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Bullying encubierto en un trastorno de la conducta alimentaria: A propósito de un caso.

Fecha Publicación: 01/03/2008
Autor/autores: P. Salorio de Moral

RESUMEN

A raíz de un caso clínico en el que la paciente cumple los criterios diagnósticos de anorexia Nerviosa Restrictiva, según el DSM-IV y CIE 10, y de forma subyacente es víctima de acoso escolar o bullying tanto físico como psicológico realizamos una revisión bibliográfica del bullying describiendo el perfil de las víctimas y de los acosadores a bullies, y las distintas repercusiones psicopatológicas derivadas del mismo.


Palabras clave: Bullying
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia .

Bullying encubierto en un trastorno de la conducta alimentaria: A propósito de un caso.

M. Herrera Giménez; G. Pagán Acosta; S. Martínez Benítez; J. M. López Navarro; M. M. Díaz Galván; D. López Marcos; M. I. Guillamon Véliz; P. Salorio de Moral; P. Pozo Navarro.

H. G. U Reina Sofia. Murcia

A raíz de un caso clínico en el que la paciente cumple los criterios diagnósticos de anorexia Nerviosa Restrictiva, según el DSM-IV y CIE 10, y de forma subyacente es víctima de acoso escolar o bullying tanto físico como psicológico realizamos una revisión bibliográfica del bullying describiendo el perfil de las víctimas y de los acosadores a bullies, y las distintas repercusiones psicopatológicas derivadas del mismo.

Introduccíón

A raíz de un caso clínico en el que la paciente cumple los criterios diagnósticos de anorexia Nerviosa Restrictiva, según el DSM-IV y CIE 10, y de forma subyacente es víctima de acoso escolar o bullying tanto físico como psicológico realizamos una revisión bibliográfica del bullying describiendo el perfil de las víctimas y de los acosadores a bullies, y las distintas repercusiones psicopatológicas derivadas del mismo.


Exposición del caso clínico

Se trata de una chica de 15 años que acude al servicio de urgencias de forma involuntaria (es traída engañada al hospital por su familia, ya que ella se niega acudir al médico) debido a una importante restricción alimentaria y bajo peso (37 kg; mide 1. 60 m. ; IMC 14. 4). Tras ser valorada se remite a consultas externas de la Unidad de Trastornos de la conducta Alimentaria, desde donde se inicia el seguimiento. Es su primer contacto con psiquiatria. La paciente presenta mal aspecto general. Desvitalizado y caquéctico, con extrema delgadez, pelo quebradizo y piel seca. amenorrea primaria.

Es estudiante de 4º curso de la ESO, hasta el momento su rendimiento académico ha sido excelente. Se define como una persona hiperresponsable, muy exigente con ella misma y perfeccionista, con escasas relaciones sociales, aunque si enfatiza en varios momentos de la entrevista que “no tiene problemas con nadie y que con todo el mundo se lleva bien”. Impresiona de estar contenida, con gran rigidez durante toda la entrevista minimizando la sintomatología.

Sus padres nos relatan que hace dos años ha cambiado de instituto, donde tiene problemas con los compañeros: un grupo de chicos de su clase se meten con ella, insultándola y hostigándola, llamándola “empollona “por sus brillantes resultados académicos y buena relación con los profesores, en un principio comenzó con acoso verbal pero en los últimos meses ha llegado a acoso físico :pegándole bofetones y cachetes, tirones de pelo, hasta llegar el punto que un día en clase prendieron fuego con un encendedor a las puntas del cabello.

La paciente se negaba a contar a nadie su problema y es su padre , que trabaja en el mismo centro escolar, quien se da cuenta del mismo.

Desde hace un año aproximadamente comienza a mostrarse preocupada por su peso, refiriendo verse “gorda” comenzando a restringir de forma voluntaria los alimentos, seleccionándolos en función de su bajo contenido calórico, se compra libros de nutrición y dietética y una libreta en la que realiza registros diarios del peso alcanzado, llegando a perder más de 10 kg de peso, su peso previo al inicio del problema era en torno a los 50 kg. Refiere que le gusta prepararse ella la comida y también servírsela. Asimismo desde el inicio del cuadro comienza un aumento importante de la actividad física 

En ningún momento, según refiere, se provoca el vómito o utiliza diuréticos o laxantes. Refiere ánimo bajo en los últimos meses e insomnio de tipo mixto “ya que está preocupada en general” sin querer proporcionarnos más datos. Se observa durante la entrevista gran dificultad de insight y un discurso contradictorio en torno a su bajo peso.

