PUBLICIDAD-

Las emociones: Nuevas perspectivas desde el psicoanálisis y las neurociencias.

Autor/autores: Rafael Sibils
Fecha Publicación: 01/03/2006
Área temática: Neurocognitivos, Trastornos neurocognitivos .
Tipo de trabajo:  Conferencia

RESUMEN

En 1999 Eric Kandel, neurobiólogo y premio Nobel de Medicina, sostenía que el psicoanálisis representa "el más coherente e intelectualmente satisfactorio punto de vista sobre la mente", y que si pretende reconquistar su influencia y poder intelectual necesitará implicarse con actitudes de integración y adaptarse a los nuevos tiempos. Numerosos datos de investigación en neurociencias (neuroimagen, modelos animales, electrofisiología, neuropsicología, neurofarmacología, estudios anatómicos de circuitos cerebrales) apoyan la idea de que el psicoanálisis no se contrapone a las neurociencias. En este trabajo -partiendo de una amplia revisión bibliográfica- exponemos varias nociones neurobiológicas acerca de las emociones: definición, concepto, orígenes evolutivos, funciones, fisiología, neurobiología actual.

Luego- sin pretender exhaustividad- explicitamos algunas hipótesis sobre posibles correlaciones entre la neurobiología humana y ciertos aspectos de la teoría psicoanalítica: estructucturación onto y filogénica del aparato psíquico, organización del mismo, lo consciente y lo inconsciente en neurofisiología y su potencial relación con el psicoanálisis, energía y pulsión, premisas de la teoría freudiana del afecto desde la neurociencia. También proponemos algunas formulaciones terapéuticas. La perspectiva epistemológica no es nuestra meta principal, y al correlacionar ambos modelos habrá espacios vacíos, contradicciones y preguntas sin responder; pero también perfiles complementarios que faciliten la comprensión de los dinamismos mente-cerebro y -en última instancia- el trabajo clínico.

Palabras clave: emociones, psicoanálisis, neurociencias


VOLVER AL INDICE

Url corta de esta página: http://psiqu.com/1-3170

Contenido completo: Texto generado a partir de PDf original o archivos en html procedentes de compilaciones, puede contener errores de maquetación/interlineado, y omitir imágenes/tablas.

Las emociones: Nuevas perspectivas desde el psicoanálisis y las neurociencias.

Violeta García(1); Rafael Sibils(2).

(1)Licenciada en psicología. Psicoterapeuta Habilitante y docente de AUDEPP.
Institución: Asociación Uruguaya de psicoterapia Psicoanalítica (AUDEPP).

(2)Médico psiquiatra. Psicoterapeuta Habilitante y docente de AUDEPP.
Institución: Asociación Uruguaya de psicoterapia Psicoanalítica (AUDEPP).

Resumen

En 1999 Eric Kandel, neurobiólogo y premio Nobel de Medicina, sostenía que el psicoanálisis representa “el más coherente e intelectualmente satisfactorio punto de vista sobre la mente”, y que si pretende reconquistar su influencia y poder intelectual necesitará implicarse con actitudes de integración y adaptarse a los nuevos tiempos. Numerosos datos de investigación en neurociencias (neuroimagen, modelos animales, electrofisiología, neuropsicología, neurofarmacología, estudios anatómicos de circuitos cerebrales) apoyan la idea de que el psicoanálisis no se contrapone a las neurociencias. En este trabajo -partiendo de una amplia revisión bibliográfica- exponemos varias nociones neurobiológicas acerca de las emociones: definición, concepto, orígenes evolutivos, funciones, fisiología, neurobiología actual. Luego- sin pretender exhaustividad- explicitamos algunas hipótesis sobre posibles correlaciones entre la neurobiología humana y ciertos aspectos de la teoría psicoanalítica: estructucturación onto y filogénica del aparato psíquico, organización del mismo, lo consciente y lo inconsciente en neurofisiología y su potencial relación con el psicoanálisis, energía y pulsión, premisas de la teoría freudiana del afecto desde la neurociencia. También proponemos algunas formulaciones terapéuticas. La perspectiva epistemológica no es nuestra meta principal, y al correlacionar ambos modelos habrá espacios vacíos, contradicciones y preguntas sin responder; pero también perfiles complementarios que faciliten la comprensión de los dinamismos mente-cerebro y -en última instancia- el trabajo clínico.



La investigación en diversas áreas que hacen al psiquismo durante los últimos cien años ha traído aparejados cambios en cuanto a la conceptualización del aparato psíquico, desarrollos en múltiples técnicas psiquiátrico-psicológicas, abordaje de nuevas patologías, formas alternativas de enfocar la vida y el tiempo, así como diversas realidades familiares, sociales, económicas, etc. Para adaptarse y mantener su vigencia la psicoterapia psicoanalítica ha debido ir acompasándose a tales cambios, lo que no siempre ha sucedido adecuadamente.

En 1999 Eric Kandel, conocido neurobiólogo y premio Nobel de Medicina, sostenía: "el psicoanálisis todavía representa el más coherente e intelectualmente satisfactorio punto de vista sobre la mente. Si el psicoanálisis va a reconquistar su influencia y poder intelectual, requiere más que el estímulo que deriva de responder a sus críticos hostiles. Necesitará implicarse constructivamente por parte de aquellos que se preocupan por él y que también se preocupan por una teoría realística y sofisticada de la motivación humana. " (Pág. 505) . Concordamos con Kandel (cuya aprobación no necesita el psicoanálisis, pero sí nos permite evidenciar el respeto que esta teoría inspira dentro de las neurociencias) en que la psicoterapia basada en la teoría psicoanalítica tiene un lugar importante, pero que debe ser sostenido con actitudes de integración y adaptarse a los nuevos tiempos.

