La Violencia ejercida por un miembro de la pareja hacia el otro integrante, adquiere cada día mayor importancia, desde un enfoque interdisciplinar. Su máxima expresión son las muertes acaecidas, que según estadísticas, del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, reportaron 61 muertes de mujeres víctimas de la violencia por parte de su pareja en territorio español, de las cuales 22 eran inmigrantes, durante el año 2011. Se ha determinado que las conductas violentas poseen una etiología multifactorial, destacando los funcionamientos psicopatológicos, factores biológicos, culturales y psicosociales, como los más evidentes.
El ámbito doméstico y dentro de él, las relaciones de parejas disfuncionales, se han constituido en un resquicio de riesgo que potencialmente afecta la salud física y mental de la pareja y de su entorno familiar. Las parejas mixtas, en donde uno de sus integrantes es de origen foráneo, representan un colectivo transcultural de mayor riesgo psicosocial, determinado por la diversidad cultural y otras condiciones inherentes al medio socio-económico y político. Por lo tanto, el estudio y la capacitación de los profesionales sanitarios mediante la obtención de herramientas de análisis transculturales específicas, es de interés.
VIOLENCIA CONTRA LA PAREJA: UNA MIRADA TRANSCULTURAL
Dra. Eglée Iciarte Lavieri
Médico Psiquiatra
Universidad de Alcalá. Madrid (España)
RESÚMEN
La Violencia ejercida por un miembro de la pareja hacia el otro integrante, adquiere cada día mayor importancia, desde un enfoque interdisciplinar. Su máxima expresión son las muertes acaecidas, que según estadísticas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, reportaron 61 muertes de mujeres víctimas de la violencia por parte de su pareja en territorio español, de las cuales 22 eran inmigrantes, durante el año 2011.
Se ha determinado que las conductas violentas poseen una etiología multifactorial, destacando los funcionamientos psicopatológicos, factores biológicos, culturales y psicosociales, como los más evidentes. El ámbito doméstico y dentro de él, las relaciones de parejas disfuncionales, se han constituido en un resquicio de riesgo que potencialmente afecta la salud física y mental de la pareja y de su entorno familiar. Las parejas mixtas, en donde uno de sus integrantes es de origen foráneo, representan un colectivo transcultural de mayor riesgo psicosocial, determinado por la diversidad cultural y otras condiciones inherentes al medio socio-económico y político.
Por lo tanto, el estudio y la capacitación de los profesionales sanitarios mediante la obtención de herramientas de análisis transculturales específicas, es de interés.
ABSTRACT
Violence exercised by a partner to the other member, becoming more and more importance, from an interdisciplinary approach. Its best are the deaths that occurred, that according to statistics from the Ministry of Health, Social Services and Equality, reported 61 deaths of women victims of violence by an intimate partner in Spanish territory, of which 22 were immigrants, during the year 2011.
It has been determined that violent behavior have a multifactorial etiology, highlighting the performances psychopathological, biological, cultural and social variables, as the most obvious. The home and within it, the relations of dysfunctional couples, have become a glimmer of risk that potentially affects the physical and mental health of the couple and their families. Mixed couples, where one of its members is of foreign origin, represent a greater cross-cultural collective psychosocial risk determined by the cultural diversity and other conditions linked to socio-economic and political.
Therefore, the study and training of health professionals by obtaining specific cross-cultural analysis tools, is of interest.
WORDS KEY: Mixed couples - Cross-cultural - Gender violence
I. INTRODUCCIÓN
El proceso de globalización mundial, es producto de la modernización social y del desarrollo económico, dirigidos a potenciar los recursos materiales, académicos y sanitarios a nivel internacional. Este fenómeno incide en el desarrollo personal y en la salud física y mental de los individuos. En este marco surgen los flujos migratorios actuales marcados por determinantes diversas entre las que destacan el perfeccionamiento de los medios de comunicación, la diversidad de opciones laborales y académicas transnacionales, la búsqueda de oportunidades para un mejor futuro, los viajes por ocio y turismo; las nuevas concepciones de pareja vinculadas por medios virtuales, que son sinónimo de modernidad, y finalmente la búsqueda de refugio político como consecuencia de la persecución ideológica, política o religiosas y los desplazados por guerras o catástrofes, marcados por la declaración de los Derechos Humanos 1.
Independientemente de la motivación inicial, estas movilizaciones humanas generan nuevas oportunidades de intercambios culturales, cuyo resultado es la multiculturalidad. No obstante la situación económica actual, que obviamente incide en la movilización social, España ha pasado de ser un país de emigración a ser una país receptor de múltiples colectivos provenientes de diversas culturas. Cifras aportadas por el Observatorio Permanente de la Inmigración en España 2, reportan que para el 31 de marzo de 2012, el número de extranjeros residentes se sitúa en 5. 294. 710 personas, cifras que se corresponden con aproximadamente el 12% de la población general. De los cuales, 2. 563. 803 pertenecen a residentes en Régimen Comunitario y 2. 730. 907 a extranjeros en Régimen General. Este dato supone un incremento del 0, 83% respecto del trimestre anterior.
Dichas movilizaciones, asociadas a logros y a fracasos, condicionados por nuevos sistemas sociales, implican la potenciación de factores de riesgo de desestabilización del equilibrio emocional particular y en consecuencia relacional, de las personas. Sin duda con el auge y evolución de las tecnologías y de los medios de comunicación de masas, se hacen visibles fenómenos, que antes pasaban desapercibidos. Los cambios de estilos de vida y de choque cultural, impactan en el funcionamiento y la salud mental de los individuos que las conforman, originando contradicciones que generan crisis, que se manifiestan en las tensiones de la vida cotidiana y en las relaciones interpersonales, de pareja y familiares, ámbito en donde los comportamientos violentos, suelen producirse.
