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Neurociencias y Dibujo: su valoración como evidencia de Abuso Sexual Infantil

Fecha Publicación: 02/05/2018
Autor/autores: Ana María Martorella
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RESUMEN

Surge la necesidad de investigar el origen de producciones gráficas, tan particulares para los individuos víctimas de ASI, como representaciones mentales de las experiencias traumáticas tempranas, durante el desarrollo del sistema nervioso y sus improntas en la corteza cerebral (Áreas de Brodmann y Broca), asociadas a otros núcleos interconectados, que se ocupan tanto de funciones regulatorias de las emociones como de aquellas relacionadas con la cognición. Se podría hipotetizar que dichos gráficos son expresión motora de la evocación de los estímulos sensoriales experimentados durante el y/o los episodios traumáticos, y que son percibidos a través de todos los sentidos, a predominio del táctil (áreas somatosensoriales). Así, se estudiaron los dibujos de 38 víctimas de ASI (22 mujeres, 16 varones), cuyas edades oscilaron, al momento de la primera consulta, entre los 3 y los 35 años, con o sin revelación previa de los hechos. En su mayoría, fueron evaluados con HTP, DFH y Dibujo libre, cuyos hallazgos coincidieron con indicadores de ASI en otros tests proyectivos (Pata Negra, Desiderativo) y con signos clínicos (enuresis; trastornos del sueño, del aprendizaje y de la alimentación; ansiedad; somatizaciones, etc. ).
Los gráficos mostraron sombreado de zonas genitales, marcas en los troncos, manos ocultas, partes del cuerpo ausentes; figuras asimétricas, inestables y pequeñas, etc. Se puede concluir que la relación entre los signos gráficos observados y las descripciones y/o sospechas de ASI, pueden fundamentarse a través de las improntas que dicho trauma ocasiona en las regiones corticales del SNC, naturalmente inmaduro, en cada grupo etario estudiado.


Palabras clave: dibujo, abuso sexual infantil, percepción somática, simbolizaciones gráficas.
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia .

Hospital Interzonal Materno Infantil Dr. V. Tettamanti y Fort da Equipo Interdisciplinario de Atención a las Psicopatologías Infanto Juveniles.

NEUROCIENCIAS Y DIBUJO: SU VALORACIÓN COMO EVIDENCIA DE ABUSO SEXUAL
INFANTIL

Ana María Martorella.
amartor@intramed. net. ar
Dibujo, abuso sexual infantil, neurociencias, evidencia diagnóstica.

RESUMEN
Surge la necesidad de investigar el origen de producciones gráficas, tan particulares para los
individuos víctimas de ASI, como representaciones mentales de las experiencias traumáticas
tempranas, durante el desarrollo del sistema nervioso y sus improntas en la corteza cerebral
(Áreas de Brodmann y Broca), asociadas a otros núcleos interconectados, que se ocupan tanto
de funciones regulatorias de las emociones como de aquellas relacionadas con la cognición. Se
podría hipotetizar que dichos gráficos son expresión motora de la evocación de los estímulos
sensoriales experimentados durante el y/o los episodios traumáticos, y que son percibidos a
través de todos los sentidos, a predominio del táctil (áreas somatosensoriales). Así, se
estudiaron los dibujos de 38 víctimas de ASI (22 mujeres, 16 varones), cuyas edades
oscilaron, al momento de la primera consulta, entre los 3 y los 38 años, con o sin revelación
previa de los hechos. En su mayoría, fueron evaluados con HTP, DFH y Dibujo libre, cuyos
hallazgos coincidieron con indicadores de ASI en otros tests proyectivos (Pata Negra,
Desiderativo) y con signos clínicos (enuresis; trastornos del sueño, del aprendizaje y de la
alimentación; ansiedad; somatizaciones, etc. ). Los gráficos mostraron sombreado de zonas
genitales, marcas en los troncos, manos ocultas, partes del cuerpo ausente; figuras
asimétricas, inestables y pequeñas, etc. Se puede concluir que la relación entre los signos
gráficos observados y las descripciones y/o sospechas de ASI, pueden fundamentarse a través
de las improntas que dicho trauma ocasiona en las regiones corticales del SNC, naturalmente
inmaduro, en cada grupo etario estudiado.

INTRODUCCIÓN
El dibujo ha sido considerado una de las herramientas proyectivas psicodiagnósticas más
útiles, por su riqueza de aportación de elementos simbólicos. Pero, surge la necesidad de
investigar el origen de dichas producciones gráficas, tan particulares para los individuos
víctimas de ASI, como representaciones mentales de las experiencias traumáticas tempranas,
durante el desarrollo del sistema nervioso y sus improntas en la corteza cerebral, asociadas a
otros núcleos interconectados, que se ocupan tanto de funciones regulatorias de las emociones
como de aquellas relacionadas con la cognición.