El impresionante desarrollo de las neurociencias ha tenido impacto en la psiquiatría, la psicología y los tratamientos psicoterapéuticos, y ha permitido avances que otorgaron a estas disciplinas niveles de efectividad similares a los de otras especialidades médicas. Asimismo se ha ampliado la posibilidad de utilizar terapias no farmacológicas en pacientes que hasta entonces no accedían a ellas.

Lo anterior ha conllevado una importante revolución conceptual, en la que los modelos teóricos acerca de la enfermedad mental intentan una verdadera integración entre las corrientes biológicas y las perspectivas psicosociales.

Para el modelo médico, las causas de la patología psiquiátrica y su sintomatología son explicables en términos de enfermedad física: esta se produce por acción de un agente etiológico que altera la estructura anatómica o funcional de los órganos afectados. El diagnóstico mediante la identificación de los síntomas y signos característicos posibilita la instauración del tratamiento: si es posible, eliminación de la causa, o, en su defecto, supresión de los síntomas.

El modelo del psicoanálisis enfatiza el conflicto intrapsíquico inconsciente. Las manifestaciones que evidencian la enfermedad constituyen epifenómenos del conflicto inconsciente que escapa a la percepción del paciente. A través de su resolución por medio de la psicoterapia, se conseguirá un mayor desarrollo madurativo del individuo y la recuperación de su bienestar.

Numerosos datos procedentes de la investigación de diversas disciplinas en el ámbito de las neurociencias (neuroimagen, modelos animales, electrofisiología, neuropsicología, neurofarmacología, estudios anatómicos de los circuitos cerebrales) apoyan la necesidad de la integración de los aportes psicosociales con los biológicos. A modo de ejemplo, los estudios sobre la plasticidad cerebral, el impacto de la psicoterapia y de los acontecimientos vitales adversos en el cerebro, la interacción genes-ambiente en patología mental, etc.

A nuestro modo de ver (notoriamente influido por el actual clima renovador en cuanto al psicoanálisis y también por preferencias, gustos, aptitudes y limitaciones personales), las perspectivas integradoras merecen ser consideradas en el ámbito psicoanalítico y evaluadas por los colegas en cuanto a su pertinencia, proyección teórico clínica, e interés en cuanto a continuar indagando en ellas.


Introducción, definición, concepto y orígenes evolutivos

Revisando diversos diccionarios y textos, no encontramos una definición del concepto de emoción que nos convenga para los objetivos de este trabajo. Por eso enunciamos provisoriamente una, la que repetiremos al final a efectos de evaluar si cubre los aspectos que creemos adecuado destacar:

Las diferentes emociones (placer, euforia, tristeza, abatimiento, depresión, miedo, enojo, rabia, ira, curiosidad, búsqueda, pánico, felicidad, sorpresa, aversión, asco, vergüenza, celos, culpa, orgullo, bienestar, malestar, calma, tensión, energía, fatiga, anticipación, desconfianza, etc. ) constituyen mecanismos adaptativos de los animales superiores, especialmente desarrollados en los seres humanos a través de la evolución. Están determinadas genéticamente, pero son influidas por la experiencia y el aprendizaje. Se originan en estímulos externos y/o internos, y preparan al individuo para la respuesta al estímulo que las generó. Uno de sus cometidos es la comunicación: informan al propio sujeto y a otros individuos de la misma u otras especies datos acerca de lo que sucede en él. Determinan y/o interactúan entre ellas mismas, con otros procesos psíquicos de diferente jerarquía (ideas o pensamientos, cognición, funciones del yo), e involucran a todo el organismo en la respuesta. Comprenden un grupo de respuestas periféricas, autónomas, endocrinas y del sistema motor esquelético, dependientes en general de estructuras subcorticales. Su procesamiento en el sistema nervioso central conlleva aspectos inconscientes y otros conscientes.

Algunos autores distinguen entre emoción y sentimiento. La emoción se refiere a una serie de respuestas que se desencadenan desde determinadas zonas del cerebro y tienen lugar en otras zonas de este y del cuerpo. El resultado es un estado emocional: el conjunto de los diferentes cambios corporales que experimenta el individuo. El sentimiento se refiere al resultado del estado emocional, el que depende de un complejo estado mental que incluye la representación de los cambios corporales en las correspondientes estructuras del sistema nervioso central, primordialmente corticales, y diversas modificaciones en el procesamiento cognitivo.

Sobre las emociones se puede actuar mediante dispositivos diversos, biológicos o psicológicos.

En 1872 Darwin establecía que las emociones y su expresión mediante movimientos corporales y faciales son innatas, aunque los factores de adiestramiento puedan influir sobre ellas. Refería que cumplen un papel de comunicación entre los miembros de una especie, y que el aprendizaje permite su evolución a través del tiempo incrementando la probabilidad de que el sujeto y la especie se adapten a las características cambiantes del ambiente.

Lo cierto es que durante las fases tempranas de la evolución cerebral se crearon mecanismos neurales que permitieron a los animales afrontar situaciones amenazantes. Muchos estaban localizados en la médula espinal y en la parte baja del tronco encefálico. Sobre estas capacidades reflejas fueron añadiéndose funciones orquestales para afrontar de forma más flexible aspectos claves para la supervivencia. Estos sistemas de coordinación son los circuitos emocionales básicos que comparten todos los mamíferos. Desde el punto de vista anatómico están concentrados en la línea media del mesencéfalo y el diencéfalo, y el sistema límbico. A medida que la competencia se hizo más intensa, los mecanismos de aprendizaje añadieron estratos de flexibilidad cognitiva más sutiles que asientan en desarrollos recientes del cerebro como el neocortex, y permiten a los animales considerar sus circunstancias y comportarse con grados variables de anticipación y reflexión.