Uno de los fenómenos sociales que emergen como dignos de estudio, en vista del impacto que ejercen sobre ellos los cambios sociales, son los roles y estereotipos de género, incluidos en el imaginario colectivo y que se encuentran en un acelerado proceso de transformación en sus más básicas concepciones. Estos cambios, generan desorientación ante los nuevos códigos, empleándose alternativas inadecuadas para su canalización, como son las conductas violentas de índole social, doméstico y específicamente en la pareja, presentando las parejas transnacionales, mayores riesgos de disfuncionalidad y violencia doméstica, aspectos que se desarrollarán en este documento 3.
La violencia contra la mujer, específicamente la violencia ejercida por el compañero íntimo, en donde se incluye tanto la física, como la sexual y psicológica, constituye un importante problema de salud pública y una violación de los derechos humanos. El análisis y objetivación de la violencia contra la pareja, resulta difícil en vista de que dicho fenómeno, forma parte de la subjetividad de las personas, que se encuentra determinado por variables de orden psicológico, históricas, sociales, culturales y económicas que coinciden y la condicionan. Como una alternativa en la búsqueda de soluciones, la Organización Mundial de la Salud (OMS) 4, realizó un meta-análisis, a partir de la información recolectada en varios países, reportando que entre un 15% y un 71% de las mujeres refirieron haber sido víctimas en algún momento de violencia física o sexual por parte de su pareja. La importancia del estudio desde diferentes vertientes es que estas formas de violencia conllevan problemas de salud física, mental, sexual y reproductiva, tanto de la victima como de su entorno familiar.
Por lo tanto, en este documento se pretende aportar información dirigida al entendimiento de los fenómenos migratorios y su influencia en la consolidación de parejas biculturales, que aunque actúen como agentes de cambio social en España, constituyen un sector poblacional vulnerable al ejercicio de la violencia doméstica, por lo que su estudio y entendimiento concientizará y sensibilizará a un nivel personal y capacitará profesionalmente a trabajadores sanitarios a quienes les corresponde la atención de estos casos, desde diferentes disciplinas.
II. MIGRACIÓN Y TRANSCULTURALIDAD
Resulta imprescindible aclarar algunos conceptos, para un mejor entendimiento del fenómeno migratorio. En primer lugar resulta imposible hablar de migración sin hacer referencia a la cultura. La definición de este constructo parte de los integrantes de determinado grupo social, en donde la cultura se origina, siendo a su vez modulados por ésta, manifestándose a través de conductas adaptativas y códigos compartidos. Forman parte de los códigos culturales la educación y prácticas religiosas, estilos de vida y costumbres asociadas al origen étnico y al status socio-económico, también alimentos e indumentarias y los estereotipos vinculados al género, prejuicios asignados a la edad y a la orientación sexual, criterios de exclusión social, ideologías políticas y deportivas, estilos musicales, pertenencia y vivencias de una generación histórica particular, aficiones, valores y normas sociales. De una forma más concreta, desde una perspectiva estructural-funcionalista, destaca el papel de la cultura como conjunto de pautas, valores y normas que aportan al sistema social, estabilidad, cohesión y continuidad 5, 6.
A partir de la definición de cultura surgen sus diferentes acepciones, como alternativas de designar sus diferentes modalidades de instauración social. En su definición intervienen implicaciones de índole socio-políticas y legales. La interculturalidad, entendida como un proceso de comunicación e interrelación, desde la igualdad cultural, favorece la integración y convivencia entre culturas. En las relaciones interculturales se establece una relación basada en el respeto a la diversidad y el enriquecimiento mutuo. Por lo que puede concebirse como una propuesta personal voluntaria hacia la adquisición de conocimientos, cambios de actitudes, hábitos y conductas dirigidas a convivir en la diversidad; adquisición de competencias y sensibilidad hacia la aceptación de diferentes referentes culturales presentes en las sociedades actuales multiculturales y cosmopolitas 7, 8.
De esta manera, las diferentes culturas generan y legitiman determinados representaciones, significados, imágenes y funcionamientos acerca de las personas y de la vida, que trasciende mediante los estereotipos y asignación de roles socialmente construidos, que se interiorizan como modelos estables y forman parte del imaginario colectivo e individual de las personas. Dicha categorización, más allá de proporcionar identidad y coherencia a una cultura determinada, su vulneración potencialmente involucra un factor de riesgo de la salud emocional de sus integrantes, siendo las parejas mixtas un ámbito favorable para que las contradicciones culturales surjan y marquen las diferencias y se instituyan como terrenos propicios de violencia.
Otro aspecto a considerar en el análisis del individuo que emigra, es la identidad como atributo que identifica a la persona o a grupos sociales y en este caso específico, al inmigrante. Esta categoría se encuentra representada por diferentes dimensiones, entre las que destacan la identidad socio-cultural, étnica, regional, nacional, religiosa, de género, de status social e histórico-política. En la construcción de la identidad en un contexto transnacional influyen numerosas variables y factores que conforman la manera en que las personas se perciben a sí mismas con relación a los demás, las representaciones socio-culturales, que categorizan sus puntos de vista y organizan su comportamiento y prescriben los procesos de percibir y dar sentido y significado a los acontecimientos y la forma en que perciben e interpretan el contexto 8, 9, 11.
El proceso migratorio, en sus múltiples variantes, condiciona en las personas funcionamientos de riesgo y susceptibilidad, que como se analizará, comprometen el mundo psicológico y relacional del individuo, pareja, familia y sociedad. En este sentido se describe el choque Aculturativo 12, asociado con las diferencias culturales (costumbres, lenguas, indumentarias, alimentación, etc. ), que potencialmente generan distintos puntos de vista de situaciones de la vida cotidiana que pueden originar conflictos de pareja y que se asocia a las divergencias a partir de errores de atribución. Al marcharse de su país, el emigrante deja atrás una serie de concepciones y actitudes sobre el mundo y acerca de como una persona debe comportarse ante él y los demás, que con frecuencia difieren de las prácticas en la sociedad receptora. A esta experiencia se añade el duelo Migratorio como otro fenómeno inherente a la experiencia migratoria, que implica procesos de duelos por la familia perdida, la lengua materna, la cultura dejada atrás, los paisajes de la infancia, el estatus social y la pérdida del grupo de pertenencia de origen. Cuando los duelos no se resuelven de manera apropiada, se puede desarrollar un trastorno psiquiátrico de estrés crónico, múltiple y extremo, que en la actualidad, ha sido denominado síndrome de Ulises 12. Su resolución dependerá del umbral de tolerancia y recursos de afrontamiento de cada caso en particular, de la historia personal, estructura de personalidad y sensibilidad, del inmigrante, que determinarán sus actitudes y conductas. Así, en la dinámica de las parejas mixtas entran en juego esta serie de condicionantes, que si no son encausados de manera oportuna, pueden conducir hacia la experiencia de la violencia doméstica y contra la pareja.
