaza ni anula el papel que desempeña la percepción por contacto, pero sabemos que es enriquecedora porque “facilita la orientación y el dominio, expande las funciones autónomas del yo y finalmente contribuye a la primacía del principio de realidad” [5] (p 62). Obsérvese a la importancia de la madre amamantadora consolidada cómo experiencia psíquica interna, postura que desarrolla el psicoanálisis respecto de la etiología del autismo.

En la cuarta semana de vida, sólo existe un objeto que el infante sigue con los ojos a distancia y este es el rostro; ningún otro objeto perceptual y visual producirá esta respuesta.

Así, la experiencia de amamantamiento no es simplemente una experiencia de satisfacción de la necesidad, también activa el sistema perceptual diacrítico, que reemplaza gradualmente a la organización cenestésica original y primitiva. En esta nueva etapa, el infante dedica su atención completa y prolongada al rostro humano y responderá a este estímulo con una sonrisa, siendo la primera manifestación de conducta activa, dirigida e intencionada. [5] Pero no responde al rostro humano de perfil, sólo percibe una gestalt signo correspondiente a la frente, los ojos y la nariz. Cuando esta gestalt se modifica (al volverse de perfil), el objeto de percepción ya no es reconocido, perdió su tenue cualidad de objeto, ya que la falta de maduración del sistema nervioso no permite que se integren las perspectivas de un objeto en una imagen única. Lo que el infante reconoce en esta gestalt signo no son las cualidades esenciales del objeto libidinal, ni los atributos propios de ese objeto que atiende sus necesidades, lo protege y satisface; sólo reconoce atributos secundarios, una parte del rostro humano que se le presenta de frente y en movimiento.

Podemos así afirmar, que aún cuando el equipo innato está a disposición del bebé desde el primer momento de vida, ha de ser activado, mediante intercambios con el otro, nada que no sea una relación recíproca puede hacerlo, ya que proporciona el factor experimental en el desarrollo del infante. [5]

Para explicar cómo se activa este equipo innato mediante los intercambios con el otro, debemos hacer referencia a la plasticidad neuronal. “La neuroplasticidad sería la capacidad de la neurona de inducir cambios internos, que la llevarían a un proceso de neuroadaptación y neuromodulación, a través del cual podría cambiar o reaprender el tipo de respuestas que brindaría al medio” [8] (p 54). Por otra parte, la revisión de los trabajos de experimentación realizados en animales, como los más recientes en humanos (a través de técnicas que emplean imágenes funcionales o exploración magnética), demuestra que a través de la ejercitación y la estimulación sensorial es posible modificar funcional y estructuralmente el cerebro, alterar su organización somatotópica, incrementar las conexiones sinápticas, influir en la orientación dendrítica, el número de receptores, etc. [9] Observando que existen períodos críticos en el desarrollo durante los cuales estas propiedades plásticas del cerebro alcanzan su máxima expresión (en los primeros años de vida), podemos afirmar que cobra vital importancia la estimulación temprana, ya que esta técnica de intervención, facilita los procesos normales del desarrollo y trata en el caso de una lesión de mitigar sus efectos [10]. De esta manera, las condiciones económicas, laborales, sociales y culturales de la familia son determinantes importantes en el futuro desarrollo del niño. [10]

Por lo tanto, podemos decir que desde el comienzo de la vida es la madre la que media en toda percepción, en toda acción, en toda intuición y en todo conocimiento y debido a los intercambios afectivos constantes, el semblante materno, asumirá para el niño un significado siempre creciente. [5]“Pero es importante destacar la importancia del desarrollo neural, tanto del embriológico como del epigénico, durante los primeros meses de vida. Sin la maduración del sistema nervioso, los modelos de conducta y los actos resultarían imposibles”. [5] (p. 85)


En consecuencia, observamos que el desarrollo del sistema nervioso central es el cimiento necesario para la estructuración psíquica y las relaciones sociales, siendo un proceso dinámico y dialéctico en continua interrelación.

A modo de conclusión podemos decir que: “El hombre como animal óptico sólo puede desarrollar sus potencialidades a partir de la mirada, que en primera instancia es la mirada de la madre” [3] (p190). El reconocimiento de rostros es por lo tanto indispensable para las futuras relaciones sociales, ya que no es sólo saber quien es, sino además comprender cómo se siente y qué nos quiere decir, posibilitando la estructuración de un Yo psíquico y de un Yo Social. De esta manera, el psiquismo no sólo se estructura por otro, sino además, para otro, siendo este encuentro visual el primer momento de la construcción de una gnosia particular, la prosopognosia, que no sólo permite el reconocimiento del rostro sino que incluye la captación de su expresión emocional [11].