Numerosos autores se han dedicado al estudio del dibujo por sus valores proyectivos y
psicométricos: Florence Goodenough con la creación del "Test del monigote"; Sophie
Morgenstern, quien en 1928 tuvo la idea de analizar dibujos espontáneos en un niño en
tratamiento; Emile Jucker, un consejero profesional, utilizó, en forma intuitiva, los dibujos del
árbol. Desde entonces, se han realizado investigaciones y numerosos análisis estadísticos que
permitieron desarrollar una gran variedad de técnicas gráficas. El Hombre ha dejado su huella
gráfica en las rocas de las cavernas como registro de sus acciones y sentimientos,
constituyendo la comunicación pictórica un lenguaje básico y elemental, desde los primeros
años de los niños. Al igual que el juego, el dibujo intenta ser un medio para hacerse entender,
transmitiendo sus estados de ánimo, sus deseos, sus temores y un sinfín de vivencias que no
está capacitado para expresar con palabras en las primeras etapas evolutivas.
A través del desarrollo de la motricidad, el niño descubre que el lápiz, sostenido entre los
dedos, va dejando la huella de sus movimientos sobre un objeto. Este descubrimiento le
produce tal fascinación, que, a la corta edad de dos años, suele dedicar bastante tiempo a esta
actividad, pero es necesaria la interpretación del adulto para que esos trazos se conviertan en
dibujos. Es el adulto quien establece la correspondencia entre la huella (efecto de la conducta
motora) con un objeto del mundo y otorgar, así, al garabato la jerarquía de gráfico, de igual
modo que tuvo con los signos fonéticos cuando introdujo al niño en el lenguaje. El dibujo libre
es la técnica proyectiva mediante la cual el niño crea mostrándonos la visión del mundo que lo
rodea y su interacción con él. En la figura del monigote aparece la concepción del hombre y de
sí mismo; es la primera expresión de su propio esquema corporal, constituyendo tanto la
revelación de su nivel intelectual como de su vida afectiva. En las producciones gráficas
proyectivas, el sujeto expresa, consciente e inconscientemente, sus sentimientos. Al igual que
el material onírico es representación de conflictos inconscientes. Los niños, que han atravesado
una situación traumática, lo expresan en su presente cotidiano, y lo comunican a través de lo
lúdico, de los dibujos y sus relatos "fantasiosos". El análisis de los gráficos constituye una
herramienta sumamente útil también para la práctica Forense, porque, al ser una de las
expresiones más primitivas del ser humano, permite trabajar con niños pequeños sobre
aspectos traumáticos, sin producir revictimización. Es allí donde pueden rastrearse las huellas
del trauma, es el lugar donde los niños nos revelan sus historias, la manera en que viven con
relación a sí mismo y a los otros. El gráfico permite proyectar aspectos tanto físicos como
psicológicos. Existe una proyección directa de los aspectos físicos a los dibujos, en donde la
huella se plasma en alguna región de la figura dibujada, evidenciando una correspondencia con
el esquema corporal. Hammer consideró que el descubrimiento de esa lateralidad anatómica y
la exactitud gráfica sumamente coherente, confirman la característica de autorretrato de los
dibujos proyectivos. Leonardo da Vinci había observado que "la persona que dibuja o pinta, si
no está protegida por estudios prolongados, tiende a prestar a las figuras su propia experiencia
corporal, . . . el entrenamiento artístico no interfiere con la proyección mencionada, por el
contrario, enriquece la capacidad de auto expresión gráfica" (Boscato et al, 2010).
A través de mi experiencia profesional con niños y adolescentes víctimas de violencia sexual,
cuyo material gráfico -producido tanto durante la fase psicodiagnóstica como durante el
proceso terapéutico junto a la actividad lúdica-, me atrevo a hipotetizar que dichos gráficos
son expresión de la evocación de los estímulos sensoriales experimentados durante el y/o los
episodios traumáticos, y que son percibidos a través de todos los sentidos, a predominio del
táctil. Este sentido, a través de sus diferentes receptores de presión, cenestésicos, de
temperatura, de dolor, de placer (zonas erógenas), y de las vías aferentes nerviosas (Figura 1)
comprometidas, permite que dichos estímulos sean enviados como impulsos que, a su vez,
serán reconocidos y almacenados en las áreas sensitivas de Broca y Brodmann (Figura 2)
correspondientes, según el grado de maduración funcional.

Figura 1.

Figura 2. Área de Broca.

Luego, estos estímulos son reenviados, como material mnémico inconsciente, a través de
impulsos motores ­vías eferentes-, para ser representados, mediante el uso del lápiz y la
prensión manual (Figura 3 y 4), en el espacio de la hoja, como evocaciones de esas áreas
somáticas sobreestimuladas por las experiencias traumáticas sexuales, que pulsan por
comunicar aquello que no puede ser procesado, para su comprensión, por la natural inmadurez
psicoemocional y cortical del individuo. Esto podría explicarse por la ausencia del desarrollo
nervioso, imprescindible para elaborar experiencias sexuales inadecuadas, para su estadío
evolutivo, asociadas siempre al poder cohersitivo y las amenazas por parte de su victimario.
Este tipo de información inadecuada ­estímulo y emoción asociada- así almacenada, en un
estadío evolutivo temprano, no logra ser discriminada, por hallarse deficitarias e incompletas
las funciones nerviosas involucradas: la mielinización de las vías sensitivas aferentes de la cola
de caballo, por ejemplo, encargadas de la percepción de la zona perineal y que, en estadíos
tempranos del desarrollo neurofisiológico, no logra permitir la diferenciación consciente de las
representaciones mentales de las percepciones de los estímulos cloacales, uretrales y
genitales, que a su vez comparten un mismo origen embriológico (Figura 5): membrana
cloacal y conductos de Wolf.

Sabemos que este postulado teórico puede corroborarse mediante las pruebas diagnósticas
tecnológicas actuales como es el PET, que permite evidenciar las respuestas, promovidas a
través de la exposición y evocación inducida de los episodios traumáticos sexuales, en las
regiones involucradas, tanto en la percepción de los estímulos como en aquellas relacionadas
con funciones de regulación de los impulsos, y las emociones dolorosas y cargadas de miedo hipocampo, amígdala- y funciones mnémicas ­cuerpo calloso-. Todo esto se halla representado
en las áreas de Brocca y Brodman que han intervenido en experiencias sexuales, cuando aún
no alcanzaban el grado de maduración óptimo para ser procesadas adecuadamente, por déficit
en la capacidad de comprensión y para ofrecer consentimiento consciente, y de forma
placentera. A esto se suma que los diferentes receptores de presión, cenestésicos, de
temperatura, de dolor, de placer (zonas erógenas), y de las vías aferentes nerviosas
comprometidas, permiten que dichos estímulos sean enviados como impulsos que, a su vez,
serán reconocidos y almacenados en las áreas sensitivas de Broca correspondientes, según el grado de maduración funcional (Figuras 6 y 7).