Los padres nos cuentan que la sintomatología mejora durante el periodo de vacaciones de verano en el que la familia se traslada a una casa que tienen en el campo y la paciente se aleja y desconecta del entorno escolar y de sus compañeros, reagudizándose una semana previa al inicio del curso escolar, en donde la paciente retoma el contacto con sus compañeros y vuelve a ser diana de sus bromas y humillaciones.


Bullying: Definición del concepto y tipos

El acoso escolar o bullying (término derivado del inglés bull: toro, que significa tiranizar o perseguir a una persona más débil) hace referencia a una persona o grupo de personas que se dedican al asedio, persecución y agresión de una persona o grupo más pequeño, molestándolo, hostigándolo y atormentándolo.

En esta definición de bullying encontramos cuatro puntos básicos:

- Ataques o intimidaciones de tipo físico, psíquico o verbal que producen miedo, daño o dolor en la víctima.

- Claro desequilibrio en la relación establecida entre el más fuerte (acosador o bully) y el sujeto acosado ó víctima, con abuso de poder. Este desequilibrio puede ser real (el acosador tener más edad o fuerza física por ejemplo) aunque en ocasiones no es así sino que la víctima lo percibe de tal modo que lo hace sentir indefenso y atrapado en la situación.

- ausencia de provocación por parte de la víctima, que sufre el acoso en silencio.

- Estos incidentes se producen entre niños y jóvenes durante un tiempo largo y sostenido (como mínimo una vez a la semana durante un periodo prolongado mayor de seis meses ) y de forma intencionada, por lo que el agresor es consciente de lo que esta haciendo y de que no esta realizando un comportamiento adecuado, es decir , hay un nivel adecuado de responsabilidad y comprensión del intento de hacer daño. (1, 2, 3, 4)

Este acoso o bullying no se considera parte del desarrollo normal del niño y adolescente sino que es una agresión, es decir , una forma de violencia que afecta a todas las esferas de la vida del escolar acosado: físicamente, emocionalmente, académicamente y sociofamiliarmente. (5)

El acoso escolar se puede realizar mediante:

1. -Agresiones directas: contacto físico (mediante peleas o palizas, más frecuentes en niños) o mediante contacto no físico, es decir insultos o intimidaciones ( este es el más frecuente en la práctica)

2. -Agresiones indirectas: acoso psicológico de exclusión, aislamiento social: más frecuente en niñas a partir de la preadolescencia mediante la difusión de rumores falsos criticando a la víctima y avergonzándola. También se puede producir coacción a terceros incitándolos al acoso (“bully by proxy”)(1, 6).

Actualmente se encuentra en extensión el cyberbullying o acoso de la víctima mediante telefonía móvil o correo electrónico (5).

El bullying es un fenómeno que se da con frecuencia en centros educativos de primaria o secundaria, ubicándose en un microsistema de iguales donde los niños se comunican sin compartirlo con los adultos (profesores, tutores o familiares), por lo que para estos la situación suele pasar desapercibida, ignorándola normalmente ya que el acoso se da en lugares donde no hay supervisión directa de adultos (entrada o salida del centro educativo, cuartos de baño, vestuarios…). También se observa que si el proceso de acoso se consolida en el tiempo, en meses incluso años, el espacio físico se suele extender, llegando incluso al propio aula (como sucede en el caso clínico expuesto). (7, 8, 9).

Lo más importante de todo el proceso no es la acción en si misma , sino las consecuencias adversas que se producen en la víctima, originándoles alteraciones psicopatológicas que se pueden prolongar en el tiempo. (10).

Con frecuencia las víctimas poseen algún rasgo que las hace diferenciarse del grupo de iguales, este rasgo puede ser físico (niños obesos ó niños muy flacos) ó bien de tipo cultural (emigrantes), y con los diversos prejuicios existentes en la actualidad los acosadores ven justificado su comportamiento.

Es importante señalar que no existen diferencias en el comportamiento violento en el área escolar en función del estatus socioeconómico, tipo de enseñanza (pública, privada, laica o religiosa ) raza o localización geográfica (urbana o rural ).