Frith [12] hace referencia a las investigaciones realizadas por Schultz R. , (2000) y sus colaboradores quienes han demostrado en un estudio neurofisiológico que la parte del cerebro que normalmente está especializada en las caras, no lo está en los autistas. “La falta de reconocimiento de los rostros tendría, por lo tanto, una base biológica” (p 139). Sin embargo, como señala el propio Schultz, la falta de especialización cerebral podría ser consecuencia de otra cosa. “Por ejemplo, si los niños pequeños con autismo no miran las caras de la gente, la especialización no puede desarrollarse. ” [12] (p 139)

A su vez, los ojos son el elemento de la cara que proporciona las claves sociales más importantes. Un dicho popular reza que los ojos son el espejo del alma, pero para poder leerlos es necesario interpretar qué emoción transmiten. [12]

La autora expone que: “El psiquiatra Peter Hobson, fue uno de los primeros en sugerir la posibilidad de que los niños autistas carezcan de la capacidad básica de interpretar emociones. El hecho de que ni siquiera sean capaces de interpretar los sentimientos básicos que expresan los rostros y las voces sería motivo suficiente para explicar su soledad. ” [12] (p 145)

Para conocer qué mecanismos neurales se especializan en el reconocimiento de caras, comenzaremos con el análisis de los datos aportados por la neuropsicología clínica sobre la especialización funcional hemisférica. [13]

La posible especialización del hemisferio derecho en el procesamiento de caras ha sido propuesta inicialmente ya que se ha observado la presencia simultánea de defectos perceptivos (cuadranopsias y hemianopsias) en el hemicampo visual izquierdo y de trastornos relacionados con el reconocimiento de caras. Estos han sido uno de los datos clínicos considerados para plantear que las regiones posteriores del hemisferio derecho podrían desempeñar un papel casi exclusivo en dicho reconocimiento.

Sin embargo, [13] cada hemisferio posee su propia estrategia de procesamiento de información, de manera que si un hemisferio puede llegar a ser dominante en una determinada tarea bajo ciertas condiciones, no va a depender de la naturaleza del estímulo sino más bien del tipo de estrategia que pueda ser más eficaz en este caso. Si el hemisferio izquierdo se caracteriza, por utilizar estrategias más analíticas, relacionadas con el procesamiento de rasgos o componentes distintivos de los estímulos, y el derecho está especializado en el procesamiento de tipo configuracional u holístico, puede explicarse en la mayoría de los casos, la participación privilegiada (aunque no exclusiva) del hemisferio derecho en el procesamiento de caras, ya que se sabe que los rostros familiares, son estímulos cuya percepción está favorecida por el reconocimiento de una determinada gestalt o configuración. [13]

La prosopoagnosia “pura asociativa” que se caracteriza porque el paciente no reconoce las caras ya que las percibe como carentes de significado y tiene que valerse de otros indicios como la voz para identificarlas, está causada por un daño bilateral en las cortezas asociativas visuales inferiores occipitales y temporales (áreas 18 y 19 de Brodman en su parte inferior y parte del área 37). [13]

En cambio, la prosopoagnosia llamada “aperceptiva” que es propia del paciente que, además de la dificultad de reconocer caras, padece un déficit grave de integración visual (es incapaz de generar la imagen de un todo a partir de sus partes), se asocia fundamentalmente con daño en las cortezas asociativas visuales derechas dentro de las regiones parietales y occipitales (áreas 18 y 19, partes mesiales y laterales y parte de las áreas 39 y 37). Áreas concretas que parecen comúnmente afectadas en ambos tipos de prosopagnosia son los giros lingual, fusiforme y parahipocampal. [13]

Ambos hemisferios, están implicados en el procesamiento de caras, aunque no contribuyen de igual manera, pues la corteza visual derecha tienen una ventaja bien definida en este proceso.