Figura 3. Áreas de Brodmann y Brodmann

NEUROCIENCIAS Y DIBUJO: SU VALORACIÓN COMO EVIDENCIA DE ABUSO SEXUAL
INFANTIL

1. Vesícula

óptica 

2. Celoma peritoneal Proscencéfalo HSML

3. Estomodeo y entrada al intestino 14.
anterior

4. Celoma pericárdico delimitado por 16.
HSML ydelimitado y Endodermo HVML del intestino Médula Endodermo del por medio espinal intestino

HVML parte

anterior caudal

5. Esbozo hepático y septum transverso 17. brote laringotraqueobroncopulmonar

6. Pedículo
7. Pedículo
8. Proctodeo y vitelino 

19. membrana 

cloacal 20.
Cloaca 21.

Curvatura

lumbosacra 22.

Notocorda
Curvatura

cervical

Bolsas
Rombencéfalo y

faringeas
cuarto

Mesénquima

ventrículo cefálico

11. Conducto de Wolff y brote ureteral 23. Mescencéfalo y curvatura cefálica
12. Endodermo del intestino posterior

En el libro "Dibujos que hablan", las autoras Boscato et al, 2010 tienen en cuenta el valor
diagnóstico del registro somático en las producciones gráficas de los niños y de los
adolescentes víctimas de ASI. Dicho indicador presenta un porcentaje elevado, con respecto a
los grupos controles, en las diferentes franjas etáreas: 86% en el grupo de 2 a 5 años y 6 a 8
años; mientras le correspondió un 93% al grupo de 9 a 11 años (Tabla 1). Estas diferencias
porcentuales, justifican aún más el postulado del origen biológico de las proyecciones gráficas,
ante la ausencia de una tramitación del trauma, que escinde la representación de lo vivido y su
afecto, promoviendo la fractura del Yo.

A través de la repetición, se observa que el trauma no ha cesado, y que el niño ha quedado
detenido en una escena presentificada (otra dimensión temporal) y el dolor se torna
perseverante. Al no poder simbolizar, la repetición insiste en su búsqueda por procesar lo
experimentado. La dimensión temporal se confunde; el afecto, propio del evento traumático,
tiñe las distintas esferas de la vida del niño; siempre hay instantes en que el recuerdo irrumpe.
Aquello que no pudo ser puesto en palabras, se expresa a través del dibujo, juego, actos
violentos, pesadillas, etc. En estas manifestaciones no aparecen respuestas diferentes, sólo
emergen recuerdos o fragmentos mnémicos de lo acontecido.
El descrédito de lo ocurrido, por parte de aquellas personas a las que el niño expresa la
agresión sufrida, refuerza el efecto traumático, convirtiéndose los adultos, en ocasiones, en
partícipes por omisión, en especial en los estrados judiciales. En los niños más pequeños,
cuando lo disruptivo invade su psiquis, las manifestaciones iniciales se expresan a través de
pura descarga motora, sueños terroríficos, diferentes manifestaciones somáticas, etc. Ante la
ausencia de intervención profesional, los signos se van cronificando, porque el adulto cree que
el niño miente, y, en consecuencia, el acontecimiento deviene traumático. Para Freud se
necesitan dos tiempos para que se produzca el trauma:

El primer tiempo coincide con la ocurrencia del hecho abusivo.

El segundo lo resignifica: es cuando el sujeto comprende lo acontecido, y allí constituye
el síntoma, que es la actualización de esa primera vivencia sexual traumática.

Los escritos freudianos están plagados de ejemplos de acontecimientos de experiencias
sexuales prematuras; experiencias en las que un niño es enfrentado pasivamente a una
irrupción de la sexualidad adulta. Freud hace remontar esos recuerdos al segundo año de vida.
Por esto, ese niño está siempre en un estado de inmadurez, de incapacidad y de insuficiencia
en relación a lo que sobreviene. Se presenta de este modo un desfasaje que constituye el
terreno mismo del traumatismo que puede ser comparado con la neurosis traumática del
adulto donde lo que adviene, el accidente, el acontecimiento, es absolutamente arbitrario. La
inmadurez, entonces, deberá ser evaluada respecto a una escala de desarrollo que supone
etapas separadas por umbrales: niveles de reacción somática, niveles de reacción afectiva
y niveles de comprensión psíquica, intelectual o fantasmática. En esa totalidad psico-somatoafectiva, el niño puede o no integrar lo que le adviene.

El segundo elemento, que Laplanche propone tener en cuenta, es que el partenaire obligatorio
de la seducción es el adulto. Freud habla también de escenas que se produjeron entre dos
niños o entre adolescentes, donde siempre hay detrás escenas más arcaicas donde uno de los
dos niños o los dos han sido sometidos a la "infección" por un adulto. En la concepción de la
seducción, el niño es llevado a repetir activamente las escenas, a volver incluso sobre los
lugares concretos del primer ultraje tal como se ve en el caso Emma del "Proyecto de
psicología" (1950). A medida que pasa el tiempo, el sujeto se vuelve más activo y retorna a los
lugares físicos o psíquicos para revivir y reelaborar el traumatismo. Laplanche plantea que, en
la descripción de las escenas de seducción infantil, se abre lo que se llama "teoría de la
seducción restringida" y que se desarrolla en tres registros:


Temporal: que refiere el aprés coup, traumatismo en dos tiempos, donde se postula que
nada se inscribe en el inconsciente humano si no media la relación de por lo menos dos
acontecimientos, separados uno del otro en el tiempo por un momento de mutación, que
permite al sujeto reaccionar diversamente al recuerdo de la primera experiencia. El primer
tiempo es llamado por Freud "el espanto" (Schreck) y es aquel que enfrenta al sujeto no
preparado con esta acción sexual alternante significativa, pero cuya significación no puede
ser asimilada (Piaget). El recuerdo devendrá patógeno en ocasión de una segunda escena
que se asocia a la primera. A causa de las nuevas posibilidades de reacción del sujeto, el
recuerdo mismo, y no la nueva escena, funcionará como fuerza de energía traumatizante,
autotraumatizante (flashback). Este tiempo, que tiene carácter autotraumático, encuentra
su salida, no en una liquidación o una elaboración normal, sino en una "defensa patológica"
o "represión". El sujeto está expuesto, a partir del primer ataque ­el externo-, sin contar
con los medios de defensa adecuados (recursos protectores, mecanismos de defensa
primitivos).