El apoyo social del que dispone la familia es una de las principales condiciones que disminuye la violencia. El riesgo de violencia se ve aumentado en las familias aisladas de otros sistemas sociales (vecinos, amigos, demás familiares, asociaciones…) también aumenta el riesgo de violencia con el estrés, familias donde se justifica la violencia, la falta de habilidades sociales, comunicación y resolución de conflictos.

Según Thompson (1) los acosadores suelen pertenecer a familias donde se utiliza la agresividad para la resolución y afrontamiento de adversidades.

Los niños y adolescentes tienen mayor vulnerabilidad a la violencia divulgada en los medios de comunicación, ya sea esta real o imaginaria. Estos pueden ejercer una influencia sobre ellos que haga que se normalicen los actos violentos y vandálicos y forme parte de sus actividades cotidianas, con esto se favorece que disminuya la empatía con los que sufren la violencia.


Dinámica del bullying

El bullying es un proceso dinámico que tiene distintas fases, con el trascurso del tiempo el agresor percibe la indefensión y desprotección de la víctima por lo que las agresiones van aumentando tanto en cantidad como en intensidad, estas humillaciones provocan una disminución de la autoestima de la víctima, que se vuelve más introvertida disminuyendo la capacidad de reacción ante las agresiones recibidas incluso llegando a pensamientos y tentativas suicidas mientras que los espectadores de esta dinámica pueden reaccionar de dos formas: o bien apoyando al acosador o bully o bien prefieren ignorar los acontecimientos ocurridos, esto se conoce como el “Síndrome de Pilatos” que impide que los demás alumnos denuncien la situación por miedo a represalias y ellos mismos pasar a ser diana de sus humillaciones y por el rechazo que hay entre menores a la figura del chivato , pero el presenciar el acto provoca unas consecuencias adversas sobre los espectadores como falta de empatia, no tener un adecuado aprendizaje del comportamiento que deben tomar ante situaciones injustas reforzando modelos de actuación inadecuados. (12) 

El acosador escoge a la víctima según la percepción de inseguridad, debilidad e inestabilidad de la misma. En primer lugar se produce un incidente crítico o tentativa de acoso que si el niño acosado no resuelve de forma adecuada se reforzará y reafirmará la posición del acosador, creciéndose y aumentando su seguridad sobre la víctima.

Conforme el tiempo trascurre y esta dinámica se perpetúa se producen mayores agresiones por parte del acosador y mayor victimización por parte del individuo acosado, es lo que Martin Seligman denomina la teoría de la indefensión aprendida.

El acoso recibido produce alteraciones en el rendimiento escolar, por lo que el rendimiento académico puede verse perjudicado, esto junto a la baja autoestima hace que el autoconcepto global de la víctima disminuya.

La victima sufre en silencio el acoso, aceptando la condición que le adjudican, esto favorece aún más su aislamiento. A largo plazo este acoso tendrá consecuencias ya que favorece que el acosado ser de nuevo presa fácil para mobbing (abuso laboral) ó violencia de género(abusos a nivel doméstico).


Epidemiología

Un estudio realizado en Estados Unidos en 1998 por Nansel y colaboradores (13) reflejaba que un 30% de estudiantes estaban implicados en dinámica de bullying: de estos 13% como agresores, 10% como victimas y un 6. 3% como víctimas-acosadoras. (14).

El bullying se produce durante periodo de escolarización: comienza en la educación primaria y cede durante secundaria. La victimización es más frecuente en grupos de edad más jóvenes por lo que los niños de primaria son más proclives a ser víctimas que los adolescentes, con la edad disminuye la tasa de acoso, es decir, disminuye la frecuencia sin embargo aumenta la intensidad del acoso. (2, 15). Según Olweus la máxima incidencia es a los 7 años de edad con un 17%, sin embargo a los 14 años la incidencia desciende a un 4%(16).

La posibilidad de ser víctima del acoso es igual par ambos sexos, sin embargo los niños se defienden más que las niñas. (17). En 2007 se realiza un proyecto para prevenir combatir la dinámica bullying en la Universidad de Duke, Stanford y Hopkins donde se concluye que los profesores, directivos, padres y alumnos necesitan educación antibullying.

En España se desarrolla en la Comunidad Autónoma de Madrid el Informe Cisneros, que engloba desde segundo de Educación Primaria hasta segundo de Bachiller, en el que se concluye que un 24% de alumnos se encuentra en situación técnica de acoso escolar, de estos un 26. 8% son chicos y un 21. 1% son niñas. Con la edad aumenta la probabilidad de que las víctimas sean varones.