En este marco referencial se inscriben las parejas mixtas, entendidas como aquellas parejas heterosexuales u homosexuales en dónde al menos uno de los cónyuges es extranjero/a y el otro/a es de nacionalidad española 13, 14. Socialmente constituyen un indicador de integración cultural, utilizándose su elevado índice, como indicador de asimilación de tipo estructural, según señala Gordon 15. Sin embargo, pueden acoger dinámicas disfuncionales a partir de las diferencias culturales. Así, el sujeto migrante se erige como un agente de cambio no solo de su sociedad de origen, sino también de la sociedad de acogida y de su propia identidad 9, 10, 16.
III. LAS PAREJAS MIXTAS
El número de matrimonios mixtos en España ha aumentado de 9. 267 a 28. 061 entre 1998 y 2008. Estos matrimonios representaban el 14, 5% del total de matrimonios celebrados en España en 2008, constituyendo un 75% de los matrimonios con al menos un extranjero 13. Habiendo aumentado dicha cifra en el año 2009 cuando se reportan 30. 266 uniones binacionales, según el Instituto Nacional de estadística (INE)17. Siendo el marido español en 18. 153 de las parejas y en 12. 113 uniones, la española es la mujer. Durante el año 2010, el número total de matrimonios celebrados en España se situó en 169. 020, un 3, 6% menos que el año anterior. Con ello, la Tasa Bruta de Nupcialidad se redujo hasta 3, 67 matrimonios por cada 1. 000 habitantes, frente a 3, 82 del año 2009. De ellos, el 21, 5% de la cifra total de matrimonios celebrados, al menos uno de los cónyuges era extranjero, frente al 21, 8% en 2009. Lo que manifiesta que en tres de cada cuatro de estos matrimonios, uno de los cónyuges era español y el otro extranjero 17.
Necesariamente dos personas originarias de diferentes culturas no deben presentar diferencias marcadas en su funcionamiento, ya que pueden compartir aspectos relacionados con estilos de vida urbana, educación, profesión, etc. Las diferencias pueden intensificarse o no en función de las combinaciones de otras características como status socio-económico o religión. Rodríguez Marcos 7 sostiene la importancia de distinguir entre la denominación “bicultural”, “intercultural”, “binacional”, “internacional” o “transcultural”, a esta categoría de parejas, lo que aporta diferentes matices; aunque lo más frecuente ha sido llamarles matrimonios, parejas o familias "Mixtas", que según Alaminos Chica 18, basado en Crester 1990, hace referencia a alguna característica heterogénea respecto a algún rasgo particular y diferente de la pareja, como podría ser el país de origen o de nacimiento, la nacionalidad, el grupo étnico, la religión, los rasgos fenotípicos o el idioma.
La teoría de la asimilación emitida por Milton Gordon en 1964 15, puede constituir un adecuado marco referencial, al que acogerse las parejas mixtas. Según este autor, el proceso de asimilación consiste en que los individuos y los grupos incorporan componentes culturales de otros individuos y grupos, estableciéndose una cultura común. Sandberg 20, consideró que el proceso de asimilación se puede desarrollar en generaciones sucesivas y mediante diferentes etapas. Por lo que los matrimonios mixtos pueden considerarse en el marco de un proceso de asimilación Estructural entre los grupos. Desde esta visión de Enculturación Asimilacionista, los matrimonios mixtos, pueden ejercer una función de unificación socio-cultural, de la misma manera en como lo hacen las creencias religiosas y las normas implícitas en su práctica que se imponen sobre los estilos de vida y costumbres de los emigrantes, tendiendo a su uniformidad cultural 21.
III. a. Elección de la pareja
Existen diferentes motivaciones que inducen a un sujeto elegir a determinada pareja. Rodríguez Marcos 7 afirma, que la elección de alguien totalmente ajeno al grupo de origen no es una casualidad que se produce en un momento dado, sino que es posterior al encadenamiento de una serie de micro procesos de acercamiento, de distanciamiento y de aceptación de la alteridad. Específicamente en la elección de un o una pareja de origen cultural diferente, Esteve 19 afirma, que la propensión a formar matrimonios mixtos por parte de los miembros del grupo minoritario está condicionada por el lugar de nacimiento, la generación, la educación, el estatus socio-económico, o el dominio de la lengua mayoritaria del país. En cuanto a los condicionantes individuales, los años de residencia en el país, el status social y el dominio de la lengua autóctona, se han correlacionado con una mayor propensión a unirse fuera del propio grupo. A nivel estructural, se consideran aspectos como el tamaño del grupo, el grado de segregación territorial o la relación de masculinidad. También puede constituir una vía de evasión o para revelarse ante el propio sistema familiar o relacional en el que vive la persona. En casos de dependencia emocional, ausencia de individuación y conflictividad en las relaciones con su familia de origen aún no resueltas, que se manifiestan en relaciones conflictivas con sus madres, que pueden actuar como factores de motivación de una mujer de origen español a unirse a parejas no españolas, como alternativa de agresión inconsciente hacia su madre. También puede haber seducción por la diferencia e idealización de este tipo de relación o desplazar en la pareja el encanto y fantasía que se tiene de su país de procedencia 5, 13.