En el segundo tiempo, tiene los medios, pero se ve atacado desde el interior (flashback).
Todo es endógeno y todo es exógeno. Laplanche postula que esa teoría freudiana anterior
a 1897, que designará como "teoría de la seducción restringida", presenta, a la vez,
gran fuerza e importantes debilidades. En la revisión que hace Freud en 1897, su
concepción se atiene a los niveles de psicopatología más a las relaciones perversas entre
un adulto y un niño. El recurso freudiano a la fantasía o a la indistinción entre "ficción" y
"verdad" no resuelve la cuestión: ya que una fantasía no produce un sentidoautosuficiente, no más que una escena rememorada. Desde 1897, la teoría freudiana sufreun cataclismo.

Privado del contexto de la seducción, el aprés coup no puede sino encontrar
otro anclaje en otra realidad: aquella que llama "fantasías originarias". Será la fantasía
la que tomará el lugar de esta realidad psíquica última. Pero, como también allí, el suelo de
una realidad objetiva es sentido como necesario, la pulsión será en última instancia de
origen biológico.

El tercer aspecto de la teoría, el modelo lenguajero y traductivo, desaparece en Freud casi
por completo. Ferenczi recuperó este aspecto, y su artículo "Confusión de lengua entre
los adultos y el niño" tiene mucho que ver con la teoría de la seducción generalizada. A
pesar de que la seducción como teoría sufre en Freud esta "represión", la línea de la
factualidad se profundiza con la introducción de la "seducción precoz".

Cuando el niño trata de sustraerse al daño, minimizando la magnitud de los hechos, opera
entonces la negación. Cuando los padres transmiten la necesidad de "olvidar", el mandato de
no recordar queda inscripto en la psiquis de los niños, dejándolos en un estado de mayor
vulnerabilidad. La situación de abuso genera una gran confusión en el menor, puesto que la
persona a quien ama también es quien lo intimida, ejerciendo su dominio. Esto no llega a ser
comprendido por el niño, provocándole una gran perturbación, ya que sus sentimientos oscilan
entre el amor y el temor de ser excluido del sistema familiar, y asume la culpa ajena. La no
elaboración del trauma sexual puede derivar en la identificación con la figura del agresor,
produciendo con los pares conductas semejantes a las padecidas. El caos emocional también
impacta, negativamente, en la capacidad de atención y procesamiento de la información,
asociado a hiperactividad y déficit atencional.
Las consecuencias subjetivas de haber sido víctima de ASI, dependen de tres factores
importantes:

La estructura psíquica de la víctima, La capacidad de contención y sostén de su entorno familiar,

La respuesta brindada por el sistema judicial.

Se puede definir al abuso sexual infantil a aquello que se produce cuando un adulto o un
adolescente someten a un menor a un estímulo sexual inapropiado para la edad y nivel de
desarrollo psicológico e intelectual, con el fin de lograr su propio placer sexual. Se considera
que para que exista la condición de abuso, debe existir una diferencia de edad de 5 años o
más entre el agresor y su víctima. El DSM IV codifica el ASI como T 74. 2.
El clima en el que se llevan a cabo los abusos puede ser de terror y violencia, como así
también de seducción, dificultando al niño/a detectar y valorar adecuadamente las presiones
de las que es objeto. Esta relación abusiva prospera amparada en la confusión, la vergüenza,
la amenaza y la impotencia del menor para impedir dicha actividad sexual que no puede
comprender ni elegir, por encontrarse inmaduro psicológica y físicamente.
Respecto a la duración en la vida infantil, el abuso sexual puede clasificarse en ocasional o
permanente, siendo este último el más dañino por persistencia del estímulo en el psiquismo
infantil y su indefensión.

Boscatto et al. , (2010) elaboraron una sistematización de la serie de manifestaciones que
permiten sospechar ASI a partir de indicadores:

Sexuales,

De desórdenes funcionales,

Emocionales,

En la conducta,

En el desarrollo cognitivo,

Físicos.

Entre los indicadores sexuales encontramos:

Erotización prematura,

Conductas o comentarios sexuales inadecuados para la edad,

Mayor conocimiento sexual de lo esperado para la edad,

Relatos sexuales sustentados por detalles contextuales,

masturbación excesiva, preocupación por los genitales,

Excitación corporal.

Mientras tanto, los indicadores de desórdenes funcionales incluyen:

Alteración en el sueño (pesadillas, sobresaltos, llanto, sollozo, somniloquia, etc. ),

enuresis y/o encopresis,

Desórdenes del apetito (hipo o hiperorexia).

Por otro lado, los indicadores emocionales se manifiestan como

Bajo nivel energético, desánimo, pérdida de interés en cuestiones que antes disfrutaba,
de aparición brusca; ansiedad, Conductas regresivas; Fantasías terroríficas; Falta de control emocional; Fobias;

sentimiento de culpa e infelicidad en apariencia inmotivados.

Los indicadores en la conducta se refieren a:miedo aparentemente injustificado, apego excesivo (imposibilidad para separarse del referente adulto, por lo general marcada dependencia materna),

Comportamiento agresivo,

Sollozo o llanto inmotivado,

ensimismamiento (retraerse en sí mismo),


aislamiento social (deficiencias en el contacto social),

Fuga del hogar,

conducta autodestructiva,

intento de suicidio,

Embarazo precoz,

hiperactividad,

Hábitos nerviosos: tics, onicofagia, tricotilomanía.