Donde si existen diferencias en relación al sexo es los individuos acosadores o bullies, donde los niños los niños acosan más del doble que las niñas, siendo la estadística de 26% para niños y de 13% para niña. Es menos frecuente encontrar a una mujer o grupo de mujeres como acosadoras. Los niños son más acosados por niños de su mismo sexo, siendo poco acosados por niñas, mientras que las niñas son acosadas por igual por niños y niñas.

Wasserman en 2005 describe la “paradoja de género” donde refiere que las mujeres son menos proclives a convertirse en acosadoras pero cuando lo son se asocia a una mayor gravedad en el acoso y un peor pronóstico asociado al mismo que en los varones. Existe una relación inversamente proporcional entre la edad y la tasa de acoso, siendo máxima la incidencia en niños de menor edad: siete veces superior en segundo de primaria que en segundo de bachiller.

En varones es más frecuente el acoso físico, siguiendo patrones de intimidación y abuso físico directo, siendo menor el acoso verbal.

En mujeres es más frecuente el acoso verbal y social: aislando socialmente a la niña, rompiendo sus redes de apoyo social: mediante difamaciones, falsos rumores que la humillan… El 38% de niños son víctimas de acoso escolar, la mitad (18. 7%) no responden a la violencia con violencia, pero la otra mitad (19. 6%) como respuesta utilizan el hostigamiento a otras personas. El 11% se reconoce como acosadores frecuentes , es decir, víctima-acosador. Cuatro de cada diez niños permanecen como testigos pasivos.


Componentes de la dinámica bullying

En esta dinámica hay un desequilibrio obvio en la relación establecida entre el acosador y la víctima , en donde se produce una situación de dominio-sumisión, y un tercer componente serían el resto de compañeros que conocen la dinámica que se está dando, participando como espectadores.

Los individuos agresores y las víctimas reúnen unas características personales que favorecen el mantenimiento de la dinámica bullying , por lo que parece que hay evidencias de que existen dimensiones de personalidad específicas para los agresores que difieren de las asociadas a las víctimas. (19).

Acosador o bully

Sus estrategias para las relaciones sociales se basan en el empleo de la fuerza (ya que físicamente suelen ser más fuertes tienden a abusar de la fuerza física), siendo hábiles para establecer relaciones de dominación-sumisión mediante la violencia física o psicológica, a través de sus acciones reafirman su posición de dominancia y fortaleza en el grupo. Tienen una actitud positiva ante la violencia, percibiéndose a si mismos como dominantes, lo cual aprecian. (20).

La situación social del acosador suele ser negativa , no suelen ser niños populares, tendiendo a ser rechazados por parte de los compañeros, aunque si tenga el grupo de amigos que apoyen su comportamiento. Los bullies son preferidos por otros compañeros que también son más agresivos, por lo que hay tendencia a la agrupación entre estos niños más agresivos, favoreciendo las conductas de acoso escolar. (21).  

Los adolescentes se refugian en la identidad grupal para sobreponerse a las etapas de cambios que deben atravesar, en ocasiones utilizan la humillación de otro chico (chivo expiatorio) para reforzar la cohesión y consistencia del propio clan. (5).

Tienen poca capacidad de autocrítica, y el nivel de autoestima suele ser alto. Presentan elevada puntuación en psicoticismo y sinceridad. (22).

Su rendimiento académico suele ser bajo, con posibilidades altas de fracaso escolar y abandono de los estudios. Tienen poco control de impulsos, baja tolerancia a la frustración, mal manejo de la ira, son dominantes con escasas habilidades sociales. Elevada asertividad llegando en ocasiones a la provocación.

Dificultad de cumplir las normas. Puede existir un abuso de sustancias.

La característica común más importante es la falta de empatia y la capacidad exculpatoria: por lo que no tienen sentimiento de culpa. De este modo “cosifican” a la víctima, retirándole su condición de persona, incluso llegando a pensar que merecen el maltrato por provocarles malestar. (5).

Con la edad aumentan las relaciones conflictivas que mantienen con las figuras de autoridad, lo que ocasiona problemas de delincuencia y conductas criminales. Antes de los 24 años un 60% de bullies habrán cometido algún delito, por lo que la posibilidad de convertirse en delincuentes es cuatro veces mayor. (18).

Desde el punto de vista de la psiquiatría infanto-juvenil los factores de riesgo más importantes para que un niño sea acosador son:

-TDAH.