Existirían emociones biológicamente más arraigadas que se activan como reflejos y se disparan con el estímulo adecuado (miedo, ira, tristeza y alegría). Son universales, representan la manifestación actual de múltiples procesos de selección y suponen un éxito en la evolución filogenética. Otras (culpa, envidia) dependen de la cultura.

Lo innato de cada individuo unido a las influencias ambientales (experiencia y aprendizaje) van diseñando el perfil emocional que lo caracterizará.


Fisiología

En 1884 William James sostuvo que a partir de los estímulos se producían cambios corporales, cuya percepción por parte del sujeto daba lugar a la emoción, objetando la hasta entonces vigente propuesta de que la percepción del estímulo provocaba la emoción y ésta causaba cambios corporales. Esta “Teoría del feed back visceral” (los eventos ambientales producirían cambios corporales específicos con aferencias viscerales que serían identificadas por el cerebro como determinada emoción) lleva implícita la idea de una especificidad psicofisiológica asociada con una emoción: estados emocionales diferentes se acompañan de patrones diferentes de respuestas autónomas. Actualmente Damasio retoma el tema de la identificación de la emoción a partir del perfil de modificaciones psicofisiológicas, orientándose hacia las estructuras neurobiológicas que lo posibilitan (hipótesis del marcador somático).

Sin embargo, esta postura no explica ciertos hechos, como por ejemplo que la excitación emocional persista luego de que cesaron los cambios fisiológicos, o el hecho de que algunos sentimientos surjan antes de las alteraciones corporales que se asocian normalmente a ellos. Por tanto, existe algo más que la simple interpretación cortical de la información periférica.

Cannon refutó las argumentaciones de James planteando que la activación emocional se inicia con un estímulo ambiental sobre los receptores. Estos activarían las neuronas talámicas, las que por una parte enviarían un feedback informativo hacia la corteza, y por otra activarían los músculos y las vísceras. La corteza estimula de nuevo al tálamo, generando la experiencia emocional. Su enfoque es centralista y lo primordial sucede en el SNC: es la “Teoría neural de la emoción”, también llamada “Teoría de la Emergencia” ya que las emociones señalan la emergencia: el organismo, al experimentarlas, hace ajustes que lo preparan para enfrentar situaciones adversas.  

Duffy (1962, 1972) sostiene que la "emoción" representa un extremo del continuo "motivación". La descripción de cualquier conducta se explica mediante dos aspectos: activación, entendida como intensidad, y dirección, en términos de aproximación-evitación. Plantea que la activación es el más importante, ya que es una dimensión que subyace toda conducta.

En esencia los dos planteamientos tendrían aspecto legitimables: ambos defienden procesos de activación para explicar las emociones, las estructuras cerebrales juegan un importante papel en ellas, y es posible localizar perfiles psicofisiológicos particulares asociados a emociones concretas.  

Damasio y LeDoux serían los representantes actuales de las teorías de James y de Cannon, respectivamente.

Actualmente se conciben las emociones como el resultado de una interacción dinámica en curso, de factores periféricos mediados básicamente por el hipotálamo y de factores centrales tanto conscientes como inconscientes mediados por la corteza, con el núcleo amigdalino como elemento de coordinación e integración fundamental.


Funciones de la emoción

Las emociones tienen como cometido coordinar el cuerpo y la mente organizando la percepción, el pensamiento, la memoria, la fisiología y el comportamiento en un individuo, preparando así el cuerpo para la acción en general, y en particular para conductas concretas. También tienen como función conectar las mentes y los cuerpos entre individuos, comunicando los estados internos de uno a otro, todo lo que tiene un innegable valor adaptativo.
Según Damasio la emoción y sus expresiones representan las más directas manifestaciones de primer orden para entender la biorregulación de un organismo complejo inmerso en un ambiente con aspectos también complejos como la cultura y la sociedad.

Henry (1986) afirma que la respuesta emocional se produce frente a los estímulos sociales y ambientales, que junto con la experiencia pasada y los patrones de conducta prefijados genéticamente, perfilan el modo de reacción individual.  

Para Panksepp (1991), las emociones son consideradas procesos sincronizadores y/o coordinadores que se producen en el cerebro y activarían determinadas tendencias de acción. Sostiene que la corteza tiene acción inhibidora sobre las tendencias afectivas más primitivas, pues los sistemas emocionales básicos parecen ser controlados por estructuras subcorticales. Considera que existen circuitos neurobiológicos básicos específicos que controlan la expresión de emociones particulares. Estos circuitos están predeterminados y diseñados para responder en forma incondicionada a estímulos significativos para el individuo, y su funcionamiento puede activar o inhibir ciertas manifestaciones conductuales de los sistemas fisiológicos de regulación del organismo. También, los circuitos emocionales pueden ejercer influencia sobre los sistemas sensoriales, elevando o descendiendo los umbrales de percepción según la circunstancia a la que se enfrente el sujeto.  