Entre los indicadores en el desarrollo cognitivo se hallan:

Cambios bruscos en el rendimiento escolar,

Problemas en el habla,

Déficit atencional,

Bajo rendimiento académico, social y/o motor (torpeza psicomotriz),

inhibición en el juego,

Alteraciones en el gráfico.

Y, finalmente, los indicadores físicos:

Lesión anal, vaginal, hematomas;

Infección urinaria;

Cefaleas;

Epigastralgia;

Trastornos respiratorios;

Gastroenterocolitis.

Cabe señalar que todo maltrato físico y sexual lleva implícito maltrato psicológico. Al
desconocer qué motivó la agresión recibida, se mina paulatinamente la autoestima del menor,
la confianza en sí mismo. Es decir, que el maltrato psicológico resulta más devastador y
abarcativo que el físico, por eso los niños víctimas desarrollan un estado de hipervigilancia y
temor constante que puede observarse claramente en sus producciones gráficas. Al estar
pendientes del afuera en busca de la señal de peligro, su capacidad de atención es lábil, están
dispersos, y esto repercute directamente en su desempeño escolar. Son niños repetidores, que
presentan enuresis, mal vestido, desatendido. Todo esto retroalimenta su autopercepción de
indignidad, la visión pobre y decadente de sí mismo, que lo hace sentir incapaz de merecer
algo bueno. La baja autoestima lo invade, pudiendo responder desde la sumisión ubicándose
subjetivamente toda la vida en el lugar del apaleado. Pero, aquellos niños que se rebelan
también pueden no llegar a elaborar lo sufrido y hasta identificarse con el modelo de su
agresor adoptando conductas violentas desde la adolescencia.
En la clínica, con pacientes adultos, que en su infancia han sido abusados sexualmente, es
frecuente observar la huella que esa experiencia dejó en su psiquismo. De la tramitación que
se haya logrado de esa vivencia, pueden señalarse tres desenlaces posibles:

Un adulto atento y cuidadoso de la integridad del niño, que le brinda conductas de
protección;

Un adulto que, volviendo activo lo sufrido pasivamente en su infancia, se convierte en
abusador;

Un adulto altamente vulnerable, fijado subjetivamente en el lugar de la víctima, que resulta
incapaz de proteger al niño de una experiencia similar.

Según las autoras Boscato et al. , (2010) los indicadores hallados en sus estudios de
producción gráfica, en la práctica clínica con pacientes víctimas de ASI, pueden clasificarse
en expresiones de tipo sexual, relación con el agresor, intensidad de la agresión, concepción
del sí mismo, percepciones sensoriales, registro somático y relación social (Tablas 2, 3, 4, 5 y
6).

Entre las expresiones de tipo sexual se encuentran las manifestaciones verbales,
actitudinales y gráficas con claro contenido erótico. Todo esto coincide con mi experiencia
profesional que ellas describen como conductas erotizadas durante la entrevista, conocimiento sexual inapropiado para la edad y dibujo de genitales.

Con respecto a la relación con el agresor, se puede observar asimetría entre los
personajes, actitud amenazante y anulación de la escena.

Mientras tanto, la intensidad de la agresión queda evidenciada por personajes con
armas (de fuego, cuchillos, flechas, o elementos contundentes), descarga motora, y
escenas que sugieren situación de ataque.

La concepción de sí mismo, incluye percepción de estar traumatizado, micrografía,
negación, regresión, transparencias, y vulnerabilidad (necesidad de defensa).

Las percepciones sensoriales, que interesan a la demostración de la hipótesis planteada
en este apartado, se interpretan a partir de pinches, vellos, suciedad y mancas, elementos
pegajosos y persistencia de representación de objetos de forma fálica con gotas o chorros.

Otro punto importante para este trabajo, se refiere al registro somático mediante la
gratificación de heridas o marcas en el cuerpo, y alteración u omisión de alguna zona
corporal.

La relación social se expresa a través del aislamiento, el secreto, la hipervigilancia, la
necesidad de defensa.

Las conductas erotizadas durante la entrevista, son generalmente inconscientes y se
producen por la re-experimentación de sensaciones previas a nivel sensual que el niño/a no
pudo procesar psíquicamente, como intento de librarse de la sobreexcitación, mediante
diversos comportamientos (besos y excesivo contacto físico, onanismo, enuresis, exhibición de
genitales). Se debe apelar a los procesos de recordar y la memoria, en la búsqueda de
indicadores que expresen una situación traumática vivenciada por un niño, sea a través de un
relato de un acontecimiento traumático a través del discurso, el gráfico, el juego o la conducta.
La capacidad de recordar se encuentra íntimamente ligada al nivel intelectual y al momento

evolutivo (Boscato et al. , 2010). Para que haya recuerdo, es necesario que exista una
transcripción de la percepción sensorial en otro lugar, que alcance una traducción que le
permita la inscripción de la experiencia. Entonces el sistema nervioso central y periférico son
los que permiten este proceso psíquico. Sólo es posible recordar aquello que se ha
comprendido, sino, de lo contrario, lo que se producen son marcas, huellas mnémicas que no
logran ser hiladas en un recuerdo, pero que producen impronta y fijación. Esto explica por qué
los niños pequeños no pueden brindar detalles específicos en su discurso, acerca de una
agresión sufrida, no obstante, la misma se encuentra puesta en acción y es observable en la
conducta.
Desde el punto de vista evolutivo, niveles intelectuales bajos producirán memorias limitadas;
mientras que niveles mayores de inteligencia permitirán recuerdos más ricos en recursos
psíquicos. La memoria es un complejo sistema intelectual que produce la capacidad de
recordar. Pero, para que se produzca el recuerdo, básicamente deberán cumplirse tres
operaciones secuenciales:

La recepción de los datos captada a través de los sentidos, e inmediatamente incorporada
al sistema mnémico para su almacenamiento.