-Rasgos de personalidad antisocial. -Trastorno negativista desafiante.

En niñas es más frecuente la depresión infantil y la baja autoestima.

El comportamiento del agresor se explica por la gran necesidad de poder y dominio que tienen, por la que disfrutan controlando y sometiendo a otros. En muchas ocasiones en su entorno familiar hay violencia por la que desarrollan hacia el entorno cierto grado de hostilidad encontrando satisfacción ocasionando daño y sufrimiento a los demás.

Hay un claro componente instrumental y de provecho en su comportamiento: coaccionando a las víctimas para que les proporcione dinero u objetos materiales, aunque en ocasiones el comportamiento agresivo se puede ver recompensado en forma de prestigio, ya que se demuestra que son fuertes al provocar miedo y someter al de fuera.

El entorno familiar suele ser poco emotivo, con falta de implicación en la educación y cuidados del niño, sin existir una trasmisión adecuada de seguridad y afecto que cubra las necesidades del niño, encontrando ausencia de lazos familiares fuertes, incluso se puede dar violencia física o abusos sexuales.

Hay falta de autoridad y permisividad, no se enseña de forma adecuada a respetar límites, los sentimientos de responsabilidad por sus actos están disminuidos. (2, 23). Los acosadores a menudo proceden de casas donde los métodos agresivos son utilizados para resolver situaciones difíciles (1). Estos niños perciben peor el funcionamiento familiar que los niños acosados o víctimas, que por el contrario suelen proceder de familias sobreprotectoras. (24).

El acoso en grupo puede ser por: contagio social, por difuminación de la responsabilidad individual: ya que al actuar en grupo los sentimientos de culpa se diluyen , ó bien por que la percepción de la víctima varía : al acumular humillaciones e insultos se le considera de poco valor e incluso se la percibe como merecedora de culpa, disminuyendo así la responsabilidad del agresor. (2). A través de las burlas y humillaciones a un tercero el grupo social del acosador refuerza sus vínculos y unión: favoreciendo la conciencia colectiva de grupo como agresores, esto hace que las agresiones aumenten en cantidad e intensidad.

Podemos encontrar dos tipos de agresores:

-Activos: inician y dirigen la agresión. -Pasivos: siguen y refuerzan la agresión.


Acosador-Víctima (Bully-Victim)

Desempeñan doble rol: ya que son acosados por chicos mayores o en su propia casa y ellos mismos acosan a compañeros más jóvenes ó débiles.

Son niños hiperactivos con elevada reactividad emocional, enfrentándose cuando son atacados, y mal temperamento. Su patrón de personalidad es más alterado y contradictorio con lo que existe mayor posibilidad de desarrollar alteraciones psicopatológicas. Son más ambivalentes en la percepción.

Tienen mayor riesgo de sufrir problemas sociales y de comportamiento persistentes, incluyendo el fracaso escolar y abuso de sustancias.

La combinación que hay en ellos de ansiedad, agresividad y problemas de concentración favorece la atención negativa de sus compañeros por lo que su aceptación social es baja. En general, el perfil de personalidad es más similar a la del acosador o bully que al de la víctima. (25).

Estos niños perciben la supervisión y disciplina instaurada por sus padres como más inconsistente, oscilando entre la sobreprotección y la restricción, sintiendo el núcleo parental como falto de armonía y consistencia interna. (23).


Víctima

Según Bernstein y Watson los observadores definen a las víctimas como personas “diferentes”, raras, extrañas, débiles ó empollones. (26).

Son niños solitarios, marginados por el resto de clase ó que pertenecen a un grupo que causa indiferencia al grupo líder.

Tiene algún rasgo que los diferencia de los demás, ya sea físico (sobrepeso, utilizar gafas, baja estatura, forma de vestir…), ser buenos estudiantes, que tengan buena aceptación por los profesores, pertenecer a otra cultura ó religión, tener aficiones distintas a otros compañeros ( música, danza…)

Son niños tranquilos, pasivos, prudentes, con tendencia a la introversión, sensibles, sumisos, inseguros, con dificultad para imponerse y hacerse valer, por lo que tienen poca capacidad para hacerse respetar por los demás y responder a los ataques recibidos. (2).

En ellos lo más común es la falta de habilidades sociales y la tendencia a la introversión.

Pueden sufrir síntomas psicosomáticos como enuresis, trastornos del sueño, molestias abdominales, cefaleas. El acoso mantenido puede alterar el desarrollo emocional, social y el rendimiento académico.