Pero como hemos anticipado, la emoción juega un papel importantísimo en este proceso. “Reconocer los rostros implica también percibir los estados emocionales que ellos denotan, esta posibilidad de reconocimiento emocional corresponde a circuitos en los que interviene la amígdala y el hipocampo, implicados ambos en los procesos mnémicos” [14] (p. 24)

En los primeros tiempos de vida, la memoria se relaciona con la impresionabilidad emocional ligada a los acontecimientos. Es importante, por tanto, el estatuto emocional y social del complejo amigdalino y sus conexiones con la corteza occipital; lo psíquico requiere de lo amigdalar para su estructuración y esta se posibilita a través de la mirada del otro. [14]

Para Levav M. , [15] las emociones tienen mediadores neuroanatómicos; éstos son formaciones anatómicas interconectadas en redes neurales, a saber:

Corteza paracingulada anterior: Posibilita la representación mental de situaciones del entorno. Se activa cuando se adjudican finalidad, creencias o características humanas a los objetos o situaciones. [15]

Surco Temporal Superior: Es responsable de la percepción de conductas planificadas y las señales sociales.

Polos temporales: media la evocación de recuerdos de la memoria. Aparecen activos cuando se detectan rostros y objetos, o cuando se reconocen o evocan recuerdos autobiográficos. [15]

Amígdala: Es una estructura subcortical ubicada dentro del lóbulo temporal medio. Su vecino más próximo es el hipocampo (estructura relacionada con la función de la memoria). Esta cercanía permite el recuerdo de las emociones de manera tal que lo que se sienta pueda ser recordado y lo que se recuerda pueda ser sentido. La amígdala actúa como un disparador que se activa rápidamente ante situaciones sociales, ya que relaciona las representaciones cognitivas y conductuales según el valor social que tenga el estímulo. [15]

Sus conexiones con el resto del cerebro (corteza cerebral, tronco encefálico, tálamo, hipotálamo, hipocampo) son múltiples.

La discriminación de una emoción está facilitada por un mecanismo conectado con la amígdala, que cuenta con los así llamados “disparadores emocionales”, que posibilitan la detección y reacción apropiadas en diferentes situaciones frente a estímulos nuevos y emociones de valencias particularmente negativas. [15]

La corteza prefrontal: Tiene múltiples funciones y conexiones, pero podemos destacar que tiene un valor importante en las relaciones sociales ya que influye en la cooperación, la adaptación y la comprensión. [15]

A su vez son muy importantes en la vida emocional sus conexiones con el cerebelo ya que este participa (en conexión con circuitos límbicos) de la conducta emocional. La empatía se define como la facultad de proyectar la personalidad de uno sobre el sujeto que se contempla, con deseo de comprensión, y es la base para la construcción definitiva del cerebro social. La empatía se organiza en la base del cerebro visceral, siguiendo las directrices de Mac Lean y como base fundamental de las descripciones del circuito de Papez en 1937 (circuito cerrado, que une el hipocampo, a través de los cuerpos mamilares hipotalámicos y el tálamo anterior, con la corteza de la circunvolución del cuerpo calloso). Para Papez, el hipocampo sería el lugar donde se organizan los programas de expresión emocional; los cuerpos mamilares serían los responsables de la expresión somática de las emociones, y la corteza de la circunvolución del cuerpo calloso constituiría el área receptora de la experiencia emocional, al igual que la corteza estriada es el área receptora visual. El centro del cerebro visceral sería el hipocampo, al que Mac Lean añadió la amígdala, donde existe la posibilidad de correlacionar las sensaciones no sólo olfatorias, gustativas y viscerales, sino también las auditivas, somestésicas, visuales y quizás, sexuales. [15]

La porción caudal de la corteza límbica posee conexiones directas con las vías ópticas, de gran valor en los mecanismos de interocepción o insight; a través de ellas, la corteza occipital mira hacia adentro, siguiendo una trayectoria regulada por el septo hacia el hipotálamo y sin intervención del neocortex. Estos acontecimientos empáticos que pasan por estas vías son capaces de identificar caras y constituyen la base de la comunicación no verbal. [15]

Por otro lado, estudios recientes [16] sugieren la existencia de neuronas “espejo” (mirror neurons) que permiten la detección de las emociones y posibilitan la imitación. Se localizan en la corteza cerebral y forman parte de un sistema percepción/ejecución. Su implicación en acciones motoras de la boca y rostro podría llevarnos al reconocimiento de su importancia en la comprensión de estados emocionales que tan frecuentemente se transmiten a través de las expresiones faciales.