Primero es la emoción, que hacia fuera resulta en conductas que sirven para comunicar a los demás nuestro estado interno, y hacia adentro como experiencia subjetiva del estado emocional o sentimiento que afecta la dinámica del pensamiento en curso y por consiguiente las actividades cognitivas y conductas de futuro. Dicho con otras palabras: el sentimiento de la emoción es la experiencia mental y privada de la emoción, mientras que la emoción es un conjunto de manifestaciones, algunas observables. El primer paso tiene que ver con un estado de emoción, que puede ser desencadenado y ejecutado de forma no consciente; el segundo paso tiene que ver con un estado de sentimiento, que puede ser representado no conscientemente; el tercer paso se refiere a un estado de sentimiento hecho consciente, que ocurre cuando un organismo conoce que está experimentando una emoción y un sentimiento.

De acuerdo con Magda Arnold, “la emoción es el producto de la evaluación inconsciente del potencial dañino o beneficioso de una situación, mientras que el sentimiento es la reflexión consciente de esta valoración inconsciente. Por lo tanto, el sentimiento es una tendencia a responder de determinada manera, no la propia respuesta”. Así, la evaluación inconsciente, implícita, iría seguida de ciertas tendencias a la acción, luego respuestas periféricas, y finalmente conciencia de lo que sucede. Esto es relevante, dado que las emociones pueden tener “su propia lógica” inconsciente, no dependiente de la conciencia ni de fenómenos somáticos.

La emoción repercute sobre los procesos de aprendizaje, consolidación y recuperación de la información (memoria). La relación entre emoción y memoria es fundamental para la capacidad de adaptación y supervivencia de un organismo. En cuanto a las inscripciones, “La memoria de los estados emocionales (respuestas autónomas y somática) implica el almacenamiento de memoria implícita, mientras que en el recuerdo de los sentimientos está involucrado el almacenamiento de memoria explícita. ” 

La emoción también influye sobre los procesos de razonamiento y toma de decisiones: estaría directamente vinculada con la elección de las alternativas de respuesta que permiten al organismo la mejor adaptación. Se conoce el papel fundamental que juega la corteza prefrontal en la toma de decisiones y que la amígdala es una estructura esencial en estas; por tanto un circuito que conecte la corteza prefrontal ventromedial y la amígdala fundamentaría el papel que juega la emoción en este aspecto. Tal circuito podría ser considerado la estructura neuroanatómica implicada en la conexión entre emoción y cognición.


La neurobiología actual

El interés de los investigadores se orientó a la localización y análisis de las estructuras biológicas implicadas en la emoción, en las dimensiones expresiva e interpretativa.  

En términos generales, es innegable que todas las acciones derivadas de la actividad del SNC contribuyen a los procesos afectivos. Al mismo tiempo, la conducta y los estados de la experiencia se encuentran físicamente mediatizados por el cerebro. Por lo tanto, la conducta emocional y el afecto también lo están. Cualquier cambio en la modulación cerebral afecta el modo en que expresamos nuestra conducta emocional y la forma en que interpretamos la conducta emocional de los otros.

La relación entre procesos cognitivos y afectivos se sostiene en la articulación entre estructuras corticales y subcorticales. Hay una consideración clásica respecto al control que las estructuras neurológicas superiores ejercen sobre las inferiores: los procesos cognitivos configurarían los procesos afectivos. Así, las estructuras corticales superiores de los hemisferios derecho e izquierdo determinarían la naturaleza de la experiencia emocional. En la actualidad el mayor conocimiento de las estructuras implicadas también postula la influencia en un sentido inverso, aceptando que la activación emocional puede influir y condicionar la actividad de los procesos cognitivos. Así los procesos cognitivos se encuentran en constante e interdependiente interacción con los procesos emocionales.

Actualmente se acepta que la activación de un organismo resulta de la interacción de varios sistemas y estructuras, destacándose que la corteza no es siempre el máximo órgano de control. Por ejemplo, es importante la actividad del sistema Límbico, dada su localización anatómica entre el tronco y la corteza, con la que se relaciona.  

Los procesos emocionales implican mecanismos de ajuste y equilibrio (homeostasis) diseñados para garantizar la capacidad adaptativa básica de cualquier organismo, y parece imprescindible plantear un evolucionismo neuroanatómico, ya que este permite la adopción de propuestas flexibles que tengan en cuenta la participación de estructuras diferentes.  

Entonces, cada emoción o conjunto de ellas implica la participación de diversas estructuras, vías y conexiones, así como factores neuroquímicos diferentes. En el cerebro de los mamíferos existen varios sistemas ejecutivos para los distintos procesos emocionales que se ramifican ampliamente, interactuando con múltiples procesos cerebrales específicos e inespecíficos.

Más allá de estas generalidades, es posible profundizar en el estudio de la emoción distinguiendo tres planos:


El procesamiento de la emoción
Son los procesos de conocimiento de la emoción: reconocimiento (o percepción), denominación, evaluación y valoración.

Un proceso emocional se inicia con la percepción de un objeto o situación externo o interno, o de un recuerdo. Si es un estímulo, actúan receptores (órganos de los sentidos), y vía formación reticular y tálamo (en la mayor parte de los casos, pero no así en la olfacción) la información se dirige a las estructuras neuroanatómicas relacionadas con la emoción. Puede también tratarse del recuerdo de un objeto o situación, y en ese caso interviene el hipocampo y la amígdala. Luego de la percepción se produce la valoración del estímulo en cuanto a su relevancia para el organismo, la que se realiza desde diversos centros, unos dependientes de los sistemas subcorticales, especialmente la amígdala, y otros de las cortezas cerebrales sensorial y asociativa. La amígdala recibe información sensorial de todas las modalidades y está en contacto con el hipocampo, el prosencéfalo basal y los ganglios basales (estructuras importantes en los procesos de memoria y de atención) así como con el hipotálamo (fundamental para el control de la homeostasis y la regulación neuroendocrina). Se supone que elabora tipos de valoración "programadas de forma innata", más simples, y también interviene en las respuestas emocionales aprendidas.