Son niños que tienden a introyectar la culpa excesivamente, por lo que pueden aceptar merecer las burlas y represalias.

Ante el acoso y humillaciones mantenidas en el tiempo pueden aparecer tentativas e ideación suicida.

En la edad adulta aumentará la posibilidad de desarrollo de depresiones, baja autoestima y bajo autoconcepto. (25, 27, 28).

Estos niños obtienen elevadas puntuaciones en autocontrol, timidez y neuroticismo. (22)

Ante el acoso recibido pueden reaccionar de distintas formas: reacciones violentas frente al acosador, ellos mismos adoptan el rol de acosadores, o bien pueden adoptar conductas autoagresivas, que incluyen el suicidio, o somatizan el daño psicológico recibido: desarrollando enfermedades.  

Desde el punto de vista de la psiquiatria infanto-juvenil estos niños tienen patrones internalizantes con cuadros de ansiedad, manifestados con síntomas psicosomáticos. En adolescentes los trastornos de la conducta alimentaria representan este patrón internalizante asociados al proceso de victimización.

Existen dos tipos de víctimas:

- Pasiva o no provocadora: es el tipo más frecuente. Son personas introvertidas, con baja autoestima, gran ansiedad e inseguridad, poco populares con ausencia de pertenencia a grupo social y con dificultades de comunicación. Tienen miedo y gran vulnerabilidad ante la violencia. En su casa puede existir un exceso de sobreprotección.

- Activa o provocadora: son más frecuentes en jóvenes de menor edad. Son niños impulsivos con tendencia a conductas provocadoras o irritantes, por lo que en ocasiones puede tomar el papel de agresores. Tienen comportamientos molestos e irritantes para los demás, pudiendo ser diagnosticados de TDAH. Socialmente están aislados son impopulares. El ambiente familiar es más hostil y abusivo.

Las familias de las víctimas suelen ser sobreprotectoras que impiden el desarrollo social del niño conforme al desarrollo evolutivo, por lo que estos niños suelen ser más dependientes y apegados al hogar. Las relaciones de poder están menos estructuradas que en las familias de acosadores. (2, 23).

Socialmente estos niños tienen pocas habilidades sociales y poca capacidad para hacerse respetar por los demás. Son niños vulnerables con predisposición a la sumisión y a la victimización. Su red social de apoyo es escasa, por lo que no tienen a quien les proteja. El ser víctimas los debilita socialmente ante el grupo de iguales, por lo que pierden la popularidad. El miedo, la indefensión y sentimiento de impotencia y culpabilidad que sufren los impide contar lo que les pasa a los demás, llegando a situaciones de depresión y baja autoestima. (10).


Espectadores

Son el resto de escolares que observan toda la dinámica. Este grupo puede comportarse de distintas formas: observando las agresiones, aprobándolas e incitándolas ó bien se muestran neutros ante este acoso pero se convierten en cómplices, ya que al no denunciarlos apoyan indirectamente el acoso.

Las observaciones de estas conductas tendrán unas consecuencias para los espectadores: ante situaciones injustas en el futuro no sabrán como actuar, se reforzará un modelo de actuación inadecuado y se desarrollará una falta de sensibilidad ante el sufrimiento de los demás.

La dinámica bullying es favorecida por la llamativa pasividad de los compañeros. De esta forma las situaciones de abuso encuentran apoyo en el grupo, ya que es el propio grupo el que al aislar y no ayudar a la víctima favorece el mantenimiento de la dinámica bullying. (6). El que los demás no hagan nada para intervenir es percibido por la víctima el agresor como una señal de que la situación goza de la aprobación social del grupo de iguales. Esto naturaliza el acto, lo que deja más sola y desprotegida a la víctima, apoyando el comportamiento de los agresores.


Repercusiones clínicas y secuelas psicopatológicas del acoso escolar

Agresor o bully:

Los primeros autores en postular que los acosadores están tan frecuentemente deprimidos como las víctimas incluso la ideación suicida puede ser mayor son Kaltiana-Heilo. (29). Los agresores tienen mayor riesgo de conductas antisociales en el adulto, siendo siete veces más probable que sean portadores de armas. (2, 14, 30).

Tienen mas posibilidades de sufrir depresión u otro tipo de secuela no perteneciente al trastorno antisocial. (31). Se sienten infelices y a disgusto en el colegio. Los niños acosadores tienen peor percepción de su salud. (32).