Si pensamos en la identificación con figuras significativas en etapas tempranas, que nos permite un apego seguro, ya que captamos la intencionalidad con que nos cuidan, o en la posibilidad de desarrollar una adecuada autorregulación emocional incorporando acciones y emociones asociadas a lo observado en tales figuras, podríamos observar que nos aportan una explicación más completa e integrada de lo que somos en tanto unidad biopsicoaxiosocial.  

Por último, después de haber analizado el proceso sensoperceptivo, podemos afirmar, que la percepción es la actividad con la que comenzamos el acceso al mundo circundante; es pues el enlace entre el mundo sensitivo-sensorial y el mundo ideo-afectivo. Sin la actividad perceptiva el mundo físico se quedaría sin significado y el mundo ideoafectivo sin contenidos. [4]

De esta manera, los estados afectivos reflejan la relación que existe entre las motivaciones, los deseos y aspiraciones del hombre. Cualquier proceso intelectual o volitivo se desarrolla, necesariamente, sobre un fondo de afectos, los cuales constituyen, sin lugar a duda, los aspectos más profundos de la conciencia, los más difíciles de verbalizar totalmente, los más dinámicos y motivadores de la conducta y el pensamiento, observando que la valoración, es una consecuencia de las experiencias y el aprendizaje social del siendo humano. [4]


Motricidad

Con la posible excepción de estereotipias y quizás de hipotonía, los déficit motores no constituyen síntomas centrales en el autismo. [1] Existe un número significativo de niños que son levemente hipotónicos, pero posiblemente esta anormalidad se relacione con ciertas disfunciones a nivel del cerebelo. En cambio, las estereotipias forman parte de una marca de autismo casi universalmente presente en todas las edades. [1]

Actividad motriz repetitiva, estereotipada “Las estereotipias, son manifestaciones neuroconductuales de movimiento de patrón fijo y repetitivo de expresión motora o vocal sin finalidad alguna, son la expresión fenotípica de una alteración grave del desarrollo” [17] (p140),  

Sin embargo, debemos decir que existen conductas estereotipadas no patológicas que pueden aparecer en ciertos momentos del desarrollo, éstas representan un estado de inmadurez neurológica previa a la maduración de la conducta; por ejemplo, movimientos de balanceo del cuerpo que ayudan a fortalecer y perfeccionar el equilibrio postural antes que el niño pueda permanecer de pie. Estas conductas desaparecen con la evolución neuromadurativa. Pero si la presencia de esas conductas permanece en el tiempo, pueden representar un bloqueo del desarrollo neuroevolutivo, siendo un signo de alarma característico de los trastornos del desarrollo. [17]

Las acciones repetitivas son uno de los criterios principales del diagnóstico del autismo. [12] Pero no se asocian exclusivamente a ese trastorno, ya que hace mucho tiempo que se consideran habituales en varias perturbaciones mentales. Kraepelin, en el año 1899, incluía las estereotipias como uno de los síntomas característicos de la “dementia precoz”, luego llamada esquizofrenia. Los movimientos estereotipados son comunes en los trastornos cerebrales graves, concretamente en los que afectan al sistema cerebral que conecta los lóbulos frontales con una estructura cerebral más profunda, que se denomina cuerpo estriado. [12] Citando a Ridley R. (1994) se puede llegar a la conclusión que la conducta estereotipada se debe a un exceso de dopamina en los ganglios basales, en tanto que la conducta perseverante se debe a niveles de dopamina insuficientes, producidos por una lesión en los lóbulos frontales. Estas teorías concuerdan con la primera teoría neurológica del autismo que Damasio y Maurer propusieron en 1978. [18]

A su vez, la estereotipia es una marca de autismo casi universalmente presente en todas las edades. Pudiendo observar cómo aletean permanentemente las manos, tensionan los músculos cuando se excitan, se mecen de un lado a otro, se balancean, aplauden, cruzan los dedos, manipulan objetos, etc. Una explicación de estas conductas está referida a la autoestimulación. [1]

Es así que para poder comprender a qué nos referimos al hablar de autoestimulación, hemos tomado en cuenta las teorías sobre la deprivación somatosensorial [17] donde se han analizando los efectos de las variaciones sensoriales en los mamíferos primates, descubriendo la importancia de la estimulación sensorial para el crecimiento, desarrollo y función cerebral. De esta manera se ha llegado a la conclusión que los animales que habían sido sometidos a deprivación sensorial, durante los primeros períodos del desarrollo, buscaban conductas autoestimulantes con la finalidad de maximizar la estimulación sensorial de la que se vieron privados durante las primeras etapas de la vida. [17] 