Kalmijn, (1991, 1998) referido por Alaminos Chica 18, practica un análisis más profundo y justifica la elección de una pareja mixta a partir del análisis de patrones o modelos matrimoniales, que surgen según este autor, de la interacción entre tres fuerzas sociales: las preferencias individuales para ciertas características en el cónyuge, la influencia del grupo social del que son miembros y las limitaciones del mercado matrimonial en que se pretende conseguir la pareja. Para Rodríguez Marcos7 es un proceso multidimensional donde intervienen diferentes factores en distintas combinaciones. Entre ellos destaca cuatro factores determinantes: a) Demográficos (estado civil y edad), ya que la elección de la pareja o cónyuge y los procesos de endogamia / exogamia acontecen en la estructura demográfica de la población y de los “mercados matrimoniales”. b) Cercanía geográfica. c) Socioculturales e individuales, como el status socio-profesional, la nacionalidad, el nivel de estudios o la religión. D) factores psicosociales, vinculados al concepto de endo-grupo y exo-grupo, que incide en las percepciones, actitudes y comportamientos individuales relacionados con la elección de la pareja, asociado a la imagen que un individuo tiene de sí mismo como miembro de determinado grupo y de los demás.
También se describe que la afinidad en valores, aficiones y objetivos de vida se asocian con un mejor pronóstico en la consolidación de las parejas. Sin embargo, el funcionamiento de las parejas biculturales, parte de la percepción social de las diferencias. Esta serie de desencuentros marcan una vía de mayor dificultad para las parejas biculturales que para las parejas en donde se comparte la procedencia 5, 7. Shackelford y Buss, (1997), referidos por Hurtado 21 indican que estudios acerca de la asociación entre similitud y satisfacción de pareja demuestran que los conflictos afloran con mayor frecuencia, cuanto mayor sean las áreas diferentes dentro de la relación, que áreas de similitud en su funcionamiento.
III. b. Dinámica de las parejas mixtas
El funcionamiento de las familias interculturales es similar al de cualquier otro sistema familiar, en donde los miembros buscan la complementariedad a través de compromisos, acuerdos, encuentros y desencuentros, concesiones, dilemas, dudas, identificaciones, respeto hacia el otro y aprendizaje mutuo. Estos procesos se producen a lo largo del ciclo de vida familiar, en condiciones de igualdad, en el ámbito intra familiar y en el social e institucional. En el caso de las familias biculturales, éstas deben implementar métodos y prácticas propias, para compatibilizar dos culturas con significados, símbolos, ritos, mitos y modos de entender la vida, diferentes, que marcan su paso por cada una de las etapas por las que atraviesa la pareja y la familia, estando presentes constantes psicosociales características de la construcción intercultural como las respuestas sociales, momentos clave, rituales específicos, la decisión de la paternidad y las relaciones de poder 7.
Con frecuencia los conflictos entre las expectativas y la experiencia real surgen posteriormente al establecimiento de la pareja mixta, en consecuencia a las interacciones cotidianas. El proceso de adaptación recíproca, se encuentra marcado por el ajuste cultural entre ellos. Los fundadores de una pareja mixta pueden en un momento inicial no ser conscientes de lo diferentes que pueden llegar a ser sus creencias y prácticas, lo que puede producir un desajuste en las expectativas y un creciente sentimiento de frustración. Las estructuras familiares en cuanto a poder y jerarquías, se pueden ver vulneradas en los rituales cotidianos, como las prioridades de atención, conversaciones, el empleo del espacio físico y la intimidad y la comida. También las expectativas asociadas a los diferentes roles pueden ser divergentes 18. Otras fuentes de discrepancias confluyen en acuerdos tales como ¿Dónde vamos a vivir, en tú país o en el mío? ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué tipo de fiestas celebraremos? ¿Estaremos con amigos tuyos y míos a la vez o tendremos grupos diferentes? ¿Queremos tener hijos? Si los tenemos ¿Qué educación o religión les daremos? ¿Qué haremos en nuestros tiempos de ocio? ¿Con qué frecuencia invitaremos a tu familia o a la mía a pasar una temporada aquí? ¿Con qué frecuencia podremos viajar a nuestros países? ¿Qué tipo de roles y reglas regirá nuestra vida en común? ¿Cómo organizaremos nuestra vida laboral? Si yo estoy en paro y yo no tengo estatus legal aún, ¿Tú podrás trabajar y respetar que yo trabaje? ¿Qué identidad cultural adoptaremos? 5.
III. c. Parejas en riesgo
Como se ha estudiado, por su naturaleza, las parejas biculturales presentan áreas de funcionamiento de mayor vulnerabilidad que parejas constituidas en otras condiciones. Cuando se inicia una relación, necesariamente las parejas transitan por una serie de circunstancias y crisis de acoplamiento, que más allá del sentimiento amoroso, constituyen experiencias que encausadas apropiadamente conducen a su estabilidad emocional y a la configuración de proyectos en común y desarrollo, mediante la superación de las diferentes etapas evolutivas 5. De existir las dificultades antes mencionadas y por la confluencia de otros condicionantes personales y contextuales, estas parejas pueden configurarse en torno a un patrón de violencia doméstica y específicamente contra la pareja, pudiendo llegar a la agresión extrema, como es dar muerte a su pareja. En España, según estadísticas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad 22, durante el año 2011, se reportaron 61 defunciones de mujeres víctimas de violencia por parte de su compañero íntimo. De ellas 39 (63, 9%) tenía nacionalidad española y 22 (36, 1%) eran extranjeras. 39 (63, 9%) de estas mujeres convivían con su pareja. En cuanto a los agresores, 42 (68, 95%) eran de origen español y 19 (31, 1%) eran extranjeros. Para el año 2012 (07 de Junio) ya se han reportado 19 muertes de mujeres por parte de su compañero íntimo. De las cuales 15 eran españolas y 4 extranjeras. Los victimarios son varones en la totalidad de los casos, siendo 16 españoles y 3 extranjeros.