F. Cerezo concluye que los niños maltratados tienen el funcionamiento psicológico alterado mostrando elevados niveles de agresividad.

Vítima:

El haber sido víctima de acoso escolar es una condición que se mantiene en el tiempo y en distintos ambientes en un futuro se puede reactivar. (33).

En muchas ocasiones los cambios de comportamiento y las alteraciones psíquicas son consecuencia de haber padecido experiencias de bullying. (34).

Los antecedentes de malos tratos en la infancia aumentan la posibilidad de presentar psicopatología en algún momento de la vida adulta. Esta relación es más sólida desde el punto de vista estadístico para las niñas. (6). Estudios longitudinales relacionan el haber padecido bullying en la etapa escolar con la posibilidad de sufrir mobbing como acosado laboral. (34).

La victimización puede ser percibida por la víctima como una adversidad crónica y falta de soporte y apoyo de los compañeros, esto se relaciona con trastornos afectivos de tipo depresivo. (35, 36).

Cuando la victimización se prolonga las víctimas pueden comenzar a manifestar síntomas clínicos que se pueden encuadrar en neurosis, histeria ó depresiones. (37).

El sufrir la situación de víctima es precursor de psicopatología de desórdenes mentales, tales como: ansiedad, depresión, baja autoestima, tendencia a la soledad y al aislamiento, disminución de la capacidad de concentración, peor ajuste escolar, desarrollo de fobias para ir al colegio como mecanismo de evitación, quejas psicosomáticas, trastorno del dolor crónico, trastorno somatomorfo y trastornos de la conducta alimentaria. (38).

La víctimas presentan más síntomas depresivos que los niños no víctimas, existiendo más posibilidad de desarrollo en las niñas: las niñas a medida que se hacen adultas presentan puntuaciones más elevadas en síntomas depresivos e ideación suicida, baja autoestima, siendo sin embargo menos frecuente el consumo de drogas. (24, 32, 39). Los resultados entre ser acosador y desarrollar síntomas depresivos son contradictorios. El mayor riesgo de desarrollar depresión es para las víctimas-acosadoras. (29, 38, 40).

La ideación suicida y tentativas son mayores para las víctimas y donde hay mayor incidencia es en las víctimas-acosadoras. (29, 34, 40)

Los niños sometidos a acoso escolar sufren enuresis nocturna, dificultades para conciliar y mantener el sueño, cefalea y dolor abdominal. (8).

Otras secuelas del bullying son:

- Alteraciones del comportamiento: las víctimas se muestran más negativistas, más agresivas, pudiendo incluso convertirse en víctimas-agresores. Más regresivos, activándose rasgos de neuroticismo infantil, tales como: ansiedad por separación, tricotilomania, rabietas, terrores nocturnos, pesadillas, sonambulismo, enuresis.

- Fobias y miedos a la escuela que pueden llegar a absentismo y fuga.

- Disminución de la interacción con los demás niños, pudiendo llegar incluso a un aislamiento total de los demás niños.

- Mayor posibilidad de desarrollar síntomas psicosomáticos y psicosociales, hay una tendencia a mayor somatización como modo de expresar el sufrimiento con una mayor prevalencia de quejas físicas: cefaleas, problemas de sueño, dolor abdominal, cansancio… Por tanto si un niño presenta varios de estos síntomas debemos plantearnos la posibilidad de que el niño sufra acoso. (41).

El ser víctima de bullying durante los primeros años de escolarización contribuye a mal ajuste académico-curricular cuando son de mayor edad.

Incluso se describen repercusiones de la victimización en la dinámica bullying en escolares con enfermedades crónicas (DM I) :asociados a menor autonomía en el autocuidado con menor adherencia a la realización de glucemias y peor cumplimiento de la dieta. (42).

En las mujeres acosadas son más frecuentes: depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, abuso de sustancias (excepto el alcohol, que es más frecuente en el hombre), síntomas psicosomáticos.

Los trastornos de la conducta alimentaria son comunes por igual entre víctimas y acosadores, sin embargo donde es más frecuente es en el colectivo de víctimas-acosadores.  

Conclusiones

Dentro de la extensa bibliografía disponible acerca del bullying resulta increíblemente complicado encontrar referencias en las que se trate el tema del acoso y su relación con la presencia de Trastornos de la conducta Alimentaria. Lógicamente no podemos plantearnos esta relación (si existe) como comórbida, al no considerar el bullying como una patología mental, sino como un proceso dinámico ajeno al normal desarrollo psicoevolutivo del niño pero con una influencia directa sobre este.