Se ha podido observar que las diferentes especies de primates que fueron sometidos a experiencias de aislamiento, adoptaban conductas repetitivas como balancearse por la jaula, chuparse el dedo, agarrarse fuertemente a sí mismo, además de autoagresiones, postura de replegamiento y huída. Otro experimento realizado, ha investigado los efectos de la privación precoz y sostenida de los cuidados maternos en crías de macacos rhesus. Los macacos manifestaban desinterés por su entorno, movimientos repetitivos o estereotipias, autoagresiones y postura habitual de replegamiento. [17] El grupo de investigadores interpretó estas conductas como una consecuencia de la deprivación somatosensorial, que inducía a una serie de disfunciones y a una mayor actividad vestibulocerebelosa.

Por lo tanto, las estereotipias serían consecuencia de un trastorno importante en el proceso de maduración u ontogénesis cerebral. [17]

Pero sería muy limitado referirse sólo a la maduración cerebral, sin tener en cuenta el desarrollo psíquico y sociocognitivo.  

“El aparato biológico no sólo posibilita la existencia, sino que a través del sistema nervioso central, condiciona, limita, pero al mismo tiempo ensancha, en su funcionamiento, el campo de los intercambios. ” [19] (p. 8) Sobre esta apoyatura, determinado por la presencia de una estructura familiar, se constituye el psiquismo. [19]

Cuando el niño desea, se interesa por lo que en primera instancia resulta interesante para su madre. El medio, en tanto cosas y personas, se torna objeto de interrogación, de experimentación, de intercambio organizado. Esta organización le proveerá de sistemas confiables que se irán complejizando para poder realizar los primeros aprendizajes.

Por lo tanto, podemos decir que:“un bebé no es un cuerpo que tiene que aprender por repetición, sino alguien que se está estructurando subjetivamente, conformando su aparato psíquico en absoluta imbricación con el funcionamiento de sus instrumentos. Un bebé se constituye al descubrir y hacer propio su cuerpo y sus producciones”. [20] (p 122)

De esta manera, una mano o un pie se transforman en instrumentos para quien los usa, en la medida que los pone en funcionamiento a partir de la intención y la motivación; es decir, de una acción dotada de sentido. [20] ¿Cómo va conociendo el niño los objetos y su propio cuerpo?

El niño mientras es amamantado, recoge varias sensaciones a través de su mano, estas reúnen dos cualidades: son ostensiblemente gratificantes y coinciden con otras sensaciones que acompañan la lactancia. [7]

Pero hay otro elemento especialmente importante, al que ya nos referimos en sensopercepción, que es la mirada. Ésta, en conjunción con su mano, recorrerá el mundo y será base de los primeros aprendizajes. Es importante destacar que tanto el reflejo tónico cervical asimétrico como el reflejo de prensión palmar, presentes desde el nacimiento hasta los tres o cuatro meses, enriquecerán su conducta y por ende sus conocimientos. Ambos reflejos se ejercitan simultáneamente y en forma integrada y a partir del segundo o tercer mes, cuando el lactante ensaya la fijación ocular sobre sus manos, recibirá las primeras aferencias que le permitirán elaborar imágenes internas fragmentadas de ellas, como tempranos elementos de su futuro esquema corporal. [20] 

De alguna manera, el niño tratará de repetir esa acción hasta realizarla voluntariamente en reacciones circulares placenteras. “la actividad oculomanual, es un ejemplo de conducta más expresiva, un item madurativo fundamental y signo de alarma cuando éste es patológico (estereotipia de prensión oculomanual), en los trastornos generalizados del desarrollo y en especial en el trastorno autista, lo que sirve de sospecha de diagnóstico precoz antes de los 12 meses de vida postnatal”. [21] (p 143)

Continuando con el desarrollo psicomotriz, observamos que si bien los primeros aprendizajes se inician con el nacimiento, estamos en condiciones de afirmar que el período que abarca el cuarto y quinto mes de vida, es decir, la etapa inmediata a la desaparición de gran parte de los reflejos arcaicos, marca un hito importante en el desarrollo del conocimiento del cuerpo del lactante y de su actitud frente al mundo externo.


Durante este período la actividad preferida de los lactantes se relaciona con los juegos manuales que enriquecen el conocimiento recíproco de sus manos, cada una de las cuales estimula a la otra a través del tacto, son visualizadas y llevadas a la boca.