La corteza cerebral reacciona a la información más compleja y elabora valoraciones que se construyen a partir de la experiencia personal.

En cuanto a los hemisferios cerebrales, se propone que existe un módulo de ejecución conductual ubicado en la corteza prefrontal lateral, órbito frontal y parietal posterior y otro de reconocimiento de caras y objetos ubicado en la corteza lateral temporal. Se plantea la implicación del hemisferio izquierdo en aquellos aspectos emocionales transmitidos a través del lenguaje o que involucran la descripción verbal de una emoción (Bryden y Ley, 1983), mientras que el derecho estaría más relacionado con los aspectos emocionales que se comunican mediante características expresivas y gestuales, y procesa mejor aspectos relacionados con la dimensión espacial.

Las formas más primitivas de emoción, que por regla general tienen valencia negativa, se encuentran especialmente vinculadas al derecho, mientras que las emociones filogenéticamente más avanzadas y con connotaciones sociales, al izquierdo.


Preparación y ejecución de la respuesta emocional.
Es la expresión mediante cambios corporales y faciales, movimiento, gestos, lenguaje, etc. , y conlleva connotaciones de comunicación social.

Tras la valoración del estímulo, se suceden cambios corporales y cerebrales resultantes del envío de mensajes al tronco cerebral y al hipotálamo:

a) El hipotálamo regula la producción endócrina a través del eje hipotalámo-hipófiso-adrenocortical, que determina la liberación de diferentes hormonas en la corriente sanguínea, las que por una parte modifican el perfil del medio interno, y por otra actúan sobre zonas como la corteza somatosensorial y la corteza cingulada transformando la señalización de los estados corporales en el cerebro. Las modificaciones del medio interno repercuten sobre otras regiones cerebrales -corteza, tálamo, ganglios basales- con lo cual se modificará el estado cognitivo, dando lugar a la eventual manifestación de conductas emocionales así como a una particular forma de procesar la información.

b) Responde el sistema nervioso neurovegetativo (autónomo), regulado por el hipotálamo y el tronco cerebral, y responsable de la acción sobre las vísceras mediante los sistemas simpático y parasimpático.

c) Se producen conductas motoras dependientes del control de la musculatura esquelética por los pares craneanos y la médula espinal dando lugar a las "conductas emocionales".

Con respecto a las estructuras neurobiológicas implicadas en el almacenamiento, concurren diferentes sistemas con distintas funciones: existe una memoria explícita, conciente, relacionada con los sucesos concretos referidos a las situaciones traumáticas o afectivamente importantes y también una memoria implícita, no conciente, en virtud de la cual el organismo, al repetirse una experiencia similar a la que generó el registro, presenta ciertas respuestas que ocurrieron pero pasaron desapercibidas en el momento de la experiencia primaria.  

El hipocampo junto con otros elementos del lóbulo temporal es la estructura neuroanatómica involucrada en los mecanismos de memoria explícita. Informa sobre la localización contextual permitiendo evitar el peligro antes de que ocurra. Asimismo puede activar emociones (miedo) en situaciones que fueron peligrosas pero ya no lo son. Además, su daño en contextos de gran estrés puede deteriorar el recuerdo consciente de situaciones traumáticas. Esto implica que, a la vez que se "reprime" el recuerdo consciente de una experiencia traumática se puede reforzar el recuerdo emocional inconsciente de dicha experiencia a través del circuito de la amígdala, la que está implicada en los dispositivos de la memoria implícita.

Así, la memoria consciente de la experiencia pasada junto con las respuestas fisiológicas entonces producidas, refleja el funcionamiento de dos sistemas de memoria que operan en paralelo (LeDoux, 2000a).

La amígdala resulta esencial tanto en la recepción de los estímulos (inputs), como en la emisión de respuestas (outputs), estando implicada en dos sistemas neurobiológicos: 

Uno es largo: el estímulo a través de las vías aferentes alcanza la formación reticular y llega al tálamo, desde donde se dirige hacia la zona de la corteza asociativa específica para el tipo de estímulo implicado, donde se produce el análisis y significación del mismo. Tras este proceso de valoración se prepara la respuesta apropiada a través de estructuras subcorticales que participan en las modificaciones del organismo para generar las manifestaciones emocionales.

El otro sistema es más corto y directo. El estímulo una vez que alcanza el tálamo sigue una proyección corta hasta la amígdala, la cual tiene capacidad para preparar una respuesta orgánica inmediata ante la eventual amenaza que pueda suponer dicho estímulo. En esta segunda posibilidad sólo se encuentran implicadas ciertas estructuras subcorticales. Esta vía permite respuestas casi inmediatas ante las señales de peligro, y de este modo la emoción puede desencadenarse por situaciones de las que la persona no tiene conciencia. La mayor rapidez en la respuesta de la amígdala a partir de la información directa que llega desde el tálamo se produce a expensas de la calidad en el análisis de dicha estimulación. Es decir, la estimulación llegada directamente desde el tálamo está poco elaborada, con lo cual la respuesta de la amígdala es bastante inespecífica. Podríamos plantear que se trata de una respuesta elemental de preparación, de defensa en general. Sería un circuito que pasa por la amígdala y es capaz de producir reacciones emocionales sin conciencia ni recuerdo consciente. Así, la corteza no sería necesaria para crear un miedo condicionado, pero jugaría un papel regulador en el proceso, pudiendo o no inhibir la respuesta subcortical y mejorar la discriminación sensorial. Si el condicionamiento puede tener lugar inconscientemente mediante los circuitos de la amígdala, entonces la persona puede no ser consciente de cuál es el estímulo desencadenante actual, y el procesamiento emocional no resulta necesariamente adaptativo. Inmediatamente después llega a la amígdala el resultado del análisis pormenorizado del estímulo que ha tenido lugar en la corteza asociativa específica, confirmando si la inicial respuesta preparada por la amígdala ha sido o no correcta. Si lo fue, se refina en su manifestación, ajustándose a la significación específica del estímulo y del daño asociado al mismo. Si no fue apropiada, cesa la respuesta y los mecanismos autonómicos activados para proteger el equilibrio del organismo.  