¿Podría una situación de bullying desencadenar un TCA? ¿La presencia de una anorexia nerviosa o una bulimia en un niño/a podría desencadenar una situación de acoso escolar por parte de sus compañeros?

La respuesta a ambas preguntas bajo nuestro punto de vista es que sí.

Con respecto a la primera pregunta creemos que podrían darse dos situaciones siguiendo el modelo etiopatogénico de Toro y Vilardell. En este modelo se habla de la interacción de una serie de factores relacionados con la génesis de un TCA, estos factores se agrupaban en tres grupos: Factores predisponentes (son los implicados en la vulnerabilidad de los pacientes), Factores precipitantes (acontecimientos y cambios vitales relacionados con el ambiente o con el propio cuerpo) y Factores mantenedores (marcarían la tendencia a la cronicidad de los TCA).  

Dentro de los factores predisponentes encontramos factores familiares (genéticos y de dinámica familiar), factores socioculturales y factores psicológicos. Tradicionalmente se han identificado ciertas características típicas en la personalidad de los pacientes con TCA; suelen ser individuos con tendencia al perfeccionismo, a la obediencia y la sumisión, con sentimientos de minusvalía e incapacidad para afrontar las exigencias de la vida, capacidad de sacrificio y tendencia al aislamiento condicionando una pobre autoestima. Este perfil es muy similar a los perfiles psicológicos observados en las víctimas de bullying. Las similitudes dentro de los factores predisponentes no quedan ahí, las familias de pacientes sometidos a acoso suelen ser familias hiperprotectoras que impiden que el desarrollo evolutivo del niño se acompañe de un adecuado desarrollo social.

Independiente de la predisposición a padecer un TCA que puede generar el bullying, este puede actuar como factor precipitante; experiencias secundarias a la interacción del individuo con el medio o a cambios vividos en su cuerpo con un componente aversivo y que pueden ser vivenciados por los niños como estresantes o generarles dificultades de adaptación. La situación de acoso puede ser uno de estos life-events que indefectiblemente debería ir unido a una predisposición a padecer el TCA. Otro de los factores precipitantes relacionados con el inicio de un TCA puede ser la realización de dietas o la disminución de la ingesta de causa no voluntaria, la mayor parte de las víctimas de acoso pierden el apetito y pueden entrar en una dinámica de pérdida de peso. Sin embargo otras víctimas responden comiendo de forma descontrolada ante la ansiedad pudiendo iniciar un sobrepeso.  

En relación a la segunda de las cuestiones planteadas al inicio de estas conclusiones, hemos señalado a lo largo de este artículo como el bullying selecciona a su victima, con frecuencia, en base a algún rasgo físico o cultural que los diferencia. En este sentido el peso (sobrepeso o infrapeso) figura de manera prominente entre los motivos de acoso. Las mujeres son especialmente propensas a los comentarios sobre su peso, y así en algunas series es descrito como mucho mas frecuente en el acoso mujer-mujer que cuando este se produce entre hombres. También se recoge en otras series que cuando la victima de acoso es mujer y el motivo es el bajo peso, es relativamente frecuente que la acosadora tenga sobrepeso, proyectando en la víctima su autoaborrecimiento.

Queremos que este artículo sirva en primer lugar para situar al acoso escolar dentro de los posibles desencadenantes de un trastorno de la conducta alimentaria y por lo tanto tengamos presente su existencia a la hora de valorar un posible paciente con TCA y en segundo lugar para incitar a nuevas vías de investigación sobre la temática con la finalidad de crear adecuadas estrategias de prevención y tratamiento.


Bibliografía

1. -Thompson D; Arora T; Sharp S. Bullying:effectve strtegies for long-term improvement. London :Routledge/ Falmer. 2002.

2. -Olweus D: Bullying at the school: basic facts and effects of a school based intervention program. Journal Child Psychol Psychiatry. 1994; 35:1170-1190.

3. -Lowenstein L. F: Who is the bully? Home and scoll. 1977; 11:3-4.

4. -Besag V: Bullies and victims in school. Philadelphia :Open University Press; 1989.

5. -Huertas D: Violencia :la gran amenaza. 1ª Edición. Madrid : Alianza Editorial; 2007.

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