Un análisis más exhaustivo de la interacción en estas parejas, contempla los atributos particulares de cada integrante, destacando aspectos pertenecientes a los rasgos específicos de la personalidad, nivel de autoestima, tendencia a la culpa, proyecciones conscientes e inconscientes, representaciones sociales, sistemas de valores y las creencias. Estableciendo especial énfasis en el efecto que haya ejercido el proceso migratorio en el miembro extranjero de la relación. La trascendencia de estos percances se encuentra asociada al sexo del miembro de la pareja foráneo, y su grado de integración psicosocial, económica y laboral. Uno de los problemas se produce, cuando deben actualizarse los diferentes roles y funcionamientos a las nuevas formas de vida y de convivencia (normas, jerarquías, tipos de relaciones con el entorno). El tema de la diferenciación de roles puede adquirir una conflictividad propia, a la que se suman los puntos de vista divergentes de uno de ellos, que puede ser percibidos por el otro miembro de la pareja como una contradicción al proyecto común. La experiencia demuestra que una de las dificultades adaptativas de la pareja, proviene de la inversión de los roles familiares y sociales. Tal es el caso, cuando la mujer por diferentes razones, generalmente asociadas a la condición de inmigración, emerge como ente proveedor, manteniéndose el marido en el hogar, desempeñando las funciones domésticas y del cuidado de los hijos, si los hay. Esta circunstancia despoja al hombre de su cuota de poder y jerarquía familiar, que afectará su estima en mayor o menor grado, según el significado del rol de género propio de su cultura de origen. Si esta dinámica se mantiene en el tiempo, el hombre puede entrar en un estado de frustración y marginación social y en ocasiones en estados depresivos que tienden a drenarse a través de comportamientos violento o el abuso de alcohol y de otras sustancias psicoactivas, cuyo consumo favorece las conductas impulsivas y agresivas.
A su vez, una baja autoestima, condiciona una relación de dependencia de la mujer hacia su pareja. Como se ha descrito, la persona inmigrante puede haber sido afectada en su identidad, estima y seguridad en si misma, por su respuesta de duelo migratorio y a la probable disminución de su status socio-económico. Esta situación de dependencia encubierta, hace que se espere de la pareja, una respuesta incondicional, lo que presume aligerará sus tensiones emocionales, y al no obtener la respuesta esperada, hace responsable al otro de sus malestares. El control ejercido hacia la otra persona, suple la falta de su control interno. La violencia ejerce un efecto paliativo ante la angustia y el miedo infantil a ser abandonado, por lo que cualquier situación que semeje el abandono actualiza en ellos sentimientos de miedo e ira, por lo que se tornan desconfiados, irritables y celosos. La angustia ante el abandono solo se compensa mediante el control permanente de su compañera. De allí los celos desmesurados y la búsqueda de la fusión con ella. Esta sensación de abandono es común experiencia en el inmigrante, quien según su situación particular puedes experimentar la exclusión y marginación. Por su aprendizaje social, a los hombres se les dificulta dar rienda suelta a reacciones de debilidad y pedir ayuda, por lo que ante situaciones de impotencia, no les queda más alternativa que la ira, ya que son las únicas emociones que les son socialmente permitidas. Esta ira contenida ante las frustraciones propias de la dificultad de integración hace que sea dirigida hacia su pareja.
Algunos hombres independientemente de su cultura de origen, se sienten en desventaja ante situaciones más igualitarias y temen perder su masculinidad. Tal sería el caso de un hombre tradicional que se une a una mujer occidental que mantiene un comportamiento de autonomía, lo que interpretaría como una perdida de su poder, valor personal y autoestima. Ante estas exigencias se ven más afectados los sujetos con personalidades narcisistas, en quienes su violencia puede interpretarse, como consecuencia de un yo debilitado.
Entre los factores asociados a aspectos contextuales, destacan un escaso o inexistente apoyo familiar y de red social, el aislamiento cultural o marginación, o la asimilación que afecta la identidad de uno de los integrantes de la pareja. Incidiendo además la xenofobia manifiesta o encubierta de la sociedad de acogida a los miembros de diferentes culturas, el grado de adaptación a los cambios en el rol de la mujer de la sociedad de acogida, las gestiones de reagrupación familiar que se prolongan en el tiempo, que ponen a prueba la capacidad de incertidumbre; ejerciendo un impacto especial los desempeños laborales con menor status para los que se está cualificado, la situación de paro laboral o dificultades del status legal, presentado por un miembro de la pareja, que puede encontrarse en alguna de las siguientes categorías: residente con permiso de trabajo, residente sin permiso de trabajo, residente a la espera de nacionalidad en paro laboral, inmigrante sin documentación, que trabaja con la vivencia del temor, inestabilidad y ansiedad que conlleva, al encontrarse en una circunstancia opuesta al planteamiento de su proyecto migratorio. Estas circunstancias pueden predisponer al funcionamiento mediante defensas paranoides, lo que conlleva sentir que todos están en su contra, experimentando desconfianza y celos, como factores desencadenantes de arrebatos de violencia.
Las dificultades de ajuste en la relación de pareja se deben a incongruencias que se cronifican en el tiempo, por la ausencia de habilidades en resolver conflictos o por el uso de estrategias de afrontamiento inadecuadas como la coerción, evitación y la violencia física que conducen al agotamiento y perpetuación de los métodos de resolución ineficaces. La perpetuación del conflicto, desencadena secuelas en la salud sexual, afectiva y mental y un aumento de la probabilidad de conductas de violencia de género hacia la mujer, sobre todo en culturas masculinas. De allí que el conflicto crónico de pareja pueda ser un predictor de violencia de género. Por lo que conocer los factores de riesgo que condicionan la cronificación del conflicto de pareja, y practicando estrategias de intervención, se podrían prevenir o minimizar las consecuencias negativas sobre la salud y la aparición de las conductas violentas21, 23, 24.