La codificación, que es el proceso ordenador, por el cual los estímulos sensoriales son
convertidos en información significativa, etiquetados y asimilados a estructuras de datos
previamente conformadas por y para su tratamiento.

La recuperación, que es la operación que permite acceder a la información almacenada a
través de claves de asociación creadas para esta función.

Pero, este intrincado proceso, con frecuencia, sufre desperfectos en algunas de sus
operaciones.

Durante la evaluación psicológica, difícilmente nos encontremos con perturbaciones, en la primera de estas operaciones (recepción), ya que el sujeto, por su simple cualidad de viviente, se encuentra inmerso en una continua actividad de recepción sensorial.
Aunque, muchas veces, se observan dificultades en la codificación y recuperación de la
información. Es común hallar, en los niños más pequeños, fallas en la codificación, con
fragmentos mnémicos que dan cuenta de percepciones sensoriales, que todavía no fueron
alcanzadas por la infraestructura del recuerdo. Siendo esto efecto o "defecto" de un proceso de
codificación aún rudimentario por la propia inmadurez evolutiva. En los niños más grandes,
suelen hallarse perturbaciones en la operación de recuperación de la información, debido a
que, si bien poseen una eficiente codificación, los efectos emocionales, producto de la
comprensión de lo acontecido, hacen que recurran defensivamente a la represión del material,
impidiendo que determinada información sea recordada. Así, provocan fallas totales o parciales
en la operación de recuperación.
Es claro, entonces, que la tarea del evaluador consistirá en recolectar fragmentos que el niño
pueda aportar, de acuerdo a su capacidad intelectual y expresiva. Mediante una reconstrucción

interpretativa de esos signos, veremos si los mismos se corresponden con una situación de
abuso sexual. Debemos abandonar la pesquisa, muchas veces impuesta por el ámbito judicial,
del "relato de los hechos sufridos". La obtención de un recuerdo, expresado en el discurso,
que goce de una secuencia temporal lógica, que brinde especificaciones, que identifique al
agresor, y que lo observado en la conducta sea traducido en palabras por el niño, difícilmente
ocurra, porque está impedido tanto por la inmadurez del infante como por la naturaleza de los
acontecimientos vividos. Para ello, debemos conocer las características de la producción
gráfica en cada franja etárea según hayan o no sido víctimas de ASI (Boscato et al, 2010).
Franja etárea de 2 a 5 años
A partir de los 2 años de edad, el ser humano comienza a dibujar arrancando desde la más
torpe motricidad gruesa, que provoca incoordinados rayones, evolucionando hasta el punto
máximo de libre expresividad en la adolescencia, para luego ser tomada por la inhibición de la
adultez. A la corta de edad de 2 años, el niño es capaz de hablar solo comunicando su
experiencia inmediata. Sus juegos están motivados por su rutina doméstica y sus vivencias
más recientes, puede recordar lo que ocurrió el día anterior, y, a partir del desarrollo del
lenguaje y el enriquecimiento del vocabulario, comienza a revelar sus sentimientos, deseos y
también sus problemas, teniendo en cuenta su valoración de placer y displacer. Luego, a los 3
y 4 años, el niño logra combinar hechos e ideas, y armar historias donde se entrelazan ficción
y realidad. A los 5 años, ya posee una noción más elaborada del tiempo. Puede proyectar para
un futuro cercano, para el día siguiente o los próximos. Es capaz de articular pasado, presente
y futuro en una historia. Posee la capacidad de recordar en que secuencia se han producido
algunos acontecimientos, además de relacionarlos con elementos periféricos. En estos niños
aparece la necesidad de expresar y armar un argumento lógico a los acontecimientos vividos
disruptivamente, de manera que puedan ser incorporados y procesados; y queda expuesta en
la gran superproducción pictórica, son pequeños que dibujan con rapidez, e inmediatamente
solicitan una nueva hoja; pueden realizar varios gráficos en apenas unos minutos sin cansarse.
Lo esperado para el niño de esta etapa es que sostenga una marcada preferencia por el juego.
En un pequeño, que no haya resultado víctima de una agresión sexual, es muy probable que
durante la entrevista de evaluación psicodiagnóstica, se encuentre abocado a su interrelación
con la caja de juego. Sólo pasará al gráfico al toparse con los lápices de colores o crayones,
entre el resto de los juguetes, y su hallazgo provocará, tal vez, la motivación para un
improvisado y fugaz garabato. También, puede ser que grafique a solicitud del profesional. En
ambos casos, una vez realizado el dibujo, va a sumergirse, nuevamente en su actividad lúdica.
Probablemente, la manera de dibujar del niño pequeño abusado sexualmente, haya llamado la
atención de adultos cercanos, preocupados porque sus dibujos les resultan "raros" (Boscato et
al, 2010).

Franja etárea de 6 a 8 años.
Es la etapa de quietud, en lo que respecta a evolución sexual, período de latencia. La
escolarización favorece el desarrollo de la grafía y el dibujo más sofisticado, correspondiente a
su realidad y cotidianeidad. La incorporación de las reglas, el uso de los márgenes y del
renglón, trae aparejada la disminución del tamaño de sus dibujos. El descubrimiento de los
recursos que le brinda la escritura suma, a su deseo de expresión, mayor riqueza oral y
gráfica. En la evolución gráfica, la figura humana ya aparece lograda, abandonándose, de a
poco, la desproporcionalidad y alcanzando una síntesis más acabada.