Diversas investigaciones aportan más datos (muchos de ellos controversiales) en referencia a los hemisferios cerebrales: La expresión emocional, al igual que el lenguaje, es una forma de comunicación, y así como el hemisferio izquierdo tiene dominancia para el lenguaje, el derecho la tendría en la expresión emocional y también para la percepción de eventos emocionales relacionados, tales como expresión facial, movimientos corporales, etc. Pero ambos tienen una especialización complementaria para el control de los distintos aspectos relacionados con el afecto. Parecería que el izquierdo interviene más en las emociones positivas, mientras que el derecho en las negativas.


La dimensión subjetiva de la experiencia emocional.
Es la experiencia emocional o sentimiento.  

La información derivada de los cambios corporales y cerebrales que suceden en la descarga emocional es reenviada al cerebro y se representa como parte de la experiencia, ocurriendo todo esto sin conocimiento consciente. Las estructuras básicas (troncoencéfalo, hipotálamo y amígdala) parecen ser necesarias y suficientes para la ocurrencia de la emoción, pero no para la conciencia de la misma.

Pero cuando la información es procesada por las regiones cerebrales implicadas en el conocimiento consciente (corteza cingulada anterior y tálamo) se genera lo que experimentamos de modo subjetivo como conciencia de la emoción, denominada experiencia emocional o sentimiento. Este fenómeno concreto constituye lo que Damasio denomina "centro de la conciencia" y especula que este proceso parece un camino para definir la localización de la conciencia. Para él, esta es algo privado del individuo, que ocurre como parte de un proceso también privado, llamado “mente”. Ambas están íntimamente asociadas a las conductas externas del individuo. Asimismo, la mente y la conducta observable están directamente relacionadas con el funcionamiento del organismo como un todo.  

Pally trata de establecer el puente entre la neurociencia de la emoción y el psicoanálisis a partir de un punto en común que en una primera aproximación parece sorprendente: ambos se centran en mecanismos inconscientes. Con todo, se trataría de un inconsciente biológico gobernado por circuitos neurales y la neurofisiología en general.

Correlación neurobiología – psicoanálisis en cuanto las emociones

Hasta aquí hemos resumido varios conceptos acerca de las emociones desde la perspectiva neurobiológica, que propone un modelo de aproximación al fenómeno de las emociones centrado en los principios básicos y los niveles más elementales.  

El psicoanálisis plantea un modelo conceptual apoyado en los aspectos vivenciales más complejos del ser humano, y por tanto apto para enfocar el complejo funcionamiento de la mente. Quizás es el instrumento más preciso –en tanto es capaz de enfocar específicamente lo que aparece como problemático- a la vez que abarcativo, ya que puede considerar la mayor parte de los elementos que circundan tal eje, ya sean de índole psíquica consciente o inconsciente, biológica, o social. A partir de la comprensión y clarificando patrones sólidos en el aspecto experiencial de la vida, es capaz de elaborar constructos sobre los mecanismos de funcionamiento de la psique. A su vez, la neurociencia posee un método de evaluación externo que permite perfilar, modificar y validar dichos constructos, y desde su lugar puede proporcionar conocimientos fundamentales.

Sería entonces útil buscar aspectos conciliatorios entre las disciplinas que investigan los estratos profundos de la naturaleza humana.  

En términos generales, para los autores que citamos en la bibliografía, la perspectiva del psicoanálisis puede y debe complementarse por otros enfoques observacionales, pero no ser reemplazada por los métodos de las ciencias físicas, dado que las emociones como tales sólo existen en forma de experiencias subjetivas.

Veremos algunas conexiones entre estas dos disciplinas que surgen de líneas de investigación sugeridas por diferentes autores. A partir de ellas podría pensarse que el psicoanálisis ya no puede contraponerse a las neurociencias.

Encontramos pertinente aclarar que este trabajo pretende ser esencialmente clínico y apuntar a los aspectos terapéuticos. La perspectiva epistemológica de la interconexión entre psicoanálisis y neurobiología no es nuestra meta principal. Así, al intentar correlacionar ambos modelos y buscar sus perfiles complementarios, habrá espacios vacíos, eventuales contradicciones y preguntas sin responder; pero también coincidencias que faciliten la comprensión de los dinamismos mente-cerebro y en última instancia el trabajo clínico. Sin pretender exhaustividad, veremos ciertos puntos de contacto entre neurobiología y psicoanálisis:


Estructuración onto y filogenética del aparato psíquico.
Las emociones más primitivas y sus formas de funcionamiento -establecidas en las primeras fases de la evolución cerebral de las especies- han permanecido vigentes y se coordinan con las funciones más recientemente adquiridas, como las tendencias emocionales construidas socialmente que deben su existencia a funciones cognitivas. Así, las emociones básicas pueden sentirse sin actividad cognitiva que las preceda, si bien se producen cambios cognitivos cuando se experimenta una emoción. Pero no es posible imaginar sentimientos como los celos o la culpa sin la existencia de ciertos pensamientos, y por ende memorias de trabajo en el cerebro. Mucho menos lo es situarse en un logro que implica el precio de la capacidad anticipatoria del ser humano y su posibilidad de elaborar emociones complejas: la conciencia de la propia muerte, lo que estará ligado a intentos por evitarla, llevando así a grados superlativos las tendencias innatas y derivadas de los estratos más antiguos destinados a la autoconservación y la conservación de la especie.