Es a través de una serie compleja de experiencias, que a los siete u ocho meses, el niño llega a acumular suficientes elementos como para ir configurando un esquema de todo su cuerpo, integrando tanto factores personales como ambientales en el proceso de maduración.

Lacan [22] denomina a esta época de la formación del esquema corporal, “estadio del espejo”, ya que el niño puede comenzar a reconocerse como un todo en la propia imagen que observa. Esta imagen especular de su cuerpo, le suministra al niño la noción de totalidad, ya que resume los fragmentos por él conocidos. Pero sólo podrá introyectar esa imagen cuando, a través de la palabra, entre en el orden de lo simbólico. Podemos agregar, que al conocer el lactante los límites de su cuerpo, irá descubriendo que todo lo que consideraba como propio ya no lo es y comienza a diferenciarse del mundo; de esta manera puede comenzar a explorar con más detalle todo lo que lo rodea y esta exploración que realizó primero con los sentidos que actúan a distancia, con la vista y el oído, con la mano, ahora también la realiza con todo su cuerpo que se desplaza a través del espacio. [7]

Por último, otorgándole un papel privilegiado a las personas que intervienen en este proceso de la construcción del esquema corporal, observamos que en la dialéctica de las relaciones personales con el propio cuerpo, y en la relación con el cuerpo ajeno partiendo de la imagen parcial o unificada, se establecen las bases de la identidad infantil. [23]

Pero, para hablar de identidad, debemos destacar que a lo largo de este trabajo siempre nos referimos al siendo humano como una unidad bio-psico-axio-social; por lo tanto, debemos privilegiar la relación permanente entre la construcción de la identidad del yo corporal, la del yo psíquico y la del yo social.

“En tanto cuerpo que somos, se convierte en mediatizador afectivo y vehículo de nuestras primeras transacciones emocionales.

Este cuerpo desplegado en el mundo permite la estructuración de un yo psíquico. La identidad del yo psíquico, conjuntamente y al mismo tiempo que la identidad del yo corporal, nos muestra la identidad del yo social. El mundo está ahí antes que nosotros mismos. Este mundo construido por la humanidad, debe también ser nuestro. El lenguaje será el mediatizador de esa posibilidad. Lo real del cuerpo, lo imaginario de la psique y lo simbólico del pensamiento y del lenguaje como síntesis de lo mental, nos dan la unicidad que nos permite decir yo” [3] (p 49)

Pero para poder comprender en su totalidad este largo proceso, debemos tener en cuenta la maduración del sistema nervioso y conocer qué formaciones del mismo intervienen en la construcción del “esquema corporal” o “somatograma”.  

Primeramente esplicaremos el proceso de maduración cerebral en relación a la conformación del esquema corporal. [17] En la formación del somatograma intervienen: “las vías de la sensibilidad propioceptiva, vestibular y dolorosa, así como el tálamo, y las estructuras funcionales tálamocorticales y corticotalámicas. Por lo tanto, en condiciones normales, la correcta maduración de las vías sensitivo-tálamocorticales permite la maduración del somatograma” [17] (p 142). Siendo el tálamo el que desempeña un papel crucial en este proceso.

Debemos tener en cuenta que un elemento imprescindible para la construcción del proceso de desarrollo cognitivo es el paso del somatograma a la somatognosia, es decir, el conocimiento conciente del esquema corporal, el cual permite la instauración de la autoconciencia o egognosia hacia los dos años de vida. La finalidad de este proceso madurativo proporciona a la persona la perfecta construcción de tres áreas funcionales del cerebro: la comunicación y el lenguaje, la sociabilización y la imaginación. [17]

En el segundo semestre de vida, el niño puede “separar” el espacio que lo rodea de su propio cuerpo, diferenciando su mano del objeto. Puede tomar un objeto y manipularlo; esta actividad oculomanual es un hito madurativo importante para la ontogénesis cerebral.

Cuando esta conducta no se adquiere o se produce una interrupción se desencadena la desintegración del somatograma; se produce un fracaso de la maduración cognitiva y aparece una conducta de actividad oculomanual patológica denominada estereotipia. [17]

Por otra parte, desde el punto de vista morfológico, las estereotipias pueden ser específicas y no específicas. Las primeras son patognomónicas y características del síndrome o trastorno al cual pertenecen. Las segundas pueden observarse en los trastornos del desarrollo pero no son exclusivas de un síndrome determinado.