Comienza a representarse la diferenciación de género, que se destaca en la ropa graficada, además de
algunos detalles y adornos que se agregan a las figuras. Por lo general, estos adicionales
encubren el intento de agradar que alberga el niño a esta edad, especialmente en niñas que
producen gráficos más prolijos. Al final de esta etapa, resulte frecuente la animación de los
personajes dibujados, con posterior relato espontáneo, dando lugar a historietas por el
momento sencillas. Aparecen como significativos los miedos que se dan al final del complejo
de Edipo y están en relación a la angustia de castración. Los miedos se refieren a la muerte,
los fantasmas y las brujas, y es, a través de los gráficos y juegos, donde intentan hacer
reversibles esos temores, con mecanismos omnipotentes. Los olvidos de datos importantes en
el relato y las omisiones en lo graficado, deben saber escucharse y valorarse (Boscato et al,
2010).

Franja etárea de 9 a 11 años.
En esta etapa de la vida, de acuerdo a las particularidades de cada organismo, los niños
ingresan a la pubertad, que, según Peter Blos, puede definirse como "la manifestación física de
la maduración sexual", durante la cual se desarrollan los caracteres sexuales primarios y
secundarios. La adolescencia, en cambio, denota el proceso de adaptación psicológica a estos
cambios. La adecuada tramitación de este momento dará lugar a un crecimiento menos
traumático. Es frecuente observar la dificultad de coordinación como efecto de los cambios en
su esquema corporal. Cursan el final de un nivel educativo para pasar al siguiente, con los
consiguientes cambios sociales en sus grupos de pares y el grado creciente de responsabilidad,
acompañado del desarrollo de operaciones intelectuales de abstracción de tipo reflexivas. Los
cambios sociales lo inducen a integrar grupos de pertenencia para consolidar su identidad
fundada en rasgos comunes a su generación, como son las jergas y las modas; grupos que se
rigen por sus propias reglas dentro de un sistema social preexistente con sus propias normas y
autoridades. Especialmente, alrededor de los 10 u 11 años, el niño comienza a mostrar
actitudes de picardía, ciertos engaños deliberados, con el fin de especular con la reacción del
otro. A la par, evalúan al adulto desarrollando una visión crítica sobre él. El bajo contenido de
expresiones gráficas con contenido sexual, que aparece en esta etapa, se debe a que tienen
mayor posibilidad de poner en palabras la preocupación por una determinada situación. Es
decir, pueden expresar los conflictos, ligados a la sexualidad, de manera consciente, sin
necesidad de recurrir al auxilio del dibujo. No obstante, puede verse, en algunos gráficos, una
clara alusión a los órganos sexuales. Sin embargo, ésta queda más ligada al señalamiento de
la diferencia sexual en relación al rol de género, la necesidad de marcar una cuestión de
potencia o, por el contrario, una vivencia de inadecuación dentro el rol sexual. Por ello, es
importante, en el análisis de los gráficos, estar atento a los detalles y al relato con que el niño
acompaña su producción (Boscato et al, 2010).

METODOLOGÍA
Se evalúan los indicadores obtenidos de la producción gráfica de pacientes de diferentes
franjas etáreas, y se comparan con los resultados de otros autores. Se intenta demostrar la
relación existente entre los indicadores así obtenidos y el desarrollo evolutivo de la corteza
sensorial, que ha sido receptora de los estímulos traumáticos corporales por el ASI. Para ello,
se tomaron en cuenta los dibujos realizados por 38 pacientes (16 varones, 22 mujeres) con
sospecha de ASI. Dichos indicadores han sido confirmados por relato revelador del mismo por
la propia víctima, por el descubrimiento del mismo por el otro progenitor u otro familiar, y/o a
través de las simbolizaciones observadas en otras evaluaciones proyectivas (CAT, Test del Pata
Negra, láminas de My Feelings). Se construyen tablas estadísticas que demuestren la
frecuencia de aparición de los diferentes indicadores observados, según sexo y edad de los
menores incluidos en este trabajo de investigación, para demostrar la hipótesis propuesta,
según el tipo de agresión sexual padecida (genital, anal, oral, etc. ).


RESULTADOS
En relación a los indicadores de situaciones traumáticas hallados en gráficos infantiles, hay
trabajos, como el de Boscato et al, 2010, que informan que el 70% de los dibujos presentaba
signos de conflictiva somática en miembros inferiores, a modo de sombreados y resaltados en
las piernas, asimetría de pies y la utilización de soporte o tacón formando trípode, con
desplazamiento a la zona del cuerpo lesionada en el test de Casa ­Árbol- persona (HTP), junto
a inestabilidad (ausencia de línea de base) y necesidad de apoyo. El dibujo doble representaría
el lugar del otro similar a sí mismo.
Los indicadores de ASI más frecuentemente hallados son:

ausencia de protección en el dibujo de persona bajo la lluvia como así también gotas
grandes o copiosas o granizo.

Cuchillos como representantes fálicos.

Agrandamiento de orejas, que dan cuenta de una conducta de hipervigilancia, estado
subjetivo de alerta permanente implementado por el sujeto en el intento de evitar ataques
futuros.

Manos que no permiten defenderse, mostrando vulnerabilidad frente al ataque (Dibujo 1).

Boca, lengua o nariz con forma de pene que evidencia fragmentación de percepciones
sensoriales.

ausencia de boca indica la incapacidad en la expresión.

Lágrimas en los ojos que denotan angustia (Dibujo 2).

negación por medio de ojos vacíos o posición de frente absoluto del personaje sonriente,
que muestra el intento de negar una realidad penosa.

Remarcación o sombreado de zona genital, indicando tensión y conflicto en esa región
somática. (Dibujos 3, 4 y 5).

La ausencia de línea de base y el andar temeroso son signos de falta de sostén frente a
situaciones demasiado pesadas (Dibujo 6). En ocasiones aparecen como efecto de
disociación, el personaje del "doble" como acompañante o auxiliar (Dibujo 7).

Los sombreados corporales dan cuenta de la huella del trauma sobre el cuerpo y la vivencia
de intensa ansiedad y tensión que experimenta (Dibujos 8, 9, 10 y 11).