Las emociones básicas darían lugar a las energías instintivas del ello (para Panksepp "sistemas de comando emocional") que instigan y orquestan los diversos aspectos de lo emocional en el cerebro. Freud conceptualizó tales procesos del ello como las bases de las emociones y la personalidad, y también como substrato esencial de la maduración de las funciones del yo. Así, la “neurociencia afectiva” (Panksepp) proporciona evidencia de las funciones básicas del ello contenidas en el cerebro de los mamíferos. Los elementos primordiales de las emociones están representados en el cerebro de todos los mamíferos e incluyen sistemas de búsqueda, rabia, miedo, cuidado y juego. En el cerebro humano, dado su grado de encefalización, se han añadido mecanismos regulatorios de la emoción de orden elevado, que podrían ser definidos como el yo en primera instancia, y posteriormente las funciones superyoicas. Panksepp sostiene que las energías del ello -procesos neurales subcorticales que por medio de emociones conscientes e inconscientes coordinan la disposición a la acción- aparecieron hace mucho en la evolución y permanecen homólogas en las especies cercanas al ser humano. En el hombre las elevadas funciones del yo y el superyó pueden administrar la expresión externa de estas fuerzas, pero su control de la expresión interna es mucho menor. De todos modos, no es sencillo desentrañar las resultantes de influencia y contrainfluencia entre los estratos primarios y los más evolucionados. Panksepp hipotetiza así que la inhibición por la corteza de procesos inferiores suprime la experiencia consciente del afecto, dando lugar a la internalización o "ligazón" de las energías emocionales, como Freud planteó.  

En cuanto a la correlación ontogénica de las propuestas filogénicas antes planteadas, Panksepp prevé que el yo brote de áreas muy primitivas del cerebro donde los sistemas emocionales básicos interaccionen con las representaciones neurales básicas del cuerpo, si bien su desarrollo alcanza posteriormente múltiples y complejos componentes adicionales psicológicos y neurales. Opina que la evolución cerebral establece en un nivel bajo del neuroeje un "cuerpo virtual" neurosimbólico que representa al organismo como una entidad coherente (denomina SELF a esta entidad, la forma más primitiva del yo de Freud). Sugiere que podría ubicarse en las áreas centromediales del tronco cerebral pero que su influencia se distribuye por todo el cerebro. Plantea que las bases neurales del cuerpo virtual del SELF permiten la interacción de estímulos externos (percepciones simples) y valores internos (estados emocionales) con una representación motora coherente y estable del cuerpo. En este esquema, los sentimientos reflejarían los distintos tipos de disposición a la acción que infiltran las extendidas neurodinámicas del SELF. El nivel basal de reverberación dentro de este sistema constituye un epicentro sobre el que los placeres y displaceres de la vida se manifiestan. La amplia extensión neural de estos sistemas permite la construcción de abundantes tipos de expresión emocional a partir de los sentimientos básicos. La esencia de los sentimientos afectivos surgiría de varios sistemas emocionales básicos interactuando con las redes del SELF, mientras que los procesos más elevados mnésicos / asociativos extenderían y modificarían estas formas de disposición a la acción con contenidos cognitivos (visión compatible con la freudiana).

Para Panksepp, Freud no reconoció adecuadamente la existencia de sistemas emocionales dedicados a los distintos procesos sociales. Aunque dio mucha atención a la sexualidad, no pudo apreciar la existencia de sistemas instintivos básicos para la devoción maternal (ternura), apego social (amor), ansiedad de separación (tristeza) y capacidad de juego (alegría), todos fuertemente representados en la línea media del tálamo y la corteza límbica. Generaciones posteriores del pensamiento psicoanalítico desarrollaron estos temas bajo la rúbrica de las "relaciones de objeto", pero gran parte de la discusión se hizo como si fueran derivados, no verdaderos procesos emocionales básicos. Actualmente se puede hipotetizar que surgieron bajo los auspicios de los diversos sistemas primarios socio-emocionales. El refinamiento de las emociones sociales elevadas puede proceder de aprendizajes emergentes de las neurodinámicas de las tendencias emocionales básicas, reverberando a lo largo de canales evolutivamente preparados del SELF extendido por conexiones con otras áreas cerebrales.

Para Panksepp, en la infancia precoz no existe una línea sostenida de pensamiento sin una línea sostenida de afecto, por lo que si se quiere entender cómo se comportan las personas y los animales a largo plazo, hay que comprender sus sentimientos. Sólo en la edad adulta, con patrones de comportamiento, hábitos de pensamiento y defensas ya establecidos, las conexiones entre el afecto y la conducta disminuyen. De hecho, los reguladores afectivos quizá simplemente descendieron a niveles preconscientes de procesamiento neural, ejerciendo aún controles fundamentales sobre la mente y la conducta.