Los trastornos del espectro autista pueden dividirse a su vez en primarios, y criptogénicos o secundarios.

Las formas primarias manifiestan estereotipias particulares como andar de puntillas, balancear la cabeza, mecerse, girar sobre sí mismo, correr continuamente al mismo espacio, aleteo de manos, apretarse las manos, retorcerse los dedos.

El autismo criptogénico se caracteriza por una regresión del desarrollo tras un proceso de maduración normal (podemos verlo relacionado con epilepsia, y con el trastorno desintegrativo de la niñez que plantea el DSM IV), sin conocer la causa y gran hiperactividad asociado a conductas repetitivas de moverse de un sitio a otro, así como realizar una y otra vez un mismo recorrido y de tocar continuamente los objetos que están a su alcance. [17]

Partimos de una patología ligada al desarrollo, que traza una manera particular de situarse frente al propio cuerpo y frente al Otro. [24]

“El niño se sitúa frente a sí mismo de acuerdo al lugar que ocupa al ser mirado, tocado, mimado, deseado por el Otro, construyendo así su imagen. Esta imagen está ligada a las significaciones que adquiere el déficit orgánico para sus padres, ya que los remite a su propio narcisismo, a su propia imagen corporal. ” [22] (p122)

La perturbación psicomotriz afectará no sólo la problemática motora, sino también el acceso a la simbolización, ya que los reflejos arcaicos irán desapareciendo durante el primer año de vida dando paso a acciones que al complejizarse permitirán la estructuración psíquica y la construcción del pensamiento y del lenguaje. [2]

“El proceso de simbolización permite la representación de una cosa por otra, atribuyéndole un sentido al objeto, que es lo que permite sustituirlo. Esto se expresa en la posibilidad de jugar la presencia-ausencia, el como-si, el aquí-allá, el cerca-lejos: se instaura un espacio y un tiempo en el devenir del juego corporal. ” [22] (p 122) No hay anticipación ni proyecto, solamente repetición o estereotipias.

Por último, nos parece importante destacar algunas consecuencias nefastas que provocan las conductas estereotipadas.  

Es razonable considerar que una idéntica conducta motriz, repetida y continuada, debe modelar de alguna manera la extensión de los territorios corticales, somatosensoriales y motrices, por lo que la repetición de la acción a partir de una falla funcional, sigue deteriorando el funcionamiento de las formaciones nerviosas implicadas, aumentando la probabilidad de que la conducta estereotipada ocurra. [25]


Lenguaje

Antes de desarrollar las alteraciones del lenguaje en el trastorno autista, es importante conocer el origen y evolución del mismo, ya que el lenguaje es uno de los rasgos de conducta más distintivos de nuestra especie; ningún otro animal se comunica como lo hacemos nosotros. Tomando en cuenta los aportes de Cuatrecasas [26], podemos decir que la aparición del lenguaje coincide psicológicamente con el nacimiento de la reflexión y el medio social, siendo la primera creación del espíritu humano ya que representa el tránsito del hombre zoológico al hombre primitivo.

El paso decisivo para esta adquisición sería el descubrimiento del fuego. El fuego supone la obligación de mantenerlo vivo mediante un trabajo específicamente humano, y la voz sería utilizada para comunicar el desarrollo de esa técnica. ``[26]

Pero tal capacidad, exclusivamente humana, pudo generarse mediante mutaciones genéticas muy precisas: el cerebro ha sufrido cambios en la evolución, pudiéndose constatar un aumento progresivo de su volumen y la determinación de ciertas áreas anatómicas y estructuras fisiológicas precursoras del lenguaje. A su vez, la musculatura bucal y laríngea se adaptaría a la nueva función, de esta manera: “el fuego, la mano, el cerebro, la boca y el lenguaje se habrían influido y determinado mutuamente. ” [26] (p 169)

“Además, el fuego creó la posibilidad de reunir a su alrededor a la familia y la horda; y la necesidad primitiva de comunicación social, reforzando la función del lenguaje e impulsando su desarrollo. ” [26] (p 169)

La caza también supone la necesidad de crear el lenguaje, ya que para esta tarea peligrosa se reunían y decidían la acción en co

Comentarios/ Valoraciones de los usuarios



¡Se el primero en comentar!

La información proporcionada en el sitio web no remplaza si no que complementa la relación entre el profesional de salud y su paciente o visitante y en caso de duda debe consultar con su profesional de salud de referencia.