Una de las estrategias de intervención empleadas para superar estas dificultades, consiste en hacer énfasis en una comunicación adecuada entre los miembros de la pareja. Este aspecto puede encontrarse dificultado cuando tienen lenguas madres diferentes, o cuando se utilizan giros idiomáticos autóctonos que pueden ser interpretados de manera inapropiada por el otro 21. Por ello, la implementación de nuevas estrategias de afrontamiento consistentes en habilidades sociales básicas, como una comunicación eficaz, el desarrollo de empatía, asertividad y negociación, son elementos necesarios tanto para prevenir, como para solucionar los conflictos. Otra estrategia es que los dos integrantes de la pareja valoren sus propias perspectivas culturales y encuentren un espacio común en donde negocien valores, tradiciones, usos y costumbres culturales, que conduzca a percibir los aspectos positivos y negativos de cada cultura original. Este proceso permite a la familia escoger aquellas partes de cada tradición cultural que deseen mantener, construyendo una nueva micro-identidad a través de la negociación de las costumbres, prácticas, rituales e identidades de ambas culturas que formará parte de la nueva identidad y del funcionamiento de la nueva familia 18.
IV. VIOLENCIA CONTRA LA PAREJA
Las parejas mixtas, no son territorio exclusivo para el ejercicio de violencia contra la pareja. Este fenómeno ha emergido como un problema de salud pública en el mundo occidental, en consecuencia de los apresurados cambios sociales acontecidos en los diferentes grupos sociales y en un aumento de los medios de divulgación de la información.
La violencia doméstica y específicamente, contra la pareja, se ha constituido en una alarma social, que no respeta países, culturas, ni estratos socio-económicos y cuya trascendencia en la salud física y mental de las personas involucradas, ha implicado a la OMS 4, que se ha pronunciado acerca de la violencia de pareja, definiéndola como a los comportamientos que tienen lugar en el ámbito de una relación íntima y causan daños físicos, sexuales o psicológicos, tales como la agresión física, la coerción sexual, el maltrato psicológico o los comportamientos controladores.
Los factores de riesgo de cometer actos de violencia pueden ser de carácter individual, familiar, comunitario y social. Entre ellos se enumeran el bajo nivel educativo, la exposición al maltrato en la infancia o a actos de violencia entre los padres, el trastorno de personalidad antisocial, el consumo nocivo de alcohol y otras sustancias psicoactivas, las actitudes de aceptación de la violencia, la insatisfacción conyugal, las parejas biculturales, la desigualdad de género, y el uso normativo de la violencia para resolver los conflictos. Todos estos factores predisponentes se encuentran estrechamente asociados tanto a la violencia contra la pareja, como a la violencia sexual 4.
Para la denominación de este fenómeno, se emplean indistintamente los términos de Violencia Doméstica, Mujeres Maltratadas, Violencia de Género, Violencia por el Compañero Íntimo y Violencia contra la Pareja. Este último ilustra con mayor veracidad la interrelación establecida en la pareja, sin diferenciar si se trata de parejas mono o biculturales, en donde se destaca que uno de los miembros trata de imponer su poder por la fuerza.
Desde que se ha iniciado el estudio en profundidad, de la violencia domestica, este tema ha ido adquiriendo una especial relevancia socio-sanitaria, planteándose su entendimiento, desde diferentes perspectivas que permiten su visión global. Es de manejo común en la sociedad, la creencia de que la violencia de género es ejercida en mayor cuantía, por parte de los hombres sobre las mujeres. Su origen radica en su divulgación por los medios de comunicación de masas y las acciones legales subsiguientes al maltrato. Sin embargo, la realidad puede variar ya que las mujeres también ejercen violencia sobre su pareja, que con frecuencia no es tan manifiesta por ser de orden psicológico, y que al igual que la de los hombres, constituyen un elemento de agravio. En España, según información de prensa entre el año 2008 y febrero de 2010, 31 hombres fueron asesinados por su pareja y 37 resultaron heridos de gravedad, por agresiones de su pareja entre 2008 y 2009, lo que demuestra que la violencia ejercida entre la pareja, es bidireccional, aunque no se le adjudique la importancia que posee en las estadísticas oficiales 25.
La diversidad cultural tiende a propiciar la violencia sexista. Desde una mirada occidental, que destaca violaciones, matrimonios pactados e hijas sometidas a la vigilancia de los hombres de la familia, con medios coercitivos, vulnerando la autonomía de la mujer. Su situación de riesgo viene condicionada por categorías de orden social, asociadas a su rol y status de género, que determinan relaciones de dominio-sumisión, o por aspectos psicológicos, relacionados con su trayectoria vital y personalidad, o al hecho de formar una pareja bicultural 3, 26.
A pesar de los profundos cambios en las concepciones del rol de género y de las relaciones entre hombres y mujeres, persisten los estereotipos. A los hombres se les adjudican los atributos de activos y dominantes y a las mujeres de ser pasivas y sumisas. Las madres refuerzan dicho patrón educando a sus hijos varones para que cumplan con las características propias de cada género. A los niños se les modela para que sean fuertes, valientes, imperturbables e insensibles y a las niñas se las educa para que sean sensibles, dulces, amables, comprensivas y centradas en complacer las necesidades de los demás, reforzando su rol de protección de la especie y del hogar. Por lo tanto no es de extrañar que la mujer con mayor frecuencia presente un funcionamiento de sumisión, como manifestación inconsciente del rol de género, que se encuentra reforzado por el estereotipo social, que las induce a maternizar sus relaciones y entre ellas al victimario. Esta actitud también determina, la justificación de la conducta de violencia ejercida por la pareja masculina hacia ella. Este modelaje pasa a formar parte del sistema de creencias, actitudes y comportamientos de las mujeres en general, determinando así el estereotipo de género, que las sitúa en un orden de funcionamiento de vulnerabilidad 3, 27.