Organización del aparato psíquico.
El registro del estado del aparato mental en la conciencia es un mecanismo innato para la supervivencia y sucede a través de experiencias personales: la retroalimentación afectiva modifica la conducta posterior del individuo. Existen dos aspectos de la conciencia mediados por dos sistemas anatómicos y fisiológicos distintos: uno difuso, no específico; y otro de modalidad, específico. Esta distinción representa un correlato anátomo-fisiológico de la teoría freudiana del afecto. Supone que la percepción del afecto está ligada con grados de actividad no específica que regulan las funciones de "estado" de la corteza y otras estructuras. Esta actividad sería el correlato de los procesos psíquicos "cuantitativos" de Freud, quien distinguió dos formas de acción motora generada a partir del afecto. La primera es la forma automática y estereotipada de descarga ideomotriz. La segunda es la acción volitiva y orientada a un objetivo, desarrollada a partir de la forma automática. La transición entre una y otra coincide con la sustitución parcial del principio del placer por el principio de realidad: la energía pulsional llega a ser "empleada en la adecuada modificación de la realidad" en lugar de derivarse en expresiones afectivas.  

Varios autores introducen hipótesis neurocientíficas basándose en estudios psicoanalíticos realizados en pacientes con lesiones frontales ventromediales bilaterales. Los resultados sugieren que esta región cerebral es una de localizaciones anatómicas de la inhibición pulsional. Señalan que la clínica del "síndrome del lóbulo frontal" en su variante ventromedial sugiere que la inhibición de la descarga motora y el control sobre la afectividad son funciones correlacionadas. Estas hipótesis permiten relacionar los mecanismos inhibitorios y ejecutivos frontales con los mecanismos de percepción y expresión afectivas, y por tanto pensar si es posible topografiar e identificar en términos fisiológicos precisos el mecanismo por el cual la energía "libre" (ello) se transforma en energía "ligada" (yo).

En otro aspecto, la evidencia sugiere que diferentes formas de ansiedad se topografían en distintas estructuras cerebrales. Un sistema masivo va de la amígdala central al área gris periacueductal. Otro es el sistema de ansiedad de separación, que discurre del cíngulo y la región preóptica ventral a través del tálamo dorsomedial hasta el área gris periacueductal. Este gobierna los procesos vinculares a lo largo de la infancia y probablemente es clave para el desarrollo de un apego seguro.

LeDoux sostiene que las redes que subyacen a todas las modalidades perceptivas (incluyendo el afecto) se representan en último término en el “espacio de trabajo global” de la memoria de trabajo. En cuanto a las estructuras en juego, los diversos estados afectivos se representan en el cerebro ampliamente, y el Neocortex no parece una ubicación probable (por más que el procesamiento cortical se vea afectado de forma masiva por las emociones). Existe evidencia sobre los extensamente ramificados circuitos de comando subcorticales que generan y sincronizan diversas conductas emocionales y los cambios corporales asociados.  

Veamos ahora unos ejemplos del funcionamiento de los circuitos cerebrales de la emoción.

El miedo es un logro evolutivo para facilitar la detección y la respuesta al peligro. En el hombre el conocimiento consciente no es necesario para crear la emoción del miedo condicionado. La corteza no participa para crearlo, pero juega un papel regulador inhibiendo o no la respuesta subcortical y mejorando la discriminación sensorial. La conclusión, que permite aproximar una hipótesis acerca de determinados fenómenos de la psicoterapia, es que las respuestas de miedo tempranas (y probablemente de otras emociones) quizás nunca desaparezcan del todo, aunque la conciencia puede contribuir a disminuirlas. Esto se ve favorecido porque existen más conexiones amígdala-corteza que a la inversa, por lo que es más fuerte la tendencia automática al miedo que la capacidad para inhibirla voluntariamente.

Otro elemento que juega un papel decisivo en el circuito cerebral del miedo es el hipocampo.

Podría concluirse que el procesamiento emocional no resulta siempre adaptativo debido a que una vez establecido el condicionamiento al miedo éste no se elimina completamente, tan sólo se inhibe (aspecto fundamental a la hora de pensar en el trabajo psicoterapéutico).


Lo Consciente y lo inconsciente en neurofisiología y su posible relación con el psicoanálisis.
Desde la neurobiología hay planteos que describen los aspectos inconscientes de las emociones, si bien se trata de un inconsciente que podríamos llamar descriptivo y no tópico. De hecho, para la neurociencia la mayor parte de la emoción se procesa lejos del conocimiento consciente del sujeto y se podría aplicar aquí la metáfora psicoanalítica de la punta del iceberg. Es un inconsciente biológico gobernado por circuitos neurales y la neurofisiología.

Recién hace un par de décadas se empiezan a plantear correlatos neurofisiológicos relativos a los procesos inconscientes. El estudio de “lo inconsciente” o “lo no-consciente” es formulado desde las neurociencias como constituido por múltiples modalidades de funcionamiento, tipos de inscripción y orígenes.

La evidencia neurofisiológica de percepciones inconscientes se ha constatado mediante trabajos sobre potenciales evocados cognitivos generados a partir de estímulos no conscientes. Estas investigaciones se realizaron utilizando estímulos producidos por imágenes visuales de muy breve duración. Se demostró que los estímulos empleados llegaban a la persona sin ser percibidos en forma consciente. Mediante registro del potencial cognitivo (onda P300) se observó que existía un reconocimiento diferenciado en distintas áreas del cerebro para diferentes estímulos no conscientes.

Estas investigaciones aportan evidencia neurofisiológica de que se registra información en respuesta a estímulos no conscientes para el sujeto. Es razonable presumir que este procesamiento de la información pudi

Comentarios/ Valoraciones de los usuarios



¡Se el primero en comentar!

La información proporcionada en el sitio web no remplaza si no que complementa la relación entre el profesional de salud y su paciente o visitante y en caso de duda debe consultar con su profesional de salud de referencia.