Cruce de piernas e intento de esconder parte del cuerpo, simbolizando sentimientos de
pudor y vergüenza (Dibujo 39).

Los charcos representan el registro que el niño tiene de su enuresis, siendo uno de los
primeros síntomas luego de la agresión.

La marca de la vivencia traumática aparece, en forma recurrente, como herida en los
árboles y agujeros, que muestran la herida en la estructura psíquica. El gráfico del árbol es
un símbolo del crecimiento y constituye la percepción que el sujeto tiene de sí mismo con
relación al ambiente en el que interactúa. Da cuenta del desarrollo psíquico de la persona,
y, según el lugar del tronco en que se encuentran las huellas del trauma, es posible pensar
en la edad que tenía el sujeto cuando aconteció el hecho (Dibujos 12, 13, 14, 15 y 16).

Agrandamiento en las áreas de contacto (manos y pies).

Cabello en forma de casco (Dibujos 17 y 18).

Boca clausurada.

sentimiento de empequeñecimiento con respecto al medio en que vive, a través de diseñar
la figura utilizando un pequeño espacio de la hoja, revelando sentimientos de inadecuación
personal e inseguridad.

Necesidad de sostén al intentar dibujar un segundo personaje.

El agregado de rayos representa una descarga de tensión que se produce de forma
antojadiza, representa la amenaza de un ataque imposible de prevenir (Dibujo 23).

Lluvia sectorizada que representa aislamiento frente a la agresión.

También aparecen indicadores que resultan de la revictimización sufrida por el niño a
través de un largo proceso de peritajes.

Pobreza de detalles, da cuenta de la poca estimulación recibida como así también de
sentimientos depresivos.

Dibujos 1 y 2: Caso Nina 7 años.

Dibujo 3: Caso Jeremías 5 años y 11 meses. Dibujo 4: Caso Franco 9 años.

Dibujo 5: Caso Sonia 15 años.

Dibujo 6: Caso Marcia 9 años.

Dibujo 7: Caso Ariana 5 años.

Dibujo 8: Caso Yesi 11 años.

Dibujo 9: Caso Grace 8 años.

Dibujo 10: Caso Fernando 6 años.

Dibujo 11: Caso Sonia 15 años.

Dibujos 12 y 13: Caso Fernando 5 años.

Dibujo 14: Caso Germán 9 años.

Dibujo 15: Caso Sonia 15 años.

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NEUROCIENCIAS Y DIBUJO: SU VALORACIÓN COMO EVIDENCIA DE ABUSO SEXUAL
INFANTIL

Dibujo 16: Caso Victoria 38 años.

Dibujo 17: Caso Grace 8 años.

Dibujo 18: Caso Victoria 38 años.
Todos estos signos revelan actitudes compensatorias ante la vivencia de un ataque sufrido.
La técnica de persona bajo la lluvia agrega un factor estresante, implica una situación
desagradable, una inequívoca escena de agresión ambiental. Permite ver al sujeto frente al
estresante y su capacidad defensiva y las características del estresante mismo. La ausencia de
paraguas o de instrumento protector indica falta de defensas, pero la existencia del mismo no
significa que el sujeto posea suficiente recurso psíquico para hacer frente a los eventos que
acontecen.
Se debe tener en cuenta que ciertos indicadores tienen mayor incidencia en determinadas
franjas etáreas en el grupo experimental, en relación con el estadío evolutivo en el que ocurrió
el trauma y en el que está siendo evaluada la víctima. De acuerdo al nivel de expresividad y
espontaneidad, cuando aún no pueden mediatizar con la palabra, se puede observar cierta
semejanza entre los porcentajes hallados en ambos grupos (experimental y control), para los
indicadores que se corresponden con intensidad de la agresión y percepciones sensoriales. La
variable que se refiere a las expresiones de tipo sexual, alcanza un valor revelador, ya que a la
edad comprendida entre los 2 a 5 años, los pequeños no conciben la diferenciación sexual,
más que por los atributos de vestimenta o comportamentales. La aparición de este indicador
permite pensar en la existencia de una experiencia sexual disruptiva, corroborado este dato en
la ausencia del indicador en el grupo control.

También, resultan significativos los indicadores de relación con el abusador, concepción del sí
mismo y registro somático, ya que no se hallan presentes en el grupo control. Con respecto al
indicador que remite a la relación social, sólo habría una leve aproximación en los dos grupos
experimental y control, en la franja etárea de 6 a 8 años. El 50% alcanzado en el grupo control
tendría su razón en la importancia que cobran los secretos entre los pares y el placer que esto
les genera. Mientras tanto, en el grupo experimental, aparecen en un bajo porcentaje
expresiones de tipo sexual, pero ha de tenérselo en cuenta ya que en el grupo control no
aparecen. A su vez, resultan altamente significativos concepción del sí mismo, registro
somático, relación social y relación con el agresor (Boscato et al. , 2010).
En la franja correspondiente entre los 9 y 11 años, no aparecen signos en los indicadores de
expresiones de tipo sexual en ninguno de los dos grupos, lo cual coincide con las
características del período evolutivo. Los indicadores de relación con el agresor e intensidad de
la agresión, no se evidencian en el grupo control, aunque sí se manifiestan con altos
porcentajes en el grupo experimental, de modo relevante (Boscato et al. , 2010). Son raras las
ocasiones en las que se puede observar un solo indicador en un gráfico, en caso de que esto
ocurra debe este signo ser confirmado necesariamente con otrasherramientas

psicodiagnósticas, como pueden ser otros tests proyectivos (CAT, Test del Pata Negra, láminas
de My Feelings). La mayoría de las veces, en cada dibujo aparecen varios signos diferentes. Se
pudo comprobar la presencia de gran variedad de signos gráficos indicadores de símbolos de
ASI entre los pacientes incluidos en la actual investigación, los cuales se detallan en los
siguiente


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