Se describen condicionantes de orden psico-social en occidente, para forjar dichos estereotipos. Por ejemplo es común educar a las niñas mediante los determinantes y representaciones a partir del relato de cuentos de hadas, que inducen la creencia de que existe el “príncipe azul”, que las hará felices el resto de sus días; pero por otra parte se les advierte del peligro potencial, que constituyen el resto de los hombres. Este doble mensaje, crea una contradicción en la representación psicológica de la figura masculina y de su funcionamiento en relación a ellas mismas. Al hacerse mayores, esta divergencia se actualiza, y en el caso de ser víctima de agresiones, las induce a dudar de sus propias percepciones acerca de dicha figura escindida en buena y mala, a la vez.
Con frecuencia las mujeres maltratadas son hijas de mujeres que a su vez han sido maltratadas o han mantenido una relación de manipulación o sobreprotección hacia sus hijas, por lo que éstas no han tenido la oportunidad de desarrollar su autonomía y marcar sus límites. También pueden provenir de familias en donde destaca un padre autoritario, que actualiza en la figura del cónyuge. En la perpetuación del maltrato se verifica la impotencia aprendida de la mujer, originada en experiencias infantiles de otros malos tratos o abusos. A este funcionamiento se añaden las vicisitudes propias de la inmigración, que inciden en difuminar su identidad y le exigen la implementación de recursos de afrontamiento, ya precarios. En el caso de formar pareja con un hombre de ideología machista o que drene sus malestares mediante comportamientos violentos, se estará en presencia de una mujer con elevado riesgo de ser victima de maltrato 28.
En el caso de una mujer inmigrante con rasgos o estructura de personalidad dependiente, la mujer puede acomodarse pasivamente al rol atribuido socialmente a las mujeres, y ser reforzado, al identificarse con la imagen de fragilidad y emotividad, estableciendo un patrón interrelacional de dependencia con su pareja. Esta situación es factible de ocurrir en el caso de una mujer inmigrante que presente barrera idiomática o que por no estar legalizada su situación en el país, la ubique en una condición de dependencia al marido y no sentirse capaces de sobrevivir por sí misma. Otro factor que contribuye con este funcionamiento, es que las mujeres modelan su “Yo ideal” en función de las normas y modelos sociales introyectados, desde su propia familia y sociedad, identificándose con el modelo de su madre, de incondicionalidad, abnegación y sumisión, como recurso para conservar al marido, en consonancia con la responsabilidad que socialmente se le adjudica a la mujer del éxito y continuidad de la pareja y por ende de la familia. Para merecer el amor de su marido y familia, debe ser útil y anteponer la felicidad de los demás, a la propia. Por lo que la violencia de su marido será considerada por ellas mismas como su responsabilidad. De esta manera pueden repetir el modelo parental, más aún, si sus madres han sido a su vez maltratadas 28, 29.
El estudio de los orígenes del hombre maltratador se encuentra dificultado ya que no acuden espontáneamente a la consulta psicoterapéutica, sino que son derivados vía judicial, posterior a haber cometido un hecho violento. Más allá de la historia personal del sujeto, que pudiese encontrarse marcada por acontecimientos vitales traumáticos y la personalidad, uno de los argumentos dirigido a explicar la violencia masculina, son los motivos de índole religiosa y determinantes culturales. El rol de ejercer como cabeza de familia, es propio de diversas culturas de orden masculina, cuyo ejercicio será más o menos estricto, según la sociedad de origen. La mujer debe tener la predisposición a obedecerle, por lo que si se infringe dicha norma es motivo justificado de violencia en determinados contextos. A partir de este análisis se explicaría como se produce el enfrentamiento en el caso de las parejas mixtas cuando el hombre procede de esta categoría de cultura y la mujer procede de otro tipo de formación en la que como en el mundo occidental actual, la mujer se encuentra en el derecho de ejercer su autonomía 28, 30.
En situaciones de abuso y malos tratos, la relación de pareja se basa en el control y en el maltrato, ya sea físico y/o psicológico de un miembro sobre el otro. Los diferentes modos en que se manifiesten los comportamientos agresivos, dependen del contexto o del perfil psicológico del agresor y de su víctima. Es común que el patrón de violencia se inicie con la modalidad psicológica, situación que precede a la violencia física. Sin embargo se describen casos de violencia psicológica, que no llegan al maltrato físico, pero que no por ello, dejan de cronificarse y ocasionar daños severos a corto y largo plazo. La violencia psicológica, se inicia sutilmente cuando una persona adopta un patrón mediante una serie de actitudes y palabras destinadas a denigrar o descalificar consuetudinariamente la manera de ser de la pareja. Hirigoyen 28 ha designado estas conductas como actos de microviolencia, consistentes en descalificaciones, ataques verbales y no verbales que conducen al acoso moral, mermando la seguridad en si misma de la mujer, lo que le impide reaccionar. Estos actos de microviolencia alteran progresivamente sus puntos de referencia y la hacen dudar de sus percepciones, sentimientos y capacidades cognitivas. Estos ataques pueden desencadenarse en consecuencia a situaciones de ira o de pequeñas discrepancias. El patrón de agresión puede iniciarse solo con una mirada despectiva, una palabra humillante o un tono amenazador, como pueden ser el criticar su físico, atacar a su familia o a su cultura de origen, lo que según un mecanismo de reflejo condicionado y la memoria, reactiva el incidente en la victima y la induce a someterse de nuevo bajo temor, a su pareja. La respuesta exagerada generalmente va seguida de disculpas y arrepentimiento, por parte del agresor.
Esta secuencia ha sido descrita como el establecimiento de un ciclo de violencia, que permite evidenciar el patrón interaccional de ambos participantes de la relación. Se describe que el dominio se desarrolla en dos tiempos. Al inicio el hombre no pretende aniquilar a su pareja, sino irla sometiendo progresivamente para dominarla, controlarla y tenerla a su disposición, cosificándola progresivamente. Este patrón de dominio se instaura, mediante la implementación de estrategias sutiles como la persuasión, la seducción y la manipulación y directamente con coerción, hasta lograr el pleno dominio de la pareja. La fase de seducción es implementada con la intención de transmitir la falsa ilusión de un intercambio afectivo, mediante el “lovebombing” o bombardeo de amor y el victimizarse, que incita el instinto de protección de la mujer, al hombre justificar su comportamiento por ser víctima de circunstancias vitales, como sus antecedentes personales, y familiares o las dificultades inherentes a su proceso migratorio e integración. La violencia en este tipo de sujetos, se convierte en una especie de adicción a este comportamiento, que solo se calma emocionalmente, ejerciéndola. Cuando se inicia el ciclo, solo lo puede interrumpir el propio hombre, por lo que la mujer adopta una actitud de mayor sumisión, hacia su agresor, con la pretensión de apaciguarlo. La mujer se encuentra en constante alerta, buscando evidencias de signos sutiles que anuncien una crisis, en el cambio del tono de voz o actitud. Las respuestas comunes de ellas es tratar de apaciguarlos ante las agresiones verbales y huir ante las físicas 28.
El mantenimiento de la actitud de alerta permanente, según señala Arellano Flores 3 se basa en que la mujer no puede permitirse sentir enojo en contra del hombre, por lo que se refugia en los mecanismos de defensa de negación, disociación y racionalización del abuso. Se niega a sí misma y a los demás, el maltrato del que es victima, minimizando los incidentes y sus consecuencias y racionalizando las situaciones, justificando la conducta de su pareja.
La dificultad en determinar y prever el alcance de los primeros ataques, habitualmente verbales y sutiles, como se ha estudiado, impiden el detener a tiempo el proceso de violencia, por lo que la mujer los incorpora como normales en la interacción con su pareja, permitiendo así su normalización y aumento progresivo. En la medida en que se va instaurando esta pauta de interacción, el hombre inicia el control y posesión de la vida de su pareja, cada vez con mayor intensidad.
Se comenta que el estilo de relación entre los integrantes de la pareja, dirigido a buscar soluciones satisfactorias para ambos, es el que conduce a una mayor satisfacción en la pareja. Al contrario, cuando uno o ambos miembros de la pareja emplean un estilo competitivo, pretendiendo tener la razón e imponer sus criterios, existe menor satisfacción de pareja. También existen diferencias de género en relación a las áreas de interacción y el malestar manifestado. En las mujeres es en la afectividad más que en la sexualidad, donde se manifiesta el mayor conflicto con su pareja, mientras que para los hombres es al contrario 21.
Las personas que suelen utilizar el recurso de la violencia son responsables de sus actos. De allí que sea importante diferenciar las conductas violentas producto de un funcionamiento impulsivo, caracterizado por la dificultad de controlar sus enfados y emociones, propio de personalidades Borderline y Antisociales, de la violencia instrumental, en donde las conductas agresivas se ejecutan fríamente, siendo propias de personalidades Narcisistas y también Antisociales. Los individuos con trastorno de personalidad Borderline, experimentan una sensación permanente de vacío interior, que los hacer ser irritables, impulsivos e inestables. No toleran las frustraciones, permitiéndose descargar la tensión interna con acciones agresivas. Requieren mucha afectividad, pero si la compañera se acerca demasiado, temen ser dependientes y reaccionan con violencia. Para disminuir su ansiedad pueden recurrir al uso de sustancias psicoactivas, cuyo efecto directo puede condicionar conductas agresivas. A diferencia, los sujetos que presentan personalidades Antisociales, se caracterizan por ser duros, insensibles al dolor, se jactan de avasallar a los demás y de ser los más fuertes. No contactan con sus emociones, por lo que las manifestaciones de ternura la conciben como de debilidad. Además son manipuladores, viven el momento presente y la satisfacción inmediata de sus deseos. Los individuos con trastornos de personalidad Narcisista poseen una imagen ideal de sí mismos. Para mantenerla necesitan que otros se la refuercen continuamente, por lo que se tornan dependientes del entorno reforzador. Al no encontrarse nunca satisfechos, reaccionan con agresividad e impulsividad, solicitando admiración y no amor. Estos individuos presentan un mejor control emocional y adaptación social. Requieren manipular para mantener el control. Su violencia es insidiosa, disimulada y continua, empleando agresiones verbales encubiertas como ironías, sarcasmos y burlas. Emplean la llamada violencia instrumental, dirigida hacia objetivos precisos. Las personalidades Obsesivas, también se corresponden con manifestaciones de violencia hacia la pareja. Los primeros por su rigidez de funcionamiento, que le impide adaptarse a los requerimientos de la aculturación 19.
En general la concatenación de todos los factores expuestos, condicionan el aislamiento paulatino de la mujer, de su entorno familiar, social y laboral, lo que condiciona un terreno fértil para que la violencia pueda perpetuarse. La mujer inmigrante puede encontrase sin red social o tener dificultades idiomáticas por lo que son presa fácil de mantener esta dinámica.
V. Consecuencias
Diferentes autores señalan que las mujeres utilizan un afrontamiento centrado en el problema, y en menor grado el afrontamiento centrado en la emoción. Es decir, para tratar de salir de la situación de maltrato buscan apoyo e información; en menor medida tratan de regular las propias acciones y emociones, distanciándose cognitivamente de sí mismas, minimizando de esta forma el impacto de la situación. No obstante representa un gran esfuerzo emocional y material, lograr separarse del maltratador. Las secuelas físicas y psicológicas, permanecen, algunas de manera inmanente, además de tener un elevado costo económico y social 3, 28.
Este funcionamiento psicológico sitúa a las mujeres víctimas, en el riesgo de presentar sintomatología ansiosa y ansioso-depresiva, a nivel sexual, trastornos del deseo y evitación, trastorno de estrés postraumático, insomnio, trastornos alimentarios e intento de suicidio. Algunas, como recurso para evadir dicho malestar recurren al alcohol, drogas y uso indiscriminado de psicofármacos. Se describe, que aunque logren superar la situación de violencia, suelen experimentar las secuelas en forma de trastorno de
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